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“Herramientas para el análisis de la Sociedad y el Estado” (Pedrosa-Deich)
Resumen-Guías de lectura
Guía de lectura 1: “La sociedad y el Estado”
El ESTADO es un asociación que ejerce el monopolio de la violencia sobre un territorio determinado y que busca dominar a una sociedad que está asentada sobre ese territorio.
La SOCIEDAD está compuesta por personas con derechos y obligaciones, es decir, los ciudadanos, que necesitan de un Estado para organizarse. La sociedad está integrada por distintos actores que tiene diversos intereses, generalmente, contrapuestos o en competencia.
En la sociedad, hay “actores”, es decir, los grupos, organizados o no, y los individuos que generan estrategias
Si no existiera un Estado, en la sociedad imperaría la ley de la selva, donde solo los más fuertes podrían hacer valer sus derechos.
El Estado y la sociedad son espacios distintos que se relacionan de forma diversa y compleja. Esta complejidad se da debido a que está dada por una heterogeneidad de actores y grupos que buscan cumplir sus objetivos, y al mismo tiempo, evitar que otros lo hagan.
Si bien la división entre sociedad y Estado tiene una finalidad puramente analítica, es decir, que la división se utiliza únicamente para el estudio de la sociedad, del Estado, y de su relación (en la vida real resulta difícil encontrar los límites entre los diferentes actores y entre quienes los representan y actúan en uno u otro campo), se puede afirmar que hay una relación efectiva entre ambos, y esta relación se puede denominar “ESPACIO PÚBLICO”.
Es este el escenario donde se desarrollan los acontecimientos que definen y caracterizan la vida política y social de un país.
Se denominan “actores” a los grupos, organizados o no, y a los individuos que general estrategias públicas para cumplir con sus objetivos. Pueden ser actores sociales (por ejemplo, movimientos a favor o en contra del aborto), o políticos (partidos políticos), hay también religiosos, deportivos, intelectuales, etc.
A través del accionar de estos actores, la sociedad genera vínculos ambiguos de obediencia al poder estatal, pero también de resistencia.
El objetivo de los actores políticos y sociales es, generalmente, satisfacer sus intereses que, de por sí, son heterogéneos. Es decir, conseguir recursos de distintos tipos, para ellos y para sus representados. La relación entre los actores sociales y los políticos y el Estado adopta formas variadas: algunas veces, esta relación es de cooperación, pero otras, es de conflicto, y éste último, se agudiza cuando los recursos son escasos o insuficientes (ej.: cuando los jubilados quieren más aumento, pero el gobierno se lo niega porque considera que no hay recursos o que los recursos deben ir a otro lugar que lo necesita más).
Las INSTITUCIONES son pautas (leyes, códigos, estatutos, constituciones, organismos del Estado) que establecen y regulan la interacción entre las personas y los grupos que componen una sociedad (O’Donnell)
Las INSTITUCIONES juegan un papel preponderante en la construcción del poder social de un país ya que ‘constituyen la estructura organizativa del poder político, que selecciona a la clase dirigente y asigna a los diversos individuos comprometidos en la lucha política su papel (Levi)’.
A través de las instituciones, la interacción humana se encuentra guiada y regulada por una suma de instrumentos formales generalmente formulados desde el Estado. Las instituciones ordenan a la sociedad y la actividad de sus integrantes. En casos de intereses contrapuestos, las instituciones dictaminen quien gana y quien pierde y también, el costo que debe pagar quien eluda los compromisos formales. Todas las organizaciones y los individuos de una sociedad están sujetas a las normas que emanan de las instituciones.
Sin instituciones formales y socialmente reconocidas, la vida social sería una lucha constante de todos contra todos, en la que los fuertes podrían imponerse una y otra vez sobre los más débiles aprovechándose de la falta de reglamentación.
Las instituciones no son naturales, inmodificables ni creadas por una entidad religiosa abstracta. Son la resultante de la disputa por el poder en una sociedad determinada. En definitiva, a la vez que ordenan y evitan la “ley de la selva”, también benefician más a unos que a otros. Las leyes son el resultado de una lucha de distintos grupos por imponerse y volcar en el texto final sus intereses propios y sus visiones.
Pero, más allá de que la ley beneficie más a unos que a otros, los ciudadanos deben reconocer que es un instrumento necesario, imparcial y admitir su poder, aun cuando no los favorezca inmediatamente.
Estado de naturaleza, misma respuesta que la 12
La lucha por el dominio del poder en una sociedad es, por un parte histórica, y por otra, es coyuntural:
En el marco de los conflictos de intereses, las instituciones ordenan, regulan y clasifican y determinan lo que se puede hacer y lo que no. Además, establecen como hacerlo y prevén la sanción a quienes no cumplan con lo establecido
La lógica de las sociedades modernas es que todos deben obedecer a lo que las instituciones dictaminan a pesar de que las reglas del juego no puedan beneficiar a todos los ciudadanos por igual.
Para constituirse como tales, las instituciones deben surgir del Estado y ser reconocidas, aceptadas y regularmente obedecidas por los diversos ciudadanos y actores sociales. Es así, que no cualquier norma, por más formal que sea, es por eso una institución. Mientras que las decisiones que toman las instituciones están respaldadas por el Estado, lo cual fortalece su rol estructurador y ordenador de las relaciones sociales, por el otro lado, para que sean eficientes, las regulaciones legales que rigen la vida de las instituciones no pueden cambiar todos los días, sino que deben mantener cierta permanencia temporal. Deben ser estables en el tiempo para que la sociedad las acepte. Si en una sociedad las instituciones viven en constante cambio, los actores no sabrían a qué atenerse y posiblemente se comenzarían a desarrollar estrategias para eludir el cumplimiento de las normas, debido a que son cambiantes y no previsibles. La previsibilidad entonces, presente o futura, es una de las características que definen a las instituciones, sobre todo a las políticas.
Instituciones formales: están escritas y codificadas en constituciones y leyes. Su incumplimiento conlleva sanciones, públicamente reconocidas.
Instituciones informales: no están escritas en ninguna parte, pero no por ello, son menos conocidas que las que sí lo están, y pueden tener los mismos efectos en la vida de las personas y en la organización de una sociedad que las formales.
Ninguna sociedad es totalmente formal o totalmente informal. En los países Nórdicos por ejemplo, la gente se comporta de manera muy similar a lo que está escrito en sus leyes. Pero en países de Latinoamérica, generalmente los ciudadanos se mueven siguiendo leyes no escritas, y esto sucede frente a la ausencia, la inoperancia y la desconfianza que genera el Estado.
