Evaluación inicial y reanimación
(RCP BÁSICO)
Fuente del texto:
incierta
La reanimación
La reanimación es el conjunto de
maniobras que se realizan para asegurar el aporte de sangre oxigenada al cerebro cuando
fallan los mecanismos naturales.
Estas maniobras se ejecutan según
detectemos la ausencia de una constante vital (la respiración o el pulso) o ambas. Es
fundamental que se realicen de una manera rápida, exacta y ordenada, pues la ejecución
de maniobras de reanimación sobre una persona que respire o tenga pulso puede ser fatal,
acarreando lesiones internas graves e incluso la muerte.
Evaluación inicial
Con este proceso de exploración
buscamos identificar perfectamente qué le ha ocurrido a una víctima de cualquier
incidente. Siempre dividimos la evaluación en dos fases: valoración primaria
y valoración secundaria. No obstante, también es muy importante la
previa evaluación del entorno y el primer contacto con la víctima.
Evaluación del entorno
A la llegada al lugar del incidente,
antes de acceder a las posibles víctimas, es conveniente emplear unos instantes en
realizar una inspección visual del accidente y de los alrededores en busca de otros
riesgos que puedan poner en peligro nuestra propia vida. Es fundamental establecer las
medidas de autoprotección necesarias, incluido el uso de guantes para la prevención de
posibles contagios. Sin entretenerse excesivamente preguntar a testigos, acompañantes,
familiares y a la propia víctima sobre lo ocurrido.
Además de esto, al conocer el tipo
de accidente sufrido, podremos saber con bastante aproximación el tipo de lesiones que se
han podido producir en la víctima.
Si se trata de un accidente de
tráfico, preguntaremos a las víctimas conscientes sobre el número de acompañantes y
sus nombres para conocer el estado de orientación o conmoción en que se encuentran y,
además, establecer una relación y, si procede, buscaremos otras posibles víctimas en el
interior del maletero del vehículo o por los alrededores.
Observar si existe derrame de
líquidos inflamables, materias tóxicas o corrosivas en las ropas de la víctima, objetos
cortantes o punzantes que pueden herirnos. Todo ello servirá para dar una asistencia
eficaz.
A menudo se comete un error al
iniciar el contacto con la víctima y es que nos ponemos a evaluar y nos olvidamos de
hablar a la víctima y preguntarla por sus lesiones. Si al acercarnos a ella nos
presentamos como miembro de alguna Entidad y mantenemos un tono cordial y afable durante
la evaluación, informándola de lo que vamos a ir haciendo, conseguiremos no sólo
colaboración por su parte sino que la inspiraremos confianza al establecer una relación
de trato profesional con ella.
No olvidar que existen personas que
no pueden vernos, oírnos o hablarnos (ciegos, sordos, mudos, disminuidos, etc.) o,
simplemente, que no entienden nuestro idioma. En estos casos tratar de expresar lo
necesario mediante gestos con las manos.
Valoración primaria y RCP
Consiste en la exploración de las
constantes vitales con el único fin de detectar su presencia, sin entretenernos en
cuantificar. Se realizará siempre de manera rápida y sistemática,
siguiendo estos pasos:
CONCIENCIA: Para
evaluar la conciencia
se preguntará a la víctima si nos escucha y cómo se encuentra, a
la vez que la sacudimos ligeramente los hombros o se la pellizca en la cara (A.V.D.N.). No
sólo buscaremos que el paciente nos dé una respuesta verbal sino que podemos esperar
cualquier movimiento de defensa del tipo de apertura o cierre de ojos, retirada de la cara
o manos ante pellizcos, etc...
Si la víctima responde, pasaremos a
realizar la valoración secundaria; si, por el contrario, no percibimos ninguna respuesta
consideraremos a la víctima inconsciente, avisaremos a una ambulancia asistencial y/o a
un facultativo y pasaremos a prepararnos para la evaluación de la respiración. Recordar
que a una persona inconsciente como consecuencia de un traumatismo siempre se la supondrá
y tratará como si tuviera lesión en la columna vertebral, tratando y movilizando el eje
cabeza, cuello y tronco como un solo bloque.
PREPARACIÓN: Nos colocaremos
a la altura de los hombros, quitaremos la ropa que nos moleste del pecho de la víctima;
aflojaremos corbata y cinturón, retiramos cadenas o collares y colocaremos a la víctima
tumbada sobre un plano duro en decúbito supino (boca arriba) con los brazos a lo largo
del cuerpo.
RESPIRACIÓN: La evaluaremos
acercando un lateral de nuestra cara a la boca y nariz de la víctima mientras que miramos
su pecho y abdomen. Buscamos con esto oír y/o sentir en nuestra mejilla la
entrada y salida del aire de la víctima, a la vez que nos permite ver y observar
el movimiento respiratorio del tórax y abdomen.
