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Semiología | Resumen para el Segundo Parcial | Cátedra: Marafioti | 1er Cuat. 2013 | Altillo.com |
ARISTÓTELES Y LA ARGUMENTACIÓN
Aristóteles desarrolla de 3 formas o modos de argumentación, a la cual define
como la prueba a partir del discurso. La inducción y el ejemplo, se apoyan en un
caso semejante para mostrar una misma dirección mientras que la deducción o
entimema encuentran el resultado de las cosas en virtud de ciertas otras
planteadas universalmente o la mayor parte del tiempo. Dichas formas de
argumentación se aplican a las 3 técnicas discursivas de la verdad. Entonces,
para que un argumento sea considerado verdadero, depende del reconocimiento de
dichas técnicas en el discurso; cuenta con la posibilidad de apelar a un acuerdo
del interlocutor sobre cierto hecho para tomarlo como punto de partida del
razonamiento y un contradiscurso para descalificar; siempre debe disponer de un
mínimo de 2 aserciones, enunciados entrelazados o afirmaciones vinculadas entre
sí, siendo aquella en la que se impone lo que se quiere transmitir, y aquella
basada en la primera, y de esta forma el locutor dispone de maneras legitimas e
ilegítimas de argumentar para vincular dichas aserciones, sabiendo cuáles tiene
el interlocutor por verdaderas, es decir, las premisas, que pueden estar
ordenada inversamente con la conclusión (nuevas aserciones que puede incluir).
De esta forma, las 3 técnicas discursivas de la verdad son el modo de
transmisión o admisión de la argumentación a través del conocimiento de la
verdad que se diferencian en el punto de vista del destinatario.
La retórica funciona en sitios precisos, es decir, cierto marco social (donde
los ciudadanos se encuentran en contacto entre sí); define las reglas
institucionales públicas, o bien los procesos a seguir y el modo de debatir para
ciudadanos y oradores opuestos (con contradicciones), a través de discursos que
representan una lucha política bajo los mismos medios y derechos, en otras
palabras, un régimen democrático. Los argumentos clave para la argumentación son
el género, auditorio, finalidad, tiempo razonamiento y lugares comunes. En el
género deliberativo (ej.: congreso) el auditorio está compuesto por los miembros
de una asamblea, la finalidad es definir lo útil o perjudicial, lo que es igual
a aconsejar o desaconsejar para un bien común, tiempo para el que se piensa es
el futuro, el razonamiento es el del exampla (ejemplo) y el lugar común es el de
lo posible o imposible; mientras que en el género judicial (ej.: tribunales) el
auditorio es un juez, la finalidad es definir lo justo o injusto, o más bien el
sentimiento social predominante de culpabilidad o inocencia, se piensa en un
tiempo pasado, el razonamiento es el del entimema y el lugar común es el de lo
real o irreal; por último, el género demostrativo está compuesto por un
auditorio de espectadores o público, que determinarán, como finalidad, lo
hermoso o feo, es decir, elogian o reprueban, se utiliza el tiempo presente, el
razonamiento es por comparación amplificatoria, y el lugar común el de más o
menos. De esta forma, el discurso dado por el orador debe ser aceptado por el
auditorio en un marco institucional público, al mismo tiempo, la retórica
excluye los “medios de prueba extratécnicos”, es decir, los reconocidos por una
institución en especial y es por ello que para la deducción sus premisas
utilizan un método universal, siendo que están supuestamente admitidas por la
multitud a la que se dirige el orador. Es el arte de encontrar, en cada caso,
aquello que permite persuadir mejor. Entonces, en el entimema los ciudadanos y
el locutor tienen las mismas evidencias (convicciones y valores) dadas por una
identidad comunitaria, por lo cual la persuciaón es más concisa, eficaz y breve
habiendo menos para demostrar y refutar.
Por otro lado se encuentra la dialéctica. Su marco institucional es el de las
disputas privadas, donde el método para discutir es el argumento, partiendo de
opiniones consensuadas y útiles para la adquisición del saber, con el fin de
demoler o defender una tesis. Los usos de la dialéctica son: adiestrarse a la
práctica de la argumentación; contradecir correctamente en las discusiones;
discernir de lo verdadero y falso; y establecer propios tratados científicos
donde las proposiciones iniciales sean de demostración. Pretende entonces
desenmascarar engaños y ayudar en la defensa de las discusiones a través de las
refutaciones (como la erística de los sofistas); es decir, vencer al otro y
tener razón a través de una contradicción (lógica y resoluble), evidenciando una
falacia (por algo mal formulado), una paradoja (contradicción aparente e
irresoluble), un solecismo (argumento correspondiente a un círculo de
enunciados, que no aportan nada nuevo), o una reiteración, donde el otro cree
que dice cosas distintas que en realidad son iguales. A su vez, la dialéctica
excluye un debate basado únicamente en hechos y a la verdad manifestada por
inmediatez empírica o mediación de testimonios exteriores. En la deducción se
trata de acordar con el adversario sobre las premisas y es allí donde surge la
confrontación, de esta forma, las admitidas por dicho adversario (competencia)
necesita de las primeras, aunque no necesariamente sean verdaderas, es decir,
que se parte de convicciones que el adversario no puede rechazar (las de método
universal de la retórica). Así, para derrotar al contario, como entimema, cuenta
con una larga cadena de razones donde el encadenamiento es necesario y
formidable y se parte de las premisas más fundamentales y posibles (“método de
disimulación”: tendencia fundadora de remontarse a las posiciones más generales
y habitualmente admitidas, ya que parecen más inofensivas), alcanzando
consecuencias lo más alejadas posible, en un tiempo lógico donde la deducción
está construida por el locutor a través de preguntas y bajo la aceptabilidad de
cada premisa, de esta forma, el adversario desafiante intenta refutar lo dicho.
