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Trabajo Social I | Resumen de textos para el 1er Parcial | Cátedra: Melano | 2° Cuat. de 2008 | Altillo.com |
CASTEL, ROBERT “LA
METAMORFOSIS DE LA CUESTION SOCIAL”
La “cuestión social” puede caracterizarse
por la inquietud acerca de la capacidad para mantener la cohesión de una
sociedad. Amenazan con la ruptura ciertos grupos cuya existencia hace vacilar la
cohesión del conjunto. Las poblaciones que son objeto de intervenciones sociales
difieren fundamentalmente según sean capaces o no de trabajar, y en función de
este criterio de las trata de maneras totalmente distintas.
Un primer perfil de
estas poblaciones podrían ser, ancianos indigentes, niños sin padres, lisiados
de todo tipo, ciegos, paralíticos, escrupulosos, idiotas. Todos estos individuos
tienen en común el no poder subvenir a sus necesidades básicas porque no están
en condiciones de trabajar. Estas poblaciones incapacitadas para trabajar son
los clientes potenciales de lo social-asistencial.
Capítulo 1
La protección cercana.
-La sociabilidad primaria
Lo social-asistencial puede caracterizarse por oposición a los modos de organización colectiva que evitan este tipo de recursos. Pues hay sociedades sin lo social. Lo “social” será una configuración específica de prácticas que no se encuentran en todas las colectividades.
Una sociedad sin lo social estará totalmente regida por las regulaciones de la sociabilidad primaria. Entendiendo por esto los sistemas de reglas que vinculan directamente a los miembros de un grupo, sobre la base de su pertenencia familiar, de vecindario, de trabajo, y tejen redes de interdependencias sin la intervención de instituciones específicas. Sociedades de permanencia. Se reproduce en lo esencial con los mandatos de la tradición y de la costumbre.
La desafiliación es, en un primer sentido, una ruptura en las redes de integración primaria. Hay riesgos de desafiliación cuando el conjunto de las relaciones de proximidad que mantiene un individuo sobre la base de su inscripción territorial, que es también su inscripción familiar y social, tiene una falla que le impide reproducir su existencia y asegurar su protección. Las comunidades muy estructuradas reafilian a los individuos desestabilizados. La familia extensa se hará cargo del huérfano, el inválido o el indigente encontrara un mínimo de solidaridades “naturales” en la comunidad aldeana.
Estas comunidades tendían así a funcionar como los sistemas autorregulados, que recomponen su equilibrio moviendo sus propios recursos. Se realizaba la reafiliación sin cambiar el marco de referencia.
Cuando se relaja el vínculo de la sociabilidad primaria, o la estructura de la sociedad se complejiza al punto de hacer imposible este tipo de respuesta global y poco diferenciada, la asistencia a los carecientes es objeto de prácticas especializadas. Así, el hospital, el orfanato, la distribución organizada de limosnas, son instituciones “sociales”. Procedes al tratamiento particular (especial y especializado) de problemas que en sociedades menos diferenciadas eran asumidos sin mediación por la comunidad.
Características de lo social-asistencial:
-La leyenda evangélica.
Una postura desconfiada y contable llamada a veces “burguesa” o “laica” habría remplazado a la acogida generosa de la caridad cristiana. Sin embargo esta construcción es cuestionable. Las políticas municipales del siglo XVI representan una etapa importante no un comienzo. La preocupación por la gestión o el manejo de la pobreza no surgió bruscamente, sino que subtendía de las prácticas asistenciales inspiradas por el cristianismo.
Hubo en cambio un cuestionamiento profundo de la problemática asistencial a partir de la dificultad de tener en cuenta un nuevo perfil de carecientes que planteaban el problema de una nueva relación con el trabajo (o el no trabajo) a mediados del siglo XIV se desprende la cuestión social del trabajo: de hecho la cuestión social en sentido propio.
-Mi prójimo es mi próximo.
La organización sobre la base de la domiciliación se sistematiza con el desarrollo de las ciudades, y entraña una transferencia al tejido urbano de las instituciones y los profesionales de la asistencia, que son ya los religiosos. La asistencia se organiza sobre una base local e impone una selección más rigurosa sobre los asistidos.
Ley Isabelina (1601): el “gran encierro” los pordioseros no podían moverse de su lugar de origen y residencia.
