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Resumen de "Conurbano Infinito"  |  Fundamentos de Ciencia Política II (Cátedra: D´Alessandro - 2023)  |  Cs. Sociales  |  UBA
CONURBANO INFINITO
1. Punteros, el rostro del Estado frente a los pobres
Rodrigo Zarazaga S.].
“Acá la gente me respeta porque yo soy el derpo. ¿El Estado dónde está? Atiende en mi casa. Soy yo. Acá el intendente no pisa”, me decía “El León”, un puntero de una villa del Conurbano. No sorprende el lunfardo ni que prefiera “derpo” en lugar de “poder”, pero sí que aclare que ese poder que detenta en la villa es el del Estado. Es particularmente revelador que se entienda a sí mismo como la presencia estatal en la villa.
El capítulo intenta superar las visiones que lo reducen a mero comprador de votos para describir los diferentes roles con los que acerca el Estado a los pobres.
Sin lugar a duda, hacen clientelismo, pero también proveen bienes y servicios públicos en las villas y asentamientos y garantizan la gobernabilidad de los intendentes. Son agentes de contención social para sus vecinos.
Este trabajo busca superar distintos mitos sobre los punteros explorando todos estos roles, pero no deja de exponer su aspecto arbitrario.
El puntero es una figura compleja, que puede tanto colaborar con el Estado para llegar a los pobres como obstaculizarlo para mantener poder o utilizarlo ilegalmente.
Intentamos responder dos preguntas: la primera es por qué los beneficiarios de un puntero le son leales incluso en el cuarto oscuro, y la segunda pregunta plantea por que los intendentes, más allá de los partidos políticos y municipios, recurren con frecuencia a los punteros.
Armar una red de punteros para repartir pequeños bienes es sin duda una estrategia electoral, pero también es de las pocas herramientas de contención social a mano de los intendentes dado que los condicionamientos estructurales que enfrentan son atroces.
LA POLÍTICA PRÓXIMA A LOS POBRES
Alguien se acerca a pedir mercadería, remedios o chapas y el puntero aprovecha para señalar que es el único que contiene a los vecinos.
¿QUIÉNES SON LOS PUNTEROS?
Los punteros son agentes partidarios barriales que hacen de intermediarios entre sus jefes y la gente pobre. Son la mano de obra que en los barrios pobres los intendentes y candidatos a intendente utilizan para ganar elecciones y gobernar. Como decía un puntero: No es fácil; tenés que estar acá en las calles del barrio escuchando las necesidades de la gente, pero también en la municipalidad consiguiendo recursos (Zarazaga, 2014).
Una característica de los punteros peronistas que les permite hacer su trabajo es que ellos no van a las villas, sino que son de las villas (el 92%).
Los punteros son juzgados de manera muy distinta por quienes son sus seguidores y por quienes no los necesitan o no son atendidos por ellos, aun cuando los necesiten.
Esta dicotomía lleva a que con frecuencia se distorsione la figura: de estos actores; para unos se trata de un explotador político y para otros, de un asistente social benéfico. Intentaremos describir al puntero promedio para derribar tres ficciones reinantes acerca de ellos en el saber común, la prensa y, aun, la academia.
La primera falacia, bastante extendida, es creer que los punteros son un invento del peronismo (el único partido capaz de tener un referente en casi todos los barrios de ingresos bajos, villas y asentamientos), cuando, en realidad, a lo largo de nuestra historia distintos partidos hicieron uso de punteros. El Partido Autonomista Nacional (PAN), La Unión Cívica Radical (UCR) tuvo los propios y en las villas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), el PRO no deja de tener sus referentes barriales.
Los punteros o referentes barriales son un modo de estar presente y hacer política en las zonas pobres del país. El punterismo no es exclusivo de ningún sello partidario, más aún, los punteros distan de ser un invento argentino.
Un segundo mito sobre la organización de la red de punteros es su inquebrantable verticalidad. Para el imaginario, es el barón del Conurbano quien controla con autoritarismo a una red de punteros que, a su vez, somete a una masa de electores pobres. La realidad es que no es fácil comandar monolíticamente una red de punteros y sólo una minoría de los intendentes puede ejercer una hegemonía incuestionable.
