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PENSAMIENTO Y LENGUAJE (Vigotsky)
CAPÍTULO I: Aproximación al problema
La unidad de la conciencia y la interrelación de todas las funciones psicológicas eran aceptadas por todos, se suponía que las distintas funciones operaban inseparablemente, en conexión ininterrumpida unas con otras. Se daba por sentado que la relación de dos funciones dadas no variaba nunca, que la percepción, por ejemplo, estaba conectada siempre de un modo idéntico con la atención, la memoria con la percepción, el pensamiento con la memoria. Sin embargo, todo lo que se conoce sobre el desarrollo psíquico indica que su verdadera esencia se halla en el cambio de la estructura interfuncional de la conciencia.
Las teorías ofrecidas basadas en los resultados de investigaciones anteriores se dividen entre: identificación o fusión de pensamiento y lenguaje, por una parte, y por otra la disyunción y segregación igualmente absoluta y casi metafísica.
Podemos delinear la concepción de la identidad del pensamiento y el lenguaje a partir de la especulación de la psicología lingüística, que establece que el pensamiento es “habla sin sonido”. Al considerar el lenguaje como una manifestación externa, una simple vestidura del pensamiento, y al tratar de liberar el pensamiento de todos los componentes sensorios incluyendo las palabras, no sólo se plantean un problema sino que, a su manera, intentan solucionar el de la relación entre estas dos funciones. Ven la relación entre ellos como algo simplemente mecánico.
Para capear con éxito el problema de la relación entre pensamiento y lenguaje, debemos preguntarnos primero cuál de los métodos de análisis es el que mejor puede garantizar la solución. Para estudiar las estructuras psicológicas se pueden utilizar dos formas de análisis esencialmente diferentes. Una de ellas nos parece la responsable de los fracasos que han entorpecido la labor de los investigadores anteriores de este viejo problema que nosotros abordaremos, y consideramos que la otra es el único modo correcto de aproximarse a él.
El primer método analiza las complejas totalidades psicológicas separándolas en elementos. La psicología cae en el mismo tipo de callejón sin salida cuando analiza el pensamiento verbal en sus componentes, pensamiento y palabra, y los estudia aislados. En el curso del análisis desaparecen las propiedades originales del pensamiento verbal, y al investigador no le queda otro remedio que tratar de descubrir, al continuar la búsqueda, la interacción mecánica de los dos elementos, a la espera de reconstruir en una forma puramente especulativa las desvanecidas cualidades del todo.
Este tipo de análisis traslada el problema a un nivel casi total de generalización, no provee las bases adecuadas para un estudio de las concretas relaciones multiformes entre pensamiento y lenguaje que surgen en el curso del desarrollo y funcionamiento verbal en sus diversos aspectos. Este método da como resultado generalidades pertenecientes a todo el pensamiento y a todo el lenguaje. La unión vital de sonido y significado que llamamos palabra se escinde en dos partes, que se supone se unirán solo por conexiones mecánicas asociativas.
La opinión que establece que el sonido y el significado de las palabras son elementos separados, que tienen por lo tanto vida aparte, ha sido un grave obstáculo para el estudio de los aspectos tanto fonéticos como semánticos del lenguaje.
Para Vigotsky, el camino a seguir es el del otro tipo de análisis, que puede ser denominado análisis por unidades. Cuando hablamos de unidad nos referimos a un producto del análisis que, contrariamente al de los elementos, conserva todas las propiedades básicas del total y no puede ser dividido sin perderlas.
La naturaleza del significado como tal no está clara, aunque es en él que el pensamiento y el habla se unen para constituir el pensamiento verbal. Es entonces, en el significado donde pueden hallarse las respuestas a las preguntas sobre la relación entre inteligencia y palabra.
