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Clase 2: Perry Anderson
El Estado Absolutista en Occidente
¿ Que es el estado absolutista para Marx y para Perry Anderson ?
Para Marx y Engels el absolutismo es como un sistema estatal que representa un equilibrio entre la burguesia y la nobleza, o incluso un dominio abierto del mismo capital, han parecido con frecuencia plausibles, sin embargo un estudio mas detenido de las estructuras absolutistas del estado en occidente niega inevitablemente la validez de tales juicios.
Para Perry Anderson el absolutismo es un aparato reorganizado y potenciado de dominación feudal destinado a mantener las clases campesinas en su posición social tradicional a pesar de la conmutación de las cargas (conmutación general de las cargas por una renta en dinero) reduciendo al campesinado no servil a nuevas formas de dependencia y explotación.
Características del Estado Absolutista :
El Mercantilismo consistió en una serie de medidas que se centraron en tres ámbitos:
Las relaciones entre el poder político y la actividad económica; La intervención del Estado en esta última; y el control de la moneda
.
Así, tendieron a la regulación estatal de la economía, la unificación del mercado interno, el crecimiento de población, el aumento de la producción propia
controlando recursos naturales y mercados exteriores e interiores, protegiendo la producción local de la competencia extranjera, subsidiando empresas
privadas y creando monopolios privilegiados, la imposición de aranceles a los productos extranjeros y el incremento de la oferta monetaria mediante la
prohibición de exportar metales preciosos y la acuñación inflacionaria, siempre con vistas a la multiplicación de los ingresos fiscales. Estas actuaciones
tuvieron como finalidad última la formación de Estados-nación lo más fuertes posible.
Clase 3: Karl Polanyi
La Gran Transformación
En el siglo XIX inglés (1830-1920) se inicia y concluye en Inglaterra una experiencia de desestructuración social y humana como nunca se había conocido en la historia europea.
Su origen se halla en la puesta en práctica por primera vez en la historia de la humanidad, de una economía de mercado, es decir una forma de producir y distribuir el sustento del hombre regulada exclusivamente por el mercado.
[…] El mercantilismo a pesar de su tendencia a la comercialización no cuestiono jamás las garantías que protegían al trabajo y a la tierra, esos dos elementos fundamentales de la producción, e impidió que se convirtiesen en artículos de comercio. […]
Polanyi insiste en que lo crucial en la transformación capitalista de economía, sociedad y naturaleza fue la conversión en mercancía de todos los factores de producción (tierra, o naturaleza y trabajo, o seres humanos) en beneficio del capital.
La institución de un mercado libre que los teóricos liberales (por ejemplo, Adam Smith en la Teoría de los sentimientos morales) ven como un hecho natural, es denunciado por Polanyi como derivado de una concepción antropológica muy concreta de la condición humana: su reducción a un individuo al que la mano invisible del mercado guía, mediante la búsqueda egoísta de su propio placer (hedonismo), hasta encontrar sin desearlo el bien común para todos (por ejemplo, la mayor felicidad para el mayor número en el utilitarismo de Jeremy Bentham).
Para Polanyi, la gran crisis del siglo XX es el resultado de un proceso socioeconómico característico de la sociedad capitalista: la mercantilización de los fundamentos comunes a cualquier sistema económico, es decir, el trabajo, la tierra y el dinero.
Según Polanyi, la sociedad moderna sometió por primera vez en la historia las bases materiales de la subsistencia humana al juego de la oferta y la demanda. Esto habría propiciado simultáneamente grandes inestabilidades económicas y políticas y una inmensa fragilización de las relaciones sociales.
Una consecuencia secundaria es la aparición de lo que Polanyi denomina “contramovimientos”: proyectos, radicales o no de reconstrucción de las antiguas relaciones sociales, como el fascismo, el comunismo o los modelos económicos intervencionistas de mediados del siglo XX.
