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Resumen para el Segundo Parcial  |  Antropología (Cátedra: Sabarotz - 2016)  |  CBC  |  UBA

RACISMO

Racismo es todo conjunto de creencias en que las diferencias orgánicas (reales o imaginarias) trasmitidas por la vía genética entre los grupos humanos, están intrínsecamente asociadas con la presencia o ausencia de ciertas capacidades o características de gran importancia social y, por lo tanto, en que tales diferencias son una base legitima para establecer distinciones injustas entre los grupos. (Van den berghe). No son las diferencias físicas observables las que crean por sí las nociones populares de raza, sino la aceptación social, más o menos consensuada y consciente, de que tales diferencias son socialmente relevantes. A partir de ello se legitima formal o informalmente una jerarquización social que puede transformarse en algunas sociedades en un criterio básico de estratificación social.

Por razas se entiende grupos humanos que se autodefinen y/o son definidos por otros grupos como diferentes de los demás en función de un criterio dominante basado en supuestas características físicas innatas e inamovibles, se trata de grupos socialmente definidos. Los científicos que defienden la idea de raza, se basan en ciertos rasgos “claves”, es decir que los individuos que la componen serian biológicamente muy similares, en tanto serían muy diferentes de otras razas. Pero las poblaciones no son homogéneas, y los individuos considerados típicos de una raza, son muy escasos y su concepto perdió por completo sentido, puesto que se demostró que cada población tenía una amplia variabilidad interna. Los avances en la genética demuestran que, si se quiere abarcar la diversidad humana  completa, habría que aumentar el número de razas a cientos, o hasta un millón. 

Infrarracismo, racismo fragmentario, racismo como política, y racismo total.

 

Foucault  destaca el surgimiento, a fines del S XVI, de un nuevo discurso histórico político de la sociedad, que plantea que la guerra es una relación social permanente, la base de las instituciones y las relaciones de poder. Posteriormente, se retoma el discurso de la guerra de las razas en términos socio-biológicos connotados por el evolucionismo. Este discurso tendrá como fin el conservadurismo social y la dominación colonial. Se produce la idea de un desdoblamiento de una misma raza dentro del cuerpo social: en una súper-raza (la verdadera, vinculada al poder y la norma) y una contra-raza que amenaza al patrimonio biológico, no son concebidos como adversarios políticos, sino como peligros internos y externos para la población. En los siglos XVII y XVIII se desarrolló toda una serie de técnicas de poder centralizados en el cuerpo individual, a las que llama “tecnología disciplinaria del trabajo”, las disciplinas trabajaban solo sobre el individuo-cuerpo, como vigilancia y adiestramiento, por ejemplo: escuela, hospital y fabrica.  En tanto, en la segunda mitad del S XVIII, se desarrolló una biopolítica de la especie humana. Objetos de saber y control de la biopolítica son las problemáticas referidas a la natalidad, mortalidad y longevidad, todo aplicado al ser humano como masa, haciéndolos objeto de un nuevo saber, de un control científico, en relación con toda una serie de cuestiones económicas y políticas. Trabaja con la población como problema biológico y de poder. Antes, el soberano tenía el derecho de “hacer morir o dejar vivir”, en el siglo XIX emerge un nuevo poder-derecho consistente en “hacer vivir o dejar morir”. La emergencia de un biopoder brindó las condiciones de existencia para la inscripción del racismo como un mecanismo de Estado. El racismo planteara que la muerte del otro, de la mala raza o inferior, es lo que hará que se viva más, se sea más fuerte. Desde el momento en que el Estado funciona sobre la base del biopoder, el accionar homicida del Estado solo puede ser asegurado por el racismo. El nazismo será el ejemplo extremo del desarrollo de los mecanismos de poder que empiezan a surgir en el siglo XVIII, ninguna sociedad fue más controladora, disciplinaria y aseguradora que la instaurada o proyectada por los nazis. El racismo legitima la función homicida del Estado, que no se constituye solo en el asesinato directo, sino también en lo que puede llevar a una muerte indirecta, es decir, favorecer los riesgos de muerte, o la muerte política.

 

Cultura e identidad.

La diferencia entre las nociones de cultura y de identidad cultural, son que la cultura puede no tener conciencia identitaria, en tanto que las estrategias identitarias pueden manipular e inclusive modificar una cultura. La identidad remite a una norma de pertenencia, necesariamente consciente porque está basada en oposiciones simbólicas. En cambio, la cultura se origina, en gran parte, en procesos inconscientes.  La identidad social de un individuo o grupo se caracteriza por el conjunto de sus pertenencias en el sistema social, permite que se ubique y que sea ubicado socialmente. La identidad cultural es una modalidad de categorización de la distinción nosotros/ellos, basada en la diferencia cultural.