Entonces, el discurso dado por aquel que debate debe ser aceptado por el
adversario o el público que confronta en un marco de convicciones privadas.
La última técnica es la demostrativa o discurso epistémico/científico, donde
ocurre la transmisión del saber o enseñanza; así, el discurso dado por el
científico debe ser aceptado por el alumno a través del aprendizaje en un marco
institucional del orden del saber; y búsqueda de la verdad se da igualmente en
el mismo régimen democrático donde todos tienen acceso a la palabra pero bajos
pautas institucionales evitando apelar únicamente a evidencia sensible. Las
premisas en la deducción deben ser sostenidas como verdaderas por el alumno en
situación de aprendizaje, es decir, son afirmaciones donde el conocimiento surge
por la intermediación de las primeras y las verdaderas, bajo un ámbito preciso
de enseñanza, distinguiendo (el interlocutor) las admitidas necesariamente
porque ya habían sido admitidas, de las primeras que dependen de la deducción.
Para el entimema, el alumno confía en aquel que expone los conocimientos en un
tiempo lógico de aserciones formuladas y aceptadas con una tendencia fundacional
donde el instructor parte de las premisas conocidas más próximas posibles y del
estado de ignorancia del alumno, es decir, la evidencia más débil posible, y
estará entonces la técnica “completa” al adquirir conocimientos racionalmente y
“paso a paso”.
De esta forma, se puede decir que lo que tienen la dialéctica y la demostrativa
legítimamente en común como entimema, es que ambas son igual de válidas, y la
conclusión se deduce de premisas, haciéndolas a ambas imposibles de rechazar
habiendo aceptado dichas premisas.
Técnicas retóricas en el discurso o estructura de la argumentación
Como primer técnica se encuentra el inventio que ubica a los argumentos y dicha
argumentación implica confianza en el poder de cierto método y convicción de que
lo espontáneo y ametódico no produce nada. Se orienta en dos líneas, la primera
es la psicológica que busca conmover, es decir emocionar mediante recursos
morales y subjetivos, por lo cual la persuciaón se da a través de sentimientos
(como lo Iglesia cuando propone hacer o no hacer algo bajo la amenaza de irse al
infierno) y no a través de reflexiones y razonamientos como es el caso de la
línea lógica del inventio, que busca convencer mediante pruebas para las cuales
habrá que fundamentar; es así, que las razones están dadas respecto al discurso
y pueden ser exteriores o interiores. De esta forma, las exteriores se dividen
en tres: los prejuicios (juicio previo negativo o positivo), confesiones,
rumores, testimonios o citas; tabulae, compuesto por contratos, acuerdos,
transacciones y relaciones forzadas; y por último, juramentos (ej.:“yo juro…”);
estas razones cuentan con una realidad institucionalizada a partir del lenguaje
social, que se fijan sin la necesidad de ser transformadas por el orador o
autor. Por su parte las razones interiores de la línea lógica persuaden mediante
el carácter moral del orador, es decir, que es digno de ser creído ya que las
personas “buenas” son más creíbles y de forma más rápida; disponen de oyentes
conmovidos por el discurso; y su discurso mismo debe demostrar ser verdadero o
verosímil.
A su vez, los razonamientos lógicos persuaden por inducciones es decir,
examplum, forma más suave y menos violenta que se refuerza a medida que
disminuye la relación establecida. Existen dos tipos de secuencias narrativas
del examplum: la primera es la parábola que viene a ser una comparación breve
creada por el orador (ej.: “cría cuervos y te sacarán los ojos”); y la segunda
es la fábula, que está organizada en base a hechos pasados, con una moraleja
encargada de otorgarle sentido (en Caperucita Roja podría ser la obligación de
los chicos de obedecer a sus padres), también, los fenómenos son comparados con
personajes reales, y los términos de dicha comparación las dispone el orador y
determinarán el efecto de credibilidad.