Otro ejemplo de institución informal son los golpes de estado.
El régimen político es el conjunto de reglamentaciones que definen como se accede al poder y cómo se lo ejerce. En función a dichas reglamentaciones, el régimen será democrático o no democrático.
Guía de lectura 2: “El Estado”
La aparición del Estado como actor histórico marca un antes y un después en el desarrollo de las sociedades humanas. Desde su creación, el Estado pasa a ser el poder y quien define las reglas del juego en la sociedad. Y, al mismo tiempo, va generando diferenciaciones entre los habitantes de esa sociedad.
El Estado es una CREACION HUMANA.
Antes de su aparición, los humanos Vivian en lo que los contractualistas denominan “el estado de naturaleza”. Esto significa que no había leyes que organizaran la vida humana y el más fuerte se imponía una y otra vez sobre el más débil. Se regían por la fuerza y la venganza personal. La justicia privada era la norma, cada uno la aplicaba con su propio criterio. El Estado es el que impone las leyes y el que las hace cumplir. Si no hay Estado, entonces las sociedades se regulan internamente por la aplicación de fuerza entre las mismas personas.
Tomas Hobbes fue uno de los primeros que realiza la tarea de definir al Estado y afirma que éste habría surgido a través de una especie de ACUERDO efectuado entre todos los habitantes de un territorio para organizarse. Antes de esto, posiblemente un líder o guerrero carismático imponía sus deseos sin limitaciones, y llego un momento en el que las personas se dieron cuenta de que un Estado les daría más poder y seguridad. Les permitiría organizar la defensa y regulas las relaciones entre las personas reduciendo la violencia sin control, además, hacia más eficiente la agricultura y la ganadería. Mediante este acuerdo, los miembros de aquel territorio, renunciaban a imponer sus intereses individuales, a favor de una nueva estructura, el Estado, que servía para defenderlos de todos los otros grupos rivales.
El sociólogo alemán Max Weber define al Estado de la siguiente forma: “es aquella comunidad humana que, dentro de un territorio (el territorio es el elemento decisivo), reclama (con éxito) para sí el monopolio de la violencia física legitima. Lo especifico de nuestro tiempo es que a todas las demás asociaciones e individuos sólo se les concede el derecho a la violencia en la medida que el Estado lo permita. El Estado es la única fuente del “derecho” a la violencia.”
A partir de esto se puede decir que los elementos que definen a un Estado son:
Si dentro del Estado existieran grupos de personas o personas individuales que pudieran ejercer la violencia e imponer sus propias reglas sin el consentimiento del Estado, esto pondría en discusión su propia existencia.
Ahora bien, el Estado, sostiene Weber, como todas las asociaciones políticas que históricamente lo han precedido, es una asociación de dominación de hombre sobre hombres, que se sostiene por medio de la violencia legítima. Para subsistir necesita, por tanto, que los dominados acaten la autoridad que pretenden tener quienes en ese momento dominan.
Weber afirma que el Estado está lejos de ser un espacio igualitario, por el contrario, como se mencionó antes, es el producto de dominación de personas sobre personas. No representa a la totalidad de la sociedad. La sociedad es heterogénea y conflictiva, y eso también repercute en el Estado. Es decir, en él también hay diferencias. Así, siempre algunos grupos poseen el control del Estado, o de alguna parte, pero deben conducirlo sobre toda la sociedad.
Si bien la violencia es un elemento fundamental del Estado para dominar, esto no es suficiente para explicar el predominio del Estado sobre la sociedad. Para ser efectiva, la violencia debe ser aceptada por los ciudadanos, y además, debe ser legal. Por lo tanto, el monopolio de la violencia y de la legitimidad no pueden entenderse de manera separada, son condiciones esenciales de la dominación estatal sugeridas por Weber. La violencia debe tener una explicación que le legitime y una legalidad que la controle, que le de forma y que impida que se desborde.
Por otro lado, una visión crítica del Estado tal cual lo plantea Weber viene del Marxismo. Para Marx, el Estado es clasista, es decir, favorece a una clases, está al servicio de la clase dominante. En el sistema capitalista, esa clases dominante es la burguesía. El Estado es quien posibilita reproducir la dominación a partir de conservar y proteger al sistema capitalista. El Estado, en definitiva, está al servicio de los intereses de la clase dominante y es un instrumento que le permite a esa clase subordinar a las otras en desventaja. La propuesta de acción política del marxismo es la conquista del poder político por parte de la clase trabajadora, la destrucción del Estado burgués y la construcción de un necesario Estado obrero, como paso de la transición hacia el socialismo y finalmente, al comunismo, donde no habría Estado.
Weber también se dedicó a estudiar y observar las sociedades humanas y a la razón por la cual personas obedecen al Estado y llego a la conclusión que los ciudadanos acepan el poder de dominación ejercido por el Estado sobre la base de diferentes motivos. Como producto de su observación propuso una tipología, agrupó los diferentes tipos de dominación bajo conceptos generales, existirían tres tipos de fundamentos de la legitimidad de una dominación:
A Weber le interesaba la idea de racionalización como un elemento explicativo de la civilización occidental. En este proceso, donde el estado se convierte en una maquina racional, también aparece otro de los grandes actores en esta historia que es la burocracia; es decir, quienes llevan adelante día a día la dominación del Estado.
Guía de lectura 3: “El Estado y sus tipos”
Niveles de estatalidad: Estado municipal, Estado provincial, Estado nacional.
El Estado nacional está constituido sobre la idea de nación. Y la idea de nación, actualmente, por lo general, se vincula a un espacio territorial determinado. La idea de nación también, pero menos a menudo, está asociada a la religión o a una etnia determinada. Además, hay Estados que son regionales, es decir, que agrupan a varios países, el ejemplo más clásico es la Unión Europea. También encontramos Estados que contienen más de una nacionalidad, por ejemplo, el Estado español, que alberga comunidades, como la vasca o la catalana, que contienen grupos políticos importantes que aspiran a separarse de España para constituir sus propios Estados nacionales.
Se debe aclarar que a los efectos analíticos, Estado y gobierno son conceptos diferentes:
Tipos de Estados:
El proceso de formación y consolidación del Estado absolutista se ubica a finales del siglo XV y principios del XVI, y se mantiene hasta finales del siglo XVIII. Las transformaciones que permitieron su surgimiento fueron:
Políticas: debilitamiento del poder de los señores feudales con posteridad a las cruzadas
Económicas: expansión del comercio a partir del siglo XIII
Sociales: resurgimiento de las ciudades y aparición de nuevos actores sociales
Culturales: nueva cosmovisión.
