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Psicoanálisis
Escuela Francesa
1º Parcial A | Psicoanálisis: Escuela
Francesa (Cátedra: Muñoz - 2021) |
Psicología | UBA
1. Explique la siguiente cita de Lacan de El Seminario, Libro 3: “La noción de
estructura merece de por sí que le prestemos atención. Tal como la hacemos jugar
eficazmente en análisis […]. La estructura es primero un grupo de elementos que
forman un conjunto co-variante”. ¿En qué sentido puede decirse que esta
definición de “estructura” comporta una ruptura con el estructuralismo?
2. Desarrolle la siguiente cita de Lacan tomada de El Seminario, Libro 5: “el
padre entra en función como privador de la madre, es decir, se perfila detrás de
la relación de la madre con el objeto de su deseo como el que castra, pero aquí
sólo lo pongo entre comillas, porque lo que es castrado, en este caso no es el
sujeto, es la madre”. En su respuesta incluya: 1) una caracterización del
segundo tiempo del Edipo, y 2) una explicación de la noción de privación como
una de las formas de la falta.
3. ¿Cómo conceptualiza Lacan la constitución del yo? Desarrolle las
identificaciones simbólicas e imaginarias que participan de la misma,
articulando con los conceptos de Ideal del Yo y yo ideal. ¿Qué relación entre
los registros simbólico e imaginario se deduce de esta conceptualización?
1. Lacan perturba las oposiciones básicas del estructuralismo.“Cuando se habla
de estructuralismo, lo que se opone principalmente a ese término es historia, el
par de oposición es estructura o historia.” (Marlats, 2001: 2). Saussure, como
antecedente del estructuralismo, plantea que “(...) la estructura solamente se
puede comprender en sincronía, es decir, un sistema significante que sólo puede
ser analizado con independencia del tiempo, haciendo abstracción de los cambios
que se producen en el tiempo. Su planteo es que para poder estudiar una lengua
hay que tomarla en su estructura y esa estructura es estática. Lo opuesto sería
hablar de la evolución de la gramática o de la lengua a través del tiempo, lo
que se articula con la diacronía. Así como se oponen diacronía y sincronía, se
da la oposición historia-estructura.” (Marlats, 2001: 2).
Lo estructural, entendido como ahistórico y atemporal, refuta la importancia de
la historización. En el texto Función y campo de la palabra y del lenguaje en
psicoanálisis, Lacan señala la importancia de la historia en el psicoanálisis,
la historia particular de cada sujeto. Allí también da una descripción de
inconsciente: “El inconsciente es ese capítulo de mi historia que está marcado
por un blanco u ocupado por un embuste: es el capítulo censurado.” (Lacan, 1966:
249). Si el inconsciente es un capítulo que falta en mi historia, historia e
inconsciente se articulan, están igualados. Esto desata el problema del origen
donde surge el cuestionamiento acerca del primer eslabón, del primer elemento
que explicaría la sucesión de eventos que acontecen. Pero Lacan, leyendo a
Freud, esboza que la causa primera está perdida, es decir, lo que hay en lugar
de ese primer eslabón es un agujero.
El autor trastorna la oposición básica el estructuralismo introduciendo el
elemento del tiempo: si para el estructuralismo la historia es una sucesión
cronológica de eventos, en su cuestionamiento Lacan plantea tiempos lógicos; en
el campo del psicoanálisis la estructura implica una dimensión histórica acerca
de un tiempo que vivifica la estructura, la dimensión histórica de la estructura
la da el tiempo. La estructura vertebra a la historia, marcando los puntos
fundamentales que exceden la sucesión lineal de los hechos, comandados por
tiempos lógicos. En la cita del Seminario III define a la estructura como un
“conjunto de elementos covariantes”. A partir del desarrollo de la psicosis,
empieza a pensar la posibilidad de una estructura como una falta intrínseca.
“Esta idea de falta en la estructura implica hablar de los lugares vacíos que
permiten hacer permutaciones, combinaciones entre los elementos de manera
covariante, es decir que el valor de uno depende del valor del otro, si uno
varía el otro también va a variar.” (Marlats, 2001: 8).
Lacan se sirve del estructuralismo para incluir al sujeto en la estructura del
lenguaje, con lo cual, paradójicamente rompe con la hipótesis estructuralista
debido a que su concepción de estructura del lenguaje no hay un elemento que
designe al sujeto. El estructuralismo se propone evacuar la subjetividad del
campo de las ciencias del hombre en pos de asimilarlas a las ciencias naturales,
en consecuencia para el estructuralista, la estructura es incompatible al
sujeto; pero Lacan lo incluye, lo que lo vuelve su mayor subversión. De esta
forma el autor crea un concepto de estructura propia del psicoanálisis, un
estructuralismo psicoanalítico que sitúa un sujeto ineliminable. Ese sujeto deja
la estructura en falta, porque justamente es el elemento que la estructura
produce pero queda imposibilitada de simbolizar.