La segunda forma de persuadir es mediante la deducción, es decir, entimema, que
viene a ser un silogismo incompleto, omitiendo la conclusión o alguna premisa,
ya se la mayor o de primer orden (ej.: “Los norteamericanos beben leche”. “Los
americanos gozan de buena salud”. Faltando “Todos los que beben leche gozan de
buena salud”), o bien la menor o de segundo orden (ej.: “Todos los argentinos
aman el football”. “Juan es argentino”. Faltando “Juan ama el football”). Es
así, que el entimema da la ilusión al receptor de que es él el que completa la
significación de lo faltante. Al mismo tiempo, las premisas se dividen en 3
tipos diferenciados por su grado de veracidad: la primera es tekmerión, que es
un indicio aparente, demostrado y determinante, una universalidad empírica con
estabilidad, donde la interpretación depende del conocimiento público (ej.: Al
ver una mujer con leche se podría decir “ha dado o dará a luz”; al ver una
huella de herradura se diría “paso un caballo”); la segunda premisa es eikos,
que es una certeza humana verosímil, una idea general sobre experiencias e
inducciones singulares e imperfectas del hombre, siendo algo que suele ocurrir
pero pudiendo ser de otra manera; y finalmente la tercera es semeion, un indicio
aparente sin ligación lógica necesaria entre lo general y lo particular y que
por lo tanto se puede refutar fácilmente (ej.: “Sócrates fue sabio y justo”.
Entonces “todos los sabios son justos”).
Dentro del inventio se encuentra la tópica, que es la encargada de organizar los
temas o contenidos para argumentar. Es el lugar donde coinciden la multitud de
razonamientos oratorios en una fuente común. Es así, que el contenido puede ser
tomado como el método, donde encontrar argumentos, o de medios breves y fáciles
para reflexionar sobre temas enteramente desconocidos; como una red de formas
vacías donde de la proximidad del tema con cada lugar de la tópica surge 1 idea
posible; o como una reserva de formas llenas, es decir, estereotipos y
soluciones, las cuales están incluidas obligatoriamente en el tratamiento de
cualquier tema.
A su vez, las partes de la tópica son lugares que pueden ser específicos o
comunes. Los lugares específicos son aquellos términos comprendidos dentro de
determinada disciplina o determinado marco teórico, son propios de una ciencia o
género particular, comprenden verdades o proposiciones especiales que alcanzaron
un amplio acuerdo. Por otro lado, los lugares comunes son aquellos utilizados
por cualquier ciencia o tema, cuyos géneros son los ejes de cualquier texto,
marcando su tendencia (a dónde va dirigido), pudiendo ser de: lo posible e
imposible, en tiempo pasado o futuro, es decir, si algo pudo o no haberse
realizado; lo existente y no existente, donde algo ocurrió o no verdaderamente
en un tiempo pasado; o de lo grande y lo pequeño, determinando la dimensión de
las cosas o de aquello de lo que se habla. Así, la tópica supone una
esquematización de los contenidos culturales comunes en una sociedad y tiempo
precisos.
Al mismo tiempo, el inventio cuenta con una questio (cuestión) del contenido o
asunto a debatir que propone la argumentación, clasificada en dos modos, que son
la tesis, es decir, lo que se trata, el tema o cuestión de la cual se va a
hablar; y la hipótesis, una afirmación de una especificidad mayor sobre hechos,
circunstancias y condiciones de las causas que provocan la tesis.
Por último, existen pruebas subjetivas destinadas a conmover dentro del
inventio, que vienen a ser: pathé, pasiones (que se sufren y padecen no pudiendo
hacer nada al respecto) y sentimientos del auditorio, los cuales deben ser
conocidos por el argumentador; y ethé que corresponde a la familiaridad y a la
construcción del héroe, es decir de los atributos del orador como el carisma o
la empatía, como figura de líder, generando amor y odio, siendo características
positivas, rasgos que debe demostrar al auditorio como aspecto de autoridad para
despertar la fe. Son entonces cualidades éticas de lo que está bien o mal.
Dentro del ethé se encuentra la fronesis que es la prudencia en las condiciones
de fundamentar bien, tener sabiduría objetiva y un buen sentido expuesto (ej.:
“síganme”); también se encuentra areté que es la virtud, la actitud de no temer
a las consecuencias y utilizar enunciado directos (ej.:”estímenme”); y por
último la euonia o benevolencia de no confrontar o agredir, siendo simpático o
cómplice con el auditorio (ej.: “quiéranme”).
Como segunda técnica de Aristóteles se encuentra el dispositio que es la
organización del discurso argumentativo en grandes partes.
