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Hist. Ec. y Soc. Gral. | El crecimiento económico entre 1945 y 1980 | Altillo.com |
El crecimiento económico como desafío para la política económica: los "plateados" años 50 y los "dorados" años 60
La aceleración del crecimiento
El crecimiento acelerado de la producción industrial debe atribuirse también en parte a las halagüeñas cifras de crecimiento de los países del bloque oriental y a los éxitos conseguidos en su industrialización por algunos países subdesarrollados, pero aun más debe achacarse al dinamismo de la economía occidental. En los años 60 se dibujó una cierta nivelación: Francia, Italia y la República Federal de Alemania quisieron mitigar un tanto su crecimiento debido al peligro creciente de inflación mientras que los países más pequeños aumentaron aun más su ritmo anual de crecimiento.
Estados Unidos vio cómo su tasa de crecimiento también aumentaba, bien no en la misma medida que las de Europa occidental y Japón.
El proceso de recuperación y sus componentes
El crecimiento acelerado debe ser interpretado como un movimiento de recuperación. Europa occidental debía recuperar desarrollos que habían sido aplazados por las dos guerras mundiales y la crisis económica mundial. Japón se vio contenido sólo por la Segunda Guerra Mundial y por la crisis económica mundial. En cuanto a Estados Unidos, el factor de la recuperación jugó un papel de menor entidad porque el crecimiento retardado por la crisis económica mundial de los años 30 fue parcialmente compensado por el crecimiento de la producción en la Segunda Guerra Mundial.
Desde el punto de vista de la demanda, el atraso en relación con el nuevo modelo del bienestar norteamericano ofrecía grandes posibilidades de recuperación. La escasez de fuerza de trabajo, la creciente productividad del trabajo y una agricultura que se encontraba sumida en un proceso simultáneo de fuerte expansión, habían hecho que desde finales del siglo XIX el ingreso de las masas aumentase en Estados Unidos hasta un nivel muy superior al de todos los demás países, posibilitando así el consumo masivo de bienes de uso cotidiano y también el de bienes de uso duradero.
Sólo a partir de 1950 empezó a existir el necesario campo libre para aproximarse al modelo norteamericano de bienestar. Los sindicatos podían actuar ahora bajo la circunstancia positiva de la escasez de fuerza de trabajo. Los aumentos de sueldos y salarios se vieron favorecidos por la cooperación internacional.
También en Japón era importante la demanda derivada de las exportaciones, pero el papel principal correspondió aquí al mercado interno. La industria pesada controlada por unos cuantos grupos financieros se basaba en la tecnología moderna y la producción en masa, pero estaba estrechamente ligada a todo un tejido de empresas pequeñas y sólo débilmente mecanizadas.
Al lado de los factores de demanda, también los factores de oferta específicos crearon las condiciones para un vigoroso movimiento de recuperación después de la guerra. Esto aparece en lo relativo al factor trabajo. En Europa occidental y Japón las posibilidades de recuperación del factor trabajo eran particularmente elevadas. Sin duda beneficiaron al crecimiento económico.
El hecho de que Europa continental y Japón hubiesen quedado tecnológicamente rezagados en relación con Estados Unidos explica también por qué las economías de estos países crecieron posteriormente a mayor velocidad que la norteamericana. En la explicación del fenómeno hay que poner en juego ambos factores: altas inversiones en un área tecnológicamente retrasada pueden inducir elevaciones más rápidas de la productividad y un crecimiento económico acelerado.
La dinámica del crecimiento en los países occidentales después de la guerra
El crecimiento económico acelerado de los países occidentales fue más que un proceso de recuperación. A lo largo de los años 50 y 60 los Estados de esta zona del mundo erigieron una economía mixta que estimulaba un crecimiento dinámico. La economía mixta se basa en la interrelación de la actividad económica del Estado, de los sindicatos y del sector privado y se orienta a fomentar el crecimiento. En la posguerra las actividades del Estado tendieron a lograr el pleno empleo y a edificar un sistema de seguridad social. Para el control de la coyuntura se puso en funcionamiento una política fiscal y monetaria anticíclica por medio de la cual el Estado podía estimular o contraer la demanda.
