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Texto: El campo grupal – Fernández
Introducción: Criterio de elucidación crítica del campo grupal
Elucidar es una EXPLORACIÓN acerca de... inacabada, sujetada a revisiones y ajustes provisorios. Se tratará de pensar sobre lo hecho mientras se buscará conocer con mayor precisión eso que como hecho deberá ser deshecho, para entender su composición, otorgando a la actividad de-constructiva un lugar central en la tarea de elucidación.
Para lograr estos objetivos en las teorizaciones sobre lo grupal, es necesario una remisión histórica a los saberes y prácticas grupales; historia en un sentido genealógico, es decir, con el interés de indagar cómo se han constituido los saberes sus discursos, sus diseños grupales, sus dominios de objeto, la institución de sus prácticas y sus demarcaciones disciplinarias. Analizar, por lo tanto, las condiciones de producción de tales saberes: teóricas y epistémicas, pero también institucionales e histórico-sociales; en síntesis, no solo lo que una teoría dice, sino las formas históricas de gestión de los conocimientos que enuncia; no ya la descripción de sus prácticas sino más bien el análisis de las DEMANDAS a las que tales prácticas dan repuesta. Es el estudio de las construcciones y re-construcciones de las teorías y prácticas.
Una teoría demarca siempre sus áreas de visibilidad e invisibilidad, sus enunciados y sus silencios. Lo invisible dentro de una teoría es el resultado necesario de la forma en que se ha estructurado dentro de ella el campo de lo visible.
En síntesis, el criterio de elucidación crítica es abrir interrogantes sobre lo enunciado y sus prácticas que permitan, a su vez, pensar los problemas de otro modo. Es un doble camino de de-construcción y re-construcción de teorías y practicas.
Caja de herramientas
La manera de leer que una actitud de elucidación critica implica apartarse del “texto-verdad”, es decir, distanciarse del supuesto por el cual la práctica de lectura es un acto de revelación. Esta forma BIBLICA de pensar el texto como un continente de una verdad revelada; esto pone al lector en una única posición: se dirige a la repetición descifrada de las enseñanzas de un maestro poseedor de la verdad, se vuelve una especie de práctica “religiosa”. Ana Fernández establece que varias son las consecuencias de esta manera de leer: dogmatización del cuerpo teórico, repetición, instalación de un discurso como el de la autoridad, entre otros. Explica que frente a esta forma de lectura es importante evitar tanto la sumisión del discurso legitimado, como la descalificación de sus valores de enunciado. Por ambos caminos, se empobrece la reflexión teórica.
Fernández propone un criterio de lectura de-construcción/re-construcción donde los enlaces teóricos puedan realizarse a través de confrontaciones locales y no globales; donde las teorías puedan pensarse desde lo MÚLTIPLE y no desde lo uno (des-totalización). Al trabajarse los conceptos de una forma local y no globalmente, éstos vuelven a adquirir la polivalencia teórica imprescindible para producir nuevas nociones, para pensar articulaciones hasta ahora invisibles, cuestionar sus certezas, pensar aquello que había quedad como impensable. En síntesis, se propone el contrapunto y la interrogación con diversos sistemas de pensamiento como método para que las teorías mantengan su vigor en la subversión de aquello que se ha cristalizado como obvio.
Capítulo 2. Lo singular y lo colectivo
Antinomia individuo-sociedad
A lo largo de la historia se plantearon diferentes maneras de “resolver” la relación del individuo y la sociedad. Dos de ellas, son las más características: psicologismo y sociologismo. En ambas posiciones, la relación individuo-sociedad está pensada desde un criterio antagónico, es decir, que ambas “resuelven” la compleja tensión entre lo singular y colectivo desde un reduccionismo. Lo singular y lo colectivo conforman un par de contrarios que se constituyen desde lógicas “esencialmente” diferentes.
En el campo de lo grupal, puede observarse la presencia de esta antinomia Individuo-Sociedad en la división entre “individualistas” y “mentalistas” que recorrió los primeros años de este campo disciplinario. Frente a esto, Ana Fernández propone que es importante reflexionar sobre la tensión “singular-colectivo” desde caminos no reduccionistas que permitan superar las formas clásicas dicotómicas de esta temática.
Fernández señala dos espacios donde las relaciones y diferencias entre individuo y sociedades se han desplegado: espacio científico-académico y el ético-político.
Espacio científico-académico->los primeros intentos para comprender, en el campo de la psicología, la problemática grupal se plantearon en las tesis individualistas y las tesis de la mentalidad de grupo. Para las tesis individualistas, los individuos constituyen la ÚNICA realidad y tiende a negar realidad a los grupos, en tanto sostiene que los procesos psicológicos ocurren tan solo en los individuos y éstos constituyen las únicas unidades accesibles a la observación. Para los individualistas, no existen los grupos: “grupo” solo hace referencia a una multiplicidad de procesos individuales; para comprender los fenómenos sociales se los debe rastrear hasta llegar a las propiedades de los individuos. La mentalidad de grupo surge como tesis a partir de la observación por la cual cuando los seres humanos viven y actúan en grupos, surgen “fuerzas y fenómenos” que siguen sus propias leyes y que no pueden ser descriptos en términos de las propiedades de los individuos que los componen. Son procesos que poseen leyes propias, diferentes e irreductibles a los individuos. Se considera al grupo como una entidad DIFERENTE a la suma de los individuos; consideran que el individuo, fuera de los grupos, no posee carácter definido, si bien sus potencialidades son necesarias para el funcionamiento del grupo, no son causa de los acontecimientos del mismo. Esta corriente parte de una premisa correcta, por la cual se constata que la acción de un grupo produce efectos que superan los efectos de los individuos aislados, a partir de ello deduce la existencia de una mente de grupo que otorgaría dirección e intencionalidad a los momentos grupales.
La “mente grupo” es análoga cualitativamente a la “mente individuo”; de esta forma, ambas corrientes, quedaron limitadas por cierto sustancialismo de la época. Esta polémica “colectivo-singular” ha atravesado insistentemente al campo grupal; y su antinomia opera como un verdadero a priori conceptual, como premisa implícita desde donde se piensa la articulación de lo singular y lo colectivo y desde donde se “lee” el conjunto de los acontecimientos grupales.
Los a priori conceptuales forman parte del campo epistémico desde donde se constituyen las condiciones de posibilidad de un saber, se delimitan sus áreas de visibilidad e invisibilidad, sus principios de ordenamiento y sus formas de enunciabilidad.
En las distintas teorizaciones sobre los grupos el a priori individuo-sociedad constituye una pieza clave en la demarcación de lo posible de ser pensado; el pensar individuos VS sociedad se instituye como una fuerte evidencia, es decir como ALGO NATURAL. En ese sentido, se intenta problematizar, interrogar críticamente los componentes de ese a priori. Para ello habrá que deconstruir su naturalización. En este sentido, los primeros discursos sobre la grupalidad fueron desplegando sus enunciados en el paradigma individuo-sociedad como pares antagónicos; y por esto, Fernández plantea que es necesario someter a elucidación crítica -desconstruir- dos ficciones: (1) ficción del individuo que impide pensar cualquier plus grupal; (2) y la ficción del grupo como intencionalidad que permite imaginar que el plus grupal radicaría en que ese colectivo posee intenciones, deseos o sentimientos.
