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Introducción a la filosofía

Material: Antropología filosófica de E. Cassirer

Cátedra: Prof. Zubirí

Prof.: Williams de Butty

2006

Altillo.com

El hombre como animal simbólico en la antropología filosófica de E. Cassirer

Explicación de la naturaleza del hombre en función de la actividad creadora de símbolos

Al comienzo de su “Antropología Filosófica” el filósofo neokantiano Ernesto Cassirer, alude al pensamiento biológico de von Uexküll. Uexküll es un resuelto teórico del vitalismo, ya que defiende el principio de la autonomía de la vida. La vida es una realidad última que depende de sí misma y no puede ser reducida o explicada en términos físicos o químicos solamente.

Para Uexküll cada organismo vivo posee un mundo propio, como posee un peculiar sistema de experiencias. Los fenómenos que encontramos en la vida de una determinada especie biológica no se pueden comparar ni transferir a otras especies.

Además, cada organismo viviente está totalmente coordinado con su ambiente. En cada individuo de una determinada especie biológica existe, lo que Uexküll llama, “círculo funcional” en donde el sistema que recibe los estímulos externos (“sistema receptor”) y el sistema que reacciona ante los mismos (“sistema efector”), se hallan siempre entrelazados.

Ernesto Cassirer se pregunta si el esquema propuesto por Uexküll en su descripción de las especies biológicas no humanas, podrá aplicarse para describir y caracterizar al mundo del hombre. Cassirer sostiene que en el mundo humano encontramos una “nueva característica”, a saber: entre el sistema receptor y el sistema efector, entre la capacidad de recibir estímulos externos y la capacidad de dar respuesta a esos estímulos, en el mundo humano encontramos un eslabón intermedio constituido por el sistema “SIMBÓLICO”. Comparado con los otros animales el hombre vive en una realidad más amplia o en una nueva dimensión de la realidad.

En los animales, dado el estímulo externo sigue una respuesta directa e inmediata. En el caso de la especie humana, la respuesta es interrumpida, demorada y retardada por un proceso complicado de pensamiento que elabora un “universo simbólico”.

El hombre vive, pues, no solo en un universo físico, sino también en un “universo simbólico”. El lenguaje, el mito y la religión constituyen partes de ese universo. El ser humano ya no se enfrenta a la realidad de manera inmediata. La realidad física parece retroceder en la misma medida en que avanza su actividad simbólica. En lugar de tratar con las cosas mismas, en cierto sentido conversa constantemente consigo mismo. Se ve envuelto en formas lingüísticas, en imágenes artísticas, en símbolos míticos o en ritos religiosos, de manera que nada puede conocer sino es a través de la interposición de ese universo de “símbolos”.

El hombre como “animal simbólico”

La racionalidad es un rasgo inherente a la condición humana, sin embargo, también el hombre utiliza para interpretar la realidad sentimientos y emociones. Tanto las funciones intelectuales como las funciones emocionales son imprescindibles en la creación y generación de “símbolos”. Por eso, en lugar de adoptar la definición clásica del hombre “como animal racional”, podemos dar una nueva definición de la especie humana afirmando que el “hombre es un “animal simbólico”.



de las reacciones animales a las respuestas humanas

Afirma Cassirer que el pensamiento simbólico y la conducta simbólica se halla entre los rasgos más característicos de la vida humana y que todo el progreso de la cultura se debe a esas condiciones.

lenguaje proposicional y lenguaje emotivo

Indagando sobre la naturaleza de este mundo simbólico propio de la naturaleza humana, Ernesto Cassirer afirma que la diferencia entre el lenguaje proposicional y el lenguaje emotivo, representa una verdadera frontera entre el mundo humano y el animal.

No cabe duda que no siempre los animales reaccionan frente a los estímulos de manera directa y que a veces son capaces de una reacción indirecta. En algunos primates se ha observado que responden a señales sustitutivas de alimentos. Los animales respondían a esas señales representativas de los alimentos como al alimento mismo (por ejemplo, en el famoso experimento de Pavlov, los perros condicionados, salivaban cada vez que se le presentaba un trozo de carne y sonaba una campanilla, cuando el timbre sonaba y no se le presentaba carne alguna, los animales también salivaban y se disponían a comer).

