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Semiología | Trabajo Práctico de Taller | Cátedra: Romero | Sede Drago | 2º Cuat. de 2010 | Altillo.com |
La consigna era elegir un tema (uno o dos como máximo) del genero policial presentes en dos cuentos, elegidos únicamente de la antología de cuentos que propuso la cátedra en el cuadernillo de TPs (son como mas de 15). En mi caso, por ejemplo, elegí caracterizar la figura del investigador y la del criminal, tomando como referencia un cuento policial clásico, "La carta robada" y otro del policial negro, "Orden Jerárquico", con el objetivo de demostrar la evolución de la figura del investigador. El análisis de los cuentos (ya sea del tema que elegí yo o de cualquiera) tenia que ser analizado desde las perspectivas teóricas de la Tipología del relato policial de Todorov (1992), de El libro de los géneros de Gandolfo (2007) y del Prologo a Las Fieras de Piglia (1999) y el otro no me acuerdo. El trabajo tenia que tener una introducción, un Cuerpo o desarrollo y una conclusión.
El detective y la evolución del género policial
Introducción
La teoría se ha encargado de especificar dos tipos dentro del género policial, el policial clásico y el policial negro (este último surge con posterioridad). En el presente trabajo caracterizaremos al investigador principalmente, y al criminal, figuras que ambos tipos comparten. Tomaremos como referente del policial clásico a “La carta robada” de Edgar Allan Poe y como referente del policial negro al cuento “Orden jerárquico” de Eduardo Goligorsky, con el objetivo de demostrar que lo que se verifica es una progresiva desaparición de la figura del investigador dando cuenta de la transformación sufrida por el genero policial. Dichos cuentos serán analizados desde las perspectivas teóricas de la Tipología del relato policial de Tzvetan Todorov (1992), de El libro de los géneros de Elvio E. Gandolfo (2007) y del Prologo a Las Fieras de Ricardo Piglia (1999).
La figura del investigador y del criminal en “La carta robada”
De acuerdo a lo que dice Todorov (1992), la figura del detective en este cuento exhibe las características típicas del personaje del policial clásico: su inmunidad; no es posible imaginar al detective amenazado por un peligro y menos aun, muerto. Todorov (1992) sostiene además que durante el relato de la historia, en su intento por revelar la identidad del culpable a través del examen de indicios y pistas, el detective aprende (“si el ministro hubiera sido solo un matemático, el prefecto no se habría visto en la necesidad de extenderme este cheque”). Por otro lado, Gandolfo (2007) también sostiene esta idea al afirmar que el detective es un aficionado, un diletante; al mismo tiempo afirma también que se presenta como una maquina analítica, opuesto a la fuerza física y la torpeza del aparato policial común (“el prefecto y sus cohortes fracasan con tanta frecuencia…”), interesado en el crimen por motivos estéticos, como antídoto contra el aburrimiento (reproduciendo y reflejando en parte los motivos del lector para interesarse literalmente en el delito).
Todorov (1992) resalta sobre el detective del policial clásico, presente también en este cuento, la presencia de un amigo que narra, el cual, además, no es un narrador omnisciente a diferencia del de la novela clásica (“¿Pero que intención tenia usted – pregunte – al reemplazar la carta por un facsímil?”). Gandolfo (2007) también da cuenta de la presencia de un narrador; es opaco y puro oídos, un poco duro para entender, como ocurre generalmente con los acompañantes en este genero (“Una vez que se hubo marchado, mi amigo…” el narrador se refiere a Dupin “…consintió en darme algunas explicaciones”). Si bien describir al acompañante y citarlo en fragmentos del cuento elegido no es el asunto de este trabajo, no deja de ser importante ya que este personaje se articula con la figura del detective, dándole forma al protagonista, como si fuera un apéndice de él mismo. El acompañante es una voz escuchada por el detective, quien a su vez este le responde.
Gandolfo hace mención, además, de procedimientos teatrales, demiúrgicos del detective, que orquesta su actuación como una obra escénica con un uso abundante de la paradoja. Casualmente, evoca
como ejemplo fragmentos del cuento que estamos analizando (“Si se trata de algo que requiere reflexión será mejor examinarlo en la oscuridad”). Según Gandolfo, el detective suele ser además un típico animal ciudadano, no muy atraído por la naturaleza. Dupin vive encerrado en una casa oscura y generalmente solo sale por las noches (“Como habíamos estado sentados en la oscuridad, Dupin se levanto para encender una lámpara”). Gandolfo expone también dos de los temas mas utilizados en la novela de enigma y que aparece también en “La carta robada”: el crimen (un robo en este caso) dentro de un cuarto cerrado (“Pues bien, Dupin, que me aconseja usted? - Revisar de nuevo completamente la casa.”), con su correspondiente escándalo lógico, y en un plano de eficacia aun más difícil de lograr, el de la solución de hallar por su misma sencillez (“Quizá lo que los induce a error sea precisamente la sencillez del asunto”). Si bien este tema citado puede parecer un poco alejado del asunto central que estamos tratando, se vincula directamente con la figura del detective debido a su complementariedad con los métodos silogísticos de este; las características que le dan forma al detective se ponen de manifiesto dentro de este marco de acción y, al mismo tiempo, la existencia de un crimen dentro de un cuarto cerrado con su correspondiente escándalo lógico se da gracias a la inexorable y necesaria aparición de la figura del detective. Podríamos decir entonces que en el policial clásico, tanto la figura del detective como este tema se necesitan el uno al otro ya que solo una mente superior como la de Dupin podrá desentrañar algo tan complejo como un crimen a puertas cerradas.
