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Geopolítica | Trabajo Práctico sobre Guerras de Baja Intensidad | Prof: Guillermo Pérego | 1° Cuat. de 2012 | Altillo.com |
Presentación del tema:
En el siguiente trabajo práctico se desarrollará el tema designado por la
cátedra: “Guerras de Baja Intensidad”. Se realizará una investigación y luego se
procederá a desarrollar los tópicos relacionados con el tema principal.
Para esto se llevará a cabo una investigación que abarcará desde la Guerra de
los Treinta años hasta el presente. Finalmente profundizaremos sobre la
naturaleza de las guerras de baja intensidad y las relacionaremos con las
llamadas guerras trinitarias.
Objetivos generales y específicos:
Con este trabajo se intentará conocer en profundidad las características de las
guerras convencionales, así como las de las no convencionales, a fin de realizar
un ensayo que explique su surgimiento, desarrollo y consecuencias.
Se hará referencia a las guerras del pasado pero también a las del presente, a
fin de comprender la realidad actual en cuanto a conflictos bélicos y aplicar
los conocimientos adquiridos a la geopolítica.
En cuanto a los objetivos específicos nos proponemos estudiar las causas,
desarrollo y consecuencias de la Guerra de los Treinta Años, para luego
profundizar en el concepto de “guerras convencionales”. Más adelante
contrastaremos esta concepción con la noción de “guerra de baja intensidad”.
Por último es importante saber qué tipo de conflictos eligen las grandes
potencias para participar, cómo se enfrentan y por qué lo hacen.
Hipótesis:
La hipótesis planteada se basa en hecho de que actualmente existe un nuevo tipo
de guerra, la cual parece no tener límites ni respetar reglas. Todo parece ser
válido, no existen códigos ni normas. Según este criterio las políticas
internacionales tienden a hacer lo imposible por sacar ventaja de los conflictos
sin importar el daño causado.
El trabajo estudiará el fenómeno denominado “guerras de baja intensidad” a fin
de validar o refutar la hipótesis expuesta. A continuación, a manera de
introducción, se describirá brevemente el contexto de la investigación.
Introducción:
Al buscar una explicación que sirva como punto de partida para comenzar el
trabajo lo primero que surge es: “la guerra de baja intensidad es una
confrontación político militar entre Estados o grupos, por debajo de la guerra
convencional y por encima de la competencia pacífica entre naciones.” En este
trabajo analizaremos este concepto, por el cual esta clase de enfrentamiento
parece encontrarse entre lo que sería una guerra fría y lo que se conoce como
guerra convencional.
Conforme se desarrolle el ensayo profundizaremos en el concepto a fin de
aclararlo y comprobar la complejidad de esta clase de enfrentamientos, cuyo
nombre sugiere un fenómeno de menor severidad que lo que es en realidad.
En el presente trabajo también estudiaremos el contexto en que se dan los
diferentes tipos de enfrentamientos y las razones de los Estados para desatarlos
o continuarlos. Es importante mencionar que estas guerras suelen relacionar
medios políticos, económicos y de información con los militares. Convirtiéndolas
en confrontaciones de alta peligrosidad.
En cuanto al espacio, es común que se den en el llamado Tercer Mundo, es decir,
en los países que se encuentran en vías de desarrollo. Aunque se trata de un
tema mucho más complejo, en el que a menudo suelen participar también las
grandes potencias mundiales.
Si bien la denominación “Guerra de Baja Intensidad” comienza a utilizarse en los
años 80, muchos autores afirman que se trata de la “guerra del futuro”, ya que
varios elementos militares y políticos se combinan para asegurar el triunfo sin
importar los riesgos tomados ni las pérdidas humanas.
Según Mariano Aguirre en “Guerras de Baja Intensidad” la década de los años
ochenta ha estado marcada por un intento de las potencias occidentales de
escapar a las restricciones de las armas nucleares para poder hacer de la fuerza
militar un instrumento estratégico y así restablecer el vínculo identificado por
Von Clausewitz. Es posible que, de lograr escapar completamente el equilibrio
armamentístico se rompa y la balanza comience a inclinarse hacia el occidente,
agravándose el peligro, siempre latente de una guerra nuclear. Es en esta década
que surgen las llamadas guerras de baja intensidad.
En este tipo de conflicto la guerra nuclear pasa a un segundo plano, ya que el
tipo de guerra a estudiar suele basarse en acciones militares tendientes a
evitar el triunfo de la revolución estratégica política y militar, para
justificar su intervención militar, directa o indirecta, en las naciones
oprimidas, especialmente en América Latina. Así es que Estados Unidos apoya que
las guerras de baja intensidad son aquellas donde hay pocas bajas, no se
utilizan armas nucleares, tienen un costo militar relativamente bajo y se
desarrollan en territorios focalizados.
Entre las causas de este tipo de enfrentamientos podemos mencionar las
problemáticas sociales, económicas y políticas de las naciones del Tercer Mundo,
de éstas surgen problemas aún más graves que luego se transforman en crisis, las
cuales comienzan creando un ámbito de caos que confluye en un enfrentamiento de
baja intensidad.
Para André Glucksmann, autor del libro "Dostoievski en Manhattan", emplear el
término "baja intensidad" para referirnos a una guerra o conflicto, suceda donde
suceda, es inaceptable política, humana y éticamente. Glucksmann critica el uso
de este término en el siguiente párrafo:
"¿Qué importa que Afganistán esté bajo el fuego desde hace más de veinte años,
qué importa el sangriento saqueo de una provincia caucásica, qué importa el
genocidio de los tutsi en Ruanda y los dos o tres millones de cadáveres en
dieciocho meses en el Congo? Estas convulsiones se bautizan hábilmente con el
nombre de "conflictos de baja intensidad". Ese vocabulario tan pudoroso
significa que no provocan, sobre la marcha, un estallido del planeta. Pero en
realidad, baja intensidad significa el bajo interés que concedemos a unos
horrores sin límites para los que sufren."
Hoy en día nos enteramos todo el tiempo de numerosos problemas internacionales,
aparentemente desconectados entre sí, tales como acciones terroristas,
intervenciones de las superpotencias nucleares en países del Tercer Mundo,
discusiones para apoyar grupos armados en Afganistán o Centroamérica. Pero al
mismo tiempo parece no ocurrir nada. Los medios de comunicación rara vez hacen
hincapié en algún hecho de este tipo, y terminan pasando desapercibidos muchos
de los hechos de importancia geopolítica que nos rodean.
La clave está en saber leer las noticias que nos llegan, puesto que no es
difícil llegar a creer que la guerra no existe. Es suficiente con no vivir en
Irak o el sureste asiático o cualquier otro lugar. Nos parece que la guerra está
lejos, que se trata de conflictos menores que no llegarán a afectar nuestro
país, pero en el mundo globalizado en que estamos inmersos todo se relaciona con
todo. Es por esto que debemos prestar especial atención, a este tipo de
conflictos.