Espacio ético-político -> la antinomia individuo-sociedad tiene una inscripción ético-filosófica de gran importancia en el plano político. Su origen moderno ha planteado como disyuntiva ético-política la pregunta sobre que habrá que priorizar: por un lado intereses grupales, por el otro lado intereses individuales.
La relación grupo-sociedad
En el intento de desdibujar el sentido antinómico de la tensión entre lo singular y lo colectivo es que resulta pertinente repensar la noción por la cual los grupos constituyen un campo de mediaciones entre individuos y sociedades. Ésta sería una solución de compromiso válida en su momento. Ésta noción de los grupos, como campos de mediaciones ha intentado “resolver” la tensión entre lo singular y lo colectivo a través de la categoría de intermediación; esta categoría debería ser revisada pero se destaca que mantienen la presencia de lo social en el análisis de la dimensión grupal. ESTO SE OPONE A LOS GRUPOS ISLAS.
“Grupos islas”: es el reduccionismo que plantean aquellas corrientes que centran su análisis de los acontecimientos grupales en las interacciones entre sus integrantes, produciendo un enfoque de los grupos plegados sobre sí mismos donde si bien se abre visibilidad con respecto a sus cohesiones, liderazgos e interacción de roles, etc., se invisibilizan los atravesamientos institucionales, sociales e históricos que confluyen en la gestión de tales movimientos grupales.
La categoría de lo intermediario
Dadas dos disciplinas - psicología y sociología- se vuelve necesaria una disciplina intermedia: psicología de los grupos. Esta noción articuladora es el concepto de intermediario.
Fernández plantea que la cuestión del intermediario dista mucho de estar resulta. Resumiendo, tanto las teorizaciones como el lugar de la coordinación suelen oscilar entre dos ficciones: la figura del gran individuo o el espejismo de los grupos como intencionalidad. En este sentido se vuelve necesario un cambio de paradigma, de un criterio antinómico de individuo vs sociedades, hacia una operación conceptual que pueda evitar una falsa resolución reduccionista y se permita sostener la tensión singular-colectivo.
Problema epistémico - LO GRUPAL COMO CAMPO DE PROBLEMÁTICAS
En un intento de superar los impasses que los reduccionismos y la categoría de intermediarios plantean, se enuncia en este trabajo la necesidad de pensar LO GRUPAL COMO CAMPO DE PROBLEMÁTICAS. Es decir, pensarlo atravesado por múltiples inscripciones: deseantes, históricas, institucionales, políticas, económicas, etc. Lo grupal en un doble movimiento teórico: el trabajo sobre sus especificidades y su articulación con las múltiples inscripciones que lo atraviesan. Nueva manera de pensar lo Uno y lo Múltiple, intentando superar los encierros que la lógica del objeto discreto impone, abriendo la reflexión hacia formas epistémicas pluralistas, TRANDISCIPLINARIAS.
En este sentido, insiste la figura nudo. Ana Fernández presenta a los grupos como NUDOS TEÓRICOS, constituidos por múltiples hilos de unidades disciplinarias que se enlazan en el pensar lo grupal. Esto implica un movimiento bascular por el cual se vuelve indispensable sostener las categorías de análisis particulares de los recortes disciplinarios y -al mismo tiempo- mantener su problematización permanente atravesándolas con las categorías de otras territorialidades disciplinarias que enlazan los nudos teóricos grupales (caja de herramientas).
Esto es MUY diferente a suponer un objeto discreto autónomo, reproducible, no contradictorio y univoco; el objeto discreto implica la lógica de lo Uno donde no se vea afectada por aproximaciones disciplinarias. Esta lógica ha producido un gran obstáculo epistemológico en la reflexión de lo grupal: ha conformado la posibilidad de construir un objeto teórico “grupo”, la lectura de los acontecimientos grupales plegados sobre sí mismos (islas), la negación de la especificidad disciplinaria del campo grupal, entre otros.
La aparición de propuestas TRANDISCIPLINARIAS da cuenta del surgimiento de otras formas de abordaje de la cuestión, así como de la necesidad de usar criterios epistemológicos pluralistas. Habla también de la resistencia de ciertos procesos a su simplificación unidisciplinaria. Con su propuesta de ATRAVESAMIENTOS DISCIPLINARIOS, esta tendencia se inscribe en un nuevo intento de superación de los reduccionismos psicologistas o sociologistas. Además, tiene como una de sus premisas más fuertes la implementación de contactos locales y no globales entre los saberes -> saberes dialogando con otros saberes afines. Esto implica el intercambio entre diferentes áreas de saber y la crítica interna de varias regiones de una disciplina ya que se ponen en interrogación muchas de sus certezas teóricas (bíblicas) al transversalizarse con otros saberes.
Los tres momentos epistémicos
Fernández señala tres momentos epistémicos con el fin de darle un “ordenamiento” a cómo se construyeron los conocimientos sobre lo grupal a lo largo del tiempo. En la constitución de saberes y quehaceres grupales, tales momentos, más que indicar un sentido cronológico, expresan ciertas formas características de PENSAR las legalidades grupales. No puede decirse que unos sucedan a otros linealmente, sino que si bien es posible delimitarlos con cierta claridad, frecuentemente se pueden encontrar rasgos de un momento epistémico en el siguiente.
PRIMER MOMENTO EPISTÉMICO
Capítulo 3: La demanda por lo grupos
A. La ilusión de los orígenes
El conjunto de conocimientos cuya preocupación son los grupos humanos tiene uno de sus puntos de origen en la imperiosa demanda proveniente de la práctica social empresarial, con particular localización en los Estados Unidos en los años 20.
Las primeras intervenciones que luego darán lugar a la microsociología o estudio de los pequeños grupos, fueron las de Mayo (1924) con sus trabajos en los talleres Hawthorne de la Western Electric Company, cerca de Chicago, donde se “descubre” que los trabajadores constituyen espontáneamente entre sí grupos informales, con vida y organización propias y cuyo código implícito determina la actitud de los mismos hacia el trabajo. Los individuos que componen un taller no son simplemente individuos sino que conforman un grupo, dentro del cual han desarrollado “redes informales”, es decir, vínculos entre ellos, como así también con los superiores y con los reglamentos de la empresa. Su mejor rendimiento depende más de la interrelación afectiva entre ellos que de las mejoras en sus condiciones de trabajo. Aparece por primera vez el planteo de una moral de grupo: todo el movimiento posterior de “Relaciones Humanas” tuvo su punto de partida en esta investigación que demostraba la relación positiva entre productividad y actitud del grupo respecto a la empresa. Aquí entonces se encuentra una embrionaria idea de grupo asociada a un conjunto de personas en intercambio informal afectivo; comienza a vislumbrarse la noción de un plus que tendrá el grupo con respecto a la simple sumatoria de sus integrantes; dicho plus se evidenciará por sus efectos: mayor rendimiento.
Este tipo de experiencias puso a los grupos por primera vez en el campo de mira de investigadores sociales, empresarios y hombres de estado de los principales países centrales.
