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al Pensamiento Científico
Capítulo 1. Consideraciones sobre el lenguaje
1. Lenguaje y teorías científicas
El conocimiento científico es el resultado de una práctica que consiste en “teorizar” acerca de distintas entidades, empíricas o formales, y para ello es necesario disponer de un lenguaje. Una teoría “inefable”, que no puede expresarse en algún lenguaje, es un contrasentido y no podríamos considerarla “científica”.
En la historia de la filosofía encontramos distintos modos de agrupar a las ciencias, lo que responde a distintos presupuestos acerca del lenguaje y del conocimiento.
Una clasificación aceptada actualmente establece una distinción entre ciencias formales y ciencias fácticas.
2. Lenguaje y realidad
Cratilo de Platón. Platón parte de la existencia del conocimiento para demostrar la existencia de objetos no sensibles e inmutables. Aristóteles llamará más tarde “ argumento desde las ciencias” a esta demostración, se resume así:
A. las cosas sensibles están en continuo cambio
B. la ciencia no puede hacerse de lo que está en continuo cambio
C. luego la ciencia no se puede referir a las cosas sensibles sino a entidades que no cambian (“Ideas o Formas”)
Platón consideró que el conocimiento absoluto sólo se puede alcanzar si existen entidades absolutas (las Ideas).
La tesis sobre la existencia de las Ideas y las esencias fue discutida a lo largo de la Edad Media bajo la denominación disputa de los universales (Ockham). Aplicando el principio de contradicción, afirma que es absurdo sostener que al concepto universal corresponde, en la realidad, algo universal pues si esto sucediese no se podría entender cómo una misma naturaleza universal o común puede estar toda ella presente en individuos singulares y distintos. Para Ockham los conceptos generales son una creación de la facultad cognoscitiva. Las palabras tienen la propiedad de “suplir” algo, un signo mental.
Saussure subraya el carácter arbitrario de la relación del nombre con la cosa nombrada (lo material: el significante, lo inteligible: el significado). Los usuarios del lenguaje deben compartir esta convención.
3. Uso y mención del lenguaje
Hay uso del lenguaje cuando nombramos entidades extralingüísticas, por ejemplo cuando afirmamos “el caballo es blanco”. Hay mención cuando el enunciado se refiere a objetos lingüísticos o a propiedades predicables del propio lenguaje. En tales casos se usan comillas para señalar aquellas porciones del lenguaje que resultan mencionadas. Ej.: “la oración ‘el caballo es blanco’ es verdadera”. Predicar la verdad o falsedad implica adoptar un criterio que es lingüístico y que no dice nada de modo directo sobre la realidad.
Esta distinción está basada en la teoría de la jerarquía de lenguajes. Consiste en distinguir entre un lenguaje, lenguaje objeto, y el lenguaje de este lenguaje, metalenguaje. Para hablar de un lenguaje necesitamos otro lenguaje. El lenguaje objeto es siempre inferior al metalenguaje. Un metalenguaje se llama inferior con respecto a otro metalenguaje en que se hable de él. Como siempre se puede predicar algo de lo ya dicho, la serie de metalenguajes es infinita.
4. La Semiótica
Disciplina que se ocupa de elaborar una teoría general de los signos. Es signo todo aquello que tiene la capacidad de reemplazar o sustituir algo.
Peirce y sus tres tipos de signos: el indicio (relación causal entre el representante y lo representado), el ícono (de semejanza) y el símbolo (relación arbitraria).
Llamamos lenguaje a un conjunto reglado de símbolos que se utilizan para la comunicación.
Tres factores para que algo funcione como signo:
A. el vehículo sígnico, cosa que actúa como signo
B. el significado del signo
C. el intérprete
Las nociones de “signo”, “significado”, “intérprete” se implican mutuamente ya que son sólo formas de referirse al proceso de semiosis, porque algo es un signo si y sólo si algún intérprete lo considera como tal. (Morris)
Los metalenguajes tienen tres dimensiones: la sintaxis, la semántica y la pragmática.
La dimensión sintáctica se ocupa de revisar las relaciones entre signos, las reglas que los ordenan.
La dimensión semántica se ocupa de la relación entre el signo y el significado. La lógica llama términos a estas unidades de significado que también llamamos “nombres” o “símbolos”.
El término tiene designación, extensión y puede o no tener denotación.