El lenguaje (como universo simbólico), no constituye según Cassirer un fenómeno simple y uniforme. Para investigarlo tenemos que distinguir las diversas capas geológicas del lenguaje. La primera capa la constituye el lenguaje “emotivo”. Pero existe una forma de lenguaje de tipo muy diferente; la palabra ya no es mera interjección o expresión involuntaria del pensamiento, sino que es parte de una oración que posee una estructura sintáctica y lógica definida (lenguaje proposicional).

Una gran porción de la expresión humana se manifiesta por medio del lenguaje emocional. Y es cierto, que el lenguaje altamente desarrollado, teórico, estructurado lógicamente, también se encuentran abundantes frases teñidas de algún matiz sentimental o emotivo. En el mundo animal, según Cassirer, encontramos abundantes semejanzas y analogías con el lenguaje emotivo humano. El chimpancé expresa mediante gesticulaciones, la rabia, la desesperación, el disgusto, la solicitud, el deseo, las ganas de jugar o la satisfacción. Él manifiesta todos esos sentimientos primarios con ese lenguaje de gestos. Pero a la expresión emocional de los primates le falta el elemento característico e indispensable en todo lenguaje humano, a saber: en dichos gestos animales no encontramos signos que posean una referencia objetiva o que posean un sentido.

La diferencia que existe entre el lenguaje proposicional y el lenguaje emotivo marca, pues, la verdadera frontera entre el mundo humano y el mundo animal. Cassirer admite que los antropoides han realizado un importante paso hacia adelante en el desarrollo de ciertos procesos simbólicos, pero sin embargo, no alcanzaron jamás a superar el umbral del mundo humano. Penetraron, pues, en un callejón sin salida.



SEÑALES Y SÍMBOLOS

Para establecer la diferencia entre el mundo humano y el mundo animal, afirma Ernesto Cassirer, hay que distinguir cuidadosamente entre “Signos” y “Símbolos”. Es un hecho comprobado que en la conducta animal se da un complejo sistema de signos y señales. Incluso un perro distinguirá distintas modulaciones en la voz de su amo, o podrá percibir distintas expresiones en su rostro, de tal manera que reaccionará frente a ellas. Pero estas señales o signos que los perros y otros animales superiores son capaces de apreciar, están a una inmensa distancia de la inteligencia del lenguaje simbólico humano. Los símbolos no pueden ser reducidos a meras señales.

Una señal forma parte del mundo físico. La señal es un evento que preanuncia y representa a un acontecimiento, aunque ambos integran una sola situación. El relámpago es señal de que viene tormenta, pero relámpago y tormenta integran una sola situación. El olor es para el animal carnívoro señal de que puede estar cerca la presa, el olor a carne preanuncia la presencia de la presa, aunque ambos están integrando una sola situación real.

Los animales superiores son capaces de percibir complicados sistemas de señales. Ellos poseen aquélla inteligencia práctica que posibilita que se adapten al medio ambiente. Además, los animales no sólo pueden aprender a usar instrumentos sino también crear herramientas que le permitan alcanzar sus propósitos. Por lo menos los animales superiores poseen una imaginación y una inteligencia práctica. Entonces ¿cuál es la diferencia que existiría entre la inteligencia animal y la inteligencia humana?

Cassirer responde de manera terminante: el hombre posee una inteligencia y una imaginación simbólicas.

Los símbolos no pueden ser reducidos a meras señales, ni identificarse con ellas; al respecto afirma Cassirer:

“Señales y símbolos corresponden a dos universos diferentes de discurso. Una señal es una parte del mundo físico del ser; un símbolo es una parte del mundo humano del sentido. Las señales son “operadores”; los símbolos son “designadotes” . Las señales, aún siendo entendidas y utilizadas como tales, poseen, no obstante, una especie de ser físico o sustancial; los símbolos poseen únicamente un valor funcional.”

CASSIRER: Antropología Filosófica,

México, Fondo de Cultura Económica,

1975, Pág. 57.

La característica exclusiva del hombre : inteligencia simbólica.

¿Cómo evolucionó, pues, la inteligencia práctica, hasta transformarse en inteligencia simbólica humana? ¿Cómo ocurrió el salto evolutivo del mundo animal al mundo específicamente humano?. Desde luego que no pueden determinarse los momentos particulares del proceso evolutivo que condujo a la emergencia de la inteligencia simbólica humana.