2. En la Clase XI del Seminario V, Lacan establece que solo es posible producir
un orden y una perspectiva adecuada dentro del campo del fenómeno analítico
partiendo de la estructura y de la circulación de significantes. Postula que la
castración también opera bajo la lógica del significante y propone pensar el
Complejo de Edipo en términos significantes a partir de la introducción de la
Metáfora Paterna como estructura sincrónica del mismo. Como crítica y respuesta
a los postulados posfreudianos y las teorías ambientalistas acerca de la
efectiva presencia del progenitor en relación al Complejo de Edipo, Lacan
diferencia al padre simbólico del padre de la realidad, advirtiendo que la
carencia de un padre en la familia no es equivalente a la carencia de un padre
en el complejo, en tanto simbólico.
Siguiendo la lógica del significante, dice que el sistema requiere de un
significante especial, que posee un papel privilegiado en la formación de los
efectos del significado y en la economía del deseo, al cual denomina el Nombre
del Padre. Parte de preguntarse qué es un padre y, retomando los aportes de
Freud en relación al padre de la horda primordial en la figura mítica de Tótem y
Tabú (1913), ubica que “El padre como quien promulga la ley es el padre muerto,
es decir el símbolo del padre. El padre muerto es el Nombre del Padre” (Lacan,
1957-58: 150).
Partiendo de este significante, Lacan postula que el padre en el Complejo de
Edipo es una metáfora, introduciendo así la Metáfora Paterna como la estructura
u operación donde se articula el Complejo de Edipo y su mecanismo, el Complejo
de Castración. Para esto, es necesario considerar el ternario imaginario que
resume las relaciones del niño con la madre que Lacan postula a partir del
Seminario IV. La relación de la madre y el niño está signada por el deseo
materno, en tanto esta no es dual, el niño depende del deseo de la madre. Esta
subjetivación primera, establece a la madre como aquel ser primordial que puede
estar o no estar. Para que el Nombre del Padre se constituya como metáfora, es
necesario que se produzca la operatoria de la ausencia materna. El niño, para
vincularse con la madre, se identifica con lo que él discierne como objeto del
deseo materno: su deseo es deseo del deseo de la madre. A partir de la ausencia,
ubica en la madre un deseo de Otra cosa distinta. En esta línea, entonces, Lacan
ubica el Nombre del Padre como aquel significante que sustituye al primer
significante introducido en la simbolización mediante el ingreso al lenguaje, el
significante materno, y que permite la significación fálica en el niño. Lacan
sitúa el Nombre del Padre en posición simétrica con este falo dentro del
ternario simbólico madre-padre-niño y señala que será a partir de esta posición
que ejercerá sus efectos la Metáfora Paterna. La posición del padre en el
símbolo es fundacional de la posición del falo en el campo imaginario del niño.
Podemos, entonces, pensar la inscripción del significante del Nombre del Padre
como un tiempo cero en el Complejo de Edipo.
Siguiendo el planteo diacrónico propuesto por Lacan, podemos ubicar en el primer
tiempo al sujeto identificado de manera especular con el deseo materno, es
decir, trata de ser o no ser el objeto del deseo de su madre. El niño queda
ubicado en el lugar de súbdito, en tanto la palabra de la madre, omnipotente, es
la ley. Ante la ausencia de la madre, el objeto de deseo materno queda ubicado
en el lugar de enigma y el padre está velado por el lugar del falo como portador
de este. A partir de esta noción es que Lacan, en un segundo tiempo, ubica al
padre real, como aquel que interviene en el plano imaginario en tanto privador
de la madre. En el plano imaginario, el niño busca ser el falo, pero es el
discurso paterno aquel que irrumpe como interdictor del deseo materno y lo
proscribe como una ley que proviene de Otro, privando a la madre de su objeto de
deseo: el falo. En este punto nodal, el acontecimiento conmueve en el niño su
posición de súbdito, ya que se anoticia de que la dialéctica en torno al falo
ahora está puesta del lado de tener o no tener, el falo se instaura como
simbólico. Aquí se ubica, propiamente dicho, el mecanismo del Complejo de
Castración es el momento de operatoria de la Metáfora Paterna.
La privación en tanto falta es un agujero en lo real. Lo que falta se le
presenta al Sujeto en el campo del Otro. Lacan nombra como momento paradigmático
al descubrir el niño la castración en la madre. Ante el anhelo del bebé de una
madre fálica se encuentra con que en esa madre hay un agujero. El objeto de ese
agujero es simbólico por ser la presencia de una ausencia. En la privación, el
padre va a ser representado por el niño como un padre idealizado, omnipotente,
que no representa la ley, es la ley; en cierto sentido hereda la omnipotencia de
la madre en la frustración.
3. Pensar la tesis formulada por Lacan respecto de que el yo es una
construcción, implica que el Yo como tal no viene dado, es decir que no existe
una unidad desde el inicio. Un antecedente de esto preexiste en la obra de Freud
(1914) -y es lo que retoma Lacan para el desarrollo de su teoría del estadio del
espejo- en Introducción al narcisismo, donde el autor señala: “Es un supuesto
necesario que no esté presente desde el comienzo en el individuo una unidad
comparable al yo” y más adelante dice “(...) por tanto, algo tiene que agregarse
al autoerotismo, una nueva acción psíquica, para que el narcisismo se
constituya” (p.74). La novedad que Lacan introduce es que esta acción psíquica
es la identificación imaginaria.