La designación es el conjunto de características definitorias que constituyen el criterio de uso del nombre.
La extensión es la clase compuesta por todos aquellos individuos a los que puede aplicarse dicho término. Cuando está constituida por individuos ubicables en espacio y tiempo, la extensión coincide con la denotación (es el caso de “árbol”, pero no de “número”).
La denotación es el conjunto de los ejemplares de la clase, localizables en espacio y tiempo.
Son términos sin denotación los que nombran:
A. Entes formales (triángulo, número primo)
B. Entes de ficción (personajes de novelas, centauros)
C. Entidades abstractas (la justicia, la bondad)
D. Cualidades o atributos (grande, amarillo)
Entre designación y extensión hay una relación inversa: en un sistema clasificatorio, de inclusión de unas clases en otras, a la clase que incluye a otra se la llama género y a la incluida, especie.
La especie tiene mayor designación que el género y menor extensión.
Esta clase de “inclusión lógica” no debe confundirse con algún tipo de inclusión “real”.
La dimensión pragmática se ocupa del uso que se haga del signo, es decir, intenta determinar la función que cumple el lenguaje para el hablante.
Tres funciones del lenguaje:
Todo acto de habla es el resultado de diversas funciones del lenguaje. Para el lenguaje científico se deben cumplir de un modo puro para saber si es V o F.
La proposición es una unidad de enunciación, de ella se puede predicar que es V o F. “Dar con el significado” no es dar con una cosa sino con el uso.
1.5 Nombrar y clasificar. Vaguedad y ambigüedad
Usar un lenguaje es disponer de un sistema clasificatorio que nos permita identificar conjuntos o clases de objetos. Hay vaguedad cuando no podemos decidir con exactitud cuáles son los límites para la inclusión de individuos en una clase. La ambigüedad se presenta cuando una misma palabra tiene más de una designación (polisemia). No deben verse ambos como obstáculos en los lenguajes comunes, ya que el uso resuelve la cuestión. Hasta dan lugar a chistes.
Los lenguajes científicos persiguen la univocidad de los términos, intentan limitar en lo posible los casos de aplicaciones múltiples o vagas.
Proponen 3 criterios para clasificar:
6. La definición
Definir es limitar el significado de un término, y esto no implica realizar afirmación alguna acerca de la realidad. Al definir hacemos mención del nombre a definir (el que se señala entre comillas), al que llamamos definiendum y el definiens es la definición propiamente dicha. Al definir, aclaramos el significado de un término y no de una cosa.
Reglas de la definición
Aristóteles propone la definición por género próximo y diferencia específica.
Desde el punto de vista pragmático, las definiciones son proposiciones tautológicas donde definiendum y definiens son equivalentes. Si se pretende dar una definición lexicográfica (diccionarios), se debe dar una información verídica acerca de las convicciones, los usos establecidos en la comunidad del hablante.
El uso de los lenguajes naturales supone una práctica, una destreza reconocer los significados y los casos anómalos de aplicación de los términos. Sin la posesión previa de esta práctica o destreza es imposible definir los términos.
Distinto es el caso de los lenguajes científicos, donde el significado de los términos y la posibilidad de definirlos se propone dentro de un lenguaje propio, técnico o formal, donde los signos tienen definiciones precisas: se usan definiciones estipulativas.
Cuando la definición cumple función expresiva o directiva decimos que es una definición persuasiva. No se considera proposición si trasmite juicio de valor.
El ideal de un lenguaje neutro y transparente para la conformación de teorías científicas es un desideratum destinado a construir un lenguaje proposicional, en el que tenga sentido las propiedades de V y F.
La definición también puede ser connotativa, cuando establece la connotación, designación o intención de un nombre, o denotativa, cuando nombra a los ejemplares de la clase. En el caso de que la clase no tenga ejemplares para denotar, podemos nombrar parte de la extensión.
Capítulo 2. Argumentación: el escenario formal
Las nociones de razonamiento, argumentación e inferencia a menudo se usan como equivalentes. En todos los casos se trata de un acto de habla. Algunas de las afirmaciones reciben su justificación de otras. A las primeras las llamamos conclusiones y a las afirmaciones de las que se extraen las conclusiones las llamamos premisas.
2.1 Las leyes lógicas
Las leyes lógicas son reglas del lenguaje. No hay una lógica, sino muchas lógicas posibles; la adopción de una de ellas depende de su capacidad para operar sobre ciertos aspectos de lo real. No nos dicen lo que la realidad es, sino únicamente cómo puede ser estructurada. Aristóteles fundador de la lógica.
Actualmente, las leyes lógicas son simples tautologías. No hay coincidencia con la realidad, pues son fórmulas vacías. En la lógica simbólica no se admite el criterio de evidencia. En cambio hay criterios que se admiten como punto de partida de un sistema, los axiomas. No se discute la cuestión de su verdad. Las proposiciones que se deducen, dentro de un sistema de reglas, se llaman teoremas.
Una ley lógica es una fórmula que, interpretada, da como resultado una proposición verdadera.
Se denomina ley lógica a toda forma proposicional tal que al sustituir sus variables por constantes da por resultado una proposición verdadera. No hay leyes lógicas más importantes que otras.
2.2 Tautologías, contradicciones, contingencias
Las leyes lógicas nos permiten diferenciar tautologías, contradicciones y contingencias.
Las tautologías son formas proposicionales que corresponden a proposiciones lógicamente verdaderas, es decir, verdaderas por su estructura lógica. Todas las leyes lógicas son tautologías. La verdad se juzga no x la correspondencia con la realidad sino x la coherencia, no contradicción o consistencia con las leyes lógicas.
Las contradicciones son formas proposicionales que corresponden a proposiciones lógicamente falsas, es decir, falsas por su forma lógica, ya que violan o niegan alguna de las leyes lógicas. Toda negación de una tautología es una contradicción.
Las contingencias son formas proposicionales que corresponden a proposiciones lógicamente indeterminadas, es decir, proposiciones que pueden ser verdaderas o falsas con relación a algún referente empírico. La verdad se decide por métodos extralingüísticos y su valor de verdad puede cambiar.
2.3 Los razonamientos. Verdad y Validez
EL razonamiento es una unidad de argumentación. Un argumento es correcto o válido si efectivamente las premisas apoyan la conclusión y es incorrecto o inválido si no la apoyan. Las premisas o conclusión de un argumento pueden ser verdaderos o falsos pero el argumento mismo no. “Inválido” y “falso” predican cosas distintas.
2.4 Razonamientos deductivos
La disciplina que se ocupa de investigar los criterios de validez de los argumentos deductivos es la lógica deductiva. Si los razonamientos son deductivos:
2.5 Reglas lógicas
Las reglas lógicas son formas de razonamiento cuyas variables, al ser sustituidas por constantes, dan por resultado un razonamiento válido. Cuando interpretamos una regla lógica, obtenemos un razonamiento válido. Para formular las reglas lógicas se utilizan variables metalógicas (“A”, “B”, “C”) que sirven para representar cualquier tipo de proposición, por mas compleja que sea.
Entre las reglas lógicas más importantes se encuentras las siguientes:
Estas tres reglas expresan el significado de la conectiva lógica llamada condicional, simbolizada con el símbolo “c al revés”. Esta conectiva es de importancia en los discursos científicos porque sirve para formalizar hipótesis. A menudo se confunde esta conectiva con el llamado bicondicional que expresa “si y sólo si… entonces” y se simboliza “p ¿ q”.
2.6 ¿Es formal la Inducción? El intento de Carnap
Los argumentos deductivos son sólo explicativos, mediante ellos no obtenemos información nueva acerca del mundo. Si ellos fueran el único tipo de argumentación posible, no habría modo de justificar argumentativamente la información nueva. En contextos problemáticos poco estructurados, parecen operar con mayor frecuencia procesos inductivos o heurísticos.
Son inductivos todos los argumentos en los que se transita desde un enunciado (o conjunción de ellos) a otro, de modo tal que el primer enunciado (o la conjunción de enunciados) no implica el segundo.
El enunciado general constituye la forma de razonamiento más expuesta.
La inducción por enumeración simple consiste en el examen casuístico de instancias confirmadoras expuestas a través de premisas particulares. De una secuencia incompleta de premisas particulares se infiere la conclusión universal.
Desde el punto de vista de la lógica formal estándar, la generalización no es pertinente y la conclusión no es válida, en la medida en que no es consecuencia lógica de las premisas. En un razonamiento inductivo las premisas sólo respaldan a la conclusión. La teoría del apoyo parcial y el grado de confirmación debería ser el fundamento firme sobre el que se construyan los criterios de evaluación inductiva.
Las inducciones no pueden pertenecer al escenario formal ya que es imposible evaluar su aceptabilidad si no es acudiendo a constataciones empíricas.
Carnap pretende dar una interpretación clara y precisa del grado de confirmación construyendo un sistema de lógica inductiva en el que la concepción lógica de probabilidad sea central. En lugar de conclusión hablará de “hipótesis” y en vez de “premisas” se referirá a los enunciados que exponen la base evidencial que la apoya. Como Einstein y Popper, reconoce que en la ciencia empírica no se puede formular un conjunto de reglas inductivas que permita pasar automáticamente de los hechos a las teorías. La función de la lógica inductiva sería indicar en qué medida (grado de confirmación) la hipótesis es apoyada por los datos empíricos disponibles. Esto significa que las hipótesis no pueden considerarse probadamente verdaderas, pero pueden considerarse parcialmente probadas. El grado de confirmación (o grado de induciblidad) es equivalente a la probabilidad lógica, medible de cero a uno. La probabilidad lógica convertiría a la “lógica” inductiva en formal con el agregado “con respecto a tales o cuales elementos de juicio”. Si sólo expresara la probabilidad de la hipótesis podría estar exponiendo la probabilidad estadística. El agregado, en cambio, supone saltar al metalenguaje, es decir supone hablar desde la lógica inductiva sobre una relación lógica entre enunciados de la ciencia. Pero el programa de la lógica inductiva no consiguió funciones de medida para lenguajes empíricos complejos, necesarios para la formulación de las teorías científicas más importantes.
Popper y Hume en contra del inductivismo. Popper se opone a cualquier intento de justificación probabilística del apoyo evidencial de hipótesis científicas:
Entonces su talón de Aquiles – como todo argumento no deductivo - consiste en que quien formula un razonamiento de esta índole, está cautivo por la información hasta ahora disponible. Ninguna información añadida puede modificarla la pertinencia de un argumento deductivo. Otra característica de la inducción es que un argumento inductivo evaluado como sólido no pasa a ser automáticamente malo porque la experiencia aporte desdichados contraejemplos que hagan falsa la conclusión.
Enfaticemos, entonces, que pisamos terreno relativamente firme cuando podemos evaluar en términos probabilísticos un argumento inductivo. De lo contrario, estamos condenados a la imprecisión de carecer de un procedimiento mecánico para evaluar como razonablemente sustentada la conclusión inductiva.
2.7 Analogía
La inferencia analógica parte de una similitud conocida de dos o más elementos en algunos aspectos o propiedades, para concluir que también deberían compartir la similitud en otro. Por ende, las premisas no implican a la conclusión, que es ampliativa. Los individuos pueden ser solamente dos.
Copi sostiene que:
Parece claro que se trata de una cierta relación causal entre las diferentes propiedades de análisis que habría que determinar a través de una investigación empírica. Da lugar a la falacia analógica.
En conclusión, el razonamiento por analogía, como la inducción, es un razonamiento no deductivo. La inferencia analógica parte de la similaridad de dos o más entidades en algunos aspectos para concluir la similaridad de esas entidades en otra propiedad. Las premisas son un apoyo parcial a la conclusión.
Capítulo 3. Argumentación: el escenario informal
3.1 Lógica informal y falacias materiales
Los estudios de lógica informal analizan y evalúan los argumentos incorrectos formulados en el lenguaje ordinario (no reductibles a falacias formales), es decir, el estudio de las falacias materiales. Respecto de su vinculación con la lógica formal deductiva, en general ésta constituye una suerte de “fondo” o “stock” de nociones básicas sobre el que se construyen los análisis informales.
Caracterización de la noción de falacia informal:
Se las agrupa en dos categorías:
A. falacias de inatinencia (o de inatingencia). Las premisas no son atinentes para establecer la conclusión, que “no se sigue” de ellas. La inatinencia no depende de la falsedad de las premisas, sino de la deficiente transición a la conclusión.
B. falacias de ambigüedad. Construidas a partir del uso ambiguo o indeterminado de las palabras o de las afirmaciones que integran el argumento.
Un ejemplo de falacia de inatinencia es argumentum ad verecundiam, “argumento de autoridad”. Consiste en considerar como premisa justificatoria una apelación a la autoridad de alguien que sostenga la conclusión que se desea imponer. Muchas veces se apela a la autoridad de un experto para sustentar un argumento cuyo tema está fuera del ámbito de su especialidad. En la historia de la cultura occidental son frecuentes las falacias de autoridad que no apelan a “conocimiento habilitantes”, sino a retóricas apelaciones morales o espirituales. No es lo mismo un argumento expuesto por un experto que un argumento de autoridad expuesto por un experto.
Otra falacia es la falacia ad populum. Consiste en afirmar el valor de una afirmación al sostener que “todos lo dicen” o “muchas personas lo sostienen”.
También se encuentra argumentum ad ignorantiam. Se da por verdadera una proposición por el sólo hecho de que no ha sido probada su falsedad. Copi dice que es “razonable” tomar la ausencia de pruebas (luego de una investigación técnica) como una prueba positiva de que no se ha producido.
Igual todas las falacias materiales tienen un indudable carácter contexto.
Argumentum ad hominem. Consiste en enfrentar a un actor social que formula un razonamiento o proporciona información, no refutando su discurso, sino agraviándolo personalmente. El impacto psicológico logra tornarla persuasiva. Una vez más, todas las falacias ad hominem son argumentos contra el hombre, pero no todo argumento contra el hombre es falaz.
Post hoc ergo propter hoc, falacia causal. El argumento consiste en inferir que un acontecimiento es la causa de otro sobre la base de que el primero ocurrió antes que el segundo. Cuando la expresión “causa” se presenta en un argumento, puede hacerlo con dos significados diferentes:
A. la causa como condición necesaria para que se produzca un acontecimiento. Sin ella aquél no puede producirse;
B. la causa como condición suficiente para que se produzca un acontecimiento. En su presencia el acontecimiento debe ocurrir. La condición suficiente es una suerte de “suma simple” de todas las condiciones necesarias.
Es frecuente que se mencione la “demostración” del carácter falaz del razonamiento probando que el efecto se habría producido aún sin la presencia de la presunta causa, o probando que el efecto se produjo por una causa distinta de la propuesta.
Un tipo especial de falacia post hoc es la falacia de efecto conjunto o “conversión de la conjunción en relación causal”. Estamos en presencia de esta falacia cuando dos acontecimientos que aparecen juntos regularmente son evaluados como ligados causalmente, cuando en realidad ambos son efectos de una causa común. Uno no es la causa de otro, sino que ambos son efectos de una causa común.
Varios de los argumentos ad poseen un denominador común de utilizar apelaciones emocionales como “truco” principal. Un ejemplo de esto es el argumento llamado argumentum ad bacalum (o falacia del garrote). Consiste en intentar forzar una conclusión inatinente utilizando como base de sustentación una velada amenaza. Hay que distinguir igual que no todos pueden evaluarse como discursos argumentativos. La mera amenaza velada no constituye una falacia (si retenemos la caracterización de la falacia como razonamiento).
El argumentum ad misericordiam consiste en apelar a la piedad para lograr que se acepte una determinada conclusión. Como siempre, no toda apelación a la piedad puede considerarse como un argumento falaz. Es necesario evaluar con detenimiento que conclusión se intenta justificar.
La falacia llamada ignoratio elenchi (conclusión irrelevante) se comete cuando un argumento que pretende establecer una conclusión determinada es utilizado para probar una conclusión diferente. Si un legislador desea argumentar a favor de un proyecto específico de legislación sobre la vivienda, debe alegar sobre la pertinencia del proyecto y no argumentar que todo el mundo debe tener viviendas decentes. Eso no estaba en discusión.
Falacia de equívoco (la falacia del cuarto término). Es un ejemplo de falacia de ambigüedad. Es fácil construir argumentos inatinentes instrumentando lo que es una característica propia del lenguaje natural: la mayoría de las palabras tienen más de un significado. Más que nada, se presenta en argumentos extensos (no en tres enunciados). Ej.: un Tiranosaurio Rex era un animal. Por lo tanto, un Tiranosaurio Rex pequeño es un animal pequeño.
Falacia de composición. Tiene lugar cuando a partir de las propiedades de elementos o individuos se infiere que tales propiedades son asimismo de las totalidades a las que pertenecen. El hecho de que los soldados de cierto regimiento sean “fuertes”, no justifica la conclusión según la cual el regimiento es “fuerte”. Hay ambigüedad porque la palabra “fuerte” no significa lo mismo en ambos casos.
También hay argumentos que transfieren la propiedad de las partes al todo. Ej.: Todas las partes de esta silla son rojas; por lo tanto, esta silla es roja.
Falacia de división. Comete esta falacia quien extrae una conclusión transfiriendo de manera irrelevante una propiedad excluyente “colectiva” a su interpretación “distributiva”. Ej.: Esta máquina es pesada; por lo tanto, todas las partes de esta máquina son pesadas.
3.2 Toulmin, sobre los usos argumentativos
Su objetivo es criticar el supuesto de que todo argumento significativo puede expresarse en términos formales. Por lo tanto, va a evaluar a los argumentos formulados en el lenguaje ordinario. Su aspiración es que la lógica se dedique a elucidar y evaluar el modo en que las personas realmente piensan, argumentan y realizan inferencias. Su finalidad consistiría en caracterizar el proceso racional, entendiendo por tal los trámites y categorías que se emplean para que las afirmaciones en general puedan ser objeto de argumentación, y el acuerdo final sea posible. Utiliza la “analogía jurídica”. La cuestión central de su perspectiva consiste en determinar cómo exponer y analizar los argumentos de una manera “lógicamente transparente”.
Un argumento sólido (esto es una afirmación central bien fundamentada y firmemente respaldada) es el que resiste la crítica.
Tres elementos centrales de la estructura argumentativa:
A. la afirmación o conclusión que tratamos de justificar (C)
B. los elementos probatorios que proporcionamos como base de la afirmación efectuada, es decir los datos (D)
C. las proposiciones hipotéticas que autorizan la transición de los datos a la conclusión, es decir la garantía (G)
Diferencias entre datos y garantías. En primer lugar, la conclusión apela directamente a los datos, mientras la garantía es explicativa, ya que su objetivo es sólo registrar explícitamente la legitimidad de la transición. En segunda instancia, las garantías son generales, mientras que los datos son justificaciones específicas de cada argumento.
Ese sería el esquema básico. A veces resulta imprescindible añadir alguna referencia explícita al grado de “fuerza” que los datos confieren a la conclusión. Es decir, deberíamos incluir un modalizador o calificador modal que matice la afirmación central (M), así como las condiciones de excepción o refutación que establecen en qué caso la garantía deja de justificar a la conclusión (E).
Por fin, si la propia garantía es puesta en tela de juicio, pueden introducirse “datos de respaldo” (R), por ejemplo documentos legales.
Toulmin explica que los intentos de justificar una afirmación individual “garantizada” por una proposición general son los que en mayor grado se encuentran en los discursos “naturales”.
A diferencia del argumento silogístico, Toulmin permite hacer transparente la diferencia central entre una “premisa singular” y una “premisa universal”. La primera transmite la información a partir de la cual se extrae la conclusión; una premisa universal, en cambio, no expone información, sino que ofrece una garantía o justificación de acuerdo con la cual se puede pasar legítimamente del dato a la conclusión. Esto es, a diferencia de una premisa individual, no presenta un respaldo fáctico, sino una justificación hipotética general.
El argumento silogístico es un esquema excluyente que no contempla variaciones.
Sólo la estructura “D, G, luego C” es susceptible de ser analizada en orden a su validez formal, porque los componentes de la conclusión son manifiestamente los mismos que los de las premisas.
Diferencias entre argumentos analíticos (“teóricos”) y argumentos sustánciales (“prácticos”):
A. La conclusión de un argumento analítico no agrega nada al material contenido en las premisas. Un argumento sustancial, en cambio, proporciona datos o evidencia empírica para apoyar la conclusión del argumento.
B. Los argumentos analíticos son los razonamientos deductivos de la lógica formal, mientras que los otros son los argumentos prácticos de la vida social.
C. Un argumento teórico es independiente del contesto, al contrario que el práctico.
D. Un argumento teórico justifica la conclusión de una manera inequívoca y absoluta, mientras que el argumento práctico sólo ofrece un apoyo probabilístico.
Concepto de campos argumentativos: pese a que un argumento práctico se ajustaría siempre al esquema básico, varía en algunos aspectos al ser utilizado en campos diferentes. Tales aspectos son denominados “campo-dependientes”. La lógica formal es independiente del campo específico en el que se presenta. Por último, otra característica importante en los argumentos prácticos sería el actor social comprometido en la formulación de un argumento sustancial. Los argumentos analíticos son impersonales.
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