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Resumen:"Beatriz Sarlo: Tiempo Presente" | Prof: Diana Lacal | 2005 | Altillo.com |
Ni esencia ni sustancia
La idea de pueblo ha dejado de ser lo que fue. El peronismo hablaba de pueblo, y su eje era la clase obrera y su columna vertebral el sindicalismo. El pueblo peronista acompañaba la clase obrera como su sombra ideológica. La idea de pueblo proporcionaba la garantía última a la que se remitían todos los aspectos. El pueblo era el protagonista y destinatario, la causa y el motivo, el motor y la masa.
La democracia en los primeros años de transición, restituyó al pueblo una centralidad. Poco a poco fue apareciendo un proceso de fragmentación, del cual emergían varios pueblos, y la idea de que convivan varios pueblos es casi una utopía. Este proceso de fragmentación es llamado posmoderno. Según Maffesoli no hay pueblo, sino grupos que toman configuraciones distintas, que duran lo que dura el acto que los convoca.
Entonces desde hace unos años el pueblo se ha debilitado como categoría política y cultural. Se pasó de hablar de “pueblo” como protagonista a “gente”. Al desaparecer el pueblo, la dupla “pueblo - Nación” no es mas obligatoria, como tampoco había que escuchar al pueblo cuando “no hablaba”.
La sustancia pueblo, tenía la cualidad de producir un sujeto colectivo, es en este sujeto colectivo donde se encuentra el sentido de pertenencia. El sentido de pertenencia se va perdiendo por la falta de interés común y el crecimiento de los intereses personales. Lo que queda del pueblo después de las transformaciones es la posmodernidad, y en la argentina mas precisamente lo que quedaron son pobres.
Identidades Culturales. Las marcas del siglo XX
Malestar en la Cultura
Entre 1880 y 1910 Roca en las campañas del desierto habría cumplido con el llamado programa inmigratorio y la liquidación de los indios. La demografía argentina había cambiado radicalmente, era un país nuevo.
El nacionalismo cultural se alimenta del malestar de las elites frente a un país que no parecía una nación sino un mercado en desarrollo. La insatisfacción intelectual habla de un país incompleto y distorsionado, que debía corregirse. La cualidad de incompleto era interpretada como una grave imperfección en el sistema político, por lo que se plantea su reforma, que lleva acarreada al mismo tiempo una reforma cultural.
Ciudadanía
Las disputas de la sociedad manejada por la elite no se apoyaban en el voto. Estas disputas de las fuerzas sociales reclamaban reformas: institucionalidad política que implicaba la rotación de poder (elites); y una revisión del concepto de ciudadanía que era en un reclamo de identidad. La identidad pretendía ser reconocido como miembro de una comunidad política que asegurara la pertenencia y el ejercicio de derechos universales. La ciudadanía pasó a ser vista como una dimensión fundante de la identidad. Ser ciudadano fue un principio de identificación que podía traducir aspiraciones igualitarias.
La Educación Pública
En 1918 años después de garantizado el voto secreto, siguieron habiendo luchas de ampliación y participación cultural, como la cuestión universitaria. Se solicitaba el acceso a la universidad gratuito e irrestricto. Esta reforma hizo posible una identidad estudiantil que este presente en el espacio académico, debate de ideas y activa en la esfera pública como actor político. Una universidad abierta al pueblo significaba una oportunidad de ascenso social de la clase media y también como escenario preparatorio para la política nacional.
De esta reforma surgieron otras iniciativas como: la incorporación de hijos de inmigrantes a la educación pública. La escuela difundía un modelo de integración ciego, insensible a las diferencias, y también distribuyó masivamente capacidades básicas. La escuela se convirtió en una institución igualadora e integradora, autoritaria y democratizadora al mismo tiempo.
Entonces en una sociedad en construcción, ser argentino implicaba trabajar, leer y escribir, como también un principio de orgullo nacional y posibilidades de ascenso social y relativo igualitarismo.
Vivir en Ciudades
En una población creciente, el derecho de ciudad se afianza paralelamente al derecho de ciudadanía. Buenos Aires había nacido como producto de una voluntad cultural europea en América. El hecho de vivir en una ciudad implicaba alejarse de lo que uno conocía y estaba acostumbrado.
La Invención de Buenos Aires
Buenos Aires se inventó. Su pobreza de historia urbana fue durante años un tema de las elites. Estas polémicas que ocuparon a la elite entre 1890 y 1920 no son secundarias. En un nivel simbólico indican el vacío de pasado que la ciudad sentía como su falla original.