La primera es el exordio siendo el comiendo y anuncio del discurso donde se
descubren el objeto y la finalidad inicial; cuenta con dos momentos o
procedimientos que son el captatio benevolentiae, que busca seducir o captar la
atención y complicidad del auditorio; y el partitio donde enumera las divisiones
que se harán, provocando distención al oyente al hacerle conocer aquello que
puede esperar, es decir, anuncia las partes y el camino de la argumentación
(ej.: índice de un libro). El exordio puede ser simple, es decir, con una
exposición clara del tema verdadero del discurso; insinuante, presentando otro
tema con mejores condiciones que el verdadero; o bien pomposo, utilizado en
circunstancias solemnes (ej.: académico, fúnebre).
La segunda parte del dispositio es la exposición, narrativa o diégesis donde se
convence acerca de un relato de hechos o acontecimientos cuya causa tiene una
estructura argumentativa, es decir que hay una preparación o despliegue
argumentativo con componentes que pueden ser hechos verosímiles con un orden
natural, contados en la misma sucesión en la que ocurrieron o un orden
artificial permitiendo distintas interpretaciones; o pueden ser descripciones
con un eje aspectual (ej.: temporales, de lugar). Esta parte del dispositio
utiliza argumentos lógicos al igual que la tercera parte. Es así, que la
demostración, prueba o confirmatio intenta convencer mediante el establecimiento
de vías persuasivas; en esta instancia se enuncian las pruebas del inventio.
Cuenta con 3 momentos: el proposítio es la idea principal o hipótesis, núcleo de
discusión, o definición concentrada de la causa y puede ser simple o múltiple;
el argumentatio es el desarrollo de los argumentos o exposición de las razones
probatorias, las cuales pueden ser débiles, y se las reúne o amontona (para el
“socorro mutuo”), o grandes, por lo cual se las separa para que no pierdan su
peso específico; y el altercatio es el momento del debate de argumentos y
contraargumentos, donde se dispara una opinión que quiebra el monólogo
argumentativo.
La última parte del dispositio es la peroración, donde se intenta conmover. Es
el epílogo, parte final o cierre del discurso, donde el auditorio se define a
favor o en contra del mismo, por lo cual cuenta con distintos componentes: el
primero es disponer bien al oyente respecto de aquello argumentado y contra
argumentado; el segundo es amplificar o atenuar; el tercero es exaltar pasiones;
el cuarto es traer nuevamente las cosas a la memoria; y por último se encuentra
la parte panegírica, para conmover pasiones, y didáctica, para ganar adhesión,
de los oyentes.
La última técnica retórica es el elocutio, que viene a ser una selección de
palabras o de figuras retóricas estéticamente, es decir, incluye las
características particulares para conmover, donde la enunciación da cuenta de
presencia del sujeto en el acto de poner en funcionamiento el discurso
argumentativo. Cuenta con una oposición entre el compositio que busca reunir y
el electio que busca elegir las palabras adecuadas. El último parte del
principio de sustitución de un término por otro equivalente, actualizando la
pertenencia al sistema de la lengua; sustituye entonces al tropo, es decir, una
figura modificada sintagmáticamente, cuya alteración gramatical del término
puede ser el uso extraordinario (ej.: “las nieves del tiempo” para referirse a
las canas).
LA NUEVA RETÓRICA Y LA ARGUMENTACIÓN (PERELMAN)
Los principios de la argumentación
Perelman comienza por determinar que la situación argumentativa se da únicamente
en un ámbito originalmente de conflicto (ej.: un malentendido), donde hay
diferentes posiciones y bajo la posibilidad de imponer un punto de vista, una
ideología o una forma de pensar o actuar al otro. A su vez define “justicia”
como aceptaciones que, en lo jurídico es la ley y en lo cotidiano la equidad;
que se justifican y fundamentan en lo razonable, llegando así a la “regla de la
justicia”, donde “todos los seres de una misma categoría esencial deben ser
tratados de la misma manera (…) y ya que tal argumento fue eficaz en el pasado y
en un contexto de argumentos análogos, también los será en contextos análogos”,
es decir, que se utiliza el recurso del precedente.
Perelman utiliza entonces una situación retórica jurídica donde los parámetros
esenciales son la decisión de resolver imperativamente una crisis y ésta
decisión es originada por el intercambio de palabras; teniendo entonces
motivaciones; y por ende persuadiendo a los defensores.
Argumentación y demostración
En esta nueva retórica, la teoría de la argumentación se desarrolla, como
demostración, a través del cálculo hecho en base a reglas verificadas
anteriormente, y de esta forma será correcta si las respeta, por lo cual en una
serie de operaciones correctas las premisas serán aceptadas, logrando así
demostrar la conclusión. En la demostración los signos empleados están
desprovistos de ambigüedad, lo cual puede ocurrir tranquilamente en la
argumentación. En ésta última, se produce el encuentro de los pensamientos que
serán, por parte del orador, el deseo de persuadir sin imponer, y por parte del
auditorio, la disposición de escuchar; de esta forma, la argumentación si logra
modificar el estado de las cosas, donde igualmente no todos podrán debatir
cualquier cosa cómo y dónde sea, sino que habrá reglas prefijadas con el fin de
organizar el tema a discutir y asegurarse así un tratamiento equilibrado, y de
esta forma, los hábitos y costumbres no pueden dejar de respetarse sin razón
suficiente.
