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TEORICOS
Spremolla. Los enfoques teóricos en las relaciones industriales.
Precisiones terminológico-conceptuales: sobre el concepto de las relaciones industriales: Autores (Sídney y Beatriz Webb) ligados a las corrientes de los pensamientos de los sindicalistas ingleses estudiaron tres medios de acción que pensaban los sindicatos ingleses de la época: el seguro mutual, la negociación colectiva y la reglamentación legal. Las relaciones industriales en un primer momento eran caracterizadas como un ámbito inmediato de difusión anglo-sajona; un origen y una visión ligada al estatuto del movimiento sindical y sus medios de acción, fundamentalmente de negociación colectiva. Este concepto tiene origen ligado al estudio del movimiento sindical, detectando como característica la voluntad reformista en legitimar el sindicalismo como actor social y que proponía reformas sociales. En cuanto al aspecto colectivo, lo que importa en esta época son las formas asociativas de los trabajadores y sus medios de acción. Luego de la Segunda Guerra Mundial, las relaciones industriales se consolidan como ámbito de reflexión e investigación, surgiendo una etapa de evolución de las mismas. Esta etapa está caracterizada por una lenta extensión del término a países no anglófonos (cuya lengua no es inglés), aunque primero sí surgió en los países anglófonos (Nueva Zelanda, Canadá, Australia), una hegemonía del enfoque sistémico. Surge una influencia del enfoque sistémico, una disciplina científica que rodea el concepto de relaciones industriales. La necesidad de abordar los sujetos de estudio, analizados de una perspectiva interdisciplinaria, recogiendo los análisis y las metodologías de otras disciplinas académicas, permite una mejor comprensión. El trabajo es un fenómeno social, reconocido como un hecho complejo que presenta articulaciones y estructuras, tanto en lo individual como en lo colectivo, lo cual es imposible explicarla solamente a través del análisis de una disciplina. A fines de los años 60’ las relaciones industriales empiezan a verse como inconvenientes, cuestionándose su postura restrictiva frente al trabajo industrial, o al ámbito de la industrial. Se comienza a utilizar el término de relaciones profesionales haciendo énfasis en lo corporativo-profesional.
Teorías del sindicalismo – Poole
Teorías morales y éticas del sindicalismo: La primera perspectiva sobre crecimiento y naturaleza de los sindicatos, eran concebidos como valores éticos y morales, S XIX; de esta manera, surgieron evoluciones producto de la cultura. Una serie de factores independientes éticos, idealistas y religiosos considerados críticos para la formación de los sindicatos británicos, dichos factores eran los determinantes de esencia del sindicato. En el S XIX el papel de los sindicatos socialistas cristianos fundaron la creencia de la hermandad del hombre y obligaciones mutuas. Lo cual implicaba una responsabilidad moral al apoyo de los sindicatos y al movimiento cooperativo de productores que permitían una distribución más justa de la riqueza, tomar conciencia de los recursos de los miembros más débiles de la población, pero sobre todo tener en cuenta la fomentación de la iniciativa que implicaba el autocontrol y la autonomía y la capacidad para la <democracia>. En el S XX la creencia religiosa ha declinado, de todos modos, la preocupación por la justicia dentro del movimiento sindical permanecía. Rawls por su parte, reivindicó las desigualdades sociales y económicas de manera que las medidas adoptadas beneficien a los más necesitados y se den puestos abiertos generando igualdad de oportunidades. Por otra parte, el concepto general de justicia es que todos los bienes sociales primarios sean distribuidos igualitariamente a menos que una distribución desigual de alguno de esos bienes favorezca a los más necesitados. Durkheim sostenía que la tarea central de las sociedades industriales avanzadas es un trabajo de justicia por que el ideal de la sociedad moderna es lograr que las relaciones sociales se den con mayor equidad, asegurando el desarrollo de las potencialidades sociales útiles. La justicia es la fuerza estructural del sindicalismo contra los extremos del sindicalismo comercial y el socialismo revolucionario. [Perspectiva idealista]. Flanders reconocía que el socialismo evolucionó a partir de la acción de los trabajadores, concebida como un conjunto de ideales y una dinámica moral. Su perspectiva sobre la justicia y la vulnerabilidad del movimiento sindical, es un “interés personal” dice el autor. Harvey sostenía