"El mundo está hoy en guerra. No es una guerra global, pero se extiende
alrededor del planeta. No es una guerra entre ejércitos totalmente movilizados,
pero no por ello es menos destructiva. No se libra de acuerdo con las leyes de
la guerra y, más aún, la ley en sí misma, como un instrumento de civilización,
es un blanco de esta particular variedad de agresión".
Estas palabras pertenecen al secretario de Defensa de EE UU, Caspar Weinberger,
quien nos alerta sobre la peligrosidad de estas guerras, las llamadas “guerras
del futuro”.
La Guerra de los Treinta Años:
La Guerra de los Treinta Años fue una guerra librada en Europa Central entre los
años 1618 y 1648. En cuanto a la localización, la Guerra de los Treinta Años
tuvo lugar fundamentalmente en el Norte y Este de Alemania.
En este conflicto intervinieron la mayoría de las grandes potencias europeas de
la época, tales como España, Suecia, Bohemia, Dinamarca, Noruega, Francia,
Escocia, Inglaterra, Sajonia, Transilvania, Austria, Baviera y el Sacro Imperio
Romano Germánico.
Comenzó como un conflicto religioso entre estados partidarios de la reforma y la
contrarreforma dentro del propio Sacro Imperio Romano Germánico. Aunque al
tiempo, comenzaron a intervenir las potencias europeas lo cual transformó la
problemática en una guerra en la que el conflicto no sólo se basó en problemas
religiosos, convirtiéndose en el intento de los diferentes países por alcanzar
la hegemonía europea.
El detonante de la guerra fue el enfrentamiento en torno a la libertad
religiosa. Pero luego quedó claro que Francia y Suecia, las dos grandes
potencias europeas, tenían intereses políticos para entrar en la guerra, ya que
querían expandir su área de influencia hacia el centro del continente para
limitar el poder del emperador alemán.
Esta guerra ha sido considerada como una guerra religiosa, del catolicismo
contra el protestantismo. Pero también tenía una importante componente política,
ya que estaba en juego quién quedaría como cabeza de la Iglesia, ya que podrían
ser el papa, el emperador o los príncipes de los distintos países. También
estaba implicada la posición de social de la burguesía; una nueva clase social
que asomaba en estos momentos.
Por otro lado, Fernando II (Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico)
pretendía hacer del Imperio un Estado centralizado y católico, lo que era una
amenaza para el poder de los príncipes luteranos. Además, las monarquías
europeas pretendían acabar con la hegemonía de los Habsburgo. España pondrá sus
ejércitos al servicio de la causa imperial.
El emperador, ejercía su poder sobre cada territorio, pero en la práctica, cada
uno de ellos, era gobernado por un príncipe, que se manejaba de forma
independiente, creándose conflictos de intereses, sobre todo religiosos, entre
los distintos “círculos”, ya que en cada uno, cada príncipe podía elegir la
religión a impartir, católica o protestante, lo que originó una profunda crisis
interna.
Comenzó entonces una persecución contra los protestantes, a lo que se sumó la
entrada del calvinismo, que hacía peligrar el poder que quería consolidar la
iglesia católica. Esto, sumado a la crisis externa, terminó con la paz. Así fue
como comenzó una guerra que, si bien duraría treinta años, produciría
consecuencias y problemas a largo plazo luego de que el conflicto concluyera,
que llevaría muchos años solucionar.
Consecuencias sociales de la guerra:
El mayor impacto de esta guerra fue la total devastación de territorios enteros.
Los continuos episodios de hambrunas y enfermedades diezmaron la población civil
de los estados alemanes, y en menor medida, los de los Países Bajos e Italia,
además, la guerra causó un trastorno serio a la economía de la Europa Central.
El resultado inmediato de la guerra, y que sin embargo iba a perdurar durante
cerca de dos siglos, fue la consagración de una Alemania dividida entre muchos
territorios. La Guerra de los Treinta Años reestructuró la distribución de poder
previa. La decadencia de España se hizo claramente visible. Mientras España
estuvo ocupada con Francia durante el periodo francés, Portugal declaró su
independencia. Francia fue vista a partir de entonces como el poder dominante en
Europa.
El mantenimiento del equilibrio en el centro de Europa respondió a las
necesidades de seguridad de los Estados europeos que querían impedir el
surgimiento de un poderoso Imperio Alemán en el corazón del continente. A partir
de entonces los alemanes no deciden por si mismos sobre su destino, sino que
dependen de los intereses de sus vecinos. Una situación que volvió a jugar un
papel fundamental en 1990 en el proceso de reunificación de los dos Estados
alemanes.
Al final las consecuencias fueron para católicos, protestantes y calvinistas la
libertad religiosa. Como ya lo había hecho la Paz Religiosa de Augsburgo en
1555, la Paz de Westfalia aseguró a cada uno de los ciudadanos la libertad de
elegir su credo.
A partir de entonces los súbditos pueden abandonar un territorio si la religión
impuesta por sus gobernantes no es de su agrado. Esa libertad es parte de uno de
los derechos fundamentales conquistados a través de luchas en Europa, que
debilitó a la Iglesia Católica. Aunque ésta siguió siendo una poderosa
institución, los protestantes y calvinistas ganaron una mayor influencia. La
Europa católica romana se transformó en los siguientes siglos en un continente
cristiano.
Los edictos acordados durante la firma del Tratado de Westfalia fueron
instrumentos para sentar los fundamentos de lo que son consideradas las ideas
centrales de la nación soberana. Se acordó que los ciudadanos de las respectivas
naciones debían atenerse con más importancia a las leyes y designios de sus
respectivos gobiernos en lugar de a las leyes y designios de los poderes
vecinos, ya fuesen religiosos o seculares.
Convenciones firmadas:
La Guerra de los Treinta Años llegó a su final con la Paz de Westfalia y la Paz
de los Pirineos, y supuso el punto culminante de la rivalidad entre Francia y
los territorios de los Habsburgo (el Imperio Español y el Sacro Imperio
Romano-Germánico) por la hegemonía en Europa, que conduciría en años posteriores
a guerras nuevas entre ambas potencias.
El término de Paz de Westfalia se refiere a los dos tratados de paz de Osnabrück
y Münster, firmados el 15 de mayo y 24 de octubre de 1648, respectivamente. Por
medio de estos tratados finalizó la Guerra de los Treinta Años en Alemania, así
como la denominada Guerra de los Ochenta Años entre España y los Países Bajos.
En estos tratados participaron el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico
(Fernando III de Habsburgo), los Reinos de España, Francia y Suecia, las
Provincias Unidas y sus respectivos aliados entre los príncipes del Sacro
Imperio Romano.