El control del auditorio
El discurso es el portador de la razón que se encuentra mismo en la organización
de éste y sobretodo en el compartido, donde la perspectiva argumentativa depende
de la mayor o menor influencia en el auditorio, y la verdad dependerá entonces
de la noción correlativa de la razón.
De esta forma, el auditorio está compuesto por el conjunto de aquellos en
quienes el orador quiere influir, es entonces que cada orador construye con
mayor o menor conciencia a dicho auditorio bajo la existencia de una voluntad de
hacer coincidir al discurso con éste mismo pero bajo ciertos condicionamientos,
por lo que puede suceder que olvide a una parte de éste.
A su vez, el auditorio se divide en distintas clase: La primera es el universal,
que incluye a toda la humanidad, considerándola como aquellos que sean adultos y
normales, ya que supone una misma preparación, capacidad e información, y por lo
tanto, mismas conclusiones de su parte. Vendría a ser entonces una elite de
auditorio modelo para todos los hombres. La segunda clase es el particular donde
hay un único interlocutor igualmente portador de las características del
auditorio universal, en forma de delegado o portavoz. Finalmente se distingue al
auditorio del propio sujeto que delibera o evoca interiormente acerca de las
razones de sus actos.
Es entonces el auditorio quien da valor al argumento, e implica a considerar al
conjunto de la situación argumentativa, es decir, al contexto como determinante
de la validez o no validez del discurso.
Las bases del acuerdo
Los hechos son los objetos precisos y limitados, mientras que las verdades son
relativas a los enlaces entre los primeros, son entonces conocimientos manejados
con legalidad y legitimación (ej.: teorías científicas, concepciones filosóficas
o religiosas). Ambos, los hechos y las verdades, suponen un audiencia universal
que entra en conflicto por un elemento incompatible, siendo de esta forma, un
hecho ilusorio o una verdad aparente.
Por su parte, las presunciones son inseguras pero cuentan con bases suficientes
para conformar una convicción razonable, y están fundadas sobre la idea de lo
normal y lo que se produce, la cual esta admitida por todos los auditorios y
permite la construcción de la verdad. (ej.: la presunción de la calidad de un
acto manifiesta la calidad de la persona que lo realiza).
A su vez, los valores son los que influyen en la acción de preferir una conducta
o una perspectiva de análisis sobre otra y permite la ruptura de la
indiferencia. Pueden ser concretos (ej.: de un régimen social y político, un
país, o una región en un momento determinado de su historia); abstractos sobre
la justicia y la verdad; o preferidos y enaltecidos en cierto momento del
discurso epistémico (ej.: sistemas educativos).
Por otro lado, las jerarquías son dobles (ej.: hombres sobre animales, niños y
ancianos sobre adultos) y consideran así una conducta según la posición de una
agente pero finalmente argumentan desde la posición del interlocutor (ej.: un
funcionario que reconoce la justicia de los reclamos por el aumento salarial
pero está en contra porque admite que desequilibraría las cuentas públicas).
Igualmente las jerarquías sufren modificaciones a través del tiempo.
Finalmente, los lugares de preferencia son proposiciones que justifican a dichos
valores y jerarquías, ya que evalúan los aspectos complementarios a la realidad.
Los lugares pueden ser de cantidad (ej.: mucho/poco, mejor/peor, grande/pequeño)
o de calidad, sobre lo único, irremediable, oportuno o raro.
Estructura de los argumentos
Un argumento no formal es una red de todos los argumentos y razones combinadas
para alcanzar el resultado deseado de llevar a la audiencia a las conclusiones
ofrecidas por el orador, a partir de las premisas ya aceptadas. Las estructuras
argumentativas son:
1) Argumentos cuasilógicos
2) Argumentos basados en la estructura de lo real
3) Argumentos que fundan la estructura de lo real
4) Disociación de las nociones
5) Interacción de los argumentos
Los argumentos cuasilógicos
1) En el lenguaje natural una misma palabra puede emplearse para diferentes
significados, por lo cual se sostiene la incompatibilidad entre una regla
afirmada, una tesis sostenida o una actitud adoptada con 1 anterior; de esta
forma se atenúa la contradicción que sería un error bajo el principio de no
contradicción.
