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Politicas
1º Parcial A |
Cs. Políticas (Cátedra: Llenderrozas - 2021) | CBC | UBA
1. Leer el artículo que se acompaña a continuación y reflexionar para
responder las siguientes preguntas:
1.1 Identificar dentro del texto referencias que nos hagan pensar en los tipos
de dominación weberiana. (por ejemplo: el rol del Miliciano Wallace dentro de la
comunidad campesina, pero teniendo presente que Colombia es un estado nación
cuya soberanía es indiscutida dentro del sistema mundial de países), ¿qué puede
observar y analizar? Justifique su respuesta.
Para mi no es una dominación legitima por que lo que imponen es el miedo y
terror sobre una determinada sociedad de manera autoritaria, beneficiándose
únicamente ellos a través de su negocio de la cocaína.
Si tendría que seleccionar algún tipo de dominación de weber seria el de
carismática por que se obedece a una persona en virtud de sus dotes
sobrenaturales, revelaciones, heroísmo, poder intelectual u oratorio. El caudillo
es el profeta, el héroe guerrero o el gran demagogo, que por sus revelaciones,
acciones o decisiones, respectivamente, logra un tipo de obediencia en el que no
hay reglas estatuidas ni tradicionales.
1.2 ¿Qué diría Oscar Oszlak sobre los atributos de estatidad y capacidades de
penetración estatal si leyera el texto que estamos analizando? Justifique su
respuesta.
La falta de atributos por parte del estado, hacen que sean un sistema
interestatal, los atributos de coerción se los da la guerrilla por el sentido de
pertenencia que ellos tienen como identidad colectiva que representan. Tienen la
capacidad de externalizar su poder, obteniendo reconocimiento como unidad
soberana dentro de un sistema de relaciones interestatales
1.3 ¿Qué ocurre cuando la efectividad de la ley se extiende irregularmente sobre
un territorio y las relaciones sociales que debe regular? Explique su respuesta.
El surgimiento de la guerrilla como la FARC Impide la vigencia del poder
coercitivo del estado en determinadas zonas de las ciudades, son actores
criminales que sustituyen, debilitan o desplazan a la autoridad, operan como
microestados desvirtuando la homogeneidad del estado de derecho.Estos grupos se
apoderan del espacio y de los recursos publicos y lo tratan como de patrimonio
propio.
2. En relación con el capítulo sobre regímenes Democráticos y no Democráticos,
explique con sus palabras cual es la diferencia entre analizar a la democracia
como variable discreta o como variable continua. Por favor incluya las
siguientes palabras en su explicación: atributos de la Poliarquía y tipos de
democracias.
Según lo visto en clase con victoria, La discreta es si existe o no una
característica (por ejemplo régimen democrático o no) y , la continua es que la
podes ver con grados numericos (por ejemplo desarrollo económico).
Según DAHL la poliarquia es una variable discreta con los siguientes requisitos
1. Derecho al voto
2. Derecho a ser electo
3. Derecho de los líderes a competir por el voto popular
4. Elecciones libres y justas
5. Libertad de asociación
6. Libertad de expresión
7. Libertad de prensa
8. Que las instituciones públicas dependan del voto popular
Dentro de los tipos de democracia tenemos:
-Representativa: Las decisiones son tomadas por un grupo de personas elegidas
para tal propósito a busca solucionar el dilema provocado por la imposibilidad
de mantener vigentes las prácticas de la democracia directa en comunidades
políticas complejas y extensas en términos territoriales y demográficos,
preservando la participación ciudadana en el gobierno (Dahl, 2004).
Directas: Se definen por la participación, sin intermediación de los ciudadanos
con su voz y voto en los procesos institucionales de toma de decisiones.
Podemos encontrar también subtipos de democracias, entre ellas tenemos
consolidadas e imperfectas, la diferencia entre ellas seria la calidad
democrática que tiene cada una, por ejemplo en la consolidadas tenemos la paz,
la igualdad, libertad, no violencia y tolerancia, mientras que en la otra tiene
un bajo nivel de institucionalización politica.
