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Resumen de P. Fernández Christilieb: "Aprioris para una Psicología de la Cultura" | Cátedra: Robertazzi |
1º Cuat. de 2012 |
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Aprioris para una Psicología de la cultura (Unidad 4)
Pablo Fernández Christilieb
Introducción
La cultura es una creencia en el mundo. Cada vez que uno se ponga a perseguir
verdades o realidades se va a topar con una creencia, tener una creencia = saber
algo sin ningún conocimiento: saberlo por puras ganas.
Las únicas verdades que tenemos son las que nos creemos y esto es la cultura.
El conocimiento detenido (Pensamiento se detiene donde empiezan las creencias)
Frederic Bartlett denominó a la memoria “actitud” o “esquema” y se refiere a una
forma de organización abstracta y sin material, como vacía, un molde que ya
luego se puede llenar con lo que se quiera.
De forma similar, Serge Moscovici, creó el concepto de “esquema figurativo” (tmb
llamado núcleo figurativo, modelo figurativo o paradigma figurativo) que es
aquello que, sin ser un conocimiento, organiza el fondo de los conocimientos
cotidianos o representaciones sociales o colectivas. El núcleo figurativo hace
posible los conocimientos. ES ANTERIOR A CUALQUIER CONOCIMIENTO. Le da
‘profundidad’, misterio y encanto a los conocimientos cotidianos, cualidades que
no están en la racionalidad y que no pueden explicarse ni mencionarse.
La fuerza de las creencias
Este esquema figurativo que da orden y espesor a la realidad no es
representable, no puede compararse a un dibujo o una imagen, sino que es una
danza de fuerzas en tensión recíproca, DOS fuerzas. Gerald Holton las llamó
themata, los themata son algo que no se ve pero sí se siente o se inventa y que
se va a poner como si fuera verdad y formara parte de la realidad para poder
reconstruir el conocimiento. El themata más popular es el de un ‘constituyente
elemental’ de toda materia y universo y de todo el mundo, éste es el concepto de
potencia o energía o fuerza.
Las fuerzas existen éstas mueven al mundo, actúan en toda realidad. La fuerza
es una creencia, y las creencias son una fuerza.
Cuando uno no cree en lo que está haciendo, a uno le faltan fuerzas, lo hace sin
ganas como si lo que le diera fuerza o ánimos fuera la creencia. (Existen muchos
otros términos aparte de fuerza: el de aliento, élan vital; impulso, deseo,
espíritu)
El último porqué del que ya no se va a poder saber por qué llega a más tardar a
los quince minutos de estarse preguntando y es así, este el lugar de la primera
certidumbre de la cual mejor no se buscan explicaciones porque se la echa a
perder. Lo que se tiene como principio de la cultura es una especie de hueco
electrizado, lleno de ganas y nada más, que es lo último y lo primero que
sabemos de nosotros mismos. Esto ya es pura fe; la fe no es una creencia sino
GANAS DE CREER.
El espacio de la cultura
Esta fuerza que comienza fabricándolo todo es el espacio. El espacio es lo
primero que hay, éste al ser inicial es mítico, social, moral, imaginado y es el
que cotidianamente habituamos. El espacio primero lo ocupamos y más tarde nos
damos cuenta de él. La cultura es el espacio de la sociedad, por lo tanto, el de
la cultura es el espacio primero. El espacio se forma en la cultura, de manera
que hay distintas formas de espacio.
Cuando la fuerza es figurativa, es decir, cuando se trata de la fuerza de la
actitud que se siente en las creencias, es=> una fuerza que empuja, que alienta,
que anima, que sostiene y se opone no a algo contrario sino a algo así como a
otra forma de sí misma, a otra fuerza, y ambas, en conjunto hacen que el mundo
no sea manipulado por una sola fuerza, sino un mundo creído, es decir, sentido
íntimamente como real y verdadero.