En caso de no sentir la
respiración, observaremos que la boca y faringe estén libres de objetos que puedan
obstruir las vías aéreas (dentaduras, chicles, caramelos, flemas, vómitos, etc.),
liberaremos la base de la lengua que también puede obstruir el paso del aire por la
faringe. Para ello pondremos una mano en la frente, que empujará hacia abajo, y la otra
en la nuca, que tirará hacia arriba, consiguiendo así estirar el cuello elevando la
mandíbula y con ella la base de la lengua, volviendo de nuevo a comprobar la
respiración. Esta maniobra es conocida como hiperextensión
Si la respiración existe, giraremos
su cabeza hacia un lado y pasaremos a realizar la valoración secundaria; si, por el
contrario, la respiración no está presente realizaremos 2 insuflaciones seguidas
(boca a boca) y a continuación valoraremos el pulso.
BOCA A BOCA: Consiste
en introducir en los pulmones de la víctima el aire contenido en nuestra boca, faringe,
laringe, tráquea y bronquios antes de que quede viciado por nuestra propia respiración;
es decir: el aire que aún no ha sufrido el total intercambio gaseoso en nuestros
pulmones.
Para ello, manteniendo el cuello de
la víctima en extensión, pegaremos nuestros labios herméticamente alrededor de la boca
de la víctima mientras pinzamos su nariz con los dedos índice y pulgar de la mano que
mantenemos en la frente; le insuflaremos el aire con fuerza moderada durante no más de
dos segundos a la vez que miramos su tórax y abdomen y nos aseguramos de que lo que sube
es el tórax. No retirar la mano de la nuca; si lo hacemos porque la boca está firmemente
cerrada y es preciso abrirla (ver figura anterior) no apoyarla en la garganta pues
impediría la entrada del aire.
Si al insuflar vemos subir el
abdomen es síntoma de que el aire pasa al estómago en vez de los pulmones; en este caso
corregiremos la postura de la cabeza realizando de nuevo la hiperextensión del cuello o
comprobando de nuevo la cavidad de la boca y faringe para detectar que la lengua o cuerpos
extraños impidan la entrada de aire en los pulmones. Si esto es lo que ocurre,
realizaremos la maniobra de desobstrucción.
PULSO: El pulso vamos a
localizarlo en cualquiera de las arterias carótidas. Para ello utilizaremos 2 ó 3 dedos
(nunca el pulgar) de la mano que teníamos en la nuca, que la haremos resbalar por
cualquiera de los laterales de la tráquea (mejor por el lado opuesto a nosotros) hasta la
depresión existente entre ésta y los músculos externocleidomastoideos, presionando
hacia la nuez. Si sentimos el pulso seguiremos realizando el boca a boca a ritmo de 1
insuflación cada 5 segundos; si, por el contrario, la víctima carece de pulso NO
golpearemos el tórax con el puño y comenzaremos el masaje cardíaco externo.
MASAJE CARDIACO
EXTERNO: Consiste en comprimir el corazón entre el esternón y la columna vertebral
cargando nuestro peso sobre el tercio inferior del esternón de la víctima. Para
localizar este punto con exactitud de la apófisis xifoides; pondremos 2 o 3 dedos
de la otra mano en dirección a la cabeza y en este nuevo punto colocaremos el talón de
la primera mano. Esta es la zona donde realizaremos las compresiones.Para ello, pondremos
la otra mano sobre la primera (mejor entrelazando los dedos) y con los brazos rectos y
perpendiculares al pecho de la víctima dejaremos caer nuestro peso con el fin de hacer
descender el tórax unos centímetros(1).
Las compresiones serán secas y
rítmicas (contaremos ...y uno... y dos... y tres... etc.), en numero de 15,
posteriormente volveremos a dar dos insuflaciones rápidas y de nuevo 15 masajes externos.
Cada conjunto de 2 insuflaciones y
15 masajes se denomina ciclo de reanimación con un socorrista.
Si son dos los reanimadores,
el ciclo es de 1 insuflación y 5 masajes.
Consideraremos secuencia al
conjunto de 4 ciclos completos de reanimación.
ATENCIÓN: No todas las personas tienen la
misma consistencia en sus costillas por lo cual se recomienda hacer rápidamente una o dos
presiones de tanteo para precisar la "dureza" del recorrido muerto y saber
exactamente dónde comienza la verdadera presión sobre el músculo cardíaco.
FINALIZACIÓN DE LA REANIMACIÓN:
Al finalizar cada secuencia volveremos a valorar si el pulso está presente. Si no hay
pulso seguiremos realizando secuencias hasta que retorne. Cuando el pulso retorne
volveremos a valorar la respiración actuando como se ha descrito anteriormente. Daremos
por finalizada la resucitación...
-
... cuando otra persona nos sustituya
( personal de ambulancia asistencial, médico, etc.)
-
... cuando un médico certifique el
fallecimiento de la víctima
-
... cuando recupere los signos
vitales.
