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LA DEIXIS
La teoría de la enunciación de E. Benveniste Se propone encontrar ciertas reglas para el habla o discurso, su sistematización.
Esta teoría le critica a Sassure el concepto de significado, el cual está dentro de la teoría del signo lingüístico y está caracterizado en términos de un concepto, a su vez es parte de la convención social que comprende la lengua por lo que se define en el interior de esa lengua.
Para Beneviste hay que indagar en la noción de significado sobre su funcionamiento y particularidades en los discursos o en los hechos de habla.
Discurso: Es el lugar de las relaciones intersubjetivas y es el concepto que permite salir del sistema de la lengua como sistema de signos y pasar a la lengua como sistema de comunicación.
En cuanto a los mecanismos de significación se distinguen dos tipos de entidades lingüísticas diferentes:
Signos semióticos: entidades lingüísticas propias de la lengua cuyo sentido es entendido en términos de un significado estable, fijo y comprensible independientemente de la situación de enunciación. Estas entidades poseen un significado convencional, intencional y descriptivo dado por la lengua. Los significados de los signos están formados por una serie de rasgos semánticos (o semas) que permiten diferenciarlos y, al mismo tiempo, relacionarlos entre sí.
Signos semánticos: entidades lingüísticas que son generadas por el acto mismo de la enunciación y que se refieren a elementos fundamentales del proceso de enunciación, a saber: sus participantes y las circunstancias de tiempo y lugar. Estas formas lingüísticas solo tienen sentido en la medida en que refieren a estos participantes presentes en la situación de comunicación. Es decir, para Beneviste el significado de estos signos es su referencia a estos elementos presentes en el proceso de enunciación y por eso es como parte de su sentido no poseen un componente descriptivo-intencional. Estos elementos son los índices específicos de la enunciación o deícticos.
Ej: Yo no te entiendo S. semántico S. semiótico
Para él luego de la enunciación, la lengua se convierte en una instancia de discurso, que emana de un locutor y que dirige su enunciación a un auditor o alocutario
Enunciación: puesta en funcionamiento de la lengua mediante un acto individual de utilización. Apropiarse o “adueñarse de la lengua” supone que el locutor moviliza la lengua para su propósito y se enuncia como sujeto en la posición de locutor a partir de estos índices específicos denominados deícticos y de los procedimientos accesorios, tales como las modalidades. Mediante estos elementos lingüísticos, el locutor se instaura como eje egocéntrico de las referencias personales, espaciales y temporales del proceso enunciativo. Toda enunciación es dialógica: tiene una fuente u origen, el locutor y un destino o meta, el alocutario.
El aspecto individual de la enunciación se entiende solamente como la delimitación discursiva de un sujeto particular. En este sentido, el acto de enunciación de ese sujeto está gobernado por reglas convencionales que determinan la manera constante y necesaria en la que un signo semántico se relaciona con un referente presente en la enunciación. Y es por ello que la enunciación se define como un mecanismo total y constante que afecta a la totalidad de la lengua.
Enunciado: es el producto de una enunciación, son entidades concretas, consecuencia de ese proceso de enunciación. Detrás de cada enunciado o discurso está supuesto de manera necesaria un acto de enunciación que lo ha producido desde el cual se construye su sentido.
Locutor: eje egocéntrico, donde hay que pararse en relación al cual deben interpretarse los significados de esos signos.
Deícticos: Son unidades lingüísticas del enunciado que tienen significado referencial variable. Este significado se especifica a partir del proceso de enunciación implicado ya que indica algo presente en la enunciación. Es decir, mediante estos elementos lingüísticos observables en los enunciados, es posible “señalar” los elementos constitutivos de su proceso de enunciación. Estos últimos son sus interlocutores o participantes, su lugar y su tiempo de ocurrencia.
Son reflexivos con respecto a la enunciación y se clasifican en 3 grupos: deícticos de persona, deícticos de tiempo y deícticos de espacio o lugar.