El Sistema Speenhamland fue creado en 1795 por los jueces y personas de orden del distrito de Berkshire, quienes se reunieron en Speenhamland para debatir cómo hacer frente a la hambruna que estaba padeciendo la población del territorio como consecuencia de la inflación. Los magistrados descartaron la opción de establecer un salario mínimo para los trabajadores y en su lugar tomaron la decisión de crear un subsidio para los pobres. El sistema speenhamland tendría como finalidad la de complementar las rentas de las familias jornaleras cuyos ingresos no fueran suficientes para cubrir las necesidades básicas de alimentación y vivienda. El subsidio sería financiado con un impuesto negativo sobre la renta de los contribuyentes. Los jueces fijaron como referencia un nivel de ingreso mínimo que variaba según el número de miembros de cada familia y el precio del grano en el mercado en cada momento. Por tanto, si sube el precio del pan también lo haría proporcionalmente el subsidio.
El sistema Speenhamland se extendió rápidamente a otros condados rurales de Inglaterra y tuvo varios efectos contraproducentes. El más importante es que llevó a los empresarios a reducir al máximo los salarios que pagaban a sus trabajadores, a sabiendas de que la diferencia entre éstos y el nivel de ingresos mínimo sería pagada por los contribuyentes a través del subsidio. Otro efecto es que fijaba a los beneficiaros del subsidio en sus respectivas parroquias, pues marcharse suponía perder el derecho a percibirlo. En consecuencia, el subsidio estimulaba a los trabajadores a permanecer en el campo y limitaba la necesaria movilidad de la fuerza de trabajo que requiere la industrialización.
El sistema Speenhamland fue abolido posteriormente con la aprobación por el parlamento de la enmienda a la Ley de Pobres ( Poor Lew Amendment Act) en 1.834, que hizo desaparecer todas las ayudas excepto las destinadas a los enfermos y los ancianos.
Clase 5: Max Weber
Economía y Sociedad
Estado : Conjunto de instituciones que poseen la autoridad para establecer las normas que regulan una sociedad.
Rasgo
: “Monopolio de la coacción física legítima”
Particularidades del Estado Moderno
: Predecible y Racional, brinda un marco de certeza /Racionalización de los procesos jurídicos /Aporte fundamental del Derecho Romano.
Una acción está políticamente orientada cuando tiende a influir en la dirección de una asociación política, especialmente a la apropiación o expropiación, a una nueva distribución o atribución de los poderes gubernamentales
Es un orden jurídico y administrativo por el que se orienta la actividad del cuadro administrativo y el cual pretende validez no sólo frente a los miembros de la asociación sino también respecto de toda la acción ejecutada en el territorio en el que se extiende la dominación.
Origen del Estado Racional
Solo en Occidente
Toda organización compleja tiende a burocratizarse:
Subordinación a la Burocracia, el político profesional se subordina a la burocracia con liderazgo.
La lucha permanente, de los Estados Nacionales en concurrencia por el poder creó para el moderno capitalismo occidental las mayores oportunidades.
Cada Estado particular había de concurrir por el capital, no fijado a residencia alguna, que le prescribía las condiciones bajo las cuales le ayudaría a adquirir el poder.
De la coalición necesaria del Estado Nacional con el Capital surgió la clase burguesa nacional.
En consecuencia, es el estado nacional a él ligado el que proporciona al capitalismo las oportunidades de subsistir.
Clase 6: Pierre Bourdieu
Espíritus de Estado - Génesis y Estructura del Campo Burocrático
Analiza con ésta lógica al Estado:
[…] El ascendiente del Estado se hace sentir particularmente en el dominio de la producción simbólica: Las administraciones públicas y sus representantes son grandes productores de “problemas sociales” […]
LA GÉNESIS: UN PROCESO DE CONCENTRACIÓN :
Anticipando los resultados del análisis, diré, en una forma transformada de la célebre de Max Weber (“El Estado es una comunidad humana que reivindica con éxito el monopolio del uso legítimo de la violencia física en un territorio determinado”), el Estado es una X (a determinar) que reivindica con éxito el monopolio del uso legítimo de la violencia física y simbólica en un territorio determinado y sobre el conjunto de la población correspondiente . Si el Estado está capacitado para ejercer una violencia simbólica es porque se encarna a la vez en la objetividad bajo la forma de estructuras y mecanismos específicos y también en la “subjetividad” o, si se quiere, en los cerebros, bajo la forma de estructuras mentales, de categorías de percepción y de pensamiento. Al realizarse en estructuras sociales y en estructuras mentales adaptadas a esas estructuras, la institución instituida hace olvidar que es la resultante de una larga serie de actos de institución y se presenta con todas las apariencias de lo natural.
