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Teoría del Estado | Resumen de Carpio: Principios de la Filosofía | Cátedra: Ortiz - Gabriel | 2º Cuat. de 2010 | Altillo.com |
Principios de la filosofía. El descubrimiento del concepto, Sócrates
Adolfo Carpio
Los sofistas
Suele denominarse cosmológico ese primer período de la filosofía durante el cual predominan los problemas relativos al “cosmos” –siglo VI y primera mitad del V–. Con el avance del siglo V, toman mayor relieve las cuestiones referentes al hombre, a su conducta y al estado: se habla de un período antropológico, que abarca la segunda mitad del siglo V, y cuyas figuras principales con los sofistas y Sócrates.
Los encargados de satisfacer estos requerimientos de la época son unos personajes que se conocen con el nombre de sofistas. Los sofistas eran maestros ambulantes que iban de ciudad en ciudad, enseñando, y que cobraban por sus lecciones, y en algunos casos sumas elevadas. No fueron más que meros profesionales de la educación. Su finalidad era bien limitada: responder a las “necesidades” educativas de la época. Los sofistas se consideraban a sí mismos maestros de “virtud” y se proponían enseñar “como manejar los asuntos privados lo mismo que los de la ciudad”:
La mayor parte de los sofistas no fueron más que simples preceptores o profesores: hubo algunos, sin embargo, que alcanzaron verdadera jerarquía de filósofos: sobre todo dos, Protágoras y Gorgias.
Protágoras enseñaba el arte mediante el cual se podían volver buenas las malas razones, y malos los buenos argumentos, es decir, el arte de discutir con habilidad tanto a favor como en contra de cualquier tesis. Sostenía que respecto de todas las cuestiones hay siempre dos discursos, uno a favor y otro en contra, y él enseñaba cómo podía lograrse que el más débil resultase el más fuerte, es decir, que lo venciese independientemente de su verdad o falsedad, bondad o maldad.
Gorgias fue otro sofista de auténtico nivel filosófico. Su pensamiento lo resumió entres principios concatenados entre sí:
1. Nada existe
2. Si algo existiese, el hombre no lo podría conocer
3. Si se lo puede conocer, ese conocimiento sería inexplicable e incomunicable a los demás
Era un filósofo nihilista, según la primera afirmación; escéptico, según la segunda; relativista, según la tercera. Era uno de los sofistas más cotizados y cobrara muy caras sus lecciones.
Los sofistas con ideas originales fueron de tendencia escéptica o relativista. El relativismo fue el supuesto común, consciente o no, de la mayor parte de los sofistas, puesto que, en la medida en que eran profesionales en la enseñanza de la retórica, no les interesaba tanto la verdad de los demostrado o afirmado, cuanto más bien la manera de embellecer los discursos y hacer triunfar una tesis cualquier, independientemente de su valor intrínseco. “Crisis” significa que una determinada tabla de valores deja de tener vigencia, y que una sociedad o época histórica permanecen indecisas o fluctuantes sin prestar adhesión a la vieja tabla y sin encontrar tampoco otra que la reemplace.
En el siglo V todo cambia radicalmente, y hacia fines del mismo ya nadie sabía orientarse mentalmente. Trasímaco, para el cual la justicia no es más que el interés del más fuerte, el provecho o conveniencia del que está en el poder, una doctrina, desenfadadamente inmoralista.
La figura de Sócrates
Sócrates representa la reacción contra el relativismo y subjetivismo sofísticos, al sostener que la virtud es conocimiento y el vicio es ignorancia.
Sócrates, empieza por interrogar a los políticos y los interroga sobre algo que debieran saber muy bien: ¿qué es la justicia? Ya que el propósito fundamental de todo gobierno debería ser primordialmente lograr un estado justo. Pero sometidos al interrogatorio, pronto resulta que le responden mal, o que no saben en absoluto la respuesta.
Sócrates, interroga luego a los poetas, y observa: que en sus poemas éstos suelen decir cosas maravillosas, muy profundas y hermosas; pero que, sin embargo, son incapaces de dar razón a lo que dicen, de explicarlo convenientemente, ni pueden tampoco aclarar lo que dicen.
Sócrates interroga por último a los artesanos, y descubre que éstos si tienen un saber positivo: saben fabricar cosas útiles, y además saben dar razón de cada una de las operaciones que realizan. Lo malo, reside en que, por conocer todo lo referente a su oficio, creen saber también de las cosas que no son su especialidad.
Comprende, por fin Sócrates, la verdad: los demás creen saber, cuando en realidad no saben nada ni tienen conciencia de esa ignorancia, mientras que él, Sócrates, posee esta conciencia de su ignorancia que a los demás les falta. Él puede afirmar con plena conciencia “Sólo sé que no sé nada”, y en esto consiste su sabiduría y su única superioridad sobre los demás.
Todo lo que el hombre pueda saber es siempre, por finitud interminable, casi nada; el hombre es profundamente ignorante de los más grandes problemas que lo conmueven, las grandes cuestiones de su destino y del sentido del mundo.
