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Revolución Rusa
I. DE 1905 A LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL
Primera sección: La revolución rusa de 1905 y sus consecuencias.
Resumen general
En 1905 una manifestación pacífica que se dirigía al Palacio del Zar para reclamar una serie de mejoras políticas y sociales fue ametrallada por los guardias. El hecho generó una gran indignación a lo largo de todo el país. A la crisis económica se le sumaba el descontento y el desprestigio del gobierno provocado por los desastres militares de la guerra contra Japón iniciada el año anterior. La masacre del “Domingo sangriento” desembocó en una insurrección. En varias ciudades se constituyeron unos consejos de obreros que iban tomando control del movimiento rebelde: Nacieron así los soviets. La rebelión se extendió también al ejército: los marineros del Acorazado Potemkin tomaron control de la nave y se unieron a la población civil del puerto de Odesa, también alzada contra las autoridades locales. Ante la situación el Zar debió ceder: Se acordaron ciertas libertades y se limitó el poder de la autocracia mediante la convocatoria a una Duma o “Parlamento ruso”. Pero Nicolás II solo obraba bajo la presión del momento buscando recuperar el poder con el tiempo. El movimiento revolucionario se dividió: La oposición liberal lo abandonó, aceptando las reformas y solo la izquierda socialista continuó peleando, considerando que todo era insuficiente. Esto permitió a Nicolás II organizar la represión. Un año después del Domingo Sangriento, la revolución rusa se había extinguido. Nicolás
II aprovechó para dar marcha atrás con las reformas. La Duma continuó reuniéndose, pero nunca tuvo el mismo poder que un verdadero parlamento. Aunque los sóviets terminaron disueltos y sus dirigentes procesados y encarcelados, esta experiencia fue decisiva para el pueblo, pues los sóviets renacerían espontáneamente en 1917.
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El Domingo Rojo
9 de Enero de 1905, una multitud se concentra en las calles de San Petersburgo, que estaba nevado, para marchar hacia el Palacio de Invierno, la residencia del Zar dentro de la ciudad, con el propósito de presentar una serie de reclamos. “…el avance hacia el Palacio fue pacífico -recordó luego Trotsky- no había canciones, banderas o discursos.” Algunos portaban banderas y retratos del Zar. Nadie llevaba armas. Los transeúntes se persignaban a su paso. Eran conducidos por un pope (sacerdote ortodoxo) llamado Gapon, que iba al frente con una gran cruz. Suponían que el Zar los atendería y lo convencerían amablemente de la racionalidad de sus peticiones. Una mezcla de reclamos democráticos (libertad de palabra, prensa, reunión, culto, etc.), laborales (jornada de 8 horas, eliminación de las multas que confiscaban salarios, etc.), educativos (instrucción pública obligatoria estatal) y económicos (sustitución del régimen de impuestos por uno más equitativo, entrega de tierras a los campesinos, etc.)
La causa inmediata de la manifestación se remontaba a sucesos ocurridos el 4 de Enero, cuando en la fábrica Putilov, una de las productoras metalúrgicas más importantes de la ciudad, despidieron obreros. Eran miembros de la “Sociedad de Obreros de Talleres y Fábricas”, un organismo sindical creado a instancias del cura Gapon. En los últimos años el gobierno empezaba a tolerar la existencia de estas “asociaciones” a fin de evitar que la única alternativa para los obreros fueran los partidos revolucionarios.
Ante el despido de los compañeros -cuatro, según Lenin-, el sindicato proclamó la huelga. Pero las consecuencias excedieron los previsto, y se paralizó la fábrica Putilov, lo que se extendió por toda la ciudad. Entonces, el cura Gapon propuso, para salvar la situación, apelar directamente al Zar con la manifestación.
Pero la actitud de las autoridades no era comprensiva: El día anterior se declaró el estado de sitio en San Petersburgo. Ante ello, los organizadores de la manifestación acentuaron las precauciones: no debían llevar estandartes, sino sólo retratos del Zar o íconos religiosos; la marcha se efectuaría en silencio y no se pronunciarían discursos.
