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Resumen de "La Etiología de la Histeria"  |  Psicoanálisis Freud (Cátedra: Laznik - 2020)  | Psicología  |  UBA

La etiología de la histeria.

Si uno quisiera hacer hablar a la histeria como testigos de la historia genética de la enfermedad, deberá partir del sustantivo descubrimiento de Breuer: “Los síntomas de la histeria, derivan su determinismo de ciertas vivencias de eficacia traumática que el enfermo ha tenido, como símbolos mnémicos de las cuales ellos son reproducidos en su vida psíquica.” Uno lo que deberá hacer es aplicar el procedimiento de Breuer para reorientar la atención del enfermo DESDE el síntoma HASTA la escena en la que se engendró. Tras la indicación del enfermo uno elimina ese síntoma, estableciendo una rectificación de efecto retardado.

Ahora bien, Freud nos dice que era ajeno a su propósito ocuparse de la difícil técnica de este procedimiento terapéutico, sin embargo, se vio precisado a traerlo a consideración ya que, los análisis emprendidos de Breuer parecen abrir el acceso hacia las causas de la histeria.

¿Qué sucedería si aplicáramos este análisis a una gran serie de síntomas? à Tomaríamos noticia de una correspondiente gran serie de escenas de eficacia traumática.

La tesis de Breuer ha probado ser correcta en el examen de muchísimos casos. Sin embargo, el camino que va desde el síntoma de la histeria a la etiología de esta es arduo y pasa por unas conexiones diversas de las que uno se habría imaginado.

Debemos saber que de la reconducción de un síntoma histérico a una escena traumática sólo conlleva una ganancia para nuestro entendimiento si esa escena satisface dos condiciones: Que posea laidoneidad determinadora y que se deba reconocerle la fuerza traumática.

Vamos a poner un ejemplo: Volvamos a considerar el síntoma del vomito histérico (ya mencionado anteriormente), y bien, creemos poder penetrar su causación, si es que el análisis reconduce el síntoma a una vivencia que justificadamente produjo un alto grado de asco. Pero si en lugar de eso, el análisis averigua que el vómito proviene de un terror grande, como un accidente, uno no podrá menos que preguntarse, insatisfecho como es que el terror ha llevado justamente al vómito. A esa derivación lo que le falta es la idoneidad para el determinismo.

Otro caso de esclarecimiento insuficiente se presentaría si el vómito proviniera de haber probado de haber probado una fruta podrida. Obviamente, acá el vómito está determinado por el asco pero no se entiende cómo es que el asco pudo, en este caso, volverse tan intenso que se eternizó como síntoma histérico. Esta vivencia carece de fuerza traumática.

Algunas veces ocurre que la escena traumática en que el síntoma se engendró reúne las dos cosas, es decir, idoneidad determinadora y fuerza traumática, que nos hacen falta para entender el síntoma. Sin embargo, con más frecuencia, hallamos realizada una de las otras tres posibilidades que son desfavorables para nuestro entendimiento: “La escena traumática”, la cual aparece inofensiva.

¿Qué es el “estado hipnoide” de Charcot? Charcot suponía que también una vivencia inofensiva podía llegar a ser un trauma y desplegar una fuerza determinadora si afecta a la persona en una complexión psíquica (el estado hipnoide). Freud halla que a menudo falta un pretexto para presuponer tales estados hipnoides.

Freud dice que a lo mejor haga falta una nueva ocurrencia que nos conduzca a valiosos resultados. Sabemos ya, por Breuer, que los síntomas histéricos se solucionan cuando hallamos el recuerdo de una vivencia traumática. Si el recuerdo no responde a nuestras expectativas ¿No deberíamos seguir un trecho más por el mismo camino? ¿No será que tras la primera escena traumática se esconde una SEGUNDA? ¿No puede ocurrir que se repita varias veces esta situación, hasta que uno, alcance la escena de genuina eficacia traumática? Esta conjetura es correcta. Toda vez que la escena hallada primero es insatisfactoria, LE DECIMOS AL ENFERMO que esa vivencia no explica nada, pero que tras ella se esconde una vivencia ANTERIOR más sustantiva. à Siguiendo la misma técnica, guiamos su atención hacia los hilos asociativos que enlazan ambos recuerdos, el hallado y el por hallar. Entonces, la continuación del análisis, siempre lleva a la reproducción de nuevas escenas del carácter esperado.