LAS HERAS “INTRUDUCCION AL
BIENESTAR SOCIAL”
“Las formas históricas de la
acción social”
La acción social se ha manifestado de diferentes formas que reflejan los varios momentos de la evolución de nuestro mundo y también los pensamientos dominantes en cada época. Es un proceso objetivamente progresivo y que nos permite, desde una perspectiva histórica global, considerar casa una de las formas de la acción social como una etapa que es valida es si misma y también como preparación de los que esta por venir (próxima etapa de la acción social).
Hay que enriquecer la actividad
presente con la experiencia acumulada de las antiguas formas de acción social
(vivir con conciencia histórica).
-Caridad y beneficencia pública.
El medioevo es el arranque de la consideración histórica sobre la acción social. En esta época los pobres como los ricos lo eran por “expresa voluntad divina” y la virtud del débil no podía ser otra que la resignación.
Tres pilares del poder, nobleza, iglesia y rey. La iglesia era la promotora de ciertos servicios y hacia invitaciones a los ricos para que contribuyeran con la limosna. Para eso se apelaba a la virtud de caridad. Esta forma de acción social tiene como característica un espontaneísmo arbitrario y la muy débil organización que le podía dar una iglesia feudal y monástica.
Cuando empiezan a nacer la ciudades y sus elementos mas activos hay un cambio. Juan Luís Vives (español) simboliza la nueva actitud social, que implementando ciertos principios cristianos, intenta imprimir a la vieja caridad un sentido de eficacia, de organización y promoción.
Con Vives se supera el concepto
de caridad individualista y empieza la época de la beneficencia pública
con intervención de los poderes competentes, aunque gestionada e ideologizada
con excesivo predominio por la Iglesia Católica.
-Beneficencia (según los tratadistas): una organización y actividad que se concreta en prestaciones graciables de mera subsistencia a favor de los indigentes, financiada con fondos públicos o privados.
-Beneficencia (según la
legislación española): la satisfacción de las necesidades presentes y esenciales
de una persona que no puede satisfacerlas por si misma, por su condición de
pobreza o indigencia, siempre que esta no sea voluntaria.
-Derecho a la felicidad.
En los países anglosajones la caridad, virtud demasiado cercana a una sociología de fe cristiana, deja paso a la filantropía, actitud, que, en algunos puede tener raices religiosas, resulta en si mucho mas laica y autónoma.
De dedican por medio de diversas
asociaciones comunitarias a mejorar sus ciudades, sus servicios, sus condiciones
de vida.
-La era industrial.
El procesos de industrialización es la culminación de la revolución burguesa. Este proceso consiste en un cierto número de innovaciones técnicas que determinaron una serie de transformaciones estructurales en el modo de producción. Se determinó el modo de producción capitalista, tanto en el orden financiero como en el jurídico.
Como telón de fondo esta la doctrina liberal, según la cual hay que dejar que las fuerzas socioeconómicas se desaten espontáneamente porque ellas mismas concentrarán su natural armonía.
El espontaneísmo resultante consagra la selección natural del más fuerte. Es el más débil el que va a apagar los desajustes del cambio. Nadie ni nada se ocupa de él como persona. El dogma central del liberalismo es la no-intervención del Estado.
Primer sistema capitalista:
Da como resultado masas enteras sumidas en la miseria que tienen que recurrir a la beneficencia pública. En este ambiente nacen las respuestas asistencialitas. La pobreza debía ser aliviada por la asistencia pública. El Estado no intervendrá más que para paliar ciertas consecuencias de leyes “naturales” (las de la economía de mercado) que tenían que ser acatadas forzosamente.
También las reacciones de abusos
se dan por parte de ciertos grupos religiosos y conservadores. Se pone de moda
la “cuestión social”
-Surgimiento del socialismo.
El socialismo, como teoría, surge en dos versiones que nacen sucesivamente.
1. Este socialismo nace en un momento en donde las teorías racionalistas están en completa contradicción con las condiciones sociales de la época.
El auge de la industria sobre las bases capitalistas convirtió la pobreza y la miseria de los nuevos trabajadores en condición de vida de la sociedad.
Es un movimiento que intenta poner un remedio radical a los problemas.
Creen que se impondrá por la sola fuerza de sus bondades.
El socialismo utópico respondía a un momento histórico poco maduro para la instauración de un socialismo efectivo. De todos modos, es evidente su pionerismo, no sólo en lo ideológico, sino también en lo que se refiere a la acción social (reducción de la jornada laboral, aumento en los salarios, construcción de viviendas, economatos, especial atención al trabajo infantil y femenino y seguro social). Sus iniciativas fueron un anticipo a los que después se institucionaliza de modo definitivo como logro de la clase trabajadora.
