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SEMINARIO 4: LA DIALÉCTICA DE LA FRUSTRACIÓN (MADRE
SIMBÓLICA-FRUSTRACIÓN-REAL)
El problema del objeto.
El abordaje del objeto sexual presenta una dificultad de orden interno. cita
significativa sobre el objeto: la propia noción de relación de objeto no es
en absoluto destacada, ni cultivada, ni ocupa el primer plano de la
cuestión. “Freud—El objeto de la pulsión es
Aquel a través del cual el instinto puede alcanzar su objetivo. Es lo más variable que tiene el instinto,” Se trata de su satisfacción en la medida en que, la meta llegue a su propio
Apaciguamiento (que la pulsión quede satisfecha).
Articular la concepción del objeto:
la noción del objeto es siempre la de un objeto vuelto a encontrarse a
partir de una determinación primitiva, de tal forma que la recuperación, el reencuentro, nunca es satisfactorio. relación
entre el objeto y la frustración:Introduce la cuestión de lo real, se habla
de satisfacción, de gratificación, beneficios adaptados, adecuados, a cada
una de las etapas del desarrollo del joven sujeto, cuya saturación más o
menos completa o, por el contrario, su carencia se considera un elemento
esencial. Se trata de condiciones reales.
¿Qué hay de la castración?
La castración está vinculada con un orden simbólico (objeto imaginario: el
falo).
La frustración:La frustración, no es la negación de un objeto de
satisfacción en el sentido puro y simple. Satisfacción quiere decir
satisfacción de una necesidad, no tengo necesidad de insistir en este
punto.
La noción de frustración, es remitida a la primera edad de la vida
(traumas, fijaciones, impresiones, provenientes de experiencias
preedípicas). Modela la experiencia del sujeto y prepara ciertas
inflexiones que decidirán la vertiente hacia la que el complejo habrá de
inclinarse (dirección que podrá ser atípica o heterotípica). La
frustración: conjunto de impresiones reales, vividas por el sujeto en un
período del desarrollo en el que su relación con el objeto real se centra
habitualmente en la imago del seno materno, en relación con la
cual se formarán en él las primeras vertientes y se inscribirán sus
primeras fijaciones (Estamos pues ante un sujeto que se encuentra en una
posición de deseo con respecto al seno como objeto real).
La frustración es el centro cuando se trata de situar las relaciones
primitivas del niño.
Hay desde el origen en la frustración dos vertientes:
-objeto real: un objeto puede empezar a ejercer su influencia en las
relaciones del sujeto mucho antes de que haya sido percibido como objeto.
Sólo en función de una periodicidad en la que pueden aparecer agujeros y
carencias, podrá establecerse cierta forma de relación del sujeto que no
requiere en absoluto admitir distinción de un yo y un no yo. (por ejemplo
en la posición autoerótica, en la que no hay constitución del otro).
El agente (En este caso, el agente es la madre)
La madre es algo distinto que el objeto primitivo. Aparece a partir de esos
primeros juegos, juegos que consisten en tomar un objeto indiferente en sí
mismo y sin ninguna clase de valor biológico (Fort-Da).
Este par presencia-ausencia, está vinculada a la primera constitución del
agente de la frustración, que en el origen es la madre. Podemos escribir
como S(M) el símbolo de la frustración.
La presencia-ausencia
está, articulada en el registro de la llamada. La llamada al objeto materno
se produce cuando se halla ausente—y cuando está presente, es rechazado, en
el mismo registro que la llamada, o sea mediante una vocalización.
Esta escansión de la llamada nos da un esbozo del orden simbólico, también
ofrecerá precisamente al sujeto la posibilidad de establecer una relación
con un objeto real, es decir, ofrece al sujeto la posibilidad de conectar
la relación real con una relación simbólica.
¿Qué ocurre si la madre, ya no responde a la llamada del sujeto?
Cae. Si antes estaba inscrita en la estructuración simbólica que hacía de
ella un objeto presente-ausente en función de la llamada, ahora se
convierte en real (la ausencia es real y no simbólica), esto, es el esbozo
de la estructuración de toda la realidad en lo sucesivo.
Correlativamente, se produce un vuelco en la posición del objeto. En cuanto
la madre se convierte en una potencia y como tal en real, de ella depende
el niño para su acceso a los objetos.