La Paz de Westfalia dio lugar al primer congreso diplomático moderno e inició un
nuevo orden en el centro de Europa basado en el concepto de soberanía nacional.
Hasta la instauración de la Confederación del Rin en 1806, los reglamentos de
Westfalia pasaron a formar parte de las leyes constitucionales del Sacro Imperio
Romano. Francia y Suecia, a ambos lados del Sacro Imperio, asumieron las
garantías del acuerdo. Sin su autorización no podía cambiarse ninguna
disposición. Así, los alemanes, que vivían en más de trescientos Estados
independientes, sólo podían fusionarse con otro Estado si contaban con la
aprobación de Suecia y Francia.
El Tratado de los Pirineos fue firmado por las monarquías española y francesa el
7 de noviembre de 1659, en la Isla de los Faisanes, en la frontera
franco-española, para poner fin a un conflicto iniciado en 1635, durante la
Guerra de los Treinta Años.
La Paz de los Pirineos se completó por el Tratado de Llivia (1660) que acordó el
paso a soberanía francesa de treinta y tres pueblos y lugares del valle de
Querol y el Capcir, quedando el enclave de Llivia bajo dominio español. De esta
forma se fijó de un modo más preciso la división de la Cerdaña entre España y
Francia.
Después de diez años de guerra, Francia, aliada con Inglaterra, venció a las
tropas españolas en la batalla de las Dunas, en 1658. La paz se firmó un año
después, siendo los signatarios Luis de Haro, representante de Felipe IV de
España, y el cardenal Mazarino, representante de Luis XIV de Francia.
En la frontera del norte, Francia recibió el condado de Artois y una serie de
plazas fuertes en Flandes, Henao y Luxemburgo. Los franceses devolvieron a
España el Franco Condado y las conquistas de Italia. La frontera con España se
fijará desde entonces siguiendo los Pirineos, salvo en lo que se refiere al
territorio de Llivia.
Las guerras convencionales:
Conocemos como guerra convencional al tipo de guerra que se realiza utilizando
teorías, medios, estrategias y tácticas tradicionales, en el contexto de un
conflicto armado entre dos o más Estados abiertamente hostiles. Se trata de
enfrentamientos clásicos tales como los ocurridos en las Guerras Mundiales.
Las fuerzas de ambos bandos están definidas y son claras, suelen combatir en
campos de batalla y luchan con armamento cuyo objetivo es el ejército enemigo y
sus infraestructuras. Normalmente, el término guerra convencional excluye el uso
de armas de destrucción masiva y específicamente el uso de armas nucleares.
En general, el propósito de la guerra convencional es debilitar o destruir las
fuerzas militares del enemigo, para negarle la posibilidad de seguir combatiendo
y obligarlo a rendirse. Aún así, a veces, puede darse que alguno de los bandos
utilice tácticas no convencionales para forzar la capitulación.
Este tipo de guerra es conocida también como “Guerra Trinitaria”, es interesante
saber cuál fue el origen de este concepto y por qué se le ha dado este nombre:
el historiador Martin Van Creveld, basándose en el pensamiento de Von Clausewitz,
denomina a este tipo de conflicto "guerra trinitaria" por sus tres componentes
esenciales: “un gobierno que representa al Estado, monopoliza la fuerza y la
emplea contra otros Estados; un ejército organizado, que la ejecuta; y un pueblo
que permanece al margen de las acciones, salvo que sea incorporado al
instrumento militar a través de la movilización” .
Según Von Clausewitz: “La guerra en relación a sus tendencias dominantes
constituye una maravillosa trinidad, compuesta del poder primordial de sus
elementos, del odio y la enemistad que pueden mirarse como un ciego impulso de
la naturaleza; de la caprichosa influencia de la probabilidad y del azar, que la
convierten en una libre actividad del alma; y de la subordinada naturaleza de un
instrumento político, por la que recae puramente en el campo del raciocinio.”
Este autor fue uno de los más influyentes historiadores y teóricos de la ciencia
militar moderna, es por esto que haremos hincapié en su posición sobre la guerra
convencional. Otra frase importante de este autor es “la guerra es la
continuación de la política por otros medios".
Lo que demuestra su posición ante el hecho de que la guerra es un acto político,
junto a los otros elementos importantes de la guerra: el odio, la enemistad y la
violencia y juego del azar y las probabilidades.
Según Clausewitz “el primero de estos tres aspectos interesa especialmente al
pueblo; el segundo, al comandante en jefe y a su ejército, y el tercero,
solamente al gobierno. Las pasiones que deben prender en la guerra tienen que
existir ya en los pueblos afectados por ella; el alcance que lograrán el juego
del talento y del valor en el dominio de las probabilidades del azar dependerá
del carácter del comandante en jefe y del ejército; los objetivos políticos, sin
embargo, incumbirán solamente al gobierno."
En esta teoría, el odio, el cálculo y la inteligencia forman una "trinidad"
inseparable, de ahí el concepto “Guerra Trinitaria”.
Las guerras convencionales después de la Segunda Guerra Mundial:
El mundo entero comienza a cambiar luego de la Segunda Guerra Mundial, ya nada
será igual, los gobiernos cambian, la situación geográfica cambia. La
geopolítica toda da un vuelco hacia finales del Siglo XX.
El colapso de la Unión Soviética, la reunificación de Alemania, y el fin de la
Guerra Fría propician el surgimiento de una nueva etapa democrática en Europa.
Surgen importantes adelantos en materia tecnológica, tanto en armamento militar
como en otros campos.
Las guerras convencionales continuaron, si bien no llegaron a tener un alcance
mundial, ocurrieron numerosos conflictos bélicos en varias partes del globo. Uno
de estos enfrentamientos fue la guerra civil entre judíos y árabes, una vez
retirados los británicos.
Los judíos de Palestina, en 1948, proclamaron la creación del Estado Libre de
Israel. Esto provocó la agresión de las naciones árabes. Esta Primera Guerra
Árabe-israelí finalizó con la victoria del Estado judío. A pesar de los
esfuerzos de la ONU, continúa hasta el día de hoy.
Por otro lado, y llegando ya a la década del setenta, la victoria del pueblo de
Vietnam sobre las fuerzas militares de Estados Unidos fue seguida por el triunfo
popular en diversos países durante casi seis años: Laos, Camboya, Mozambique,
Angola, Etiopía, Yemen del Sur, Granada y Nicaragua. Se consideró entonces que
la preocupación principal debería centrarse en lo que ocurría en el Tercer
Mundo.
En cuanto a la Guerra de Vietnam, vale aclarar algunos sucesos: el conflicto se
produjo en la Península de Indochina, entre mediados de los cincuenta y mediados
de los setenta y enfrentó a los EE.UU. y el gobierno de Vietnam del Sur, contra
Vietnam del Norte y las guerrillas comunistas que actuaban en Vietnam del Sur.
