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CASO CLÍNICO:
M., de 52 años, es internado en el servicio de un hospital público. Se muestra
confundido: “No sé por qué estoy acá, si hice algo o si tengo un problema
mental. Me fui a dormir de día y algo cambió en el mundo cuando desperté”. Le
llegaron varias citaciones de la comisaría y lo derivaron al hospital. Cree que
los vecinos lo denunciaron: “me sentí encerrado en mi propia habitación y tiré
un objeto por la ventana. No sé bien qué era”, “quería pedir ayuda”. Hace poco
tiempo se mudó a esa casa, luego de que enfermó y falleció la tía que lo había
criado. Refiere que a partir de dicho fallecimiento comenzó “la peor época” de
su vida. M. se trasladó a Buenos Aires desde otro país a sus 20 años. Desde
entonces siempre había vivido con la tía, a quien ubica como su principal
referente: “ella era mi sostén, una conexión con mis orígenes. Desde que no
está, mi mundo ya no es el mismo”. Las primeras semanas estuvieron marcadas por
la confusión. M. no entendía por qué estaba internado. Decía que su mente le
daba señales frente a las cuales sus manos no podían responder como antes:
“tengo un problema con los movimientos, con la coordinación, un tema con los
ángulos y las perspectivas”. M. camina muy lentamente, valora la lentitud. Dice
que el mundo avanza demasiado rápido, “a velocidades descomunales”. La velocidad
es la característica del mundo que comenzó a volverse hostil y que lo deja por
fuera. Cuenta que “ellos” se mueven rápido. “Ellos” son la sociedad, la gente,
los vecinos. “Los autos van muy rápido, se me vienen encima. No puedo caminar
tranquilo y pasar desapercibido. No logro entender. Quizás la internación me
sirva para tomar distancia y pensar”. Un día dice que logró ponerle nombre a lo
que le sucede: “porteñitis aguda”. Hay algo de Buenos Aires que no entiende y
que no le gusta: “estoy en ambos lados solo pero acá además soy extranjero”.
Dice que los porteños “miran raro” y que no entienden sus tiempos. Escucha voces
que le dicen: “fue todo culpa de él”. No sabe quién es él, supone que el
presidente de su país de origen. Exclama: “A veces confundo el presente. Es como
que estoy en otro presente de años atrás que se me superpone”. La mirada de los
argentinos -particularmente de los porteños- deviene persecutoria. Y él
desconfía. También de su psicoanalista, que decide en ese momento comunicarle
que ella había vivido en su país de origen por algunos meses -lo cual había
sucedido poco tiempo atrás- y que compartía su admiración por alguno de los
bellos lugares que él solía describir. M. se sorprende por el comentario.
Enumera recuerdos de su infancia en aquel país, la describe como una “época
feliz”. La siguiente entrevista se refiere al funcionamiento de los trenes allí,
a sus recorridos. Solicita mapas, dice que quiere ordenarse. La analista le
lleva mapas y libros a sus sesiones, intercambian breves diálogos en su idioma.
M. dice que no está muy informado. Comienzan a trabajar con noticias de diarios
y a escuchar una radio de su país. Plantea que la “porteñitis” es difícil de
soportar pero que en su país las cosas tampoco están bien. Se le señala que la
“porteñitis” no es cuestión de lugares, que se puede estar en Argentina sin la
“porteñitis” y a la inversa. M. concluye que existen otros modos de sentir que
está su país y de reconciliarse con sus costumbres. Se compra un celular para
poder escuchar la radio y leer los diarios. Chatea por Facebook con conocidos de
su infancia. Comienza a evidenciar una notoria mejoría y a planificarse su
externación. En los permisos de salida se encuentra con gente conocida del
barrio. Plantea que le fue difícil, ya que antes de su internación se iba sin
pagar de los negocios o hacía escándalo en la vía pública. Le preocupa que la
gente se haya hecho un mal concepto de él. En los siguientes permisos de salida
se ocupa de pagar las cuentas que debe en el barrio. También se acerca a los
lugares donde había generado disturbios y se asombra de que no lo reconocen. A
partir de ese momento los permisos fueron incrementándose hasta su alta.
