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Psicología Evolutiva - Adolescencia

Resumen: Los 2 Principios del funcionamiento identificatorio: permanencia y cambio Cátedra: Grassi

Año 2007

Altillo.com

Piera Aulagnier

Los 2 Ppios del funcionamiento identificatorio: permanencia y cambio 
 
 

El conflicto identificatorio

 
 
  1. Conflicto entre la atracción y la repulsión. Paradoja: la tendencia a la incorporación de un objeto que no se sabe exterior y la clausura sobre una unidad incorporante-incorporado que pondría fin a toda falta, a toda búsqueda, a  todo deseo.
  1. La vida se conserva sólo si una de estas fuerzas en conflicto encuentra un aliado en un deseo de “hacer vivir” presente en el yo (je) de otro.
  2. La importancia del medio ambiente psíquico al que es propulsado y la presencia de un factor constitucional que puede actuar sobre la relación inicial de las fuerzas de Eros y Tánatos.
  3. La no predictibilidad de los efectos de las vivencias de esta fase inicial.
 
 

Así es como se inicia el proceso de identificación, permitiendo al Yo autorrepresentarse como el polo estable de las relaciones de investidura, que compondrán su espacio y su mundo relacional. Negociación permanente entre el Yo y el Ello, entre el Yo y el Yo del otro.

  1. Está obligado a pactar alianzas temporales con el Yo parental.
  1. Debe disponer de un conjunto de defensas que le permitan protegerse de un desfallecimiento o rechazo del aliado así como de excesivas represiones del Ello.

En la infancia estas defensas, salvo fijación de alguna de ellas, son móviles, superables y no ponen en peligro el funcionamiento del Yo, puesto que su acción está contrarrestada por la que ejerce el Yo parental, consignatario del compromiso. Consignatario el cual tiene la tarea de asegurar la identidad del redactor a pesar de los cambios, los límites de lo modificable y los límites del tiempo.

 
 
 
   
 
 

En todos los cuadros psicóticos aparece una cláusula de fidelidad en el compromiso identificatorio firmado por el Yo en la salida del mundo infantil (salida que supone que se evitó la eclosión de una psicosis en la infancia). Este Yo ha podido firmar esa cláusula sólo aceptando que una instancia exterior se convierta en consignataria de por vida en lugar de ser una alianza temporal. La fx desempeñada por el aliado exterior no ha podido ser interiorizada sino que éste se ha convertido en un colonizador que decide sobre los derechos de permanencia y cambio.

Desde este momento, el compromiso identificatorio sólo podrá mantenerse si los dos consignatarios garantizan su respeto.

Puede suceder que el compromiso sea anulado en el transcurso de la infancia por una de las partes. Desde entonces, el yo se encontrará frente a un conflicto insoluble: ¿Cómo podría existir frente a otro si cree que este otro le impone ser sólo lo que ha sido? ¿Cómo podría existir por sí mismo si todo cambio le parece ser denunciado por el otro como la desaparición de la permanencia entre aquel que ha sido y el que se llega a ser?

 
 

Cuando el conflicto adquiere esta forma → eclosión de una psicosis infantil.

La neorrealidad construida por el delirio tiene como presupuesto la construcción de una neotemporalidad.

 
 

Pero cuando la alianza es respetada por ambas partes, el Yo infantil podrá preservarse y lo que quedará instalado es una potencialidad psicótica,  que podrá en un tiempo venidero manifestarse o no. Esta potencialidad guarda una defensa particular: la idealización masiva del poder del otro.

 
 

Mientras este compromiso se respete, no habrá psicosis manifiesta, pero para esto se deben de cumplir dos condiciones: la fidelidad y estabilidad del primer consignatario que respeta las cláusulas del compromiso o la posibilidad para ese Yo de encontrar un nuevo consignatario un poco menos exigente, pero del cual seguirá igual de dependiente.

 
 

Durante la infancia, estas defensas puestas en acto pueden ser paralelas a una relación con la realidad que evite el conflicto abierto. El yo puede permanecer sordo a una parte de sus exigencias, por eso esta potencialidad psicótica puede quedar velada a la mirada fliar y de los otros. Pero, ya no puede ocurrir lo mismo cuando el sujeto deba salir de ese espacio cerrado y avanzar en un campo social.

 
 

Que nada cambie: Si el sujeto pudiese plegarse a esta orden, enunciada por la voz materna y luego interiorizada como prohibición en un 2º tiempo, la potencialidad psicótica y el compromiso identificatorio que la sostiene quedarían al amparo de todo riesgo.

 
 

Que todo cambie: En estos términos se podría formular el orden social en su salida del mundo infantil. Mandato imposible de cumplir a menos que el Yo renuncie a su ser para transformarse en robot de otros.

 
 
  1. La robotización del Yo que evitará todo conflicto gracias a la desaparición de uno de los adversarios.
  2. La rebelión del Yo: se asistirá entonces a un episodio psicótico que podrá o no reabsorberse.
  3. Un “como si” de ambas partes. El campo social fingirá aceptar a estos diferentes, pero en verdad no son ni realmente aceptados, ni realmente marginados. El sujeto fingirá tolerar la escala de valores compartida por otros, procurará no ver.
 
 

Entre estas maniobras, la que tiene más posibilidades de eficacia es la de encontrar e investir a otro que actúe como soporte identificatorio de referencia idealizada, gracias a lo cual se convertirá en “reparador” de ese mal comprometido.

Los sujetos que más posibilidades tenemos d encontrar en análisis son los del 3º grupo, su demanda está motivada por la imposibilidad de seguir fingiendo que pueden mantenerse en ese espacio límite.

Podemos proponerles un pacto terapéutico que cambie de manera radical las exigencias de ese primer consignatario al cual el analista comienza a sustituir. Nuevo consignatario que no tiene exigencias, que intenta restituir al sujeto la posibilidad de firmar sólo a su nombre su compromiso identificatorio.