B. La dinámica de grupos.
Lewin aportó principios de la Gestalt al estudio de la personalidad y posteriormente al estudio de los grupos. Esta había demostrado que la percepción y el hábito no se apoyan en elementos sino en “estructuras”. “El todo es más que la suma de las partes”. Lewin explicará la acción individual a partir de la estructura que se establece entre el sujeto y su ambiente en un momento determinado. Tal estructura es un campo dinámico, es decir, un sistema de fuerzas en equilibrio. Cuando el equilibrio se quiebra, se crea tensión en el individuo, y su comportamiento tiene por finalidad su restablecimieto. En 1938 utiliza el método experimental (por primera vez en las investigaciones grupales) para trabajar la noción de campo dinámico, originándose la muy conocida experiencia con grupos de niños a través de la construcción experimental de tres climas sociales: autoritario, democrático y laissez faire. Habían partido de una hipótesis: la frustración ocasiona la agresión; pero al concluir la experiencia pudo observarse que las reacciones agresivas variaban según los climas grupales, dependiendo esto del estilo de coordinación. Demuestra que en los grupos conducidos democráticamente la tensión es menor, pues la agresividad se descarga en ellos de manera gradual en lugar de acumularse y producir apatía o estallidos, como en los otros dos grupos. Concluye que el grupo democrático, al alcanzar más fácilmente el equilibrio interno, es más constructivo en sus actividades. A partir de acá, comienza a desarrollar sus hipótesis centrales sobre los grupos: el grupo es un todo cuyas propiedades son diferentes a la suma de las partes. El grupo y su ambiente constituyen un campo social dinámico, cuyos principales elementos son los subgrupos, los miembros, los canales de comunicación, las barreras. Modificando un elemento se puede modificar la estructura. Este equilibrio no es estático, sino dinámico, resultante de un juego de fuerzas antagónicas: por un lado, las fuerzas que constituyen las partes en un todo; por otro las fuerzas que tienden a desintegrar al conjunto. (Acá se ve que es una concepción gestáltica: el juego de fuerzas expuesto se piensa tan sólo en relación al todo).
Uno de los problemas más importantes para Lewin y sus colaboradores es la investigación de la unidad del grupo y su permanencia como totalidad dinámica, y también las relaciones dinámicas entre los elementos y las configuraciones de conjunto. Así nace la Dinámica de Grupos. Para Lewin, el grupo es una realidad irreductible a los individuos que la componen, más allá de las similitudes o diferencias de objetivos o temperamentos que pudieran presentar sus miembros. Es un específico sistema de interdependencia, tanto entre los miembros del grupo como entre los elementos del campo. El funcionamiento del grupo se explica por el sistema de interdependencia propio de dicho grupo en determinado momento, sea éste funcionamiento interno o referido a la acción sobre la realidad exterior. En esto reside la fuerza del grupo o en esto reside el sistema de fuerzas que lo impulsa, es decir, su dinámica.
Las relaciones descubiertas en laboratorio sobre grupos “artificiales” pasan a ser estudiadas luego en agrupamientos de la vida cotidiana: talleres, escuelas, etc., en la convicción de que el pequeño grupo permite vencer las resistencias al cambio y provoca la evolución de las estructuras del campo social. A partir de ese momento trabajará la temática del cambio social y la resistencia al cambio con la célebre experiencia de modificación de costumbres alimentarias de 1943. Trabaja sobre la resistencia de las amas de casa norteamericanas durante la Segunda Guerra a incluir achuras en la dieta alimentaria. “Descubre” que tomar una decisión en grupo compromete más a la acción que una decisión individual; es más fácil cambiar las ideas y las normas de un grupo pequeño que las de los individuos aislados y que la conformidad con el grupo es un elemento fundamental frente a la resistencia interna para el cambio.
Los aportes de la Teoría del Campo de Lewin han tenido gran influencia en ámbitos muy disímiles; puede observarse incluso en autores argentinos como Pichón Riviere. Sbandi plantea que la concepción lewiniana del grupo como un todo significa el abandono de la posición que coloca al individuo en primer plano. Si bien Lewin acentúa la interdependencia de los miembros, mantiene invisibles los presupuestos sobre los que se funda tal interdependencia.
C. Criterios epistémicos de Lewin.
Si bien heredó de los psicólogos de la Gestalt la noción de forma como un todo organizado, no cayó como ellos en el reduccionismo fisicalista del equilibrio estático; pero mantuvo en común con esta escuela el olvido de la perspectiva histórica.
Es a partir de la línea que va de Mayo a Lewin y sus continuadores que se desarrolla una nueva disciplina, la Microsociología.
D. Primer momento epistémico: el todo es más que la suma de las partes
El aporte de la Gestalt a las primeras conceptualizaciones sobre los grupos resalta la idea de totalidad, afirmando un jalón importante a favor de la búsqueda de la especifidad disciplinaria; crea las bases para que pudieran particularizarse estos conjuntos, hasta el momento diluidos entre Individuos y Sociedades. De esta forma, a partir de estos principios de demarcación se crean las condiciones para la producción de dispositivos técnicos y la organización de los primeros discursos sobre la grupalidad. El grupo imaginado como un todo más que la suma de las partes, constituye un primer momento epistémico en la institucionalización de saberes y prácticas grupales.
E. Análisis de la demanda
La situación político-económica que atraviesa la sociedad norteamericana cuando Mayo realiza su intervención en la Western Electric Company, es la época de la organización científica del trabajo (Taylor), donde hay una necesidad de regular la producción en todos sus aspectos (maquinaria, mano de obra, distribución). El técnico sobresaliente en ese momento de la sociedad industrial es el ingeniero-organizador con su gran aporte tecnológico: el trabajo en cadena; este sistema fue suprimiendo cada vez más el trabajo viviente, pero los inconvenientes e insuficiencias que el taylorismo creyó poder subsanar mediante una racionalización cada vez más avanzada, aparecían ahora como “disfunciones” ligadas al factor humano. De los dos aspectos indisolubles del proceso del trabajo: las relaciones materiales del individuo con los objetos de la producción y las relaciones sociales de los trabajadores entre sí, se había descuidado el segundo. Se comenzaba a ver que detrás del efecto humano (según Taylor la holgazanería) había una respuesta que el operario dirigía a un sistema de relaciones impersonales frustrantes; esta intuición pasa a considerarse una de las claves para entender el mal rendimiento. Los nuevos problemas ya no pueden ser resueltos mediante las técnicas de racionalización; exigen la intervención de nuevos especialistas, de tal modo que al ingeniero-organizador suceden los técnicos de grupos, los expertos en relaciones humanas, quienes se adelantaron a elaborar frustraciones que la crisis de los años treinta agravaría para las mayorías de la sociedad norteamericana. Los técnicos de grupos se volverán cada vez más imprescindibles en una cultura industrial que implementará la sociedad de consumo como alternativa para salir de una de sus crisis económicas más severas. Desde Mayo y Lewin se organiza una disciplina. La dinámica de Grupos. Las primeras investigaciones sobre grupos surgen en respuesta a una demanda económico-política, dando lugar al “Dispositvo Grupal”.
Se empieza a querer mantener y mejorar el nivel de producción de la gran empresa, estimulando las relaciones informales entre los operarios, reforzar los ideales democráticos, operar sobre el consumo, etc.; la sociedad norteamericana de los años 30 proporcionó el tipo de condiciones necesarias para que surgiera la Dinámica de Grupos.