El Estado absoluto termino, en gran medida, con el poder de la Iglesia. Las luchas religiosas de los siglos XVI y XVII impulsaron el proceso de centralización política y permitieron a algunos Estados a separarse de Roma y a otros a limitar su poder y construir iglesias nacionales. Este régimen político, está sometido a normas y regulaciones preestablecidas, no es arbitrario, en cuanto el poder del monarca no es ilimitado, es de tipo secular y profano.
El Estado absolutista recompone el orden perdido hacia finales de la Edad Media. En efecto, la aparición de nuevos actores sociales y económicos, el resurgimiento urbano, la expansión del comercio y las consecuencias de las Cruzadas promovieron un fuerte proceso de decadencia de los señores feudales.
El poder político se centralizo en la persona del rey, quien subordino a todos los estamentos del Estado (nobleza, clero y campesinado). Este proceso centralizador fue acompañado por el establecimiento de los límites de los territorios. Y para proteger los territorios se hizo necesaria la creación de un ejército nacional de carácter nacional. También hubo que monopolizar el ejercicio de la justicia en manos del monarca, que en la Edad Media la justicia estaba en manos de los nobles de cada territorio feudal. Los privilegios que con anterioridad poseían los señores feudales (los nobles), se reemplazaron a través de funcionarios y un sistema nacional administrador de impuestos. En suma, el Estado absolutista incorporó a la esfera pública –en manos del rey- funciones y atribuciones que antes se ejercían en otros ámbitos.
En el ámbito económico el Estado absolutista era interventor y proteccionista. En efecto, se basaba en la teoría mercantilista según la cual la riqueza de un Estado es producto del desarrollo del comercio y de la acumulación de oro. Para cumplir sus objetivos, el Estado debía proteger las industrias nacionales de la competencia extranjera, con el fin de importar lo menos posible y aumentar las exportaciones para ganar oro y no gastarlo.
Sin embargo, durante el siglo XVIII nacieron nuevas ideas que cuestionaron al poder de las monarquías. La Revolución Francesa dio origen a la construcción de un orden político diferente y estableció las bases del nuevo orden político burgués que reemplazaría al absolutismo. El liberalismo y sus principales ideas y principios fueron la base de esta nueva etapa en la historia del Estado. El constitucionalismo (la vigencia de la ley como elemento ordenador de la sociedad), el avance científico y el creciente poder económico de la burguesía fueron socavando al sistema absoluto y la organización elemental del absolutismo.
El concepto “liberal” aparece como concepción cuestionadora del poder absoluto predominó desde finales del siglo XV y principios del XVI, hasta finales del siglo XVIII.
Los propulsores del liberalismo lo ven como la filosofía política de la libertad y del progreso intelectual, es una ruptura de cadenas, sobre todo religiosas y sociales, que inmovilizaban el pensamiento en la época medieval y en el absolutismo. El liberalismo clásico representa el respeto por la vida privada y el constitucionalismo.
Dentro del Estado liberal, se incluye el ascenso político de la burguesía, quien desplazó a la nobleza y se constituyó como la nueva clases social dominante (muy vinculada al capitalismo y al comercio).
La formación de este tipo de Estado tiene como antecedentes a la Revolución Inglesa de 1688, que profundizo la primacía del Parlamento sobre la Monarquía. También la Revolución Francesa, en ella se dio por tierra la organización estamental y aristocrática del Antiguo Régimen. Por su parte, el Estado liberal se extendió con fuerza hasta la crisis económica mundial de 1929.
El Estado liberal plantea la defensa de los llamados derechos naturales, inviolables, precontractuales e individuales. El hombre, en su estado natural pre-social, ya posee los derechos a la igualdad, la libertad y a la propiedad. Para preservar estos derechos, los mismos hombre deciden firmar un contrato mediante el cual acuerdan vivir en sociedad y crear el Estado. El Estado nace, y su primera y fundamental obligación es la de la preservación de los derechos naturales.
El Estado liberal profundizó un proceso de secularización social. Por un lado, la Iglesia deja de tener el monopolio de la educación y de la cultura, y por el otro, la legitimidad del gobernante se obtiene en elecciones periódicas, cimentadas en la vigencia de constituciones. Además, se da la separación de poderes, a fin de neutralizar el despotismo. En la esfera económica, el Estado liberal se apoyó en la creencia de las leyes naturales del mercado (autorregulación del mercado, libre competencia) y en la iniciativa individual, que eventualmente traería el mejoramiento del conjunto de la sociedad. El Estado era de carácter no interventor en la esfera económica, un Estado mínimo. En las visiones más extremas de esta postura, al Estado le corresponde nada más que la de vigilar la seguridad exterior y la de la de los individuos, la realización de obras públicas y la enseñanza elemental.
El fascismo es un movimiento político autoritario surgido en Europa en las primeras décadas del siglo XX. Cabe destacar, no es lo mismo el régimen de Mussolini en Italia, que el nacionalsocialismo de Hitler en Alemania, ni que el franquismo español de Franco, pero es posible establecer ciertos rasgos generales comunes que permiten una comprensión general de estos regímenes que se dieron en el siglo XX.
En el caso del Estado Fascista vivido en Italia, la sociedad dominada por el terror y la violencia, y sojuzgada por instrumentos de control social, fue gobernada por un aparato partidario. La propaganda tuvo un importante papel en el desarrollo de estos movimientos tanto como el uso de la fuerza contra quienes se opusieran (tanto en forma legal como ilegal). El Estado fascista se evidenciaba en todas las esferas de la sociedad, el poder del Estado no tenía límites y su control sobre la sociedad era total. A todo esto se le sumaba un fuerte contenido místico, generalmente basado en el líder. El discurso fascista poseía contenidos racistas. Existía un culto al héroe y a la voluntad que termina sosteniendo un ideal militarista y vinculado a la expansión territorial, ya que el héroe se destaca venciendo a los enemigos del extranjero.
Además, existía la llamada “reacción de miedo”, generada por la presencia del comunismo. Se temía que el comunismo llegar a Italia y quitara a los patrones la propiedad de sus fábricas. Para ello, reclamaban un gobierno fuerte y decidido, al mismo tiempo que se generó un rechazo a la democracia liberal, incapaz, desde la perspectiva fascista, de dar soluciones a la realidad imperante.