2) La identidad completa o parcial de 2 elementos enfrentados, es decir, dos
expresiones y enunciados considerados equivalentes puede ser el resultado de la
definición, que muestra las relaciones de equivalencia entre lo que se nombra y
la definición, por lo que trata a un término definido y a aquello que se define
como intercambiables. En su mayoría son abreviaciones. A su vez, la definición
es una figura retórica ya que pone en evidencia el efecto persuasivo buscado y
selecciona hechos, es así, que se encuentra justificada mediante el recurso de
sustitución a condiciones y consecuencias.
Existen distintos tipos de definiciones: la primera es la normativa, donde al
uso de un término se le transfiere un valor atribuido que no podrá ser
arbitrario ya que generaría controversia (ej.: en los primeros artículos de las
leyes se incluyen definiciones para que el legislador no le de otro sentido a un
término); la segunda es la descriptiva, referida al uso normal de un término, el
cual puede someterse a la prueba de la experiencia pero que a su vez utiliza los
elementos esenciales de la definición de condensación, siendo esta el tercer
tipo; y por último, la compleja combina elementos de definiciones precedentes.
A su vez, la identidad también puede ser el resultado de un análisis, el cual es
un desarrollo extenso de toda la complejidad de un concepto, término, sujeto o
hecho, por lo que es propuesto como evidente y necesario, pero que en el caso de
no aportar nada se denominará tautología, siendo que retoma el contenido de una
proposición analizada pero en otros términos, es decir, que es un enunciado cuyo
predicado no agrega información sobre el tema. Son entonces análisis aparentes
de carácter significativo y diferencial de unas mismas palabras en posiciones
distintas (ej.: “negocios son negocios”, “amigos son los amigos”, “mi vida es mi
vida”) y del tipo “a = a” siendo que la única información que se aporta es, de
considerar al contexto o a la identidad aparente de buscar llamar la atención,
sobre una verdad no tan evidente (ej.: “Cuando dos personas diferentes hacen lo
mismo no es lo mismo”). De esta forma, la tautología refuerza lo dicho por la
definición y engloba la identidad que puede tomar fuerza como aserción del tipo
“a = b”, donde aparecen términos como reversibles y “b” en realidad introduce
otra información.
3) La regla de la justicia supone que todas las personas son iguales ante la ley
y exige entonces un tratamiento idéntico de seres y situaciones de una misma
categoría, de esta forma apela a objetos idénticos e intercambiables y su
práctica bajo la identificación parcial se encuentra justificada en semejanzas
esenciales y diferencias desdeñadas.
Así, la reciprocidad de los argumentos lógicos supone una comparación, una
relación garantizada aun cuando solo sea probable, bajo el fundamento de la
simetría “a es a b como b es a c” (ej.: la máxima de “no hagas lo que no te
gustaría que te hagan”). De esta forma, la fuerza persuasiva tiene su
vinculación con razonamientos incuestionables donde se necesita la reducción de
lo no formal a lo informal en un esfuerzo de pensamiento.
4) Los argumentos de transitividad permiten exponer consecuencias y apuntan a
semejanzas. Son estructuras lógicas (ej.: si “a = b” y “b = c”, entonces “a =
c”), de aserción (ej.: “los amigos de mis amigos son mis amigos”). De esta
forma, el silogismo funda el principio de transitividad en la relación de
inclusión o implicación, siendo que la que puede darse como dos tipos
diferentes: inclusión de partes en un todo, entonces se divide el tratamiento y
se puede recomponer la totalidad y pensar el tratamiento en partes, lo cual da
por finalizado el debate; o bien la inclusión de división de todo en partes
donde las relaciones de las partes resultantes muestra la existencia o no de una
parte y de los argumentos por exclusión.
Los argumentos basados en la estructura de lo real
1) Existen 3 tipos de enlaces de sucesión. Los primeros son los que tienden a
aproximar, de un modo recíproco, dos acontecimientos sucesivos por un nexo
causal (ej.: la crisis del 2001 y la del ’89). Los segundos, dado un
acontecimiento se trata de descubrir la existencia de una causa que haya podido
determinarlo (ej.: el neoliberalismo y sus privatizaciones). Y por último, están
los enlaces que, ocurrido un acontecimiento intentan determinar y procuran
evidenciar las consecuencias para resultar (ej.: renuncia de De La Rua); éste
último es considerado pragmático, ya que reduce el valor de la causa a las
consecuencias del acontecimiento, donde todos los valores son del mismo orden y
solo se pueden juzgar a partir de los efectos que desencadenan.
2) Las relaciones de coexistencia suponen generalización y permiten clasificar,
principalmente, hechos sociales. Implican un vínculo entre realidades de nivel
desigual o de otra manifestación o expresión (ej.: persona y sus actos, juicios
y obras) y no uno real y de orden temporal, por lo que permite también elaborar
organizaciones (ej.: clasificaciones de los períodos de la historia)
3) Las jerarquías son acuerdos basados en valores, que permiten organizar las
premisas del discurso. Su fundamento es la correlación de los términos de
jerarquía discutida y admitida, por lo cual un argumento de doble jerarquía se
funda sobre la estructura de lo real y aporta una proporcionalidad directa o
indirecta en el nexo de término a término (ej.: la máxima de “quien puede lo
más, puede lo menos”).
