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Resumen de E. Marí: "El imaginario Social en el Medioevo" | Cátedra: Robertazzi |
1º Cuat. de 2012 |
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Enrique Marí: El imaginario social en el medioevo
(En papeles de Filosofía, Buenos Aires, 1993)
El autor analiza la relación entre los dispositivos de poder con la
configuración social del medioevo, principalmente la relación de poder entre los
dos sexos y entre los estratos sociales entendidos como naturales: los que oran,
los que combaten y los que trabajan. Para esto analiza tres géneros literarios:
literatura didáctica doméstica (dirigida a la mujer para que cumpla sus
funciones), la literatura caballeresca y la literatura romance o de amor cortés.
En todos estos casos hay que descubrir el discurso de orden (dirigido a la
razón) y el imaginario social (dirigido a los sentimientos) que se armonizan
para formar un dispositivo de poder que legitima y conserva el orden
establecido.
El imaginario social en el medioevo. Algunos modelos de ideología
político-religiosa.
1. El modelo didáctico de la ideología del Poder.
El género literario de modelo didáctico son textos dirigido en especial a las
mujeres en el hogar con enseñanzas sobre buenas maneras, el decoro de la
conducta y la prudencia en los hábitos. El que se trata aquí “le menagier de
Paris”, como otros, es un tratado de moral y economía doméstica con la
particularidad de haber sido escrito por el dueño de la casa.
Interés para nosotros: ¿qué enseña respecto a los dispositivos de poder? ¿En qué
juego ideológico se inscriben las reglas de vida, de conducta, de conducta
virtuosa? ¿Cuáles son las prácticas, las representaciones y creencias que le
sirven de antecedente y en qué grado el tipo de imaginario social en el que
estas prácticas materiales, representaciones y creencias se enlazan previve en
nuestra época?
Lo que está detrás de los preceptos éticos, de las enseñanzas morales no es otra
cosa que un capítulo de las relaciones de poder entre sexos, del sistema de
control y obediencia conyugal basado en la subordinación de la mujer. Dice el
marido: Si existe sumisión es demandada por la mujer, y si existe obediencia
ésta no es sino la necesaria otra cara de la moneda de la protección material,
su correlato o anverso natural, tal como la naturaleza, digamos, la ideología,
lo exige.
Hay otros modelos literarios donde se puede ver la imagen de la mujer.
2. Los modelos de la literatura caballeresca y cortesana
Literatura caballeresca
Un mundo rudo, de gestas, de coraje, el papel de la mujer se limita a asegurar
la decendencia, el linaje, tal como lo exigen los bellatores, señores de la
guerra, las cruzadas. No aparecen signos de nostalgia hacia la mujer, solo
interesa el amor a Dios, a la Patria, al rey, a la gloria. Indiferencia hacia la
amada.
Hay tres órdenes en el feudalismo: En este mundo, unos oran, otros combaten y
otros además trabajan (oratores, bellatores y laboratores). Dichos ordenes están
sostenidos desde el discurso político y teológico, viendo esto como instituido
por Dios, o natural. Aun un reformador, profeta, como Lutero, manda sofocar la
rebelión de quienes en nombre del evangelio se alzaban contra toda autoridad y
riqueza, entendiendo que esto se lo inspiraba Dios. (Escrito Contra los
campesinos homicidas y ladrones).
Esta división tiene su sustento ideológico en la armonía celeste mutada en
armonía social.
Tanto los oratores (obispos, clero, etc), como los bellatores (los príncipes y
reyes) son instituidos por Dios, son delegados directos de Jesús: han sido
instaurados con todo el poder de orar y combatir. En cambio, los siervos no son
vicarios de nadie, no han recibido ningún poder de lo alto, ni generado ninguno
desde lo bajo. Una ralea. Por tanto la soberanía correspondía o al poder
eclesiástico o al del emperador (muchas veces en la historia en pugna entre sí)
Ningún cambio del poder en el orden social se produjo ni pudo haberse consumado
sin una reestructura coextensiva, sin una modificación en los discursos
ideológicos, en las prácticas materiales y en los sistemas simbólicos que
integran el imaginario social.
La historia del reparto del poder se concibe en relación con jerarquías
desiguales dentro de cada formación económico social, acompañada de un
dispositivo de poder: es un dispositivo porque sus elementos básicos, la fuerza
o la violencia, el discurso del orden que lo legitima y el imaginario social no
actúan por separado sino articulados entre sí, de modo que los cambios
sustanciales en cada uno de ellos no permanecen sin repercutir en los otros e
influir en el conjunto del contenido del poder.
