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Economía | Resumen de Gómez "El Pensamiento Mercantilista" | Cátedra: Marchini | 2° Cuat. de 2009 | Altillo.com |
C.M. GÓMEZ GÓMEZ
El Pensamiento Mercantilista.
Según Maquiavelo, los Estados nacen de la violencia y con frecuencia deben mantenerse gracias a ella. Por esa razón resulta que las reglas de la eficacia política contradicen las enseñanzas de la moral y de la iglesia. “Siendo como son”, los hombres utilizaran su libertad para actuar en contra de los intereses del Estado y esto nos conducirá al caos social y, finalmente, a la disolución de la Nación. El papel del Príncipe consiste entonces en obtener, conservar y aumentar su poder. Así, Maquiavelo, el padre de la razón de estado nos aporta la primera pieza del absolutismo.
Para Bodin, la soberanía es la esencia de La Republica, el principio mismo del Estado. Para que exista soberanía debe existir, a un mismo tiempo, un marco jurídico (la ley) y una autoridad (el orden). Tal soberanía, indivisible, absoluta y perpetua es una prorrogativa exclusiva del monarca y se impone al pueblo por intermedio del gobierno. Sin embargo, Bodin era un absolutista matizado que no dejo de advertir sobre los peligros de una soberanía sin limite; estos limites deben estar, según Bodin, en la ley divina y en la ley natural.
Thomas Hobbes, concluye que las grandes desgracias de la sociedad ocurren cuando las personas no saben a quien obedecer; cuando la soberanía desaparece. Cuando esto ocurre, la sociedad puede regresar al “estado de naturaleza”, es decir, a esa situación en la que cada quien puede hacer todo lo que considere útil para su supervivencia o su felicidad, en la que es permanente la amenaza para la vida y para los bienes de cada quien, y donde la vida de los hombres es “solitaria, miserable, sucia, animal y breve”. El “miedo constante a la muerte” lleva a todos a convencimiento de que, para salir del “estado de naturaleza”, es necesario que cada quien convenga en ceder sus derechos a una autoridad superior, a la que será confiada la soberanía. La obediencia a la soberanía asegura entonces la supervivencia y la prosperidad de la ciudad.
Los mercantilistas no entienden la riqueza como bienestar o como mejora en os niveles de vida de los súbditos, mas bien de lo que se trata es de construir o incrementar un patrimonio. De ahí que los dos lemas principales del mercantilismo sean precisamente el dinero y la balanza comercial.
Para el mercantilismo las naciones que participen del comercio internacional, más que socios comerciales que buscan acuerdos mutuamente favorables, son naciones rivales. Nadie puede ganar a menos que uno pierda. El objetivo de enriquecer la nación es entonces conflictivo. Por esos motivos, no es sorprendente que, justo con la diplomacia y con la guerra, las políticas económicas de la época se integren dentro de una estrategia general de poder.
Al contrario de lo que ocurre entre las naciones, para muchos mercantilistas, dentro del mismo país el interés privado y el interés colectivo no están en conflicto. La prosperidad individual se puede extender sin limitación dentro de las fronteras nacionales. Los métodos del éxito se pueden copiar, y a través de la copia se generalizan.
Para los mercantilistas los estados que prosperan son los estados poderosos. La fuerza es la mejor garantía de existo de los intereses individuales, el comercio exterior solo prospera cuando la armada del príncipe protege al mercader y cuando la expansión colonial y la guerra abren nuevos mercados. Del mismo modo, el comercio interno solo se desarrolla cuando impera la paz civil y esta protegida la propiedad privada.
Montchrestien aporta argumentos originales: El estado debe velar por el pleno empleo, ya que el paro es un desperdicio de recursos y crea un déficit de riquezas que deberá ser cubierto comprando al extranjero. Por ello hay que obligar a las personas a trabajar y se deben crear talleres con ese fin. Sus argumentos seria Lugo recuperados por William Petty, para defender que el estado debe poner su máxima atención en utilizar la fuerza laboral y mantener en orden sus aptitudes”. En caso de necesidad los parados deberían emplearse “construir una pirámide inútil o cosas semejantes para mantener sus mentes disciplinadas y obedientes y sus cuerpos aptos para realizar trabajos provechosos cuando sea necesario”.
El estado debe jugar también un papel en la formación de las personas a través del desarrollo de la enseñanza.
En materia de comercio exterior, el estado debe proteger los bienes que produzca o pueda producir la nación. Debe estimular la colonización, ya que esta aumenta la demanda de bienes y da acceso a nuevas fuentes de materias primas.
Para los mercantilistas el dinero es sinónimo de riqueza. El dinero es riqueza por que es poder de compra.
El dinero, o los metales preciosos, poseen ventajas indudables. Son duraderos, de valor elevado y divisibles, características que los hacen adecuados para efectuar pagos y para la conservación de la riqueza. En este razonamiento se encuentra el reconocimiento explicito de las tres funciones clásicas del dinero: unidad de cuenta, instrumento de cambio y reserva de valor.
Thomas Mun, insistirá sobre la necesidad de retener metales preciosos para las necesidades de los intercambios internacionales. Por la misma razón, el comercio interior debería servir para economizar encajes monetarios y, según Mun, dentro del país el papel del dinero lo puede cumplir adecuadamente los billetes a la orden y las letras de cambio.
El Príncipe debe conseguir las armas, preparar la flota, conducir la guerra y todos los gastos debe cubrirse con dinero constante y sonante.