El documento redactado para ser entregado al gobierno usaba un tono muy respetuoso. Los socialdemócratas participaron en su redacción, consiguiendo incluir algunas peticiones, pero no tuvieron éxito en procurar darle un contenido más contundente, aunque decidieron apoyar la marcha, sumándose a ella.
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Antecedentes del Domingo Rojo: La oposición liberal. - La manifestación del Domingo 9 de Enero no era un hecho aislado: Desde el inicio del nuevo siglo, varios reclamos y protestas se habían sucedido. Ya no eran sólo los socialdemócratas, también estaba la burguesía rusa, que enviaba a sus hijos a las universidades y estaba en contacto con el mundo intelectual europeo. También en la misma nobleza, uno de los pilares del régimen, había un núcleo de reformistas. A la oposición creciente de la burguesía, se agregaban las huelgas obreras -que comenzaban a ir más allá de puntuales reclamos del sector, para adquirir un matiz político de cuestionamiento al régimen- y rebeliones campesinas.
En particular, el descontento se había generalizado tras el inicio de la guerra ruso-japonesa de 1904.
La Guerra Ruso- Japonesa de 1904: Fracaso militar y descontento. - Rusia entró en guerra con Japón cuando ambas potencias chocaron en el extremo Oriente. Era una típica disputa entre dos imperialismos que se expandían a costa de la debilitada China.
Las continuas derrotas del ejército ruso pusieron en evidencia la corrupción e incompetencia de los generales Zaristas. La misma burguesía, que al principio apoyó la guerra, se pasó a la oposición ante los resultados. Toda la propaganda gubernamental triunfalista del principio de la guerra, que minimizaba la capacidad de los japoneses, contrastaba ahora con los resultados.
La guerra no sólo trajo descontento sino también crisis económica. El salario real había caído casi un 25%, los transportes se desorganizaron y la movilización restó brazos en el campo. Todos motivos sumados para las protestas obreras que condujeron a la marcha del 9/1/1905.
Cuando la pacífica manifestación conducida por el sacerdote Gapon llegó al Palacio de Invierno, los cosacos a caballo, cargaron contra los manifestantes con los sables desenvainados. Con esto consiguieron dispersar a algunos, pero el grueso no se asustó y continuó avanzando. Fue entonces cuando sonó un clarín y
Los guardias Zaristas empezaron a hacer fuego. El resultado fueron mil muertos y casi dos mil heridos.
La masare, conocida como el domingo rojo o el domingo sangriento provocó una indignación a lo lago de Rusia y en toda Europa. Su consecuencia política inmediata -puntualizada por los bolcheviques- fue disipar la ilusión de que se pudiera confiar en que el Zarismo estaba dispuesto a escuchar los reclamos populares.
Las huelgas se extendieron a varias ciudades como Moscú, Saratov y Varsovia, entre otras. Era un movimiento espontáneo de furia, como lo prueba el que las reivindicaciones concretas emergieran después de iniciadas las protestas.
Los alzamientos pronto se extendieron al campo y a las nacionalidades sometidas al Imperio. Los campesinos asaltaron y saquearon las residencias de los nobles, repitiendo escenas que ya se habían visto en la Francia convulsionada de 1789. En cuanto a los pueblos no rusos, los dos centros rebeldes se concentraron en los Estados Bálticos y en Polonia. El Zarismo intentó detener la rebelión: Se creó una comisión para estudiar los motivos de las protestas obreras y se hicieron promesas de rectificar abusos o errores. La Comisión resultó un fracaso y fue disuelta al poco tiempo después por el gobierno.