DEÍCTICOS DE PERSONA
Permiten inscribir al hablante de la enunciación en el locutor subjetivo del enunciado. Es decir, ese hablante se instaura como locutor a partir de las formas lingüísticas pronominales (y verbales) de la primera persona gramatical y, al mismo tiempo, instaura un alocutario a partir de las formas de la segunda persona gramatical.
Las personas hablantes constitutivas del proceso de enunciación son localizables en el enunciado a través de formas lingüísticas tales como, pronombres personales de primera y segunda persona, pronombres posesivos, vocativos y categoría de persona en el morfema flexivo verbal.
La referencia de los deícticos depende de la enunciación puesto que se establece a partir de las intenciones y motivaciones comunicativas del locutor a partir de las relaciones intersubjetivas que unen al locutor con el alocutario.
Estos son las marcas que remiten a individuos lingüísticos que emanan, se crean o nacen de una enunciación.
Los pronombres personales sirven para la especificación e individualización del que habla y a quien se le habla en el discurso.
La tercera persona no es deíctica. Expresan la “no-persona”, ya que pueden tener como referentes no sólo a personas hablantes sino a cualquier tipo de objeto.
Los pronombres posesivos son del singular y plural mio/s – tuyo/s – suyo/s – nuestro/s.
Los vocativos sirven para llamar la atención del alocutario, puede ser (che, estimado usuario, alumno, amigo, jefe, etc).
Y, por último, la categoría de persona en el morfema flexivo verbal, esto hace referencia a la conjugación de diferentes verbos que poseen el valor de primera o segunda persona.
Usos especiales en las referencias de persona
Uso de la primera persona con valor de segunda singular (yo o nosotros con sentido de tú)
El conductor hace hablar al otro que no habla, convirtiéndolo en locutor a partir de su mediación.
Uso de la primera persona plural con valor de primera singular (nosotros con sentido de yo)
Nosotros de modestia: el locutor asume una voz expresada en primera persona del plural para referirse a quien habla con el objetivo de mitigar en el enunciado la evidencia discursiva que manifiesta la primera persona singular.
También se usa para textos académicos.
Nosotros de portavoz: use construye un locutor que habla en representación de un (grupo institucional o corporativo.)
Uso de la segunda persona singular con valor de primera singular (tú con sentido de yo)
Es el tu genérico, tiene como función generalizar enunciados impersonales.
Uso de la tercera persona singular con valor de primera singular (él o ella con sentido de yo)
El locutor cobra una fuerza atemporal y queda privilegiado frente al interlocutor.
Uso de la tercera persona singular con valor de segunda singular (él o ella con sentido de tú)
El locutor se corre del circuito de interlocución. Puede usarse para añadir ironía que genera un efecto de sentido que “rebaja” al alocutario.
Tercera persona con valor impersonal
La tercera persona puede adoptar valores impersonales ya sea singular o plural. Las formas impersonales singulares son uno/una y se.
El tiempo lingüístico es la representación del tiempo que crea el discurso del locutor. La enunciación construye un presente continuo que coincide con el momento del habla.
El que enuncia instaura un “ahora” que se construye como eje de la medición del tiempo. Es el tiempo cero, el tiempo que se usa de referencia, el momento en que se enuncia.
Por oposición, existen también los tiempos en los que no se enuncia. Aquel tiempo que debe ser evocado por la memoria y que fue constituido por lo ya enunciado es el pasado. Y el tiempo en que aún no se ha enunciado pero sobre el que pueden proyectarse todas las enunciaciones posibles es el futuro. Así esta configuración temporal es absolutamente deíctica puesto que para localizar la referencia de las expresiones temporales, es necesario apelar al eje “yo- aquí-ahora” del locutor.
El locutor puede adoptar diferentes actitudes de locución frente al contenido de lo que se enuncia. Para Benveniste el locutor puede representar el objeto discursivo como algo que está ligado al momento de la enunciación. Es decir, en tanto “hecho” que sólo puede ser comprendido como una continuación del presente de la enunciación, ya sea para atrás o hacia adelante.
