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El esquema pentiádico de Kenneth Burke
En su Gramática de los motivos, Keneth Burke postuló un modelo pentiádico que hoy día es considerado central en los análisis retóricos. ¿Qué es lo que está implicado en las acciones humanas?, se preguntaba Burke, y encontró que existe un sinergia entre cinco vectores que se pueden identificar para responder a esa cuestión retórica fundamental: primero, para entender los motivos de esas acciones tenemos un Acto (hechos concretos que han tenido lugar) después una Escena (el escenario del acto, la situación donde aquél ocurre); luego la persona o el tipo de persona que realiza el acto, esto es el Agente; el cuarto vector son los medios o instrumentos de que se ha valido para actuar, es decir, la Agencia, y finalmente el Propósito con el que ha actuado.
Este modelo de carácter universal intenta respaldar la retoricidad de todas las acciones humanas, y simplemente debemos aplicarlos a las diversas situaciones para comprender su índole retórica, ya que ninguna acción humana es como es necesariamente, sino sólo sucede como sucede en virtud de condiciones contingentes, históricas, particulares y cambiantes (La Retórica es la antífrasis de la filosofía). Para observar el poder de este modelo, sugiere Burke, después de identificar los vectores en una acción, preguntémonos ¿qué revela el acto sobre el agente? ¿qué revela el propósito sobre la agencia? ¿qué revela la escena sobre agente?, y así sucesivamente.
Un ejemplo clásico: Cervantes, un hidalgo español del siglo XVII (el agente), que había sido encarcelado en una época donde la Ilustración y el Racionalismo comenzaban a imponer el Absolutismo (la Escena) recurre a las tesis de Erasmo de Rotterdam vertidas en El Elogio de la locura -donde refutaba la ética política del racionalismo- (esta es la agencia) para hacer una narración donde se recuperan las costumbres del pueblo español y donde un loco parece más cuerdo que los cuerdos, esto es la novela de El Quijote (el acto) para mostrar a la clase política que lo había encarcelado que sus ideas eran falaces y que el público seguramente apreciaría más la locura (el propósito).
El esquema se puede aplicar a un edificio, un discurso político, un cartel, un poema o una cuchara, ya que la retoricidad de las situaciones está en todas las aventuras humanas. Practicarlo es conveniente para evitar los dogmatismos, que es otro de los propósitos de la Retórica.
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