Una palabra no se refiere a un solo objeto, sino a un grupo o a una clase de objetos, y cada una de ellas es, por lo tanto, también una generalización. Esta última constituye un acto verbal del pensamiento y refleja la realidad en un sentido bastante distinto del que la reflejan la sensación y la percepción; tal diferencia cualitativa está implicada en la proposición de que existe un salto dialéctico no solo entre la ausencia total de conciencia y la sensación, sino también entre sensación y pensamiento. La distinción cualitativa entre estas es la presencia de un reflejo generalizado de la realidad, el cual constituye también la esencia del significado de las palabras; y consecuentemente ese significado es una parte inalienable de la palabra como tal, que pertenece tanto al dominio del lenguaje como al del pensamiento. Una palabra sin significado es un sonido vacío, no una parte del lenguaje humano. Puesto que el significado de las palabras es tanto pensamiento como habla, encontramos en él la unidad del pensamiento verbal que buscamos.
Este método combina las ventajas del análisis y la síntesis, y permite el estudio adecuado de los totales complejos. La función primaria del lenguaje es la comunicación, el intercambio social. Cuando se estudiaba el lenguaje a través de su análisis en elementos, esta función estaba ligada también a su función intelectual, eran tratadas como si fueran funciones separadas, aunque paralelas, sin prestar atención a su evolución estructural; no obstante, el significado de la palabra es una unidad de ambas funciones.
La conclusión es que la verdadera comunicación requiere significado, o sea, tanto generalización como signos. Para convertirse en transmisible debe ser incluida en una determinada categoría, que por convención tácita, la sociedad humana considera como una unidad. De este modo, la comunicación verdadera presupone una actitud generalizadora, que es una etapa avanzada en el desarrollo del significado de las palabras. Las formas superiores del intercambio humano son posibles sólo porque el pensamiento del hombre refleja una realidad conceptualizada, y esta es la razón por la cual ciertos pensamientos no pueden ser comunicados a los niños, aunque estén familiarizados con las palabras necesarias, pues puede faltar el concepto adecuadamente generalizado que asegure la comprensión total.
La concepción del significado de la palabra como una unidad que comprende tanto el pensamiento generalizado como el intercambio social, es de un valor incalculable para el estudio del pensamiento y el lenguaje; permite el verdadero análisis causal-genético, el estudio sistemático de las relaciones entre el crecimiento de la capacidad de pensamiento del niño y su desarrollo social.
El análisis de las unidades señala el camino hacia la solución de estos problemas vitalmente importantes. Demuestra la existencia de un sistema dinámico de significados en el cual se encuentra la unidad afectiva e intelecual. Muestra que cada idea contiene una actitud afectiva transmutada hacia el trozo de realidad al cual se refiere. Nos permite delinear la trayectoria que va desde las necesidades e impulsos de un individuo hasta la dirección específica que toman sus pensamientos, y el camino inverso de estos hacia su conducta y actividad.
CAPÍTULO VII: Pensamiento y palabra
No cabe duda de que en el desarrollo del niño existe un periodo pre-lingüístico en el pensamiento y una fase pre-intelectual en el lenguaje. Pensamiento y palabra se encuentran conectados por un vínculo primario. La conexión se origina, cambia y crece en el curso de su evolución.
Sin embargo, sería un error considerar el pensamiento y la palabra como dos procesos sin conexión que pueden ser paralelos o cruzarse en ciertos puntos influyéndose mecánicamente. La ausencia de un vínculo primario (¿? sic) no implica que entre ellos sólo pueda formarse una conexión mecánica.
El análisis de elementos se sustituye por el de unidades, cada una de las cuales retiene en forma simple todas las propiedades del conjunto. Esta unidad del pensamiento verbal la encontramos en la significación de la palabra. Una palabra sin significado es un sonido vacío, el significado es, por lo tanto, un criterio de la “palabra” su componente indispensable. Al parecer, en este caso, se podría contemplar como un fenómeno del lenguaje. Pero desde el punto de vista de la psicología, el significado de cada palabra es una generalización o un concepto. Si las generalizaciones y conceptos son innegablemente actos del pensamiento, podemos considerar al significado como un fenómeno inherente al pensamiento. El significado de la palabra es un fenómeno del pensamiento mientras este esté encarnado en el lenguaje, y del habla sólo en tanto esté relacionado con el pensamiento e iluminado por él. Es un fenómeno del pensamiento verbal o del lenguaje significativo, una unión de palabra y pensamiento.