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La Sublevación del Acorazado Potemkin
La mala conducción de la guerra y las torpezas y abusos de los altos rangos del ejército hacia sus subordinados, provocaron varios incidentes en las tropas de mar y tierra. El más conocido -gracias a una película filmada casi 20 años después- fue el levantamiento del Acorazado Principie Potemkin que integraba la flota del Mar Negro. El detonante fue la distribución de carne podrida -aunque ya existía una situación tensa a causa de maltratos y castigos físicos-. Los marineros protestaron ante los oficiales y éstos, con la típica arrogancia de la nobleza, se negaron a escucharlos. El intento del comandante de mantener la disciplina escarmentando a los más cuestionadores sólo empeoró todo y el barco terminó amotinándose. Las tensiones entre altos mandos y subalternos se vinculaban con la estratificación social: Los primeros se reclutaban entre nobles y burgueses y los segundos pertenecían al campesinado o a la clase obrera. Los primeros disponían de privilegios y sueldos elevados los rangos bajos debían emplear títulos nobiliarios para dirigirse a sus superiores.
De hecho, el alzamiento del Potemkin tuvo secuelas en la segunda mitad del año con incidentes similares en las bases navales de Cronstadt y Vladivostock. También hubo ecos en las ciudades de soldadaos de Jarkov, Kiev, Varsovia, etc.
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El Zarismo Cede: Manifiesto de Octubre
Para la segunda mitad de 1905 el régimen se vio obligado a dar dos pasos a los que se venía resistiendo:
Acordar la paz con Japón -lo que implicaba aceptar la derrota- y efectuar concesiones políticas.
La conclusión de la guerra tuvo sus pro y sus contra: Por un lado, eliminaba un elemento de descontento que estimuló la rebelión, pero, al mismo tiempo, generó otra irritación en los sectores nacionalistas, en círculos militares y en todos aquellos que estaban involucrados económicamente en el Extremo Oriente. La admisión de la derrota y la concesión de territorios a los japoneses -hay que decir que las condiciones propuestas por estos fueron sumamente moderadas- fueron algo difíciles de digerir para estos, que protestaron por las condiciones “humillantes” del tratado de paz -firmado en Septiembre-. Sin embargo, por otro lado, Nicolas II ahora disponía de las tropas para utilizarlas en la represión interno.
En cuanto a las concesiones políticas, en Octubre se emitió un Manifiesto donde se prometían cambios, fundamentalmente, la concesión de mayores libertades e incluso una reforma electoral para ampliar la base representativa de la Duma. Así se dividió al movimiento revolucionario, ya que los sectores liberales empezaron a abandonar la lucha. La agitación política crecía en las Universidades rusas, que se habían convertido en centros vitales: realizaban sus asambleas con los obreros, sin que la policía se atreviera a ingresar por la fuerza.
Ese mismo mes de Septiembre comenzó una huelga de tipógrafos de la imprenta Sittin de Moscú. Era un simple reclamo laboral, que pronto se extendió a otras imprentas. La policía se quejaban de que detrás se movía una “organización no autorizada”, la Unión de Obreros Tipográficos. A los pocos días, también los panaderos iniciaron una medidas de fuerza. A partir del 7 de Octubre, la protesta se extendió a los ferroviarios. La huelga de Octubre no se desarrollaba con sujeción a un plan. La huelga fue puramente casual pero no hubo quien la contuviera. A partir del 10 de Octubre, el movimiento originado en Moscú abrazaba todo el país y las reivindicaciones eran ya francamente políticas. El mundo no había presenciado jamás una huelga general de tal magnitud. No trascendió el verdadero enfrentamiento armado, más que unos pocos incidentes aislados, pero bastó para que el absolutismo perdiese la cabeza e iniciase la retirada. A ello se debió el manifiesto constitucional del 17 de Octubre. El Zarismo, aunque herido, seguía manteniendo su maquinaria de poder.
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Los Sóviets
La palabra rusa sóviet significa “consejo”. Los sóviets surgieron luego del domingo sangriento. Se trataba de “asambleas” o “reunión de delegados” de los obreros en huelga cuyo objetivo original era coordinar el movimiento. A medida que se extendió la insurrección, los sóviets ampliaron sus funciones y además de lograr varias conquistas laborales (como la reducción de la jornada, aumentos en los salarios), empezaron a distribuir alimentos y mantener el orden -sustituyendo, de hecho, a la policía- a través de sus propias milicias.