Los argumentos que fundamentan la estructura de lo real
Parten de casos particulares generalizados o transpuestos a otra realidad:
1) Por el ejemplo se busca el fundamento de una regla, y se trata de extraer una
conclusión que permita poner en paralelo dos ejemplos traídos como referencia,
es decir, que invoca al precedente mediante un mecanismo inductivo.
2) La ilustración busca la adhesión y el refuerzo de una regla ya admitida,
brindando casos particulares que esclarecen el enunciado principal (ej.: la vida
de Jesús o de los santos). Es así, que debe ser llamativa y utilizar la
imaginación. A su vez, corre un menor riesgo de ser malinterpretada gracias a la
admisión previa de la regla.
3) El modelo es un estereotipo de una conducta que se debe imitar (ej.: Jesús,
Buda) bajo la garantía de que ya fue adoptada, y es por eso que el sujeto es
presentado como real, y bajo el soporte del prestigio social y la autoridad,
conformando así un antimodelo de lo que no se debe imitar (ej.: vida de una
estrella de rock).
4) La analogía es una semejanza (ej.: “a es a b como b es a c”), una certeza o
un “polo metafórico” de figuras fundadas por aproximación implícita o explícita
de términos relacionados; permite la formulación de una hipótesis, que se
comprueba por inducción; y evidencia la descripción de cierto fenómeno (ej.:
“tanto el corrupto se merece el castigo como el ladrón la cárcel”). Es decir,
que la analogía es una forma desarrollada que toma términos conocidos para
explicar y comprender desconocidos, mientras que la metáfora hace únicamente una
comparación de los términos ya conocidos (ej.: “cabeza de ajo” donde se compara
la forma de una cabeza con la forma del ajo), siendo que es una analogía
condensada (ej.: “a es c”), que permite llamar la atención del auditorio (ej.:
decir “la vejez es la noche del día” haciendo referencia a “la vejez es a la
vida lo que la noche es al día”, los términos informáticos como “virus o
antivirus de la computadora” haciendo referencia a los términos propios de la
medicina).
La disociación de las nociones
Supone un esquema argumentativo teórico y conceptual bajo un procedimiento que
complejiza, resignifica y determina algo nuevo como ajeno a la argumentación.
Hace entonces una ruptura del enlace al afirmar que existen elementos asociados
que deberían permanecer separados e independientes.
De esta forma, la disociación presupone elementos incompatibles confundidos en
una misma concepción o noción.
Y determina entonces la revisión mediante el análisis en detalle de las
particularidades para elaborar estructuras persuasivas más sólidas y encontrar
una solución útil para el futuro. Así, la disociación “elabora un real
filosófico opuesto a lo real del sentido común”, por lo cual permite basarse en
la opinión de la audiencia; por ello, es una depreciación de lo que fue aceptado
en determinado momento, buscando un progresivo reemplazo (ej.: se discute si se
incluyen como “pobre” o si se los excluye como “grupo particular de pobres” a
aquellos que fueron condicionados por la última crisis pero tienen valores de la
clase media, mientras que los primeros existen generacionalmente). De esta
forma, en la disociación de nociones no se le da importancia a las
particularidades, sino a la construcción teórica (ej.: reflexión sobre la
pobreza).
La interacción de los argumentos
En la relación de los argumentos entre sí el discurso es evaluado por cómo
combina los argumentos donde el orador tiene la intención de generar adhesión
por parte de la audiencia, pero en su mente interactúan reforzándose o
debilitándose.
EL MODELO ARGUMENTATIVO DE STEPHEN TOULMIN
La “lógica” es vista por Toulmin como una metodología de análisis, es decir, una
secuencia racional que explica el proceso de acercamiento al conocimiento, a
diferencia de la retórica que presta su atención a la relación orador-auditorio.
A su vez, es una disciplina autónoma (ajena a la vida cotidiana) que se lleva a
la práctica como no formal en el ámbito jurídico.
De esta forma, un buen argumento será aquel que resista a la crítica y que
satisfaga los criterios requeridos para obtener un veredicto favorable.
Las modalidades son el análisis pragmático, el semiperforativo y el
semiargumentativo. El componente perforativo o de fuerza es determinado por el
compromiso del lector con el enunciado; mientras que el componente de criterio
depende de cada área y sus leyes son los permisos de inferencia, leyes de pasaje
o licencias para inferir.
También se puede decir que es un modelo “orgánico” del proceso argumentativo y
que utiliza los conceptos de probabilidad y las ambigüedades de silogismo.