Las antiguas escuelas de psicología consideraban que el enlace entre palabra y significado era un vínculo de asociación que se establecía a través de percepciones simultáneas y repetidas de determinados sonidos y objetos. Desde ese punto de vista cualquier desarrollo del significado de las palabras resulta inexplicable e imposible: esta es una implicación que obstaculizó tanto el trabajo de los lingüistas como de los psicólogos. La semántica adoptó la teoría de la asociación y continuó considerando el significado de las palabras como un enlace entre el sonido de las mismas y su contenido. Todas las palabras parecían estar constituidas de la misma manera en lo concerniente al significado, sin contener nada relativo al lenguaje como tal; una palabra nos hacía pensar en su significado, del mismo modo que un objeto cualquiera nos recuerda a otro. No es sorprendente que la semántica ni siquiera mencionara el problema de la evolución del significado de las palabras. El desarrollo se reducía a cambios en las conexiones asociativas entre determinadas palabras y objetos. Un vocablo podía denominar primero un objeto y luego asociarse con otro. La lingüística no comprendió que en la evolución histórica del lenguaje también cambian la estructura del significado y su naturaleza psicológica. El pensamiento verbal se eleva de las generalizaciones primitivas a los conceptos más abstractos. No cambia sólo el contenido de la palabra, sino el modo en que se generaliza la realidad y se refleja a través de la palabra.
La teoría de la asociación también resulta inadecuada para explicar el desarrollo del significado de los vocablos en la infancia. Asimismo, en este caso, sólo puede dar cuenta de los cambios puramente cuantitativos y externos que sufren los vínculos de unión entre palabra y significado, en la que concierne a su enriquecimiento y consolidación, pero no de los cambios estructurales y psicológicos fundamentales que pueden ocurrir y ocurren en el desarrollo del lenguaje infantil.
En el cambio de la psicología de la Gestalt no era muy distinto el panorama que se presentaba. Esta escuela persistió durante más tiempo que las otras en el intento de superar el principio general de la asociación.
A la luz de la psicología de la Gestalt, la relación entre pensamiento y lenguaje aparece como una simple analogía, una reducción de ambos a un común denominador estructural. La conexión entre palabra y significado ya no se considera un planteo de simple asociación, sino una cuestión de estructura. El principio estructural se aplica a todas las relaciones entre las cosas en el mismo plano indiferenciado en que anteriormente se había aplicado el principio del asociacionismo, y por lo tanto continúa siendo imposible el tratamiento de las relaciones específicas entre palabra y significado. Desde el comienzo se consideran como idénticos el principio a todas las relaciones entre las cosas.
Mientras que Ach trató de superar la teoría de la asociación a través de “la tendencia determinante”, la psicología de la Gestalt la combatió a partir del principio de la estructura, manteniendo, sin embargo, los dos errores fundamentales de la antigua teoría: la suposición de la naturaleza idéntica de todas las conexiones y la de que el significado de las palabras no sufre variaciones.
Todas las escuelas y concepciones psicológicas pasan por alto el hecho fundamental de que cada pensamiento es una generalización y estudian la palabra y el significado sin referirse a su proceso evolutivo.
Se estableció, entonces, que los significados de las palabras son dinámicos y no formaciones estáticas. Cambian al mismo tiempo que el niño se desarrolla y de acuerdo a las diferentes formas en que funciona el pensamiento.