Para explicarlo mejor, pondremos de nuevo el ejemplo del vomito histérico, primero reconducido por el análisis hacia un terror que un accidente produjo… Si proseguimos el análisis averiguaremos que ESE accidente DESPERTÓ el recuerdo de OTRO, el cual el paciente no vivenció pero se le ofreció la visión del cadáver. à Es como si la acción conjugada de ambas escenas posibilitara el cumplimiento de nuestros postulados (La primera proporciona la fuerza traumática por el terror, y la otra, el efecto determinador)

Ahora pondremos el ejemplo de la manzana podrida, QUIZÁ el análisis lo completen del siguiente modo: La manzana podrida trae el recuerdo de una vivencia anterior en el que el enfermo juntaba manzanas caídas de un árbol, cuando tropezó con el cadáver de un asqueroso animal.

[No olvidar que esos son ejemplos que Freud nos inventa para explicarnos un poco mejor, e incluso él nos dice que considera imposibles tales resoluciones de síntomas histéricos.]

Ahora bien, tengamos en cuenta que, la cadena asociativa consta de más de dos eslabones. Las escenas traumáticas no forman unos nexos simples, como un collar, sino que es más bien como un árbol genealógico. A raíz de cada nueva vivencia entran en vigor dos o más vivencias tempranas.

Una tesis dice: Ningún síntoma histérico puede surgir de una vivencia real sola, sino que todas las veces el recuerdo de vivencias anteriores, despertado por vía asociativa, coopera en la causación del síntoma. à Si esta tesis es válida, nos señala el fundamento sobre el cual se ha de edificar una teoría psicológica de la histeria.

Freud nos cuenta que, aún en esos casos, en los que el análisis enseguida reconoce el síntoma, hay razones para suponer que hay un encadenamiento de recuerdos anteriores a la escena traumática. Ahora bien, tendríamos que preguntarnos ¿Adónde llegamos si seguimos con las cadenas de recuerdos asociados que el análisis nos descubre? ¿Hasta dónde llegan ellas?

Freud nos responde a las siguientes preguntas. Si se parte de un caso que ofrece varios síntomas, por medio del análisis se llega, a partir de cada síntoma, a una serie de vivencias cuyos recuerdos están recíprocamente encadenados en la asociación. Al comienzo, las diversas cadenas de recuerdos presentan, unas trayectorias distintas, pero, como ya indicamos, están ramificadas. Desde UNA ESCENA se alcanzan DOS O MAS recuerdos. à De los cuales parten cadenas colaterales cuyos distintos eslabones acaso están asociativamente enlazados con eslabones de la cadena principal. Otras complicaciones del encadenamiento se deben a que una ESCENA SINGULAR, puede ser evocada varias veces DENTRO DE UNA MISMA CADENA.

En resumen, la trama no es en modo alguno simple, y se comprende que el descubrimiento de las escenas en una secuencia cronológica invertida, no contribuye EN NADA, a una inteligencia más rápida del proceso.

Ahora bien, hay que tener en cuenta que aparecen nuevas complicaciones cuando proseguimos con el análisis. ¿Qué sucede? Las cadenas asociativas empiezan a entrar en recíprocos vínculos [Los árboles genealógicos se entretejen].

A raíz de cierta vivencia de la cadena mnémica, por ejemplo el vómito, fue despertando un recuerdo de otra cadena, que es el fundamento de OTRO SINTOMA, por ejemplo, dolor de cabeza. à Aquella vivencia pertenece a las dos series, constituyendo así un punto nodal.

Ahora bien, no importa el caso o el síntoma del cual uno haya partido, seguramente se termina por llegar al ámbito del vivenciar sexual. = Así es como se descubrió por primera vez una condición etiológica de síntomas histéricos.

Freud nos dice que, a esta tesis, irá dirigida la contradicción de nosotros (mejor dicho, nuestra inclinación a contradecir). La singularización del factor sexual dentro de la etiología de la histeria, proviene, en el caso de Freud, de una opinión preconcebida. Los dos investigadores con los que Freud inició sus trabajos sobre la histeria, Charcot y Breuer, estaban muy lejos de una premisa como la mencionada. Además nos dice que, si a la tesis (que dice que la etiología de la histeria residiría en la vida sexual), la someten al más riguroso examen, esta sale airosa de la prueba.