En cuanto a los métodos de ataque fueron populares los bombardeos masivos, el
uso de agentes químicos, la crueldad de la primera guerra retrasmitida por los
medios de comunicación hicieron enormemente impopular la política de EE.UU.
Dentro del propio país, la oposición a la guerra se extendió entre la juventud
ligándose a movimientos contra el sistema, como el movimiento "hippie".
En 1968, el presidente Johnson decidió el desvinculamiento del conflicto y la
búsqueda de una solución negociada. Tras una compleja fase de negociaciones y
enfrentamientos militares, se firmó en 1973 un acuerdo de paz. La retirada de
las tropas estadounidenses hizo que el régimen de Vietnam del Sur se derrumbara
inmediatamente.
La derrota supuso un verdadero trauma para EE.UU. 58.000 muertos, 300.000
heridos, centenares de miles de soldados con serios problemas de adaptación a la
vida civil y el orgullo de ser la potencia más importante del globo, herido.
En esta etapa es importante destacar el hecho de que en Asia, África, Medio
Oriente y América Latina se encuentran recursos naturales estratégicos. A partir
de este momento este hecho cobrará importancia central. Es oportuno citar una
frase de Richard Nixon, ex presidente estadounidense: “La mayor amenaza para los
intereses de Estados Unidos no es ya la Unión Soviética o China, sino el
levantamiento en los países pobres del Tercer Mundo.” Además, en ese momento una
guerra nuclear resultaría inconveniente para cualquier potencia, así es que los
países tercermundistas serán desde ahora el núcleo de la actividad bélica.
Desde la Segunda Guerra Mundial hasta finales de los años setenta, en el llamado
Tercer Mundo se produjeron ciento veinte guerras, con un saldo de más de diez
millones de muertos. Más recientemente se ha calculado que, sólo en el año de
1988, hubo ciento once conflictos étnicos armados.
Nixon consideró que, desde el principio de la década de los ochenta, la guerra
en los países más pobres del mundo era el desafío mayor, y que Estados Unidos y
sus aliados no podrían vencer si empleaban las formas tradicionales de hacer la
guerra. Consideraron que la superioridad de las fuerzas convencionales nada
puede conseguir en contra de fuerzas no convencionales. Desde entonces, se
propusieron hacer un cambio global en su estrategia militar
contrarrevolucionaria.
Estados Unidos comenzó a impedir nuevas victorias de los pueblos oprimidos en el
Tercer Mundo. Para esto se dispusieron a estudiar a qué tipos de conflictos se
estaban enfrentando. Una forma de distinguir los conflictos es observar si se
trata de guerras regulares o irregulares. Pero luego de la derrota
estadounidense en Vietnam se concluyó que, además de la forma, era necesario
calcular la intensidad.
En la perspectiva militar desarrollada en Estados Unidos, a determinada
intensidad de la guerra corresponde una aplicación de la fuerza de intervención.
Esta observación permitió que los militares estadounidenses precisaran que
siendo las guerras de baja intensidad las más frecuentes en el Tercer Mundo,
Estados Unidos debería de contar con fuerzas entrenadas, especialmente para esos
conflictos, contra esos adversarios, en ese terreno y ante el tipo de
características que presenta la guerra en el Tercer Mundo.
Las grandes potencias estaban al tanto de lo que suponía participar en una
guerra, más aún en una guerra contra países considerados “superfluos”. Pero era
importante mantener el equilibrio en todos los países del mundo para impedir el
surgimiento de nuevas potencias y para frenar en caos que era desatado por los
conflictos que se sucedían en el Tercer Mundo.
Prepararse para una guerra era cada vez más costoso. Cada instante aparecían
nuevas tecnologías, y los medios de comunicación comenzaron a influir aún más en
el tema. La opinión pública condenaba todo tipo de guerras y potencias como
Estados Unidos se vieron cercadas por la presión mediática. Aún así, después de
la Segunda Guerra Mundial, las guerras convencionales continuaron en múltiples
países, mientras el nuevo tipo de guerras esperaba a la década del ochenta.
Otra guerra de gran importancia en este período fue la Guerra de las Malvinas.
La guerra se desarrolló entre el 2 de abril, día del desembarco argentino en las
islas, y el 14 de junio de 1982, fecha del cese de hostilidades entre la
Argentina y el Reino Unido, lo que conllevó la recuperación de los tres
archipiélagos por parte del Reino Unido.
La causa fue la lucha por la soberanía sobre estos archipiélagos australes. Tras
una invasión de las Malvinas estaba previsto invadir militarmente también las
islas Picton, Lennox y Nueva y otras hasta atacar al cabo de Hornos, que
formaban parte de discusiones territoriales por parte de Argentina y Chile. El
coste final de la guerra en vidas humanas fue de seiscientos cuarenta y nueve
militares argentinos, doscientos cincuenta y cinco británicos y tres civiles
isleños.
Políticamente, la derrota en el conflicto precipitó en Argentina la caída de la
Junta Militar que gobernaba el país; en el Reino Unido, por su parte, la
victoria en el enfrentamiento ayudó a que el Gobierno conservador de Margaret
Thatcher lograra la reelección en las elecciones del año 1983.
Siguiendo con la situación general de las guerras en el Tercer Mundo es
interesante el hecho de que “se ha observado una tendencia a la baja en las
guerras civiles.” Un dato interesante es que en 2003 había cuarenta por ciento
menos de los conflictos que los habidos en 1992, y que los conflictos más
mortíferos (aquellos con 1000 o más de muertes en batalla) han disminuido en
casi ochenta por ciento.
Más tarde las Naciones Unidas, al igual que otros organismos internacionales y
organizaciones no gubernamentales, comenzaron a influenciar en materia de
seguridad global, hecho que incluye diplomacia, mantenimiento y establecimiento
de la paz, evitando así que nuevos conflictos tuvieran lugar, y buscando la
intermediación en los acuerdos de paz, para poner fin a los que ya habían
estallado.
Tras el final de la Guerra Fría (y hasta 2004), las guerras han sufrido otro
cambio notable: Las guerras convencionales llegaron a ser dominantes. Entre las
guerras convencionales de la post-Guerra Fría se incluyen las guerras yugoslavas
de Croacia y de Bosnia (1991-1992), y varias guerras postsoviéticas como:
Tayikistán (1992-1997), Georgia (1988-1993) y Azerbaiyán (1991-1994). En cambio,
las guerras simétricas no convencionales caracterizan principalmente a África,
en conflictos como los de Liberia (1989-1996 y 1999-2003), Somalia (1991),
Sierra Leona (1991-2002) y el Congo (1997-1999).
