“Sobre la libertad” Stuart Mill

En el siglo XVII el principal pensador liberal fue John Locke, quien planteaba un liberalismo político basado principalmente en el individuo y su libertad, separado del poder del Estado. Es decir, que el hombre contaba con derechos naturales (derechos humanos) que debían ser reconocidos y respetados por el Estado, el cual no podía entrometerse.

Garcia Raggio aclara que para el liberalismo lo más importante es el individuo, su integridad y el desarrollo de su vida; y que el Estado debe proteger su desarrollo personal. Además, para que el Estado pueda garantizar la libertad individual debe imperar la supremacía de la ley, la división de poderes y la garantía contra la arbitrariedad estatal.

A partir del siglo XVIII aparece una nueva forma de liberalismo, producido por Adam Smith, quien coloca al mercado como ordenador de la sociedad. Se trata de un liberalismo económico, que afirma que el mercado surge de las necesidades del individuo y que si la sociedad es regulada por esa llamada “mano invisible”, podrá garantizar el interés general. En este caso, son necesarias tres libertades básicas: la libertad de trabajo, de mercado y de comercio. Ademas, el Estado posee funciones, como la de protección para que otros Estados no invadan el territorio (ejércitos), la de garantizar un sistema de justicia que cuente con un juez imparcial que resuelva los posibles problemas, y la de realizar obras publicas (puertos y caminos) para facilitar la organización del mercado. Un avance alcanzado por el liberalismo económico es el vinculo mercantil con otras naciones, lo que desplomo la teoría de Locke del “estado de guerra” con el exterior.

Y con el siglo XIX se comenzó a pensar en el liberalismo ético o moral con Stuart Mill, quien comenzó a pensar en la autonomía del individuo y en las características de los derechos de éste. Enumera tres manifestaciones de la libertad: la libertad de expresión y pensamiento, la libertad de acción (hábitos y costumbres) y la libertad de asociación y reunión. Y existen además, métodos legítimos, dice Mill, para acotar la libertad individual: la coerción física ejercida por el Estado contra los individuos (a través de castigos legales), y la coerción moral desde el resto de la sociedad contra el individuo (a través de imposiciones ideológicas). Y éstas se justifican en el principio de evitar que se perjudique a los demás, ya que ésta es la única conducta por la cual el individuo está obligado a responder a la sociedad.

Por otra parte, Garcia Raggio afirma que hay un problema cuando consideramos la formula LIBERTAD-IGUALDAD, ya que para los liberales todo plan de igualdad viene acompañado de un nuevo despotismo que ahoga la libertad. “La tiranía de la mayoría” permite la intromisión de la sociedad en la libertad de los individuos, ya que impone sus propias ideas como norma de conducta. Otro pensador de la época, Tocqueville, dice que existe un miedo a sentirse iguales y que la pasión por la igualdad tiene resultados negativos, ya que atenta a que la sociedad caiga en ese nuevo despotismo que lleve a la pérdida total de la libertad.