Por el contrario, también es posible representar el contenido enunciativo como algo desvinculado del presente de la enunciación. En este sentido, los “hechos” se muestran como cerrados o clausurados. Es decir, sin ningún tipo de conexión con el momento presente en que son enunciados.
Estas diferentes actitudes de locución se construyen discursivamente a partir de la combinación de los usos de los tiempos verbales y las personas gramaticales. De este modo el autor propone que existen dos planos de enunciación temporal diferentes: el plano de la enunciación discurso y el plano de la enunciación relato.
Discurso: la enunciación es el acto mediante el cual un locutor se dirige a un alocutario en un tiempo y en un lugar específico, para hablarle acerca de algo. En esta apropiación que hace de la lengua el locutor se instaura como eje de las referencias personales, espaciales y temporales. Enunciar es, siempre un hecho subjetivo, determinado por el individuo, quien por la enunciación misma, se postula ante el otro como locutor, como fuente y origen de la enunciación.
En el plano de enunciación de esta, dado que el contenido del texto se presenta ligado al momento de la enunciación, el locutor deja en evidencia el hecho enunciativo. El tema u objeto del discurso se presenta como un contenido que está abiertamente organizado en base al punto de vista del locutor. Es por eso que es posible reconocer la fuente de lo que se dice y, por ende, atribuir una responsabilidad a la palabra enunciada.
Este efecto de sentido se logra, tanto por el uso de la primera y segunda persona gramatical, determinados tiempos verbales y ciertas expresiones de tiempo y lugar. En cuanto a los tiempos verbales se trata específicamente del presente de la enunciación, el pretérito perfecto compuesto y el futuro simple y compuesto indicativo.
Se usan libremente, en español, todos los tiempos verbales. Pero el uso del presente, el futuro y el pretérito perfecto compuesto lo que revela, desde el plano temporal, la presencia del sujeto de la enunciación del enunciado.
PESENTE INDICATIVO: puede tener diferentes usos, uno de ellos es el de funcionar como marca del presente de la enunciación. Se trata del ahora del locutor. La enunciación, transcurre en un presente constante, que se actualiza permanentemente y nunca deja de ser presente. Cada vez que se habla, entonces, el locutor crea un efecto de presente a través de su habla.
Tengo sed ahora, en el preciso instante en que te digo que tengo sed. Cada vez que se usa el presente, el hablante presenta lo que dice como algo que está sucediendo en el mismo momento que lo dice.
PRETERITO PERFECTO SIMPLE: presenta el hecho en sí mismo, sin que tenga relación con un espacio o tiempo actual. La perspectiva desde la cual se presenta el hecho se sitúa “por fuera” de ese mismo hecho.
PRETERITO PERFECTO COMPUESTO: hecho terminado en el pasado pero que no se interesa en sí mismo, es decir, como algo autónomo, sino como parte de la situación actual. También puede usarse para señalar un hecho terminado en el espacio actual. Hay entonces una continuidad entre el pasado y el presente del que enuncia. Se combina con expresiones ligadas al presente inmediato (hoy, esta semana, este mes, últimamente, todavía no,..) o que provocan continuidad o permanencia (siempre, nunca, varias veces..)
PRETÉRITO IMPERFECTO: se presentan como pertenecientes al pasado y desvinculados de la enunciación actual pero, a diferencia del simple y el compuesto, aquí son vistos como no terminados. Por el contrario, se los presenta en el devenir de un proceso, es decir, extendiéndose en su duración. La perspectiva desde la cual se enuncia el hecho se muestra como si se estuviese “dentro” de ese mismo hecho.
Se usa también para describir cualidades más bien estáticas de personas, objetos o lugares del pasado (el balcón estaba siempre lleno de flores...) así como acciones regulares (Pedrito corría tres veces a la semana)
Los textos que pertenecen a la categoría discurso son todos los que pertenecen a géneros discursivos orales o escritos en los que el locutor se dirige abiertamente a un alocutario para buscar una respuesta. El uso de los tiempos del discurso, entonces, tiene el sentido de expresar la opinión del locutor y es posible combinarlos con todas las personas gramaticales. Por eso, se utiliza en los géneros en que se postula un alocutario, y se organiza el discurso en base a la categoría de persona.
