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Psicología de la Tercera Edad y Vejez | Resumen Sobre el Narcisismo |
Cátedra: Iacub |
2° Cuat. de 2009 |
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El narcisismo
Algunas definiciones del narcisismo se encuentran referidas a una fase evolutiva del sujeto psíquico, a la representación del mismo, el modo de relación erótica que se entabla consigo mismo o incluso a ciertas derivaciones que aluden a la autoestima.
Se tendría que tomar en cuenta que existen factores sociales que inciden en el modo de comprender lo narcisista según valores y rasgos ideales de cada momento histórico.
Las condiciones sociales intensifican el narcisismo preexistente en cada uno de nosotros en grados diversos. El mundo contemporáneo promueve ansiedad e inseguridad, tendiendo a concentrarse en la auto preocupación, preservación e indulgencia.
Se debe pensar este enfoque como una de las formas en la que se transforma el narcisismo en lo social.
Otro punto a señalar cuando se
piensa en la incidencia de lo social sobre el sujeto es el escaso margen de
suministros narcisistas que puede obtener un viejo cuando una sociedad es
incapaz de brindarle un lugar simbólico valorado no abriéndole con ello vías
para la identificación con los ideales actuales.
El desamparo como un eje del psiquismo humano.
¿De que modo el sujeto se defiende cuando piensa que su cuerpo ya no puede ser engalanado o que su capacidad esta deteriorada?
Lacan piensa que el sujeto puede identificarse.
Posición del sujeto: busca adecuarse al deseo del otro a través de una imagen especular, la que se origina justamente cuando nos identificamos con el deseo del otro.
El yo como respuesta a ese deseo, es lo que se inventa frente a lo enigmático del deseo del otro.
El sujeto se defiende con su yo, con la suma de imágenes, ideales y galas narcisistas.
Como causante de deseo, se persiste en el lugar de la causa de ese deseante que es el otro y me determino esa posición. El sujeto solo se sostiene como deseante cuando causa un deseo en el otro.
Cuando no esta el deseo del otro, como sostengo la escena? Existe una dificultad en el momento en que aparece el deseo del otro y el yo siente que no alcanza a colmar. No pudiendo hacerlo, la función del yo deja actuar, ya que no causa al otro y al no causarlo no puede defenderse de sus intenciones. La idea de intención se refiere a aquello que se quiere de nosotros son contar con nuestra voluntas, es decir, ser tratado como un objeto en tanto carente de autonomía o de interés.
La metamorfosis que deberá experimentar el yo dará cuenta de un proceso esperable en relación a los ideales sociales y a la propia relación al otro. Algunas de las formas de sostener esta función es a través del acorazamiento del yo, es decir a través de la rigidificcion de una imagen que en algún momento de su historia pareció ser agradable al otro, resistiendo a través de mecanismos defensivos tales como la negación o la idealización de un tiempo pasado que ya no volverá, con una frenética expectativa de recuperación corporal vía las cirugías, gimnasio o cualquier otra practica que permita sostener una imagen agradable para el Otro, a través de nuevos ámbitos que permitan que la vejez no sea un obstáculo para sus deseos, en el desarrollo de roles y espacios creativos donde se encuentren sustitutos simbólicos de aquellos que puedan ser considerados como perdidos, o en un negativismo que desafía al otro mostrando lo que ya no se es.
Mannoni considera que: el derrumbe psíquico de ancianos enfermos, aislados o mal tolerados por su familia o institución, se debe a que en su relación con el otro la persona de edad ya no es tratada como sujeto sino solo como un mero objeto de cuidados. Su deseo ya no encuentra anclaje en el deseo del otro. En su relación con el otro, el anciano instala juegos de oposición. La rebeldía es la única manera de hacerse reconocer, y la forma en la que puede subsistir una posibilidad de palabra. No preparados para vincularnos con las personas de edad, nuestra sordera nos quita recursos para que vuelvan a arrancar como sujetos deseantes.
O sea que, frente a la posibilidad de “ya no ser nada para el otro” aparecen otras alternativas como la eternización en juegos de dolor con el otro o a través de diversas regresiones en las cuales debemos pensar las infantilizaciones, las enfermedades psicosomáticas, etc. Lo que aparece como constante es la necesidad de otro que posibilite un espacio subjetivo. Podemos pensar que el narcisismo es un fantasma que organiza una imagen en concordancia con los deseos de ese otro.
Siguiendo a Lacan consideramos como un narcisismo suficiente cuando puede llegar a libidinizar el cuerpo propio, que lo habilite a “otros” espacios de deseo y un narcisismo insuficiente cuando aparece una rigidificacion del yo con una incapacidad de libidinizacion del cuerpo.
Encontramos muchos viejos que encuentran su cuerpo fracturado en dos espacios de edades: un si mismo joven y un cuerpo viejo.
El cuerpo emerge como otro amenazante y en este sentido parece preferible fracturarlo o volverlo extraño.
Esto esta articulado a la cultura de una época. La carencia de representaciones positivas en torno al cuerpo de los viejos genera una dificultad en sostener una representación deseable de si mismos. Por ello es notable observar como en las mujeres las representaciones estéticas jugaran un papel mas relevante en que los hombres para quienes la función sexual o la utilidad laboral será el valor social a sostener.
Formas y transformaciones del narcisismo en Kohut
El narcisismo, en tanto carga libidinal del self, no es por se ni nociva ni patológica, aunque al haber sido conceptualizada así, ha llevado a los analistas a reemplazarla por el amor objetal. Kohut, tiende a promover un narcisismo transformado. La antitesis del narcisismo es el amor objetal.
Control y transformación del narcisismo.
Hay una serie de adquisiciones yoicas, que aunque genética y dinámicamente relacionadas con los impulsos narcisistas de los que reciben su energía están muy alejadas de las estructuras narcisistas preformadas de la personalidad y por lo tanto deben evaluarse como logros yoicos, aptitudes y logros de la personalidad. La creatividad, la empatia, la capacidad de aceptar la propia muerte y la sabiduría.