PREGUNTAS:
1. Desarrolle la diacronía de la psicosis, tal como lo plantea Lacan en el
“Seminario 3” y/o en “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de
la psicosis”. Ejemplifique con fragmentos del caso M. y con alguno de los casos
del libro “Elaboraciones lacanianas sobre la psicosis” trabajados en el espacio
de comisiones.
2. M. señala tener un problema con los movimientos, la velocidad y las miradas.
Explique por qué pueden considerarse consecuencias clínicas de la forclusión del
significante Nombre del Padre. Compare con fenómenos análogos extraídos de los
casos que Freud despliega en el “Manuscrito H” o en las “Nuevas puntualizaciones
sobre las neuropsicosis de defensa”.
3. Elija responder una (sólo una) de estas dos preguntas (debe indicar
claramente cuál elige, 3a ó 3b):
3. a. Explique el diagnóstico que Freud propone para Schreber. Proponga y
sostenga una hipótesis diagnóstica para el caso M.
3.b. Desarrolle las formas de estabilización posibles luego de desencadenada la
psicosis que propone Lacan. ¿Cómo piensa la estabilización en el caso M.?
RESPUESTAS:
1.
La diacronía se trata de formas de transición en el surgimiento de una Psicosis.
Son los diferentes modos en que la estructura psicótica se manifiesta en la vida
del Sujeto.
TIEMPO 0, LA FORCLUSIÓN DEL NOMBRE DEL PADRE
COINCIDE CON EL DESARROLLO SINCRÓNICO.
La forclusión del significante que luego retorna desde lo real es desconocida
por el sujeto hasta el encuentro con su falta pero permanece desde el inicio en
la estructura psicótica.
Es un tipo de estabilidad, una compensación mediante identificaciones
imaginarias de la carencia de los efectos de la metáfora paterna, es decir, no
tiene el sostén de lo simbólico (por eso se dice, que hay una regresión tópica
hacia el estadio del espejo). Se trata de una serie de identificaciones
conformistas a algunos personajes que proporcionan el sentimiento de lo que hay
que hacer para ser hombre. Son muletas imaginarias que permiten que el sujeto se
sostenga y pueda caminar, pueda transitar la vida a pesar del agujero en la
estructura. Se forma de esa manera, una dupla imaginaria.
En la psicosis como el sujeto no atravesó el Edipo, no cuenta con el universo
simbólico que este le brinda, es decir, la articulación de la ley y el deseo.
Entonces, lo compensa con una identificación imaginaria. Estas identificaciones
imaginarias compensan la ausencia del significante, viene ahí a sostener algo en
la estructura. Son personalidades “como si”, son sujetos que actúan como si
supieran qué es lo que hay que hacer, parece que hubieran atravesado el Edipo,
pero en realidad sólo se basan en otro imaginario. Es decir, mientras se pueda
hacer la compensación imaginaria con otro, la enfermedad se mantiene
estabilizada.
TIEMPO 1: EL PERIODO PREPSICÓTICO.
El período prepsicótico forma parte del desencadenamiento de una psicosis. No se
trata de una fase anterior a la psicosis, sino que son los primeros momentos de
una psicosis ya desencadenada.
La prepsicosis se encuentra dentro de la psicosis, pero en ella no se encuentran
los fenómenos necesarios para caracterizar el cuadro como una psicosis.
Para Lacan el momento prepsicótico se aloja entre el momento en que el sujeto
intenta recurrir a un significante que le falta, y el momento en que ese
significante emerge en lo real; el desencadenamiento.