Sócrates descubre límites de todo conocimiento humano, piensa a fondo esta radical situación de finitud que caracteriza al hombre; éste sólo llega a la conciencia adecuada de humanidad, de aquello en que reside su esencia, cuando toma conciencia de lo poco que sabe.
La misión de Sócrates
Sócrates, considera que, desde el momento en que la declaración de su “sabiduría” proviene de un dios, de Apolo, tal declaración ha de tener algún otro significado; el origen divino del oráculo lo convence de que tiene que cumplir una misión. Si su “sabiduría” se ha revelado mediante el examen practicado entre sus conciudadanos y en tanto los examinaba, ello significa que sólo es sabio cumplimiento esa tarea. Por tanto, que el dios lo llame sabio equivale a señalarle su misión, equivale a exhortarlo a que siga interrogando a sus conciudadanos. Su misión será la de recordarles a los hombres el carácter precario de todo saber humano y librarlos de la ilusión de ese falso saber, la de llevarlos a tomar conciencia de los límites de la naturaleza humana.
Sócrates insiste una y mil veces en que él no sabe nada, y que lo único que pretende es poner a prueba el saber que los demás dicen tener. Su función es la de exhortar o excitar a sus conciudadanos atenienses.
Sócrates persigue sin cesar a sus conciudadanos, por las plazas y los gimnasios, por las calles y casas; y los interroga constantemente, para saber si llevan una vida noble y justa, o no, y exigiéndoles además en cada caso las razones en que se fundan para obrar tal como lo hacen, y comprobar así si se trata de verdaderas razones, sólo de cuestiones aparentes.
Sócrates no comunica ninguna doctrina a los que interroga. Su objeto fue completamente diferente: consistió en un continuo examen de los demás y de sí mismo, en una permanente incitación y requerimiento a problematizarlo todo, considerando que lo más valioso del hombre, lo que lo define, está justo en su capacidad de preguntar, de plantearse problemas, que es lo que mejor le recuerda la condición humana, a diferencia de dios, el único verdaderamente sabio y por ello libre de problemas y de preguntas. Su “enseñanza” no consistía en transmitir conocimientos, sino en tratar de que sus interlocutores tomaran conciencia de losproblemas, que se percatasen de este hecho sorprendente y primordial de que hay problemas, y primordialmente problemas éticos, problemas referidos a la conducta, o si se quiere, problemas existenciales, esto es, referentes a la existencia de cada uno de nosotros. Estos problemas se insertan en la realidad más concreta de cada individuo humano. Se trata, en definitiva, de la forma como debemos vivir nuestra vida, del sentido que ha de imprimírsele. La existencia humana, es esencialmente abierta. El hombre puede elaborar su existencia de maneras muy diversas, contrarias, o aun absolutamente incomparables. El hombre puede reaccionar de mil modos diferentes. Por eso cada vida humana es tan diferente como las demás.
Primer momento del método socrático: la refutación
Su filosofía, la ejercía Sócrates con aquellos a quienes somete a examen: su filosofar en co-filosofar. Sócrates filosofa conversando con los demás, mediante el diálogo como especial organización de preguntas y respuestas convenientemente orientadas, y en el que consiste el método socrático.
Una característica general del método, sobre el sobre el tono general del mismo, es la ironía. En griego “ironía” significaba, disimulo o la acción de interrogar fingiendo ignorancia. En Sócrates se trata de su especial actitud frente al interrogado: disimulando hábilmente su propia superioridad, manifiesta Sócrates su falta de conocimiento acerca de tal o cual tema, y finge estar convencido del saber del otro, con objeto de que le comunique ese supuesto saber: para terminar, obligándolo intelectualmente a que reconozca su propia ignorancia. La ironía califica la actitud de Sócrates frente a la presunción del falso saber, y resulta del contrate entre el alto ideal que Sócrates tiene del conocimiento, y la orgullosa ignorancia o jactancia del interrogado.
El método propiamente dicho tiene dos momentos: el primero, que es un momento negativo, se llama refutación; y el segundo, positivo, que es la mayéutica.
La refutación consiste en mostrar al interrogado, mediante una serie de hábiles preguntas, que las opiniones que cree verdaderas son falsas; contradictorias, incapaces de resistir el examen de la razón. Sócrates mismo no responde a estas preguntas, arguyendo que ignora las respuestas. Los interrogados creen ingenuamente saber lo que se les pregunta, pero el interrogatorio a que Sócrates los somete pone en evidencia que se trata de un falso saber: en el momento en que ello se hace manifiesto, Sócrates los ha refutado.
Lo común a todos los casos particulares no es ya nada particular, sino universal: Sócrates busca el “universal”, la esencia o naturaleza. Porque la esencia es lo que hace que una cosa sea lo que es y no otra. La esencia, considerada en el pensamiento, o, en otros términos, la esencia en tanto se la piensa, se llama concepto. Y la respuesta a la pregunta por la esencia de algo se llama definición. De manera que la definición desarrolla o explica la esencia de algo. Sócrates busca la definición de los conceptos.