Estos objetos, que hasta entonces eran pura y simplemente objetos de
satisfacción, se convierten en objetos de don (símbolo de amor de la
madre). Entonces, pueden entrar en la connotación presencia-ausencia, como
dependientes de ese objeto real que de ahora en adelante es la potencia
materna. Los objetos reales (literalmente), se pueden tomar, poseer.
La noción de no yo, se introduce por la imagen del otro o por lo que se
puede poseer, entonces, los objetos que el niño quiere conservar junto a
él, ya sonla marca del valor de esa potencia (la madre) que puede no
responder.
Entonces, la madre se ha convertido en real y el objeto en simbólico. El
objeto vale como testimonio del don proveniente de la potencia materna. El
objeto tiene desde ese momento dos órdenes de propiedades de satisfacción:
satisface una necesidad, pero también simboliza una potencia favorable.
Para Lacan, la madre es omnipotente, no el niño. En este momento, en el
cual la madre pasa a la realidad, puede dar cualquier cosa. Lo que afecta a
la omnipotencia materna son las carencias y las decepciones.
(Para Freud, diremos que el niño, como real, ocupa para la madre la
función simbólica de su necesidad imaginaria).
¿En qué momento puede el niño darse cuenta de que lo amado no es él sino
cierta imagen?
Cuando el niño capta la diferencia de los sexos, el tener noción de que a
la madre le falta ese falo, que ella misma es deseante, será para el sujeto
lo más decisivo.
El niño capta en el esta imagen fálica, y desde ahí, interviene lo que es
propiamente la relación narcisista.
Clase 11: El falo y la madre insaciable.
La frustración de una necesidad acarrea modificaciones diversas, más o
menos soportables para el organismo, pero no engendra el mantenimiento del
deseo. O el individuo sucumbe, o el deseo se modifica, o declina. No se
impone ninguna coherencia entre la frustración y la permanencia del deseo,
o su insistencia,
La frustración—y no cualquier frustración, sino la utilizable en nuestra
dialéctica (relación primitiva del niño con su madre) —sólo es concebible
como la negación de un don, en la medida en que el don es símbolo del amor.
El carácter fundamental de la relación de amor, no supone estar frente a un
objeto, sino frente a un ser. El niño no distingue por ejemplo, el amor y
el deseo. Quiere decir que de entrada se encuentra sumergido en un orden
simbólico. Ocurren algunas cosas que sólo son concebibles si el orden
simbólico está ya presente.
El don implica todo el ciclo del intercambio en el que se introduce el
sujeto. EL don surge más allá de la relación objetal, supone todo el orden
del intercambio en el que ya ha entrado el niño. No hay don que no esté
constituido por el acto que previamente lo había anulado o revocado. Sobre
este fondo, como signo de amor, primero anulado para reaparecer luego como
pura presencia, el don se da o no se da al llamar.
Hablo de la llamada porque éste es el primer plano, el primer tiempo, de la
palabra.
Les decía que la llamada es esencial en la palabra. La llamada no puede
sostenerse ya aisladamente (como lo demuestra la imagen freudiana del niño
con su Fort-Da). La llamada exige enfrentarse con su opuesto. Llamar lo
localiza. Si la llamada es fundamental, fundadora en el orden simbólico, es
en la medida en que lo reclamado puede ser rehusado.
El don se manifiesta al llamar. La llamada se hace oír cuando el objeto no
está. Cuando está, el objeto se manifiesta como signo del don.
Toda satisfacción implica la frustración.
La satisfacción aquí no es más que sucedáneo, compensación (el niño aplasta
lo que tiene de decepcionante el juego simbólico mediante la incautación
oral del objeto real de satisfacción, en este caso el pecho) Lo que lo
adormece de esta satisfacción es precisamente su decepción, su frustración,
el rechazo que puede haber experimentado.
La dolorosa dialéctica del objeto, a la vez presente y siempre ausente, en
la que el niño se ejercita, es en el fondo, de la relación del sujeto, con
el par presencia-ausencia, relación con la presencia sobre fondo de
ausencia, con la ausencia como constitutiva de la presencia. EL niño
aplasta con la satisfacción la insatisfacción fundamental de esta relación.
Despista con la incautación oral. Ahoga lo que resulta de la relación
fundamentalmente simbólica.