2. La otra versión del socialismo surge con los aportes de Marx y Engels. Para ellos el socialismo es el producto necesario de la lucha de dos clases formadas históricamente: el proletariado y la burguesía. Su misión no es elaborar una situación lo mas perfecta posible de sociedad. El cambio radical en este caso consiste en la toma y dominio del aparato del Estado por la clase trabajadora. Debe transformarse en un Estado al servicio del proletariado, el cual, una vez cumplida su misión de socializar los medios de producción, entra en un proceso de extinción.
El bienestar social es asumido
constitucionalmente como una parte integrante del sistema socioeconómico, que
obliga a todas las estructuras sociales.
Robert Castel: “La metamorfosis de la cuestión social” Ed. Paidos 1997
Para Castel la cuestión social se caracteriza por una inquietud acerca de la capacidad para mantener la cohesión de una sociedad, en esta inquietud se ve la amenaza con la ruptura de ciertos grupos cuya existencia hace vacilar la cohesión del conjunto.
Las poblaciones que son el objeto de intervención social son aquellas que difieren fundamentalmente según sean o no capaces de trabajar, y en función de ese criterio se las trata de maneras totalmente distintas. Un primer perfil de estas poblaciones remite a ancianos indigentes, niños sin padres, lisiados de todo tipo, idiotas. Todos estos individuos tienen en común el no poder subvenir a sus necesidades básicas porque no están en condiciones de trabajar.
Existen poblaciones exentas de trabajar por un conjunto de situaciones de dependencia reconocidas, constituido en torno de la incapacidad para entrar en el orden del trabajo, por deficiencias físicas o psíquicas manifiestas, debidas a la edad, a la enfermedad, a los defectos corporales, y que pueden incluso extenderse a ciertas situaciones familiares o sociales desastrosas. Son las poblaciones que se encuentran en estas situaciones quienes se convierten en clientela potencial de lo social-asistencial.
Se consideran “indigentes válidos” a quienes siendo capaces de trabajar no lo hacen. Éstos, desprovistos de medios, y por lo tanto también dependientes de un auxilio, no pueden sin embargo beneficiarse directamente con los dispositivos concernientes a los eximidos de la obligación de bastarse a si mismos.
Los disensos que se dan con respecto a las diferentes clientelas son a causa de los denominados “indigentes validos” ya que es a menudo rechazado de la zona de asistencia ya que este no trabaja porque no quiere y no porque no pueda y también con los extranjeros ya que para estos no existen las redes de protección cercana que a los autóctonos les aseguran que alguien se haga cargo mínimamente de sus necesidades elementales.
La sociabilidad primaria se refiere a los sistemas de reglas que vinculan directamente a los miembros de un grupo, sobre la base de su pertenencia familiar, de vecindario, de trabajo, y tejen redes de interdependencias sin la mediación de instituciones específicas. Se trata de sociedades de permanencia, en cuyo seno el individuo, insertado desde su nacimiento en una red estrecha de coacciones, reproduce en lo esencial los mandatos de la tradición y la costumbre. La relación que guarda este tipo de sociabilidad con la asistencia se basa en que la asistencia se ocupa de crear practicas para cada población carenciada, y por lo tanto toma formas particulares en las distintas formaciones sociales como en este caso.
La relación que se da entre sociabilidad secundaria y asistencia es que la sociabilidad secundaria se refiere a sistemas relacionales independientes de los grupos de pertenencia familiar, de vecindario, de trabajo; haciendo que la asistencia se encargue de crear nuevas practicas asistenciales mas sofisticadas, ya que esta se encarga de crear prácticas acordes a las necesidades de cada población
Para Castel la asistencia especializada se refiere a que quienes se hacen cargo de estos tipos de problemas no pueden ser cualquiera, ni lo hacen de cualquier manera, ni en cualquier lugar; se trata de individuos o grupos que tienen por lo menos un mandato parcial, y son identificados como tales. Son a su manera “funcionarios” de lo social, en cuanto su mandato, por lo menos en parte, consiste en brindar este tipo de servicio especial.
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Gómez Blanco, Fernanda.
“Algunas reflexiones sobre el pensamiento de Michel Foucault”. Ficha de clase.