La historia económica de la Europa del siglo XVI esta marcada, al mismo tiempo, por la entrada de grandes cantidades de oro y plata provenientes del “nuevo mundo”, y por el aumento sostenido de los precios.
Según Malestroit, la perdida del poder adquisitivo del dinero en circulación es completamente imputable a la disminución del contenido metálico de la unidad de cuenta. Este autor se empeña en demostrar que, aunque los precios nominales aumenten, la relación de intercambio entra cada uno de los bienes y el oro y la plata, han permanecido estable. De modo que el precio alto de las cosas de uso común seria una ilusión. Malestroit concluye entonces que, para evitar esta inflación de unidades de cuenta, lo único que hacer falta es aplicar la ortodoxia monetaria de la época manteniendo constante el contenido metálico de las monedas. Malestroit subraya, que aferrarse a los valores nominales sin tener en cuenta el contenido metálico de las monedas es arriesgarse a sufrir perdidas de capital.
Bodin contestara a tales ideas. El aumento de los precios de los bienes esenciales es muy superior a la depreciación de las monedas. La inflación no es entonces solamente “nominal” (en unidades de cuenta), sino también real (de los precios en términos de oro y plata). Una vez demostrado que la inflación no es una ilusión, Bodin pasa a discutir sus causas. El mayor crecimiento de la oferta de metales preciosos en relación con la oferta de los demás bienes, disminuye los precios relativos del oro y la plata con respecto a los demás bienes, o, en otros términos, aumenta los precios de los bienes en términos de oro y plata.
Este autor añade otras causas del aumento de los precios, entre las que se cuentan: el despilfarro que resulta de la moda que crea demandas artificiales y cambiantes, el desarrollo de las exportaciones que reduce la oferta interior, los monopolios y las alianzas que frenan la competencia y, finalmente, los príncipes cuyos gastos son excesivos.
Para los mercantilistas la abundancia del dinero tiene una ventaja indudable: permite la disminución del tipo de interés.
Culpeper argumenta. Cuando el topo de interés es alto, los mercaderes más afortunados se retiran, ya que para ellos es más seguro y más rentable prestar dinero que dedicarse directamente a los negocios. Los negociantes jóvenes y endeudados se ven conducidos a la ruina. De la misma manera las inversiones agrícolas disminuyen y el valor de la tierra cae abruptamente.
Una tasa baja de interés es considerada favorable al comercio. Pero esa es solo una condición necesaria y no suficiente para la prosperidad de los intercambios. Thomas Mun, dice que un tipo bajo de interés puede ser el reflejo de un comercio deprimido y en consecuencia de una baja demanda de capitales. Con esta excepción, los mercantilistas piensan que una baja tasa de interés es el resultado de la abundancia monetaria.
En caso de que el gobierno se encuentre en situación de escasez, la ley debe suplir al mercado. La exigencia de un respaldo legal es, con una frecuencia comprensible, la única respuesta de los comerciantes en el conflicto que les enfrenta al poder financiero. Ambos intereses, los del banquero y el mercader, son claramente contrapuestos y los mercantilistas se preocuparan por distinguir con claridad entre la tasa de interés (legitima) y la usura (abusiva).
Para los países que no tenían acceso directo a las fuentes de metales preciosos, la única forma de conseguirlos estaba en los excedentes de la balanza comercial. Como el oro entraba en España y Portugal, era necesario que los déficit comerciales lo hicieran salir.
En un primer momento, el saldo favorable de los intercambios comerciales se consiguió mediante una política de prohibiciones, restricciones y controles.
Sin embargo la explosión de los intercambios internacionales debilitara progresivamente la eficacia de tales disposiciones. Por lo tanto, si el comercio es deficitario, el oro saldrá inevitablemente del reino.
Con la crisis comercial de 1620, aparece en Inglaterra, Gerald Malynes. Este autor busco la razón del déficit comercial en los mecanismos de cambio. Su razonamiento es el siguiente. En un sistema de dinero mercancía, la paridad viene dada por el contenido metálico respectivo de las distintas monedas y el tipo de cambio debe ajustarse a ello. La paridad de las monedas asegura el equilibrio en los flujos de dinero, ya que una vez, alcanzado el tipo de cambio adecuado no se producirá ningún movimiento de dinero, ya que no existirá la posibilidad de obtener ganancia alguna de intercambio de monedas o mediante la exportación o importación de especies. Malynes concluye, “el abuso del tipo de cambio”, es decir la sobrevaloración de la moneda es la causa del déficit comercial.
Contra este análisis reaccionaran E. Misselden y T. Mun. Estos dos autores sostienen que son los movimientos comerciales los que causan las variaciones del tipo de cambio de los flujos monetarios.
Misselden es el primer autor en emplear la expresión “balanza comercial”, aunque para él esta se limite a los intercambios solamente de un país.
Thomas Mun, insistirá que lo que realmente importa es el balance global y que no es reprochable que el comercio con tal o cual país sea deficitario, siempre que conduzca a excedentes globales.
El estado debe, a través de una potente flota, garantizar la seguridad de los barcos mercantes. Evitar exportar las materias primas o bienes de subsistencia. Desestimular las importaciones de bienes de lujo. Incitar a los comerciantes extranjeros instalados en el territorio a consagrar sus ganancias a la compra de productos nacionales. Incitar a los comerciantes nacionales en el extranjero a repatriar sus ganancias. Exportar los bienes con mayor contenido de mano de obra.