¿Qué ocurre en el momento en que interviene la satisfacción de la necesidad
y sustituye a la satisfacción simbólica?
La satisfacción de la necesidad sufre una transformación. ¿Cual? el objeto
real adquiere entonces el valor de símbolo, podría decirles que, se ha
convertido en símbolo o casi, pero sólo sería un puro y simple juego de
manos. Lo que adquiere carácter y valor simbólico , es la actividad, el modo de aprehensión, que deja al
niño en posesión del objeto.
(PULSIONES)
Así, la oralidad se convierte en lo que es. Como forma instintiva del
hombre, es portadora de una libido conservadora del cuerpo propio, pero no
es sólo esto. ¿Es libido de la conservación o libido sexual? Por supuesto,
aspira a la conservación del individuo, pero precisamente, como ha entrado
en la dialéctica de la sustitución de la exigencia de amor por la
satisfacción, es en verdad una actividad erotizada. Es libido en el sentido
propio, y libido sexual.
¿Qué ocurre si el niño no mama del pecho de su madre, sino que es
alimentado con biberón? Precisamente a esta objeción responde lo que acabo
de estructurarles. En cuanto entra en la dialéctica de la frustración el
objeto real no es en sí mismo indiferente, pero no tiene ninguna necesidad
de ser específico. Aunque no sea el pecho de la madre, no por ello perderá
nada del lugar que le corresponde en la dialéctica sexual, cuyo resultado
es la erotización de la zona oral. Lo que desempeña aquí el papel esencial
no es el objeto, sino el hecho de que la actividad ha adquirido una función
erotizada en el plano del deseo, el cual se ordena en el orden simbólico.
Puede que jugando este papel no haya ningún objeto real en absoluto. Se
trata únicamente de lo que da lugar a una satisfacción sustitutiva de la
saturación simbólica. Sólo esto puede explicar la verdadera función de un
síntoma como el de la anorexia mental.
La anorexia mental no es un no comer, sino un no comer nada. Insisto—eso
significa comer nada. Nada, es precisamente algo que existe en el plano
simbólico, el niño come nada, algo muy distinto que una negación de la
actividad. La madre de quien depende, hace uso de esa ausencia. Gracias a
esta nada, consigue que ella dependa de él.
Cuando se introduce en lo real el vuelco simbólico de la actividad
sustitutiva, la madre, hasta ese momento sujeto de la exigencia simbólica,
simplemente el lugar donde podía manifestarse la presencia o la ausencia,
se convierte en un ser real. En efecto, como la madre puede rehusar
eternamente, lo puede literalmente todo.
Se presenta de entrada como la omnipotencia del ser real de quien depende,
de forma absoluta y sin recurso posible, el don o el no don.Les estoy
diciendo que la madre es primordialmente omnipotente (pero no contiene
todo).
¿Cómo es posible que todos los objetos fantasmáticos primitivos se
encuentren reunidos en el inmenso continente del cuerpo materno?
sólo es posible a través de una proyección retroactiva de toda la gama de
objetos imaginarios en el seno del cuerpo materno. Sí que están ahí es
porque la madre constituye un campo virtual de nadificación simbólica, que
dará a todos los objetos venideros, cada uno en su momento, todo su valor
simbólico.En este punto, el niño se encuentra frente a la omnipotencia
materno.
(ESTADIO DEL ESPEJO Y AGRESIVIDAD)
Para que la omnipotencia real engendre en el sujeto un estado depresivo, es
necesario además que pueda reflexionar sobre sí mismo y sobre el contraste
de su impotencia. La experiencia clínica permite situar este punto
alrededor de ese sexto mes, cuando se produce el fenómeno del estadio del
espejo.
Como yo mismo enseñé, cuando el sujeto capta la totalidad de su propio
cuerpo en su reflexión especular, experimenta más bien un sentimiento de
triunfo. A esto, que es una reconstrucción, no le falta confirmación en la
experiencia, y el carácter jubiloso de este encuentro es indudable. Pero
conviene no confundir aquí dos cosas.