¿De dónde obtuvieron tanto poder los sóviets? Se combinaron dos razones: Por un lado que muchas autoridades Zaristas los reconocieron en la práctica como voceros de la clase obrera -en especial tras el Manifiesto de Octubre-. Por otro lado, el sóviet tenía un poder de hecho en ciertas regiones: “Las nuevas formas de la vida social se constituían y vivían fuera de toda definición jurídica. El sóviet era una de estas formas”.
Los sóviets aceptaron a los militantes de los partidos de izquierda -muchos eran los mismos obreros- pero se procuró una representación equitativa entre bolcheviques, mencheviques y eseristas (socialistas revolucionarios). Según manifestó Trotsky durante el juicio posterior a los dirigentes del Sóviet de Petersburgo, “… los representantes de los partidos no tenían, ni en el sóviet, ni en su comité ejecutivo, el derecho al voto; participaban en debates, pero no en votaciones. Esto se explica por el hecho de que el sóviet estaba organizado según el principio de representación de las empresas y de profesiones obreras, no de partidos.
La insurrección del Sóviet. - El arresto de algunos dirigentes del Sóviet de San Petersburgo en diciembre generó un levantamiento en Moscú. Aunque tuvieron éxito inicial, las fuerzas represivas convocadas por el Zar restablecieron el control en pocos días. La represión siguió, generalizada y brutal, prácticamente desmanteló a los sóviets.
Para principios de 1906 se hizo evidente que el gobierno recobraba el control. Sin embargo, aún estaba debilitado y por eso se reunió la Duma prometida por el Manifiesto de Octubre. Desde el principio se vio que aquello no iba a funcionar: Los diputados de la Duma se tomaron en serio su papel de “representantes
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populares” y trataron de exigirle medidas al Zar, comenzando por una amnistía general. Rápidamente descubrieron que Nicolás II seguía considerándose la única autoridad legítima y consentía la Duna como mero órgano consultivo.
Derrotada la Primera Revolución Rusa, la etapa abierta en el 1906 será de gradual recomposición de la autoridad régimen. La Duma quedará poco a poco relegada a un papel subalterno. La advertencia de 1905 fue desoída por Nicolás II en todos los aspectos. Diez años más tarde de la guerra ruso-japonesa, el Zar volverá a meter al país en otro conflicto bélico. Y de nuevo la consecuencia será una revolución. Pero esta vez pagará muy caro la repetición del mismo error.
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Entreacto hacia 1917: Transición y Reacción (1906-1914)
El período que va de 1906 a 1914 se caracterizó, como hemos dicho, por la recomposición de poder del régimen. En la era postsoviética, algunos círculos nostálgicos del Zarismo han presentado la imagen de Nicolás
II como un monarca “democrático” puesto que aceptó la Primera Duma e introdujo una serie de reformas. Esta interpretación sostiene que la dinastía Romanov hubiera encaminado poco a poco a Rusia por la vía de un régimen parlamentario de estilo británico, de no interponerse la Primera Guerra Mundial y la Revolución de 1917. En realidad, se trata de una leyenda que desmienten los documentos de la época.
En primer lugar queda en claro que fue la Revolución de 1905 la que le impuso a Nicolás II las concesiones que se otorgaron. Sin la Revolución de 1905 el régimen no se hubiera modificado.
En segundo lugar, no hay ninguna duda que Nicolás II y su círculo más íntimo contemplaron con desprecio o desconfianza a los diputados de la Duma. La dinastía gobernante se consideraba a sí misma como la única autoridad legítima e Rusia. La idea de un poder emanado del pueblo era completamente ajena a los Romanov.