3. Explique según Linz, cuáles son las características típicas de los regímenes
totalitarios y compáralas con las principales características de los regímenes
autoritarios. ¿En qué aspectos se parecen y en cuales se diferencian? En su
respuesta no olvide ejemplificar qué países tuvieron estos regímenes políticos.
Se parecen en:
El control de un territorio a través de la fuerza militar y policial, tener el
control total de los medios de comunicación, siendo ambos un régimen NO
democrático
se diferencian en:
- totalitario: Partido único (fascismo, nazi) - Líder Carismático - ideología
oficial - tienen movilizaciones constante, creían en que exista una raza única.
- Autoritario: Tiene como característica el pluralismo a diferencia del
totalitario que tiene líder único. según lo visto con Lucila en clase, el
régimen autoritario esta dirigido por varios lideres y no uno solo.
Importante:
● Desarrollar cada una de las consignas y guardar el examen EN FORMATO WORD con
todos los datos personales completos respetando el siguiente formato: (APELLIDO,
NOMBRE, DNI).
● Para aprobar la evaluación es requisito que quede demostrada en el examen la
capacidad del alumno/a para entender y JUSTIFICAR los conceptos trabajados en
clase.
● Se debe responder a todas las preguntas para aprobar la evaluación formativa.
Extensión mínima: 2 páginas. Fuente: arial 11. Interlineado: 1.5. Extensión
máxima: 4 páginas SIN CONTAR LAS CONSIGNAS.
1 Colombia y las FARC, de vuelta al infierno
https://www.xlsemanal.com/actualidad/20200201/colombia-guerrillas-farc-guerra-narcotrafico
acuerdo-paz.html
Por Juan Moreno / Fotos: Federico Ríos Escobar (New York Times / Contacto)
La paz entre el gobierno colombiano y las FARC parecía un triunfo de la
democracia. Al presidente le dieron el premio Nobel y la guerrilla se convirtió
en partido político. Tres años después, sin embargo, algunos guerrilleros han
vuelto a tomar las armas. Un periodista ha logrado introducirse entre estos
combatientes de la selva.
El hombre que quiere traer de nuevo la guerra a Colombia es un tipo con perilla,
ojos oscuros y una pistola de nueve milímetros al cinto. Se llama Danilo Alviuz
y lleva pantalones de camuflaje, una camiseta del Che Guevara y botas de goma.
«Es un momento histórico», asegura dejándose llevar por el entusiasmo.
Nos encontramos en algún lugar de la espesa jungla que cubre el sur de Colombia,
no muy lejos de Ecuador. Frente a él forman hombres y mujeres de uniforme y con
armas automáticas. El calor es sofocante.
Alviuz comanda un grupo de combate de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de
Colombia (FARC), la guerrilla que hace tres años firmó la paz con el Gobierno
tras cuatro décadas de insurgencia. Terminada la guerra en la jungla, Alviuz se
instaló en Bogotá con un puesto en el nuevo partido de las FARC. Así pudo
conocer de cerca el mundo de la política. Y lo que vio no le gustó. Por eso sus
guerrilleros se están concentrando ahora en Putumayo, una región de difícil
acceso donde ‘el patrón’ Pablo Escobar cultivaba coca en los años setenta y
ochenta.
Dice Alviuz que su país se halla sumido en el caos, que los narcos controlan la
selva y que los campesinos son tan pobres como antes. Se siente traicionado por
un Gobierno que les prometió reintegrarse en la sociedad. Alviuz y sus camaradas
están furiosos. La paz les desmoraliza y entumece. Quieren que vuelva la guerra.
Y es una posibilidad más probable cada día.
Danilo Alviuz llevaba 17 años combatiendo cuando, en 2012, se abrieron
negociaciones con el Gobierno de Juan Manuel Santos. La guerra terminó el 23 de
junio de 2016 con un alto el fuego y la firma de un tratado tres meses más
tarde. El presidente recibió el Nobel de la Paz y las FARC se integraron en el
sistema político. Parecía que estábamos ante una victoria de la democracia
colombiana. La Unión Europea eliminó las FARC de su lista
de organizaciones terroristas, mientras la comunidad internacional convertía
Colombia en un destino turístico de moda.
