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LA ERA DEL IMPERIO- ERIC HOBSBAWN
CAPITULO 2
1. La <Gran Depresión> (1873-1896)
Entre 1870 y 1890 el comercio internacional continuó aumentando de forma importante, aunque a un ritmo menos que antes.
Ésta etapa es caracterizada por la depresión de los precios, de los intereses y de los beneficios, y lo que estaba en juego no era la producción sino su rentabilidad.
La agricultura fue la víctima más espectacular de esa disminución de los beneficios y constituía el sector más deprimido de la economía. Las consecuencia para los precios agrícolas, tanto en la agricultura como en las economías exportadoras de ultramar, fueron dramáticas. Los decenios de depresión no eran una buena época para ser agricultor en ningún país implicado en el mercado mundial. Los países que no necesitaban preocuparse por el campesinado, porque ya no lo tenían, como el Reino Unido, podían permitir que la agricultura se atrofiara. Otros gobiernos, como el alemán, pero sobre todo el francés y el norteamericano, establecieron aranceles que elevaron los precios.
No obstante, las dos respuestas más habituales entre la población fueron la emigración masiva y la cooperación. La década de 1870 conoció las mayores tasas de emigración a ultramar en los países de emigración ya antigua. En cuanto a la cooperación, proveyó de préstamos modestos al campesinado. Mientras tanto, se multiplicaron en varios países las sociedades para la compra cooperativa de suministros, la comercialización en cooperativa y el procesamiento cooperativo.
El mundo de los negocios tenía sus propios problemas. A los hombres de negocios del siglo XIX les preocupaba mucho más el descenso de los precios y justamente ningún período fue más deflacionario que el de 1873-1896. La deflación hace que disminuyan los beneficios. Una gran expansión del mercado puede compensar esa situación, pero lo cierto es que el mercado no crecía con la suficiente rapidez y además el gran mercado de bienes de consumo era todavía muy lento.
Otra dificultad radicaba en el hecho de que los costes de producción eran más estables que los precios a corto plazo, pues los salarios no podían ser reducidos proporcionalmente. En algunas partes del mundo, la situación se veía complicada aún más por la caída gradual del precio de la plata y de su tipo de cambio con el oro: cuando la tasas de cambio era inestable, las transacciones de negocios entre aquellos países cuyas monedas se basaban en metales distintos se complicaba enormemente.
La Gran Depresión puso fin a la era del liberalismo económico. Las tarifas proteccionistas pasaron a ser un elemento permanente en el escenario económico internacional.
De todos los grandes países industrializados, sólo el Reino Unido defendía la libertad del comercio sin restricciones. Las razones eran evidentes: el Reino Unido era el exportador más importante de productos industriales y en el curso de la centuria había orientado su actividad cada vez más hacia la exportación.
La libertad del comercio parecía indispensable, ya que permitía que los productores de materias primas de ultramar intercambiaran sus productos por los productos manufacturados británicos. El Reino Unido continuó mostrándose partidario del liberalismo económico y al actuar así otorgó a los países proteccionistas la libertad de controlar sus mercados internos y de impulsar sus exportaciones .
El liberalismo era el anarquismo de la burguesía, por ende, en él no había lugar para el Estado.
La industrialización y la depresión hicieron de las economías nacionales un grupo de economías rivales, donde los beneficios de una parecían amenazar la posición de otras. No sólo competían las empresas, sino también las naciones. El proteccionismo expresaba una situación de competitividad económica internacional (que daría lugar más adelante a la primera guerra mundial). ¿Pero cuáles eran las consecuencias?: un exceso de proteccionismo generalizado es perjudicial para el crecimiento económico mundial. pero entre 1880-1914, el proteccionismo no fue excesivo y quedó limitado a los bienes de consumo. En conjunto, el proteccionismo industrial contribuyó a ampliar la base industrial del planeta, impulsando a las industrias nacionales a abastecer los mercados domésticos, que crecían también a un ritmo vertiginoso.
Nos obstante, si el proteccionismo fue la reacción política instintiva del productor preocupado ante la depresión, no fue la respuesta económica más significativa del capitalismo a los problemas que le afligían. Mediante la aplicación de los <trust> (legislación antimonopolística) y la <gestión científica> se intentaba ampliar el margen de beneficio, reducidos por la competitividad y por la caída de los precios.