Relato: el locutor no deja marcas en los enunciados que remitan a la enunciación. Al ocultarse la fuente y origen de la enunciación y, por ende, la subjetividad que se construye a partir de este mismo acto, los textos que se corresponden con este plano temporal se presentan como si fuesen objetivos.
No existen, marcas de locutor ni alocutario. Solo se utiliza la tercera persona gramatical. Aquí la tercera persona gramatical tiene el valor de “ausencia de persona”.
Los hechos aparecen como si se narran solos. Siempre está presente la mirada subjetiva que construye, desde el momento de la enunciación, una representación particular de un pasado. Pero aquí el locutor está “borrado” y el efecto de sentido que se produce es el de una presentación de hechos en estado puro.
El eje de referencia temporal, entonces, no puede ser el momento en el que se enuncia.
El tiempo base del relato es el pretérito perfecto simple. Las acciones que son presentadas como las más importantes, es decir, las que permiten hacer avanzar la historia, están referidas a partir de este tiempo verbal. Los hechos que se consideran simultáneos a los principales pero que son vistos como accesorios, mediante el pretérito perfecto indicativo.
Cuando la acción se desarrolla siguiendo el curso de los sucesos más importantes se genera un efecto de velocidad en la temporalidad de la historia narrada.
También es posible relatar hechos que son anteriores o posteriores a los que se presentan como los principales. Para señalar procesos anteriores se usa el pretérito pluscuamperfecto de indicativo y para los posteriores el condicional simple indicativo.
Proceso anterior |
Simultaneidad |
Proceso posterior |
*Pretérito pluscuamperfecto de indicativo |
*Pretérito imperfecto de indicativo |
*Condicional simple de indicativo |
DEICTICOS DE ESPACIO O LUGAR
En virtud del señalamiento de los elementos constitutivos del proceso de enunciación, los deícticos de lugar reflejan la ubicación del locutor en el espacio, al mismo tiempo que ubican al alocutario.
Funcionan como deícticos de lugar cumplen la función de representar el espacio según la mirada del locutor.
Demostrativos: Cuando se enuncian acompañados de un gesto o mirada, operan como deícticos dado que para determinar el referente señalado mediante su uso particular es necesario saber qué elemento del entorno es el que el hablante está señalando.
Singular: este/a ese/a aquel/la
Plural: estos/as esos/as aquellos/las
Singular: esto eso aquello
Hay un uso no deíctico, cuando hace una referencia contextual.
Adverbios de lugar/locativos: remiten al campo de referencia del locutor.
Muestran objetos y, a partir de esa operación, ordenan y dividen el espacio. El lenguaje, entonces crea representaciones del mundo en diversos sentidos. La constitución del espacio se organiza a partir de un punto de observación que implica una mirada subjetiva.
Si bien este tipo de adverbios pueden funcionar como deícticos, también es habitual que retomen un elemento expresado anteriormente en el discurso y de esta manera funcionen como anáforas.
Aquí/acá Ahí allá
Adverbios demostrativos: Pueden funcionar como deícticos cuando el eje a partir del cual se efectúa la referencia es el “yo-aquí-ahora” del locutor. Está determinado exclusivamente por el hablante.
Arriba, abajo, adelante, atrás, adentro, afuera.
Al igual que en los otros casos, si bien son expresiones que funcionan generalmente como deícticos, cuando el espacio que se describe no es aquel en el que se mueve el sujeto de la enunciación sino un actante referido en el enunciado, la referencia que se establece es de tipo relacional al agente involucrado en el proceso descrito en el enunciado y no al sujeto de la enunciación.