Entonces, para Lacan el momento de la prepsicosis es localizado cuando una
pregunta queda planteada sin que el sujeto la haya formulado. Cuando se está en
prepsicosis se tiene la sensación de haber llegado al borde del agujero, no hay
significante. Se trata de concebir qué ocurre con un sujeto cuando la pregunta
le viene allí donde no hay significante alguno para responder, cuando es el
agujero, la falta la que se hace sentir como tal. El sujeto tiene la necesidad
de responder con ese significante y allí se da cuenta de su falta, con ese
defecto que existe desde siempre (la forclusión del nombre del padre). Es esto
lo que indica el desencadenamiento. Ese defecto, esa falla, es una falla en la
estructura, sincrónica, que despliega sus efectos diacrónicamente a partir de un
momento determinado definido como el llamado de un sujeto al significante del
nombre del padre que nunca ha estado y por lo tanto aproximarse a un agujero
significante.
Es un tiempo mudo, silencioso. Se da el surgimiento del estado psicótico. Lacan
destaca dos fenómenos:
• FENÓMENOS DE PERPLEJIDAD: (efecto de vacío). La falta se ubica en registro del
significado, lo que quiere decir que a pesar de que haya una significación no se
sabe cuál es. El paciente sabe que significa algo aunque no sabe el qué. La
perplejidad no remite a la falta de un significante, sino a conocer que falta un
significante. Esto crea una perplejidad que inaugura la psicosis.
• FENÓMENOS DE FRANJA: (murmullo, gritos, destellos visuales, zumbidos). Son
también fenómenos elementales, pero son aquellos en que lo simbólico, el
lenguaje, el significante se articula de manera directa con lo real por fuera de
lo imaginario. Aparecen en el borde de la estructura del lenguaje. Significante
asemántico, sólo no significa nada, no tienen palabra. En el caso Schreber, el
fenómeno del alarido: es un grito que es significante pero que se presenta
aislado, sólo, sin relación con los otros significantes, y por lo tanto sin
significación. No se lo puede considerar como un lenguaje articulado. Él no es
agente de su grito, el alarido invade intrusamente y se adueña de su cuerpo.
TIEMPO 2, PSICOSIS CLÍNICA (PROPIAMENTE DICHA)
Es la manifestación de los síntomas psicóticos tales como los delirios y
alucinaciones. Presencia del Otro toma la iniciativa.
Algo ocurre en cierto momento de la vida del sujeto cuando la psicosis se
desencadena. La prepsicosis indica que algo se quebró, es el comienzo del
desencadenamiento. Algo desconocido, externo al aparato psíquico invade al
sujeto y comienza a generar la catástrofe (la irrupción del significante en lo
real). El sujeto no sabe cómo actuar, esto lo deja perplejo (característica de
la prepsicosis) y no tiene forma de responder.
En Schreber, el desencadenamiento se da cuando es nombrado presidente de la
corte, esto toca algo de la función paterna puesto que desordena el su ubicación
de joven en el trabajo frente a otros de más edad que van a estar por debajo en
el orden jerárquico. Convoca al significante del nombre del padre que está
ausente (agujero forclusivo).
Como se ha dicho al principio, el desencadenamiento de la psicosis se produciría
cuando el sujeto recibe, desde el campo del Otro, un llamado a responder un
significante que no posee.
La carretera principal está construida por el significante del Nombre del Padre.
Si este no está en la estructura (agujero) cuando se produzca el confrontamiento
con el Otro (lenguaje), el sujeto no va a tener con qué enfrentarlo, no sabe
cómo responder frente a esa exigencia que le viene del Otro ya que le faltan las
herramientas para poder hacerlo. Necesita de ese significante primordial.
En la neurosis, el sujeto también tiene que lidiar con el deseo del Otro. Si en
la estructura está afirmado el significante del nombre del padre, hay
significación fálica, hay Edipo, por lo que el goce va a estar regulado. El
neurótico tiene sus credenciales para poder afrontar esa exigencia.
