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Teorías Psicológicas I | Conferencia: Angustia y Vida Pulsional | Cat. Devoto | 2° Cuat. de 2009 | Altillo.com |
32 conferencia: angustia y vida pulsional (1932-1936)
La angustia es un estado afectivo o sea una unión de determinadas sensaciones de la serie placer-displacer con las inervaciones de descargas a ellas correspondientes y su percepción, probablemente el residuo de cierto acontecimiento importante, incorporado por vía hereditaria y entonces comparable al ataque histérico adquirido por el individuo.
- DIFERENCIACIÓN ANGUSTIA REAL Y ANGUSTIA NEURÓTICA
- ANGUSTIA REALISTA:
- DESARROLLO DE ANGUSTIA: la repetición de la antigua vivencia traumática, se limita a una señal, y entonces la restante reacción puede adaptarse a la nueva situación de peligro, desembocar en la huida o en acciones destinadas a ponerse a salvo.
- Lo antiguo prevalece, toda la reacción se agota en el desarrollo de angustia, y entonces el estado afectivo resultará paralizante y desacorde con el fin para el presente.
- ANGUSTIA NEURÓTICA:
- ANGUSTIA EXPECTANTE: un estado de angustia libremente flotante, general, pronto a enlazarse de manera pasajera con cada nueva posibilidad que emerja.
- FOBIAS: se puede discernir un vínculo con un peligro externo pero la angustia frente a él es desmedida.
c) ANGUSTIA EN LA HISTERIA Y OTRAS FORMAS DE NUEROSIS GRAVES: acompaña a síntomas o bien emerge de manera independiente como ataque o como estado de prolongada permanencia, pero siempre sin que se le descubra fundamento alguno en un peligro exterior. De la angustia en la histeria y otras neurosis hacemos responsable, al proceso de la represión. Es la representación la que experimenta la represión y llegado el caso es desfigurada hasta que se vuelve irreconocible; pero su monto de afecto es mudado comúnmente en angustia y, por cierto, sin que importe su naturaleza ni que se trate de agresión o de amor.
- La causa más común de la neurosis de angustia es la excitación frustránea. Se provoca una excitación libidinosa, pero no se satisface, no se aplica; entonces, en reemplazo de esta libido desviada de su aplicación emerge el estado de angustia. Una explicación clara es la angustia a la soledad y a personas ajenas: La soledad, así como el rostro ajeno, despiertan la añoranza de la madre familiar; el niño no puede gobernar esta excitación libidinosa, no puede mantenerla en suspenso, la muda en angustia. Por tanto, esta angustia infantil no debe imputarse a la angustia realista, sino a la neurótica. Las fobias infantiles y la expectativa angustiada de la neurosis de angustia nos proporcionan dos ejemplos de uno de los modos en que se genera angustia neurótica: por trasmudación directa de la libido.
- DESARROLLO DE ANGUSTIA Y FORMACIÓN DE SÍNTOMA:
Existe un vínculo significativo entre desarrollo de angustia y formación de síntoma, a saber, que ambos se subrogan y relevan entre sí. El agorafóbico, por ejemplo, inicia su historia patológica con un ataque de angustia en la calle. Este se repetiría toda vez que anduviera de nuevo por la calle. Ahora crea el síntoma de la angustia a andar por la calle, que también podría llamarse una inhibición, una limitación funcional del yo, y por esa vía se ahorra el ataque de angustia. Lo inverso se ve si uno se inmiscuye en la formación de síntoma, como es posible, por ejemplo, en las acciones obsesivas. Si se impide al enfermo realizar su ceremonial de lavado, cae en un estado de angustia difícil de soportar, del cual, evidentemente, su síntoma lo protegía. Y por cierto parece que el desarrollo de angustia fuera lo primero, y la formación de síntoma lo posterior, como si los síntomas fueran creados para evitar el estallido del estado de angustia.