Alviuz vivió en primera persona los engranajes de la política colombiana y
observó cómo se rompían las promesas que les habían hecho. Los guerrilleros
fueron perseguidos y asesinados, tanto por parte del narco como de sicarios. Los
únicos que parecían estar respetando el alto el fuego, según Alviuz, eran las
FARC.
CUANDO NO HAY ESTADO…
Alviuz llama a un hombre pequeño y nervudo que pasa a nuestro lado con una
camiseta del Real Madrid. «Me llamo William Wallace -se presenta; es un apodo,
referencia a un célebre personaje de Mel Gibson-. Me gusta Braveheart».
Es uno de los milicianos de Alviuz. ‘Miliciano’ es el término que usan las FARC
para referirse a los combatientes que han de mantener una fachada civil. Wallace
es un tipo tranquilo, tiene familia y se gana la vida como campesino. Unas veces
lleva la pistola en la mano; otras, metida en los calzoncillos.
El que habla de más muere. El que deserta muere. Cuando controlan un territorio,
sus habitantes deben obedecer. La pasta de coca solo se puede vender a los
comerciantes que colaboran con las FARC
Los campesinos de la región viven casi exclusivamente del cultivo de la coca. En
Putumayo, el Estado colombiano no tiene apenas presencia. Se limita a mandar
soldados para que controlen las carreteras y arranquen plantas de coca, con lo
que se ganan el odio de la gente. Este tipo de actuaciones facilita a las FARC
su reasentamiento.
El miliciano toma un estrecho sendero que conduce al río, donde tiene amarrada
una canoa. Arranca el motor fueraborda y navega, ya en plena noche, hacia su
cabaña de madera. En la terraza están sentados sus tres hijos. Hay armas en el
suelo. En una habitación, una joven guerrillera atiende a un camarada herido al
que disparó hace dos semanas un grupo de delincuentes. Otra guerrillera cuenta
que han aprendido a tratar y limpiar todo tipo de heridas en la selva. «Tuvimos
aquí tres médicos de la ciudad, nos lo explicaron todo». Por desgracia, dice,
existía el riesgo de que delataran a los guerrilleros. «Los tres me daban mucha
lástima, pero los fusilamos».
Lo dice con frialdad, como si fuera lo más natural del mundo. La lección que se
extrae de esta historia es que las nuevas FARC están tan poco dispuestas a
andarse con miramientos, como las antiguas. En esencia, las cosas no han
cambiado: cuando consiguen el control de un territorio, sus habitantes deben
hacer todo lo que los guerrilleros les exijan.
La pasta de coca, la materia prima con la que se elabora el producto final, solo
se puede vender a los comerciantes que colaboran con las FARC. El que habla de
más y pone en peligro a la guerrilla muere. El que no deja el alcohol o la
marihuana muere. El que roba cocaína muere. Y el que deserta muere.
Antes, no permitían que los campesinos fuesen a votar, pero en el futuro eso ya
no será así; a fin de cuentas, ahora hay un partido oficial de las FARC. Muchos
de sus miembros rechazan en público el rearme, pero Alviuz no les cree. Está
convencido de que, en su fuero interno, los diputados del partido se alegran de
la vuelta a la acción. Y Alviuz conoce a la mayoría de ellos.
Detrás de la casa de Wallace hay un campo de coca de alrededor de una hectárea,
muy pequeño comparado con otros. Hay campesinos que tienen plantadas hasta 35
hectáreas. Cada una produce algo más de dos kilos de pasta de coca cada dos
meses. Las FARC han fijado el precio del gramo en 2300 pesos, en torno a 60
céntimos de euro. Eso son más de
1200 euros por hectárea cada ocho semanas, una cifra fabulosa en Putumayo. Los
jornaleros no ganan ni 10 euros al día.
El acuerdo de paz no ha puesto fin a las muertes. Activistas, líderes locales y
agricultores que apoyaron a las FARC han caído por centenares. Por eso, los
nuevos guerrilleros encuentran apoyo
Wallace no quiere volver a la selva, no quiere luchar más. Tenía 16 años cuando
se unió a las FARC y ha combatido durante tiempo suficiente. En su nueva
condición de miliciano, sin embargo, es probablemente uno de los hombres más más
importantes de la organización. Es el responsable de mantener la comunicación
entre los cultivadores y los guerrilleros.