Sin embargo, Cassirer analiza dos experiencias – realizadas por la misma “naturaleza” – que explica el pasaje de la inteligencia práctica característica de los animales, a la inteligencia simbólica propia de los hombres. Se trata del caso de dos criaturas ciegas y sordomudas – Laura Bridgman y Helen Keller – que aprendieron a hablar gracias a métodos especiales. Cassirer menciona a la maestra Sullivan, que registró el momento exacto en que su alumna Helen Keller empezó a comprender realmente el sentido y función del lenguaje humano.

La señora Sullivan – la famosa “Ana de los milagros” de la obra teatral – relata que una mañana Helen aprendió que cada cosa tenía un nombre y que el alfabeto manual (signos que su maestra realizaba en la palma de su mano) era la llave de todo lo que deseaba conocer. Esa mañana, Helen deseó conocer el nombre de la cosa “agua”, y una vez que su maestra se lo deletreara en su palma, fue aplicando dicho “nombre” a otras experiencias del “agua”. El descubrimiento que realiza Helen Keller implica la comprensión de que cada cosa tiene un nombre . Aprende, pues, que el símbolo, las funciones simbólicas, los “nombres” no están restringidos a casos particulares, si no que el símbolo posee una aplicabilidad universal. En el caso de Helen Keller este descubrimiento se produjo súbitamente. Y a los siete años, la niña ciega y sordomuda empezó a ver al mundo desde una nueva luz. Las palabras no son meros signos o señales mecánicas, adheridas como etiquetas a los objetos particulares, sino que son universales y ubicuas. Lo que transforma a las palabras en “símbolos” es su aplicabilidad universal, lo que abre perspectivas impensadas al desarrollo intelectual de la niña.

CARACTERÍSTICAS DEL UNIVERSO SIMBÓLICO

Los símbolos – creación específica de los hombres- poseen, según Cassirer las siguientes características: Aplicabilidad universal, variabilidad, ubicuidad y referencia al ámbito de las posibilidades, más bien que al campo de los hechos, además, dan fijeza y permanencia a las ideas o conceptos.

El símbolo tiene aplicabilidad universal, porque cada cosa posee un “nombre”.

Pero los símbolos no son – solamente – universales, sino también, extremadamente variables. Por ejemplo, puedo expresar un mismo significado en idiomas diferentes. Y, puedo expresar ese mismo significado, con distintas palabras de mi idioma materno. Una misma idea o pensamiento puede ser expresado por palabras o términos diferentes.

El símbolo, afirma Cassirer, no es el revestimiento meramente accidental del pensamiento sino su órgano necesario y esencial. El símbolo no sólo sirve para comunicar un contenido conceptual sino que es el instrumento en virtud del cual este mismo contenido se constituye y adquiere su completa determinación. De alguna manera los símbolos “fijan” y le dan permanencia a los conceptos o ideas que han sido meramente pensadas. Si yo pudiera tener la idea o el concepto de “mesa” en mi pensamiento, pero no hubiera en el mundo de los lenguajes humanos ningún símbolo o palabra que designara a la mesa, tal concepto terminaría prontamente por esfumarse y desaparecer de mi pensamiento. No habría ningún término lingüístico o simbólico que lo portara y le diera fijeza.



PENSAMIENTO SIMBÓLICO Y PENSAMIENTO RELACIONAL

Sin un sistema complejo de símbolos, el pensamiento relacional no se produciría ni alcanzaría pleno desarrollo. Las teorías sensualistas y empiristas del conocimiento suponían que la percepción consistía en un agregado de datos o de impresiones sensibles – por ejemplo el empirismo de Hume -. La moderna psicología de la “Gestalt” a rectificado tal idea. Ella ha demostrado que hasta el acto perceptivo más simple – y aparentemente aislado – sólo adquiere sentido dentro de una estructura o configuración especial. Este principio se aplica tanto al mundo humano como al animal. En los animales, se ha demostrado experimentalmente, la presencia de elementos estructurales – en especial, configuraciones espaciales y ópticas - que dan sentido a los datos o impresiones percibidos.