La rivalidad con los países vecinos fue importante para explicar el auge del fascismo. En el discurso fascista siempre se apuntaba a la presencia de un enemigo externo e interno que se oponía a la grandeza de Italia y al que se debía vencer por la fuerza.
Quienes apoyaban al fascismo consideraban que la democracia no podía poner freno a la revolución social, ni vencer a los países vecinos en una guerra por nuevas tierras. En tal sentido, el partido de Mussolini le hablaba a todos los sectores sociales diciéndoles lo que querían escuchar, y así, fue ganándose su apoyo.
Para el fascismo, solo importaba el Estado y solo daba prioridad al individuo cuando solo si sus intereses eran los mismos que los del Estado. Por eso, el fascismo se oponía al liberalismo clásico (quien reduje el papel del Estado en nombre de los derechos del individuo). La concepción del Estado fascista lo abarca todo, fuera de él no puede existir, y menos aún valer, valores humanos y espirituales. Es así que el fascismo es profundamente antidemocrático y totalitario.
Se desarrolló en Occidente a partir de 1945, con posteridad a la Segunda Guerra Mundial. Se conformó para dar una solución a los efectos económicos y sociales que la contienda bélica había provocado y a los altísimos costos de la reconstrucción. Se buscó una fórmula que permitiera retomar el rumbo del crecimiento y el logro de la estabilidad social, ante el avance del comunismo. Es así que se puede decir que este tipo de Estado es el producto de una toma de conciencia de la incapacidad del Estado liberal de dar respuesta a los desafíos de la posguerra.
El Estado de bienestar es impulsor de políticas tendientes a asegura la vida de la población, desde la cuna a la tumba, para evitar las crisis recurrentes del sistema capitalista. Las instituciones públicas promueven transferencias sociales (seguros de desempleo, pensiones) que mejoran la calidad de vida de los habitantes. Impulsa la prestación de servicios educativos y sanitarios. Esas funciones son acompañadas por una legislación social que protege las condiciones laborales, la prestación de servicios y la calidad de los productos.
El Estado de bienestar promueve un pacto entre los sindicatos, las organizaciones empresariales y el Estado. El movimiento obrero renuncia a cuestionar las relaciones de producción basadas en la propiedad privada a cambio de que el Estado intervenga en el proceso distributivo, a los efectos de asegurar condiciones de vida más igualitarias, seguridad y bienestar, a través de los servicios, pleno empleo y la defensa de una distribución más equitativa de la renta nacional. Se busca la inclusión de las fuerzas del capital y los sindicatos, y para esto, el Estado implementa una fuerte presencia, como árbitro y constructor del consenso entre ambas partes. Y también como mediador entre diferentes clases, busca amortiguar lo mejor posible las tensiones sociales entre los diferentes actores de la sociedad.
Este tipo de Estado se caracteriza por la búsqueda y el mantenimiento de los altos niveles de ocupación, con una fuerte tendencia al pleno empleo. Esto también incluye salarios altos con el propósito de mantener altos niveles de producción.
El Estado además, impulsa la expansión del gasto público, en general, y el gasto social, en particular, transformándose en un manifiesto prestador de servicios tales como educación, salud, previsión social, jubilaciones, etc.
Esto demuestro como el Estado de bienestar es interventor y regulador en la esfera económica. Por eso, grava al rentabilidad de las empresas y de los sectores económicamente dominantes de la sociedad a fin de promover una eficiente distribución de la riqueza dirigida a los sectores de menores recursos. El estado se “asume como empresario” y puede asociarse con el capital privado impulsando la existencia de una economía mixta.
Las consecuencias positivas que trajeron las medidas del Estado benefactor fueron muchas, han generado una verdadera expansión de los derechos sociales y políticos. Se dio un vertiginoso crecimiento de la población en general y de la población activa en particular. Estimuló el aumento del comercio internacional. Se registró un fuerte retroceso del analfabetismo y un significativo aumento en de las matriculas educativas en todos los niveles, pero especialmente en la esfera universitaria. Todo esto acompañado por un verdadero auge de las profesiones.
El ingreso de la mujer al mercado laboral no era ninguna novedad, pero a partir de finales del siglo XIX su número aumento, tanto como el número de mujeres que hicieron su entrada en la enseñanza superior.
En la década del setenta, comenzó a agravarse la crisis económica y se ahondaron los cuestionamientos económicos y políticos del Estado de bienestar, sobre todo por el dinero que gastaba en políticas sociales. La crisis del petróleo en la década del 70, que rápidamente cuadriplicó el valor de este insumo clave, generó una crisis energética y aumento los costos de producción. Para pagar los gastos en energía y también lo gastado en armas, el Estado debía poner cada vez más dinero a expensas del bienestar de la población. Creció demasiado el déficit fiscal, dando lugar a una nueva corriente del pensamiento que, impregnada de economicismo, dará lugar a otro tipo de Estado, el neoliberal.
Guía de lectura 4: “El régimen político. Debates y tipología”
Cuando se habla de régimen, se está haciendo mención a un conjunto de reglas. Cuando se habla de un régimen político, se refiera al conjunto de reglas que regulan el elemento más importante de la política de un país, el poder, o más precisamente, la lucha por el poder.
Se define al régimen político como el conjunto de instituciones que establecen las reglas del juego político (definen quién gana y quien pierde). Este conjunto de instituciones conforma la estructura del régimen y determina cómo se organiza y distribuye el poder en una sociedad.
Al regular la lucha política, las instituciones garantizan las formas que adoptan las conductas sociales. Estas conductas refieren, específicamente, a la lucha por el poder y a las actividades sociales vinculadas a ella. Este conjunto de instituciones organizan la forma en que se eligen los dirigentes políticos. Las instituciones se convierten así, en normas que garantizan la previsibilidad.
Las instituciones son medios para la formación de decisiones políticas. De acuerdo con ellas, se determinan los fines que pueden perseguirse a la hora de establecer un régimen político especifico.
Un régimen democrático se sustenta en normas que garantizan la participación, el pluralismo, el conceso, la libertad, la solidaridad, la igualdad, la tolerancia. Estos elementos pueden variar de acuerdo con el contexto histórico, político y social de cada país, y de acuerdo también, con el grado en que estos valores se hacen presentes.
En contraste, en un régimen autoritario predominan los valores dictatoriales tales como la opresión y la represión. En este tipo de régimen, el nivel de representación y de participación política es relativamente bajo ya que el Estado busca impedir que los ciudadanos participen en asuntos públicos. Entre el Estado y la Sociedad existe una línea divisoria lo suficientemente clara y marcada por la fuerza.