Es por eso que sin duda no hay instrumento de ruptura más poderoso que la reconstrucción de la génesis; al hacer resurgir los conflictos y las confrontaciones de los primeros comienzos y, al mismo tiempo, los posibles descartes, reactualiza la posibilidad de que hubiera sido (y de que sea) de otra manera y, a través de esta utopía práctica, cuestiona lo posible que, entre todos los otros, se encuentra realizado. Rompiendo con la tentación del análisis de esencia, pero sin renunciar a la intención de desprender. […]
CAPITAL SIMBÓLICO :
Todo remite a la concentración de un capital simbólico de autoridad reconocida que, ignorado por todas las teorías de la génesis del Estado, aparece como la condición o, por lo menos el acompañamiento de todas las demás formas de concentración si es que deben tener cierta duración. El capital simbólico es cualquier propiedad (cualquier especie de capital: físico, económico, cultural, social) mientras sea percibido por los agentes sociales cuyas categorías de percepción son tales que están en condiciones de conocerlo (de percibirlo) y de reconocerlo, de darle valor. (Un ejemplo: el honor de las sociedades mediterráneas es una forma típica de capital simbólico que sólo existe a través de la reputación, es decir la representación que los otros se hacen en la medida en que comparten un conjunto de creencias apropiadas para hacerles percibir y apreciar ciertas propiedades y ciertas conductas como honorables o deshonrosas). Más precisamente, es la forma que toma toda especie de capital cuando es percibida a través de las categorías de percepción que son el producto de la incorporación de las divisiones o de las oposiciones inscriptas en la estructura de la distribución de esta especie de capital. Se deduce que el Estado, que dispone de medios para imponer e inculcar principios durables de visión y de división conformes a sus propias estructuras, es el lugar por excelencia de la concentración y del ejercicio del poder simbólico.
***
ESPIRITU DE ESTADO :
[…] Pero para comprender verdaderamente la sumisión inmediata que consigue el orden estatal hay que romper con el intelectualismo de la tradición neokantiana y darse cuenta de que las estructuras cognitivas no son formas de la conciencia sino disposiciones del cuerpo y que la obediencia que otorgamos a las injerencias estatales no puede ser comprendida ni como sumisión mecánica a una fuerza ni como consentimiento consciente a un(a) orden (en el doble sentido). El mundo social está sembrado de llamadas al orden que funcionan como tales para quienes están predispuestos a apercibirlas y que despiertan disposiciones corporales profundamente escondidas, sin pasar por la vía de la conciencia y el cálculo. Es esta sumisión dóxica de los dominados a las estructuras de un orden social de las cuales sus estructuras mentales son el producto, lo que el marxismo no puede comprender porque permanece encerrado en la tradición intelectualista de las filosofías de la conciencia: en la noción de “falsa conciencia” a la que apela para dar cuenta de los efectos de dominación simbólica, es “conciencia” que está de más y hablar de “ideología” es situar en el orden de las representaciones, susceptibles de ser transformadas por esta conversión intelectual que llamamos “toma de conciencia”, lo que se sitúa en el orden de las creencias, es decir, en lo más profundo de las disposiciones corporales. La sumisión al orden establecido es el producto del acuerdo entre las estructuras cognitivas que la historia colectiva (filogénesis) e individual (ontogénesis) ha inscripto en los cuerpos y las estructuras objetivas del mundo al cual se aplican: la evidencia de las injerencias del Estado se impone tan poderosamente porque ha impuesto las estructuras cognitivas según las cuales es percibido. (Habría que retomar, en esta perspectiva, un análisis de las condiciones que hacen posible el sacrificio supremo: pro patria mori). […]
http://www.direitodoestado.com.br/bibliotecavirtual/746/
Clase 7: John Holloway
“La Ciudadanía y la Separación de lo Político y lo Económico”
¿Qué relación hay entre el trabajo como mercancía y la construcción de la ciudadanía?