Aquello a lo cual se tiene miedo en la angustia neurótica es, evidentemente, la propia libido. La diferencia con la situación de la angustia realista reside en dos puntos: que el peligro es interno en vez de externo, y que no se discierne concientemente.
- FOBIAS: En las fobias se puede discernir el modo en que este peligro interior se traspone en uno exterior, o sea una angustia neurótica se muda en aparente angustia realista. Para simplificar un estado de cosas a menudo muy complejo, supongamos que el agorafóbico por lo general temía las mociones de tentación que le despertaban los encuentros por la calle. En su fobia sobreviene un desplazamiento, y ahora se angustia frente a una situación externa. Es manifiesto que gana con ello, pues cree poder protegerse mejor así. De un peligro externo uno puede salvarse mediante la huida, pero es difícil empresa el intento de huir de un peligro interno.
- PERSONALIDAD ANÍMICA
3.1 La angustia es como estado afectivo la reproducción de un antiguo evento peligroso; la angustia está al servicio de la autoconservación y es una señal de un nuevo peligro; se genera a partir de una libido que de algún modo se ha vuelto inaplicable; lo hace también a raíz del proceso de la represión; la formación de síntoma la releva, la liga psíquicamente, por así decir; se siente que aquí falta algo que unifique los fragmentos.
3.2 El Yo puede producir y sentir angustia, y no tendría sentido hablar de angustia del Ello o adscribir al Superyo la facultad de sufrir angustia pero sí que hay una correspondencia en el hecho de que las tres clases principales de angustia, real, neurótica y la de la conciencia moral pueden ser referidas a las tres dependencias del Yo, del mundo exterior, del Ello y del Superyo. De los casos clínicos se ha investigado que el Yo no crea la angustia, ésta existe con anterioridad y ella crea la represión, pero sólo puede ser la angustia real, la angustia ante un peligro exterior.
3.3 En el complejo de Edipo el peligro real que el niño teme como consecuencia de su enamoramiento de la madre: es el castigo de la castración, la pérdida de su miembro. La angustia frente a la castración es uno de los motores más frecuentes e intensos de la represión y, con ello, de la formación de neurosis. Las mujeres, que poseen un complejo de castración, pero no pueden tener angustia ninguna de castración. En su reemplazo aparece la angustia a la pérdida de amor, que es como una continuación de la angustia del lactante cuando echa de menos a la madre. Situación de peligro objetivo indicada por esa angustia: Si la madre está ausente o ha sustraído su amor al hijo, la satisfacción de las necesidades de este ya no es segura, y posiblemente queda expuesto a los más penosos sentimientos de tensión.
3.4 Rank hizo contribuciones al Psicoanálisis: la vivencia de angustia del nacimiento es el arquetipo de todas las situaciones posteriores de peligro…En verdad a cada edad del desarrollo le corresponde una determinada condición de angustia, y por tanto una situación de peligro, la como adecuada a ella. El peligro del desvalimiento psíquico conviene al estadio de la temprana inmadurez del yo; el peligro de la pérdida de objeto (de amor), a la heteronomía de la primera infancia; el peligro de la castración, a la fase fálica; y, por último, la angustia ante el superyó, angustia que cobra una posición particular, al período de latencia. A medida que avanza el desarrollo, las antiguas condiciones de angustia tienen que ser abandonadas, pues las situaciones de peligro que les corresponden han sido desvalorizadas por el fortalecimiento del yo. Pero esto ocurre de manera muy incompleta. Algunas de las antiguas situaciones de peligro se las arreglan para pervivir en épocas posteriores modificando oportunamente sus condiciones de angustia
- ANGUSTIA Y REPRESIÓN
4.1 La angustia crea a la represión, y no a la inversa ¿Cómo nos representamos ahora el proceso de una represión bajo el influjo de la angustia? El yo nota que la satisfacción de una exigencia pulsional convocaría una de las bien recordadas situaciones de peligro. Por tanto, esa investidura pulsional debe ser sofocada de algún modo, cancelada. Sabemos que el yo desempeña esa tarea cuando es fuerte e incluye en su organización la respectiva moción pulsional. Ahora bien, el caso de la represión es aquel en que la moción pulsional sigue siendo nativa del ello y el yo se siente endeble. Entonces el yo recurre a una técnica que en el fondo es idéntica a la del pensar normal. El pensar es un obrar tentativo con pequeños volúmenes de investidura, semejante a los desplazamientos de pequeñas figuras sobre el mapa, anteriores a que el general ponga en movimiento sus masas de tropa. El yo anticipa así la satisfacción de la moción pulsional dudosa y le permite reproducir las sensaciones de displacer que corresponden al inicio de la situación de peligro temida. Así se pone en juego el automatismo del principio de placer-displacer, que ahora lleva a cabo la represión de la moción pulsional peligrosa.