Con respecto a la gestión científica, ésta fue fruto de la depresión. Su fundador fue Taylor, que comenzó a desarrollar sus ideas en 1880 ante la problemática industria del acero norteamericano. La presión sobre los beneficios sugirió que los métodos tradicionales y empíricos de organizar las empresas, y en especial la producción, no eran ya adecuados. Así surgió la necesidad de una forma más racional o científica de controlar y programar las empresas grandes y descosas de maximizar sus beneficios. La tarea en la que concentró inmediatamente sus esfuerzos el taylorismo fue la de sacar mayor rendimiento a los trabajadores, mediante métodos fundamentales: aislar al trabajador del resto del grupo y transfiriendo el control del proceso productivo a los representantes de la dirección, que decían al trabajador lo que tenían que hacer; y sistemas distintos de pagos de salario que supusieran para el trabajador un incentivo para producir más.
Un resultado final, o efecto secundario de la gran depresión fue que ésta época tuvo una gran agitación social, no sólo entre los agricultores, sacudidos por los terremotos del colapso de los precios agrarios, sino también entre las clases obreras.
En efecto, las mismas caídas de los precios que radicalizaron automáticamente las posiciones de los agricultores sirvieron para abaratar notablemente el coste de vida de los asalariados y produjeron una indudable mejora del nivel material de vida de los trabajadores en la mayor parte de los países industrializados.
2. La Belle époque (1896-1913)
La rapidez del cambio de la depresión a la período de prosperidad fue sorprendente y diagnosticada casi de forma inmediata como indicativo del comienzo de un período nuevo y duradero de extraordinario progreso capitalista. De hecho, el contraste entre la gran depresión y el boom secular posterior constituyó la base de las primeras especulaciones sobre las "ondas largas" en el desarrollo del capitalismo mundial (ondas largas de Kondratiev). Los historiadores se enfocan en dos aspectos del período: la distribución del poder y la iniciativa económica, es decir, en el declive del Reino Unido y en el progreso de Estados Unidos y sobre todo de Alemania.
No es sorprendente que Alemania cuya población creció junto con la de Estados Unidos superaran al Reino Unido, cuyo territorio era más reducido y menos poblado. Además, las exportaciones alemanas de productos manufacturados superaron a las del Reino Unido. Tampoco era sorprendente que el Reino Unido no pudiera mantener su extraordinaria posición como "taller del mundo".
En cuanto al ritmo de Kondratiev, lamentablemente, ninguna de las teorías tiene aceptación generalizada. La teoría más conocida y elegante fue la de Schumpeter, que asocia cada <fase descendente> con el agotamiento de los beneficios de una serie de innovaciones económicas y la nueva <fase ascendente> con una serie de innovaciones fundamentalmente tecnológicas, cuyo potencial se agotará a su vez. El problema que se plantea respecto a la fase ascendente de los últimos años del decenio de 1890 es que las industrias innovadoras del período no parecen haber estado en situación de dominar los movimientos de la economía mundial. En definitiva, las periodicidades de Kondratiev no nos son de gran ayuda.
sin embargo, existe un aspecto del análisis de Kondratiev que es pertinente para un período de rápida globalización de la economía mundial. Nos referimos a la relación entre el sector industrial, que se desarrolló mediante una revolución continua de la producción, y la producción agrícola mundial, que se incrementó. La relación de intercambio tiende a variar en favor de la agricultura y en contra de la industria, es decir, los agricultores pagaban menos, por lo que compraban a la industria, mientras que la industria pagaba más, por lo que compraba a la agricultura.
Esa variación en las relaciones de intercambio puede explicar que los precios, que habían caído notablemente entre 1873-1896, experimentaran un importante aumento desde esa última fecha hasta 1914. Lo seguro es que ese cambio en las relaciones de intercambio supuso una presión sobre los costes de producción en la industria y, en consecuencia, sobre su tasa de beneficio. Esa presión se podía trasladar de los beneficios a los trabajadores. Esto explica en parte el incremento de la tensión social, y de los estallidos de violencia en los últimos años anteriores a 1914.
¿Cómo explicar que la economía mundial tuviera tan dinamismo?. Ésta explicación hay que buscarla en el núcleo de países industriales o en proceso de industrialización.
Esos países constituían ahora una masa productiva ingente y en rápido crecimiento y ampliación en el centro de la economía mundial. Además, constituían también una masa cada vez más importante de compradores de los productos y servicios del mundo: un conjunto que vivía cada vez más de las compras, es decir, que cada vez era menos dependiente de las economías rurales tradicionales.