Un régimen puede considerarse totalitario allí donde el pluralismo brilla por su ausencia y donde el poder no se extiende más allá de los pocos integrantes del núcleo gobernante.
De lo dicho anteriormente, se puede decir que existen diferentes tipos de regímenes. Es decir, que existen diferentes alternativas posibles para que las sociedades puedan ordenar la manera en la que se accede al poder y la manera en que se lo ejerce. Si se intenta explicar el proceso político, se debe diferenciar entre las diversas formas que asume el régimen político con respecto a la lucha del poder.
La forma que toma la lucha política es lo que permite diferenciar las principales características de un régimen político. A partir de estas características será posible establecer una tipología que dé cuenta de las diferencias y similitudes entre los regímenes. Para determinar de qué tipo de régimen se trata, un elemento clave es observar la forma en la que se ha accedido o llegado al poder: si se impuso de forma violenta o pacifica, si fue legitima o ilegitima, si se ajustó a lo previsto en la ley o si violó las normas al respecto.
Otro elemento fundamental en la tipología de regímenes políticos es la forma que se ejerce el poder. “La adopción de un régimen implica de por su la elección de determinados valores”, y estos valores serán diferentes según se deriven de distintos tipos de regímenes. Cabe destacar, que, sim embargo, hay veces que se da un desequilibrio entre los valores del régimen por un lado, y los de las personas o grupos, por el otro. En este caso se pueden dar conflictos que podrían, incluso, derivar en la violencia, sobre todo si el Estado no está dispuesto a aceptar valores diferentes a los priorizados desde el poder. Por ejemplo, en el golpe de Estado de 1955 se perseguía a los seguidores de Perón, aquí, el Estado buscaba imponer sus valores a las personas que pensaban diferente a quienes estaban en el poder.
No es lo mismo régimen que gobierno. Por gobierno se entiende el conjunto de las personas que detentan y ejercen el poder, es decir, las personas que definen la orientación política de una determinada sociedad. El gobierno forma parte de un aspecto del Estado. Se puede decir que el gobierno simboliza al estado realizando tareas en su nombre, y por lo tanto, las personas que constituyen el gobierno, son aquellas que detentan del poder estatal.
Puede haber cambios de gobierno sin que haya cambios de régimen, un ejemplo de esto es el paso del gobierno de Raúl Alfonsín al de Menen, o el de Menem al de Fernando de la Rúa. Estos presidentes fueron distintos, pero estaban gobernando bajo un régimen democrático.
Guía de lectura 5 “Los sistemas políticos contemporáneos: de la democracia a la poliarquía”
El concepto de democracia es usado en los escritos académicos con una gran cantidad de significados diferentes a partir de adjetivos o apellidos que acompañan el concepto y desde diferentes perspectivas analíticas. Esto ha llevado a la “proliferación de fórmulas conceptuales alternativas” incluso contradictorias, sobre qué es o debería ser una democracia
En los diversos escritos sobre la democracia, se hace mención a la democracia directa, a la deliberativa, a la social y a la participativa. Todos estos conceptos apuntan a diferentes tipos de democracia que tienen como común denominador, y a veces el único, la realización de elecciones y la participación, en el gobierno, de un amplio sector de la sociedad.
Frente a esta dificultad conceptual y analítica que plantea la utilización del término democracia, el politólogo Robert Dahl se propuso a ordenar y sistematizar el concepto partiendo de una visión minimalista del mismo. Es decir, asumiendo que aquello que define a un régimen como democrático es el hecho de que sus gobernantes lleguen a ocupar el poder a través de elecciones competitivas. Esto llevo a Dahl a plantear un nuevo concepto, que con el correr del tiempo, se fue convirtiendo en un referente clásico en los estudios sobre la democracia y la representación: la poliarquía. Este concepto surge para dar cuenta del modo en que funcionan las sistemas políticos occidentales contemporáneos en la práctica concreta y real. Son “democracias imperfectas”.
Según Dahl, la democracia sería más una idea a perseguir que una realidad concreta. La democracia es un sistema inalcanzable e imposible de adoptar en la práctica, es un orden utópico e ideal al que no puede aspirar la sociedad, pues su realización no está al alcance de la humanidad. La poliarquía seria la democracia realmente existente.
Características de la poliarquía:
Para que se cumplan todas las características que conforman una poliarquía, se requiere la existencia de un marco institucional legal y político que garantice su funcionamiento. Deben existir instituciones que permitan el correcto funcionamiento, y éstas deben regirse por dos fundamentales principios: el de inclusión y el de contestación. El primero, se relaciona con la participación de los ciudadanos en los asuntos públicos y en las decisiones que se toman desde el gobierno (elecciones, organizaciones en asociaciones voluntarias, peticiones al Estado, manifestaciones, audiencias públicas, etc.). El segundo hace referencia a la existencia de competencia política, es decir, a la existencia de un sistema de elecciones competitivas sin que el poder sea ejercido monopólicamente y que haya lugar para la alternancia de partidos y candidatos de gobierno. Los partidos políticos juegan un rol clave: esto se debe observar en el papel de canales entre el ciudadano y el gobierno (inclusión); también se debe entender como la voluntad de colocar a sus candidatos en cargos públicos mediante elecciones (contestación).
La obra de Dahl evidencia su preocupación por analizar y comprender el funcionamiento de los sistemas políticos occidentales contemporáneos al trazar el camino hacia la identificación del “gobierno de muchos”, en contrastación con el utópico “gobierno de todos”. Cuando se refiere a muchos en lugar de todos queda claro que la poliarquía debe garantizar el acceso al poder de quien gana, pero también los derechos de los que pierden.
Guía de lectura 6: “Dictadura: un concepto complejo”
Existen muchas definiciones alrededor del concepto de dictadura, pero en términos generales todas coinciden en que es un gobierno por el cual una persona o un grupo de personas asumen sin límite alguno el control del Estado. Es la forma que adopta el gobierno de un régimen no democrático.
Excluyen cualquier posibilidad de división de poderes del Estado, propios de una república; el poder legislativo es anulado, ya que no hay elecciones y, además, aunque las hubiera, serian fraudulentas o con proscripciones. Nadie puede ponerles límites a la a persona o al grupo que ejerce el poder. En este tipo de gobierno, el Estado está directamente personificado en la figura del dictador. Ni siquiera los jueces pueden actuar independientemente, ya que son designados arbitrariamente, según la voluntad de quien ejerce el poder; mediante esta práctica, los integrantes de la dictadura buscan ganar la impunidad de sus actos.