Si el significado de las palabras varía en su estructura interna, también lo hace la relación entre pensamiento y palabra. Cada paso en el desarrollo del significado de las palabras presenta una relación particular propia entre el pensamiento y el lenguaje, y puesto que los problemas funcionales se resuelven más fácilmente a través de un examen de la forma más elevada de una actividad.
La relación entre pensamiento y palabra no es un hecho, sino un proceso, y en él la relación entre ambos sufre cambios que pueden ser considerados como desarrollo en el sentido funcional. El pensamiento no se expresa simplemente en palabras, sino que existe a través de ellas. Todo pensamiento tiende a conectar una cosa con otra, a establecer relaciones, se mueve, crece y se desarrolla, realiza una función, resuelve un problema.
Lo primero que revela este estudio es la necesidad de distinguir dos planos en el lenguaje: su aspecto interno, significativo y semántico, y el externo y fonético que tienen sus propias leyes de movimiento.
Para adquirir el dominio del lenguaje externo, el niño arranca de una palabra, luego conecta dos o tres, un poco más tarde pasa de frases simples a otras más complicadas, y finalmente a un lenguaje cogerente formado por una serie de oraciones; en otras palabras, va de una fracción al todo. En lo que respecta al significado, las primeras palabras de un niño cumplen el papel de una oración completa. Desde el punto de vista semántico los niños parten de la totalidad de un complejo significativo, y sólo más tarde comienzan a dominar las diferentes unidades semánticas (los significados de las palabras) y a dividir su pensamiento anterior indiferenciado en esas unidades. Los aspectos externos y semánticos del lenguaje se desarrollan en direcciones opuestas, uno va de lo particular a lo general, de la palabra a la frase, y el otro de lo general a lo particular, de la oración a la palabra.
El pensamiento sufre muchos cambios al convertirse en lenguaje. No es una mera expresión lo que encuentra en el lenguaje, halla su realidad y su forma. Los procesos del desarrollo semántico y fonético constituyen en esencia uno solo, debido justamente a sus direcciones inversas.
Piaget demostró que el niño utiliza proposiciones relativas como porque y aunque mucho antes de entender las estructuras significativas de esas formas sintácticas. La gramática precede a la lógica.
En los adultos la divergencia entre los aspectos semánticos y fonéticos del lenguaje es todavía más pronunciada. Detrás de las palabras se encuentra la gramática independiente del pensamiento, la sintaxis del significado de las palabras. Las expresiones verbales no pueden surgir totalmente formadas, sino que deben desarrollarse en forma gradual.
La capacidad de un niño para comunicarse mediante el lenguaje está relacionada directamente con la diferenciación de los significados en su lenguaje y conciencia. En la estructura semántica de los vocablos establecemos una distinción entre referente y significado del mismo modo que diferenciamos el nominativo de una palabra de su función significativa.
Sólo cuando se ha completado este desarrollo el niño adquiere la capacidad para formular sus propios pensamientos y comprender el lenguaje de los otros.
La relación entre pensamiento y palabra no puede ser comprendida en toda su complejidad sin conocer claramente la naturaleza psicológica del lenguaje interior. El lenguaje interiorizado es el habla para uno mismo, el externo es para los otros. Sería realmente sorprendente que tal diferencia básica en la función no afectara la estructura de dos tipos de leguaje. La ausencia de vocalización per se es sólo una consecuencia de la naturaleza específica del lenguaje interiorizado el que no constituye un antecedente del lenguaje externo ni tampoco su reproducción en la memoria, sino en cierto sentido su opuesto. El lenguaje externo es la conversión de pensamiento en palabras, su materialización y objetivación. En el lenguaje interior el proceso se invierte: el habla se transforma en pensamientos internos. Y lógicamente sus estructuras tienen que diferir.