A partir del análisis de Marx, se sostendrá que para poder conformar individuos jurídicamente “libres” que vendieran su mano de obra al capital, fue necesario “racionalizar” a la sociedad de tal manera en que se desposeyera a los productores directos de cualquier medio de producción y se vieran forzados (ya no por medio de la violencia como en el caso de la esclavitud, sino por la necesidad de sobrevivir, aunque cabe aclarar que la violencia sigue siendo un medio muy utilizado) a vender su trabajo como mercancía a cambio de un salario que cubriera sus necesidades de subsistencia, es decir la reproducción de la mano de obra.
Este proceso de “racionalización” se puede ver reflejado en la construcción del Estado-Nación y su legitimación con base en la ciudadanía
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La ciudadanía se presenta ante el individuo como un orden necesario que procura el cumplimiento y la defensa de los “derechos” de los habitantes del Estado-Nación.
Según esto, el Estado es el encargado de velar por el “orden social” con base en leyes y acuerdos que han sido alcanzados por los mismos individuos, con el ánimo de construir una sociedad igualitaria, libre y justa que permita a todos los “pobladores” del Estado- Nación alcanzar sus deseos y metas.
Lo que interesa resaltar es la relación entre la regulación ciudadana y el trabajo como mercancía.
La ciudadanía produce individuos “disciplinados”, adecuados al capital como fuerza de trabajo y regula la división social del trabajo, fundamento de la producción y circulación de mercancías.
Para John Holloway el principio de igualdad de la ciudadanía expresa y confirma la desigualdad de clase capitalista, debido a que trata a la gente como si fuese igual en una sociedad en donde son fundamentalmente desiguales:
“Al tratar como iguales a los miembros de clases sociales que no sólo son desiguales sino incluso antagónicas, el concepto de ciudadanía oculta ese antagonismo (lucha de clases)” (Holloway, 1994: 106).
Clase 11: J. A. Schumpeter
“Capitalismo, Socialismo y Democracia”
LA CONCEPCIÓN DEMOCRÁTICA ELITISTA DE JOSEPH SCHUMPETER
La concepción elitista de la democracia del economista austriaco Joseph Schumpeter impera casi sin contrapeso desde la mitad del siglo pasado. Intenta pensar una forma política de sociedad que sea compatible con los esquemas de mercado que cree más convenientes para la realidad de su tiempo (después de la Segunda Guerra Mundial). Sin embargo, las cuestiones planteadas por él desbordan lo simplemente económico. Sus ideas tienen un efecto devastador sobre las concepciones clásicas de la democracia.
En su libro "Capitalismo, Socialismo y Democracia" critica ferozmente la definición de la doctrina clásica:
"el método democrático es el acuerdo institucional para la toma de decisiones políticas, que logra el bien común haciendo que el pueblo mismo decida las cuestiones mediante la elección de individuos que deben reunirse para ejecutar su voluntad".
Schumpeter rechaza la precedente definición y asume una concepción no ética ni filosófica de la democracia, sino procedimental. La definición tradicional considera que la voluntad popular tiene por objetivo el bien común, eligiendo representantes, pero el distinguido economista se pregunta si existe un bien común. No, responde. Refuta que exista el bien común por tres razones:
1. No existe nada que sea un bien común determinado en forma única acerca del cual todos los individuos estén de acuerdo o se les pueda convencer por la fuerza del argumento racional.
2. Aun si existiera un bien común suficientemente definido, aceptable para todos, ello no implicaría unas respuestas igualmente definitivas a los problemas individuales.
3. Como consecuencia de las dos proposiciones precedentes, el concepto de voluntad del pueblo se desvanece en el aire, porque este concepto presupone la existencia de un bien común determinado en forma única y discernible para todos.