El análisis de un campo disciplinario, en este caso los discursos y técnicas grupales, deberá pensarse en tanto conjuntos de conocimiento que produce dicho campo, elucidando cómo se articulan, en cada caso, estas producciones de conocimiento con los juegos de poder e interrogándose en qué estrategias de saber-poder desarrollarán sus prácticas sociales los técnicos de tal campo disciplinario. Crea condiciones para poder delimitar qué zonas cobrarán visibilidad e invisibilidad para tal campo disciplinario y cuáles se mantendrán necesariamente invisibles y no enunciables. Los dispositivos grupales que se produjeron desde Mayo-Lewin, necesariamente, dada la demanda social a la que respondieron, debieron mantener en la invisibilidad los atravesamientos institucionales, políticos e ideológicos en los que, sin embargo, quedaron inscriptos tanto sus discursos de la grupalidad como sus intervenciones técnicas. Tales dispositivos hicieron posible la visibilidad de importantes mecanismos de funcionamiento de los grupos: liderazgos, roles, dificultades en la toma de decisiones, cambio, resistencia al cambio, juegos tensionales dentro del grupo, etc. A partir de estas visibilidades posibles, se organizaron sus enunciables. Junto a estos visibles dejaron como sus invisibles necesarios los procesos inconscientes que atraviesan tales mecanismos como así también la inscripción institucional y sus eficacias en el seno mismo de tales mecanismos grupales.
Lo invisible es aquello excluido de la visibilidad, lo prohibido de ser visto, cuando un campo teórico se rearticula, transforma en nuevas territorialidades, aquellas zonas que, en la demarcación anterior, ni siquiera habían sido advertidas. De allí la importancia para una genealogía de lo grupal, de puntualizar las zonas de visibilidad y enunciabilidad que una corriente abre, y cuáles quedan por fuera de su óptica, a la espera de futuros investigadores.
F. El nacimiento de lo grupal
El Dispositivo de los Grupos se refiere a la aparición histórica, a partir de 1930, 1940 aproximadamente de ciertos criterios en virtud de los cuales comenzó a pensarse en artificios grupales para “resolver” algunos conflictos que se generaban en las relaciones sociales. Adquieren visibilidad conflictos humanos en la producción económica, en la salud, en la educación, en la familia y las instancias organizativas de la sociedad pasan a considerar estas cuestiones como parte de los problemas que deben resolver. Las tecnologías previamente existentes son consideradas ineficaces; los conflictos puestos de manifiesto exigen otras formas de intervención y especialistas adecuados a tales fines. Se inventa una nueva tecnología: el Dispositvo de los Grupos; aparece un nuevo técnico: el coordinador de grupos. Cuando se utiliza la expresión dispositivos grupales se hace referencia a las diversas modalidades de trabajo con grupos que cobraron cierta presencia propia en función de las características teórico-técnicas elegidas, como también de los campos de aplicación donde se han difundido. Cada uno de ellos crea condiciones para la producción de determinados efectos de grupo. Los dispositivos grupales forman parte del Dispositivo de los Grupos.
La microsociología al instituir dispositivos grupales localizó uno de los nacimientos a lo grupal. Antes de ella, los grupos estaban ahí en una inmediatez tal, que no se veían.
Capítulo 4. Hacia una clínica grupal
A. Primeros dispositivos grupales terapéuticos
Se considera que los primeros intentos de abordajes colectivos con fines terapéuticos fueron las actividades inciadas por Pratt en 1905, al introducir el sistema de “clases colectivas” en una sala de pacientes tuberculosos. El objetivo de esta terapia consistía en acelerar la recuperación física de los enfermos, mediante una serie de medidas sugestivas destinadas a que éstos cumplieran de la mejor manera posible su régimen dentro de un clima de cooperación o, mejor dicho, de emulación. Las clases o sesiones a las que concurrían más de 50 pacientes, constaban de una breve conferencia del terapeuta que disertaba sobre la higiene o los problemas del tratamiento de la tuberculosis; a continuación, los pacientes formulaban las preguntas o discutían el tema con el médico. Su técnica se apoyaba en dos pilares: activar en forma controlada la aparición de sentimientos de emulación y solidaridad en el grupo y asumir, él mismo, el papel de una figura paternal idealizada. El método incentivaba un fuerte enlace emocional del enfermo con el médico; ilustra gráficamente dicho propósito su sistema de promociones que premiaba “al buen paciente”, permitiéndole que se sentara cada vez más cerca de él en las reuniones. A los métodos que han seguido la orientación de Pratt se los ha denominado genéricamente terapias exhortivas parentales que actúan “por” el grupo. Se dice que actúan “por” el grupo, porque incitan y se valen de las emociones colectivas aunque no intenten comprenderlas. Se busca la solidaridad del grupo con fines terapéuticos. Las terapias que actúan “por” el grupo, con una estructura fraternal, incitan y canalizan emociones colectivas en grupos solidarios; el tipo de relación entre el grupo y el terapeuta es distinto al de la corriente ejemplificada por Pratt. En lugar de idealizar al médico esta corriente estimula una fraternidad que busca el mayor sostén entre sus miembros, disminuyendo al máximo el liderazgo centrado en el técnico. Ejemplo: A.A. Más que un grupo terapéutico forman una sociedad con contribución económica y participación voluntaria de sus miembros. El efecto terapéutico se basa en la presunción de que el ex alcohólico puede influir más eficazmente a otro alcohólico, este último es capaz de establecer lazos más plenos con su reformador, al saber que éste ha tenido el mismo problema y frente al hecho de que ha podido superarlo. Estas organizaciones proveen redes de sostén pérdidas generalmente en el espacio familiar, inhallables en el ámbito macrosocial.
B. Aplicaciones iniciales de psicoanálisis a los grupos
El psicoanálisis fue pionero en la organización de dispositivos grupales con fines psicoterapéuticos, donde por primera vez se utilizaron conceptos y formas técnicas del psicoanálisis para la comprensión de los grupos humanos. Esta corriente introdujo la interpretación en la situación colectiva, aplicando al grupo el “setting” psicoanalítico; a través de estos recursos crea las condiciones para descentrar coordinación de liderazgo y para superar el procedimiento sugestivo propio de las terapias “por” el grupo.
Cuando el terapeuta se vio enfrentado a varios individuos en torno a él, la dirección de la interpretación adquirió un status problemático. Klapman y Slavson buscaron la solución para esta dificultad, trataron unificar el grupo de modo que la interpretación dada en su seno valiera para todos o para la mayoría de los participantes. Frente al problema de a quién interpretar, la solución encontrada en ese primer momento fue agrupar a personas con un mismo tipo de problemas; se presuponía que la interpretación realizada a uno de sus integrantes debería ser válida para la mayoría de los mismos. A estas primeras formas de aplicación del Psicoanálisis a los grupos se los denominó terapia interpretativa individual en grupo. Al introducir la interpretación psicoanalítica en los dispositivos grupales, comenzó a problematizarse la dirección de la interpretación y fue necesario buscar técnicas específicas.