- YO y ELLO: Tenemos que distinguir lo que a raíz de esta represión sucede en el yo y lo que sucede en el ello.
- El yo dirige una investidura tentativa y suscita el automatismo placer-displacer mediante la señal de angustia. Entonces son posibles diversas reacciones o una mezcla de ellas en montos variables. O bien el ataque de angustia se desarrolla plenamente y el yo se retira por completo de la excitación chocante, o bien, en lugar de salirle al encuentro con una investidura tentativa, el yo lo hace con una contrainvestidura, y esta se conjuga con la energía de la moción reprimida para la formación de síntoma o es acogida en el interior del yo como formación reactiva, como refuerzo de determinadas disposiciones, como alteración permanente. Mientras más pueda limitarse el desarrollo de angustia a una mera señal, tanto más recurrirá el yo a las acciones de defensa equivalentes a una ligazón psíquica de lo reprimido, y tanto más se aproximará el proceso a un procesamiento normal, desde luego que sin alcanzarlo. El carácter es atribuible por entero al yo. Lo que crea a ese carácter: la incorporación de la anterior instancia parental en calidad de superyó, sin duda el fragmento más importante y decisivo; luego, las identificaciones con ambos progenitores de la época posterior, y con otras personas influyentes, al igual que similares identificaciones como precipitados de vínculos de objeto resignados. Agreguemos ahora, como un complemento que nunca falta a la formación del carácter, las formaciones reactivas que el yo adquiere primero en sus represiones y, más tarde, con medios más normales, a raíz de los rechazos de mociones pulsionales indeseadas.
- No es tan fácil ya colegir lo que a raíz de la represión le ha pasado a la moción pulsional combatida. Recuerdan que antes suponíamos que justamente ella era mudada en angustia por la represión. Ya no nos atrevemos a sostenerlo; la respuesta será: es probable que su destino no sea el mismo en todos los casos. Es probable que exista una correspondencia íntima entre el proceso que ocurre en cada caso dentro del yo y el que le sobreviene en el ello a la moción reprimida. En efecto, desde que hemos hecho intervenir en la represión al principio de placer-displacer, puesto en movimiento por la señal de angustia, estamos autorizados a modificar nuestras expectativas. Este principio rige de manera irrestricta los procesos en el interior del ello. Podemos concederle que provoca alteraciones muy profundas en la moción pulsional en cuestión. En muchos casos quizá la moción pulsional reprimida retenga su investidura libidinal, persista inmutada en el ello, si bien bajo la presión permanente del yo. Otras veces parece sobrevenirle una destrucción completa, tras la cual su libido es conducida de manera definitiva por otras vías.
- El yo es endeble frente al ello, es su fiel servidor, se empeña en llevar a cabo sus órdenes, en cumplir sus reclamos. Y por el otro lado, ese yo es la parte del ello mejor organizada, orientada hacia la realidad. El yo consigue a su vez influir sobre los procesos del ello. El yo ejerce ese influjo cuando por medio de la señal de angustia pone en actividad al casi omnipotente principio de placer displacer. Inmediatamente vuelve a mostrar su endeblez, pues mediante el acto de la represión renuncia a un fragmento de su organización, se ve precisado a consentir que la moción pulsional reprimida permanezca sustraída a su influjo de manera duradera.