Habiéndose aclarado lo que Sócrates busca, el interrogado aventura una definición. Pero Sócrates, mediante nuevas preguntas, mostrará que la definición es insuficiente; y los nuevos esfuerzos del interrogado para lograr otra u otras definiciones hacen que Sócrates ponga de manifiesto que tampoco sirven, que son incompatibles entre sí, contradictorias, o que conducen a consecuencias absurdas.
“De-finir” viene a ser tanto como fijar los límites de algo, establecer sus con-fines, de manera tal que lo definido quede perfectamente de-terminado, que no se le quite terreno ni se le dé demás, sino sólo lo que corresponde. La función de la definición consiste en separar, en acotar con todo rigor lo que se quiere definir.
La refutación se produce en cuanto el análisis muestra que las consecuencias de las tesis o definición inicialmente aceptada son absurdas o contradicen el punto de partida. El procedimiento de refutación, consiste en llevar al absurdo la afirmación del interlocutor: mediante una serie de conclusiones legítimas se pone de relieve el error o la contradicción que aquélla encierra, aunque a primera vista no lo parezca. Sócrates, no comienza negando la tesis propuesta, sino admitiéndola provisionalmente, pero luego, mediante hábiles preguntas, lleva a su interlocutor a desarrollarla, a sacar sus consecuencias, lo arrastra de conclusión en conclusión hasta que se manifiesta la insostenibilidad del punto de partido, puesto que se desemboca en un absurdo o en una contradicción.
La refutación como catarsis
La refutación socrática termina por turbar el ánimo del interrogado, que creía saber y estaba muy satisfecho de sí mismo y de pretendida ciencia, hasta dejarlo en una situación en la cual ya no sabe qué hacer, ya no puede opinar, pues se encuentra como paralizado mentalmente.
La refutación es una actividad perfectamente seria. Se trata de una actividad, no sólo lógica o gnoseológica, sino primordialmente moral. Pues la meta que la refutación persigue es la purificación o purga que libra al alma de las ideas o nociones erróneas. Para Sócrates la ignorancia y el error equivalen al vicio, a la maldad; sólo se puede ser malo por ignorancia, porque quien conoce el bien no puede sino obrar bien. Quitarle a alguien las ideas erróneas equivale a una especie de purificación moral.
Quien tiene el alma llena de errores, vale decir, quien tiene su espíritu contaminado por nociones falsas, no está en condiciones de admitir un verdadero conocimiento; para poder asimilar adecuadamente la verdad, es preciso que previamente se le hayan quitado los errores, que se haya liberado, purificado o purgado el alma, que se le haya sometido a “catarsis”.
Con el espíritu, según Sócrates, mientras esté infectado de errores, mal podrá aprovechar las enseñanzas, por mejores que ésta sea; se hace preciso, purgarlo, purificarlo de las falsas opiniones, que son obstáculo para el verdadero saber. La refutación hace que el refutado se llene de vergüenza por su falso saber y reconozca los límites de sí mismo. Sólo merced a éste proceso catártico puede colocarse al hombre en el camino que le conduzca al verdadero conocimiento: tan sólo el reconocimiento de la propia ignorancia puede constituir el principio o punto de partida del saber realmente válido.
Lo que Sócrates busca es la eliminación de todo saber que no esté fundamentado. Su método se orienta hacia la eliminación de los supuestos. A su juicio, nada puede tener valor si resulta incapaz de sostener la crítica. Un conocimiento sólo merecerá el nombre de tal en la medida en que sea capaz de superar cualquier crítica que sobre él se ejerza: de otro modo, no puede pasar de ser una mera opinión.
Segundo momento del método socrático: la mayéutica
El segundo momento socrático, lo llama mayéutica, que significa arte de ayudar a dar a luz.
Insiste Sócrates de continuo en que toda su labor consiste sólo en ayudar o guiar al discípulo, y no en transmitirle información. Por eso el procedimiento que utiliza es el diálogo. La verdad solamente puede hallarse de manera auténtica en el diálogo, en la conversación, lo que supone que no hay verdades ya hechas, listas, sino que el espíritu del que aprende, para que su propia actividad llegará al saber. Lo que se busca es “formar”.
La verdadera ciencia, es el saber que cada uno encuentra por sí mismo: al maestro no le corresponde de otra tarea, sino la de servir de guía al discípulo.
Así como la refutación, entonces, ha liberado, el alma de todos los falsos conocimientos, la mayéutica trata de que el propio interrogado, guiado por Sócrates, encuentre la respuesta.
La condición de posibilidad de la mayéutica reside justo en que el alma a que se aplica esté grávida de conocimiento. La explicación de la cuestión se encuentra en la doctrina de la pre-existencia del alma, la cual ha contemplado en el más allá el saber que ha olvidado al encarnar en un cuerpo, pero que justamente “recuerda” gracias a la mayéutica: “conocer” y “aprender” son así “recuerdo” o “reminiscencia”.