Otro tipo de respuesta técnica al problema de la interpretación fue la “técnica interpretativa de grupo”. Este tipo de terapia toma al grupo como fenómeno central y punto de partida de toda interpretación, Concibe al grupo como una totalidad, considerando que la conducta de cada uno de sus miembros siempre se ve influida por su participación en ese colectivo. Este tipo de enfoque considera que lo individual debe ser siempre contemplado dentro del marco colectivo donde se manifiesta.
SEGUNDO MOMENTO EPISTÉMICO
C. El todo no lo es todo
Los psicoanalistas del grupo analizan al grupo, superando el eventual “individualismo” de la anterior, en tanto toma al grupo como un todo. Pero si se realiza un análisis más detenido se verá que si bien se interpreta al todo-grupo (el grupo piensa, siente) esto no es la garantía de que esa totalidad, el grupo, haya logrado algún grado de especifidad o particularización. La demarcación de la totalidad suele ser condición necesaria pero no suficiente para el abordaje de la demarcación del campo grupal. Este todo-grupo que en un primer momento se constituyó en principio de demarcación comienza así a transformarse en “obstáculo epistemológico” para pensar lo grupal. El grupo, que en realidad resultó ser un gran individuo, es siempre posible de ser visualizado como un organismo vivo.
Bión señala que cuando las personas entran en estado regresivo fantasean al grupo como una totalidad amenazante de su integridad individual; en realidad, no hay necesidad de entrar en estados muy regresivos para experimentar un fuerte sentimiento de amenaza, si la intervención interpretante posiciona a tal persona siendo parte, están adentro, de un gran individuo.
Considerar el sistema de legalidad propio para el campo psicoanalítico, como absolutamente válido para interpretar regiones de otras territorialidades disciplinarias, implica no considerar otros campos disciplinarios como tales, sino como meros espacios de aplicación del psicoanálisis. El a priori “individualista” creó condiciones para pensar a los grupos con igual sistema de legalidades que lo inconsciente. Tal a priori opera aquí dos movimientos de reducción; uno por el cual el grupo es pensado como un gran individuo y otro por el cual se confunde el “sujeto del inconsciente” con el “moi” y aún con el “individuo”.
D. Del líder al oráculo
En tanto el coordinador, en el acto interpretante, develaba lo oculto del grupo, se instituía en un nuevo lugar de saber-poder; él era quien sabía lo que al grupo le pasaba. Se acercaba así a la constitución de otra forma de liderazgo; si bien ya no lideraba las discusiones o diálogos que se daban en el grupo, era él quien detentaba un supuesto saber del grupo organizando un lugar de coordinación-oráculo. La unificación de liderazgo y coordinación propia de la microsociología es superada por el psicoanálisis del grupo; este aporte psicoanalítico, al necesitar re-crear las condiciones técnicas de la escucha psicoanalítica incorpora en su trabajo con grupos sus condiciones de posibilidad, es decir neutralidad y abstinencia. El coordinador-oráculo sólo él sabe-comprende a través de las manifestaciones visibles el sentido oculto del acontecer grupal. Él sabe qué dice un grupo cuando sus integrantes hablan.
Capítulo 5. El segundo momento epistémico.
A. Cierta especifidad grupal (La noción de supuestos básicos)
Bión realizó una primera experiencia con grupos como psiquiatra militar inglés durante la Segunda Guerra Mundial. Estaba encargado de un hospital de unos 400 hombres donde se volvía imposible realizar abordajes psicoterapéuticos individuales y en el que reinaba la indisciplina y la anarquía. Se le ocurrió ver en ello una situación psicoanalítica en la que el “paciente” era una comunidad, considerar la actitud de los soldados como una resistencia colectiva, adoptar la actitud de no intervención del analista ante esta realidad y limitarse exclusivamente a las relaciones verbales. Su objetivo fue obligar a esta colectividad a tomar conciencia de sus dificultades, a constituir un grupo propiamente dicho y volverse capaz de organizarse a sí misma. Propone un reglamento: los hombres se reunirán en grupos que tienen por objeto una actividad diferente; cada grupo es libre, en todo momento, de abandonar su actividad y volver al cuartel a condición de comunicarlo al vigilante jefe; la situación del conjunto se examinará todos los días a mediodía. Tras un período de vacilaciones, debido a los hábitos reinantes y a la duda sobre la buena fe del médico, los ensayos se multiplicaron hasta el punto en que un grupo logra especializarse en la organización del diagrama de las actividades que desarrollaban todos los días. Bión al principio se negaba a intervenir en los problemas suscitados por los robos y abandono de obligaciones devolviendo esta situación colectiva a la colectividad. Se inició así la formación en sucesivas etapas, de un “espíritu de cuerpo”; protestas colectivas contra los irresponsables, búsqueda de actividades que elevaron el sentimiento de dignidad personal y rápida salida de los recuperados. A su vez, comenzó a observarse que este espíritu se imponía a los recién llegados y actuaba su evolución personal de manera significativa.
Bión, muy sintéticamente enunció que el comportamiento de un grupo se efectúa a dos niveles, el de la tarea común y el de las emociones comunes; el primero es racional y consciente: todo grupo tiene una tarea que él mismo se da, el éxito de la misma depende del análisis correcto de la realidad exterior, de la distribución y ordenada coordinación de los roles en el interior del grupo, de la regulación de las acciones por medio de la búsqueda de las causas de éxitos y fracasos y de la articulación relativamente homogénea de medios y objetivos. Destacó que los individuos reunidos en un grupo se combinan en forma instantánea e involuntaria para actuar según unos estados afectivos que denominó “supuestos básicos”; estos estados afectivos son para Bión arcaicos, pregenitales y se los reencuentra en estado puro en la psicosis. Describió tres supuestos básicos a los que el grupo sin reconocerlos se somete alternativamente; expresan algo así como fantasías grupales, de tipo omnipotente y mágico, acerca del modo de obtener sus fines, de satisfacer sus deseos; caracterizados por lo irracional de su contenido, tiene una fuerza y “realidad” que se manifiesta en la conducta del grupo; son inconscientes y muchas veces opuestos a las opiniones consciente y racionales de los miembros que componen el grupo. Todos ellos son producciones grupales que tienden a evitar las frustraciones inherentes al aprendizaje por experiencia, en tanto esto implica esfuerzo, dolor y contacto con la realidad. Los denominó:
Supuestos básicos: se los ha considerado como reacciones grupales defensivas a las ansiedades psicóticas, reactivadas por el dilema del individuo dentro del grupo y la regresión que este dilema le impone. Refieren a un nivel emocional primitivo que coexiste según Bión con otro nivel de funcionamiento que es del grupo de trabajo. En los grupos de trabajo las actividades se realizan racional y eficientemente; sus líderes son aquellos integrantes que pueden ofrecer al grupo las propuestas más aptas para el desarrollo de sus tareas. Grupo de supuesto básico y grupo de trabajo coexisten determinando un conflicto recurrente en el grupo. La actividad de un grupo de trabajo se ve frecuentemente interferida por la aparición de factores emocionales.
Los supuestos básicos, los considera verdaderos organizadores grupales, es decir, reguladores implícitos de los comportamientos grupales que permiten pensar en la existencia de un sistema de legalidades implícito en el desorden de los hechos empíricos grupales.