Valoración secundaria
Consiste en determinar el estado de
la víctima mediante la localización de todas sus lesiones. Para ello reevaluaremos y
cuantificaremos su conciencia, respiración y pulso y realizaremos una exploración
rápida pero ordenada y concienzuda de todo su cuerpo en busca de sangre, deformidades
(bultos o huecos), secreciones (sudor, heces, orina o vómitos), anormalidades en el
color, temperatura y aspectos de la piel, etc., etc. A ser posible siempre utilizaremos
guantes para tocar a una víctima para evitar contagios de nosotros hacia ella o a la
inversa, aunque su aspecto parezca saludable.
Si la víctima puede colaborar, la
preguntaremos por sus molestias, dolores, etc., detectando cualquier problema de
orientación o memoria antes de la exploración y mantendremos una ligera conversación
informativa de las maniobras que vamos a hacer. No es conveniente informar de las lesiones
sufridas para evitar choques emocionales. En esta entrevista tendremos en cuentan las
características particulares de cada colectivo (niños, ancianos, discapacitados, sordos,
mudos, extranjeros, etc.).
Para la exploración utilizaremos
nuestras dos manos y a la vez observaremos visualmente la zona explorada. Las manos se
moverán simultáneamente, a ambos lados del cuerpo aprovechando la simetría de este.
Comenzaremos nuestra
exploración en la cabeza, (en el cráneo y en el macizo facial, incluido el
interior de la boca), bajaremos al cuello y hombros. Continuaremos por el tórax
explorando el esternón y la parrilla costal; observaremos el abdomen prestando atención
a su consistencia (un abdomen rígido puede indicar una lesión interna).
Bajaremos al vientre observando la
presencia de heces u orina, a continuación exploramos las piernas comenzando por las
caderas, siguiendo por el muslo, rodilla, pierna, tobillo y pies (incluidos dedos). Por
último no nos olvidemos de las extremidades superiores, empezando por el brazo, codo y
antebrazo, pasando luego a las muñecas y manos (incluidos dedos) .
En la exploración nos detendremos
en las partes más complejas y, ante una duda de lesión en alguna de las extremidades,
podremos utilizar como modelo la otra, pues ambas son simétricas.
Si ha habido relajación de
esfínteres, sospecharemos lesión en la columna y valoraremos la movilidad
(diciéndole
que mueva los dedos) y la sensibilidad (mediante pellizcos o pinchazos) de las
extremidades .
Posteriormente valoraremos de nuevo
la respiración y el pulso con el fin de conocer su frecuencia y su fuerza.
Prestaremos
también atención al color de la piel, al sudor y a la temperatura.
Dificultades durante la evaluación y la
reanimación
HEMORRAGIA AGUDA: Si
previamente al masaje cardiaco observamos que ha existido una hemorragia aguda,
procederemos al taponamiento de la herida para evitar que con el bombeo artificial siga
perdiendo más sangre por esa herida. Esta maniobra debemos realizarla en el menor tiempo
posible y, si fuese necesario, aplicaremos inmediatamente un taponamiento o un torniquete
para poder dedicarnos enteramente a la reanimación.
IMPOSIBILIDAD DE TOMA DE PULSO EN
EL CUELLO: Si existen problemas para la toma de pulso en la carótida, lo tomaremos en
la otra arteria central: la femoral. Nunca utilizaremos los pulsos periféricos debido a
su lejanía del corazón.
NO HAY ENTRADA DE AIRE EN LAS
INSUFLACIONES: En cada insuflación el tórax tiene que subir, si no subiera o lo que
subiera fuese el estómago, revisaríamos la hiperextensión del cuello y volveríamos a
intentarlo. Si, aún así, siguiera sin subir, pensaríamos en una obstrucción de las
vías respiratorias por lo que realizaríamos las maniobras de desobstrucción.
MANIOBRA DE DESOBSTRUCCIÓN:
Estas maniobras consisten en presionar la zona inferior del tórax para comprimir los
pulmones y que estos expulsen fuertemente el aire contenido con el fin de empujar hacia el
exterior el objeto que obstruye.
Si la víctima está tumbada, nos
sentaremos en sus muslos mirando hacia su cabeza, que la colocaremos ladeada. Situaremos
nuestro puño en la boca del estomago (inmediatamente debajo de las costillas) y
presionaremos oblicuamente hacia abajo y hacia la cabeza. La víctima está de pie o
sentada la pasaremos los brazos por debajo de sus axilas y presionaremos, con el puño
cerrado ayudado por la otra mano, en el mismo punto, oblicuamente hacia nosotros y hacia
arriba. Las presiones han de ser secas y profundas. Continuaremos intercalando 2
insuflaciones cada 4 compresiones abdominales.
Estas maniobras no se pueden hacer
en víctimas con obstrucción parcial (tosen, se quejan, pueden hablar) que sólo las
invitaremos a toser. Nunca dar golpes en la espalda a los adultos.
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