- FACTOR TRAUMÁTICO
La angustia neurótica se ha mudado bajo nuestras manos en angustia realista, en angustia ante determinadas situaciones externas de peligro. ¿Qué es en verdad lo peligroso, lo temido en una de tales situaciones de peligro? es el daño que él ocasione en la vida anímica. Llamemos factor traumático a un estado así, en que fracasan los empeños del principio de placer; entonces, a través de la serie angustia neurótica-angustia realista-situación de peligro llegamos a este enunciado simple: lo temido, el asunto de la angustia, es en cada caso la emergencia de un factor traumático que no pueda ser tramitado según la norma del principio de placer. El hecho de estar dotados del principio de placer no nos pone a salvo de daños objetivos, sino sólo de un daño determinado a nuestra economía psíquica. Del principio de placer a la pulsión de autoconservación hay un gran trecho, falta mucho para que ambos propósitos se superpongan desde el punto de partida.
Sólo la magnitud de la suma de excitación convierte a una impresión en factor traumático, paraliza la operación del principio de placer, confiere su significatividad a la situación de peligro. Sólo las represiones más tardías muestran el mecanismo que hemos descrito, en que la angustia es despertada como señal de una situación anterior de peligro; las primeras y originarias nacen directamente a raíz del encuentro del yo con una exigencia libidinal hipertrófica proveniente de factores traumáticos; ellas crean su angustia como algo nuevo, es verdad que según el arquetipo del nacimiento.
Origen doble de la angustia: en un caso como consecuencia directa del factor traumático, y en el otro como señal de que amenaza la repetición de un factor así.
- TEORÍA DE LA LIBIDO
- Distinguíamos al comienzo dos pulsiones principales, según las dos grandes necesidades: hambre y amor. Hecho biológico de que el individuo vivo sirve a dos propósitos: su propia conservación y la de la especie. Como subrogadoras de esta concepción, se introdujeron en el psicoanálisis las «pulsiones yoicas» y las «pulsiones sexuales». Entre las primeras incluimos todo lo que tiene que ver con la conservación, la afirmación, el engrandecimiento de la persona. A las segundas debimos conferirles la riqueza que exigían la vida sexual infantil y la perversa.
- Una pulsión se distingue de un estímulo, pues, en que proviene de fuentes de estímulo situadas en el interior del cuerpo, actúa como una fuerza constante y la persona no puede sustraérsele mediante la huida, como es posible en el caso del estímulo externo. En la pulsión pueden distinguirse:
- La fuente es un estado de excitación en lo corporal;
- la meta, la cancelación de esa excitación, y en el camino que va de la fuente a la meta la pulsión adquiere eficacia psíquica. La representamos como cierto monto de energía que esfuerza en determinada dirección. De este esforzar recibe su nombre: pulsión. Se habla de pulsiones activas y pasivas; más correctamente debería decirse: metas pulsionales activas y pasivas; también para alcanzar una meta pasiva se requiere un gasto de actividad. La meta puede alcanzarse en el cuerpo propio, pero por regla general se interpone un objeto exterior en que la pulsión logra su meta externa; su meta interna sigue siendo en todos los casos la alteración del cuerpo sentida como satisfacción.
- Distinguimos con el nombre de sublimación cierta clase de modificación de la meta y cambio de vía del objeto en la que interviene nuestra valoración social. Además, tenemos razones para distinguir pulsiones de meta inhibida, a saber, mociones pulsionales de fuentes notorias y con meta inequívoca, pero que se detienen en el camino hacia la satisfacción, de suerte que sobrevienen una duradera investidura de objeto y una aspiración continua.