Es interesante también mencionar algunos conflictos más que han influido en la
geopolítica y se aplican al tema estudiado. Podemos citar por ejemplo la Primera
Guerra Palestina (1947-49), en la que los judíos palestinos se enfrentaron a los
árabes palestinos.
En la Guerra de Corea (1950), se enfrentaron el Norte comunista (China y URSS)
contra el Sur republicano (con apoyo de EE.UU., Inglaterra, Francia, Bélgica,
Holanda y Turquía). En 1954 la Guerra de Argelia, la ya citada Guerra de Vietnam
(1955), en 1967 la Guerra de los Seis Días: Israel contra Egipto, Jordania,
Siria e Irak. Israel en una guerra relámpago ocupa el Sinaí, Gaza, Cisjordania
y, en Siria, las montañas del lago Tiberíades.
Además en 1973 sucedió la Guerra del Yom Kippur, en la que Egipto y Siria se
enfrentaron a Israel. Y en 1980 la Guerra de Irán e Irak, que duró ocho años. En
1982 la Guerra de las Malvinas y, por último, en 1991, la Guerra del Golfo
Pérsico: Irak contra Naciones Unidas, hegemonizadas por EEUU. Tras la invasión
de Kuwait por Irak, las Naciones Unidas decretaron la intervención en el
conflicto, e hicieron retirar a Irak del país invadido.
Ésta ha sido una brevísima síntesis de los conflictos del pasado a para lograr
comprender las transformaciones por las que han pasado los diferentes conflictos
a lo largo de la historia, luego de la Segunda Guerra Mundial. Lejos de
alcanzarse la paz, los enfrentamientos se han multiplicado y han variado en una
multiplicidad de aspectos. Más adelante los conflictos convencionales comienzan
a disminuir su número, tomando su lugar los conflictos no convencionales, los
más característicos en nuestros días.
Influencia de la guerra atómica:
Antes de abordar el tema de la guerra nuclear es interesante remarcar el hecho
de que la idea de baja intensidad alude al uso limitado de la fuerza para
someter al adversario. Puede transformarse en una guerra de mediana intensidad,
en la que se emplearán mayores recursos.
El escalón más alto de conflicto para los militares estadounidenses es la guerra
de alta intensidad, una guerra abierta contra otra potencia que cuenta con
capacidad para el ataque nuclear. Aquí es donde está el núcleo de este tema: es
importante conceptualizar la teoría de la Mutua Destrucción Asegurada, en la que
la estrategia central es la utilización de armas nucleares.
Esta teoría supone el conjunto de conceptos y estrategias ideadas, bien para
evitar la utilización de este tipo de armas o bien para obtener una ventaja en
caso de guerra nuclear y alcanzar beneficios políticos o militares mediante la
utilización de armas nucleares.
Numerosos especialistas en el tema apoyan el supuesto de que la única guerra
nuclear posible es la guerra nuclear total y que esta implicaría el fin del
mundo. Así es que, desde la Guerra Fría las principales potencias nucleares,
especulan con diferentes estrategias, para vencer en un conflicto de estas
características o al menos quedar en una posición ventajosa sin desembocar en un
conflicto nuclear total.
Además. En los últimos tiempos ha surgido la idea de que una de las variantes de
la nueva estrategia militar estadounidense consiste en la nuclearización de las
guerras convencionales. El escudo antimisil estadounidense tiene como objetivo
alcanzar la capacidad de destruir en el aire, misiles intercontinentales que
sean disparados por países hostiles.
Así pues su intención sería la anulación del equilibrio nuclear basado en la
disuasión (Destrucción Mutua Asegurada) que salvo algunos periodos (como la
Crisis de los Mísiles) fue la constante que “garantizó” durante la Guerra Fría
la supervivencia de la vida en todo el globo.
Las grandes potencias nucleares buscan adquirir la capacidad de lanzar un ataque
nuclear y neutralizar un contraataque de la misma naturaleza, es decir, agredir
nuclearmente de forma impune a cualquier pueblo de la Tierra.
Un salto cualitativo tecnológico militar de este tipo de las fuerzas armadas de
los Estados Unidos significaría su consagración como máxima potencia atómica.
Los bombardeos a Irak y a Afganistán y las posibles futuras agresiones a Libia,
Siria e Irán serían lo suficientemente devastadores como para imponerse ante
otras potencias durante un tiempo indefinido, pero no tan devastadores como para
llegar a una destrucción total del globo. Esto es lo que busca Estados Unidos en
lo que concierne a la influencia de la guerra atómica.
Por último quisiéramos dedicar un párrafo a la idea de “disuasión nuclear”: este
es un fenómeno psicológico y defensivo basado en la existencia de las armas
nucleares. Es el eje sobre el que gira la estrategia general de las armas
nucleares. La estrategia de la disuasión nuclear podría definirse como aquella
que pretende renunciar a la guerra nuclear y hacer imposible ésta.
Se basa en el hecho de que un número limitado de armas nucleares puede originar
daños capaces de disuadir a un agresor potencial. Trata de alcanzar el objetivo
político, no mediante la victoria militar, sino por la acción indirecta, gracias
a la disuasión a la que se le somete.
La estrategia de disuasión nuclear ha funcionado hasta nuestros días, ya que
ninguna potencia se ha atrevido a utilizar su arsenal nuclear contra otra,
temiendo una respuesta nuclear que causaría daños realmente graves y que no
daría la posibilidad de un contra ataque, o al menos no de uno que resultara
efectivo.
Así es que la potencial guerra nuclear ha logrado la intimidación aún de las más
poderosas fuerzas mundiales y por el momento la situación no parece encarrilarse
hacia un cambio.
Conflictos de baja intensidad:
Para comenzar este apartado es importante dar una noción de la actual estrategia
militar de Estados Unidos en cuanto a los conflictos de baja intensidad. Las
siguientes estrategias son utilizadas para combatir las revoluciones. Sus
objetivos principales son: Contrainsurgencia: derrotar movimientos de rebelión
popular. Reversión: derrocar gobiernos revolucionarios. Prevención: ayudar a
gobiernos aliados de Estados Unidos a evitar su desestabilización.
Un punto clave es que la estrategia de guerra de baja intensidad no es sólo para
lograr victorias en el campo militar, sino que se buscan triunfos a largo plazo,
mediante el aniquilamiento de la fuerza política y moral de la insurgencia.
Otro punto importante es el que hemos desarrollado en los apartados anteriores,
el principal teatro de operaciones de la guerra de baja intensidad son los
países del llamado Tercer Mundo. La guerra de baja intensidad se relaciona con
la intervención estadounidense en los asuntos internos de otros países.
Las formas de la guerra de baja intensidad son muchas. Se asocian con
situaciones de inestabilidad, contención agresiva, paz armada, anti terrorismo,
anti subversión, conflictos
internos, guerra de guerrillas, insurrecciones, guerras civiles, guerra
irregular o no convencional, guerra encubierta, guerra psicológica, operaciones
paramilitares, operaciones especiales, e invasiones.