En el hombre, sin embargo, existe un tipo de pensamiento relacional especial, una forma intelectual de aprehender las “relaciones”. El hombre puede aislar dichas relaciones y considerarlas abstractamente. Por ejemplo, si digo: 3 manzanas + 2 manzanas = 5 manzanas, yo soy capaz, entonces, de aislar la relación de igualdad y preguntarme que significa “lo igual” en sí mismo. La igualdad no tiene sentido por los datos sensibles que percibo (por ejemplo, el color la textura, el movimiento, etc.), sino que la “relación de igualdad”, tiene un significado en “sí misma”. Esto ocurre, por ejemplo, en la geometría. En la geometría no importa la aprehensión de cosas singulares concretas; en ella no nos ocupamos de entes físicos o de objetos perceptibles, sino que estudiamos relaciones espaciales universales (en geometría no estudiamos una plaza circular, sino que indagamos al “círculo” en sí). Para expresar esas relaciones espaciales universales – que constituye la geometría – disponemos de un conjunto adecuado de símbolos.

Pero antes de manejar el conjunto de símbolos que conforman la ciencia de la geometría, el hombre tuvo que haber creado otro conjunto simbólico imprescindible, a saber: el lenguaje humano. Los animales superiores – como los chimpancés – son capaces de abstraer o aislar una cualidad de un objeto, por ejemplo, pueden reunir cosas diferentes por el color, o por la forma, o por el tamaño. Pero en ellos estos procesos de conocimiento son muy rudimentarios e imperfectos. Cassirer afirma que a los primates les resulta tan difícil establecer relaciones comunes entre los objetos porque carecen del recurso inestimable e indispensable del lenguaje - como poseen los seres humanos -. Y todo lenguaje humano está conformado por un sistema de símbolos.

el lenguaje humano

Para Ernesto Cassirer, siguiendo la concepción de Herder, pensador del siglo XVIII, opina que el lenguaje humano no tiene origen divino o metafísico. Tampoco el lenguaje es una cosa física, sino que es un proceso o una función general de la psique humana. El lenguaje, no es, tampoco, una creación artificial de la razón, ni se fundamenta en mecanismos especiales de asociación.

Por medio del pensamiento reflexivo, el hombre posee la capacidad de aprehender del curso de los fenómenos sensibles – fluyentes y cambiantes – ciertos elementos fijos. Estos elementos son aislados, para poder concentrar la atención sobre ellos. Más claramente: frente a nosotros fluye una masa de impresiones sensibles que cambia y se transforma. El hombre de esa corriente de impresiones toma ciertos elementos fijos, los aísla, y luego concentra su atención sobre ellos. De esta manera el hombre puede reconocer y comparar cualidades distintas que presentan los objetos. Esas cualidades que el hombre puede abstraer o aislar de los objetos – siempre cambiantes – llevarán, entonces un nombre. Los nombres creados por los hombres, para designar esas características fijas de la realidad, se articularan y conformarán en un universo simbólico. Ese universo de símbolos se denomina lenguaje humano.



la función del símbolo y la distinción entre lo “real” y lo “posible”

Según Emanuel Kant, en la “Crítica de la Razón Pura”, el entendimiento humano tiene la característica especial de establecer una distinción neta entre la realidad y la posibilidad de las cosas. Esta característica especial del conocimiento humano determina el lugar que ocupa el hombre en la jerarquía de los seres. Afirma Cassirer que ni los seres que están por debajo del hombre ni los que se encuentran por encima realizan la diferenciación entre lo real y lo posible. Los seres inferiores al hombre se encuentran confinados dentro del mundo de la percepción sensible. Reciben estímulos físicos y responden a ellos en el momento presente, pero jamás se forman una idea de la posibilidad de las cosas.

Por otro lado, la mente de Dios, tampoco conoce la distinción entre realidad y posibilidad. Porque todo lo que Dios concibe es real. Al mismo tiempo que piensa en las cosas, las crea o las lleva a la realidad.

Sólo el hombre, pues, es capaz de forjarse el problema de la posibilidad. El hombre es un ser viviente cuyo pensamiento necesita imprescindiblemente valerse de “símbolos”. El conocimiento que el hombre llega a adquirir es pues, conocimiento simbólico.

El pensamiento simbólico – específicamente humano – necesita llevar a cabo la distinción entre la realidad y la posibilidad, entre las cosas actuales y las cosas ideales.

El símbolo no tiene existencia real como parte del mundo físico. Los símbolos sólo poseen un “sentido”. El hombre primitivo no poseía la clara diferencia entre objetos reales y símbolos. Por eso los símbolos estaban dotados de cualidades mágicas y aún, físicas. El progreso de la civilización, llevó al hombre a establecer las distinciones necesarias entre cosas y símbolos, entre la realidad y la posibilidad, entre “hechos” e “ideas”.