Por una parte, está la experiencia del dominio, que dará a la relación del
niño con su propio, que quedará siempre ahí. Por otra parte, está el
encuentro con la realidad del amo. Como la forma del dominio la obtiene el
sujeto bajo la forma de una totalidad alienada de sí mismo, pero vinculada
con él y dependiente de él, hay júbilo, pero es muy distinto cuando, una
vez recibida ya esta forma, se encuentra con la realidad del amo. Así, el
momento de su triunfo es también el heraldo de su derrota. Cuando se
encuentra en presencia de esa totalidad bajo la forma del cuerpo materno,
se ve obligado a constatar que ella no le obedece. Cuando entra en juego la
estructura especular refleja del estadio del espejo, la omnipotencia
materna sólo se refleja entonces en posición netamente depresiva, y
entonces hay en el niño sentimiento de impotencia.
(ej: anorexia mental) , La experiencia nos muestra, y con razón, que la
resistencia a la omnipotencia no se elabora en el plano de la acción bajo
la forma del negativismo, sino en el del objeto, que se nos ha revelado
bajo el signo de la nada. Con este objeto anulado, en cuanto simbólico, el
niño pone trabas a su dependencia, y precisamente alimentándose de nada.
Aquí invierte su relación de dependencia, haciéndose por este medio, él,
que depende de esa omnipotencia ávida de hacerle vivir, su amo. Así es ella
quien depende por su deseo, ella quien está a su merced, a merced de las
manifestaciones de su capricho, a merced de su omnipotencia, la de él.
La intencionalidad de amor constituye muy precozmente, antes de cualquier
más allá del objeto, una estructuración fundamentalmente
simbólica,imposible de concebir sin plantear que el propio orden simbólico
esta ya instituido y presente.
(FORD-DA)
Tal vez debiéramos recordar, que la teoría de la comunicación existe. Así,
nos recuerda que cuando un niño grita, se produce una situación total que
incluye a la madre, al grito, al niño. En consecuencia, estamos en plena
teoría de la comunicación—el niño grita y la madre recibe su grito como una
señal, una señal de la necesidad. Si partimos de ahí, tal vez
consiguieramos reorganizar nuestra experiencia.
Se trata del grito en la medida en que reclama una respuesta, que llama,
diría yo, sobre un fondo de respuesta. EL grito se produce en un estado de
cosas en el cual no sólo el lenguaje ya está instituido para el niño, sino
que este nada en un medio de lenguaje y se apodera de sus primeras migajas,
las articula, como par de alternancia.
EL Fort-Da es aquí esencial. EL grito que tenemos en cuenta en la
frustración se inserta en un mundo sincrónico de gritos organizado como
sistema simbólico. Los gritos están ya virtualmente organizados en un
sistema simbólico.
No hay más que ver la necesidad esencial que tiene el niño de recibir esos
gritos modelados y articulados llamados palabras, así como su interés por
el propio sistema del lenguaje. EL don tipo es precisamente el don de la
palabra, porque en efecto el don es aquí, por así decirlo, igual en su
principio. Desde el origen, el niño se nutre de palabras tanto como de pan,
y muere por ellas.
(ESTADIO DEL ESPEJO)
En efecto, todas las relaciones con el cuerpo propio establecidas a través
de la relación especular, todas las pertenencias del cuerpo, entran en
juego y quedan transformadas por su advenimiento al significante. Que los
excrementos se conviertan, en objeto preferente del don no ha de
sorprendernos, ya que evidentemente es en el material a su disposición en
relación con su cuerpo donde el niño puede encontrar lo real adecuado para
alimentar lo simbólico.
(SEPULTAMIENTO DEL COMPLEJO DE EDIPO)
Ahora se trata de ver cómo, en la dialéctica de la frustración, se
introduce el falo.
Es un hecho. Si no descubriéramos en los fenómenos el predominio, la
preeminencia del falo en toda la dialéctica imaginaria que preside las
aventuras, los avatares y también los fracasos y los desfallecimientos del
desarrollo genital, no habría ningún problema, en efecto.
Como advierte Freud, si según él, a la mujer le cuesta mucho más que al
chico hacer entrar la realidad de lo que ocurre del lado del útero o la
vagina en una dialéctica del deseo que le resulte satisfactoria, es en
efecto porque ha de pasar por algo con lo que tiene una relación
completamente distinta que el hombre, algo que le falta, es decir el falo.
