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2º Parcial A |
Antropología (Cátedra: Sabarotz - 2020) |
CBC | UBA
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serían 8 hojas).
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Consignas:
Cambio cultural: Defina los conceptos de sentido común, cultura y hegemonía de
la forma lo más completa y conceptual posible. Una vez recuperados los conceptos
aplíquelos para analizar el caso presentado en el presente artículo
periodístico.
Cultura e Identidad: Defina el enfoque relacional y situacional en torno a la
identidad que plantea D. Cuche. Retome la noción de Identificación así como el
de identidades negativas y fronteras simbólicas. ¿Qué análisis del texto se
puede hacer desde estos conceptos? Tenga presente lo que señala Cuche en
relación al lugar y la tarea de las Ciencias sociales en relación a las
identidades.
Defina el concepto de género como construcción cultural de la manera más
completa y conceptual posible según Marta Lamas. ¿Qué importancia tiene el
concepto de Habitus de Bourdieu para Marta Lamas? ¿Cómo trabaja la noción de
diferencia y desigualdad la autora?
¿Qué análisis se puede hacer del artículo periodístico desde lo propuesto por
Marta Lamas?
Retome los tres puntos de partida elaborados por les autores del texto Racismo y
la estigmatización del otro. Explíquelos brevemente. ¿De qué manera nos sirven
para pensar este artículo periodístico?
Retome la definición de Globalización propuesta por Lins Ribeiro así como las
contribuciones de la antropología al estudio de este fenómeno. Explique muy
brevemente las nociones de sistema mundial, niveles de integración y compresión
espacio temporal. Con todo ello, haga un análisis del texto.
Millones de africanas se blanquean con cremas abrasivas
Ana Carbajosa publica en El País el reportaje "Ellos las prefieren Blancas" que
reproducimos íntegramente por su alto interés por cuestión de género.
"Blanquearse, desteñirse, es la obsesión que persigue a millones de africanas
que diariamente se untan productos abrasivos en la piel para ser un poco menos
negras, para subir en el escalafón social y lograr el objetivo final: volverse
más deseables y gustar y gustarse más".
"En la carrera hacia el triunfo social pierden la melanina y contraen
enfermedades cutáneas que van desde quemaduras, estrías, acné, alergias, hasta
el cáncer de piel. Un fenómeno que recorre gran parte de África y que algunos
estudiosos llaman ya "el trauma poscolonial".
Se trata de una práctica antigua -comenzó a finales de los sesenta-, pero las
cifras no dejan de crecer, hasta alcanzar en los últimos años niveles
alarmantes. Hoy, el 67% de las mujeres senegalesas despigmenta su piel. En Togo
lo hace el 58% de ellas, y en Malí, el 25%. Los iconos de belleza occidentales
no conocen fronteras e inundan las pantallas de televisión de las aldeas más
remotas del África más profunda. Ellos y ellas se dejan seducir por la blancura
televisiva y se destrozan el cuerpo (sobre todo ellas) con tal de clarearse. La
cara, la espalda, el pecho, el codo, los pies, las axilas. Cualquier centímetro
de piel es susceptible de despigmentarse y, por tanto, de volverse un poco menos
oscuro.
Muchas lo tienen claro: "Ellos las prefieren blancas", asegura una adolescente
senegalesa, preguntada por los motivos que le llevan a autolesionarse. El
desconocimiento sobre los efectos nocivos de estos productos se encarga del
resto. La mayoría de estas mujeres ignora que el uso de cremas para despigmentar
es el primer motivo de hospitalización derma-tológica en Senegal y que, de las
ingresadas, la mitad tiene lesiones irreversibles. Tampoco saben que al
despigmentarse eliminan progresivamente la melanina de su piel, acaban con el
sistema inmunitario y dejan sus cuerpos indefensos frente al sol africano.
El 'khessal de las pobres'
Khessal es el nombre genérico que reciben estos productos en algunos países.
Piel Clara o Cleartone son algunos de los nombres con los que se comercializan
estas cremas, de las que hay hasta 117 marcas en el mercado. Cuestan entre uno y
12 euros y se venden en casi cualquier tienda de barrio de cientos de ciudades.
Se aplican dos veces al día y lo ideal es embadurnarse todo el cuerpo para
igualar la decoloración. Todo un presupuesto para países como Senegal, donde el
68% de la población vive con menos de dos euros al día. Por eso, la mayoría de
las usuarias se decantan por el llamado khessal de las pobres, un sucedáneo del
original fabricado con ungüentos elaborados por curanderos y mezclados con
detergentes y todo tipo de lo que ellas llaman "decapantes", incluidos la lejía
y ácidos.
Las cremas que se venden en las perfumerías contienen corticoides e hidroquinona
(en una proporción mucho mayor del 10% permitido en Senegal y del 4% legal en
España), y algunas, también sales de mercurio, y se fabrican en su mayoría en
Europa, Estados Unidos, Nigeria y Suráfrica. Los efectos secundarios del uso y
abuso de estos productos son devastadores. "Lo más frecuente es que aparezcan
manchas negras hiperpigmentadas y endurecidas en la espalda o en la cara, que
son irreversibles, y también nacen estrías en zonas en las que normalmente no se
dan, como en la cara o en los brazos. Pero el mayor peligro es el de las
infecciones o incluso el cáncer de piel, relativamente frecuente en Europa, pero
muy raro en África, donde la piel, negra, tiene mucha más protección natural",
explica el doctor Bassirou Ndiaye, dermatólogo y miembro de la Asociación
Internacional de Información sobre la Despigmentación Artificial (AIIDA en sus
siglas en francés), con sede en Senegal, Francia y Malí, y entre cuyos objetivos
prioritarios figura que la Organización Mundial de la Salud pase a considerar el
uso del khessal un problema de salud.
