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Comunicación II |
Resumen de Abraham: Introducción, Diario de un esquizovidente argentino |
Cátedra: Mangone |
1° Cuat. de 2010 |
Altillo.com |
Abraham T. "Introducción: Diario de un esquizovidente argentino”
1998
Prólogo
Nada existe más incorporado a nuestra vida cotidiana que la televisión.
Semejante monstruo ha sido generalmente abordado por los intelectuales como un
todo, pasando de largo su diversidad.
La operatoria de Tomás Abraham en estas páginas es radicalmente distinta. Da por
sentado el lugar que el aparato ocupa en nuestra vidas. Se dedica a enfrentarse
a él con la inocencia del consumidor. El desafío que acepta Tomás es simple pero
pocas veces asumido: el de pensar libre y desprejuiciadamente a partir de la
televisión y más que de la televisión, a partir de los programas, los
personajes, las noticias o los acontecimientos individuales que llenan esos
minutos por día.
Gustavo Noriega
Introducción
El televisor es mi compinche. Quiero rescatar la relación grata y amistosa que
he tenido con el televisor, y no de una manera exclusiva y marginal, ya que sé
de otros que también han disfrutado la felicidad televisiva. Cuando digo diario
me refiero a una conducta literal. He anotado las impresiones que me daba y
elaborado mis impresiones.
Los comunicólogos, los sociólogos, los especialistas en medios no son más
benéficos con la imagen que los iconoclastas del siglo VIII. Preferirían un
mundo sin imágenes, blanco como una sinagoga, interior como una cúpula hueca,
sólo ocupada por los mandamientos recitados en nombre del señor, de cualquier
señor, puede ser el señor Dios o el señor Bourdieu.
El Cuadrado (el televisor) para mí, es un amigo de la infancia.
He tenido una infancia televisiva... Acá hay una parte en la que Abraham habla
de la época en que el veía televisión cuando era joven, de los primeros
televisores que tuvo el y su familia, etc.
La tele empezaba a la tarde. El teleteatro para la hora del té fue largo tiempo
una cita obligada.
Da varios ejemplos de programas de esa época.
Espero no estar haciendo un homenaje en el estilo de los ofrecidos de las
antiguas glorias de la escena. Pero creo que hay una pequeña diferencia. Y es
que la televisión sigue viva, que despierta toda suerte de preocupaciones, que
inquieta a los adultos, y que divierte a los niños, como antes, porque yo
también he sido una víctima de la caja boba, yo también he sido un niño bobo
argentino. Y me dolería dejar de serlo por completo.
Sigue con ejemplos de programas y personajes de su juventud:
Supercanchero era el actor del primer Mike Hammer aquel que nunca fue ni
alcanzado ni limitado en sus lastimosas versiones posteriores.
James Garner tenía una cancha impresionante, y una gran simpatía.
Todos los viernes a la noche nos reuníamos en el departamento de mis tíos y de
mi prima y cenábamos hasta el momento en que comenzaba el maravilloso show con
la presencia estelar de Virginia Luque
El Padre Giardella los sábados regalando bondad, Adrianita que era como la Nadia
Comaneci de la tele, Tatín que fue uno de los primeros en hablar con voz de
pito, Piluso y Coquito antes de ser domesticados por las interpretaciones
sabihondas y cholulas de los comunicólogos.
¡Viva la cocina! La de doña Petrona y Juanita, la de Lorenza Taberna, y años más
tarde la de Chola Ferrer.
Conclusión: la tele no me hizo mal, no me agredió, no me llenó la cabeza de
estupideces, no me impidió leer, al menos no me impidió leer Patoruzito, ni la
vida de Tucho Miranda, Ben Bolt, Tom Sawyer Detective, Peter Pan, Vito Nervio,
etc.
¿Qué lugar ocupa la televisión en la vida de un hombre solo? Quiero aclarar que
el tv no es un amigo fácil. Ninguno probablemente lo sea, aunque de alguna
manera toda a mistad nos simplifica la vida. El televisor amigo despierta todo
tipo de emociones. Posmodernidad: me entero que mi amigo El cuadrado, o que mi
amistad con el televisor, hoy se califica como divertimento posmoderno, y eso
parece que está muy mal.
Quiero ser claro en mis observaciones. Mi modo de ver tv, de cultivar su amistad
¿acaso merece calificarse de neopopulismo de mercado como dicen los profesores y
profesoras de retórica democrática? El hecho de que en la actualidad, exista el
artilugio del zapping, ¿me hace por ventura, esclavo de la llamada moviola
hogareña?
Cuando leo en uno de estos ensayos dedicados a la vida posmoderna algo así como:
“el control remoto es la irreverente e irresponsable sintaxis del sueño
producido por un inconsciente posmoderno que baraja imágenes planetarias”,
cuando leo algo así, lo tiro como pava hirviente, me quema los dedos, el control
remoto. Irresponsable, irreverente, luego agregan cínico, indiferente,
fetichista y adorador de un nuevo tótem tecnológico; es terrible la profesora
Beatriz Sarlo.
No me deja alternativas. Si salgo para distraerme a dar una vuelta al shopping
me dice que me meto en un refugio atómico de una ciudad fracturada, de un ámbito
que anula la historia y el sentido, un laberinto en el que me esclavizo al deseo
infinito de objetos infinitos, me convierto en un cholulo adoramarcas.... etc.
Qué simplicidad la de aquellos marxistas cuando analizaban la vida cotidiana con
la sola palabra alienación.
No puede dejar de llamar la atención que una tecnología que ya tiene medio
siglo, un dispositivo que no sólo ya está viejo sino listo por desaparecer en
nuevas fuentes de energía comunicacional informática y telefónica, un Cuadrado
que ya está por irse a descansar al rincón de la baulera, siga siendo para
algunos académicos motivo de alarma.
Todos los especialistas ignoran que la televisión ya fue, que los niños
televisivos ya son abuelos, y que si es cierto que se provocaron efectos
ponzoñosos, ya éstos fueron varias veces digeridos.
Bourdieu alarmado por el daño que la tv hace al pensamiento, nos recuerda que
actúa repitiendo lugares comunes y difundiendo banalidades, deja de lado un
fenómeno también frecuente: el de las banalidades de los “slow thinkers”,
aquellos que no sólo dicen lo por todos archisabido, sino que lo dicen largo y
con muchas citas.
Los intelectuales hacen con los televidentes lo mismo que se les ocurrió hacer
con el proletariado. Los tratan de imbéciles y piden una buena televisión para
el buen televidente.
No voy a llegar a sostener lo que el gran McLuhan sostuvo cuando dijo que la
televisión desarrolla nuestro hemisferio cerebral derecho, el bautizado como
acústico entra en especial actividad cuando estamos en estado alfa, es decir
relajados, pacíficos y desconcentrados. No es mi mayor ambición la de
convertirme - como dice McLuhan - en un hombre de 360 grados, un hombre-oído
receptor de imágenes visuales con la misma apertura y orientación que se reciben
las acústicas. Mi radio de 180 grados ya es suficiente para mi Aldea Local.
Prefiero mi actual amistad con la tele, aunque sea problemática, como ustedes lo
verán a lo largo de estas notas, verán los momentos en que renuncio a la
televisión porque me harta, porque la quiero quemar o vender, o hablar de otra
cosa.
Escribo sobre la televisión en ésta mi segunda infancia, la de mi adulto bobo
argentino, porque en ella me encuentro con mis semejantes. No se trata de
ideologías solamente sino de idiosincrasias.