En la psicosis, al no estar el significante del nombre del padre, se produce una
irrupción de goce sin límite. Como en caso Schreber, Dios le exige
voluptuosidad.
En el caso M la prepsicosis y el fenomeno de perplejidad concretamente se da con
la muerte de la tía y la desorientación que siente en ese momento puesto que
como el dice había sido su sostén hasta entonces actuando la relación con ella
como sinthome. Tras su fallecimiento y la falta del sostén ortopédico que la
relación con la tía jugaba, debido a la falta de un significante, siente la
perplejidad y la desorientación frente al ritmo de la ciudad.
Algo similar ocurre en el caso de Victor y como la relación con la mujer tenía
el papel de sinthome. Al dejar la mujer a Victor este siente la falta de
significante y es cuando comienza la prepsicosis. Lo primero que ocurre en su
caso es un retiro del libido de los objetos con la crisis que esto acarrea y
luego el intento de suicidio.
2.
Para Lacan, en la psicosis, el sujeto encuentra una la falta en el Otro de un
significante primordial, el significante del Nombre del Padre. La falta del
significante Nombre del Padre en el Otro abre un agujero en el significado, el
cual determina una disolución de la estructura imaginaria. Lacan escoge el
término forclusion para traducir el término "verwerfung" que lo tomó de Freud en
el seminario 3, para designar el mecanismo causante de la psicosis.
El significante primordial en cuestión es el significante del nombre del padre
que parece nunca fue inscripto.
El significante del nombre del padre hace de carretera principal. Si la
carretera principal no existe, nos encontramos ante cierto número de caminos
elementales.
La función del nombre del padre consiste en la instauración de la ley en el
niño. Es un significante fundante de la ley, la introducción de un orden
simbólico. El retorno de lo forcluido ocurre en forma alucinatoria. La psicosis
puede explicarse a través de este regreso de lo forcluido que retorna de forma
alucinatoria desde lo real. Lo que retorna desde lo real se impone al sujeto con
sufrimiento. Entonces, el desencadenamiento de la psicosis se produciría cuando
el sujeto recibe, desde el campo del Otro, un llamado a responder desde un
significante que no posee.
El significante que ha sido rechazado del orden simbólico, aparece en lo real (alucinatoriamente).
La forclusión es una expulsión del registro simbólico, es decir, el significante
en lo real. Es el despliegue de la estructura que se forjó a partir de la
forclusión. Lacan confiere a la Verwerfung el estatuto de mecanismo específico
de la psicosis, diferenciándolo radicalmente de la represión.
Esta Verwerfung (forclusión), según Lacan, no se aplica de manera indiscriminada
sino que afecta un elemento en particular: el significante del nombre del padre.
Lacan retoma el problema que dejó Freud sin resolver en el caso Schreber: “quizá
no sería correcto hablar de proyección, quizá sería correcto decir que lo
cancelado adentro retorna desde afuera”. Cancelado no es lo mismo que reprimido.
Lo reprimido en lo simbólico, retorna de lo simbólico y es interpretable. Lo
forcluido en lo simbólico, retorna de lo real.
Por lo tanto, a nivel inicial, tenemos Bejahung (afirmación primordial) o
Verwerfung (expulsión primordial). Lo que es rechazado dejará un agujero en la
estructura. Lo que es rechazado no retorna en lo simbólico ya que nunca fue
aceptado. Aquello que no tiene inscripción solo puede retornar en otro lugar
esto es en lo real. Para hablar sobre la operación fundante de la psicosis nos
referimos a la verwerfung o forclusión del nombre del padre.
Es el nombre del padre, un significante primordial, el que se rechaza, el que
provoca un agujero en la estructura. Este garantiza la ley, regula el goce, es
la carretera principal que polariza las significaciones, separa a la madre del
hijo como objeto de deseo. Esta carencia es estructural, es decir, sincrónica y
no implica necesariamente el desencadenamiento de la psicosis.