Además, gracias al descenso de los precios que se habían producido durante el período de la depresión, esos consumidores disponían de mucho más dinero que antes para gastar, aún considerando el descenso de los salarios reales que se produjo a partir de 1900. Así, estos países constituían el núcleo central de la economía mundial. Más aún, determinaban el desarrollo del resto del mundo, de unos países cuyas economías crecieron gracias a que abastecían las necesidades de otras economías.
3. La era del Imperio.
Rasgos de la economía mundial durante la era del Imperio :
En primer lugar , su base geográfica era mucho más amplia que antes. El mercado internacional de materias primas se amplió extraordinariamente. lo cual implicó también el desarrollo de las zonas dedicadas a su producción y su integración en el mercado mundial.
La economía mundial era más plural que antes . El Reino Unido dejó de ser el único países totalmente industrializado y la única economía industrial. La era del imperio se caracterizó por la rivalidad entre los diferentes Estados. Además, las relaciones entre el mundo desarrollado y el sector subdesarrollado eran también variadas y complejas. La era del imperio había dejado de ser monocéntrica.
Ese pluralismo creciente de la economía mundial quedó enmascarada por la dependencia que se mantuvo, e incluso se incrementó, de los servicios financieros, comerciales y navieros con respecto al Reino Unido. Por una parte, la City londinense era más que nunca, el centro de las transacciones internacionales, de tal forma que sus servicios comerciales y financieros obtenían ingresos suficientes como para compensar el importante déficit en la balanza de artículos de consumo. Por otra parte, la enorme importancia de las inversiones británicas en el extranjero y su marina mercante reforzaban aún más la posición central del país en una economía mundial abocada en Londres cuya base monetaria era la libre esterlina. En el mercado internacional de capitales, el Reino Unido conservaba el dominio.
De hecho, ese pluralismo al que hacemos referencia reforzó por el momento la posición central del Reino Unido. Era el Reino Unido el país que restablecía el equilibrio global importando mayor cantidad de productos manufacturados de sus rivales, pero sobre todo, con sus ingentes ingresos invisibles. El relativo declive industrial del Reino Unido reforzó pues, su posición financiera y su riqueza.
La tercera característica de la economía es la revolución tecnológica. Para los contemporáneos, la gran innovación consistió en actualizar la primera revolución industrial mediante una serie de perfeccionamiento en la tecnología del vapor y del hierro. Es cierto que una serie de industrias revolucionarias desde el punto de vista tecnológico comenzaron a desempeñar un papel estelar, sobre todo en las nuevas economías dinámicas, pero por el momento, la nueva revolución reforzó, más que sustituyó, a la primera.
La cuarta característica es una doble transformación en la estructura y modus operandi de las empresas capitalistas. Se llevó a cabo el intento sistemático de racionalizar la producción y la gestión de la empresa, aplicando métodos científicos no sólo en la tecnología sino a la organización ya los cálculos.
La quinta característica es que se produjo una extraordinaria transformación del mercado de bienes de consumo: el mercado de masas. Ésta comenzó a dominar las industrias productoras de bienes de consumo. Al mismo tiempo, una tecnología revolucionaria y el imperialismo contribuyeron a la aparición de una serie de productos y servicios nuevos para el mercado de masas. Una de las consecuencias más evidentes fue la creación de medios de comunicación de masas.
Todo ello implicó a la transformación no sólo de la producción, mediante la producción en masa, sino a la distribución, incluyendo la compra a crédito.
La sexta característica de la economía fue el importante crecimiento del sector terciario de la economía, público y privado: el aumento de los puestos de oficinas y otros servicios.
La última característica de la economía es la convergencia entre la política y la economía, es decir, el papel cada vez más importante del Gobierno y del sector público. La democratización de la política impulsó a los gobiernos, a aplicar políticas de reforma y bienestar social, así como a iniciar una acción política para la defensa de los intereses económico de determinados votantes, como el proteccionismo y contra al concentración económica. Por otra parte, las rivalidades políticas entre los Estados y la competitividad económica entre grupos nacionales de empresarios contribuyeron tanto al imperialismo como a génesis de la primera guerra mundial. Por cierto, también condujeron al desarrollo de industrias como la de armamento, en la que el papel del Gobierno era decisivo. Las economías modernas, controladas, organizadas u dominadas en gran medida por el Estado, fueron producto de la primera guerra mundial. Sin duda, estaban viviendo una época floreciente, incluso las masas trabajadoras se beneficiaron de esa expansión, porque la economía industrial de 1875-1914 parecía ofrecer un número casi ilimitado de puestos de trabajo de escasa calificación o de rápido aprendizaje para los hombres y mujeres que acudían a la ciudad y a la industria.
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