La injerencia de las fuerzas pulsionales sexuales se han convertido en una premisa indispensable. Finalmente, se llega al ámbito sexual y a unas pocas vivencias que mayormente corresponden a la pubertad. Es a partir de estas vivencias que uno debe inferir a la etiología de la histeria y comprender la génesis de síntomas histéricos. Sin embargo, las vivencias halladas, esas vivencias traumáticas que parecen últimas, tienen sin duda en común aquellos dos caracteres: Sexualidad y período de la pubertad. En algunos casos, son unas vivencias que es preciso reconocer como traumas graves, como por ejemplo: Un intento de forzamiento que a la muchacha no madura le revela de un golpe toda la brutalidad del placer sexual/ Haber sido involuntariamente testigo de actos sexuales entre los progenitores, lo que descubre una fealdad insospechada y así lastima el sentimiento infantil. Sin embargo, nos dice Freud, a veces esas vivencias son insignificantes. Una paciente mostró en la base de su neurosis la vivencia de acariciarle tiernamente la mano un amigo, y otra vez, de apretarle la pierna contra su falda mientras ambos estaban sentados a la mesa, y la expresión de el al hacerlo no le dejó deducir que se trataba de algo no permitido. En el caso de otra paciente, bastó con que ella oyera un acertijo en chanza, que dejaba adivinar una respuesta obscena, para provocar el primer ataque de angustia y así inaugurar la enfermedad. Nos tiente la interpretación de que las histéricas son unas criaturas de una constitución particular, en quienes el horror a la sexualidad, que en las personas normales desempeña cierto papel en la pubertad, se acrecienta hasta lo patológico y se vuelve duradero. à Serian personas que no pueden responder de manera suficiente en lo psíquico a las demandas de la sexualidad.

Algunas de las vivencias sexuales de la pubertad muestran luego una insuficiencia apta para incitarnos a proseguir el trabajo analítico. ¿Por qué sucede esto? Porque sucede que esas vivencias pueden carecer de capacidad determinadora, si bien esto es mucho más raro que en el caso de vivencias traumáticas de períodos posteriores de la vida. Ahora bien, volviendo al ejemplo de las pacientes de Freud, mencionadas anteriormente, como secuela de esas vivencias se habían instalado unas peculiares sensaciones dolorosas, en los genitales, que se consolidaron como síntomas principales de la neurosis… PERO su determinismo no derivaba ni de las escenas de la pubertad ni de otras posteriores, y seguramente, no pertenecían a las sensaciones normales de órgano ni a los signos de una irritación sexual. Entonces:

¿Qué tal si se dijera que uno debe buscar el determinismo (la conexión) de estos síntomas en otras vivencias, que estén remontadas todavía más atrás, y entonces, obedecer a aquella ocurrencia que antes nos guió desde las primeras escenas traumáticas hasta las cadenas mnémicas que había tras ellas? à Así se llega a la época de la niñez temprana, la época anterior al desarrollo de la vida sexual, lo que parece entrañar una renuncia a la etiología sexual. Unos influjos nocivos que afectan al órgano todavía no evolucionado, a la función en proceso de desarrollo, causan a menudo, efectos más serios y duraderos.

¿Puede ser que quizá en la base de la reacción anormal frente a IMPRESIONES sexuales, con la cual los histéricos nos sorprenden en la época de la pubertad, SE HALLEN de manera universal, unas VIVENCIAS SEXUALES DE LA NIÑEZ?

¿Por qué se dice qué un síntoma histérico solo puede nacer con la cooperación de recuerdos ? Se dice eso ya que las vivencias infantiles de contenido sexual sólo podrían exteriorizar un efecto psíquico a través de sus huellas mnémicas.

II

Si tenemos la perseverancia de llegar con el análisis hasta la niñez temprana, en todos los casos moveremos a los enfermos a reproducir unas vivencias que por sus particularidades, deberán considerarse la etiología buscada de la neurosis. Estas vivencias INFANTILES son, a su vez, de contenido SEXUAL. Pero acá ya hay una particularidad, ya no se trata del despertar del tema sexual por una impresión sensorial cualquiera, sino de unas experiencias sexuales en el CUERPO PROPIO, de un comercio sexual.