¿Qué es el Imaginario social?
• No es algo que se opone a la realidad (como ideas fantasiosas).
• Es un conjunto de prácticas sociales, en donde la materialidad de la ideología
moviliza la psiquis para que determinadas características del poder se inscriban
en la subjetividad facilitando su conservación, preproducción o pasaje de un
modo a otro.
El imaginario social y el discurso del orden son heterogéneos.
2 difenrecias: 1. sus modelos de constitución. 2. El discurso del poder,
racional, es un espacio de comunicación y generalidad, mientra que el imaginario
social es un espacio doble: una superficie de enlace de la comunicación social y
la singularidad. Enlace social que lo hace irreductible a toda singularidad.
A pesar de las diferencias confluyen: el discurso del orden habla a la razón, da
reglas de conducta. El imaginario social se orienta a los sentimientos y
pasiones, para que las creencias y deseos de los hombres los conduzcan de
acuerdo con las técnicas del poder, a coordinar y conformar sus actos a esas
reglas de la razón.
Spinoza, en el Tratado teológico-político, analiza algunas formas de imaginario
social como son las ceremonias y las prácticas de culto. El objetivo de éstas es
que a través de los mismos gestos, los hombres experimenten las mismas emociones
y se identifiquen unos a otros: “la finalidad e las ceremonias del culto: hacer
que los hombres no obren jamás siguiendo su propio decreto, sino siempre bajo el
mandato de otro”.
Ejemplo: la leyenda del papa Silvestre, con sus dos versiones. En el siglo V: se
dice que el emperador Constantino reconoció la primacía de la Iglesia por el
hecho de haberse despojado ante el papa de todos sus emblemas imperiales. En el
siglo VIII, se falsea y se dice que el emperador del entregó al papa todas sus
insignias imperiales. Este es un ejemplo de cómo se comprendió en los textos que
para que la transferencia del poder se hiciese efectiva se requería actualizar
el poder de potencial con los ritos.
Volviendo a la literatura caballeresca, en ella se silencia a la mujer. ¿por
qué? Porque esto denota una de las consecuencias del régimen de poder conexo a
la división de lo social en tres partes: la autoridad espiritual que poseen lo
oratores, y el poder temporal que poseen los bellatores. Los siervos, que no
oran ni usan la espada, deben callarse y someterse pasiva y sumisamente, como la
mujer.
Amor Cortés.
Este silenciamiento de la mujer en la literatura de epopeya, parece tomarse
revancha en otro género: el amor cortes, los romances. Aquí la mujer es
exaltada, el caballero expresa su vasallaje a la amada, a la dama se le cantan
sus méritos y la sumisión del amante, del amor se glorifica la virtud, virtud
del amor de los que se aman fuera del matrimonio. Nueva lógica del amor cortés:
la mujer venerada. Incluso, este amor es exaltado fuera del matrimonio, que era
una institución de alianzas y de enriquecimiento, nunca una relación de amor.
Aunque este nuevo género parezca una reacción frente al despojo del género de
gesta, no es así, porque no hay ningún cambio de la relación de fuerza entre los
dos sexos. La distancia que separa a los dos sexos está ahora determinada por la
ficción: el hombre se subordina a la voluntad de la mujer, en la que se expanden
los valores del mérito y la belleza. Participando de estos por el culto que les
rinde, el hombre experimenta una exaltación personal, la “alegría”. Comporta una
denegación de lo real cotidiano, en nombre de un ideal de naturaleza cerebral
(el amor del amor) y el cuto por una cierta verdad afectiva cuasi simbólica.
En tanto la literatura época reproducía la condición de subordinación de la
mujer en las relaciones de obediencia y dominio cotidiano desligando a ella y al
amor prácticamente de las actitudes de los personajes de sus textos, en la
literatura cortés la presencia radical y la apoteosis de la mujer constituyen un
mecanismo peculiar de disimulo de esas relaciones de subordinación, que aparecen
invertidas. Aquí el amor queda implicado en la contradicción más tajante entre
la sublimación y la idealización de la mujer., por un lado, y su situación real
de sujeción, por otro. Lo que expresa la idealización de la mujer es, pues, el
carácter de una cobertura ideológica de lo real en la que el amor se reconoce y
desconoce, se elude al mismo tiempo.