Universidad de Buenos Aires. Cátedra Trabajo Social I. Melano. 2008.
Foucault rompe con las concepciones clásicas del término de poder. El mismo esta determinado por el juego de saberes que respaldan la dominación de unos individuos sobre otros al interior de estas estructuras. El poder no es considerado como algo que el individuo cede al soberano, sino que es una relación de fuerzas, una situación estratégica en una sociedad determinada. El poder está en todas partes, el sujeto esta atravesado por relaciones de poder.
Foucault dice que el poder no esta nunca quieto, nunca localizado aquí o allá, no está nunca en manos de algunos. En las redes reticulares de poder, circulan los individuos quienes están siempre en situaciones de sufrir o ejercitar ese poder. No hay blancos predeterminados del poder. Todos estamos atravesados por situaciones de poder. El tránsito del poder es transversal, porque según Foucault no existen divisiones entre quienes poseen el poder y quienes no lo tienen o lo soportan, sino que funciona en cadena, atravesando a todos de una manera u otra.
El poder no sólo reprime, sino que también produce efectos de verdad y produce saber. La verdad está ligada circularmente a los sistemas de poder que la producen y la mantienen. Foucault habla del régimen de la verdad, la verdad es la verdad del régimen. Según el, este régimen fue una condición de formación y desarrollo del capitalismo. No pretende cambiar la conciencia de la gente, lo que tienen en la cabeza, sino que lo que se trata de cambiar es el régimen político, económico e institucional de producción de la verdad.
Este concepto, remite al redescubrir de las luchas y los enfrentamientos, que se logran a partir de la caída de los discursos globalizantes (paradigmas). Pone en cuestión los paradigmas aceptados en la actualidad. Cuestiona el poder hegemónico, lo que hace al poder y el concepto de poder en si. Las genealogías son una especie de anti-ciencia, críticas discontinuas y particulares contra las teorías globales. Estos saberes surgen en forma independiente a la producción teórica centralizada ya que no necesitan obtener su validez del sistema de normas comunes. El objetivo de las genealogías es la insurrección contra la jerarquización del conocimiento científico, para restituir el proyecto de conjunto.
Es una nueva mecánica de poder que surge entre los siglos XVII y XVIII, que permite extraer de los cuerpos tiempo y trabajo y que se ejerce continuamente a través de la vigilancia. Es un instrumento fundamental del capitalismo industrial. Reemplaza a la teoría jurídico-política de la soberanía, en el sentido en que la misma pierde su funcionalidad como forma de poder. Se utiliza el edificio jurídico para ocultar los procedimientos. El poder se ejerce en las sociedades modernas fluctuando entre los extremos dados por la heterogeneidad del derecho público de la soberanía y la mecánica polimorfa de las disciplinas. El discurso portado por las disciplinas se define en un código que no es el legal sino el de normalización, del saber científico-clínico, de las ciencias humanas. Por ende las disciplinas normalizadas se enfrentan de forma creciente a los sistemas jurídicos de la soberanía.
Es un tipo de edificio creado a fines del siglo XVIII por Jeremías Bentham originalmente para cárceles con el fin de maximizar el poder controlador del vigilante, quien desde una posición estratégica obtiene una mirada omnipresente sobre los reclusos. Se trata de una estructura semicircular, con habitaciones que están abiertas hacia el interior de un patio y cerradas hacia afuera. En una torre situada en el medio del diámetro del patio, se sitúa el vigilante que observa “constantemente” (o al menos esa es la idea que tienen las personas que estén en las habitaciones), creando una sensación de control continuo entre los “observados”. Se lo propone para cárceles, escuelas, lugares de trabajo, hospitales. Foucault toma esta estructura arquitectónica para establecer un paralelismo a cómo se organiza y actúa el poder disciplinario en los diferentes ámbitos de la sociedad.
La disciplina, para ser ejercida en forma eficiente, debe proceder siguiendo una serie de esquemas de organización de los individuos en el espacio (ya sea la clausura, la división en zonas, el rango). La técnica disciplinaria se centra en el cuerpo y produce efectos individualizantes y manipula al cuerpo como foco de fuerzas que deben hacerse útiles y dóciles. Es necesario para que esta manipulación sea efectiva una sensación de control constante como la que, por ejemplo, plantea el modelo del panóptico. Teniendo en cuenta estos dos aspectos (control y disciplina), la organización de la disciplina social, se transforma en una forma de poder, que genere obediencia, y economicidad del tiempo y del esfuerzo de control.