Ahora bien, Freud formula una tesis: En la base de todo caso de histeria se encuentran una o varias vivencias de EXPERIENCIA SEXUAL PREMATURA y pertenecientes a la tempranísima niñez. En cuanto a los reparos dirigidos a la autenticidad de las escenas sexuales infantiles, se los puede aventar con más de un argumento. El comportamiento de los enfermos mientras se reproducen estas vivencias infantiles es inconciliable con el supuesto de que las escenas serian algo diverso de una realidad que se siente penosa y se recuerda muy a disgusto. ANTES DEL ANALISIS los enfermos no saben nada acerca de estas escenas. Se suelen indignar si uno les anuncia el afloramiento de ellas, padecen las más violentas sensaciones, que los avergüenzan y procuran ocultar, mientras evocan a la conciencia estas vivencias infantiles. Freud dice ¿Por qué me irían a asegurar, los enfermos, tan terminantemente su incredulidad si por cualquier motivo ellos mismos hubieran inventado las cosas que pretenden desvalorizar? Freud dice que si bien le parece insostenible, es que el médico imponga al enfermo unas reminiscencias de esa índole, se las sugiera para su representación y reproducción.

Existe toda una serie de otras garantías sobre la realidad objetiva de las vivencias sexuales infantiles.

1) Su uniformidad, resultado forzoso de ser recurrentes y homogéneas las premisas de esas vivencias, y en la otra hipótesis, habría que creer que entre los enfermos hay unos SECRETOS convenios.

2) En ocasiones los enfermos describen como INOCENTES unos procesos cuyo significado evidentemente no comprenden, pues de lo contrario por fuerza los espantarían.

Si lo mencionado anteriormente refuerza la impresión de que los enfermos tienen que haber vivenciado realmente lo que bajo la compulsión del análisis se reproducen como una ESCENA DE LA INFANCIA, hay pruebas, de que brota del vínculo de las escenas infantiles con el conjunto del historial clínico restante . Así como en los rompecabezas se establece, una certeza sobre la pieza que corresponde a cada uno de los espacios que quedan libres, también las escenas infantiles prueban ser complementos para la ensambladura asociativa y lógica de la neurosis y solo tras INSERTARLAS se vuelve inteligible el proceso.

¿Cuándo se llega al éxito terapéutico total? Pues, hay casos en el que se obtiene sin haber tenido que descender hasta las vivencias infantiles, pero esto no te salva de una recaída. Un psicoanálisis completo ha de significar la curación radical de una histeria. Hay además, una prueba, sobre la autenticidad de las vivencias sexuales infantiles a saber, y es que, las indicaciones de una persona en el análisis fuera CORROBORADA por otra persona que hubiera participado en su infancia de la misma vivencia. [Freud logró, con suerte, conseguir una corroboración objetiva en dos casos sobre dieciocho, a continuación los explicare]

En el primer caso fue el hermano varón (quien se mantenía sano) quien corroboró que no las más tempranas vivencias sexuales con su hermana enferma, pero al menos sí, durante la niñez más tardía de ellos. En el segundo caso, dos mujeres bajo tratamiento habían mantenido de niñas comercio sexual con el mismo sujeto masculino. Cierto síntoma que se derivaba de estas vivencias infantiles había conseguido que se plasmara en los dos casos como un testimonio de esta comunidad.

Freud clasifica los casos en tres grupos, de acuerdo con la estimulación sexual:

El primeroà Se trata de atentados únicos o abusos aislados, las más de las veces penetrados en niñas por adultos extraños a ellas. En tales casos no hubo consentimiento de los niños y como secuencia inmediata prevaleció el terror.

En el segundo grupoà Son casos muchos más numerosos en el que una persona adulta cuidadora del niño (niñera maestro, encargada de la casa, pariente próximo) introdujo al niño en el comercio sexual y mantuvo con él una relación amorosa formal, también plasmada en el aspecto psíquico, a menudo durante años.

Tercer grupoà Son las relaciones infantiles puras, vínculos sexuales entre dos niños de sexo diferente, la mayoría de las veces entre hermanitos, que a menudo continúan hasta la pubertad y conllevaron a las más persistentes consecuencias para la pareja en cuestión.

Freud nos dice, que en la mayoría de los casos, se averiguó un efecto combinado de dos o más de estas etiologías. En algunos, la acumulación de vivencias sexuales era directamente asombrosa. Todos los casos eran de afección neurótica grave que incapacitaba al individuo para la existencia.

Ahora bien, se comprobó que en las relaciones entre dos niños, el varón (que aquí desempeña el papel agresivo) había sido seducido antes por una persona adulta del sexo femenino, y luego, bajo presión de su libido (es decir, deseo de placer sexual) prematuramente despertado y a consecuencia de la pulsión mnémica, buscó repetir en la niñita, las mismas prácticas que había practicado con el adulto. à Freud se inclina a pensar que sin un seducción previa a los niños no podrían hallar el camino hacia unos actos de agresión sexual. Según esto, entonces, el FUNDAMENTO para la NEUROSIS sería establecido en la infancia siempre por adultos y los niños mismos se transfieren ENTRE SI la predisposición a contraer luego una HISTERIA.