que la trasmisión de una sociedad agrícola a una industrial había sido pacífica en Gran Bretaña debido al metodismo, haciendo de Inglaterra una democracia liberal. Thompson en cambio, consideró el metodismo como una forma de explotación psíquica, ya que las disciplinas impuestas en las comunidades convertían al trabajador en esclavos de sí mismos, garantizando un trabajo duro y disciplinado, que era de importancia para la empresa manufacturera. Moore, establecía que el metodismo oscurecía el conflicto de clases de las comunidades mineras y como consecuencia del carácter ético inhibía el desarrollo de la conciencia de clase. Pero al mismo tiempo, aunque los metodistas no ponían en práctica ni perseguían intereses de clases, representaban una fuente donde procedía el liderazgo obrero en las comunidades locales. Además, debido al énfasis en los valores y en actividades tradicionales, el metodismo dejó huella menor en la manufactura de la vida tradicional. En efecto, el metodismo estaba unido a la sociabilidad. Para algunos autores el metodismo era decisivo para la organización sindical. Los Hammond establecían que la influencia moderadora del metodismo no llegaría a las comunidades urbanas pobres. Hobsbawm, S XIX, planteaba que el metodismo contribuyó a la formación del sindicalismo y
conciencia social. En efecto, cualquiera sea la repercusión del metodismo y de valores éticos en la formación de los sindicatos en Gran Bretaña, no es satisfactoria, ya que imposibilita la realización de ideales, generando un accidentado desarrollo de los sindicatos. Tradición revolucionaria: El sindicalismo y el movimiento obrero como punto central Marxista, girando en torno de la revolución del sindicalismo <optimismo>. Los enfoques marxistas del sindicalismo, a partir de la tradición <optimista> donde los sindicatos tenían potencial radical, teniendo en cuenta las variables estructurales (como los movimientos económicos y técnicos), es decir, que existen efectos condicionantes como la distribución de poder. Marx reconoce que la industria en gran escala concentraba eficazmente a las personas y que el mantenimiento de los salarios pasó a ser un interés común en contra del empleador, haciendo que los trabajadores se organicen. Además, se obligó a los sindicatos a seguir directivas políticas. El marxismo señalaba la desigual evolución técnica como organizativa. Banks, en cuanto a la industria británica de acero, sostenía que el crecimiento de la empresa y los adelanto técnicos favorecieron el sindicalismo y a su vez el surgimiento de la clase revolucionaria, reflejando la conciencia de la organización. La tradición <optimista> por parte de Engels y Marx se basaba en la evolución del capitalismo industrial genera precondiciones para la organización colectiva (organización), lo cual implica competencia en el mercado de trabajo, lo cual es una amenaza para la estabilidad del capitalismo. Los limitados logros económicos llevan a los trabajadores a adoptar formas políticas de acción. Estos autores comenzaron a tener dudas sobre la eficiencia de los sindicatos, ya que en un comienzo el sindicalismo desarrolló la aristocracia laboral de los trabajadores cualificados. Marx observó que los sindicatos funcionaban bien solamente como centro de resistencia en contra de los abusos del capital, pero no eran tan eficaces como el nuevo sistema económico y político. Esto demuestra que la clase obrera puede desarrollar conciencia sindical, organización, luchar contra los empleadores y que los gobiernos aprueben la legislación laboral necesaria. Después de todo, el sindicalismo puro y simple es un desafío para el capitalismo. El crecimiento y el desarrollo de los sindicatos es debido a: dimensión creciente de las empresas y el avance tecnológico, relacionado con los movimientos estructurales de la economía y en segundo lugar a elaborar una conciencia opositora. El sindicalismo como reacción psicológica o defensiva ante las condiciones iniciales de la industrialización: La conducta sindical a comienzos de la revolución industrial conformó actitudes defensivas o proteccionistas entre los miembros de los sindicatos. En cuanto a la escuela <pesimista>, se considera efecto perjudicial la acción de los intelectuales sobre el movimiento obrero y la necesidad de la mano de obra organizada que luche contra los empresarios al igual que con aquellos que se propongan desvirtuar el sindicalismo puro y simple. Perlman sostuvo que al explicar el sindicalismo había que tener en cuenta tres factores, primero el poder de resistencia del capitalismo, segundo el papel de los intelectuales y tercero, el movimiento sindical mismo. En efecto, el sindicalismo es pragmático. Para este autor, entonces, las actitudes económicas de los grupos manuales estaban determinadas por una conciencia de escasez de oportunidades. Es decir, la filosofía sindical era considerada como un comunismo de
