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Trabajo Práctico ¿Quién Sufre en la Psicosis? |
Cátedra: Tausk | Prof.: Debora Levit |
1º Cuat. 2008 |
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Introducción
En el recorrido de mi vida he encontrado diversas opiniones sobre el loco y sus
locuras. Y analizando un poco estas opiniones noté que muchas de ellas
encontraran causa común en un rasgo muy particular, y que no pudo menos que
llamar mi atención. Mucha gente cree que el loco (sin poder especificar muy bien
a que se refieren con esto) no sufre, en el sentido de que nada sabe, ni quiere
saber, del mundo que lo rodea, del mundo donde aparentemente habita, en
consecuencia nada se entera del otro y sus abaratares diarios. En síntesis nada
sabe del otro, de sus alegrías y en especial del dolor y el sufrimiento ajeno.
Concluyen rápidamente diciendo que los locos no sufren, y muchas veces opinan
justamente todo lo contrario en consecuencia de no estar inmersos en el mundo.
Pareciera que se les envidia la vivienda en su mundo interno.
Pero a su vez, podemos decir que el miedo a la locura (a volverse loco, mejor
dicho) es casi un miedo universal.
Se ve que algo del orden del sufrimiento hay en la psicosis, pero ¿quién sufre
en la psicosis? Como diría Lacan “No digo que responderemos esta pregunta, pero
al menos la haremos”1.
El “Brillante” David Helfgott
Antes de comenzar a abordar el tema, que es eje del presente trabajo, deberíamos
dedicarle unos párrafos a la estructura psicótica para luego poder encaminarnos
hacia nuestro objetivo.
Freud nos dirá que en la psicosis hay una perturbación en los vínculos del yo
con el mundo exterior. A partir de lo cual el yo crea una nueva realidad
exterior e interior, pero será edificado bajo las mosiones de deseo del Ello.
Esto será la consecuencia de una ruptura con el mundo exterior a causa de una
gran frustración de un deseo, una frustración externa, que pareció insoportable.
Es decir algo que debía acontecer no aconteció. Lacan lo llama Forclusión
Vayamos todavía un paso mas atrás. Veremos que la subjetividad se constituye en
el movimiento que va de un significante a otro significante; el hecho de que no
venga ningún significante presenta un problema en la subjetividad. El “sujeto
cae en la trama como objeto y esa pérdida de lugar se acompaña con angustia.”2
Ya podríamos decir que es objeto del goce del Otro.
La forclusión de ese significante, del significante del Nombre del Padre, hace
que todo sea posible, no hay límites, no hay ley, hasta hace posible que falte
la falta de objeto. Si no hay falta de objeto no hay deseo, y si no hay deseo
solo queda lugar para el infinito goce. Todo es posible, Hay un goce absoluto. Y
esto esta nada mas cercano del sufrimiento y le dolor psíquicos insoportables.
Pero lo forcluido en la simbólico retornará en lo real, puede ser mediante un
delirio, que como diría Freud es un parche ante la desgarradura, o una realidad
mas habitable.
Pero que pasa si no se inscribe ese significante, si es forcluido; se afectará
el registro simbólico, habrá un discurso unidimensional, pura metonimia y no
habrá lugar para la metáfora, como diría Lacan el psicótico es poseído por el
lenguaje. Lacan también dirá que en la psicosis el yo ideal habla, es una
fantasía pero una fantasía hablada. Lo que sucede es que al no poder realizar el
significante padre a nivel simbólico, sólo le queda la imagen a la que reduce la
función paterna, y cumple la función de modelo de alienación especular. Es por
eso que para el psicótico el presente ya ha sido anunciado, previsto predicho
escrito al igual que su pasado.
Aulagnier nos dirá que “el psicótico, superada la infancia, librará su combate
con la esperanza de recusar toda relación de filiación entre el mismo y esta
imagen inasumible de un niño responsable de una esclavitud consentida (…) Al
sujeto supuesto saber el psicótico lo encontró primero en la persona de los
padres que le prohibieron (….) creer que otro pensamiento que el de ellos
pudiera saber lo que se refiere al deseo, la ley, el bien, el mal.”3
Escribiendo estas palabras no puedo menos que acordarme de la relación de David
con su padre, “el hombre de acero” el hombre al que “nadie lo lastima” porque
“en este mundo solo los fuertes sobreviven4, a los débiles los aplastan como
insectos” el hombre que le dice con la mayor de la certezas que nadie lo va a
querer como el, que es un niño muy afortunado, y que le hace repetir cada una de
estas palabras, no dejando que salga algo propio de David. Vemos en el recorrido
de la historia de David como “sus” frases son sólo frases ajenas.
Algo que me sorprendió en un principio y que luego “cayo de maduro” es que Peter,
el padre e David, no creía en la religión, ni en las almas, y luego caí en la
cuenta que era obvio que no iba a creer en alguien que pudiera tener un poco mas
de saber y poder que el mismo. Él determinaba que sinfonía debía tocar, que
destino profesional haría, si iba o no a viajar, etc.
“La música siempre será tu amiga ” Dijo un día Peter Helfgott a su hijo; y tenía
razón. O a lo mejor mas que darle la razón deberíamos adjudicarle la autoría de
esta vida. Ese, entre otros tantos, fueron los mandatos que su padre le
imprimió.