B. El segundo momento epistémico: los organizadores grupales
Según Anzieu, hasta Bión la comprensión psicoanalítica de los grupos consistía en un psicoanálisis aplicado al grupo. La noción de supuestos básicos es un primer intento, dentro de los aportes psicoanalíticos de tomar a los grupos ya no como un campo de aplicación sino como un campo de descubrimiento. Para Bión los grupos, en tanto espacios de producción colectiva, constituyen un campo de descubrimiento que necesita, para su elucidación, la creación de instrumentos conceptuales específicos.
C. El encargo a Bión y su producción teórica
Bión es psiquiatra de un hospital militar en plena guerra, es comandante y las personas con las que trabaja en sus grupos son soldados u oficiales generalmente de rango inferior. Es un representante de la autoridad tanto militar como psiquiátrica.
¿A qué urgencia social habrá respondido la implementación de dispositivos grupales con fines terapéuticos en las Fuerzas Armadas Británicas? La psiquiatría inglesa tenía que encontrar un sistema diferente al alemán que terminara con la desmoralización de las tropas; un sistema destinado a reabsorber eficazmente las angustias y solidaridades de grupos, para la vida y para la muerte, y que se asentara sobre bases diferentes al hechizo, aglutinador típico del ejército nazi.
Capítulo 6. Los organizadores fantasmáticos
A. Hacia la enunciabilidad de los organizadores fantasmáticos
La corriente liderada por Anzieu, intenta precisar que desde el punto de vista psicoanalítico, el grupo puede aspirar a un status diferente de aquel que tiene en el campo teórico y práctico de la Psicología Social. El interés de este grupo es muy diferente al de la microsociología; a partir de la función inconsciente de un grupo, el grupo como objeto, de Pontalis, y el grupo es un sueño, de Anzieu, constituyen sus propias bases para una lectura psicoanalítica del grupo. Ponen el acento en el grupo como objeto, en el sentido psicoanalítico del término, y como proceso psíquico; el grupo como objeto de investiduras pulsionales, de representaciones imaginarias y simbólicas, de proyecciones y de fantasías inconscientes.
Anzieu postula una hipótesis: La económica grupal se define por las localizaciones y desplazamientos de los valores pulsionales sobre los diferentes elementos del grupo; la utopía grupal es una proyección de sistemas y de instancias que estructura el aparato psíquico individual. Esta corriente tiene un objetivo: proporcionar el encuadre, el dispositivo y la situación apta para una experiencia “original”, en la que se busca la emergencia, la liberación y reacomodación de algunas formaciones y procesos psíquicos que gracias a las propiedades del dispositivo diseñado se develan, según esta corriente, genética y estructuralmente apuntaladas sobre el grupo; a su vez se consideran que dichas formaciones aseguran el pasaje y la reanudación entre el orden endopsíquico (individual) y el orden del vínculo y las creaciones colectivas. Para los autores de esta corriente, el grupo es un contexto de descubrimiento de las formaciones de lo inconsciente, y no, estrictamente, contextos de descubrimiento de la grupalidad.
La noción de aparato psíquico grupal es una construcción intermediaria y paradojal que efectúan los miembros de un grupo sobre la base de una doble serie de organizadores: los grupos internos (psíquicos) y otros, regidos por el funcionamiento de los modelos socioculturales. Esta noción desarrollada por Kaes, puntualiza que habrá grupo, y no simple reunión de individuos, cuando a partir de los aparatos psíquicos individuales tiende a construirse un aparato psíquico grupal más o menos autónomo; mientras que el aparato psíquico individual busca su apoyo en el cuerpo biológico, el aparato grupal lo hace en el tejido social.
Anzieu dice que el grupo es una puesta en común de las imágenes internas y de las angustias de sus participantes. Según este autor, el grupo es un lugar de fomentación de imágenes, una amenaza primaria para el individuo. La situación del grupo cara a cara es vivida como una amenaza para la unidad personal, como una puesta en cuestión del yo. Lleva al individuo muy lejos hacia atrás, allí donde no se había constituido aún como sujeto, donde se sentía desagregado.
Entre el grupo y la realidad, entre el grupo y el propio grupo, hay algo más que relaciones entre unas fuerzas reales: hay primitivamente una relación imaginaria. El grupo es experimentado por cada uno como un espejo de múltiples facetas devolviéndole una imagen de sí mismo deformada y repetida hasta el infinito. Estas imágenes conservadas y superadas constituyen finalmente para Anzieu la realidad interna esencial de los grupos humanos. No hay grupo sin lo imaginario.
Para Anzieu los procesos claves que puntualiza para el grupo, desde el punto de vista psicoanalítico son: En primer lugar la ilusión grupal, refiriendo aquel sentimiento de euforia compartido por los integrantes por pertenecer al grupo; el grupo produce tal ilusión grupal por un proceso más general y éste es que cumple una función de realización imaginaria de deseos (analogía grupo-sueño). Después subraya que los participantes se dan como representación colectiva el mayor denominador común de sus fantasmas individuales. La fomentación fantasmática del grupo se desarrolla sobre el escenario de la imagen del propio cuerpo desrealizada, con un telón de fondo que es el escenario imaginario del grupo. Considera que la disposición en círculo dispara imágenes relacionadas con el interior del cuerpo de la madre. El fantasma es la realidad psíquica individual por excelencia. Un grupo puede paralizar sus acciones si varios fantasmas individuales luchan entre sí por imponerse, o la unidad aparente de un grupo puede forzarse en la coalición defensiva contra tal fantasma individual.
Esta corriente entiende el discurso del grupo como la puesta en escena y en palabras, del fantasma de aquel que es el portador. Anzieu dice que el fantasma individual inconsciente es el primer organizador del grupo, las imagos y los fantasmas originarios constituyen el segundo y tercer organizadores del grupo.
B. Problemas de demarcación
Anzieu y su escuela encuentran que no hay fantasma grupal, es decir, el plus de los grupos no radicaría en un fantasma colectivo. Se refuta la idea de una mente, ahora inconsciente, grupal y se afirma la hipótesis de fantasmas individuales que entran en resonancia fantasmática. La grupalidad del fantasma singular, condición de posibilidad de la resonancia fantasmática.
La posibilidad de resonancia fantasmática radica en la grupalidad del fantasma, en tanto el fantasma es una escenificación que se desarrolla entre varios personajes, es siempre una imagen colectiva y posee una estructuración grupal interna; de allí su carácter organizador en los grupos. El fantasma individual es grupal, que es diferente a decir que hay un fantasma de grupo. Las experiencias grupales enlazan fantasmas, pero no significa que la experiencia de grupo es fantasmática. Anzieu y su escuela diseñan un dispositivo que organiza las formas de desarrollo de la situación grupal. Esta corriente afirma a los grupos como espacios válidos para investigar formaciones inconscientes, no se propone investigar grupos, sino que implementa dispositivos colectivos para investigar formaciones inconscientes. La resonancia fantasmática, la identificación, etc., son aquellos motores grupales sobre los que el psicoanálisis por las características de su objeto de estudio y los dispositivos que diseña para revelarlo, se encuentra posibilitado de producir visibilidad y enunciabilidad.
No se puede analizar aquello que se naturaliza. Condición de las operaciones de análisis y teorización es mantener interrogación, problematizar, no sólo aquello que se ofrece oscuro, o que produce dudas, sino también, y fundamentalmente, es necesario interrogar y problematizar lo obvio. Es allí, en las fuentes evidencias donde se encuentran las fortalezas de las producciones ideologizadas.
