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Métodos 1 Resumen de Popper "La lógica de la Investigación Científica" Cat. Maestro 1° Cuat. de 2007 Altillo.com

Popper “La lógica de la investigación científica”
Panorama de algunos problemas fundamentales. El hombre de ciencia ya sea teórico o experimental, propone enunciados (o sistemas de enunciados) y los contrasta paso a paso. En particular, en el campo de las ciencias empíricas construye hipótesis (o sistemas de teorías) y los contrasta con la experiencia por medio de observaciones y experimentos.

El problema de la inducción. Es común llamar “inductiva” a una inferencia cuando de “enunciados singulares/particulares”, tales como descripciones de los resultados de observaciones o experimentos, a “enunciados universales”, tales como hipótesis o teorías. Cualquier conclusión que se saque de este modo corre el riesgo de resultar una idea falsa.

Se conoce con el nombre del “problema de la inducción” la cuestión acerca de si están justificadas las inferencias inductivas, o de bajo que condiciones lo están.

El problema de la inducción puede formularse como la cuestión sobre cómo establecerse la verdad de los enunciados universales basados en la experiencia. Muchos creen que la verdad de estos enunciados se “sabe por experiencia”, sin embargo, es claro que todo informe en que se da cuenta de una experiencia no puede ser originariamente un enunciado universal, sino solo uno singular. Así pues, la pregunta acerca de si hay naturales cuya verdad nos conste a ser otro modo de preguntar si las inferencias inductivas están justificadas lógicamente.

Pero si queremos encontrar un modo de justificar las inferencias inductivas hemos de intentar establecer un principio de inducción que determine la verdad de las teorías científicas. Ese “principio de inducción” tiene que ser un enunciado sintético, es decir, uno cuya negación no sea contradictoria, sino lógicamente posible. Surge, pues, la cuestión acerca de porque habría que aceptar semejante principio y de cómo podemos justificar racionalmente su aceptación. El principio de inducción es superfluo y lleva forzosamente a incoherencias/incompatibilidades lógicas.

El principio de inducción tiene que ser un enunciado universal. Si intentamos afirmar que sabemos por experiencia que es verdadero, reaparecen de nuevo los mismos problemas que motivaron su introducción para justificarlo tenemos que utilizar inferencias inductivas; para justificar estas hemos de suponer un principio de inducción de orden superior, y así sucesivamente. Por tanto, cae por su base el intento de fundamentar el principio de inducción en la experiencia, ya que lleva, inevitablemente a una regresión infinita.

Eliminación del psicologismo. Algunos objetarán que sería mas pertinente considerar como ocupación propia de la epistemología la fabricación de lo que se ha llamado una “reconstrucción racional” de los pasos que han llevado la científico al descubrimiento. Si de lo que se trata de reconstruir son los procesos que tiene lugar durante el estímulo y formación de inspiraciones, tales procesos son asuntos de la psicología empírica. Otra cosa es que queramos reconstruir racionalmente las “contrastaciones subsiguientes” mediante las que se puede descubrir que cierta inspiración fue un descubrimiento o se puede reconocer como un conocimiento.

No existe, en absoluto, un método lógico de tener nuevas ideas, ni una reconstrucción lógica de este proceso. Todo descubrimiento contiene un elemento irracional o una “intuición creadora”.

La tarea de la lógica del conocimiento consiste en la investigación de los métodos empleados en la contrastaciones sistemáticas a que debe someterse toda idea nueva antes de que se la pueda sostener seriamente.

Contrastación deductiva de teorías. Una vez presentado a título provisional una nueva idea, aún no justificada, se extraen conclusiones de ella por medio de una deducción lógica; estas conclusiones se comparen entre sí y con otros enunciados pertinentes con objeto de hallar las relaciones lógicas (equivalencia, deductivilidad, compatibilidad) que existan entre ellas.