Las “concesiones” habían sido hechas de tal modo que en el fondo, nada cambió. El Zar continuaba tomando las decisiones fundamentales. Incluso podía disolver la Duma -y de hecho así sucedió- para llamar a nuevas elecciones y sacarse de encima a algunos diputados molestos.
El régimen electoral estaba muy lejos del sufragio universal y se procuró asegurar que la nobleza y los sectores mas vinculados a la Corte tuvieran una representación suficiente como para amortiguar cualquier tendencia reformista. La oposición dentro de la Duma quedó en manos de la burguesía liberal, pues los bolcheviques y la mayor parte de los socialistas dispusieron el boicot de las elecciones, por considerar que la Duma era un fraude.
Los primeros diputados burgueses llegaron con mucho ímpetu y entusiasmo -contrariamente a lo que dijo la historiografía oficial soviética- pero sus buenas intenciones se estrellaron contra los representantes adictos a la Corte y las trabas del mismo gobierno imperial.
Nuevos partidos políticos. - Otra de las consecuencias de la Revolución de 1905 fue el surgimiento de nuevos partidos que pronto encontraron representación en la Duma. Según vimos antes de 1905 existían algunos grupos políticos -como Beseda- que expresaban las ideas reformistas de la burguesía liberal o la nobleza progresista. Pero recién con el Manifiesto de Octubre, al abrirse la posibilidad de elegir diputados para la Duma y al aceptarse abiertamente la actividad política, surgieron partidos políticos definidos.
El reformismo tuvo dos expresiones fundamentales: los llamados “octubristas” y los “kadetes”. También había una agrupación que no era exactamente un “partido”, sino una “organización” de patotas defensora del Zarismo, llamada “Cien Negros” o “Centurias Negras” y finalmente, lo que quedaba de la “izquierda”: Los trudoviques.
➢ Octubristas: Era la Unión del 17 de Octubre, en alusión al Manifiesto, al que defendían y consideraban como su programa político. Eran “monárquicos moderados”. Apoyaban al Zar y al mismo tiempo creían en una reforma político. Trotsky recuerda con maldad que el surgimiento de los kadetes coincidió con una serie de medidas económicas del Ministro Vitte, que “echando mano a la caja del Banco del Estado”, favoreció a los empresarios o evitó la ruina de algunos capitalistas. Lo que es absolutamente cierto, es que efectivamente los “octubristas” se reclutaron entre los nobles terratenientes, los hombres de negocios y funcionarios del régimen. El equivalente argentino sería la UCeDé.
➢ Kadetes: El nombre oficial era Partido Demócrata-Constitucionalista, pero pronto se los denominó mediante la abreviatura rusa de sus siglas (KD), tal como pasó con los “eseristas” (Partido Social-Revolucionario: SR). Si los “octubristas” eran una especie de “derecha liberal”, los “kadetes” vendrían a
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ser la “izquierda liberal”. Proponían un Parlamento verdaderamente democrático y el respeto a los derechos fundamentales del individuo. Entre los “kadetes” también había nobles reformistas y burgueses liberales, pero el grueso estaba conformado por profesores universitario o intelectuales. Su principal dirigente, Pavel Miliukov era un conocido historiador. Los kadetes admiraban las instituciones liberales de Occidente, pero su problema fundamental fue que nunca fueron capaces de articular un partido de masas. En realidad, desconfiaban del pueblo ruso e incluso, le temían. Pretendieron ocupar un falso espacio intermedio entra la intransigencia revolucionaria de los socialistas y los reaccionarios incondicionales del Zarismo y terminaron triturados entre ambas fuerzas antagónicas. Trotsky los caracteriza como “…políticos de frac, oradores del foro y tribunos de los dsemstvos (…) El gobierno no les inspiraba confianza alguna, la revolución aún menos. Su sueño hubiera sido salvar a la revolución de sí misma, pero no veían como. No se atrevían a aparecer en las reuniones populares. Su prensa era la expresión de su debilidad y cobardía.
Hay que decir que en la Rusia de 1905 no hubo solo revolucionarios y reformistas. El régimen también tenía partidarios.