Un significante no puede a la vez haber sido admitido en lo simbólico, y
rechazado en lo real. En el origen o hay Bejahung, o hay Verwerfung. Un
significante o toma el camino de la Bejahung o toma el camino de la Verwerfung,
pero no ambos.
El nombre del padre, o se inscribe en lo simbólico o se rechaza, se forcluye,
pero no ambos. En el primer caso se es neurótico, en el segundo psicótico.
La metáfora delirante viene a suplir la ausencia de la significación que produce
la no inscripción del Nombre del Padre.
El psicótico intenta reinstaurar una articulación significante a través de lo
que Lacan llamó “metáfora delirante” que viene a suplir la ausencia del nombre
del padre.
La metáfora delirante en su función de sustituir el efecto de significación
fálica sustituye los efectos del nombre del padre, estabilizando Significante y
Significado.
Freud en el manuscrito H habla de la proyección aunque más adelante matizara que
“quizá no sería
correcto hablar de proyección, quizá sería correcto decir que lo cancelado
adentro retorna
desde afuera”. En el manuscrito H, analiza el caso de una “doncella” de 30 años
que pasó por una vivencia sexual penosa que es reprimida y por lo tanto olvidada
(un hombre le coloca el pene en su mano). Luego retorna lo reprimido a través
del delirio. Se formó en ella el “delirio de ser notada y de persecución” pues
creía que todos sus vecinos aludían y chicheaban acerca de aquel episodio con
ese hombre. Ella no escuchaba el comentario directo, ella sentía que estaban
hablando de ella (delirio de ser notada: la están observando y hablan de ella).
El juicio sobre ella había sido trasladado/proyectado hacia afuera: la gente
decía lo que ella hubiera dicho de sí misma. Mediante este mecanismo de
proyección algo se ahorra. La ganancia se produce porque el reproche que le
viene desde afuera ella lo puede desautorizar, aunque si el reproche viene de
ella misma entonces debe aceptarlo.
En las neuropsicosis de defensa la defensa actúa separando/divorciando la
representación de su afecto. En la paranoia, en cambio, el afecto y la
representación se mantienen enlazados pero son proyectados hacia el exterior, se
generan alucinaciones hostiles al yo pero que mantienen la defensa.
M, Ante la muerte de su tía, cuya relación le servía como sinthome, se encuentra
sólo en la ciudad y siente que no puede sostener el agujero de la forclusión del
nombre del padre ante la necesidad de tener que valerse, puesto que hasta ese
momento siempre había contado con la ayuda de su tía, que como el mismo relata,
es su sostén. Ante este agujero en el que no encuentra la inscripción del nombre
del padre se desencadena la psicosis. La falta de recursos para poder
enfrentarse a la vorágine de la ciudad, le retorna desde afuera en que es culpa
de la ciudad que se mueve muy rápido el no poder seguir el ritmo y logra sentir
que es la ciudad la que va a un ritmo demasiado rápido y la que es hostil puesto
que le están observando en cada momento. Con esto comienza el delirio de
persecución y sintiendo la mirada de los porteños o escuchando voces que le
echan la culpa donde siente una “porteñitis aguda”.
Él se mueve despacio dentro del ritmo de la ciudad, además de sentir el cuerpo
fragmentado, puesto que lo cancelado en lo simbólico retorna desde lo real
creando la sensación de fragmentación en este caso.
3. a
Un avance de libido homosexual hacia el doctor Flechsig es el desencadenante de
la enfermedad. La revuelta contra este aumento de la libido es el que produce el
conflicto. Si el amor hacia el médico es tan intenso para generar el delirio,
esto no es solamente porque lo salvó de su primera enfermedad.
En Schreber no se dio el Edipo y por lo tanto la ley no puede ser introducida
por el padre.
En su caso, el personaje problemático es Flechsig. Antes de la enfermedad,
Schreber tenía buena relación con el médico, lo admiraba y lo respetaba, creando
una relación transferencial. La esencia del médico le hacía recordar a su
hermano. A su vez, Schreber mantenía un vínculo social con el médico. Los
vínculos sociales implican una sublimación de la elección homosexual de objeto.