Ahora, pasemos a la otra objeción que se basa en la gran difusión de las vivencias sexuales infantiles y en la experiencia de que muchas personas que no se han vuelto histéricas, recuerdan escenas de esta índole. CONTRA ESTO se puede decir, que la enorme frecuencia de un factor etiológico (estudio de la causalidad de la enfermedad) no podría utilizarse como argumento para desestimar su significado etiológico. No interesa que muchos humanos vivencien escenas sexuales infantiles sin volverse histéricos, con tal de que todos los que se han vuelto histéricos hayan vivenciado esas escenas.

En la etiología de las NEUROSIS tienen tanto peso las condiciones cuantitativas como las cualitativas. Es preciso que sean rebasados ciertos valores de umbral. Freud nos recuerda, que hace algunos años el señaló un factor hasta el momento poco apreciado, para el cual reclamó un papel principal en la provocación de la histeria después de la pubertad. El estallido de la histeria se deja reconducir a un conflicto PSIQUICO. à Una representación inconciliable pone en movimiento la defensa del yo e invita a la represión. Pero Freud, los que nos dice acá, es que el en ese momento no supo indicar como es que ese afán defensivo tiene el efecto patológico de esforzar de manera efectivahacia lo inconsciente el recuerdo penoso para el yo y crear en su lugar un síntoma histérico.

Entonces complementó:

La defensa alcanza ese propósito de esforzar fuera de la conciencia la representación inconciliable cuando en la persona, hasta el momento sana, están presentes unas escenas sexuales infantiles como recuerdos INCONSCIENTES, y cuando la representación que se ha de reprimir PUEDE ENTRAR en un nexo lógico o asociativo con una de esas tales vivencias infantiles.

Entonces, ya tenemos sabido que numerosas personas recuerdan con gran nitidez unas vivencias sexuales infantiles, no obstante lo cual no son histéricas. Podemos aquí, hacer una valiosa puntualización y es que, las personas de este tipo podrían ser histéricas, al menos, no como consecuencia de las escenas que CONCIENTEMENTE RECUERDAN. à Esos recuerdos nunca son conscientes.

Los curamos de su histeria mudando en consciente lo inconsciente de las escenas infantiles. Aquí no importa solo la existencia de esa vivencia sexual infantil, si no también, una condición psicológica. Estas escenas tienen que estar presentes como recuerdos inconscientes, solo en esa medida pueden provocar un síntoma histérico.

Para concluir con esta parte, tesis que el análisis nos ha proporcionado como un primer resultado: Los síntomas histéricos son retoños de unos recuerdos de eficiencia inconsciente.

Una buena pregunta es ¿Cómo es posible que este recuerdo de una vivencia, en su momento inofensiva, exteriorice el efecto ANORMAL de guiar un proceso psíquico, como lo es la defensa, hasta un resultado patológico? Este es un problema puramente psicológico.

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Ahora bien, Freud nos dice que si él fuera a elucidar las reglas de síntomas histéricos, tendría que reconocer como una de esas reglas la siguienteàlos síntomas histéricos son sobre determinados [Se escoge como síntoma aquella representación cuyo realce es el efecto conjugado de varios factores]

*La reacción de los histéricos es exagerada solo en apariencia, tiene que aparecérsenos así porque nosotros sólo tenemos noticia de una pequeña parte de los motivos por los cuales brota.

Ahora bien, para concluir, se debe aclarar que el papel etiológico de las vivencias sexuales infantiles no se limita al campo de la histeria, sino que de igual manera rige para la asombrosa neurosis de las representaciones obsesivas, y aún quizá para las formas de la paranoia crónica y otras psicosis funcionales. Ahora podemos agregar que todos los casos de neurosis obsesiva permitieron discernir un trasfondo de síntomas histéricos. Las más de las veces sensaciones y dolores que se remontaban justamente a las más antiguas vivencias infantiles.

Freud, aún no estaba en condiciones de dar una respuesta confiable a todos los demás problemas pero hasta ahora, llevaba observado que, ante el análisis, las representaciones obsesivas por lo general se desenmascaran como unos encubiertos y mudados reproches a causa de agresiones sexuales en la infancia; Por eso, más a menudo, se las encuentra en varones que en mujeres, y en los varones las neurosis obsesivas son más frecuentes que la histeria.


 

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