Además, controla las finanzas. Sin él no habría una reedición de las FARC.
Él es la prueba de que la logística de los rebeldes va consolidándose y
extendiéndose poco a poco. También de la fragilidad de la paz firmada en 2016.
El acuerdo no ha puesto fin a las muertes. Los más afectados han sido quienes se
acogieron a lo dispuesto por el tratado, a esas supuestas reformas
que no eran del agrado de los terratenientes, ganaderos y empresarios.
Activistas, líderes locales y pequeños agricultores, es decir, aquellos que
durante décadas apoyaron a las FARC, han caído por centenares.
En 2018, Colombia eligió como presidente al conservador Iván Duque Márquez. Su
gobierno ha hecho todo lo posible por sabotear la obra de su predecesor,
recortando o suprimiendo presupuestos y retrasando las medidas acordadas.
LA DROGA, UN NEGOCIO SENCILLO
Al día siguiente a nuestra llegada, un campesino se acerca a William Wallace con
grandes bolsas de basura negras de las que extrae otras más pequeñas, llenas de
un material de aspecto quebradizo. Es pasta de coca, una sustancia que, cuando
se seca, recuerda al chocolate blanco. Tras probarla, Wallace asiente
satisfecho.
Elaborar pasta de coca no es complejo, pero exige el uso de productos químicos
que hay que saber combinar. El siguiente paso, la obtención del polvo de
hidrocloruro de cocaína, la cocaína en sí, se realiza en grandes laboratorios.
«La mercancía es buena», le dice Wallace al campesino. La balanza marca algo
menos de siete kilos. Wallace apunta la cifra en una libreta, rebusca en su
mochila y saca un fajo de billetes. El campesino sonríe. Wallace le pregunta si
necesita alguna otra cosa. A las FARC les gusta ayudar a la gente.
En las selvas de Colombia, el negocio de la cocaína parece cosa de niños. Los
campesinos saben cómo cultivar la planta y los rebeldes, cómo hacer dinero con
ella. Juntos están reactivando el viejo modelo de negocio. El acuerdo de paz de
2016 venía acompañado de la confianza en que el cultivo de coca dejara de ser
atractivo con la desaparición de la lucha armada. A los campesinos se les
ofreció ayuda financiera. En Putumayo salta a la vista que el Gobierno no ha
cumplido sus compromisos.
El campesino que ha venido a venderle su pasta de coca a William Wallace está
contento. Dice que aprecia a los guerrilleros. Desde que las FARC han retomado
el control de la zona, reina el orden. Incluso puede dejar la motosierra colgada
en la pared de su casa por la noche sin temor a que se la roben. Si el Estado se
desentiende de la gente que vive aquí, la gente recurre a cualquiera que les
traiga seguridad.
A la mañana siguiente, el comandante Alviuz manda reunir a su tropa. La agenda
del día está repleta de actividades. Por la tarde viene un comprador a recoger
toda la pasta de coca, a 2600 pesos el gramo. De la cantidad final, a las FARC
les queda un beneficio de entre el 10 y el 15 por ciento. También está previsto
que vengan otros cuatro milicianos, encargados de extorsionar a empresarios
locales; entre ellos, los directivos de una compañía que construirá una
carretera en la ciudad más cercana. Alviuz quería un listado de los costes del
proyecto para ver qué pueden sacar las FARC. Pero antes de decidir la cifra
habla con sus guerrilleros.
En los viejos tiempos, los reclutas recibían una formación básica de varios
meses; ahora hay que ir más rápido. Lo mismo pasa con el adoctrinamiento y la
propaganda.
ADIESTRANDO A LAS TROPAS
El comandante habla a sus hombres de la revolución que resurge, de un nuevo
comienzo. Nunca hay que olvidarse de los corazones de los campesinos, añade.
