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La significación del falo [1958] - Jacques Lacan
Es sabido que el complejo de castración inconsciente tiene una función de
nudo.
1ro. en la estructuración dinámica de los síntomas en el sentido analítico
del término, queremos decir de lo que es analizable en las neurosis, las
perversiones y las psicosis;
2do. en una regulación del desarrollo que da su ratio a este primer papel:
a saber la instalación en el sujeto de una posición inconsciente sin la
cual no podría identificarse con el tipo ideal de su sexo, ni siquiera
responder sin graves vicisitudes a las necesidades de su partenaire en la
relación sexual e incluso acoger con justeza las del niño que es procreado
en ellas.
Antinomia interna a la asunción por el hombre de su sexo:
¿por qué no debe asumir sus atributos sino a través de una amenaza, incluso
bajo el aspecto de una privación?. Freud llegó hasta sugerir un desarreglo
no contingente, sino esencial de la sexualidad humana y que uno de sus
últimos artículos se refiere a la irreductibilidad a todo análisis
¿Cuál es el nexo del asesinato del padre con el pacto de la ley primordial,
si está incluido en él que la castración sea el castigo del incesto?
Sólo sobre la base de los hechos clínicos puede ser fecunda la discusión.
Estos demuestran una relación del sujeto con el falo que se establece
independientemente de la diferencia anatómica de los sexos y que es por
ello de una interpretación especialmente espinosa en la mujer y con
relación a la mujer, concretamente en los cuatro capítulos siguientes:
1o. de por qué la niña se considera a sí misma, aunque fuese por un
momento, como castrada, en cuanto que ese término quiere decir: privada de
falo, y por la operación de alguien, el cual es en primer lugar su madre,
punto importante, y después su padre, pero de una manera tal que es preciso
reconocer allí una transferencia en el sentido analítico del término;
2o. de por qué más primordialmente, en los dos sexos, la madre es
considerada como provista de falo, como madre fálica;
3o. de por qué correlativamente la significación de la castración no toma
de hecho su alcance eficiente en cuanto a la formación de los síntomas sino
a partir de su descubrimiento como castración de la madre;
4o. estos tres problemas culminan en la cuestión de la razón, en el
desarrollo, de la fase fálica. Freud especifica bajo este término la
primera maduración genital: por una parte se caracteriza por la dominación
imaginaria del atributo fálico, y por el goce masturbatorio, y por otra
parte localiza este goce en la mujer en el clítoris, promovido así a la
función del falo, y que parece excluir así en los dos sexos, hasta la
terminación de esta fase, es decir hasta la declinación del Edipo, toda
localización instintual de la vagina como lugar de la penetración genital.
Ciertos autores se vieron arrastrados a considerar la fase fálica como
efecto de una represión, y la función que toma en ella el objeto fálico
como un síntoma. La dificultad empieza cuando se trata de saber qué
síntoma: fobia, dice uno, perversión, dice otro, y a veces el mismo. No es
que no se presenten interesantes trasmutaciones del objeto de una fobia en
fetiche, pero precisamente si son interesantes es por la diferencia de su
lugar en la estructura.
Planteando muy justamente el problema de la relación de la castración con
el deseo, hace patente en ello su incapacidad para reconocer lo que sin
embargo rodea de tan cerca, que el término que dentro de poco nos dará su
clave parece surgir de su falta misma.
Nos hemos visto conducidos a ciertos resultados: en primer lugar, a
promover como necesaria para toda articulación del fenómeno analítico la
noción de significante, en cuanto se opone a la de significado en el
análisis lingüístico moderno. De ésta Freud no podía tener conocimiento,
puesto que nació más tarde, pero pretendemos que el descubrimiento de Freud
toma su relieve precisamente por haber debido anticipar sus fórmulas,
partiendo de un dominio donde no podía esperarse que se reconociese su
reinado. Inversamente, es el descubrimiento de Freud el que da a la
oposición del significante y el significado el alcance efectivo en que
conviene entenderlo: a saber que el significante tiene función activa en la
determinación de los efectos en que lo significable aparece como sufriendo
su marca, convirtiéndose por medio de esa pasión en el significado.
Esta pasión del significante se convierte entonces en una dimensión nueva
de la condición humana, en cuanto que no es únicamente el hombre quien
habla, sino que en el hombre y por el hombre "ello" habla, y su naturaleza
resulta tejida por efectos donde se encuentra la estructura del lenguaje
del cual él se convierte en la materia, y por eso resuena en él, más allá
de todo lo que pudo concebir la psicología de las ideas.
Se trata de encontrar en las leyes que rigen ese otro escenario (eine
andere Schauplatz) que Freud, a propósito de los sueños, designa como el
del inconsciente, los efectos que se descubren al nivel de la cadena de
elementos materialmente inestables que constituye el lenguaje: efectos
determinados por el doble juego de la combinación y de la sustitución en el
significante, según las dos vertientes generadoras del significado que
constituyen la metonimia y la metáfora.
"Ello" habla en el Otro, decimos, designando por el Otro el lugar mismo que
evoca el recurso a la palabra en toda relación en la que interviene. Si
"ello" habla en el Otro, ya sea que el sujeto lo escuche o no con su oreja,
es qué es allí donde el sujeto, por una anterioridad lógica a todo
despertar del significado, encuentra su Iugar significante. El
descubrimiento de lo que articula en ese lugar, es decir en el
inconsciente, nos permite captar al precio de qué división se ha
constituido así.