El estadio del espejo es en principio un observable que da cuenta del particular
comportamiento de un niño de entre 6 y 18 meses, frente a su imagen en el
espejo. De esta experiencia, el autor extrae una serie de consecuencias teóricas
acerca de la función del yo.
En un primer momento, al niño en estado de insuficiencia motriz y falto de una
percepción total e integrada de su propio cuerpo, se le presenta una imagen como
señal cautivante que posee las características de algo que él carece: se le
presenta como unificada, completa y con capacidad de dominio. Esta discrepancia
entre lo que ve y cómo se autopercibe culmina en una tensión de naturaleza
doble: erótica, debido a que es seducido por lo que ve que el otro tiene y él
carece; y fundamentalmente agresiva ya que la siente como amenazante a su
integridad, se percibe fragmentado en comparación a eso que ve. La función de la
identificación imaginaria surge como una respuesta que intenta abordar dicha
tensión, asumiendo esa imagen como propia; asemejándose al otro adquiere una
sensación ilusoria de dominio y totalidad. De aquí un segundo momento donde el
niño da claras muestras de satisfacción, las cuales, para Lacan, denotan que se
produjo la identificación que permitió alivianar la tensión agresiva.
Estos dos observables acontecen en lo que el autor denomina lo imaginario,
dimensión humana que nos dota de la sensación de consistencia, unidad, buena
forma. Entonces el yo, como construcción imaginaria, implica el supuesto de que
“yo es otro” dado que la identificación surge del campo de la alteridad. El
espejo funciona como metáfora, no es condición ni necesaria ni suficiente, sino
que comprende la relación del sujeto con una imagen que viene afuera, la imagen
del semejante, del otro con quien mantiene una relación simétrica y que se le
presenta como modelo de perfección; Lacan la llama yo ideal.
En el tercer momento del estadio, el niño deja de reparar en el espejo y se
vuelve en dirección al adulto, “(...) sin que se pueda decir con certeza qué
espera de ello, si es del orden de una conformidad o de un testimonio, pero la
referencia al Otro desempeñará aquí una función esencial.” (Lacan, 1995: 392).
Este Otro al que el niño se dirige, es un Otro de una naturaleza distinta a ese
otro semejante; está en una relación de asimetría ya que el niño depende de él
en tanto prematuro, pero por sobre todo depende de su amor. El Otro mayúsculo
que se encarna en la función materna, ocupa un lugar y una función simbólica, ya
que es el encargado de introducir para el sujeto las primeras significaciones
que lo fundan como tal. Para Lacan, los humanos advenimos a un mundo de
lenguaje, somos hablados antes que hablantes; por ende, lo que el Otro le dice
(explícita o tácitamente) aforiza, marca, determina al niño. Entonces, al
volverse hacia el adulto, el bebé recibe de éste un signo, un gesto de
asentimiento que funciona como elemento simbólico que le permite anudar lo real
fragmentario de su cuerpo con la imagen en el espejo. De aquí emerge la primera
sensación de realidad. Este signo de asentimiento no es puro, puesto que quien
encarna el lugar del Otro también es un sujeto y como tal tiene expectativas
respecto de este niño y acerca de qué lugar ocupa en él. Es decir, los Otros
significativos del bebé, le transmiten cómo es que debe verse para ser amado.
Eso significa que el sujeto toma del discurso del Otro algunos rasgos y los
eleva al estatuto de ideal, conformando el ideal del yo: instancia que determina
cómo el niño arma su imagen en pos de ser amable para el Otro.
Bibliografía
• Freud, S. (1914). Introducción al narcisismo, en Obras Completas, vol. XIV.
Buenos Aires: Amorrortu, 2017.
• Lacan, J. (1953/2008). Función y campo de la palabra y del lenguaje en
psicoanálisis. En Escritos 1. Siglo XXI, 231-309.
• Lacan, J. (1955-56/1984). El Seminario. Libro 3: Las psicosis, Paidós, clase
III: par. 3, IV: par. 3, V: par. 2, y VII: par. 2.
• Lacan, J (1956-1957). El seminario, libro 4: La relación con el objeto. “El
objeto fetiche”. Cap. 9. Buenos Aires: Paidós, 2008.
• Lacan, J. (1957-58/1999). El Seminario. Libro 5: Las formaciones del
inconsciente. Paidós, clases VIII, IX, X y XI.
• Lacan, J (1960-1961). El seminario, libro 8: La transferencia. ”I mayúscula y
a minúscula”. Cap. 24. Buenos Aires: Paidós, 2008.
• Marlats, M. C. (2001). Teórico N° 3 en Universidad de Buenos Aires, Facultad
de Psicología. Psicoanálisis: Escuela Francesa. Cat. I - D. Rabinovich Primer
Cuatrimestre 2001.