El lenguaje egocéntrico es una etapa del desarrollo que precede al lenguaje interior: ambos cumplen funciones intelectuales, sus estructuras son semejantes, el habla egocéntrica desaparece en la edad escolar, cuando comienza a desarrollarse la interiorizada. A partir de todo esto inferimos que uno se transforma en el otro. Si se produce esta conversión, el lenguaje egocéntrico proporciona la clave para el estudio interiorizado.
Piaget sostiene que el lenguaje egocéntrico del niño es una expresión directa del egocentrismo de su pensamiento que, a su vez, constituye un compromiso con la subjetividad primaria del mismo y su gradual socialización. Al crecer el niño disminuye la subjetividad y la socialización progresa, provocando el receso del egocentrismo en el pensamiento y en el lenguaje.
Según la concepción de Piaget, el lenguaje egocéntrico del niño no se adapta a la inteligencia de los adultos. Su pensamiento permanece totalmente egocéntrico, y esto hace que sus expresiones sean incomprensibles para los otros. El habla egocéntrica no cumple ninguna función en el pensamiento o la actividad realista del niño: simplemente los acompaña.
De acuerdo con la concepción vigotskiana, el pensamiento egocéntrico desciende a cero en el umbral de la edad escolar. El lenguaje para uno mismo se origina a través de diferenciaciones respecto al lenguaje de los otros. Puesto que el curso principal del desarrollo del niño es una individualización gradual, esta tendencia se refleja en la función y estructura del lenguaje.
La función del lenguaje egocéntrico es similar a la del lenguaje interiorizado: no constituye un mero acompañamiento de la actividad del niño, sino que sirve de ayuda a la orientación mental y a la comprensión consciente; ayuda a superar dificultades; es el lenguaje para uno mismo, relacionado íntima y útilmente con el pensamiento del niño. El pensamiento del niño se torna infinitamente menos egocéntrico entre la edad de tres y siete años.
Las peculiaridades estructurales del lenguaje para uno mismo y su diferenciación con el lenguaje externo aumentan con la edad. Lo que disminuye es la vocalización. Su desarrollo resulta perfectamente compatible con la disminución de la vocalización, y en realidad, explicita su significado.
Si las peculiaridades de las funciones estructurales y funcionales en el desarrollo del lenguaje egocéntrico lo aíslan progresivamente del lenguaje externo, sus aspectos vocales deben desaparecer; y esto es justamente lo que sucede entre los tres y siete años. Con el aislamiento progresivo del leguaje para uno mismo, su vocalización se torna innecesaria y carente de significado, e incluso imposible, a causa de sus crecientes peculiaridades estructurales. El lenguaje para uno mismo no puede encontrar expresión en el lenguaje externo. Mientras más independiente y autónomo se torna el lenguaje egocéntrico, más pobre aparece en sus manifestaciones externas. Finalmente, se separa enteramente del lenguaje para los otros, cesa de vocalizarse, y por lo tanto parece desaparecer gradualmente.
La vocalización decreciente del lenguaje egocéntrico denota el desarrollo de una abstracción de sonido, una nueva facultad del niño para “pensar palabras” en lugar de pronunciarlas. Tal es el significado positivo del coeficiente de disminución del lenguaje egocéntrico.
El lenguaje egocéntrico se desarrolla en dirección al lenguaje interiorizado. La historia de su evolución puede considerarse solamente como un despliegue gradual de los rasgos del lenguaje interiorizado.
Piaget cree que el lenguaje egocéntrico se debe a una socialización deficiente del mismo, y que su único desarrollo consiste en una disminución y eventual desaparición. El lenguaje interiorizado es algo nuevo, traído desde afuera junto con la asociación. Nosotros creemos que el habla egocéntrica se origina en la individualización insuficiente del lenguaje primario. Su culminación está en el futuro cuando se transforma en lenguaje interiorizado.
La ilusión de ser comprendido no es un mero epifenómeno del lenguaje egocéntrico, sino que está funcionalmente relacionado con él.