Los derechos y las garantías constitucionales de los ciudadanos quedan suspendidas o bien, anuladas. Ello implica que el poder que pueden ejercer los gobernantes sobre los gobernados no conoce ninguna restricción. Se suspenden las libertades de expresión, reunión y asociación. Tampoco hay restricciones en cuanto a la duración del régimen.
La coacción pura puede servir inicialmente para mantener el dominio sobre una sociedad, pero al transcurrir el tiempo, se hace necesario algún grado de consenso. Todo gobierno necesita de una legitimidad que complemente el uso de la fuerza a la hora de convencer sobre la necesidad de su dominio sobre una sociedad.
Para lograr esa legitimidad, las dictaduras generalmente se consolidan en el poder apelando a un supuesto interés público. A veces con promesas de recuperar el orden perdido, o de luchar contra una amenaza. En otras ocasiones, para garantizar el bienestar económico o enfrentar una crisis. Las dictaduras prometen representar el bien común y ofrecer soluciones que la democracia no puede dar. Pero esconden una realidad muy diferente, solo buscan atender los intereses de una persona, el líder, o de un grupo particular, y para cumplir sus objetivos, dejan de lado cualquier otra demanda o consideración social.
Este tipo de gobiernos se instaura rompiendo con el orden político anterior. A veces, no solo ignorar o violan la constitución, sino que también la reemplazan. En ocasiones, también puede surgir de un gobierno democrático. Esto ocurre cuando un gobernante electo democráticamente decide hacer un autogolpe de Estado y disolver los restantes poderes o eliminar las garantías institucionales. Por ejemplo, ante la posibilidad de perder el poder por la vía electoral, utiliza los resortes del Estado para no obedecer las leyes y perpetuarse en el mando del gobierno.
Este tipo de gobierno encuentra sus orígenes en la Republica de Roma (509 a.C. a 27 a.C.) como una institución constitucional para ser ejercida en casos excepcionales, en casos de peligro o de amenaza exterior, o cuando, por algún conflicto interno, la situación social se volvía incontrolable; así, el Senado autorizaba a los cónsules la designación de un funcionario que se llamaba dictador. La dictadura se adoptaba en forma de una magistratura, de un cargo o función dentro del Estado, y por un periodo de tiempo determinado (seis meses). A la persona designada a este cargo se le otorgaba un poder absoluto y las decisiones que tomaba eran inapelables. La dictadura se desarrollaba en conformidad con la constitución del Estado, no la violaba, sino que estaba establecido para salvarla frente a una amenaza muy fuerte.
En sus versiones contemporáneas, las dictaduras son muy diferentes: no poseen ningún tipo de control ni está prevista en la legislación, tampoco tiene un plazo para su duración.
Hubo otros usos del termino dictadura, por ejemplo en la teoría marxista, en donde se usa la expresión “dictadura del proletariado” para hacer referencia al gobierno de los trabajadores o proletarios en el marco del triunfo del sistema socialista. Una vez que derroten al sistema capitalista, los proletarios conformarían esta dictadura para consolidar el proceso revolucionario socialista.
Una dictadura puede ser de diferentes tipos, abarcando desde un autoritarismo superficial al totalitarismo más inhumano. En esta última opción, el gobernante tratara de utilizar todo su poder para imponer una ideología determinada o para convertirse a el mismo en un Dios sobre la tierra, con poder de vida o muerte sobre la población. También pueden encontrase dictaduras que buscan imponer una religión determinada o para mantener el poder, o solo para enriquecerse sin darles mayor importancia a las ideas. Incluso pueden encontrarse dictaduras basadas en la existencias de personalidades lindantes a la locura.
Las dictaduras que imperaron en América Latina durante el siglo XX fueron ejercidas generalmente por gobiernos militares que utilizaron el pretexto de encauzar Estados debilitados por gobiernos democráticos ineficientes en materia económica y para luchar contra la subversión (grupos armados, generalmente de izquierda, que planteaban un cambio radical del régimen político). Para “salvar” a la nación de estos grupos izquierdistas armados, los militares realizaron golpes de Estado, apropiándose de este modo, el poder y su uso discrecional. Al no tener ningún tipo de control, cometieron toda suerte de atrocidades, justificando su accionar en la lucha antiguerrillera o anticomunista. Aplicaron terrorismo de Estado indiscriminado, a la vez que trataban de esconder tales hecho ante la opinión pública nacional e internacional.
Guía de lectura 7: “Golpe de Estado: aproximaciones al concepto, definiciones y tipología”
Las distintas definiciones de golpe de Estado pueden variar según el contexto histórico y las implicaciones que estos hechos manifiestan sobre la vida política de un país especifico. Es decir, la suma de la historia (del país y de los protagonistas) y el presente inmediato cuando el golpe ocurre, determinan que cada uno de los golpes tenga características diferentes. El contexto en el que se desarrollan son muy complejos y problemáticos. Por otro lado, los vínculos entre la sociedad y el Estado son siempre difíciles de entender ya que en ellos aparecen múltiples personajes y grupos, con estrategias ambiguas y hasta contradictorias y cambiantes. Y es por esto que es importante no utilizar una ecuación “buenos contra malos”: pensar que los actores, sus intereses y sus acciones, son homogéneas, conduce a analizar erróneamente la realidad y a obtener conclusiones parciales y a menudo incorrectas.
Un golpe de Estado siempre se propone producir una ruptura del régimen existente hasta el momento. Así, el concepto de cambio de régimen político es clave en el análisis de los golpes de Estado. El golpe (la acción de derribar a un gobierno constitucional) es el instrumento que permite conducir y producir ese cambio: Un golpe de estado produce un cambio de régimen político. Por lo general, un golpe conduce un cambio desde un régimen democrático a otro dictatorial, que se impone por la utilización ilegal de la fuerza.
El golpe es una acción que no está prevista en la ley y que interrumpe formas democráticas de elección de autoridades políticas. En Argentina esto ocurrió reiteradamente a través del sistema democrático desde comienzos del XX, sobre todo a partir de la sanción de la Ley Sáenz Peña -1912- que inauguró la etapa de la democracia.
Un golpe de Estado se define así, como una acción inconstitucional y por ello, fuera de la ley. Entonces, sin importar la causa que lo invoque, un golpe es siempre un acto ilegal.