Este tipo de guerra termina cuando se requiere el uso de una fuerza mayor. Se
pasa al siguiente escalón de intensidad al producirse la declaración formal de
guerra entre dos naciones y/o cuando se emplean masivamente fuerzas de
intervención militar convencionales.
Como ejemplo de lo anterior se puede citar el caso de la intervención militar
estadounidense en Irak. Mientras que en El Salvador o Nicaragua no ha finalizado
la guerra de baja intensidad ya que ha quedado latente la posibilidad de la
insurgencia. Es por ello que los estadounidenses prefieren hablar de “Low
Intensity Conflict”, concepto que
permite abordar los problemas de la insurgencia en una dimensión más amplia, y
no sólo militar.
En cuanto a las fuerzas utilizadas se sabe que las tropas destinadas a la guerra
de baja intensidad se agrupan en una trilogía: las fuerzas para operaciones
especiales, las fuerzas para asuntos civiles y las fuerzas para operaciones
psicológicas.
El móvil de estos conflictos puede ser religioso, político o económico, o bien
una mezcla de los tres. Lo importante es que se trasciende lo puramente militar
y geopolítico. Otro rasgo característico de este tipo enfrentamientos se
relaciona con la criminalidad organizada. Es importante saber separar la
criminalidad pura y violenta, (como está ocurriendo en Londres a la fecha de
realización de este trabajo, o como ha ocurrido en Francia, o incluso en nuestro
país), de la llamada “criminalidad organizada”.
Ejemplos de esto podrían ser el narcotráfico u otras actividades ilícitas que se
llevan a cabo de manera organizada a espaldas del Estado, configurando una red
criminal que se mantiene en un tiempo prolongado. En estos conflictos es común
que se utilice la violencia continua para lograr los objetivos de los
revolucionarios o terroristas o lo que fueran los enemigos del Estado. Lo
importante es que no se trata de violencia espontánea, sino siempre organizada.
Suelen ocurrir en tiempos de crisis, al aparecer el proteccionismo y la
xenofobia. Y la llevan a cabo combatientes irregulares, mezclados con el pueblo,
que no siguen leyes, ni respetan las fronteras. Otro aspecto estudiado es el que
gira en torno al hecho de que si hay fuerzas irregulares las regulares
comenzarán a parecerse y comportarse como las irregulares, es decir, el estado
también comenzará a dejar de respetar las reglas y los territorios, ya que para
ganar en una guerra como esta es necesario adelantarse a los movimientos del
enemigo sin importar las consecuencias. Como ejemplo de esto tenemos el caso de
Estados Unidos en cuanto a la captura y ejecución de Osama Bin Laden en
Paquistán.
Así es que las características de los conflictos civiles recientes hacen que los
conflictos de baja intensidad resulten mucho más destructivos que las antiguas
guerras convencionales entre ejércitos regulares, ya que el objetivo es la
población civil enemiga, lo que provoca que en la actualidad el noventa por
ciento de las víctimas sean civiles y el diez por ciento militares, proporción
inversa a la de principios del siglo XX.
Algunos de los principales costes del conflicto son: el freno al desarrollo
económico, la destrucción de los medios productivos, la destrucción de servicios
e infraestructuras, las migraciones forzosas de la población civil, las crisis
sanitarias, con la proliferación de epidemias debido a la quiebra de los
servicios de salud, los desplazamientos de la población y su hacinamiento en
condiciones de insalubridad en núcleos urbanos o campos de ayuda, el deterioro
de la seguridad alimentaria y la fragmentación de las comunidades y familias,
entre otros.
“La proliferación de conflictos civiles ha dejado en evidencia las limitaciones
del sistema de Naciones Unidas, que fue creado para garantizar la paz y
seguridad internacionales, concebidas éstas en base a la integridad territorial
de los estados, y para responder a las crisis cuando surgieran. En consecuencia,
no está adecuadamente dotado ni para la prevención de conflictos, ni para
intervenir en los de carácter interno. […] Por último, tanto en el plano teórico
como en el operativo existe todavía una insuficiente comprensión de la compleja
interrelación de factores locales, como los identitarios o los de la economía
política de la guerra y su articulación en redes, que estimulan la reproducción
de la violencia.”
Guerras de baja intensidad vs. Guerras trinitarias:
Una vez expuestas y contrastadas las principales características de ambas
tipologías de conflicto explicaremos el paso de guerra no convencional a
convencional. Más adelante pasaremos a enunciar algunos ejemplos de guerras no
convencionales para terminar de comprender este fenómeno. Finalmente
realizaremos una síntesis de los conflictos potenciales en Argentina, haciendo
hincapié en ciertos sucesos del pasado y del presente y relacionándolos con la
problemática de los conflictos no convencionales.
Desde el momento en que se ha conseguido controlar suficiente terreno y
población para formar un ejército y se han reunido suficientes armas como para
poder enfrentarse al ejército gubernamental en su propio terreno, las guerras de
baja intensidad suelen convertirse en guerras convencionales. El objetivo se
basa en desgastar y desmoralizar al ejército enemigo que optará por retirarse o
rendirse. Esto último sucedió de esta manera en China, en Cuba, en Vietnam, en
Nicaragua y en Afganistán con la ayuda de países como la ex Unión Soviética y
Estados Unidos.
Es importante hablar de los eventos del 11 de septiembre de 2001, cuando aviones
comerciales fueron dirigidos contra las torres gemelas de Nueva York, y el
Pentágono, en Washington. Como reacción de esto el gobierno de EE.UU., con ayuda
de una coalición internacional, lanzó un ataque militar contra las fuerzas
talibanes en Afganistán.
Más recientemente, justificados por la política de lucha contra el terrorismo
internacional, y el peligro de tener armas de destrucción masiva, EE.UU., con
complicidad del Reino Unido y España, lanzó una invasión militar contra Irak, y
en sólo tres semanas ocuparon el país. Vale aclarar que las armas de destrucción
masiva nunca aparecieron.
Otros ejemplos de conflictos se han dado en México, Panamá, y muchos otros
sitios, siendo el más nuevo el conflicto ocasionado en Libia. Pero antes de
hablar de estos casos es interesante comprender qué fue lo que sucedió en la
Guerra de Afganistán, que comenzó en el año 2001 con la “Operación Libertad
Duradera” del Ejército estadounidense y la ayuda de las tropas británicas para
invadir y ocupar el país asiático. El objetivo declarado de la invasión era
encontrar a Osama Bin Laden y otros dirigentes de Al Qaeda para llevarlos a
juicio, y derrocar al régimen talibán que apoyaba a los miembros de Al Qaeda.