A este vacío histórico se suma el vacío simbólico. Buenos Aires era una ciudad en construcción, una ciudad nueva formada por un collage vanguardista, construida de a pedazos, sin historia; Era una ciudad moderna, y nueva.
Violencia en las Ciudades
Hechos Rojos
Los casos de violencia urbana son prácticamente infinitos. Se alimenta permanentemente un sentimiento de inseguridad colectiva que se ha convertido en una pasión: la pasión por el miedo como (des) organizadora de la relación con el espacio público.
Imaginario de la Violencia Urbana
La violencia nos lleva a un estado de inseguridad y ambos están en permanente aumento. La sensación de violencia se lee en relación con las expectativas de seguridad. Los efectos imaginarios son: una configuración de sentidos que se tejen con la experiencia pero no solo con ella. La ciudad de la transición democrática es percibida como más insegura que la ciudad controlada por un Estado terrorista.
Experiencias de Ciudad
El hecho de vivir en sociedad tiene dos aspectos: el primero son las transformaciones urbanas, y el segundo la descomposición del tejido de relaciones que sustenta la experiencia concreta de lo social.
En cuanto a las transformaciones urbanas comienza a aparecer en todas las grandes ciudades un ideal de ciudad relativamente homogéneo. La ciudad debía ofrecer una distribución equitativa e espacios y equipamientos (parques, escuelas, hospitales, bibliotecas, etc.). La ciudad creció con este ideal homogéneo aunque nunca se realizó plenamente. Aunque la división entre sur y norte siempre fue una división entre ricos y pobres, la movilidad social inducía al cruce de esa frontera de clase. El downtown cultural y comercial era una zona de transclase.
Esta ciudad es la que hoy ha entrado en crisis. Las diferencias entre norte y sur son dramáticas tanto en seguridad como en acceso a servicios y posibilidades de disfrute. La ciudad ha sido entregada a las mega-inversiones capitalistas, donde las ciudades del norte siguen obteniendo mejor seguridad privada y pública, mientras que en las ciudades más pobres crece la corrupción y la policía es cada vez más sospechosa en cuanto a colaboraciones con crímenes y encubrimientos.
La Sociedad se Desvanece
Hay una creciente caída de la idea de pertenencia a una sociedad, la gente siente que el Estado ha dejado de darles la seguridad que les toca; es entonces como se debilitan los motivos de pertenencia. Crece entonces el sentimiento de des-pertenencia y desconfianza en lo que al Estado le compete.
La violencia urbana da la idea de que el Estado no puede garantizar esa paz entre los miembros de la sociedad; donde la corrupción crece en todas sus cualidades. Se expanden los violentos armados por autodefensa, lo que implica un estado de guerra de ciudadanos contra ciudadanos. Estas presiones no encuentran poca resonancia política, pero su existencia en el nivel cultural y su poder de movilización, incluso para causar la muerte, indican un escenario donde la sociedad queda debilitada.
Hay otra dimensión de esta debilidad, la sociedad ha estallado en escenarios. La idea clásica de sociedades presupone una escena única y nacional. La globalización y la des-territorialización de las culturas pone en cuestión la idea de una comunidad atenida a un territorio, a una lengua y ciertas tradiciones. Se producen fisuras que afectan profundamente los sentidos de pertenencia.
Estas fisuras no son solo efectos del imaginario mediático y cultural, sino que también son efectos del debilitamiento de los lazos que definieron la pertenencia a una sociedad “moderna” y la emergencia de configuraciones “de proximidad”. Estas nebulosas afectivas (deportivas por ej.) llegaron a provocar identificaciones mas fuertes que las societales, donde en un partido de fútbol, por ejemplo, la gente se siente mas “parte de” que de una sociedad. La transformación de los lazos sociales modernos y la implantación de formas de reconocimiento propias de escenarios reducidos, menos universalistas y más específicos culturalmente, caracterizados por una fuerte carga emocional, es bien evidente en las sociedades latinoamericanas pero también en las europeas.
Las diferencias culturales son enormes, el racismo y el particularismo cultural acentúan la extrema debilidad de los lazos sociales comunes.
Paisaje Después del Ajuste (transformaciones económicas)
En una sociedad como la actual solo excepcionalmente este fracaso económico puede evitarse. Sus lazos sociales también son débiles y remotos. La sociedad es un pequeño grupo de pertenencia (familias ampliadas, comunidad religiosa, grupo juvenil), se ha fragmentado.