Dupin hace uso del raciocinio, combinando su considerable intelecto y creatividad, incluso poniéndose en la mente del ministro D, el “criminal” (“Vi, por ultimo, que D… terminaría necesariamente en la simplicidad…”). El ministro D es un funcionario que roba de las cámaras reales un documento confidencial para chantajear a un personaje de las mas altas esferas sociales, con el fin de obtener un beneficio personal (“lo que se requería para que el dominio del ladrón fuera completo: este sabe que la persona robada lo conoce como el ladrón”), el cual Dupin debe recuperar. El ministro D es poseedor de una astucia superior a la del aparato policial, comparable con la de Dupin. Su perfil de poeta, visto por el prefecto G como un desperdicio, ineficaz a la hora de resolver cualquier problema ("No será un insensato… pero es un poeta, lo que no es muy distinto"), fue lo que lo condeno a este ultimo al fracaso. Dupin no desdeño esta característica del ministro D sino que por el contrario, la considero de vital importancia para no quedar a merced del prefecto G (“Como poeta y matemático es capaz de razonar bien, en tanto que como mero matemático hubiera sido capaz de hacerlo y habría quedado a merced del prefecto.”). Al reconocer la forma de razonar del Ministro D, Dupin logra encontrar el lugar donde D había “escondido” la carta. Una vez más, al igual que el tema del crimen dentro de un cuarto cerrado, el detective y el criminal se necesitan el uno al otro ya que solo una mente superior como la de Dupin, que entiende el funcionamiento del ministro D, va a poder desentrañar su compleja pero a la vez simple manera de pensar, indescifrable para el limitado aparato policial.
La figura del investigador y del criminal en “Orden jerárquico”
A diferencia de “La carta robada” una de las características del segundo cuento que analizaremos para nuestro trabajo, tomada como un cambio evolutivo en el género, es la ausencia de la figura del detective. El investigador deja de ser el centro que unifica el relato (todo giraba en torno a Dupin y a su racionalidad). Ricardo Piglia (1999) asevera en su Prologo a Las fieras (antología de cuentos de su propia autoría) esta característica. En gran parte del “Orden Jerárquico” el narrador nos invita por momentos a compartir el desarrollo de los hechos desde la perspectiva del propio criminal, el protagonista, un tal Abáscal, y hacia el final, desde la perspectiva de su jefe, el Doctor (por esta razón la muerte de ambos nos resultan sorpresivas). Abascal es un asesino a sueldo integrante de una organización criminal que funciona como una suerte de red piramidal donde cada miembro ocupa una posición y una responsabilidad. Es el propio narrador que a través de la perspectiva de Abascal va dando a conocer y organizando la historia. Tras su sorpresivo asesinato, pasa a ser el lector el encargado de rearmar la historia a través de las pistas que el narrador le va dando. En este sentido es posible que el lector pueda anticipar la muerte del Doctor debido a que entiende como funciona la organización (“...resultaba imposible extirparlos a todos, absolutamente a todos, los nexos. Él, el Doctor, era, en última instancia, otro de ellos.”). Podemos afirmar entonces que el policial negro traslada la tarea del investigador al lector; el lector es el investigador (característica del policial más moderno).
Otra diferencia que hay entre el tratamiento del tema policial en “Orden jerárquico” con el que se da en el clásico relato de enigma es que en el primero, el criminal no persigue un móvil personal, no elije a la victima sino que le es asignada una desde arriba (“…el Doctor había sido terminante. Matar y esfumarse.”); Abáscal debe matar al Cholo, un personaje típico de los bajo fondos que por no saber guardar discreción podría poner en riesgo a la organización que tanto él como Abáscal formaban parte.
Conclusión
A modo de conclusión posible podemos afirmar lo siguiente: en nuestro primer cuento analizado el investigador es el centro que unifica el relato: el raciocinio de Dupin que se complementa con el tema del crimen dentro de un cuarto cerrado; la figura del ayudante que interactúa con el detective; Dupin poniéndose en la mente del ministro D. Por el contrario, la ausencia del detective en “Orden Jerárquico” da cuenta no solo de que este deja del ser el centro que unifica el relato, sino de su propia evolución dentro del genero policial y de la evolución del genero mismo. Es el propio lector aquí el encargado de rearmar la historia como si fuera el detective. Estamos en condiciones de afirmar entonces que, como decía Piglia (1999), la evolución del género policial esta basada en el desplazamiento y las transformaciones de la figura que lo funda: la del detective. El centro, antes ocupado por la figura del investigador en “La carta robada”, ahora se traslada a mostrar en “Orden jerárquico” no solo la ausencia del detective sino también, un orden social, una organización criminal con escalafón simbolizado en la elección de las armas y el instrumento aplicado en cada muerte.
Bibliografía
- Gandolfo, Elvio (2007), “La narrativa policial”, en El libro de los géneros, Bs As, Grupo Editorial Norma.
- Piglia, R. (1999), Prologo a Las Fieras, Antología del genero policial argentino, Buenos Aires, Alfaguara.
- Tzvetan Todorov (1992), “Topología del relato policial” (en El juego de los cautos. La literatura policial, comp. Daniel Link, Buenos Aires, La Marca).