Para Kerbrat, el significado total de un lexema (un semema) puede ser analizado o descompuesto en unidades mínimas constitutivas llamadas rasgos semánticos (o semas). El semema comporta dos tipos de informaciones: mientras que el conjunto de rasgos denotativos interviene en la identificación de la denotación (que es explícita, nítida, unívoca y general), el resto de los semas expresan significados (de rango implícito, difuso, ambiguo y aleatorio) relacionados con el locutor y la enunciación, y que pueden ser estilísticos, enunciativos, asociativos o ideológicos. A este segundo componente del significado total de todo lexema lo define la autora como la connotación del signo. Desde esa perspectiva, los subjetivemas son términos cuya connotación pertenece al género de las connotaciones enunciativas, que incluye las especies de lo afectivo y de lo evaluativo.
Hay palabras que poseen un rasgo denotativo, es el concepto, expresan significados (vehículo, cuatro ruedas, combustible, auto)
Hay otras palabras que son connotativas, estas dependen de la valoración del locutor, de cómo evalúa ese objeto. Le agregan un significado a lo denotativo. (Autazo (aumentativo), autito (diminutivo), máquina (+ preciado, + lujoso), lata (-preciado, -lujoso).
El eje de la oposición entre subjetivo y objetivo es gradual, esto quiere decir que las unidades de la lengua están ellas mismas cargadas con un peso mayor o menor de subjetividad.
Algunas palabras pueden ser axiologizadas, porque pueden no tener por sí mismas un valor subjetivo.
Sustantivos axiológicos: valoración del objeto del hablante (bueno/malo). Este posee diferentes rasgos válidos para su descripción.
Rasgo peyorativo: recibe un soporte significante específico de los sufijos peyorativos, negativos.
Rasgo axiológico: Es la configuración de una palabra que demuestra la valoración del locutor. Lo que se le atribuye a una persona
Valor axiológico: puede ser más o menos estable. Un término neutro puede axiologizarse y un término evaluativo puede neutralizarse o sufrir la inversión de su valor habitual. El rasgo que se le atribuye.
Adjetivos subjetivos: es la propiedad del objeto más la valoración del hablante. Se clasifican en tres tipos:
Adjetivos evaluativos axiológicos: refleja la posición del hablante buena/mala.
Adjetivo evaluativos no axiológicos: todos los adjetivos que expresan evaluación cualitativa o cuantitativa (grande/pequeño; viejo/joven; caro/barato; frío/caliente)
Adjetivos afectivos: enuncian una propiedad del objeto y una reacción emocional del sujeto frente a tal objeto; indican un compromiso afectivo del enunciador. Emociones que le provoca al locutor. (admirable, espantoso, aburrido, exasperante).
Verbos subjetivos: presuponen un juicio (evaluativo axiológico, modal o afectivo) del proceso o del objeto del proceso, cuya fuente es el locutor.
La modalidad es una instancia de inscripción del sujeto (locutor) en su discurso, a partir del modo como se relaciona con su alocutario (modalidades de enunciación) y con el contenido proposicional de su enunciado (modalidades de enunciado).
Modalidad de enunciación: Es el que indica que clase de relación quiere establecer el locutor con el alocutario. El locutor puede intentar influir en su alocutario de tres maneras:
Modalidad declarativa: quiere que se tome como válido/cierto lo que dice. (implica oraciones con un orden sintáctico común)
Modalidad interrogativa: pretende que el el alocutario satisfaga una demanda de información. (implica los signos de interrogación a los pronombres de preguntas).
Modalidad exhortativa: el alocutario tiene que seguir determinada acción (presenta verbos en imperativo y segunda persona)
Modalidad de enunciado: Muestra la actitud del hablante en función del contenido del mensaje. El locutor puede modalizar el contenido proposicional de su enunciado:
Modalidad epistémica: tiene que ver con lo que sabe o cree el locutor. (es posible, creo, llegaría, quizás, tal vez, sin dudas, obviamente, puede ser que, etc)
Modalidad apreciativa: transmiten un juicio en términos de las preferencias o sentimientos del locutor. (ojalá lamentablemente, felizmente, preocupantemente, etc).
Modalidad deóntica: el locutor asume autoridad desde la que orienta el curso de acción. (debe definir, tiene que hacer, es necesario, debemos, etc).
Preguntas y Respuestas entre Usuarios: