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Psicología Evolutiva - Niñez

Res. para el 2do Parcial: "Consecuencias Psíquicas de la Diferencia Anatómica de los Sexos" Cátedra: Pizzo

1° Cuat. de 2013

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ALGUNAS CONSECUENCIAS PSIQUICAS DE LA DIFERENCIA ANATOMICA DE LOS SEXOS
En el complejo de Edipo, el niño retiene el mismo objeto al que habia investido con su libido todavía no genital en el periodo precedente. La actitud edifica del varon pertenece a la fase falica y se va al fundamento por la angustia de castración, por el interes narcisista hacia los genitales.
Cuando el varón ve el genital de una niña, al principio desmiente su percepción. Sólo más tarde, después de que cobró influencia sobre él una amenaza de castración, aquella observación se volverá significativa y creerá en la amenaza. Dos reacciones resultarán de ello: horror frente a la criatura mutilada o menosprecio triunfalista sobre ella.
En cambio, cuando la niña nota el pene de algún niño, lo discierne como el correspondiente superior de su propio órgano, pequeño y escondido. En el acto se forma su juicio y decisión: ha vista eso, sabe que no lo tiene y quiere tenerlo. La envidia del pene trae una serie de consecuencias:
Por un lado, surge como formación reactiva el complejo de masculinidad, que se bifurca. La esperanza de recibir alguna vez un pene, igualándose así al varón, puede conservarse durante mucho tiempo. O puede sobrevenir el proceso de desmentida: la niña se rehúsa a aceptar el hecho de su castración y mantiene la convicción de que posee un pene, viendose compelida a comportarse como si fuera un varón.
Además, con la admisión de su herida narcisista, se establece en la mujer un sentimiento de inferioridad. Superado el primer intento de explicar su falta de pene como castigo personal, y tras aprehender la universalidad de ese carácter sexual, empieza a compartir el menosprecio del varón por ese sexo mutilado. Aunque la envidia del pene haya renunciado a su objeto genuino, no cesa de existir sino que persiste en el rasgo de carácter de los celos.
Una tercera consecuencia es el aflojamiento de los vínculos tiernos con el objeto madre, puesto que ella echó al mundo a la niña con una dotación insuficiente y es responsabilizada por la falta de pene.
En la niña sobreviene pronto, tras la envidia del pene, una intensa contracorriente opuesta al onanismo fálico. El factor que le vuelve acerbo el placer que le dispensaría esa práctica podría ser la afrenta narcisista enlazada con la envidia del pene, el aviso de que a pesar de todo no puede habérselas en este punto con el varón y sería mejor abandonar toda competencia con él. Así, el conocimiento de la diferencia anatómica entre los sexos esfuerza a la niña a apartarse de la masculinidad y del onanismo masculino, y a encaminarse por nuevas vias que llevan al despliegue de la feminidad. La masturbación en el clítoris sería una práctica masculina, y el despliegue de la feminidad tendría por condición la remoción de la sexualidad clitoridea.
La niña resigna el deseo del pene para reemplazarlo por el deseo de un hijo, y con este propósito toma al padre como objeto de amor. La madre pasa a ser objeto de los celos, y la niña deviene una pequeña mujer.
En la niña, el complejo de Edipo es una formación secundaria. Las repercusiones del complejo de castración le preceden y lo preparan. Mientras que el complejo de Edipo en el varón se va al fundamento debido al complejo de castración, el complejo de Edipo de la niña es posibilitado e introducido por el complejo de castración. La diferencia entre varón y mujer en cuanto a esta pieza del desarrollo sexual es una consecuencia de la diversidad anatómica de los genitales y de la situación psíquica enlazada con ella, corresponde al distingo entre castración consumada y mera amenaza de castración.
El complejo de Edipo en el varón zozobra formalmente bajo el choque de la amenaza de castración. Sus investiduras libidinosas son resignadas, desexualizadas y en parte sublimadas; sus objetos son incorporados al yo, donde forman el núcleo del superyo.
En la niña falta el motivo para la demolición del complejo de Edipo. La castración ya ha producido antes su efecto y consistió en esforzar a la niña a la situación del complejo de Edipo. Por eso, este puede ser abandonado poco a poco, tramitado por represión, o sus efectos penetrar mucho en la vida anímica que es normal para la mujer. El superyó nunca deviene tan implacable, tan impersonal, tan independiente de sus orígenes afectivos como en el caso del varón. Ciertos rasgos de carácter de la mujer (que muestra un sentimiento de justicia menos puro que el varón, y menor inclinación a someterse a las grandes necesidades de la vida; que con mayor frecuencia se deja guiar por sentimientos tiernos u hostiles) estarían ampliamente fundamentados en la modificación del superyo.
 

Complejo de Edipo en el varón.

Complejo de Edipo en la niña.

-Retiene objeto de la libido no genital. (conserva el primer objeto de amor)

-Sucumbe por interés narcisista (por temor a la pérdida de castración para conservarlo)

-Amenaza de castración

-Por la disposición bisexual: sentido doble, activo y pasivo (prehistoria)

-Zozobra del complejo de Edipo.

Esto tiene consecuencias en la construcción del aparato psíquico.

-Larga prehistoria del vínculo con la madre (su objeto primario de amor). Es una formación secundaria.

-Envidia de pene (no hay amenaza de castración porque la castración es un hecho consumado).

-Consecuencias psíquicas de la envidia de pene: complejo de masculinidad, sentimiento de inferioridad, afloramiento de los vínculos tiernos con el objeto madre.

-La libido de la niña se desliza a lo largo de la ecuación simbólica (el deseo del pene, lo que tanto envidia, va a buscarlo a través de un hijo del padre, ecuación falo=niño a nivel inconsciente como equivalentes)

-Cambio de objeto y cambio de Z.E. Abandonado poco a poco, tramitado por represión o sus efectos penetran mucho en la vida anímica que es normal para la mujer.