También se pregunta si existe una voluntad popular y qué tipo de voluntad es ésta. Considera que una voluntad merece ser respetada si es independiente, definida (ligada a la vida diaria) y racional. Schumpeter dice que hay que ser realistas y tener otra definición de democracia y no sustentarse en el bien común ni en la voluntad popular. Propone, pues, una definición procedimental de la democracia: "la democracia es una competencia por la dirección política". Los partidos políticos y sus representantes a través de elecciones alcanzan un derecho. Son los representantes y no el pueblo el que determina el fin: hacen sus propias decisiones y no sólo la voluntad del pueblo.
La definición de Schumpeter básicamente se concentra en la competencia, en las técnicas y en los procedimientos. Convierte a los representantes en un grupo de profesionales, de élites que gobiernan. Después de analizar la naturaleza humana en la política, Schumpeter concluye que "en realidad el pueblo no plantea ni decide los problemas, sino que los problemas que modelan su destino se plantean y deciden normalmente sin su participación". Y agrega: "el método democrático es el acuerdo institucional para la toma de decisiones políticas donde los individuos adquieren el poder de decisión mediante una lucha competitiva por el voto del pueblo".
En base a estas ideas, asumidas por gran parte del pensamiento político contemporáneo, se otorga al pueblo el papel de "crear gobierno", considerando la democracia sólo como procedimiento y no como fin ni forma de vida, negando la necesidad del bien común y de la soberanía popular.[…]
http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0187-57952010000100008
Clase 14: Claus Offe
“Los Nuevos Movimientos Sociales”
Claus Offe se articula sobre tres temáticas específicas: la revisión del capitalismo contemporáneo,
la crisis de los partidos políticos y la aparición de los nuevos movimientos sociales, y las contradicciones del Estado del Bienestar ante el reajuste y
cambio de las estructuras del sistema en su conjunto.
Por consiguiente, Offe se propone una investigación con un objeto muy definido: la transformación del neocapitalismo y, sobre todo, el estudio de los mecanismos que consolidan y aseguran este modo de organización económica, social y política.
En consecuencia, la revisión del capitalismo contemporáneo se va a enfocar, no obstante, desde una perspectiva netamente frankfurtiana; es decir, desde las contradicciones y procesos de crisis de este modelo de sociedad.
[…] desde un punto de vista teórico, la sociedad capitalista se fundamenta en el principio del intercambio. Pero la relación de intercambio depende de una forma necesaria e inevitable de la administración política y de la administración legal, aunque esta dependencia también se produce a la inversa. Ahora bien, en este tipo de sociedad, la crisis -como efecto que genera acontecimientos- puede producirse en (o por) la relación de intercambio o en (o por) las administraciones políticas y legales. Para Offe, los principios organizativos político y legal tendrán dos posibles posiciones frente al principio de intercambio: estructurarse según las necesidades económicas del Estado, o proteger a la esfera económica evitando influencias en un principio no deseadas. Sin embargo, la crisis provendrá de los efectos que dificultan la separación entre economía y política y legislación.
Offe subraya que la sociedad capitalista se articula sobre su capacidad para crear plusvalías. De este modo, aquello que no produce o ha dejado de originar plusvalías es un lastre, siendo asimismo un lastre lo que pone en peligro la creación de plusvalías. Como resultado de esto, la sociedad de capitalismo avanzado tratará de evitar aquellas estructuras no mercantiles contrarias al proceso de crecimiento económico y, de aquí, que buscará fundamentalmente minimizar el impacto de estas estructuras sobre el proceso de creación de plusvalías. […]
[…] De nuevo Offe revisa el concepto weberiano de partido político considerado como estructura burocrática con un líder político y como proceso de contención de la masa. Tanto Robert Michels como Rosa Luxemburgo describieron la tendencia que se daba en las organizaciones políticas (sindicatos, partidos) a dominar y someter a las masas más que a servir a sus intereses .
El partido competitivo, pues, pasa a ser una estructura con una dinámica más centrada en la búsqueda del poder que en el desarrollo de la voluntad popular que, de un modo teórico, debería representar y expresar.