Cuando aumenta la libido, aumenta la tensión y se produce la marea alta que
lleva a la sexualización de los vínculos sociales. Es allí donde interviene la
represión propiamente dicha, el desasimiento libidinal es parcial, es sólo de
Flechsig. Luego, le siguió el intento de reconducir la libido al objeto a través
del delirio pero con signo cambiado; antes había un vínculo positivo con
Flechsig ahora es un perseguidor. Esa desfiguración es la huella de lo producido
en el retorno de lo reprimido. Es lo más frecuente comenzar por un desasimiento
parcial y que luego se generalice. Mediante e fracaso de lo reprimido, vuelve a
activarse el conflicto. Cuando se quita por 2da vez la libido de los objetos se
va a producir el sepultamiento del mundo. Aquí el desasimiento no es parcial,
sino general.
Con esta explicación, Freud aclara que los 3 momentos de la represión no se dan
de manera lineal evolutiva.
En Schreber:
• 1er momento: Fijación, predisposición
• 2do momento: Represión propiamente dicha. Desasimiento parcial de los objetos
(Flechsig)
• 3er momento: Retorno de lo reprimido: delirio de persecución
• 2do momento: Desasimiento general de los objetos (sepultamiento del mundo)
• 3er momento: Retorno de lo reprimido. Delirio de grandeza. Estabilización,
solución
del delirio.
Freud no considera correcto el uso del término demencia precoz como lo denominó
Kraepelin, ya que no siempre los casos evolucionan hacia la demencia ni empieza
precozmente; ni tampoco la esquizofrenia de Bleuler. Piensa que es más adecuado
bautizar a la demencia precoz con el nombre de parafrenia. De esta manera
intenta reunir a la esquizofrenia y la paranoia en el grupo de las parafrenias.
Sin embargo no tuvo éxito. Freud diferencia a la esquizofrenia de la paranoia
pero no los considera como dos bloques separados. Pueden combinarse síntomas de
la esquizofrenia y de la paranoia.
Un caso puede comenzar con síntomas esquizofrénicos y luego que se den síntomas
paranoicos, como es el caso de Schreber, que lo denomina “demencia paranoide”.
El historial de Schreber comienza más a modo esquizofrénico ya que prevalece el
retiro de la libido, hay alucinaciones corporales, verbales y auditivas y la
aparición de una fantasía de deseo, la transformación en mujer. Pero luego se
inclina más hacia un cuadro paranoide, por el mecanismo de proyección. Aparece
el delirio como intento de curación. En un principio la rechaza pero luego la
acepta mediante la estabilización del delirio para convertirse en la mujer de
Dios. Todo en base a este significante “ser la mujer de Dios” para salvar a la
humanidad y hacer “hombres de espíritu Schreberiano” (dimensión del delirio de
grandeza). Cesa la lucha y la enfermedad, triunfa algo del intento de curación.
En el caso M a pesar de no haber un retiro de la libido hacia los objetos, hay
síntomas esquizofrénicos debido a los neologismos que usa “porteñismo”, la
afectación del cuerpo que tiene puesto que se mueve muy despacio y de forma no
coordinada, además de tener alucinaciones auditivas puesto que escucha como le
miran raro. Se trata de un caso de demencia paranoide, al igual del caso de
Schreber donde el paciente tiene un delirio persecución. El paciente M empieza a
tener sospechas que más tarde se tornan de inquebrantable convicción de que lo
miran raro o que dicen que “fue culpa de él”.
Durante la fase inicial hay cierta depresión y desconfianza y poco a poco esto
va en aumento y su pensamiento patológico comienza a influenciar sus
percepciones. La hipersensibilidad y la desconfianza crece y siente que todo le
hace referencia a él y que le increpan en la calle.
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