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Foucault, M. “historia de la locura en la época clásica”, en Fondo de Cultura Económica. México, 1990, Págs. 13 a 21.
En la edad media, la
exclusión esta representada por la enfermedad de la “lepra”. Se crearon
numerosos hospitales, llamados leprosarios, para mantenerlos elegantemente
alejados de los demás. El leproso era una figura insistente y temible, excluida,
alrededor de la cual se trazaba siempre un círculo sagrado, por ser esa figura
siempre una manifestación de Dios, puesto que es marca a la vez, de la cólera y
de la bondad divinas. Al leproso se lo arrastra de la Iglesia, pero se le pide
que siga atestiguando ante Dios. Según la Iglesia, y la sociedad misma de esa
época, el abandono era la salvación para el leproso, la exclusión, es una forma
distinta de comunión (“si tienes paciencia te salvarás”).
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Hobsbawn E.: “Las
Revoluciones Burguesas”. Ediciones Guadarrama – Madrid 1971. (Pág.
357 a 386)
Acerca de la caridad cristiana como procedimiento de aliviar la pobreza, se la consideraba tan mala como inútil, la cual podía apreciarse en los Estados pontificios en los cuales abundaban. Este tipo de caridad era popular no solo entre los ricos tradicionalistas, que la fomentaban como salvaguardia contra el peligro de la igualdad de derechos, sino también entre los tradicionalistas pobres, convencidos que tenían derecho a las migajas de la masa del rico.
Las condiciones del escenario del “trabajador pobre”,quienes enfrentados con una catástrofe social que no entendían, empobrecidos, explotados, hacinados en suburbios o en los extensos complejos de los pueblos industriales en pequeña escala, se hundían en la desmoralización. Estos eran privados de las tradicionales instituciones y guías de conducta. Esta situación empeoraba ya que las ciudades y zonas industriales crecían rápidamente, sin plan ni supervisión, y los elementales servicios de la vida de la ciudad no llegaban a satisfacer las demandas. Faltaban casi por completo los servicios de limpieza en la vía pública, abastecimiento de agua, sanidad y viviendas para la clase trabajadora, como consecuencia de este abandono urbano reaparecieron epidemias de enfermedades contagiosas. Así como el alcoholismo, el infanticidio, la prostitución, el suicidio, el desequilibrio mental, el aumento de criminalidad y de la violencia, el surgimiento de sectas y cultos apocalípticos, místicos y supersticiosos indican una incapacidad parecida para contener los terremotos sociales que estaban destrozando las vidas de los hombres. Todas estas formas de distorsión de la conducta social eran alternativas para escapar del destino de un pobre hombre trabajador, o al menos para aceptar u olvidar la pobreza y la humillación.
Debido a la situación de los trabajadores a mediados del siglo XIX se da la aparición de los movimientos laborales y socialistas, así como el desasosiego revolucionario de las masas.
La verdadera pobreza era aún peor en el campo, y especialmente entre los jornaleros, los trabajadores domésticos rurales y los campesinos que vivían en las tierras pobres y estériles. Una mala cosecha provocaba verdaderas hambres, aun sin la intervención de catástrofes adicionales.
Sumándole a estas condiciones que el dinero y los jornales tendían a bajar desde 1815, y también la producción y el transporte de los alimentos. Pero, aparte de ello, el cambio en la dieta alimenticia del hombre preindustrial por la del industrial y urbanizado iba a llevarle a la desnutrición.
Además, el cambio en la economía traslado y desplazo a labradores a cercanías de las industrias, de los cuales una gran parte permanecía inabsorbida por las industrias, como un sustrato permanente de pobreza y desesperación.
La fase inicial de la revolución industrial no impulso a todos los trabajadores hacia las factorías mecanizadas, por el contrario se multiplicaba él numero de artesanos preindustriales, de cierta clase de trabajadores domésticos, mejorando a menudo su condición. En la década 1820-1830 al avance de la máquina y del mercado empezó a dalos de lado (cabe destacar que esta clase no eran ente ignorante e inexperta. Materialmente el nuevo proletariado fabril estaba algo mejor, sin embargo no era libre.
Y fue el movimiento obrero el que proporciono una respuesta a tal situación, introduciendo como novedad a la conciencia de clases.