El lenguaje egocéntrico, provocado por una falta de diferenciación entre el lenguaje para uno mismo y el lenguaje para uno mismo y el lenguaje para los otros, desaparece en ausencia del sentimiento de ser comprendido, que es esencial para el lenguaje social.
Subjetivamente, el lenguaje egocéntrico del niño posee también sus propias funciones peculiares; en ese aspecto es independiente del lenguaje social. Sin embargo, su independencia no es completa puesto que no es sentido como el lenguaje interiorizado, y el niño no lo distingue del lenguaje de los otros. Objetivamente, también difiere del lenguaje social, pero tampoco totalmente, ya que sólo funciona dentro de situaciones sociales. Tanto subjetiva como objetivamente, le lenguaje egocéntrico representa una transición entre el lenguaje para los otros y el lenguaje para uno mismo. Aunque posee la función del lenguaje interiorizado, en su expresión permanece similar al lenguaje social.
El lenguaje interiorizado debe ser contemplado como una función enteramente diferente del lenguaje. Su rasgo distintivo es una sintaxis peculiar; comparado con el lenguaje externo, el interiorizado parece desconectado e incompleto.
La comunicación escrita requiere un número mayor de vocablos que la oral para expresar la misma idea, debe explicarse en forma total; la diferenciación sintáctica es máxima, y se usan expresiones que serían poco naturales en la conversación. El lenguaje escrito es la forma más elaborada del lenguaje.
Algunos lingüistas consideran que el diálogo es la forma natural del lenguaje oral, la que revela más precisamente su naturaleza, y el monólogo es en gran parte artificial. La investigación psicológica no deja dudas en cuanto a que el monólogo es en realidad una forma más elevada y complicada, y de un desarrollo histórico más reciente.
La velocidad del lenguaje oral resulta desfavorable para un proceso de formulación complicado: no da tiempo para la deliberación y elección. El diálogo implica una expresión inmediata y sin premeditación. Consiste en respuestas que forman una cadena de reacciones. En comparación el monólogo es una formación compleja; la elaboración lingüística se puede llevar a cabo con tranquilidad y conscientemente.
Puesto que el lenguaje interiorizado funciona como borrador, tanto en el lenguaje escrito como oral, compararemos ambas formas con el lenguaje interiorizado en lo concerniente a la tendencia hacia la abreviación y la predicación.
La predicación es la forma natural del lenguaje interiorizado, que psicológicamente se compone sólo de predicado. La ley de omisión de los sujetos en el lenguaje interiorizado, tiene su correspondencia en el lenguaje escrito en la ley de expresión tanto de los sujetos como de los predicados.
En el lenguaje interiorizado la percepción “mutua” está siempre presente; por lo tanto es común una “comunicación” prácticamente silenciosa de los pensamientos más complicados.
La preponderancia de la predicación es un producto del desarrollo. En un comienzo, la estructura del lenguaje egocéntrico es igual a la del social, pero en el proceso de transformación hacia el interiorizado, se torna gradualmente menos completa y coherente, al quedar gobernada por una sintaxis casi totalmente predicativa.
El niño habla de las cosas que ve, oye o hace en un determinado momento; es así que tiende a dejar de lado el sujeto y rodas las palabras relacionadas con él, condensando cada vez más su lenguaje hasta que sólo quedan los predicados. Mientras más diferenciada se vuelve la función del leguaje egocéntrico, más aguda son sus peculiaridades sintácticas: simplificación y predicación. El habla interiorizada es un lenguaje desprovisto casi de palabras.
Con la sintaxis y el sonido reducidos a un mínimo, el significado está más que nunca en un primer plano. El lenguaje interiorizado se maneja con la semántica y no con la fonética. La estructura semántica específica del lenguaje interiorizado también contribuye a la abreviación.
1- El sentido de la palabra es la suma de todos los sucesos psicológicos que la palabra provoca en nuestra conciencia. Constituye un complejo dinámico y fluido que presenta varias zonas de estabilidad diferente. El significado es una de las zonas del sentido, la más estable y precisa. Una palabra adquiere un sentido del contexto que la contiene, cambia su sentido en diferentes contextos. El significado se mantiene estable a través de los cambios del sentido.