Necesariamente, un golpe de Estado involucra algún tipo o grado de violencia por parte de quienes lo ejecutan: a veces, la presencia de la fuerza es muy visible, otras veces, la violencia es más solapada. Seguramente, estas diferencias tengan que ver con el grado de oposición que los líderes del golpe perciban por parte de la sociedad y de la fortaleza del gobierno que se busca derrocar. Pero, al fin y al cabo, es siempre un hecho violento.
Otro elemento característico de los golpes es que no son realizados exclusivamente por las Fuerzas Armadas. En general, estos golpes fueron liderados y planificados por los militares pero también impulsados por diferentes actores civiles. Y en muchas ocasiones encontraron un fuerte apoyo político y social, y también por partes de ámbitos religiosos, gremiales e incluso, internacionales.
La heterogeneidad de proyectos de los golpistas fue una característica común en la historia de las interrupciones militares en Argentina, y al llegar al poder, los golpistas no podían consolidar un núcleo de poder que los sostuviera en el tiempo. Una característica común de los golpes de Estado en Argentina es que quienes los realizaron solo tenían en común el deseo de expulsar al presidente o al partido político de gobierno y no poseían más acuerdos que éste. Al llegar al poder, comenzaban inevitablemente a dividirse y enfrentarse, muchas veces también, apelando a la violencia entre ellos. Así, poco tiempo después de asumir, los problemas sociales o económicos que habían dado sustento al golpe, recrudecían. Ante la imposibilidad de resolver los problemas que la sociedad les planteaba, los golpistas debían volver a convocar a elecciones y dar paso a una transición a la democracia.
Suele ocurrir que cuando vuelve la democracia, los golpistas vuelven a encontrar un factor común, y otra vez, se unen para conspirar.
Cada golpe posee objetivos y representa intereses determinados que pueden no tener nada que ver con otros golpes anteriores o posteriores, sin embargo, luego de realizar un análisis particular y específico de cada golpe, y luego de haber comparado cada caso, se han encontrado numerosos elementos comunes.
Los aspectos a considerar para caracterizar un golpe de Estado y que permiten distinguirlo de otros son:
Por lo general, las causas que llevan a un golpe de Estado se emparentan con la existencia de una profunda crisis política, institucional o económica de una nación. En este contexto, el gobierno democrático de turno pierde legitimidad ante parte de la ciudadanía. La población, entonces, no cree que el gobierno democrático pueda solucionar los problemas que enfrenta. Por ello, se encuentra en un escenario de alta fragilidad cuando se produce un golpe. En este contexto, el gobierno democrático también pierde el control de las instituciones que monopolizan la fuerza (FF.AA. o la policía). También pierden el apoyo de sectores con poder y que podrían evitar el golpe. Finalmente, los golpistas se aprovechan de ambos factores: una situación de crisis (social o económica) que no puede ser solucionada y la falta de apoyo del gobierno.
Golpe militar |
Las fuerzas armadas toman el poder y son el grupo más importante de la coalición golpista. Las instituciones quedan bajo la órbita militar. Son los jefes militares quienes designan todos los cargos políticos del país. Suprimen el parlamento, la constitución queda relegada y se prohíbe la actividad política en cualquier ámbito. |
Golpe institucional |
Los actores civiles los que organizan el golpe con el objetivo de cambiar el rumbo político del país, a través de la violación y de la falta de reconocimiento de la legalidad constitucional vigente. No participan los militares. |
Autogolpe |
Un mismo gobierno democrático realiza un golpe para quedarse en el poder. Lo que puede originar esto es que se visualiza que no hay posibilidad de ganar las próximas elecciones. El presidente democrático pasa a ser un dictador. Anula el parlamento, la justicia y suspende las garantías constitucionales de la población. |
Golpe de mercado |
Se utilizan al mercado financiero y a la economía como armas (corridas contra la moneda nacional, subidas al dólar, inflación). La desestabilización al gobierno también ocurre en las calles, mediante saqueos y movilizaciones informales de sectores marginados bajo la batuta de grupos políticos que buscan crear una sensación de descontrol y perdida del orden. El descontrol económico y el desorden social produce la perdida de legitimidad del gobierno. Los ciudadanos no confían en que el Estado resuelva la crisis económica y garantice el orden social. Suelen aparecer en la población un temor generalizado por la posible proliferación de hechos de violencia social. |
Durante el XX hubo 6 golpes en Argentina: 1930, 1943, 1955, 1962 y 1976. Hubo una gran cantidad de golpes y cambios de régimen en nuestro país dentro de este periodo. Pero esto no fue igual en toda la región. Otros países atravesaron experiencias autoritarias muy breves o fueron inexistentes, como Colombia, Venezuela, Costa Rica. Otros países como Chile y Uruguay tuvieron golpes que perduraron en el tiempo, pero en un número menor que en Argentina. Brasil y Paraguay transitaron dictaduras muy largas, o por sistemas autoritarios como México.
Los primeros cuatro golpes en Argentina establecieron dictaduras provisionales y luego, los gobiernos que surgieron de ellos, llamaron a elecciones. En los últimos dos golpes, las dictaduras triunfantes intentaron establecer un gobierno a largo plazo.
El primer golpe miliar fue el 6 de septiembre de 1930 y fue liderado por el general Uriburu, quien derroco al presidente democrático Hipólito Yrigoyen de la Unión Cívica Radical. No tuvo apoyo activo de numerosos sectores de las fuerzas armadas, aunque si de la prensa, de la iglesia y los partidos opositores (Perón fue uno de ellos).
Pasado el tiempo, Uriburu fue reconocido como presidente provisional de la Nación por la Corte Suprema. Esto dio origen a la doctrina de facto que sería utilizada para legitimar a todos los demás golpes militares.
La dictadura de Uriburu y sus seguidores usaron la proscripción (prohibición de presentarse a elecciones para algunos opositores) del radicalismo y el control absoluto de los resultados electorales a través del fraude patriótico realizado por las Fuerzas Armadas. Esto dio inicio a lo que se denominó como la “década infame”, un gobierno falsamente democrático y restringido.