Esto significa que se producen dos fenómenos evidentes :
a) Se atiende preferentemente a maximizar el número de votos; y, b) Se minimizan los elementos programáticos que pudieran desarrollar antagonismos en el electorado, así se entra en coalición con otros partidos con lo que se vulneran los planteamientos políticos fundamentales.
Todo ello hace que el partido necesite una estructura organizativa extremadamente burocratizada y sus consiguientes problemas:
La composición social de la dirección del partido difiere cada más tanto de la composición social de los miembros del propio partido es, de nuevo, el problema de la "Ley de Hierro" de las oligarquías apuntado por Michels, como de la del electorado. Las consecuencias de esta burocratización y profesionalización de los cuadros dirigentes en una élite conducen a una desactivación de los miembros de base, la heterogeneidad estructural y cultural entre quienes apoyan al partido, y esto unido a la pérdida de radicalidad de los programas de los partidos, llevan a que se conviertan en una garantía virtual de que la estructura o subsistema de poder político no ha de desviarse de la estructura del poder socioeconómico . La paradoja que Offe destaca y recalca, no puede ser otra que la que subraya que el sistema de partidos ha sido el medio de conciliar el sufragio universal igual para todos, con el mantenimiento de una sociedad de desigualdades .
Lo anterior determina la aparición de una serie de causas que provocan el declive del sistema de partidos como forma dominante de participación política de masas. En este punto, la forma política de partido está siendo cada vez más desplazada por otras prácticas y procedimientos de participación y representación política, de las que se pone muy en duda que tengan el mismo potencial de "reconciliación" que manifestaban los partidos burocráticos en competencia entre sí.
De este modo, los nuevos movimientos sociales surgidos como réplica a la profesionalización de la política se hacen muy difíciles de absorber e integrar en la práctica política de competencia entre partidos, ya que el denominador común de su acción y organización es un cierto sentido de identidad colectiva que no solicita representación sino autonomía .
De aquí, el proceso de desparlamentarización de la política pública y su correspondiente sustitución de formas territoriales de representación por formas funcionales. Pero, ante la consolidación y extensión de los movimientos sociales, puede producirse un repliegue del subsistema político de partidos en forma de transformación gradual de la democracia hacia una cierta forma de autoritarismo, lo que puede originar una represión planteada como exclusión de representación.
En definitiva, considerará Offe, la alternativa política estribará fundamentalmente en la autotranscedencia del partido que deberá pasar de la democracia política a la democracia económica. La ruptura de la tensión básica de la sociedad neocapitalista entre el principio democrático de igual participación de las masas y el principio económico de poder desigual y privado en la adopción de decisiones, le parece al autor de la "segunda generación" de Frankfurt el punto de inflexión desde el que habrá que reconstruir los fundamentos de una nueva manera de hacer política y reflexión política.
En principio, hay que constatar la aparición, en los años setenta, de tres procesos
:
D El incremento de ideologías y actitudes participativas con fuerte componente de solidaridad social.
D La utilización creciente de formas no institucionales de actuación política como son la protesta, la manifestación, el boicot y, en general, acciones que
desbordan los cauces institucionales.
D El surgimiento de exigencias y reivindicaciones políticas relacionadas con cuestiones que solían calificarse y considerarse como temas éticos, morales,
sociales, económicos y culturales, rompiéndose las fronteras de las demandas políticamente institucionalizadas.
Así, los ciudadanos a través de la articulación de los nuevos movimientos sociales reclaman un control directo y más inmediato sobre las élites políticas poniendo en acción medios que son incompatibles con el mantenimiento del orden institucional de la política en las sociedades capitalistas post-industriales. Ahora bien, van a surgir un conjunto de dificultades que Offe considera como cuestiones cuya complejidad no puede soslayarse. Entre ellas estarían las siguientes:
1º) Los nuevos movimientos sociales son antagónicos con el proyecto de sociedad sumamente liberalizada del planteamiento neoconservador.
Sin embargo, al contraponerse al Estado y a la regulación burocrática de las reivindicaciones sociales, pueden acabar en una extraña coincidencia con el intento político-ideológico neoconservador.
Y ello debido al intento de restaurar los elementos no políticos que en los neoconsevadores no es sino el intento de salvaguardar una esfera de autoridad estatal más restringida y limitada.