➢ Centurias Negras: Más que un partido político organizado con miras a lograr escaños en la Duma, se trataba de un grupo de choque, precursor de lo que luego sería el fascismo. Desfilaban con íconos religiosos, imágenes del Zar y símbolos patrióticos, portando cuchillos y puños de hierro para el caso en que se toparan con algún indio, revolucionario o liberal. Consideraban que estos tres -judíos, socialistas y demócratas- eran responsables de los males de Rusia. Soñaban con retornar a la Rusia medieval, bajo la doble autoridad del Zar y de la Iglesia. Tenían el apoyo expreso del régimen: El Ministerio del Interior financiaba sus periódicos y les proporcionaba armas e incluso el mismo Zar utilizaba el emblema. Al principio se integraban con los nobles más reaccionarios, altos funcionarios derechistas y algún que otro miembro de la Iglesia, pero posteriormente se les sumaron criminales para aprovechar los saqueos que se producían en los pogroms. Oficialmente, el grupo surgió bajo el nombre de Unión del Pueblo Rusoy el apodo “Centuria Negra” proviene de una organización que llevaba tal denominación en la Edad Media.
Antisemitismo y reacción. - Las Centurias Negras comenzaron a actuar desde 1905 como organización paramilitar de defensa del régimen. Cualquier sospechoso de simpatías revolucionarias podía ser atacado y escarmentado. No era raro ver a un grupo de Centurias Negras obligando en plena calle a cualquier persona a arrodillarse frente a un retrato del Zar o a que entrara a una Iglesia a besar la bandera imperial, previa golpiza. La policía no intervenía, en el mejor de los casos, ya que tampoco era inusual que colaboraran. Muchos presos por delitos comunes fueron para sumarse a las Centurias Negras, lo que les daba ocasión de robar o matar impunemente, ya que se trataba de violencia contra los “enemigos” del régimen.
Pero el ensañamiento particular de las Centurias Negras se reservaba para los judíos. Se organizaban pogroms, una especie de linchamientos colectivos, en los que se atacaban las viviendas de judíos, lo que terminaba con destrucción, saqueo, asesinato o violación de los ocupantes. Hubo unos 690 pogroms en las semanas siguientes al Manifiesto de Octubre de 1905 con más de 300 muertos. Odesa, donde había ocurrido la sublevación del Acorazado Potemkin, registró el peor pogrom con 800 judíos asesinados, 5000 heridos y 10000 perdieron sus casas. El escándalo fue tan grande que Vitte intervino para ordenar una investigación: la policía había intervenido, repartiendo armas y hasta ayudando a sacar de sus refugios a los judíos.
El antisemitismo estaba muy difundido, no sólo entre los más estrechos colaboradores de Nicolás II, sino además en la misma persona del Zar. Hay pruebas en los papeles personales de Nicolás II. Una carta dirigida a su madre el 27 de Octubre de 1905 explica y justifica los pogroms. También se encontró entre sus documentos un ejemplar de Los Protocolos de los Sabios de Sion, panfleto que atribuía a los judíos un “plan de dominación mundial”.
Correlativamente, merece señalarse la derechización general que se produjo en los sectores medios y altos de Rusia tras la Revolución. Muchos nobles que antes mostraban simpatías reformistas quedaron horrorizados con las revueltas campesinas. Se volvieron más fanáticos de la ley y el orden e incluso hubo milicias privadas para proteger sus haciendas. Lo mismo sucedió con la burguesía liberal: La compasión por los pobres cedió paso a un sentimiento de temor e inseguridad. La prensa editorializaba sobre la falta de respeto a las autoridades, la delincuencia juvenil, la promiscuidad y la falta de “normas morales” de los obreros, etc.