La conciencia de clases proletariadas y las aspiraciones sociales surgen en los primeros años de la década 1830-1840, la conciencia de clases fue la variante en el movimiento laborista. Ya no era el pobre que se enfrentaba al rico, sino una clase especifica, la clase trabajadora, obreros o proletariado, se enfrentaba a otra, patronos o capitalistas.
La conciencia proletaria estaba combinada y reforzada por la conciencia jacobina, o sea, la serie de aspiraciones, experiencias, métodos y actitudes morales que la Revolución francesa infundió en los confiados pobres. La experiencia de la clase trabajadora daba al trabajador pobre las mayos instituciones para su defensa de cada día: la “unión general” y la sociedad de ayuda mutua, y las mejores armas para la lucha colectiva: la solidaridad y la huela.
Sin embargo, incluso donde no eran tan débiles, inestables y localizadas, su alcance era bastante limitado. Las vastas “uniones generales”, lejos de mostrarse más fuertes que las sociedades locales y parciales, se mostraron más débiles y menos manejables, lo cual se debía menos a las dificultades inherentes a la unión que a la falta de disciplina, organización y experiencia de sus jefes. La huelga general resulto inaplicable bajo el cartismo. Por el contrario, los métodos de agitación política propios del jacobinismo y del radicalismo en general, pero no específicamente de la clase trabajadora, mostraban su flexibilidad y eficacia.
La tradición jacobina sacó fuerzas y una continuidad y solidez sin precedentes de la cohesiva solidaridad y lealtad características del nuevo proletariado. Los proletariados no se mantenían unidos por el mero hecho de ser pobres en el mismo lugar, sino por él hecho de que trabajan juntos en gran número, colaborar en la tarea y apoyarse los unos a los otros era toda su vida. La solidaridad inquebrantable era su única arma, pues sólo con ella podían demostrar su modesto pero decisivo haber colectivo.
Tres posibilidades se abrían al pobre que se encontraba al margen de la sociedad burguesa. Podía esforzarse en hacerse burgués, podía desmoralizarse o podía rebelarse.
La primer posibilidad no sólo era técnicamente difícil para quienes carecían de un mínimo de bienes o de instrucción, sino también profundamente desagradable, ya que se estarían insertando en un sistema individualista puramente utilitario.
Como segunda alternativa estaba la desmoralización que implicaba que estaban privados de las tradicionales instituciones y guías de conducta y se refugiaban en el alcoholismo, entre una de las alternativas, para intentar olvidar su condición actual, asimismo también eran los que estaban expuestos a mayores riesgos de enfermedades.
Como última posibilidad esta aquel pobre que decide rebelarse y lo hace mediante la conciencia de clase y la lucha colectiva por mejorar la condición que padece.
Creemos que las estrategias que implementaron en un primer momento fue la destrucción masiva de las maquinarias, acusándolas de haberles quitado el trabajo, posteriormente junto a la conciencia de clases se fueron organizando movimientos sobre la base de la cooperación, cohesión y solidaridad para retractar su situación frente a un contexto que los subordina y excluye del sistema, encontrando en ella una solución eficaz y durable.
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Ander Egg Ezequiel:
“Historia del Trabajo Social” Ed. Humanitas Bs. As. 1985. Pág. 60 a 68 y 105 a
139
Hasta el siglo XII y XIII la existencia de ricos y pobres se consideraba algo natural y como lo querido por Dios. “Nada mas digno de admiración que la desigualdad en la distribución de la riqueza, en que descansan a su vez las diferencias de clases... estas diferencias de riqueza son las que ligan a unos hombres con otros y les hacen sentir su dependencia mutua. El rico y el pobre se necesitan ambos recíprocamente.
Este es el “orden de la Providencia Divina” para el hombre medieval y aun en siglos posteriores: “los pobres facilitan a los ricos el perdón de los placeres, los ricos animan a los pobres a no perder el merito de sus sufrimientos”.
Las comunidades de artesanos, organizados legalmente, constituyeron sus gremios y a través de sus Cofradías se organizaron nuevas formas de asistencia social. Tenían un doble aspecto: por una parte eran organizaciones que agrupaban a quienes realizaban un determinado oficio, por otro lado constituían Cofradías religiosas que atendían no solo a lo espiritual, sino también como exigencia de la fe religiosa, se establecían diferentes formas de ayuda mutua, hermandad y amistad.