Podemos distinguir cuatro procedimientos de llevar a cabo la contrastación de una teoría. En primer lugar se encuentra la comparación lógica de las conclusiones unas con otras, con lo cual se somete a contraste la coherencia interna del sistema. Después está el estudio de la forma lógica de la teoría, con objeto de determinar su carácter: si es una teoría empírica (científica) o si es tautológica, por ejemplo. En tercer término tenemos la comparación con otras teorías, que tiene por principal mira la de averiguar si la teoría examinada constituiría un adelanto científico en caso de que sobreviviera a las diferentes contrastaciones. Y finalmente viene el contrastarlas por medio de la aplicación empírica de las conclusiones que pueden deducirse de ella. Con este tipo de contraste se pretende descubrir hasta que punto satisfarán las nuevas consecuencias de la teoría a los requerimientos de la práctica. También en este caso el procedimiento de contrastar resulta ser deductivo. Con ayuda de otros enunciados anteriormente aceptados se deducen de la teoría a contrastar ciertos enunciados singulares (predicciones). Se eligen entre estos los que no sean deductibles de la teoría vigente y más en particular aquellos que se encuentren en contradicción con ella. A continuación tratamos de decidir en lo que se refiere a estos enunciados deducidos, comparándolos con los resultados de las aplicaciones prácticas y de experimentos. Si la decisión es positiva, esto es, si las conclusiones singulares resultan ser aceptables, o verificadas, la teoría ha pasado con éxito las contrastaciones, por esta vez. Pero si la decisión es negativa, si las conclusiones han sido falsadas, la teoría es falsa.

Durante el tiempo en que una teoría resiste las contrastaciones, y en que no la deja anticuada otra teoría en la evolución del progreso científico, podemos decir que está corroborada por la experiencia.

El problema de la demarcación. La principal razón para rechazar la lógica inductiva es porque no proporciona un “criterio de demarcación” apropiado. El problema de la demarcación es el de encontrar un criterio que permita distinguir entre las ciencias empíricas, por un lado, y los sistemas metafísicos por el otro. Los positivistas suelen interpretar este problema de un modo naturalista, como si fuese un problema de las ciencias naturales. En lugar de considera que se encuentran ante la tarea de proponer una convención apropiada, creen que tienen que descubrir una diferencia (que existiría en la naturaleza de las cosas) entre la ciencia empírica y la metafísica.

Al llegar al problema de la inducción es donde se derrumba el intento de resolver el problema de la demarcación: los positivistas, en sus ansias de aniquilar la metafísica, aniquilan juntamente con ella las ciencias naturales. Pues tampoco las leyes científicas pueden reducirse lógicamente a enunciados elementales de experiencia.

La primera tarea de la lógica del conocimiento es proponer un concepto de ciencia empírica con objeto de llegar a un uso lingüístico lo mas definido posible, y a fin de trazar una línea de demarcación clara entre la ciencia y las ideas metafísicas, aún cuando dichas ideas puedan haber favorecido el avance de la ciencia a lo largo de la historia.

La experiencia como método. Se pueden distinguir tres requisitos que nuestro sistema teórico tendrá que satisfacer:

Sintético. Que pueda representar un mundo no contradictorio
Posible. Debe satisfacer el criterio de demarcación, debe representar un mundo de experiencia posible.
Debe representar nuestro mundo de experiencia
Puede describirse la teoría del conocimiento, cuya tarea es el análisis del método o del proceso peculiar de la ciencia empírica, como una teoría del método empírico, una teoría de lo que normalmente se llama experiencia.

La falsabilidad como criterio de demarcación. No existe nada que pueda llamarse inducción, por tanto será lógicamente inadmisible la inferencia de teorías a partir de enunciados singulares que estén “verificados por la experiencia”. Las teorías no son nunca verificables empíricamente.

El criterio de demarcación que hemos de adoptar no es el de la verificabilidad, sino el de la falsabilidad, de los sistemas. Ha de ser posible refutar por la experiencia un sistema científico empírico, es decir que debe ser susceptible de selección en un sentido negativo por medio de contrastes o pruebas empíricas.

No se propone la falsabilidad como criterio de sentido; separa dos tipos de enunciados perfectamente dotados de sentido (los falsables y los no falsables), traza una línea dentro del lenguaje con sentido, no alrededor de él. Esta propuesta está basada en una asimetría entre la verificabilidad y la falsabilidad que se deriva de la forma lógica de los enunciados universales. Pues estos no son jamás deductibles de enunciados singulares, pero si pueden estar en contradicción con estos últimos. En consecuencia, por medio de inferencias puramente deductivas (modus tollens) es posible argüir de la verdad de enunciados singulares la falsedad de enunciados universales. Una argumentación como esta es el único tipo de inferencia estrictamente deductiva que se mueve en “dirección inductiva”: de enunciados singulares a universales.