Los intendentes buscan desarrollar una red jerárquica que les permita llegar a todos los hogares pobres en cada rincón de sus municipios. Las redes de los rivales de los intendentes suelen contar con menos recursos, aunque ocasionalmente pueden estar promovidas por el Poder Ejecutivo nacional que quiere reemplazar a los in- tendentes que no le resultan confiables.
La tercera creencia inexacta, es que los punteros surgen ante la ausencia del Estado.
Los bienes y servicios que distribuyen y sus propios ingresos provienen del Estado y por esto se entienden a sí mismos como el Estado ante la pobreza. Los punteros constituyen un Estado de bienestar mini- malista.en las áreas de pobreza. Minimalista porque los recursos son escasos y las soluciones, precarias.
Los punteros además son parte del Estado porque de él provienen sus ingresos. Cerca de dos tercios de los punteros entrevistados tienen empleos municipales o un plan social.
Los punteros no pertenecen a una clase social muy distinta a la de sus beneficiarios, sino que son un vecino más con sus propias estrategias de supervivencia, que muchas veces incluyen la manipulación y apropiación de recursos estatales.
¿QUÉ HACEN LOS PUNTEROS?
GOBERNAR EL TERRITORIO
En el imaginario común, los punteros administran a discreción recursos estatales para comprar votos, es decir, se dedican pura y exclusivamente al clientelismo. Sin embargo, son fundamentales para gobernar ayudan a gobernar el municipio y prestan servicio todos los días, no sólo durante los períodos electorales. “Ellos nos ponen a nosotros, el gobierno, en contacto con la realidad. Son los que saben cómo estamos con la gente. Nosotros tomamos las decisiones, pero ellos las hacen funcionar en la realidad”.
El acceso mismo del intendente y la municipalidad a las villas, los asentamientos y los barrios periféricos está condicionado a estos referentes.
Además de suministrar acceso y seguridad, los punteros pueden ser claves a la hora de proveer servicios y obras públicas por el conocimiento que tienen del barrio y sus vecinos.
La realidad es compleja: los punteros brindan servicios, pero defienden el lugar que conquistaron. Dos tercios de los entrevistados proporcionan algún servicio a sus vecinos: de manera sistemática. Desde sus hogares, pequeños locales, escuelas o clubes, suelen ofrecer actividades deportivas, excursiones para los niños, clases: de apoyo escolar, servicios de consultoría jurídica y de capacitación laboral, sin hacer distinciones por las inclinaciones políticas del beneficiario.
El trabajo de campo intenso permite captar que algunos punteros imponen cierto orden en lugares y situaciones en los que, de lo contrario, no habría ninguno. En varias ocasiones atestigúé cómo mediaban entre vecinos en conflicto. Son también claves para asegurar la gobernabilidad en el territorio, por la información y la capacidad de organización que poseen.
Si bien los punteros acercan el Estado a los pobres, es necesario reconocer aquí que también pueden bloquearlo cuando este último pretende llegar de una manera que amenaza su poder.
En las pintadas y pegadas de afiches, los punteros se juegan también la demostración del control del territorio que manejan. Los encargados de campaña circulan por las calles de los barrios para verificar que los punteros hayan hecho su trabajo y no les estén “vendiendo humo”.
El acto político o marcha es parte fundamental de las campañas; es la ocasión en que los punteros muestran a sus candidatos cuánta gente pueden movilizar y estos, a su vez, exhiben sus números a los candidatos nacionales. El acto es básicamente una demostración de fuerzas. Los punteros buscan movilizar a todos sus seguidores porque uno de los principales factores que determina los recursos que recibirán es el número de ómnibus cargados de personas que pue- den llevar a los actos políticos.
Llama la atención que, en general, los punteros reconocen cada vez más dificultades para liderar a sus seguidores, ya sea en pintadas, actos o manifestaciones. La creciente permeabilidad a las drogas hace que sus grupos no sean tan fácilmente predecibles y manipulables. Cada vez más, la participación en actos políticos supone intercambios clientelares. Los punteros coinciden en que hoy nadie participa en un acto a cambio de nada.