Mientras se mantengan del lado de las FARC, no delaten a nadie y sean solidarios
con la causa, la victoria es posible. Porque es por ellos, por los campesinos,
por quienes han tomado las armas. Alviuz se dirige a unos rostros serios y muy
jóvenes.
A la izquierda de la primera fila, y con mirada firme, se encuentra Lorena: 15
años, la melena oscura y el Kaláshnikov en las manos. Lleva ocho meses en la
guerrilla. A su lado está Alejandra, de 13 años, incorporada hace dos meses,
también con su arma. Su madre tiene cáncer y nueve hijos, además de ella. No
conoce a su padre. Se sumó a las FARC porque está enamorada de un guerrillero.
A Frank, un par de filas delante, le hace feliz el solo hecho de estar aquí. Le
busca la Justicia. Durante una borrachera contó que les metía a sus víctimas dos
tiros en la cabeza, en la nuca y en la sien, que esa era su marca personal.
Cuando más tarde aparecieron varias personas asesinadas de esa manera, se corrió
la voz de que había sido él
Se escondió en la selva y se sumó a la guerrilla. Le preguntamos si asesinó a
esas personas y responde: «No a todas».
Alviuz vuelve a tomar la palabra. «Camaradas, en cuanto a equipamiento, ¿falta
algo?». Lorena y Alejandra alzan la mano: «Mi comandante, no tenemos ropa
interior».
VUELVE LA GUERRA
Mientras su tropa se ejercita, Alviuz recibe a los milicianos, los únicos del
campamento a los que no nos permiten fotografiar. Deben desplazarse a menudo a
la ciudad más cercana, a diez horas en canoa, y realizar misiones de
reconocimiento y encargos especiales, como asesinatos selectivos.
Son cuatro y tienen poco más de 20 años. El más delgado cuenta que han
conseguido sacarle seis millones de pesos (1600 euros) a un terrateniente de los
alrededores. El extorsionado les hizo saber que estaría muy agradecido si, a
cambio, las FARC le quitaban de encima a los demás delincuentes. «Vale, nos
encargamos. ¿Algo más?».
Lo del proyecto de construcción de la carretera está complicado, le comenta otro
miliciano. El jefe de la constructora quiere hablar directamente con el
comandante. No puede decir cuánto va a costar la obra. «Miente -dice Alviuz-. Me
pondré en contacto con él». responde
Al caer la tarde, el comandante se sienta al aire libre con la camarada a la que
vimos atendiendo a los heridos. Tiene 19 años y es su novia, aunque Alviuz tiene
a su pareja oficial en Bogotá y es padre de un hijo al que no ha visto.
¿Y qué quiere él, qué quieren las FARC? «El poder, la victoria de las masas. De
eso se trata». Habla en serio. Pero los tiempos han cambiado, así que las FARC
también han tenido que hacerlo. «El 40 por ciento de nuestras fuerzas debe
operar en centros urbanos, en forma de pequeñas células que no sepan la una de
la otra y que puedan llevar a cabo acciones independientemente de las demás».
¿Terrorismo? «Lucha», responde Alviuz.
Al día siguiente circula por Internet un vídeo que cae en Colombia como una
bomba. Iván Márquez, durante mucho tiempo una de las figuras más reconocibles de
la guerrilla y en paradero desconocido desde hace más de un año, aparece rodeado
de uniformados hablando ante un micrófono: «Mientras haya voluntad de lucha,
habrá esperanza de vencer», se lee en un cartel a su espalda. Márquez anuncia
que las FARC dan por finalizado el proceso de paz y que volverán a empuñar las
armas. Nadie sabe si está solo, pero hay indicios de que tiene quien lo siga en
su decisión.
Danilo Alviuz asegura que solo en Putumayo hay 500 guerrilleros armados listos
para entrar en acción; 2000 en todo el país. Nadie está en condiciones de
verificar estas cifras. Lo que sí se sabe es que el ELN, otra guerrilla de menor
entidad y que en su día no se sumó al proceso de paz, ya ha anunciado su
intención de cooperar con las FARC. Eso supondrían unos 3000 combatientes.
Dicho de otra forma: Colombia vuelve a estar en guerra.