Durante la Edad Media la moralidad es individual, no se plantan problemas morales en términos de estructuras. Era inevitable que así fuese, pues no había conciencia de que existían condicionamientos estructurales; la sociedad es una realidad fijada para siempre, conforme a un orden establecido por Dios.
En el siglo XII comienza a producirse un cambio en el tratamiento de la pobreza: la cuestión que ha sido considerada en un plano moral y religioso pasa a tener una consideración social. Hasta entonces, cada señorío tenia registrado a “sus” pobres; en las ciudades y villas eran parte del escenario. Pero poco a poco el problema de la pobreza es un fenómeno social que adquiere una magnitud creciente, y el pobre ya no es considerado solo como el “desgraciado” o “infeliz” que hay que ayudar, sino como un revoltoso y hasta como un criminal potencial.
Aparecen los pobres “ocasionales”, muchos de ellos vagabundos o falsos peregrinos, algunos de los cuales eran malhechores que se dedicaban al pillaje. Se producen también las primeras revueltas campesinas en Francia (1358), en Inglaterra (1381) y en los reinos de Castilla que no son otras que “revueltas contra la miseria”.
Vicente de Paul es uno de los precursores de la ayuda social organizada. Supo conciliar las motivaciones religiosas de la acción con la eficacia organizativa.
Surgió la idea de organizar la caridad con el fin de prestar una ayuda más amplia y eficaz a todos aquellos que estuviesen en necesidad. Convocó una Junta de señoras y les propuso que cada día una se encargase, no solo de atender esa familia necesitada que dio lugar al pedido, sino también a todos los que tuviesen necesidad de ayuda dentro del ámbito de la parroquia... Esta experiencia se extendió a diferentes lugares de Francia y se tradujo a gran variedad de obras de caridad. De ahí surgieron las Asociaciones o Cofradías de la Caridad.
Es interesante recoger lo que podríamos llamar hoy “metodología” de trabajo.
Para una historia del Trabajo Social, el estudio detenido de la obra de Vicente de Paul seria muy relevador. Al margen de la magnitud de las tareas emprendidas, ellas revelan muy bien el “estilo de vida” propia de una época. No hemos de juzgarlo fuera de contexto. Vicente de Paul de muy variadas maneras y con formas propias de su época - y yendo mas allá de lo que se hacia- esboza las primeras formas de ayuda a los necesitados.
En la antigüedad no se exaltaba la caridad como virtud, ni se tenía conciencia de su papel en las relaciones sociales. Fue el cristianismo el que introdujo el cambio decisivo al hacer caridad – el amor- la principal virtud del cristiano y su distintivo esencial.
En la Edad Media, la iglesia y sus organizaciones organizaron la caridad entendida como el socorro a las viudas, huérfanos, pobres, enfermos y extranjeros. La caridad fue considerada como los deberes que va más allá de la justicia.
En la Edad Moderna con la progresiva secularización de la sociedad y el auge del individualismo, la organización de las obras de caridad dejo de ser privativa de la iglesia, comenzando una intervención cada vez mayor de la iniciativa privada, acorde también con el papel de policía o tutelaje que se atribuía el Estado. Resulta evidente que la llamada “caridad” se transformaba en un intercambio de mercancías espirituales: doy para recibir.
En el siglo XIX aparecen alternativas de transformación radical de la situación que explican de manera diferente la naturaleza de la pobreza: no simplemente como un problema individual, sino como una situación que deriva de estructuras socio-económicas concretas.
Sin embargo todo el desarrollo de la asistencia social, con la sensibilidad y preocupación real de muchos miembros de este cuerpo profesional, se dio como respuesta al problema de la pobreza considerada esta como un sub-producto indeseable del sistema capitalista, y no como algo producido por la misma lógica del sistema.
Durante todo este periodo se da una evolución que va, desde la acción benéfica-asistencial con motivaciones más o menos moralistas-religiosas, hasta la filantropía que es una versión laicizada y racionalizada de la caridad cristiana.
Las consideraciones precedentes sobre “el modo de hacer” o “esbozo de una cierta técnica operativa” tienen algunos aspectos en común. La conciencia de la necesidad de realizar un estudio previo, que no se puede seguir ayudando “lismonerilmente”, es decir, respondiendo una demanda sin saber si la necesidad existe realmente. Otros dos aspectos a destacar son: el de las “relaciones” interpersonales con los “ayudados”, el de la prevención y rehabilitación y la supervisión del trabajo.