Pero las consumidoras parecen hacer oídos sordos a estos peligros, sobre todo
cuando se trata de celebrar grandes acontecimientos como bodas o bautizos. Es
entonces cuando hay que brillar más que nunca, y en el caso de los bautizos
cuando más peligroso resulta, ya que es en el embarazo, cuando la mujer se
prepara para la gran fiesta del bautismo en la que ha de ser la protagonista y
lucir despampanante, cuando más se aplican estas cremas. "El problema es que la
gestación es el peor momento para decolorarse, porque la piel se vuelve débil y
luego es muy difícil coser en el caso de cesáreas. Además hay casos en los que
los corticoides se infiltran hasta la placenta y dañan de manera irreversible al
bebé", explica Ndiaye.
Una de las medidas que defienden los médicos es la prohibición de la importación
de estas cremas, medida adoptada por algunos países, entre ellos Gambia, donde
la prohibición, implantada en 1995, ha surtido cierto efecto. Pero médicos y
activistas saben que se trata de una medida necesaria, pero no suficiente. Saben
que hasta que no cambien los modelos de belleza y crezca la autoaceptación hay
poco que hacer.
En un café de Banjul, un adinerado hombre de negocios que ronda los 70 años
comparte mesa y mantel con una joven gambiana blanqueada (es fácil reconocerlas
por los berretes que asoman en los talones o por la concentración de
pigmentación en las articulaciones. Además, mezcladas con el sudor, las cremas
desprenden un olor fétido). Les acompaña otra joven, también con la piel
aclarada artificialmente. La escena se repite en cafés, mercados y tiendas de la
capital gambiana. La élite económica y política del país es adicta a las cremas
decolorantes, y algunos expertos defienden que hasta que esto no cambie, seguirá
habiendo un ejército de gambianas que acudan al mercado clandestino a comprar
las cremas. En Suráfrica, el khessal está prohibido desde 1992, pero es fácil
hacerse con él, y en la República Democrática del Congo está disponible en
cualquier colmado.
Las nuevas generaciones se dividen entre los detractores y los defensores del
khessal. "Vosotros los hombres, ¿por qué tenéis debilidad por las mujeres de
piel clara?", escribe una joven senegaleses bajo el seudónimo de Love en un
chat. Bajo el título "¿por qué los hombres prefieren a las mujeres blancas?",
las respuestas se agolpan en un chatroom de la Red. "Puede que el hecho de ser
más claras no sea suficiente, pero está claro que las más blancas son las más
solicitadas, le responde a Love un internauta del norte de Senegal. Otras no
entienden por qué la decoloración ha de ser un problema y argumentan que a las
blancas también les gusta cambiar de color y por eso se tuestan al sol.
Objetivo: estar más guapa
El deseo de complacer a sus maridos es otra de las respuestas que más se
escuchan entre las consumidoras. "Lo que la mujer senegalesa haga para contentar
a su marido es incontestable", asegura convencida una mujer de mediana edad en
Dakar. "No creo que sea malo utilizarlo, porque el objetivo es estar más guapa.
Yo lo utilizo lo justo para mantener mi color, porque no soy demasiado negra",
afirma Rama Cissokho a un periódico popular senegalés.
Entre las detractoras están las devotas musulmanas, que tienen claro que tratar
de cambiar el color de la piel sería lo mismo que poner en duda la creación de
Alá. Y junto a ellas, los defensores de la negritud, que de la mano de los
afroamericanos luchan por defender la piel de ébano.
Radio, televisión y escuelas para concienciar
UN CHISTE SENEGALÉS dice así: "¿Qué haces?, le pregunta una joven a su amigo.
Cazo moscas, le responde él. ¿Y has matado alguna? Sí, tres machos y dos
mujeres. ¿Cómo sabes de qué sexo son?, pregunta ella. Tres estaban en una taza
de té y dos en mi bote de khessal, explica el cazador". Los senegaleses hablan
del gusto de las mujeres por el khessal con la misma ligereza con que critican
su afición por las telenovelas o su debilidad por la ropa. La concienciación
acerca de la gravedad de los problemas de la despigmentación es todavía muy
incipiente, a pesar de las campañas en las escuelas, en televisión y en la radio
dirigidas sobre todo a los jóvenes. "La nueva generación empieza a comprender
que usar el khessal es muy peligroso, pero todavía falta mucho", dice el doctor
Ndiaye.
Una generación que en cuanto puede emigra a Europa o EE UU en busca de una vida
mejor. Y emigran con el khessal a cuestas. Es frecuente ver a mujeres negras
blanqueadas en París, Londres, Milán o Madrid, y es posible encontrar cremas de
despigmentación en las peluquerías africanas de estas ciudades. "Llevo dos años
usándolo y ahora mira cómo me han quedado las manos", se queja Ida (nombre
ficticio), una joven senegalesa que ahora vive en Madrid y que enseña sus manos
y su espalda, a manchas por el efecto de las cremas. "Ahora sólo espero que
alguien me diga cómo me lo puedo quitar; al parecer, ni siquiera la cirugía
funciona", se lamenta".