oportunidades. El autor también habló de los revolucionarios deterministas, los intelectuales éticos y los intelectuales de la eficacia. En el contexto de revolución industrial, existía un carácter defensivo de los sindicatos. Las agrupaciones se oponían a la reducción de las cualificaciones y a la introducción del personal no calificado. Turner, destacó las consecuencias del movimiento obrero británico por el crecimiento del sindicalismo entre la aristocracia obrera de trabajadores manuales calificados y por los derechos al puesto de trabajo. Fundamentos económicos y objetivos de los sindicatos: el crecimiento de los sindicatos se dieron por las condiciones económicas, las cuales determinaban las fluctuaciones, y la suma de las influencias estructurales, con respecto a los objetivos de los sindicatos, atención, entre otros. Webb sostenía que los sindicatos dependían de un cambio en las relaciones económicas que ocasionara una división entre empleado y empleador. La importancia de las relaciones económicas en la modelación de los sindicatos era fundamental, al igual que el factor tecnológico. La gran mayoría de los trabajadores han dejado de ser productores independientes y propietarios de los materiales al igual que del producto de su trabajo, para pasar a ser asalariado vitalicio, sin poseer los elementos de producción ni el producto finalizado. Las fluctuaciones en el carácter del sindicato, surgen producto de las variables económicas y sociales en un determinado momento, ya sean de carácter positivo o negativo. Aspectos políticos y democráticos de los sindicatos: el crecimiento y la naturaleza de los sindicatos, se dieron en efecto de las relaciones humanas, para ampliar los derechos de trabajadores. Las condiciones más relevantes son los cambios económicos y tecnológicos, para facilitar la expansión de los mismos. Predomina la mutualidad, es decir, reconocer el derecho de todos los miembros a tener voz en las decisiones que los afectan, teniendo poder para la negociación. En consecuencia, el principal objeto de los sindicatos y la aspiración primordial era lograr un nuevo conjunto de derechos adecuados a las nuevas formas de la sociedad y de las relaciones sociales.
Con algunas excepciones como México y Venezuela, entre otros, en la década del ochenta, América Latina transitó de la dictadura militar a la democracia política. Los regímenes que sucedieron a las dictaduras no se han caracterizado por su estabilidad, han desaparecido los monopolios partidistas o bi-partidistas. Esto se ha dado con el establecimiento de los estados neoliberales, aunque no siempre de manera inmediata. Se dan, normalmente, dos fases post-dictadura: una primera de políticas estatales intervencionistas y concepciones estructuralistas acerca de cómo combatir la inflación, y otra fase neoliberal, común a todos los países. Es en ésta segunda fase que los sindicatos se han debilitado.
Históricamente, en el siglo XX, se conformaron dos tipos principales de sindicatos en la región: el clasista y el corporativista. El sindicalismo clasista predominó en Uruguay, Chile, Bolivia, por ejemplo, y el corporativista dominó en general en México, Venezuela, Argentina.
El clasista fue un sindicalismo de lucha de clases, influenciado ideológicamente por el leninismo. Se concebía y actuaba como una fuerza política para definir políticas estatales, más que ser un sindicalismo influyente o muy preocupado por las relaciones laborales a nivel empresa. Así, su enemigo -y en cortos períodos, su aliado- fue el estado.
El sindicalismo corporativo fue aquel subordinado más al estado que a las empresas. Se lo asocia con los regímenes populistas o desarrollistas. El corporativismo, en general, corresponde a la aparición del estado interventor en la economía que sustituyó al estado liberal del siglo pasado. Este estado interventor tomó en este siglo cuatro formas principales: el estado keynesiano de los países desarrollados capitalistas; el estado fascista en parte de Europa y Japón; el estado socialista; y el estado inicialmente populista y posteriormente desarrollista en países tercermundistas. Es decir, la especificidad corporativa no es simplemente intermediar intereses sino participar en forma más o menos subordinada en la gobernabilidad, de manera institucional o informal.