Toda la vida de David se dio por intervalos que oscilaban entre tocar o no tocar
música, con la misma polaridad, que el día y la noche, que el todo y la nada,
que el gato y el agua.
David tenía un excelente oído, hasta llego a aprender a tocar en le piano
Rechmaninov con solo escucharlo del disco y pareciera que esta capacidad también
fue la herramienta primordial y necesaria para incorporar el discurso del padre.
Peor aun es el hecho de que sin estar al lado de su padre, David nada puede ser.
Cuando David gana la beca para la Escuela Real de Música y se lo comenta su
padre, le dice que él nada puede hacer para que no se vaya a lo que el padre
contesta “si te vas jamás podrás volver, no serás hijo de nadie, tus hermanas
perderán un hermano, ¿Querés destruir la familia? Si te vas serás castigado el
resto de tu vida. Y como si fuera poco cuando David decide irse a Londres su
padre quema el cuaderno con todos sus imágenes.
Llegado a Londres establece una relación con Cecil, un profesor de la escuela, y
decide presentarse a concurso y llegará a la final en donde tocara Rechmaninov.
Y Cecil tiene para con David algunas frases que dispararon mi atención “tocar es
un riesgo, no hay protección” “no cometas ni un error. Es peligroso hay gente
que sale lastimada, considera dos melodías separadas peleando por la supremacía”
“doma el piano, se te va a echar a correr, es un monstruo” “si no lo domas te
traga entero”5. Estas frases me recuerdan mucho a la escena recordada por el
papá da David, donde en el circo, un león le lastima el brazo, no lo pudo domar,
el monstruo se le echo, donde casi lo traga entero, donde salio lastimado, donde
no hubo red de protección, donde era riesgoso, donde dos fuerzas peleaban por la
supremacía y su padre perdió… salió lastimado.
Siguiendo en la misma línea, podemos citar la escena donde David habla con la
escritora y le dice que su papi es un león furioso, a lo que ella le responde
“no, es un gatito manso”.
Volvamos al teman. David en la final del concurso logro tocar exquisitamente la
sinfonía de Rechmaninov, pero al igual que su padre no puede menos que salir
lastimado, desvanecido. Hay una sujeción en el imaginario oclusivo del registro
real, y a eso designamos sufrimiento. Su tocar de manera compulsiva es el
testimonio de un sufrimiento capturado por la repetición
Esto podríamos llegarlo a entender desde el punto de vista que su abuelo le hizo
a su padre con el violín, lo que el padre le hizo a el con su subjetividad, lo
destruyo. Pero no es a donde queremos ir.
David luego de lo ocurrido, pasa un tiempo en un hospicio, y llegado el momento
se reencuentra con el piano y su música. Sale en los periódicos, su padre lo ve
y lo va a visitar llevándole consigo al medalla de la Escuela Real de Música.
Pero algo aparece haber cambiado. Cuando su padre le vuelve a contar la historia
del violín y le pide, como siempre había sido hasta ese momento, el final del
relato, David dice: “No tengo idea lo que le paso (al violín)” y cuando su padre
le dice “te das cuenta de la oportunidad que tienes aquí” el responde “la
oportunidad de una vida”. Algo nuevo parece estar pasando en su vida. Ejemplo de
esto puede ser su casamiento.
Pareciera que David volviendo a tocar el piano se estabiliza, logra la cuarta
pata del taburete, al modo de una metáfora delirante. Pero seria muy arriesgado
de mi parte afirmar semejantes palabras.
Pero… ¿Por qué llora David en su último concierto y no en la tumba de su padre?
Si a los neuróticos es la muerte lo que mas nos haría sufrir, al psicótico ¿que
lo hace sufrir?, o es justamente que todos los fenómenos elementales están a
merced de coartar el sufrimiento, ¿pero en que medida lo consiguen?
¿Quién sufre en la psicosis? Escuchemos a David: “Si, yo creía que era un gato
(…) me identificaba con los gatos” “¿porque será?” “¿Por qué no puedes
acariciarlos?” “Quizá yo era un gato triste, me intrigan los gatos”. “De veras”.
“Porque yo era un viejo quisquilloso”. “Yo siempre besaba los gatos”. “Si me
dejaban los besaba (…)”
¿Puede un leopardo cambiar sus manchas?
¿Será que David sufría por no poder cambiar las manchas de su yo-padre, de ese
león / gatito manso?
Bibliografía:
Atzori, Silvia: "Clase del concurso". En libro a editar, J.V.E Ediciones 2005.
Aulagnier, Piera.: Las entrevistas preliminares y los movimientos de apertura.
El aprendiz de brujo y el maestro historiador. Pág. 178 “ La apertura de la
partida en la psicosis”. Amorrortu, Buenos Aires 1998
Freud, S. : Neurosis y Psicosis. Tomo XIX. Amorrortu, Buenos Aires.
Freud, S: La pérdida de realidad en Neurosis y Psicosis. T. XIX. Amorrortu,
Buenos Aires.
Helman Jorge La locura entre la creatividad y el sufrimiento. CEP
Lacan, Jacques: “Seminario 3: Las Psicosis”. Paidós Buenos Aires. 1994
Tausk, Juan: "Clínica en las psicosis” En libro a editar, J.V.E Ediciones 2005.
Vázquez, Silvia: “Clase de concurso” En libro a editar, J.V.E Ediciones 2005.