2- La regla que rige el lenguaje interiorizado es el predominio del sentido sobre el significado, de la oración sobre la palabra, y del contexto sobre la oración.
3- Los sentidos de las palabras se combinan y unen en un complejo gobernado por leyes diferentes a las que gobiernan las combinaciones de significado. Cuando observamos esta forma singular de unir las palabras en el lenguaje egocéntrico, lo denominamos “influjo del sentido”. Los sentidos de diferentes palabras pasan de una a otra, influyéndose entre sí, de modo que las primeras están contenidas y modifican a las últimas.
En el lenguaje interiorizado una sola palabra está tan saturada de sentido que se requerirían muchas otras para explicarla en el lenguaje exterior. No es raro que el lenguaje egocéntrico resulte inexplicable para los demás. En el lenguaje interiorizado se desarrolla un tipo similar de idioma: de la especie que resulta difícil de transcribir al lenguaje exterior. Creemos que ésta es la mejor confirmación de nuestra hipótesis de que el lenguaje interiorizado se origina a través de la diferenciación entre el lenguaje egocéntrico y el lenguaje social primario del niño.
El habla interiorizada es una función autónoma del lenguaje. No es el aspecto interno del lenguaje externo: es una función en sí misma. Sigue siendo un leguaje, es decir, pensamientos relacionados con palabras. En el lenguaje interiorizado las palabras mueren tan pronto como transmiten el pensamiento. El lenguaje interiorizado es en gran parte un pensamiento de significados puros, es dinámico e inestable, fluctúa entre la palabra y el pensamiento, los dos componentes más o menos delineados del pensamiento verbal. Su verdadera naturaleza y ubicación sólo pueden ser comprendidas después de examinar el siguiente plano del pensamiento verbal, aún más interno que el lenguaje interiorizado. Ese plano es el pensamiento mismo.
Un pensamiento no se ajusta a las palabras. El pensamiento no está formado por unidades separadas como el lenguaje. Cuando deseo comunicar el pensamiento de que hoy vi a un niño descalzo con una blusa azul corriente por la calle, no pienso cada aspecto en forma separada: el niño, la camisa, el color azul, la carrera y la carencia de zapatos. Concibo todo esto en un solo pensamiento.
La comunicación solo puede lograrse en forma indirecta. El pensamiento debe pasar primero a través de los significados y luego a través de las palabras. El pensamiento se origina a partir de las motivaciones, es decir, de nuestros deseos y necesidades, nuestros intereses y emociones. Detrás de cada pensamiento hay una tendencia afectiva-volitiva que implica la respuesta al último porqué del análisis del pensamiento. Una comprensión verdadera y completa del pensamiento del otro es posible sólo cuando comprendemos su base afectiva-volitiva.
Para comprender el lenguaje de los otros es necesario entender su pensamiento y aún más: sus motivaciones.
El desarrollo del pensamiento verbal sigue un curso del motivo que engendra el pensamiento a la estructuración del pensamiento, primero en lenguaje interiorizado, luego en significados y finalmente en palabras. El desarrollo puede detenerse en cualquier punto de su curso; es posible una inmensa variedad de movimientos y formas aún desconocidas para nosotros.
Se ha demostrado que un reflejo generalizado de la realidad es la característica básica de las palabras. Este aspecto de la palabra nos deja en el umbral de un tema más amplio y profundo: el problema general de la conciencia. El pensamiento y el lenguaje que reflejan la realidad en distinta forma que la percepción, son la clave de la naturaleza de la conciencia humana. Las palabras tienen un papel destacado tanto en el desarrollo del pensamiento como en el desarrollo histórico de la cc en su totalidad. Una palabra es un microcosmos de cc humana.
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