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El interés del psicoanálisis para la historia de la evolución.
No todo análisis de fenómenos psicológicos merece el nombre de psicoanálisis.
Esta última significa algo más que la descomposición de fenómenos compuestos en
otros más simples; consiste en una reducción de un producto psíquico a otros que le han
precedido en el tiempo y de los cuales se ha desarrollado. El método médico
psicoanalítico no conseguiría suprimir un solo síntoma patológico si no investigara su
génesis y su desarrollo, y de este modo el psicoanálisis hubo de orientarse desde un
principio hacia la investigación de procesos evolutivos. Así, descubrió primero la
génesis de los síntomas neuróticos y en su ulterior progreso hubo de ampliar su radio de
acción a otros productos psíquicos y realizar con ellos la labor de una psicología
genética.
El psicoanálisis se ha visto obligado a deducir la vida anímica del adulto de la del
niño, dando así razón a la afirmación de que el niño es el padre del hombre. Ha
perseguido la continuidad de la psique infantil con la del adulto, pero también las
transformaciones y alteraciones que en tal trayectoria tienen efecto. La memoria de la
mayor parte de los hombres presenta una laguna en lo que se refiere a los primeros años
de su vida infantil, de la cual sólo conservamos algunos recuerdos fragmentarios. Puede
afirmarse que el psicoanálisis ha llenado tal laguna, suprimiendo esta amnesia infantil de
los hombres (cf. el interés pedagógico).
Al profundizar en la vida anímica infantil hemos realizado algunos singulares
descubrimientos. Así, pudimos confirmar algo ya sospechado, la extraordinaria
importancia que para toda la ulterior orientación del hombre tienen las impresiones de su
infancia, y muy especialmente las recibidas en sus primeros años. Tropezamos aquí con
una paradoja psicológica que sólo deja de serlo para la concepción psicoanalítica, pues
resulta que tales impresiones, de máxima importancia, no aparecen contenidas en la
memoria en los años ulteriores. Pero precisamente en lo que respecta a la vida sexual ha
sido donde el psicoanálisis ha logrado fijar con más precisa claridad la ejemplaridad e
indelebilidad de los más tempranos sucesos de la vida humana. El on revient toujours à
ses premiers amours no es sino una tímida verdad. Los múltiples enigmas de la vida
erótica del adulto no se resuelven sino teniendo en cuenta los factores infantiles del
amor. Para la teoría de estos efectos ha de tenerse en cuenta que las primeras
experiencias infantiles del individuo no son fruto único del azar, sino que corresponden
también a las primeras actividades de las disposiciones instintivas constitucionales con
que ha venido al mundo.
Otro de nuestros descubrimientos más sorprendente fue el de que, a pesar de la
ulterior evolución, ninguno de los productos psíquicos infantiles ha sucumbido en el
adulto. Todos los deseos, impulsos instintivos, modos de reacción y disposiciones del
niño subsisten en el adulto, y pueden volver a aparecer bajo constelaciones adecuadas.
No han quedado destruidos, sino simplemente sepultados por la superposición de otros
estratos psíquicos. Constituye así un carácter particular del pretérito anímico el no ser
devorado por sus propias secuelas, como el pasado histórico. Por el contrario, subsiste al
lado de aquello que de él ha surgido en una simultaneidad, bien meramente virtual, bien
por completo real. Prueba de esta afirmación es que los sueños del hombre normal
reavivan todas las noches su carácter infantil y retrotraen toda su vida anímica a un
grado infantil. Esta misma regresión al infantilismo psíquico tiene efecto también en las
neurosis y psicosis, cuyas singularidades han de ser descritas en su gran mayoría, como
arcaísmos psíquicos. La energía que los restos infantiles hayan conservado en la vida
anímica nos da la medida de la disposición a la enfermedad, pasando ésta a constituir
así, para nosotros, la expresión de una inhibición del desarrollo. Aquello que en el
material psíquico del hombre ha permanecido infantil y se halla reprimido como
inutilizable, constituye el nódulo de su inconsciente, y creemos poder seguir en la
historia de la vida de nuestros pacientes cómo este inconsciente, retenido por las fuerzas
represoras, espía el momento de entrar en actividad y aprovecha las ocasiones que para
ello se le presentan cuando las formaciones psíquicas posteriores y más elevadas no
consiguen dominar las dificultades del mundo real.
En los últimos años ha caído el psicoanálisis en que el principio de que «la
ontogenia es una repetición de la filogenia» podía ser también aplicable a la vida
anímica, y de esta reflexión ha surgido una nueva ampliación del interés de nuestra
disciplina
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