 Las concepciones objetivistas tratan en todos los casos de definir y describir la identidad a partir de cierto número de criterios determinantes, considerados objetivos. Un grupo sin lengua, territorio o cultura propio, no puede reivindicar una identidad autentica. Para los subjetivistas la identidad etnocultural no es otra cosa que un sentimiento de pertenencia o una identificación con una colectividad más o menos imaginaria.

 En la concepción relativista, la identidad es una construcción que se elabora en una relación, que oponen un grupo a los otros con los cuales entra en contacto. Una cultura particular no produce por sí misma una identidad diferenciada: ésta sólo puede ser el resultado de las interacciones entre los grupos y de sus procedimientos de diferenciación. Se debe considerar la identidad como algo que se construye y se reconstruye constantemente en los intercambios sociales. De acuerdo a la relación de fuerza entre los grupos de contacto, la auto identidad, definida por uno mismo, tendrá más o menos legitimidad que la heteroidentidad, definida por los otros. La heteroidentidad, en una situación de dominación, se traduce en estigmatización de los grupos minoritarios. En los estado-nación modernos, el estado se convirtió en el gerente de la identidad. La ideología nacionalista es una ideología de exclusión de las diferencias culturales, la identidad nacional implica una subversión simbólica contra la inculcación de identidad. La identidad es difícil de delimitar y de definir por su carácter multidimensional y dinámico, lo que le confiere su complejidad pero también le otorga su flexibilidad. La identidad tiene variaciones, se presta a reformulaciones y manipulaciones. El concepto de estrategia puede explicar las variaciones identitarias, lo que se podría denominar los desplazamientos de la identidad, que se construye, desconstruye y reconstruye según las situaciones.

 

 

Los pobladores del desierto.

Desde un comienzo, la estructura colonial del Rio de la Plata se organizó como puerto de intercambio con los dominios del Alto Perú. Durante el mandato español, no fue necesario ampliar excesivamente el corredor que los comunicaba con el alto Perú, dejando como “tierras de indios” las extensas regiones de Patagonia y Gran Chaco. El peso de la colonización recayó sobre los pueblos agricultores y pastores del actual noroeste argentino. Durante el siglo XX los distintos gobiernos como mucho reforzaron los tratados de paz existentes y fomentaron actividades de tipo asistencial y legal, siempre limitadas por la falta de presupuesto y la inestabilidad política. Pero todos los gobiernos se basaron en un mismo principio explícito o implícito: para ser argentinos de pleno derecho los indígenas debían renunciar a su condición étnica y asumir el modelo cultural que le ofrecían los propietarios del Estado. Se les ofrecía un tramposo derecho a la existencia, concedido a cambio de que asumieran esa inducción al suicidio cultural que hoy llamamos etnocidio. La etnogénesis son procesos de actualización identitaria de grupos étnicos que se consideraban cultural y lingüísticamente extinguidos. Las culturas del presente luchan por constituirse como colectividades, como sujetos colectivos, para poder articularse o confrontarse con un Estado en mejores condiciones políticas, ya que la magnitud numérica y las demandas compartidas incrementan sus posibilidades de éxito. Nos encontramos ante procesos que podríamos considerar de reetnizacion, derivada de la experiencia de participación política adquirida en los años anteriores y, mediada por la influencia de las organizaciones etnopoliticas, que contribuyeron a dignificar lo étnico y otorgarle un sentido positivo a la condición indígena. Se desarrollaron así procesos sociales de identificación que ahora expresan la emergencia de nuevas identidades. Tampoco sería ajena a este revivalismo la legislación de 1994, que reconoce derechos específicos a los grupos étnicos, otorgándoles nueva alternativas y posibilidades a las identidades indias, pero no es la única causa. El hecho de que la etnogénesis pueda servir en determinada coyuntura para obtener algún recurso crucial tal como la tierra, no supone que la colectividad étnica se haya configurado exclusivamente para ese fin, o no habría demandas sobre el reconocimiento de los lugares sagrados o sobre revitalización lingüística.

Identidad y capitalismo

Los estados fundados ideológicamente en el concepto de nación no fueron, tradicionalmente, amigables con la existencia de una pluralidad de identidades. Necesitaban más bien de la afirmación de la existencia de un pasado y un devenir común de todos, o al menos la mayoría de los habitantes. Las diferencias fueron tratadas, generalmente, como problemas que había que superar, por ejemplo unificando el idioma. Junto con la perdida de los atributos materiales de su especificidad étnica (libros, calendarios, templos, etc.), las sociedades complejas perdieron, por muerte o asimilación, a sus cuadros eruditos y dirigentes, a los artistas y los técnicos, dejando en estado de penuria cultural por largos periodos a estas poblaciones. De la mano de la lucha de los indígenas, la constitución argentina reformada en 1994 prescribe en su artículo 75 que “corresponde al congreso: reconocer la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos. Garantizar el respeto a su identidad y el derecho a una educación bilingüe e intercultural.” Entre otras cosas.