La función de gobernabilidad corporativa tuvo dos implicaciones prácticas: su participación como diseñador o bien aval de las políticas económicas, laborales y sociales, o el evitar que el conflicto interclasista transpusiera límites de la gobernabilidad. Esto se complementó frecuentemente con el plano electoral, al llevar los sindicatos contingentes de votantes para los partidos en el gobierno. Al mismo tiempo, los sindicatos fueron gestores importantes de sistemas de intercambios simbólicos y materiales entre bases obreras y estados; así, se conformaron los sistemas de seguridad social y las leyes laborales, que presionaron hacia el monopolio de la representación.
Todos los corporativismos del siglo XX tienen como referente principal al estado más que a las empresas, y en el ámbito es donde pretenden presionar, negociar o apoyarse. Es decir, el corporativismo nació de la lucha de clases, o de su potencialidad y de la crisis económica.
El corporativismo fue correlativo con el estado social, aunque no todo estado social implicó corporativismo. Así, el corporativismo nació del intento de conciliar crecimiento económico con paz social, paz laboral, bajo la dirección del estado. En consecuencia, las relaciones laborales se estatizaron, la vigilancia, institucionalidad y coerción estatales se pusieron en función de la gobernabilidad laboral y las relaciones entre el estado, los sindicatos y los obreros se aceitaron.
En el mundo subdesarrollado a partir de la gran crisis del 29, se presentó el corporativismo, no sólo en América Latina, sino en África y Asia. Este implicó una subordinación más estricta que en el mundo desarrollado de los sindicatos, no sólo al estado -como corresponsable de su autorreproducción- sino al régimen político, dando origen al corporativismo partidario. Estuvo asociado a sistemas de relaciones políticas y laborales menos formalizados o estables. Las relaciones laborales se estatizaron, fueron asunto de estado, al menos en sus aspectos más gruesos y en el momento de los grandes conflictos. Asimismo, hubo un uso más frecuente de la coerción para garantizar el monopolio de la representación en los sindicatos oficiales y el sistema de intercambios centralizado en líderes carismáticos, tomó la forma de patrimonialismo.
El corporativismo entró en crisis estructural porque el sistema de intercambios entró en contradicción desde los setentas con las capacidades de satisfacerlas, aunque fuera en forma estratificada. El corporativismo se volvió un obstáculo para la flexibilidad del mercado y el proceso de trabajo. Asimismo, los estados neoliberales redujeron los espacios de intervención de los sindicatos en el diseño de políticas económicas, sociales y laborales, en el sistema de partidos, en las instituciones de reproducción social de los trabajadores, porque los contratos colectivos y las leyes laborales se volvieron menos protectoras.
Todo esto condujo al aislamiento de los sindicatos con respecto a los partidos políticos. En muchos países de América Latina, y a diferencia de los países desarrollados, la crisis estructural del corporativismo se asoció con el fín de las dictaduras militares y los regímenes autoritarios. Los sindicatos han pasado a ser actores desarticulados.
A partir de 1982, en América Latina ha habido dos transiciones políticas: una ha sido de la dictadura militar al pluralismo político y, posteriormente, al neoliberalismo civil (con excepción de Chile, que pasó directamente de la dictadura al neoliberalismo civil). La otra ha sucedido en los países que no tenían dictadura, caracterizados por el monopolio o duopolio, al pluralismo político y al surgimiento de fuerzas políticas alternativas. En los países con dictadura, los sindicatos desempeñaron un papel político fundamental para su caída. Estas organizaciones dirigieron las protestas, y formaron parte de los firmantes en los pactos de transición. En cambio, en aquellos países donde existía un régimen de partido casi único, como México o Venezuela, se habían consolidado relaciones de tipo corporativo de los sindicatos con los estados, el neoliberalismo llegó con relativa paz social y laboral.