SUMAR VOTOS
Son también la maquinaria para conseguir votos. Es decir que, además de una red de contención social, “sostienen” el voto con toda clase de estrategias clientelares:
conforman el entramado que distribuye las boletas antes de las elecciones, intercambian bienes por votos, incrementan los resultados electorales con diverso tipo de ardides y fiscalizan cada mesa.
En algún momento de las entrevistas, los punteros declaraban que el hecho de estar cerca de los votantes, de conocer sus problemas y de estar a disposición de ellos las veinticuatro horas son factores fundamentales para su labor.
Aunque el apoyo político que se espera de la gente que recibe empleo o planes de trabajo va más allá del voto, este es fundamental. Por consiguiente, en los municipios y en las cooperativas se asignan los empleos a personas que pueden arrastrar muchos votos, por ejemplo, a padres de familias numerosas.
Los vínculos personales y directos con los votantes permiten distribuir recursos casi con exactitud y en el momento oportuno. Los punteros son el Estado de bienestar existente. Aunque, en general, arbitrario y precario.
Los votantes siempre pueden recibir lo que los punteros les ofrecen y después votar como quieran. En general, los expertos explican que los votantes cumplen con los punteros porque los identifican con Perón o Evita, por reciprocidad hacia ellos o porque estos violan el secreto del voto con diversos trucos y monitorean qué hace su gente en el cuarto. La reciprocidad parecería ser parte del vínculo entre votantes y punteros. Lo que garantiza el cumplimiento del acuerdo clientelar por parte de los votantes no es el control ni la reciprocidad, sino la predilección por punteros con fama de cumplidores. La gente se mantiene fiel a este tipo de punteros porque los bienes que han distribuido en el pasado demuestran que no “venden humo”.
Votar según las expectativas del puntero conviene a los intereses de los votantes, en especial si se tiene en cuenta que el futuro de este no depende exclusivamente de los resultados municipales, sino también de los resultados en el nivel más desagregado.
Son el ejército de fiscales de mesa que le permite al peronismo supervisar, como ningún otro partido, las más de veintidós mil mesas electorales que se conforman en el Conurbano.
Los punteros llegan temprano a los comicios para buscar imponer al presidente de mesa, si no aparece el designado. Esto les da una ventaja en las discusiones sobre votos impugnados o nulos y en el conteo final.
INTENDENTES, PUNTEROS Y FACTORES ESTRUCTURALES
EL PRESUPUESTO PARA LA POBREZA
Con frecuencia, la prensa destaca los aspectos poco democráticos de las estrategias electorales y el ejercicio del poder de los intendentes a través de sus redes de punteros. En efecto, estas redes su- ponen relaciones asimétricas e implican, por lo tanto, cierto grado de sumisión por parte de los votantes. Sin embargo, también es cierto que los intendentes del Conurbano —con la excepción de los de la zona norte— gobiernan con escasos recursos municipalidades intensamente pobladas y con alta concentración de pobreza. Los punteros son muchas veces la única red de contención posible que les garantiza la gobernabilidad. Los intendentes no tienen muchas alternativas para atender las múltiples demandas de la población pobre de sus municipios. Incluso no sería fácil para ellos dejar sin empleo a un ejército de militantes con experiencia en movilización política. Un consolidado intendente peronista del Conurbano decía: “No necesito a los punteros para ganar, pero menos los necesito conspirando en mi contra”. Desde un punto de vista utilitario, es lógico que los intendentes desarrollen estas redes: en peor situación se encontrarían sin conexión alguna con los barrios más pobres de sus municipios.