 El capitalismo necesita del diferente para poder sobre-explotarlo, por lo que, por medio de las más variadas formas de marginación y exclusión, reproduce (muchas veces valiéndose del racismo) diferencias que van a operar como un estigma, pero que, contradictoriamente, van a permitir la supervivencia de las identidades distintas. Con la globalización, el capital se torna tan poderoso que provoca una reconversión en las relaciones entre el capital, el estado y la población. El capital se despega del compromiso con las poblaciones de sus lugares de origen y se torna global. Conserva no obstante el control sobre los aparatos estatales, a los que vacía del contenido regulador y social que antes los caracterizaba. En este marco, la emergencia de viejas y nuevas identidades se torna posible y necesaria. Cuanto más inestable es la situación laboral, tanto más necesario es el sentido de pertenencia, lo que puede resultar en la necesidad de buscar cobijo en la comunidad. La necesidad de lucha y resistencia de los pueblos encuentra, entre otros, en los grupos consolidados por cuestiones identitarias, la forma de organización política que les facilita perseguir sus reivindicaciones. El territorio, la autogestión, la autonomía y muy particularmente la relación entre territorios indígenas y medio ambiente, van a ser principales ejes de las demandas indígenas. Según el etnólogo chileno Bengoa, las causas explicativas de la emergencia indígena en los noventa en américa latina son: la globalización, que va acompañada de una valorización de las identidades locales; el término de la guerra fría, que posibilito la existencia de movimientos sociales que no se identifican ni con el comunismo ni con el capitalismo, sino con las raíces de américa latina; y los procesos acelerados de modernización, que han tenido como resultado una menor presencia del estado y, muchas veces, una crisis profunda de la idea de ciudadanía.

 

Subalternidad y ancestralidad colla.

En Jujuy, la apariencia personal se vuelve un potente objeto semiótico, articulado por la aparente adecuación entre apariencia e identidad social. El conjunto sintético que integra fenotipo andino, indumentaria campesina y formas de habla norteñas continúa siendo ahora como durante el S XX un emblema de subalternidad social de dolorosas consecuencias. Los cambios en los repertorios y en los usos asumen en Jujuy significados emblemáticos que rearticulan significados previos en torno a la relación entre vestimenta e identidades sociales, lo indígena, lo subalterno y lo nacional, bajo formas nuevas y a veces conflictivas.

Bajo el dominio inca, la ropa cumplía un papel fundamental para diferenciar las naciones. La expresión de la identidad y la pertenencia étnico-política no solo era permitida sino que era obligatoria. Los españoles reglamentaron el uso de la vestimenta. La indumentaria se constituyó como un lugar clave de inscripción de estatutos sociales jurídica e ideológicamente basados en diferencias raciales y étnicas. En los primeros tiempos estaba prohibido que los indios se vistieran como españoles, al mismo tiempo que se cuidaba el mantenimiento de la distinción entre indios del común y los miembros de la nobleza indígena. Usar las ropas indígenas y no “cortarse las coletas” podía ser un acto de rebelión. La gente de la Puna y la Quebrada de Humahuaca es consciente del estigma europeizado y urbano que pesa sobre las ropas hechas en casa y ciertos elementos de indumentaria que los marca como norteños y muchas veces cambia su ropa cotidiana por otra cuando va a la ciudad. Algunos evitaran ciertas prendas que evocan directamente las tierras altas y la identidad colla. Algunas marcas se han constituido como signos ausentes del texto visual asociado a la ciudad, al poder, la autoridad y el prestigio. Los campesinos y pobladores del norte preferían reconocerse en términos socio-territoriales, como “gente del norte”, “puneños” o “quebradeños”. Por el proceso de formación de las clases trabajadoras de Jujuy el mundo colla no es solamente el mundo campesino y rural de las tierras altas, sino que caracteriza e interpela igualmente a los sectores populares urbanos. Este englobamiento de lo subalterno en relación a ancestralidades no-blancas alienta el significado potencialmente oposicional de lo colla. A comienzos de la década de 1990 amplios sectores de las clases subalternas comenzaron a reconocer y revalorizar su raigambre aborigen, “arrastrando” en alguna medida las identificaciones clasistas, localistas y regionales. Muchas veces existe un ocultamiento del origen colla o boliviano de algunos miembros de la familia porque esas ancestralidades se consideran como obstáculos a la movilidad social, obstaculizando el ascenso social al exponer la trayectoria personal. El arreglo del cabello también porta potentes significados de ancestralidad y trayectoria social. Hoy en día, y con el incremento del turismo, se han incorporado para el uso cotidiano de los sectores subalternos y aun como prendas de paseo algunas prendas antes excluidas de la escena pública. Podría hablarse de un derrame de objetos “étnicos” en el mercado, que ha facilitado su adopción por diferentes sectores sociales, no solo por los turistas. Pero junto a esa forma de presencia difusa, pueden señalarse otras más orientadas a rearticular emblemáticamente su potencial icónico de ancestralidades revalorizadas, como la incorporación de prendas o detalles emblemáticos collas en actos políticos y culturales.


 

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