Esta distinción que el pensamiento humano establece, ha tenido importancia extraordinaria para el desarrollo de la cultura. Según Cassirer, los empiristas y los positivistas han sostenido siempre que la tarea máxima del conocimiento humana es proporcionarnos los hechos y nada más que los hechos. Pero, Cassirer, pregunta ¿qué es un “hecho científico?”. Responde nuestro autor, que ningún “hecho científico” se nos da por la mera acumulación de datos sensibles. Siempre los hechos de las ciencias implican algún elemento teórico, lo que quiere decir “algún elemento simbólico”. La gran mayoría de los hechos científicos, que han cambiado el curso de la historia de las ciencias fueron hechos hipotéticos que fueron previos a la observación o a la mera experiencia.



el pensamiento simbólico en el ámbito científico

Cuando Galileo fundó la nueva ciencia de la dinámica, tuvo que comenzar imaginando un cuerpo completamente aislado, un cuerpo que se mueve sin que influyan en él ninguna fuerza exterior. Desde luego que nadie ha podido observar jamás semejante cuerpo, porque nunca fue real sino, solamente, posible. Sin la ayuda de estas concepciones totalmente irreales, “ideales” o simbólicas, Galileo jamás podría haber establecido su concepción epistemológica, ni podría haber desarrollado una “nueva ciencia”. Cosa similar ha ocurrido en la formulación de las demás grandes teorías científicas – desde Newton a Einstein -.

La creación númerica y la función simbólica en el ámbito de la matemática

Afirma Cassirer que uno de los conceptos más fundamentales de la historia de la matemática es el número. Desde los tiempos de los pitagóricos se ha reconocido el número como tema central del pensamiento matemático. Los matemáticos y los filósofos trataron de encontrar, en distintas épocas, una teoría comprehensiva y adecuada del número. Para ello fueron introduciendo paulatinamente nuevas calses de números. Así se introdujeron los números negativos, irracionales, e imaginarios, que al principio presentaban un carácter altamente paradójico. Algunos lógicos y matemáticos los consideraron absurdos o imposibles. Sin embargo, dichos números significaron la resolución de problemas que no habían podido ser resueltos hasta su creación. Lo mismo ocurrió con los sistemas geométricos no – euclídeos de Lobatschekwski, Bolyai y Riemann. Lejos de ser considerados claros y distintos los nuevos conceptos matemáticos aparecían envueltos en equívocos y oscuridades. Sólo esas oscuridades se disiparon cuando se reconoció que la matemática no es una teoría de las cosas, sino una teoría de símbolos.

El pensamiento simbólico en el ámbito ético – político

La observación que hace Kant que el entendimiento humano posee la indispensable misión de distinguir entre la realidad y la posibilidad de las cosas; nos lleva a pensar en los grandes filósofos de la ética que siempre han tratado de ensanchar y trascender los límites del mundo real. La filosofía moral más que moverse en el ámbito del ser, se mueve en el ámbito del “deber ser”. No indagan cómo el hombre se comporta realmente, sino que postulan cuáles normas de conducta “deben” seguir los seres humanos. En el ámbito ético como en el ámbito político el hombre ha manifestado las amplias posibilidades del pensamiento simbólico. Por ejemplo, en la historia y en la evolución política de la humanidad la utopía – producto de la imaginación y del pensamiento simbólico – ha desempeñado un papel fundamental. Las utopías han sido construcciones simbólicas que se proponen describir y convertir en realidad nuevas posibilidades de futuro.

caracterización de la cultura en términos del pensamiento símbólico que es creación específicamente humana

El hombre para poder interpretar la realidad – y también las “posibilidades” – crea necesariamente distintos universos simbólicos. El símbolo es una combinación de elementos racionales y no racionales – o emocionales -. Una de los universos simbólicos básicos, fundamentales y necesarios están constituidos por los distintos lenguajes humanos. Otro universo simbólico lo constituye el ámbito de los mitos y la religión. Otro ámbito simbólico lo constituyen las distintas ciencias – desde la lógica y la matemática, pasando por la física, las demás ciencias naturales y biológicas, hasta las ciencias humanas o sociales. Otro conjunto simbólico lo constituyen las diversas artes. Y en fin, aún la ética y la política se sirven de sistemas mediadores de símbolos: por ejemplo cuando proponen ideales de vida o modelos utópicos. En síntesis, Los distintos sistemas simbólicos constituyen el ámbito total de la cultura, creación y expresión, también, específicamente humana.