- Las pulsiones sexuales: plasticidad, la capacidad de cambiar de vía sus metas; por la facilidad con que admiten subrogaciones, dejándose sustituir una satisfacción pulsional por otra, y por su posible diferimiento, de lo cual las pulsiones de meta inhibida acaban de darnos un buen ejemplo. Tenderíamos a negar estas propiedades a las pulsiones de autoconservación, y a enunciar acerca de ellas que son inflexibles, no admiten diferimiento, son imperativas de manera muy diversa y tienen una relación enteramente distinta tanto con la represión como con la angustia. Sólo que la reflexión más inmediata nos dice que esa posición excepcional no conviene a todas las pulsiones yoicas, sino únicamente al hambre y la sed.
- Vemos un gran número de pulsiones parciales, provenientes de diversas partes y regiones del cuerpo, que con bastante independencia recíproca pugnan por alcanzar una satisfacción y la hallan en algo que podemos llamar placer de órgano. Entre estas zonas erógenas, los genitales son la más tardía, y ya no rehusaremos a su placer de órgano el nombre de placer sexual. No todas estas mociones que pugnan por alcanzar placer serán acogidas en la organización definitiva de la función sexual. Muchas de ellas serán dejadas de lado por inutilizables, sea mediante represión u otra vía; algunas serán desviadas de su meta en la notable forma ya citada, y aplicadas como refuerzo de otras mociones; otras, aún, se conservan en papeles accesorios, sirven para la ejecución de actos introductorios, para la producción de un placer previo.
- En esta larga trayectoria de desarrollo pueden discernirse varias fases pregenitales de una organización provisional, y a partir de esta historia de la función sexual se explican sus aberraciones y mutilaciones:
- FASE ORAL: en correspondencia con el modo en que el lactante es alimentado, la zona erógena de la boca domina también lo que es lícito llamar la actividad sexual de este período de la vida.
- FASE ANAL: en un segundo estadio esfuerzan hacia adelante los impulsos sádicos y los anales, por cierto que en conexión con la salida de los dientes, el fortalecimiento de la musculatura y el gobierno sobre las funciones esfinterianas.
- FASE FÁLICA: en ambos sexos el miembro viril y su correspondiente en la niña adquieren una significación que ya no puede pasarse por alto.
- FASE GENITAL: para la organización sexual definitiva que se establece tras la pubertad y en la cual los genitales femeninos hallan por primera vez el reconocimiento que los masculinos habían conseguido mucho antes.
- Nuestra teoría de la libido tuvo por base la oposición entre pulsiones yoicas y sexuales. Cuando comenzamos a estudiar mejor el yo y asimos el punto de vista del narcisismo, ese distingo perdió fundamento. El yo es siempre el principal reservorio de libido de él salen y a él regresan, mientras la mayor parte permanece continuamente en el yo. Pero entonces libido yoica y de objeto pueden ser de distinta naturaleza, no se puede separar una energía de otra. No se permaneció largo tiempo en esto. La oposición tomó una expresión otra. Suponemos que existen dos clases de pulsiones:
- las sexuales – Eros –
- y las de agresión cuya meta es la destrucción.
- Hablamos de sadismo cuando la satisfacción sexual se anuda a la condición de que el objeto sexual padezca dolores, maltratos y humillaciones,
- y de masoquismo cuando la necesidad consiste en ser uno mismo ese objeto maltratado.
Cierto ingrediente de ambas está presente en la relación sexual normal; se designan perversiones cuando refrenan las otras metas y las reemplazan por las propias. Son fenómenos harto enigmáticos y, muy en particular, el masoquismo. Creemos que el sadismo y el masoquismo son dos ejemplos paradigmáticos de mezcla de pulsiones, presente en todas las mociones pulsionales, con las más diversas proporciones. Las pulsiones eróticas introducirían en la mezcla la diversidad de sus metas sexuales, en tanto que las otras sólo consentirían anminoramientos y matices de su monocorde tendencia. Las mezclas pueden descomponerse con las más serias consecuencias para la función.