Los componentes del modelo de Toulmin
1) La conclusión (C) es la hipótesis que manifiesta la diferencia de opinión y
es aquello a lo que se llega; es un enunciado realizado en relación a los datos
(D), que son los hechos fácticos que prueban, permiten y sostienen la
conclusión.
2) Las garantías (G) son la base o fundamento que permiten y autorizan la ley
del pasaje de datos a conclusiones o enunciados a otros enunciados, pudiendo de
esta forma ser críticos, es decir, que proponen una garantía original que a su
vez también debe tener su fundamento en pruebas, o bien, pueden ser regulares y
no cuestionar las leyes establecidas. La regla de la garantía es en función de
la premisa mayor de un silogismo y de la menor de un dato.
3) Los modalizadores (M) son la consecuencia, generalmente un adverbio, que
completa el enunciado de la conclusión; mientras que las restricciones (R)
impide la relación tan directa, ya que son los condicionales, es decir, una
refutación potencial a dicha conclusión.
4) El soporte (S) es el justificativo que sostiene la garantía
Consideraciones
· Los elementos deben estar vinculados entre sí
· Debe haber un consenso previo entre los participantes respecto el campo
argumentativo en al que se va a debatir, pudiendo ser jurídico, artístico,
empresarial, ético o científico.
· Debe haber sentido común de una comunidad racional de humanos que comparten
experiencias comunes, por lo cual los habilita a juzgar la habilidad y fortaleza
de los argumentos propuestos
· Deben haber instituciones que cobijen y brinden legitimidad y sustento
Garantía y campo argumentativo
La garantía desde un punto de vista material depende del punto de vista más
general del campo argumentativo que impone sus restricciones y posibilidades. De
esta forma la garantía alimenta el principio de pertenencia y asegura la
incidencia entre el dato y la conclusión en unos tropos o lugar común. Se puede
decir entonces que la fuerza de la garantía es gracias al campo argumentativo.
Una aproximación vericondicional
La verdad es gradual, a diferencia de la retórica que es binaria, de verdadero y
falso, y medida por la adhesión; por lo cual es vericondicional, es decir, que
la noción es tradicional y relativa, también al auditorio y al locutor, a los
criterios de apreciación vigentes. Así, una objeción potencial da valor a los
modalizadores y permite “indicar su fuerza”, y se dice entonces que los aspectos
son interactivos.
Pretensiones de validez y contextos de acción
La validez es un concepto que supera las restricciones espacio-temporales y
sociales, por lo cual, e punto de partida es la práctica común para argumentar,
en el esfuerzo de apoyar una pretensión, donde las buenas razones y la calidad
de las mismas adquieren una relevancia que puede ser cuestionada. De esta forma,
las objeciones modifican la pretensión original que varía de ser más o menos
válida según los contextos de acción institucionales (ej.: tribunales,
congresos, seminarios) de cada campo argumentativo, donde el modelo de
organización está orientado al conflicto (ej.: argumento jurídico que perjudica
o beneficia a alguien) o al consenso (ej.: empresarial). Así, dichos campos de
acción se encuentran funcionalmente especificados según la esfera representada
(ej.: empresaria, jurisprudencia, medicina), lo cual perite evaluar la fuerza y
el status de los argumentos, situándose en el esquema general (de la estructura
de los argumentos) y constante en cada campo, habiendo textos originales de cada
empresa racional.
La fuerza de los argumentos
Las conclusiones se encuentran basadas en evidencias menos perfectas y absolutas
pero más fuertes y confiables, siendo que un argumento tiene peso y funciona
para una audiencia y foro apropiado, donde se toma a la empresa racional como
“campo energizante” (como un campo electromagnético que impregna de energía al
argumento y que se convierte en fuente ulterior de su potencia).
Incluye distintos argumentos modeladores: el primero son los enunciados
calificadores, que establecen el grado de certeza y aserción particular, por lo
cual son adverbios o frases adverbiales introducidas en la conclusión, es decir
dentro del enunciado (D) entonces (C) (ej.: necesariamente, indudablemente, con
toda probabilidad, así parece); el segundo son las excepciones y condiciones de
una conclusión presentada como indefinitiva o incierta, donde el dato, la
garantía y el soporte la sustentan parcial o débilmente con calificadores de
fuerza incompleta (ej.: D, entonces probablemente C), o solo en ciertos
contextos o situaciones, lo cual genera una restricción (ej.: D, entonces
presumiblemente C); el tercer modelador es la carga de prueba que debe asumir la
conclusión sin evidencia contradictoria o tomando una posición destinada a
resolver el conflicto; finalmente, el último modelador es la argumentación
relevante que debe ser práctica y adaptarse a las empresas humanas, por lo cual
otorga poder y racionalidad según cada campo argumentativo, donde cada uno
cuenta con ciertos grados de formalización y precisión, modo de resolución,
objetivos argumentativos, argumentos regulares y criterios propios, respecto a
qué se exige.