Pero la razón que explica porque es así, nunca debe deducirse de nada
originado en una disposición fisiológica cualquiera. Hay que partir de la
existencia de un falo imaginario.
EL falo imaginario es el eje de toda una serie de hechos que exigen
postularlo.
A la madre le falta el falo, que precisamente porque le falta, desea, y que
sólo puede estar satisfecha en la medida en que algo se lo proporciona.
Tal vez ya estamos algo preparados para admitir que la falta es aquí el
principal deseo, si admitimos que esta es igualmente la característica del
orden simbólico.
Si la situación se presenta así es porque el falo imaginario desempeña un
papel significante de primer orden. El significante no lo va inventando
cada sujeto deacuerdo con su sexo o sus disposiciones. EL significante
existe. Es indudable que el papel del falo como significante es subyacente.
Al fin y al cabo, ya sabemos que esa falta de la que hablamos en la mujer
no es una falta real. Todos sabemos que ellas pueden tener algún falo, los
tienen y además los producen, hacen niños, hacen falóforos.
(COMPLEJO DE CASTRACION)
En la pretendida exigencia de la madre fálica, ¿qué papel desempeña el
falo?
En un artículo sobre el complejo de castración en las mujeres, nos da un
ejemplo de una pequeña de dos años que se dirige al armario de los cigarros
después de la comida. EL primero se lo da a papá, el segundo a mamá, que no
fuma, y se mete el tercero entre las piernas.
El tercer gesto de la niña indica que ese objeto simbólico le falta. Lo que
manifiesta así es la falta. Pero de la misma forma, se lo da también en
primer lugar a aquel a quien no le falta, señalando claramente en que puede
ella desearlo, a saber, como demuestra la experiencia, para satisfacer a
aquella a quien le falta.
Verán que para la niña no se trata tan sólo de que le falte el falo a ella,
sino de dárselo a su madre, o de darle un equivalente, como si fuera un
niño.
Es una idea mucho más simple que todo lo que les proponen habitualmente. Se
trata del falo y de saber cómo capta el niño, de forma más o menos
consciente, que a su omnipotente madre le falta fundamentalmente algo, y la
cuestión es porque vía le dará ese objeto que le falta y que a él mismo le
falta siempre. No lo olvidemos, en efecto, el falo del niño no es mucho más
valeroso que el de la niña.
(NARCISISMO)
Hay que tener presente la importancia de este descubrimiento que el niño
hace sobre sí mismo, para comprender el valor exacto de sus tentativas de
seducción ante la madre, de las que tanto se habla. Están profundamente
marcadas por el conflicto narcisista. En esta ocasión se producen siempre
las primeras lesiones narcisistas. A fin de cuentas, mucho más que de la
simple pulsión o agresión sexual, el hecho es que el niño quiere hacer
creer que es un macho o un portador del falo, cuando sólo lo es a medias.
En todo el periodo preedipíco, el falo es fundamental como significante,
fundamental en ese imaginario de la madre que se trata de alcanzar, porque
el yo del niño se apoya en la omnipotencia de la madre.
La etapa crucial se sitúa justo antes del Edipo, entre la relación primera
de la frustración primitiva, y el Edipo. En esta etapa, el niño se
introduce en la dialéctica intersubjetiva del señuelo. Para satisfacer lo
que no puede ser satisfecho, a saber, el deseo de la madre, que es
insaciable, el niño, por la vía que sea, toma el camino de hacerse el mismo
objeto falaz. Este deseo que no puede ser saciado, es cuestión de
engañarlo. Porque el niño le muestra a la madre algo que él no es.
Al hacerse objeto para engañar, el niño se compromete con respecto al otro
en una posición en la cual la relación intersubjetiva está enteramente
constituida.
El sujeto supone en el otro el deseo. Lo que se trata de satisfacer es un
deseo en segundo grado, y como es un deseo que no puede ser satisfecho,
sólo se le puede engañar.
Esa madre insaciable, insatisfecha, a cuyo alrededor se construye toda la
ascensión del niño por el camino del narcisismo, es alguien real, ella está
ahí, y como todos los seres insaciables, busca qué devorar.
He aquí el gran peligro que nos revelan sus fantasmas, ser devorado. Lo
encontramos en el origen y lo encontramos nuevamente en este rodeo, y
proporciona la forma esencial bajo la cual se presenta la fobia.
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