Sólo la búsqueda de una sociedad civil no restringida en sus canales de representación política puede evitar el parecido anti-estatalista de los nuevos movimientos con el anti-estatalismo neoconservador. Como afirmará Offe, para poder emanciparse del Estado habrá que polítizar a la sociedad civil y sus instituciones.
2º)
La praxis de los nuevos movimientos apunta hacia exigencias y principios no negociables.
Esto es una consecuencia de la inexistencia de contrapartidas, pero especialmente de la carencia de un armazón ideológico coherente con una cosmovisión y
unos objetivos de actuación comunes y claros. Como valor fundamental se sitúa la autonomía e identidad personal. Mas, a menudo, ello significa la
desconexión entre sus modos de actuar (informalidad, espontaneidad, bajo grado de diferenciación horizontal y vertical) y sus reivindicaciones (formas no
alienadas de trabajo, derechos humanos, entorno ecológico, etc.). Para Offe, el alejamiento de la clase obrera industrial y de los sectores más vinculados
a la crítica intelectual es una consecuencia de la falta de una interpretación de la realidad que establezca las condiciones de la transformación y
superación de ésta.
3º) Los actores que conforman estos movimientos es otro de los aspectos apuntados por Offe. En efecto, la base social de los nuevos movimientos sociales está compuesta por la nueva clase media (sobre todo, aquellos sectores que trabajan en profesiones de servicios humanos o en el sector público), por elementos de la vieja clase media y, especialmente, por gente al margen del mercado de trabajo o en una posición periférica respecto a él (estudiantes, obreros en paro, amas de casa...), con lo cual no hay unos intereses específicos sino reivindicaciones variables y coyunturales en función de acontecimientos que se van sucediendo esporádicamente.
Sin embargo, las inconsistencias y contradicciones tienen que entenderse como el choque entre los nuevos valores que aún no están perfilados y los heredados del sistema capitalista. Offe, en este sentido, considerará que la gran mayoría de valores y reivindicaciones de los nuevos movimientos siguen enraizados en las grandes filosofías políticas y teorías estéticas clásicas e ilustradas de los dos últimos siglos. Y desde esta perspectiva, la supervivencia y éxito de tales movimientos es la supervivencia de las grandes creaciones intelectuales que buscan la emancipación humana y social. En último término, se puede afirmar que en todos los planteamientos principales de estos movimientos se encuentra una idea básica y esencial: la convicción de que incluso la vida misma está amenazada por la ciega dinámica de la racionalización instrumental económica, militar, tecnológica y política. Y esta indudable convicción es un criterio suficiente para cuestionar los límites cerrados de la política institucional y sus esferas de acción económicas, sociales y culturales.
La posición crítico-política de Offe tiene que considerarse como una de las más interesantes de la "segunda generación" a la hora de acercarse a problemas de inminente actualidad. Desde la crisis de la sociedad del trabajo en la que Offe describe la exclusión social de grandes sectores de la población y la fragmentación de la clase obrera, situándose en un inaplazable debate -al igual que André Gorz en su Métamorphose du travail. Quête du sens. Critique de la raison économique (1988)- sobre la dinámica de la sociedad neocapitalista actual, hasta sus recientes consideraciones sobre el papel de la izquierda (en castellano, el artículo ¿Del annus mirabilis al annus miserabilis? La izquierda tras el cambio y Maastricht) y el rumbo emprendido por la Europa surgida después de los cambios experimentados por los países del Este europeo (Der Tunnel am Ende des Lichts. Erkundungen der politischen Transformation in Neuen Osten), se puede ratificar ya que tanto Offe como Habermas han imprimido un nuevo giro al análisis frankfurtiano en unas direcciones cada vez más multiparadigmáticas que esperemos no renuncien ni abdiquen de los ejes propios y determinantes del proyecto de la Teoría Crítica cuyo objetivo no sólo se resume en comprender y describir la sociedad sino, ante todo, en transmitir un planteamiento teórico y metodológico cuyo singular interés es la emancipación y autoconciencia colectivas.