El sector privado respetaba la política social y salarial de los sindicatos y éstos se declaraban conformes con la política de inversión de las empresas. Las actividades de ambos grupos tendían a una estrategia común de crecimiento. Este tipo de condiciones animaron a la extensión de las inversiones en tres direcciones. En primer lugar, en sectores industriales cuya actividad estaba estrechamente relacionada con el desarrollo de la sociedad del bienestar, como la producción de bienes de consumo duradero, la construcción de viviendas, la industria petroquímica y electrónica. En segundo lugar, las inversiones se dirigían con fuerza a la expansión del sector terciario y aun cuaternario: los servicios adquirieron una gran relevancia en la sociedad del bienestar. En tercer lugar, las inversiones del sector privado estimulaban el desarrollo de nuevas regiones industriales en el interior de las propias fronteras.
Los sectores industriales ligados al bienestar y sumidos en un proceso expansivo no eran sólo intensivos en capital, sino también en el trabajo.
Los empresarios encontraron apoyo en los gobiernos y en los sindicatos para extender sus inversiones también en el extranjero.
Entre 1951 y 1972 la relación de intercambio evolucionó favorablemente a los países industriales y el aumento de la población y el creciente bienestar no generaron tensiones en la producción de alimentos y de materias primas. Las grandes inversiones de las empresas multinacionales así como el intenso progreso técnico que incorporaban determinaron un poderoso aumento de la producción y la elevación de la productividad de la tierra, el trabajo y el capital.
El crecimiento en los países del bloque oriental y en el Tercer Mundo
En la Unión Soviética el crecimiento se atribuyó al modelo estaliniano de industrialización de 1929, basado en el principio de la acumulación primitiva. La planificación central de carácter imperativo se proponía invertir la mayor parte de la plusvalía generada por la agricultura en la industria. Para ello los sectores industriales de base adquirieron una primacía absoluta, puesto que habían de asegurar la autarquía industrial de la Unión Soviética.
El bloque oriental intensificó planificadamente sus inversiones, dando así un fuerte impulso al crecimiento económico.
El análisis de la política de desarrollo practicada en el Tercer Mundo conduce a algunas constataciones sorprendentes: en estos países las cifras globales de ahorro, inversión y formación de capital son mucho más altas de lo que fueron durante la revolución industrial de los siglos XVII y XIX en Europa. De esta manera el Estado desempeña en el Tercer Mundo un papel motor. Debe preocuparse ya desde un principio en gran medida por el bien público y la expansión económica: por una moderna infraestructura de transportes y comunicaciones, por un sistema educativo completo y plenamente eficaz y por otros bienes de carácter público.
El desarrollo económico del Tercer Mundo comportó también importantes transformaciones estructurales: la urbanización creció rápidamente, la proporción del sector agrario en el producto interior disminuyó paralelamente a la de la población activa agraria en el conjunto de los activos, al tiempo que aumentó la proporción correspondiente a la producción industrial y a los trabajadores industriales.
Los países en desarrollo que han seguido una política de crecimiento basado en la exportación han tenido mucho más éxito que los que han tratado de conseguir su industrialización a través fundamentalmente de la sustitución de importaciones. En los primeros la ocupación aumentó considerablemente, lo que hizo crecer las rentas salariales absolutas y reales. Los países que se han basado sobre todo en la sustitución de importaciones optaron por este modelo frente al de un crecimiento orientado a la exportación porque éste entraña un elemento de explotación: con el empleo de fuerza de trabajo más barata las ventajas que realmente deberían corresponder a los trabajadores de los países exportadores iban a parar a los consumidores de los países importadores.
Del crecimiento económico a la estanflación: los años 70
En algunos círculos políticos se impuso la opinión de que el empleo de factores productivos debía servir ante todo al bienestar general; que ese empleo fuese barato y eficiente parecía un problema de segundo orden. La financiación de estos equipamientos redujo la cuota de ahorro privado e hizo subir los tipos de interés.
En este marco de inseguridad creciente se desarrolló la última fase de la coyuntura de crecimiento posterior a la guerra. La nueva política económica de la administración Kennnedy alcanzó su pleno despliegue bajo el presidente Johonson: sus objetivos macroeconómicos prioritarios se orientaban al crecimiento; el Estado jugaba un papel activo y estimulaba la demanda con el objeto de incrementar la producción y acceder a través de esto al pleno empleo sorteando el peligro de una crisis. Las medidas restrictivas del presidente Johonson en 1968 ya no tuvieron un efecto digno de mención.
También fue de efectos inquietantes el empeoramiento de la balanza de pagos norteamericana y no sólo por los déficits en la balanza de transferencias de capital, sino también por la aparición de una balanza comercial deficitaria. El verdadero motivo de esta era la sobrevaloración del dólar.