TERCER MOMENTO EPISTÉMICO
Capítulo 7. Tercer momento epistémico: el NUDO GRUPAL
Agotamiento del objeto discreto
Pararse en una epistemología positivista donde se plantea el “uso” de los objetos discretos: autónomo, reproducible, no contradictorio y univoco, implica una lógica de lo Uno; abordar la problemática grupal desde un solo campo disciplinario plantea grandes insuficiencias dados los múltiples atravesamientos de los grupos; tampoco permite la articulación de las formaciones de lo singular y lo colectivo. Por esto mismo, Fernández plantea un agotamiento de las lógicas de objeto discreto para pensar lo grupal; y propone la indagación de los NUDOS TEÓRICOS GRUPALES a través de enfoques epistemológicos TRANSDISCIPLINARIOS.
Lo grupal como campo de problemáticas
Los dispositivos grupales psicoanalíticos abrieron visibilidad con respecto a las organizaciones fantasmáticas de los grupos pero la dificultad se presenta cuando surge la necesidad de poner en juego organizadores socio-culturales.
Fernández plantea que mucho de los esbozos conceptuales que permitieron pensar a los anudamientos-desanudamientos grupales han sido generados a partir del trabajo en psicodrama, particularmente de la técnica de la multiplicación dramática. Esta técnica, a través de la multiplicación de escenas ha hecho visible que tanto en cada una de las escenas de una multiplicación, como en su secuencia, operan simultáneamente inscripciones MUY DIVERSAS de referentes deseantes, grupales, institucionales y sociopolíticos; lo mismo sucede en los momentos discursivos del trabajo (tomando la dimensión de lo dicho como lo no dicho del discurso). Tales inscripciones se producen SIMULTÁNEAMENTE, no son homologables, pero tienen en común que todas escapan al registro consciente de los integrantes.
En esta técnica, cada escena es generadora de múltiples sentidos; siendo imposible leer dicho sentido exclusivamente desde la coordinación, los comentarios grupales posteriores pueden hacer posible acceder a algunas líneas de sentido operante. Por lo tanto, nunca se está en presencia de un solo sentido, sino que hay múltiples sentidos. A su vez, lo aconteciendo en una situación grupal es mucho más que aquello de lo que se puede dar cuenta; siempre hay un plus del acontecer, que escapa a su inteligibilidad, rarezas, sinsentidos que sorprenden, interrogan y desdicen las racionalidades construidos.
CAMPO PROBLEMÁTICAS.
Si se intenta desarmar la forma de indagación de una lógica de objeto discreto se tiende a pensar en el atravesamiento de diferentes organizadores grupales (en un grupo se observa que hay movimientos muy diversos: resonancias fantasmáticas, procesos transferenciales, juegos de roles, sentimientos, múltiples inscripciones de sentido, mitos, redes de significación imaginarias, etc. ¿Se podría solo pensar en un organizador grupal?). Se plantea así la necesidad de abrir el pensamiento de lo grupal hacia lógicas pluralistas que legitimen epistemológicamente atravesamientos disciplinarios; que haya abordajes transdisciplinarios para la teorización de lo grupal. Un criterio transdisciplinario supone replantear: (1) un trabajo de elucidación crítica sobre los cuerpos teóricos involucrados que no sólo dé cuenta de lo que ya se sabe sino que sea posible pensar de otro modo, y el (2) abandono de cuerpos hegemónicos, de disciplinas “reinas”, de disciplinas satelizadas. Entonces, los criterios transdisciplinarios se sustentan a partir de una elucidación critica de las totalizaciones, buscando nuevas formas de articular lo uno y lo múltiple. En ese sentido, los cuerpos teóricos funcionan como caja de herramientas: aportan instrumentos y no sistemas conceptuales; instrumentos teóricos que incluyen en su reflexión una dimensión histórica de las situaciones que analizan; herramienta que junto a otras herramientas se produce para ser probada en el criterio de su universo, en conexiones múltiples, locales y plurales con otros quehaceres teóricos. Junto a esta forma de utilización de las producciones teóricas como cajas de herramientas, un enfoque transdisciplinario presupone un des-disciplinar las disciplinas de objeto discreto; y en el plano de actuar, cierto des-dibujamiento de los perfiles de profesionalización rígidos, hegemónicos.
En función de esto, es que se ha propuesto pensar los grupos, más como campo de problemáticas que como campos intermediarios entre lo individual y lo social o como eventuales objetos discretos; en este sentido es que se los enuncia como “nudos teóricos”, aludiendo al des-disciplinamiento disciplinario que se vuelve necesario instrumentar para su conceptualización. Es necesario un doble movimiento: investigar la especificidad de lo que acontece en cada grupo y trabajar el entramado de tal especificidad en inscripciones más abarcativas.
Un número numerable de personas (cuerpos discernibles)
El carácter numerable del grupo introduce peculiaridades: los cuerpos de los otros se hacen discernibles, afectados unos y otros a juegos de mirada; esto establece las condiciones para la organización de redes identificatorias y transferenciales. Tal peculiaridad identificatoria en red hace del pequeño grupo un nudo. Nudo que se constituye en las alternancias de enlaces y desenlaces de subjetividades. Se propician, por tanto, singulares anudamientos y desanudamientos que orientan al pequeño colectivo por los avatares de sus producciones, institucionalizaciones y disoluciones. Entonces, cuando un número numerable de personas hace nudo se producen redes de procesos identificatorios y transferenciales propios y únicos de ese grupo. Pero esto no es la única productividad del pequeño grupo: un grupo inventa también sus formaciones, es decir, las formas o figuras de sus significaciones imaginarias. Estas sostienen la tensión de inventarse en su singularidad y en su atravesamiento socio-histórico-institucional. Es en este cruce donde despliega sus acontecimientos, actos, relatos, intervenciones, producciones materiales, etc.
Cada grupo construye sus ilusiones, mitos (origen, el porqué de la existencia) y utopías (proyectos), que orientan sus prácticas. Estas construcciones que un grupo produce forman una suerte de IMAGINARIO GRUPAL en tanto inventan un conjunto de significaciones, propias y singulares de ese grupo, pero tributarias -a su vez- de las significaciones imaginas de la sociedad donde se despliegan sus dispositivos. Así, estas construcciones se realizan en un doble movimiento: aquel por el que se despliegan los atravesamientos históricos-institucionales y aquel de su singularidad como pequeño colectivo; tales construcciones son únicas e irrepetibles de cada grupo y, al mismo tiempo, solo son posibles en su inscripción histórico-institucional. Estas significaciones imaginarias que los grupos producen, tienen como condición necesaria la llamada “resonancia fantasmática” (condición estructural para que el sujeto haga nudo) y los procesos identificatorios. Y operan como punto de condensación en la producción de múltiples sentidos.
Así como resaltar las singularidades de las formaciones grupales exime de pensar sus inscripciones socio-histórico-institucional, al pensar ilusiones, mitos y utopías como el algo común no exime de analizar las diversas formas de afección de cada integrante particular en tales invenciones colectivas. El algo común no significa subjetividades homogeneizadas; al mismo tiempo, resaltar la singularidad no implica invisibilizar las producciones colectivas. El desafío es sostener la tensión singular-colectiva.