Sabido es que el supuesto juicio nunca existió.
En esta guerra el aspecto no convencional pasó por el hecho de que unidades de
guerrilla, cruzaban regularmente la frontera desde Pakistán para atacar bases de
Estados Unidos y emboscar las patrullas estadounidenses. Se trataba de grupos
armados que controlaban ciertas regiones de difícil acceso.
Por otro lado, podemos hablar también del terrorismo de ETA, (organización
terrorista independentista vasca), cuyo objetivo es la obtención de la
independencia del País Vasco respecto del Estado español. Nacida en 1959 por la
fusión de un grupo nacionalista universitario, y ciertos sectores de las
juventudes del Partido Nacionalista Vasco.
Su surgimiento tuvo lugar durante la dictadura del general Francisco Franco.
Hoy, sus acciones son vinculadas a las guerras no convencionales, puesto que los
actos de la banda se basan en terrorismo de baja intensidad.
El caso de México es diferente; aquí la guerra no convencional aparece con el
nombre de “Guerra Sucia”, basada en implementar medidas de represión militar y
política encaminadas a disolver a los movimientos contra el Estado. La guerra
sucia en México también es llamada guerra de baja intensidad por algunos autores
ya que a diferencia de lo que ocurre en otros países de América Latina se actuó
con la cobertura de una prensa sometida. Esta guerra comprendió desde el final
de la década de 1960 hasta finales de los años setenta.
Para el caso del conflicto en Libia citaremos las siguientes palabras: “Es cada
vez más claro que en medio del laberinto evidenciado en esta rebelión, manejada,
orquestada y entramada desde no se sabe que fuerzas, pero con un muy claro
protagonismo de USA y las potencias europeas, se está tejiendo la Tercera Guerra
caracterizada por ser energética interimperialista, por ahora, de baja
intensidad. […] Cuya mesa de billar tiene por una banda a los países
imperialistas europeos, por otra a China, Rusia y el resto de los países del
BRIC, y en la otra a los países de la OPEP y juega USA sobre el tablero de
billar configurado por el Medio Oriente y los países árabes.”
Según la información conocida hasta el momento sabemos que grupos armados
atacaron cuarteles de policía y locales del ejército libio, dando la impresión
de un rechazo masivo al régimen y la pérdida de apoyo popular, al mismo tiempo
que las potencias presionan al líder libio Gadafi a renunciar.
Al mismo tiempo diversos bloques de países dentro de la OTAN están enfrentados:
Alemania y Turquía, que lideran el bloque de los que no quieren el
enfrentamiento bélico, junto a Italia, y el bloque Francia, Inglaterra,
escoltados por España, quienes preparan todas las fuerzas para actuar en Libia.
Aún antes de ser aprobado su proceder por el Consejo de Seguridad de la ONU.
Según la mayoría de los informes parece ser que Estados Unidos intenta salir del
liderazgo del enfrentamiento y dejarlo en las manos de Francia e Inglaterra,
mientras que Francia lucha por quedar con el control de la invasión. Por ahora
este es el panorama de la situación.
En otro orden de cosas, el comandante en jefe del Comando de Operaciones
Especiales de Estados Unidos, reconoció en 1990 que, desde 1987, las fuerzas
bajo su mando habían efectuado quinientos desplazamientos operativos, en
cincuenta y nueve países. Este es un dato importante en materia de geopolítica
ya que nos demuestra la influencia de este país en el orden global.
Otro ejemplo de este tipo de conflictos se ve en la invasión de Panamá, una de
las intervenciones de las fuerzas de operaciones especiales estadounidenses que
ha alcanzado el máximo nivel en la guerra de baja intensidad. En 1989 Estados
Unidos desplazó siete mil tropas para aprehender al presidente de Panamá,
acusado de cargos por narcotráfico. Estas tropas actuaron conjuntamente con las
que ya se encontraban en la zona del Canal de Panamá, sumando un total de veinte
mil efectivos de guerra.
Combatieron en contra de tres mil hombres de las Fuerzas de Defensa de la
República de Panamá y mil doscientos civiles. Analistas estadounidenses han
calculado que dos mil panameños, civiles en su mayoría, perdieron la vida
durante esta invasión a la que el gobierno de George Bush le dio el nombre de
"Causa Justa".
En cuanto a la opinión de la población norteamericana un ochenta por ciento los
ciudadanos estadounidenses estuvieron de acuerdo con la invasión. La postura del
gigante norteamericano no parece encaminarse hacia ningún tipo de cambio, es
evidente que creen ser los “dueños del mundo”.
En cuanto al caso argentino es interesante decir que en el año `73 el terrorismo
se combatía con la ley, luego comenzaría el combate ilegal. Aquí quisiéramos
citar una frase del general Videla: “Perecerán tantos argentinos como sea
necesario para mantener la ley el orden.” La forma de implementar la guerra de
baja intensidad en Argentina ha sido apelar al recurso del terror mediante una
campaña mediática de secuestros, posicionando la inseguridad como conflicto de
baja intensidad.
Esta política se inició desde el ingreso de las Fuerzas Armadas y se intensificó
durante 1984. Todas las denuncias y protestas se estrellaron contra el
oficialismo, que negaba o ignoraba las demandas.
Es interesante también pensar en los sucesos que ocurren en el presente, hechos
como la toma del Parque Indoamericano, en la ciudad de Buenos Aires, en
diciembre de 2010 nos hacen reflexionar en qué ocurriría si esas fuerzas se
organizaran contra el Estado. Hasta ahora ha trascendido información acerca de
que estas personas serían inmigrantes dóciles, aunque en otros medios se ha
dicho que se trataba de peligrosos y violentos malvivientes.
En cuanto a la situación del narcotráfico en Argentina, ésta se enmarca en un
contexto internacional que debe ser tenido en cuenta ya que el narcotráfico
constituye una de las problemáticas criminales más complejas en el mundo
moderno. Durante las últimas décadas, el crecimiento y la diversificación de la
producción, el tráfico, la comercialización y el consumo de drogas ilegales han
sido significativos, lo que ha demostrado la deficiencia de los frenos que han
intentado poner los estados.
Este problema se ha extendido hacia otros ámbitos, tales como el lavado de
dinero y el uso de los fondos provenientes del narcotráfico en actividades
ilegales, extendiéndose la corrupción política, vinculada a este negocio. En el
Norte de nuestro país, existen cerca de mil quinientas pistas no controladas y
tenemos un ingreso de alrededor de ciento veinte aeronaves diarias que traen
hasta seiscientos kilogramos de droga por viaje.
Además Argentina tiene alrededor de setecientos cincuenta pasos clandestinos con
Bolivia y alrededor de sesenta con Paraguay. Muchas veces la cocaína pasa de
Bolivia a Paraguay y de Paraguay a la Argentina ya que esta frontera es de muy
fácil acceso. Como la fuerza aérea no tiene el control del espacio aéreo de
nuestro país, es muy difícil vigilar estos movimientos clandestinos.