Mientras que el déficit de la balanza comercial norteamericana aumentaba, Japón y Europa registraban superávits impresionantes. Esto permitía a los gobiernos conducir con más facilidad su política de crecimiento y aun ampliar el alcance de su política social.
La "explosión salarial" de 1968-1969 y el recalentamiento de la economía mundial
El marco general de la "explosión salarial" europea entre 1968 y 1969 lo constituye la expansión económica de los años 60 con su tendencia al pleno empleo. Esto determinó la aparición de estrangulamientos en el mercado de trabajo, que se intentaron eliminar por medio de la acrecentada atracción de trabajadores inmigrantes. Las alzas salariales de tipo explosivo de 1968-1969 pueden interpretarse como una reacción de los asalariados frente a la política de moderación salarial de los gobiernos.
Una nueva generación que había crecido en la época posterior a la guerra en el clima de la política económica keynesiana consideraba la posibilidad de obtener un trabajo como garantizada, por lo que aspiraba a asegurar sus ingresos incluyendo sistemáticamente en las negociaciones sobre salarios previsiones relativas a futuros aumentos de precios.
Esta ruptura de la relación entre nivel de empleo y nivel de precios y salarios tuvo que ver también con las alzas frecuentemente muy fuertes de los salarios en la época. La ruptura se puso de manifiesto precisamente en la aparición por todas partes de estrangulamientos en la oferta de trabajo. La política monetaria expansiva puso además al conjunto del sistema monetario internacional en peligro. La creación de dinero empezó a realizarse en los diversos países a mayor velocidad que el aumento respectivo de las reservas de divisas.
El presidente Nixon suspendió por eso el 15 de agosto de 1971 la convertibilidad del dólar. Paulatinamente el sistema monetario en su conjunto, dado que se basaba en esta convertibilidad, hizo agua.
La política de crecimiento y la inflación acelerada estimularon con fuerza la actividad económica. El recalentamiento se hizo notar también en el terreno de las materias primas y de los alimentos.
Finalmente, estaba como telón de fondo el problema de relación de precios entre bienes primarios y productos industriales. Resultó un ciclo de precios decrecientes para los bienes primarios y los alimentos y de precios crecientes para los productos industriales.
El cártel constituido por la OPEP reaccionó en noviembre de 1973 al recalentamiento de la economía mundial de comienzos de los años 70 con un drástico aumento de los precios del petróleo. Los efectos del aumento de los precios del petróleo en la economía mundial fueron devastadores. Agravó bruscamente la recesión iniciada en el curso de 1973 debido a la política restrictiva de los gobiernos nacionales.
De la recesión a la estanflación
A partir del segundo semestre de 1974 sobrevino una grave recesión. No se trataba meramente de un crecimiento más lento, sino de una reducción con tasas de crecimiento negativas, pues el producto social bruto de los países de la OCDE calculado sobre una base anual decreció por primera vez. Las verdaderas pérdidas de los países de la OCDE fueron el doble de la transferencia de poder adquisitivo a los países de la OPEP. Sin embargo, la recesión no se transformó de inmediato en una auténtica crisis económica. Pues el comercio mundial, que al principio se estancó se mantuvo e incluso se recuperó poco a poco. Al coincidir el estancamiento económico con la inflación apareció el fenómeno de la estanflación. Una política deflacionista estricta habría podido presionar sobre los precios, pero dado el nivel acrecentado de desempleo que habría suscitado era inaceptable. En el marco de la economía de bienestar de la época de posguerra no era posible tampoco reducir los salarios nominales, con lo que se habría podido asimilar las pérdidas reales sufridas por la renta nacional debido a las transferencias a los países no occidentales.
El dólar ya no podía ser apoyado, de manera que los tipos de cambio decrecientes podrían repercutir positivamente en la balanza comercial y de pagos.
La reactivación económica que se inició en Estados Unidos y Japón en el primer semestre de 1975 y en la mayoría de los países europeos poco después demostró ser escasamente sólida, de manera que el final de los años 70 se siguió caracterizando por el predominio de un estancamiento relativo. Los nuevos aumentos de los precios mundiales del petróleo decididos en 1979 y 1980 hicieron aparecer nuevamente en un primer plano el problema de los déficits de las balanzas de pagos y del sistema monetario internacional. Desencadenaron una nueva depresión a comienzos de los 80. Al mismo tiempo aumentaron la liquidez internacional y por esta vía también la cantidad de dinero en cada país. Las medidas estatales encaminadas a la reducción del desempleo actuaron en la misma dirección.