El pensamiento exterior (el espacio es un pens exterior)
Los individuos se hacen fuera de los individuos mismos, no existe ninguno que se
haya formado por sí mismo de dentro para fuera, son seres exógenos y posteriores
a la cultura. Uno no cree en algo porque sea cierto, sino que es cierto porque
lo cree. La cultura es un pensamiento exterior que ahí anda por el espacio y al
que entramos los que creemos en ella. La creencia que nos permite entrar en el
mundo forma parte del mundo, de modo que uno cree cuando ya está adentro: cuando
uno se da cuenta de que es culto es porque ya pertenece a la cultura. O sea que
a la cultura, al espacio o al mundo, la única posible manera de entrar es sin
darse cuenta: ahí está la fuerza del espacio que envuelve y cobija a toda
sociedad, persona y, si se quiere, animales, lo que hacen de entrada es moverse
hasta que se cansen, así que la manera inicial de entrar en la cultura es
moverse. Esta es una actividad de explorador en la que uno se equivoca una tras
otra y a partir de eso aprende.
La mirada que toca (el espacio se vuelve mirada)
Después de tanto moverse, uno se cansa, y si se es animal, uno se duerme, pero
si se es humano uno se sienta (se hace sedentario) y se pone a mirar. Las
percepciones no se reducen culturalmente a la de la vista, sino que la vista se
ha ampliado a todas las percepciones: se ha vuelto sinestésica, o sea que por lo
ojos se percibe con todos los sentidos de la percepción.
El color de la tarde
Una pintura está realmente mirada cuando pierde plano y adquiere profundidad,
espesura. La profundidad es una de las creencias, de las creaciones de la
cultura, más rica que hay. Los términos profundidad y creencia, ocupan casi
siempre el mismo lugar: creer en el mundo es haber sentido su profundidad y lo
exterior de la realidad puede ser un pensamiento debido a que posee profundidad.
Al mundo, o a una habitación, sólo se puede entrar si tienen profundidad. El
conocimiento es la mirada que puede profundizar, por eso, la palabra teoría
significa contemplación. Los teóricos son los que alcanzan a ver más allá.
Ser visto por lo Mirado (la profundidad se interioriza)
El conocimiento es una mirada que se va profundizando en el espacio. Si hay un
conocimiento de la realidad allá afuera, puede haber un conocimiento de la
realidad de aquí adentro, o un conocimiento de la propia mirada, esto es, un
conocimiento del conocimiento mismo, que tiene que tener la misma forma del
espacio. Si la cultura es un pensamiento exterior, que se hace ‘fuera’ de los
individuos, a través de la mirada se regresa por donde vino y se construye
metafóricamente, un pensamiento interior, que se hace dentro de los individuos.
Conclusión:
La cultura ES la forma genérica del pensamiento. El pensamiento de la cultura es
ese mundo total que es creído, que está ocupado, habitado, mirado y sentido por
la gente y que a la hora de hablar, no se nota en lo que se dice, sino en lo que
se siento decirlo. Por lo tanto, el pensamiento no es lo que está hecho de
pensamientos.
Cuando se dice cultura, así, en términos comunes y corrientes, todos se imaginan
cosas que apelan, no a la inteligencia, sino al gusta, a la sensibilidad, a la
estética, es decir a algo que es meramente atractivo que atrae, q invita, q
implica, q involucra, aquella FUERZA del principio que jala e incorpora a la
gente dentro de algo y que no vale para nada por sus fines prácticos que son
nulos, sino por sus cualidades sensibles, por lo que se siente estar dentro del
asunto. De esta forma, podemos decir que la cultura ES también lo que se siente
pensar. El que no siente lo que piensa, el que no siente mientras piensa, podrá
ser muy inteligente pero no es culto. Ser culto es estar dentro del mundo. La
tragedia de la época contemporánea se llama: desánimo, sinsentido, desgano,
descorazonamiento, desaliento, hastío, aburrimiento y constituye el hecho de que
los pensamientos que se producen son muchos y pueden ser verificados y
correctos, pero no creídos, por lo tanto uno está ausente de ellos. Se ha
enseñado a pensar con pensamientos objetivos que son cada vez más inteligentes
pero que no pueden ser sentidos. Por el contrario, quien habla con racionalidad
científica, con lógica perfecta, y puede, mientras lo hace, sentir el orden del
mundo que se expresa al hablar así, está ciertamente siendo culto.