El falo aquí se esclarece por su función. El falo en la doctrina freudiana
no es una fantasía, si hay que entender por ello un efecto imaginario. No
es tampoco como tal un objeto en la medida en que ese término tiende a
apreciar la realidad interesada en una relación. Menos aún es el órgano,
pene o clítoris, que simboliza. Y no sin razón tomó Freud su referencia del
simulacro que era para los antiguos.
Pues el falo es un significante, un significante cuya función, en la
economía intrasubjetiva del análisis, levanta tal vez el velo de la que
tenía en los misterios. Pues es el significante destinado a designar en su
conjunto los efectos del significado, en cuanto el significante los
condiciona por su presencia de significante.
Los efectos de esa presencia. Son en primer lugar los de una desviación de
las necesidades del hombre por el hecho de que habla, en el sentido de que
en la medida en que sus necesidades están sujetas a la demanda, retornan a
él enajenadas. Esto no es el efecto de su dependencia real, sino de la
conformación significante como tal y del hecho de que su mensaje es emitido
desde el lugar del Otro.
Lo que se encuentra así enajenado en las necesidades constituye una
Urverdrängung por no poder, por hipótesis, articularse en la demanda pero
que aparece en un retoño, que es lo que se presenta en el hombre como el
deseo
La demanda en sí se refiere a otra cosa que a las satisfacciones que
reclama. Es demanda de una presencia o de una ausencia. Cosa que manifiesta
la relación primordial con la madre, por estar preñada de ese Otro que ha
de situarse más acá de las necesidades que puede colmar. Lo constituye ya
como provisto del "privilegio" de satisfacer las necesidades, es decir del
poder de privarlas de lo único con que se satisfacen. Ese privilegio del
Otro dibuja así la forma radical del don de lo que no tiene, o sea lo que
se llama su amor.
Es así como la demanda anula la particularidad de todo lo que puede ser
concedido trasmutándolo en prueba de amor, y las satisfacciones incluso que
obtiene para la necesidad se rebajan a no ser ya sino el aplastamiento de
la demanda de amor.
El deseo sustituye la condición "absoluta": esa condición desanuda en efecto lo que la prueba de amor tiene de rebelde a la satisfacción de una necesidad. Así, el deseo no es ni el apetito de la satisfacción, ni la demanda de amor, sino la diferencia que resulta de la sustracción del primero a la segunda, el fenómeno mismo de su escisión.
El sujeto, lo mismo que el Otro, para cada uno de los participantes en la
relación, no pueden bastarse por ser sujetos de la necesidad, ni objetos
del amor, sino que deben ocupar el lugar de causa del deseo.
Esta verdad está en el corazón, en la vida sexual, de todas las
malformaciones posibles del campo del psicoanálisis. Constituye también en
ella la condición de la felicidad del sujeto, y disimular su hiancia
remitiéndose a la virtud de lo "genital" para resolverla por medio de la
maduración de la ternura, por muy piadosa que sea su intención, no deja de
ser una estafa.
El falo es el significante privilegiado de esa marca en que la parte del logos se une al advenimiento del deseo. El falo es el significante de esa Aufhebung misma que inaugura por su desaparición.
Condición de complementariedad en la instauración del sujeto por el
significante
:
1. que el sujeto sólo designa su ser poniendo una barra en todo lo que
significa, tal como aparece en el hecho de que quiera ser amado por sí
mismo
2. que lo que está viva de ese ser en Io urverdrängt encuentra su
significante por recibir la marca de la Verdränguag del falo
El falo como significante da la razón del deseo. Que el falo sea un
significante es algo que impone que sea en el lugar del Otro donde el
sujeto tenga acceso a él. Pero como ese significante no está allí sino
velado y como razón del deseo del Otro, es ese deseo del Otro como tal lo
que al sujeto se le impone reconocer, es decir el otro en cuanto que es él
mismo sujeto dividido.
Pero es en la dialéctica de la demanda de amor y de la prueba del deseo
donde se ordena el desarrollo. La demanda de amor no puede sino padecer de
un deseo cuyo significante le es extraño. Si el deseo de la madre es el
falo, el niño quiere ser el falo para satisfacerlo. La clínica nos muestra
que no es decisivo en cuanto que el sujeto se entera en ella de si éI mismo
tiene o no tiene un falo real, sino en cuanto que se entera de que la madre
no lo tiene.
Decimos que es para ser el falo, es decir el significante del deseo del
Otro, para lo que la mujer va a rechazar una parte esencial de la
femineidad, concretamente todos sus atributos en la mascarada. Es por lo
que no es por lo que pretende ser deseada al mismo tiempo que amada. Pero
el significante de su deseo propio lo encuentra en el cuerpo de aquel a
quien se dirige su demanda de amor.
En el hombre, por el contrario, la dialéctica de la demanda y del deseo engendra los efectos a propósito de los cuales hay que admirar una vez más con qué seguridad Freud los situó en las junturas mismas a las que pertenecen bajo la rúbrica de un relajamiento específica de la vida amorosa.
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