Dados los flacos presupuestos municipales, no resulta inexplicable entonces que la política social de los intendentes se limite a la entrega, a través de sus referentes, de algunos bolsones de comida y chapas de zinc, aquí y allá. En gran parte por articular estas redes de distribución de recursos, los intendentes reciben la etiqueta de “barones” y hacen de chivos expiatorios de un sistema político que no ofrece resultados frente a los grandes desafíos que presenta la región. Por más que un gran número de intendentes haya hecho mérito suficiente para ganarse la desconfianza de la población general, es justo reconocer también que enfrentan problemas que los exceden. Tras los discursos eticistas, la pregunta verdaderamente importante es qué alternativa política real tienen los “barones” a formar una red de punteros para gobernar sus territorios. Cuando el Estado no cuenta con fondos ni con capacidades, es difícil que responda ante los pobres con ecuanimidad y eficiencia. No es raro entonces que surja el Estado Golem que implanta la arbitrariedad desde el poder.
LAS REDES DE REFERENTES MUNICIPALES Y LA POLÍTICA ELECTORAL MACRO
La etiqueta de “barones del Conurbano” hace referencia a que los intendentes logran prolongarse en el poder, mantener un bajo nivel de competencia electoral y ejercer su autoridad de manera cuasi autoritaria en sus distritos. Lo cierto es que no todos los intendentes alcanzan un poder tan monolítico como el que la categoría supone. Hay más variedad de la que suele reconocerse. La tabla 1.3 muestra que el coeficiente de recambio varía mucho entre municipalidades.
De los treinta y tres intendentes que gobiernan en el Conurbano desde 2015, ocho pueden considerarse estrictamente barones por su poder hegemónico. Es cierto que ha habido grandes barones a lo largo de la histo- ria del Conurbano. Lanús estuvo gobernada por el mítico Manuel Quindimil desde 1983 hasta 2007. Jesús Cariglino estuvo al frente de Malvinas Argentinas desde la creación del municipio — en 1995- hasta la última elección en 2015. Todos ellos parecieron en algún momento hegemónicos e imbatibles con sus redes de referentes barriales. Sin embargo, todos un día perdieron sus distritos frente a otros candidatos. Dos factores, uno ascendente y el otro descendente, resultan especialmente relevantes en la suerte electoral de los intendentes, más allá de los punteros de los que dispongan. El primero se refiere a la elección que hace el intendente sobre a qué partido y candidato presidencial acompañar. El segundo tiene que ver con el apoyo que el Ejecutivo nacional pueda brindar al intendente o a distintos candidatos desafiantes del mismo partido en ese municipio.
En cuanto al factor ascendente, es claro que, cuando el barón del Conurbano no comparte boleta con el candidato a presidente ganador, aumentan sus probabilidades de ser derrotado. Muchas personas votan pensando en el nivel presidencial y arrastran al resto de los candidatos en la boleta sábana”. Es decir, la oferta electoral dispersa a nivel presidencial complica a los barones, especialmente cuando varios candidatos de extracción peronista tienen posibilidades reales de ganar.
CONCLUSIÓN
Hoy el Estado no siempre logra brindar bienes y servicios públicos sin discrecionalidad, sino que para muchos pobres está ausente o llega de la mano de punteros que entremezclan políticas sociales con intereses particulares. Se trata de figuras capaces de acercar soluciones a los pobres y de entremezclarse con la ilegalidad, de permitir el acceso del Estado a zonas marginales y de bloquearlo.
La general condena social sobre la figura del puntero tiende a ignorar que en todo grupo humano surgen líderes y que los punteros son fundamentales a las estrategias de sobrevivencia de los más pobres. Cumplen tanto roles electorales, que incluyen la movilización de votantes y el clientelismo, como funciones que hacen a la contención social y la gobernabilidad, que contemplan la provisión de servicios y bienes públicos y la recolección de información sobre el barrio.
Los pobres no acuden al puntero por falta de conciencia cívica, sino por falta de posibilidades para acceder a bienes básicos.
El reto es llevar un Estado legal e imparcial a los rincones más carenciados, pero es utópico pensar que se pueda prescindir en el proceso, hasta que se alcance el adecuado desarrollo de las capacidades estatales, de los referentes sociales. Es también importante reconocer que en los últimos años los planes sociales universales, como la AUH, quitaron peso relativo a las dádivas ofrecidas discrecionalmente por los punteros. Una enseñanza en este sentido es que, en política social, la universalidad mata a la discrecionalidad.

 

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