El criterio de demarcación propuesto nos conduce a una solución al problema de Hume de la inducción, el problema de la validez de las leyes naturales. Su raíz se encuentra en la aparente contradicción existente entre lo que podría llamarse “la tesis fundamental del empirismo” (solo la experiencia puede decidir acerca de la verdad o falsedad de los enunciados científicos) y la inadmisibilidad de los razonamientos inductivos, de lo que se dio cuenta Hume.

El problema de la base empírica. Los problemas de la base empírica, concernientes al carácter empírico de enunciados singulares y a su contrastación, pertenecen casi exclusivamente a la teoría del conocimiento. Son importantes debido a que dan lugar a muchos puntos obscuros, especialmente con las relaciones entre experiencias perceptivas y enunciados básicos (enunciados que puede servir de premisa en una falsación empírica).

Con frecuencia se ha considerado que las experiencias perceptivas proporcionan algo así como justificación de los enunciados básicos. Se tenía la impresión exacta de que los enunciados sólo pueden justificarse lógicamente mediante otros enunciados.

Hemos de distinguir, por una parte, nuestras experiencias subjetivas o nuestros sentimientos de convicción que no pueden jamás justificar enunciado alguno, y por otro lado las relaciones lógicas objetivas existentes entre los diversos sistemas de enunciados científicos y en el interior de cada uno de ellos.

Objetividad científica y convicción subjetiva. Las teorías científicas no son nunca enteramente justificables o verificables, pero son, no obstante, contrastables. La objetividad de los enunciados científicos descansa en el hecho de que pueden “contrastarse ínter subjetivamente”.

Fue Kant el primero en darse cuenta de la objetividad de los enunciados se encuentran en estrecha conexión con la construcción de teorías (con el empleo de hipótesis y de enunciados universales). Solo cuando se da la concurrencia de ciertos acontecimientos de acuerdo con reglas o regularidades pueden ser contrastadas nuestras observaciones por cualquiera. Solo merced a tales repeticiones podemos convencernos de que no nos encontramos con una mera coincidencia aislada, sino con acontecimientos que, debido a su regularidad y reproductibilidad son, en principio, contrastables ínter subjetivamente.

El hecho de que estoy experimentando un sentimiento de convicción no puede aparecer en el campo de la ciencia objetiva más que en forma de hipótesis psicológica, lo cual pide un contraste o comprobación inter subjetiva.

Pero desde el punto de vista epistemológico, carece enteramente de importancia que mi sentimiento de convicción haya sido fuerte o débil.

Si persistimos en pedir que los enunciados científicos sean objetivos, entonces aquellos que pertenecen a la base empírica de la ciencia tienen que ser también objetivos, contrastables inter subjetivamente. Pero la contrastabilidad intersubjetiva implica siempre que a partir de los enunciados que se han de someter a contraste, puedan deducirse otras también contrastables. Por tanto, si los enunciados básicos han de ser contrastables inter subjetivamente a su vez, no puede haber enunciados últimos en ciencia, no pueden existir en la ciencia enunciados últimos que no puedan ser contrastados y, en consecuencia, ninguno que no pueda ser refutado al falsar algunas de las conclusiones que sea posible deducir de él.

Los sistemas teóricos se contrastan deduciendo de ellos enunciados de un nivel de universalidad más bajo, éstos, puesto que han de ser contrastables intersubjetivamente, tienen que poderse contrastar de manera análoga, y así ad infinitum.

El método deductivo de contrastar no puede estatuir ni justificar los enunciados que se contrastan, ni se pretende que lo haga; de modo que no hay peligro de una regresión infinita. De hecho, las contrastaciones no pueden prolongarse ad infinitud: tarde o temprano hemos de detenernos. No pido que sea preciso haber contrastado realmente todo enunciado científico antes de aceptarlo: solo requiero que cada uno de estos enunciados sea “susceptible” de contrastación.