Se han reconfigurado las ciudades, divididas por barreras culturales intimidatorios y, por las diferencias en los consumos materiales. La crisis de seguridad inmoviliza a los barrios populares condenando al aislamiento a sus ocupantes. La movilidad en el tiempo de ocio también se reduce, achicando las posibilidades de contacto con otros niveles y consumos sociales.
En este escenario, la violencia urbana no es sorprendente, sino previsible, las razones de la misma son de una constante cultura desarticulada. Los que salen a delinquir son los que viven en una cultura desarticulada, además de ser desocupados y pobres.
Los Intérpretes Autorizados
La crisis económica y la redistribución regresiva del ingreso suceden en un período de crisis cultural y debilitamiento de las instituciones que poseían autoridad reconocida.
La crisis de legitimidad de toda autoridad incide en mayor modo particularmente donde el tejido social se ha debilitado. Se ha producido un cambio acelerado de los lugares desde donde pueden emitirse interpretaciones autorizadas. Por el momento se salvan dos emisores: las iglesias y los medios de comunicación.
Las sectas fundamentalistas hoy son un nudo de contactos sociales, estas ofrecen un lugar de identificación, son tribus culturales organizadas en redes bastante eficaces. Los medios de comunicación informan y configuran una esfera pública global y una esfera del saber. Los que se capta de estos son las consecuencias del acto de violencia. Últimamente se muestran las noticias a modo de documental donde no se controla la edición porque se quiere mostrar los hechos al mismo tiempo que están sucediendo. Esta proximidad temporal con los hechos es un argumento decisivo en la competencia capitalista por el mercado de la primicia. En nombre de la libertad de información transgreden disposiciones explícitas de los jueces, arriesgan la seguridad de detenidos, policías o rehenes y alimentan la indignación perfectamente comprensible en las víctimas pero no sólo en ellas.
¿Justicia Ya?
Se ponen en cuestionamiento los procedimientos judiciales, y la justicia es intolerablemente lenta. Los medios se colocan del lado de las víctimas y los delincuentes pasan a ser bestias fuera de todo derecho. Los medios audiovisuales realizan un juicio según la costumbre de los regimenes no republicanos, de manera concisa. La peor justicia es preferible a un veredicto populista. Los medios son anti-garantistas y anti-institucionales. Los medios tienden a colocarse en el lugar imaginario de una de las esferas del Estado, la de la justicia, y no pueden ni impartir justicia ni garantizar seguridad y, además, no cumplen con su tarea de informar razonadamente.
La Izquierda y la Seguridad
Al marco descrito hay que agregar algo más, la droga. Hasta hace poco la Argentina no era un lugar de destino, ni un mercado importante, ni un puerto de pasaje para las redes internacionales, hoy en día, la Argentina ha comenzado a ser las tres cosas al mismo tiempo.
La idea de que la droga es una causal de la violencia es un dato que tiene sentido común que no hace falta probar. Es difícil discutir con un imaginario que está sustentado en algunos datos bastante sólidos de la experiencia.
La izquierda no consideró que estas cuestiones formaran parte de los problemas, solo en los últimos años se ha comenzado a reconocer la entidad sustancial del problema. La violencia supone una anulación de las potencialidades subjetivas y una apropiación del otro, una ocupación considerada ilegítima del espacio urbano y una re-configuración de las estrategias públicas y privadas, esa violencia produce una experiencia de la temporalidad opuesta a la de las instituciones y las garantías constitucionales.
Este conflicto es material y cultural. Cuando la “nueva violencia” se instala, sus causas son sociales. Enfrentarla en cambio, no implica sólo liquidar esas causas que han implantado configuraciones y reflejos culturales. “Yo robo para la corona” pertenece plenamente a este registro, frases que no buscan convencer sino intimidar y hostigar. Son la violencia del lenguaje político. La televisión acentuó la importancia de los golpes decisivos y breves, y nación: la política como boxeo. Las frases de los políticos parecen descartables, se las trata con la estrategia de una consigna publicitaria.
La Escuela en Crisis
Entre Estado y Mercado
Vivimos la crisis de una educación a la que han contribuido el achicamiento del Estado y las condiciones mercantiles de la cultura juvenil. Frente a esta crisis no hay soluciones pedagógicas independientes de las sociales y políticas.