El golpe de junio de 1943, tuvo algunas particularidades: derrocó al gobierno de facto anterior; fue el único golpe que tuvo solo intervención militar; no tuvo causas económicas sino que surgió como respuesta a la intención del gobierno fraudulento de Ramón Castillo de romper la neutralidad frente a la Segunda Guerra, volcándose al bando de USA. Contrariamente, lo responsables del golpe admiraban al modelo italiano fascista de Mussolini. Por último, en este gobierno volvió a participar de nuevo Perón, quien llegaría a ser vicepresidente del gobierno militar. Este golpe no tenía intenciones de permanecer en el poder mucho tiempo, fue de carácter transitorio y muy breve. Pero no por esto las disputas internas fueron menos intensas: se desencadenaron dos golpes internos. Fue un golpe inestable con tres dictadores autoproclamados presidentes de forma sucesiva.
El siguiente golpe, 1955, se caracterizó por su antiperonismo y la violencia ejercida contra los seguidores de Perón. Hubo una falta de acuerdo entre quienes formaban la coalición golpista, lo que trajo conflictos internos respecto a la gobernabilidad. El presidente surgido de dicho golpe debió renunciar al poco tiempo de asumir.
El golpe de Estado liberado por Onganía -1966- se propuso conformar un gobierno de largo plazo y con objetivos que buscaban imponer un cambio estructural de la economía y de la sociedad argentina. No lo logró, y además, debió renunciar como consecuencia de un movimiento social que encontró en el llamado “Cordobazo” su momento más simbólico. Desde ese entonces, la violencia política comenzó a ser un dato constante de la realidad política argentina.
El último golpe de Estado -1976- fue el más sangriento de la historia argentina. Se impuso el terrorismo de Estado y se violaron sistemáticamente los derechos humanos. Se produjeron decenas de miles de desaparecidos, muertes, secuestros y exilios.
La derrota de la guerra de Malvinas -1982- y la quiebra económica del país, ocasionaron un desastre de tal magnitud que arrastraron con ellos la idea de que los militares podían servir para algo más allá de gestionar la vida en los cuarteles.
Guía de lectura 8: “Definiendo al populismo”
A la pregunta sobre qué se entiende por populismo pueden seguirles múltiples y variadas respuestas. El uso del término se produce especialmente en contextos políticos, donde suele tener una connotación negativa y al mismo tiempo, se asocia a un rasgo popular o proveniente del pueblo.
Enfoques que relacionan la aparición de los populismos con diferentes causas:
De esta manera, a lo largo de la historia, una gran variedad de líderes y movimientos sociales y políticos fueron denominados como populistas, sin explicar que cuestiones justificaban dicha denominación y dificultando su conceptualización; el concepto presenta una extensa adjetivación la cual torna difusos los límites de su definición y complejiza su estudio, además de una falta de conceso académico respecto de una definición para el término.
Enfoques teóricos que definen al populismo como un término exclusivamente político:
Las posturas negativas respecto del populismo, enfatizan los peligros que encierran para la democracia representativa en el contexto del desencanto de los ciudadanos con la política. Las visiones positivas destacan a los procesos populistas como formas de “resistencia” a la intrusión de agencias estatales y capitalistas, los cuales surgen desde abajo y se apoyan en las tradiciones, las costumbres y las normas éticas del lugar.
Freidenberg postula que el liderazgo populista no se reduce al contexto social en el que se desarrolla, ni al tipo de políticas que impulsa ni al modelo económico que promueve, sino al tipo de relación que se instaura entre el líder y sus seguidores. La definición de populismo se vincula con el accionar de sus líderes, y con las diferencias que plantean con otros tipos de liderazgo. Es un concepto relacionado con un determinado tipo de liderazgo.
Elementos en la definición del populismo:
Los líderes populistas se constituyen como una alternativa concreta que busca cambiar el sistema político, se acusa a actores tradicionales por el estancamiento que sufre el país. La “herencia recibida” se transforma en la excusa para el desarrollo de planes de gobierno sin mecanismo de control. En tanto las instituciones son utilizadas y luego descartadas, en las democracias populistas se agota la capacidad de control se unas instituciones sobre otras, y se tensiona el Estado de Derecho.
El liderazgo populista es el resultado de la relación directa entre el líder político y los seguidores, en la cual no existen intermediarios. Los regímenes populistas se caracterizan por una escasa intervención ciudadana en los asuntos públicos, excepto en lo discursivo, en el cual lo ciudadanos esperan que el líder extraordinario “los salve”. Los seguidores están convencidos, confían en las promesas redistributivas y en la relación clientelar que entablan con el líder, por medio de la cual, estiman, obtendrán mejoras económicas y sociales.
En tanto lideres con un discurso radicalizado, los populistas polarizan la sociedad a partir de la exclusión discursiva de quienes no opinan como ellos. Dividen la sociedad en torno a distintas políticas intermediarias por la cuestión “a favor” o “en contra” del líder. Estos líderes plantean vínculos de suma cero: o se está a favor o se está en contra. No hay términos medios. Dado que la política supone una unión en clave identitaria entre el líder y sus seguidores, los líderes populistas tienen dificultades para integrar a quienes no están de acuerdo con su proyecto político.
El éxito electoral y político de estos líderes se sostiene mediante una coalición plural entre sectores sociales que encuentran en el Estado un lugar donde representar sus intereses. A veces, estos sectores tuenen intereses distintos y hasta antagónicos, por eso, solo el líder tiene la capacidad de unirlos. Por esto, el discurso del líder se basa en la legitimidad mayoritaria, la cual sustenta el desarrollo de sus proyectos de cambio y justifica sus acciones. Así, en los gobiernos populistas, las decisiones de gobierno no aceptan criticas ni reparos, ya que, supuestamente, atienden a la voluntad e intereses de la mayoría.
Las supuestas cualidades extraordinarias de estos líderes, así como su forma carismática, personalista y paternalista de ejercer el poder, facilitan un escenario de seguidores convencidos de sus características únicas y confiados en que su capacidad sostendrá sus métodos redistributivos. Resulta difícil encontrar a alguien que reemplace al líder y mantenga sus características personales y capacidades. Por esta razón, los líderes populistas tienden a perpetuarse en el poder, o a mantenerlo a través de personas de su estricta confianza.
Estas cinco cualidades de liderazgo populista se vinculan al régimen político y a la calidad democrática de un país. En los países latinoamericanos en los que se identificaron este tipo de líderes, éstos realizaron un fuerte cuestionamiento del orden constitucional establecido, siempre bajo la dialéctica amigo/enemigo y el rechazo a los límites a su poder.
El líder populista tiende a construir su poder sobre bases no reguladas, sin intermediación de las instituciones, ni de los partidos políticos. De esta forma, los defensores del populismo se muestran como defensores del pueblo en su conjunto, al que deben defender de posibles ataques internos o externos.
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