Existieron tres factores estructurales que llevaron a la crisis de los sindicatos en América Latina: Las políticas de ajuste y de cambio estructural, iniciadas en la década del ochenta. La venta de empresas paraestatales redujo el empleo y la fuerza sindical, la apertura de los mercados y la desregulación presionaron a las empresas hacia la flexibilidad. Las políticas de combate a la inflación se tradujeron en disminución de los salarios reales; el énfasis en la reducción del déficit público impactó en la caída del gasto social. Las políticas de reestructuración productiva y de flexibilidad laboral, que empujaron hacia los cambios contractuales y en las leyes laborales. Los cambios en la estructura del mercado de trabajo pueden resumirse en:
Los sindicatos clasistas fueron los que, en los ochentas más resistieron a las primeras políticas de ajuste, incluyendo aquellas que eran más estructuralistas ue neoliberales. Sin embargo, ya en la década de los noventa, los clasistas siguieron dos caminos divergentes: en unos casos, como Chile y Bolivia, el clasismo asimiló reformas neoliberales y las apoyó frente a una ausencia de otras alternativas; en otros países, siguió el camino de la intransigencia y en los noventa cundió la derrota y la postración, como en Uruguay y Brasil.
Por su parte, los sindicatos corporativos en general trataron -ante la emergencia del neoliberalismo- de adaptarse al mismo y de continuar con la alianza con el nuevo estado.
En Argentina, la CGT pasó de conflictiva en los ochenta, en contra de los gobiernos radicales, a subordinada a las políticas del gobierno de Menem hasta la derrota del peronismo por Fernando de la Rúa.
En síntesis, la estrategia general de los sindicatos corporativos consistió en intentar reconstruir su alianza añeja con el estado, pero ahora con el estado neoliberal. Las cúpulas estatales utilizaron la capacidad de control de los organismos corporativos sobre los trabajadores para implantar sus políticas económicas y laborales. El resultado general fue la pérdida importante de niveles salariales y condiciones de vida.
El intento de construir un corporativismo neoliberal, aunque pareciera una contradicción, ha entrado en una indefinición con el advenimiento de las nuevas fuerzas políticas que han desplazado a las antiguas en Venezuela, México y Argentina. Es decir, el individualismo neoliberal y la representación ciudadana no han sido suficientes frente a la precarización del trabajo y a la pluralidad de actores colectivos en la sociedad civil. Por otro lado, hay que reconocer que la forma sindical resulta estrecha frente a un panorama de mayor heterogeneidad y diversidad. Esto lleva al replanteamiento de los conceptos de representación, legitimidad y democracia de las organizaciones de los trabajadores que prevalecieron en casi todo el siglo XX: primero, la confusión entre democracia y justicia social; segundo, que la legitimidad le daba la capacidad de intercambios con el estado; tercero, la representatividad lo era en la medida en que se obtenían beneficios para los agremiados. De estas formas homogéneas y relativamente centralizadas se pasa a la multiplicación de espacios y formas de representación particularísticos pero colectivos.
Todo esto constituye una nueva situación social para el trabajo en Latinoamérica: un polo minoritario de calidad mundial y una mayoría en condiciones de precariedad que implica una verdadera crisis del trabajo.
El desgaste del movimiento obrero vino de la década del ochenta: los clasistas, disciplinados por la hiperinflación e incapaces de un proyecto alternativo al neoliberal, fueron derrotados y deslegitimados. Los corporativos -subordinados a las políticas neoliberales- tuvieron cada vez menos que ofrecer a sus agremiados.
El neoliberalismo ha mostrado a los sindicatos como comparsas vergonzantes o como impugnadores impotentes. Ese panorama se completa con el alejamiento entre fuerzas políticas electorales y sindicatos. Ha sido también el caso de las antiguas concepciones y proyectos sindicales: para el clasismo, el derrumbe de la idea de socialismo de estado; para los corporativos, el del estado social autoritario. Durante las dictaduras, los sindicatos desempeñaron un papel fundamental como fuerzas políticas que llevaron a la transición democrática. Sin embargo, el neoliberalismo que ha postrado a los sindicatos, no ha resuelto contradicciones básicas y ha desarrollado otras. Una de las más importantes es la tensión entre el mundo de la política con sus representaciones de ciudadanos y el del trabajo. La representación ciudadana neoliberal y su extensión al mundo del consumo es insuficiente, al menos en América Latina, que está alejada del post-modernismo del consumo y del hedonismo.
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