La escuela carece de ideales a trasmitir y esto afecta desde la enseñanza de la lengua a la discusión de temas morales. Estos problemas comunes se agravan en el marco de instituciones débiles y debilitadas aún más por los programas de reconversión económica y redimensionamiento del Estado.
La administración escolar no está en condiciones de garantizar la calidad de la educación, en una época en que la cultura juvenil se enfrenta con la cultura letrada en ese campo de batalla simbólica que son los mass-media. La argumentación, el discurrir lingüístico, la escritura, son indispensables en el mundo del trabajo y de la política.
La escuela es para los adolescentes, un lugar de la pobreza simbólica, y atraviesa condiciones desfavorables para articular nuevas síntesis culturales.
En cuanto a la acción del Estado Argentino se considera criminal, tanto que la injusticia en la distribución de oportunidades educativas es sencillamente criminal. La configuración cultural de la sociedad futura pasa a ser competencia de las fuerzas del mercado educativo; y la cultura juvenil queda presa del mercado de los mass-media.
Lugares Comunes
“Una enseñanza modernizada técnicamente que prepare para el trabajo, y que además resulte interesante a los alumnos”. La frase revela un lugar común al que se recurre para encarar, muchos años de deriva educativa. La escuela en vez de ofrecer la ocasión del cambio de alternativas, refuerza el destino social de origen. La escuela debe enseñar a aprender.
Toda la cultura que conocemos es una construcción realizada en contra de la espontaneidad. La escuela es uno de los aparatos donde ese corte frente a nuestros impulsos, debe establecerse del modo menos autoritario. No se logró construir un lugar autorizado pero no autoritario, donde las diferencias entre maestros y alumnos no originaran un disciplinamiento feroz, pero al mismo tiempo se mantuvieran como motor de la actividad docente. Lo que los alumnos aprenden de los maestros subsiste como el problema de la escuela.
¿La Escuela Debe Entrar en el Show-Business?
Básicamente, la escuela tiene que presentarse a todos los chicos como ese espacio universal que fue cuando los abuelos de esos chicos, hijos de inmigrantes europeos o de migrantes del interior, encontraron en la escuela no un teatro más interesante que las novelas de radio que ellos escuchaban seguramente con pasión, sino un teatro diferente y, probablemente por eso, les resultara también medianamente interesante y medianamente útil.
La Zona Gris
Las nuevas formas de empleo en servicios tienen algo en común: no es necesario saber casi nada para trabajar en ellas, y por eso son el espacio de reciclaje de los desocupados recientes. Nace entonces un “nuevo sector terciario informal”. Ese sector del tardo-capitalismo y la transformación tecnológica, está reduplicado por una zona gris de deambulantes; hay jóvenes y viejos, entonces los que deambulan por la zona gris son infinitamente diferentes. Nadie puede pensar que su trabajo será igual o parecido al de sus padres, nadie puede pensar que su trabajo será necesariamente mejor que el de sus padres, y nadie puede pensar que su trabajo es seguro o permanente.
Estos son los cambios, cuyas consecuencias culturales serán tan fuertes y duraderas como las de la penuria económica.
Los Dadores de Sentido
La iglesia no ha dejado de pronunciarse sobre la condición de los pobres, los nuevos pobres, los desocupados y los jóvenes. La Iglesia aparecería como una de las pocas instituciones que se hacen cargo de un problema.
La vieja preocupación de la Iglesia por los pobres se une a fenómenos culturales que afectan a la sociedad en su conjunto y no solo a los más perjudicados, y también podría unirse con la falta de empleo y con la ausencia de sentidos globales.
Estas razones (derecho a tener trabajo) se refieren a la forma en que una sociedad tiene que atender a sus miembros y la forma en que sus miembros pueden sentirse integrantes de una sociedad.
La Iglesia entonces da estas explicaciones y es escuchada. Recurre para ello al mejor arsenal de metáforas y de historias. Nadie puede quedar afuera de esas metáforas e historias, y ellas proporcionan un principio de sentido para aquellos que han quedado afuera de la historia del ajuste capitaneado por menem y convertido luego en destino.
Las iglesias reciben lo que se merecen porque han buscado lo que reciben. Ellas dan un sentido global, deberes que tenemos los unos en relación con los otros; y la Iglesia no teme a ese reclamo de igualdad minimalista expresada en satisfacer las necesidades más elementales de la vida. Al hacerlo reconstruye un sentido global: hoy, la iglesia habla la lengua de los derechos, cuando el gobierno y muchos políticos la han olvidado.