La relación texto-contexto grupal
Fernández sostiene que el contexto es texto del grupo en el sentido de que no hay una realidad externa que produce mayores o menores efectos de influencias sobre los acontecimientos grupales, sino que tal realidad es PARTE del propio texto grupal, en sus diversas modalizaciones; es por ende FUNDANTE de cada grupo. Se intenta desdibujar el adentro y el afuera grupal en tanto pares opuestos (antinómico) y afirmar que el contexto es texto grupal, y que el texto, a su vez, generador de múltiples sentidos. Pensar las relaciones entre el grupo y su contexto como relaciones de influencias constituye un abordaje lineal del problema. Fernández se refiere cuando habla de “textos” en un grupo a las formas propias que el grupo construye (separándolo del sentido estrictamente lingüista), utiliza el sentido AMPLIO del término texto: aquel que se refiere a su productividad; son las formas propias en que un grupo produce. Siguiendo esto, la autora sostiene que el texto grupal tiene un poder generador de sentidos, que en virtud de sus atravesamientos, se inscribe en múltiples significaciones. No solo lo dicho y lo no dicho -discursivo- sino también los movimientos corporales, espaciales, silencios, pactos, etc., van conformando el complejo entramado de las formas de un grupo, que en un juego inagotable son, a su vez, generadoras de otros múltiples sentidos. Sentidos diversos que, por otra parte, operaran particularizadamente en y después de los diferentes integrantes “abrochado” en forma singular en cada uno de ellos.
POR EJEMPLO -> multiplicación dramática. En esta técnica, puede verse como la misma escena es generadora de un juego de combinaciones de las distintas figuraciones que sus significaciones imaginarias inventa. La secuencia de escenas produce, genera, dispara, inventa sentidos. Acá, la intervención del coordinador no es interpretar un sentido oculto, no busca encontrar EL sentido, sino sólo PUNTUAR: marcar algún punto de la red de sus producciones simbólico-imaginarias; algún sentido, señalar un sinsentido, resaltar una paradoja, etc. No descubre sino que crea las condiciones de posibilidad para que otros sentidos puedan ser enunciados. Si pueden pensarse los grupos en tanto espacios de enlaces y desenlaces de subjetividades, se insiste en el uso metafórico de los nudos. De tal forma que los grupos pueden ofrecerse a la indagación en tanto anudamientos-desanudamientos de subjetividades. Así, al desdibujar el adentro-afuera, el arriba-abajo, los nudos grupales pueden ser pensados como complejos entramados de múltiples inscripciones, todo está ahí LATIENDO
La latencia grupal
Todo está ahí, LATIENDO. Se debe pensar lo latente como lo que late ahí todo el tiempo, insistiendo en la escena grupal; una latencia en los pliegues de la superficie más que en las profundidades.
A partir de la figura del grupo como nudo, se pretende problematizar el adentro y el afuera; el arriba y el abajo grupal; sus múltiples hilos se entrecruzan y lo que resalta no son ya los hilos fundantes sino el nudo han formado. Así, se debe “leer” el acontecimiento grupal como una producción de múltiples sentidos y algunos sinsentidos: anudando y desanudando inscripciones deseantes, económicas, sociales, institucionales. Ya no un análisis que marche de los hechos manifiestos hacia su “núcleo interior y oculto” sino más bien la elección de un recorrido que puntúa insistencias-latencias, todo ahí, en esa superficie de discursos. Entonces, todo está latiendo-insistiendo en los pliegues de la superficie del nudo grupal.
El lugar del coordinador
Teniendo en cuenta que el nudo grupal está atravesado por múltiples sentidos y más de un sinsentido, el coordinador solo deberá puntuar algún sentido, interrogar una rareza, resaltar una paradoja, indicar alguna insistencia y ya no será quien descubra la verdad de lo que en el grupo acontece. Los múltiples sentidos y algunos sinsentidos mencionados solo laten-insisten en los textos grupales; y el coordinador desde su implicación -y no fuera- registra algunos. La intervención interpretante al puntuar algunos de ellos intenta evitar el cierre-obturación que toda evidencia de verdad produce. De esta forma, la coordinación hace posible aperturas a NUEVAS producciones de sentido.
Esto último redefine cierto lugar de “poder”; es decir, en tanto la función del coordinador es puntuar insistencias, interrogar rarezas, resaltar sinsentidos, enunciar paradojas, etc., otro descentramiento se hace necesario: la renuncia al saber de la certeza. El coordinador no es el poseedor de una verdad oculta, sino un interrogador de lo obvio, provocador-disparador y no propietario de las producciones colectivas.
La dimensión institucional de los grupos
La relación entre lo grupal y lo social operó como grandes impensables de lo grupal. Fernández da cuenta de esta relación haciendo hincapié a una de sus formas posibles: la dimensión institucional.
Para dar cuenta de esto, explica que una institución es una red simbólica socialmente sancionada en la que se articula junto a su componente funcional un componente IMAGINARIO. El componente imaginario es pensar a la institución como aquella que tiende a normativizar el tipo de enunciados que es pertinente en cada sociedad, autorizando algunos y excluyendo otros. Desde esta noción de institución, Fernández piensa a los grupos desplegándose en lo imaginario institucional donde inscriben sus prácticas; lo imaginario institucional tanto puede promover como dificultar las actividades del grupo.
Ejemplo de lo institucional como aquello que dificulta una actividad de grupo (social siniestro): en 1984, se propuso para los trabajos prácticos de una cátedra que se estaba organizando, que los alumnos se sentaran en círculo y se presentaran. Esta actividad produjo diferentes efectos de confusión y pánico, que configuraron una verdadera situación colectiva. Esto era así porque ese colectivo estaba atravesado por la dictadura, durante la cual el anonimato y la serialidad eran la forma de conservar la vida en las aulas universitarias. El peligro REAL había pasado, sin embargo en lo imaginario institucional operaba manteniendo determinadas significaciones imaginarias que impedían cualquier agrupamiento.
Por otro lado, puede suceder que un grupo de transferencia positiva con la institución en la que se inscribe sus prácticas puede operar movimientos grupales que favorezcan o incentiven la productividad del mismo. También, en sentido contrario, puede observarse que hay grupos que alcanzan sus momentos de mayor despliegue productivo desde utopías grupales contra-institucionales (ejemplo: manicomios).
Las producciones grupales NUNCA dependen exclusivamente de la particular combinación de identificaciones, transferencias, resonancias fantasmáticas, etc., entre sus integrantes; como tampoco es el mero reflejo o escenario donde lo imaginario institucional podrá desplegarse. En cada grupo, la combinatoria de sus diferentes inscripciones producirá un nudo PROPIO SINGULAR IRREDUCTIBLE. De esta forma, se pretende inscribir lo grupal en lo institucional, sin perder lo específico de la grupalidad. Se piensa un movimiento donde grupo e institución se significan y re-significan mutua y permanentemente. Un grupo se inscribe en un sistema institucional dado, de la misma manera que la institución solo vive en los grupos humanos que la constituyen.
Algunos impensables
Las normas de funcionamiento, la coordinación y el contrato son indicadores del sistema simbólico-institucional en el cual un grupo se inscribe.
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