Si esto es sabido, ¿por qué no se toman medidas al respecto?, porque hay
demasiados intereses en juego, se trata del negocio más importante del mundo, y
quienes tienen el poder y perciben su ganancia no van a arriesgarse a perderlo.
La decisión de las grandes potencias:
Para comenzar con esta sección del trabajo hemos encontrado interesante
comunicar los siguientes datos: entre 1989 y 1999 ha habido setenta y nueve
conflictos en el mundo, siete de ellos entre estados (Armenia - Azerbaiyán,
Ecuador - Perú, Eritrea - Etiopía, India – Paquistán, Irak – Kuwait, Israel
–Líbano, Mauritania – Senegal). De los setenta y nueve conflictos, veintiséis
han sido guerras, veinticinco conflictos de intensidad media y treinta y ocho
conflictos de baja intensidad. Las guerras entre estados dentro de muy poco
tiempo serán parte de la historia.
En 1999 estaban activos sesenta y cuatro conflictos, dieciséis de los cuales
eran guerras (Afganistán, Angola, Burundi, Eritrea – Etiopía, Guinea – Bisau,
Indonesia – Timor Oriental, Indochina, Yugoslavia – Kosovo, Myanmar, Rusia –
Chechenia, Sierra Leone, Sri Lanka, Somalia, Sudán, Turquía – Kurdos,
Tayikistán); dieciséis conflictos de intensidad media y treinta y dos de baja
intensidad.”
Basándonos en estos números podemos decir que los conflictos de baja intensidad
están liderando las “preferencias” estratégicas de la mayoría de los Estados que
llegan a conflictos bélicos. Conforme el tiempo pasa estos conflictos se
multiplican en el mapa, lo cual les ha dado el nombre de “guerras del futuro”.
En este tipo de conflictos las potencias no necesariamente se enfrentan entre
ellas, sino que prefieren intervenir pequeños estados donde puedan afianzar su
hegemonía y lograr los objetivos propuestos, los cuales suelen responder a sus
propios intereses.
No suelen darse los enfrentamientos entre potencias, o al menos no abiertamente,
ya que, (como hemos estudiado con la Teoría de la Mutua Destrucción Asegurada),
una guerra en la que intervinieran las grandes potencias enfrentándose entre sí,
en nuestros días, supondría seguramente la utilización de armamento nuclear, lo
cual no es una opción viable, ya que el resultado de un ataque de esta
envergadura supondría en fin para los estados intervinientes, e incluso para el
mundo entero.
Así es que estos enfrentamientos suelen darse indirectamente, por ejemplo por
medio de la llamada guerra psicológica, en la que la utilización de la
propaganda se orienta a direccionar conductas, en la búsqueda de objetivos de
control social, político o militar, sin recurrir al uso de la armas, o en forma
complementaria a su uso.
Suelen ocurrir también combates directos a causa de la violencia organizada del
sector de la población que se ha revelado, a lo que las fuerzas contrarias
responden con más violencia, con lo cual no son enfrentamientos puramente
indirectos.
Las nuevas guerras surgen en situaciones de crisis económica dentro de un
Estado, donde predomina la corrupción, la expansión de los delitos, la
ineficacia de la administración del Estado y un aumento peligroso de la
violencia debido al crimen organizado y a la aparición de fuerzas paramilitares.
Las guerras actuales presentan elementos comunes, pocas veces encontramos
ganadores claros. Es común que los conflictos no se puedan delimitar en el
tiempo, es difícil saber cuando empiezan y cuando acaban, no hay declaraciones
de guerra, ni treguas, ni regla alguna, y los acuerdos de paz son tan frecuentes
como su incumplimiento. Tan extraño es este tipo de guerra que a veces ni
siquiera es advertida. Aún en la era de la comunicación puede suceder que un
país lejano haya entrado en guerra y los medios de comunicación no le den
importancia alguna, basta con estar lejos del lugar para ignorar lo que ocurre.
Los conflictos actuales son complejos y en muchos de ellos intervienen factores
diversos, nunca están desencadenados por una única causa, sino que en su origen
hay muchos factores interrelacionados, de carácter económico, político,
histórico o cultural. Aunque los conflictos sean diversos y complejos, podemos
encontrar aspectos comunes en muchos de ellos.
En la mayoría de los casos, los países en conflicto no son de gran importancia
para los países occidentales, suelen estar inmersos en una crisis económica,
presentan poco respeto a los derechos humanos y poca sensibilidad hacia las
minorías, además de ser países con una distribución desigual de la riqueza. Todo
esto los hace “blancos perfectos” para los ataques de las potencias preparadas
tanto militar como socialmente.
Conclusión:
Primeramente debemos destacar la importancia de comprender estos conflictos para
la carrera de turismo, ya que necesitamos estar informados sobre la actual
situación geopolítica de los diferentes destinos turísticos al momento de
planificar viajes, para preservar la seguridad de las personas a las que
recomendemos la visita del lugar.
Adentrándonos en lo puramente geopolítico es interesante exponer la siguiente
conclusión: parecería ser que la mayoría de los conflictos actuales tienen una
parte de convencionales y una parte de no convencionales. Puesto que sus
características se han mezclado para dar como resultado una guerra actual en la
que no hay reglas, ni límites, en la que sólo importa la decisión de la potencia
más poderosa.
Con esto afirmamos que la hipótesis es válida: estas guerras no reparan en
ningún tipo de norma ni principio, sólo en las acciones que a cada potencia
convienen en el momento en que lo necesiten y sin importar el medio para
obtenerlo.
Otro punto importante es el hecho de que hoy, más que nunca las acciones
llevadas a cabo por un país repercutirán en todos los demás, por más pequeño que
el país pueda ser y aunque el cambio realizado sea tan sutil que a primera vista
pueda parecer indetectable.
Finalmente es oportuno precisar que la realización del presente trabajo nos ha
permitido observar la situación y transformación de las diferentes tipologías de
guerras y conflictos, así como la relación existente entre la geopolítica y la
historia.
El final de la Guerra Fría hizo creer al mundo que en un futuro próximo se
acabaría con las guerras, que el mundo sería más democrático y pacífico. Aunque
muchas cosas han cambiado, otras siguen igual, vivimos en un planeta con guerras
y con conflictos, donde las personas siguen muriendo en guerras en las que lo
que se decide es quién controlará las riquezas de un territorio.
Algunas de estas guerras y tragedias han recibido cobertura en los medios de
comunicación, pero la mayoría de los conflictos tienen lugar en países
desconocidos y con escaso interés para los medios de comunicación, pero nosotros
ya no podremos ignorarlas.