➢ Trudoviques: Es la expresión rusa equivalente a “laboristas”. Se trataba de la única “izquierda” de la I Duma, ya que los bolcheviques y los eseristas rechazaron las elecciones, de modo que los trudoviques se
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convirtieron en la opción del votante socialista. Eran esencialmente un partido campesino que proponía una reforma agraria, con redistribución de las tierras. Trotsky hablaba de ellos como “una fracción gris e impersonal, un fruto anémico del cruce del liberalismo con los naródnikis…”
Hubo 4 dumas entre 1906 y 1914.
El intento reformista de Stolypin. - Pablo Alejandro Stolypin era un noble que gobernaba Saratov. Durante la Revolución de 1905 tuvo el valor de mantenerse en su puesto mientras los otros gobernadores se escondían, e incluso recorrió las aldeas rebeldes para enfrentarse a los agitadores. Esto llamó la atención de Nicolás II, que lo elevó al cargo de Ministro de Interior en Abril de 1906 y poco después lo convirtió en Presidente del Consejo de Ministros, el equivalente a un Primer Ministro. El régimen quería a un “hombre fuerte” y de carácter, capaz de llevar bien las riendas y eso fue lo que hizo Stolypin al principio: “Cientos de periódicos radicales y de sindicatos fueron clausurados, mientras que cerca de sesenta mil detenidos políticos fueron ejecutados, sentenciados a cadena perpetua o desterrados sin juicio en sus primeros tres años en el cargo. Miles de campesinos fueron juzgados por tribunales militares.
Pero aunque Stolypin era un monárquico reaccionario -que hasta creía en la “superioridad natural” de los nobles como él frente al campesinado-; al menos tuvo la inteligencia de deducir que eran necesarios algunos cambios para que el régimen sobreviviera. Y desde el cargo de confianza que detentaba, comenzó con unos ambiciosos proyectos reformistas.
Stolypin consideraba que en primer lugar urgía resolver el problema de la tierra: El reclamo campesino de una “reforma agraria” era lo que más contribuía a la difusión de las ideas socialistas. Por lo tanto, si se redistribuían las tierras y se desarrollaba una clase de pequeños campesinos, no sólo se erradicarían las protestas y revueltas, sino además estos mismos campesinos satisfechos se convertirían en un soporte del régimen. Complementariamente pensó en mejorar algunas instituciones, como los tribunales y la policía, expandir la educación primaria obligatoria y, en general, eliminar los aspectos más odiosos, como la discriminación, los abuso de los funcionarios y la persecución a judíos.
El intento fracasó por dos motivos: En primer lugar, por la oposición de la nobleza terrateniente y los Cortesanos, que convencieron al mismo Zar que dichas reformas “minaban las bases de la autocracia”. En segundo lugar, porque Stolypin no era un demócrata y solo quería garantizar la continuidad del régimen. Despreciaba a la Duma y planeaba sus reformas “desde arriba”, sin pensar ni por asomo en convocar a los campesinos o a los liberales burgueses. Así resultaba imposible que aquello funcionara ante el sabotaje de los mismos funcionarios reaccionarios del régimen.
El asesinato de Stolopyn en 1911, hecho confuso, en el que se sospechó del Jefe de Policía, clausuró definitivamente las reformas que, de cualquier manera, no habían avanzado mucho.
Para 1914, el régimen volvía a enfrentar la oposición liberal y la agitación socialista, igual que diez años atrás. En la experiencia de la Duma, la clase obrera se había decepcionado de todos los partidos burgueses e incluso aún los socialistas “moderados” o partidarios de trabajar conjuntamente con los liberales -como los mencheviques-. La propaganda bolchevique crecía de un modo evidente: sus consignas de acción directa y de lucha intransigente prendían fácilmente a los barrios obreros. El régimen no los ignoraba, gracias a los servicios de la policía. Pero encontró sorpresivamente algo eficaz: Una guerra. El patriotismo parecía útil para diluir las críticas -ya que cuestionar al gobierno en esas circunstancias es “traición”-.
Era una buena estrategia. Pero dependía de un detalle importante: Que se librara bien la guerra y se la ganara. La derrota se transformaría en un boomerang difícil de detener.
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