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La estructura social de una sociedad no cambia instantáneamente, la estructura de poder si, los gobiernos cambian, pero la sociedad cambia lentamente y las formas y procesos de ese cambio son muy complejos, contra lo que profesa las visiones apocalípticas, religiosas o revolucionarias. Contrario a las concepciones de la visión monolítica de la sociedad (una sociedad unificada, totalitaria con un principio unificador, o entrelazada como telaraña), la sociedad no es integradora sino separadora, los diferentes ámbitos o esferas de su estructura tienen diferentes normas y ritmos de cambio. La historia no es dialéctica, las nuevas sociedades y gobiernos se construyen sobre las bases de antiguos órdenes. Bell, nos habla de una fragmentación de la sociedad, debida a las contradicciones entre las estructuras sociales. Según el autor, la sociedad está formada por tres ámbitos, cada uno con un principio diferente:
· TECNOECONÓMICO: La organización de la producción y la asignación de bienes y servicios. Forja el sistema de ocupación y estratificación de la sociedad y utiliza la tecnología para fines instrumentales. El principio axial es la RACIONALIDAD FUNCIONAL, y el modo regulador es economizar, con estructura social JERARQUIZADA Y BUROCRATIZADA, basada en el principio de la utilidad y productividad.
· ORDEN POLÍTICO: Es el campo de la justicia y el poder social, el control del uso legítimo de la fuerza y la regulación de los conflictos para realizar las concepciones de justicia encarnadas en las tradiciones de una sociedad o en su constitución, escritas o no. El principio axial es el de la legitimidad, con la idea implícita de la igualdad. La estructura axial es la de representación o participación.
· CULTURA: El ámbito de las formas simbólicas y el simbolismo expresivo en el arte o en la religión. Las modalidades de la cultura son pocas y derivan de las situaciones existenciales que afrontan todos los seres humanos, en todos los tiempos, en la naturaleza de la conciencia humana. Históricamente, la cultura se ha fundido con la religión.
Estos ámbitos no son iguales y tienen diferentes ritmos de cambio, las diferencias entre estos ámbitos son las responsables de las contradicciones sociales. Hay diferentes ritmos de cambio social, y no hay relación clara entre los tres ámbitos, hasta son contradictorios en su forma y ritmos de cambio. Esta fragmentación se debe al ensanchamiento de las esferas sociales y las interacciones entre ellas, ya que cada esfera social o ámbito tiene diferentes principios y ritmos de cambio que se contradicen, esas contradicciones entre estructuras llevan a los conflictos y tensiones sociales. La política, la cultura y la economía son autónomas, la sociedad no es totalitaria, no está unida por un principio único y validador que rige todos los ámbitos, estos ámbitos tienen objetivos y normas claras diferentes de los otros. Un sistema económico de un país es definido por la administración de la economía y el ETHOS (conciencia) de una sociedad. Precisamente, las contradicciones culturales del capitalismo vienen de las diferencias entre la organización y las normas del ámbito económico y el ámbito cultural, entre una sociedad burocrática y jerarquizada organizada en base a roles y a la especialización donde todo está medido según los valores del mercado y la economía, la utilidad y producción; entre la expresión y remodelación del “yo” para lograr la autorrealización, en cuya búsqueda hay una negación de todo límite puesto a la experiencia, es una captación de toda experiencia, donde todo debe ser explorado y entre el capo de la justicia y el poder social, donde prima la igualdad y la legitimidad y todos tienen derecho a participación y representación. El modernismo, con su idea del hombre autónomo, que al llegar a auto determinarse, conquista la libertad, analiza la realidad y construye su futuro por y para sí mismo incluso llegando hasta el punto de rehacerse desechando “viejas raíces” para hacer de sí mismo lo que estaba dentro de sus posibilidades, cambió la economía y la cultura. En la economía surge el empresario burgués con su ideal del libre movimiento de los bienes y el dinero y la movilidad económica y social del individuo. En la cultura aparece el artista, libre de sus patrones eclesiásticos y principescos, que escribe y pinta lo que a él le plazca, surge la búsqueda de la independencia, la voluntad de liberarse. En la economía se produjo un cambio decisivo en el carácter de las motivaciones que llevan a un hombre al trabajo y a relacionarse positiva y negativamente con su trabajo. En la cultura, hubo un cambio radical en el significado del individuo, que de un “ser” pasó a convertirse en un “yo”. De igual alcance fue el paso de las restricciones a la aceptación de los impulsos, el quiebre de la autoridad religiosa en la sociedad. En la reivindicación de la autonomía de lo estético, surgió la idea de que la experiencia en y por si misma es el valor supremo, la idolatría del yo. En la conciencia moderna no hay un ser común, sino un “yo”. Hoy el modernismo está agotado. No hay tensión. Los impulsos creadores se han debilitado. En la economía surgieron problemas a causa del rol dual y contradictorio del individuo, al no existir un principio unificador, entran en conflicto las necesidades de la sociedad en común con las necesidades individuales. En sus inicios el capitalismo estaba asociado a la idea de una sociedad totalitaria, con la idea de un servicio para la comunidad, pero el sistema se transformó por la producción y el consumo masivos, por la creación de nuevas necesidades y nuevos medios de satisfacerlas, necesidades no biológicas, sino psicológicas. La ética protestante había servido para controlar el capitalismo, pero cuando fue apartada por el mismísimo capitalismo, en la sociedad quedo el nihilismo y el hedonismo, la falta de un vínculo trascendental. El hedonismo se ha convertido en la justificación cultural, sino moral del capitalismo. Y en el ethos (conciencia) liberal, el impulso modernista, con su justificación ideológica de la satisfacción del impulso como modo de conducta, aquí en este punto es donde se encuentra la contradicción cultural del capitalismo. Además, cuando todo el mundo en la sociedad exige más, como si fuera un derecho y los recursos son limitados, se ven las bases de la tensión entre las exigencias del orden político y los límites de la economía. El apetito irrestricto pasa del ámbito económico al político. Se pasan de ECONOMÍAS DIRIGIDAS POR EL ESTADO a SOCIEDADES ADMINISTRADAS POR EL ESTADO, a causa del crecimiento económico y un nivel de vida en ascenso; estas se han convertido, en el cambio actual de valores, en la sensación de tener derecho a ellas. Esto lleva a una incompatibilidad de deseos y valores, que lleva a un problema de elección a causa de recursos insuficientes para satisfacerlos todos. Al aumentar la demanda, la disminución de la producción primaria y el aumento del coste de los recursos, se llega a una inflación mundial. Y el crecimiento económico tiene efectos “colaterales”, como la contaminación y el daño al medioambiente. Pero el problema de la energía puso en evidencia la vulnerabilidad de las sociedades industriales occidentales por su dependencia del petróleo, y el fracaso de la conducción política en hacer frente a las urgencias económicas, vemos un aspecto diferente e inquietante de la inestabilidad del orden internacional. El autor, finalmente, nos dice que en la situación actual de la sociedad, el modernismo y posmodernismo arruinaron la sociedad y se perdió el vínculo trascendental que mantenía unidas a las sociedades, eso es algo de lo que se encargaba la religión, pero al perder su autoridad, y con las corrientes modernistas y posmodernistas, se perdió este sentido. Propone una vuelta a los valores, a la humildad y la preocupación por los otros, recuperando ese vínculo trascendental, la continuidad de las generaciones