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Cs. Políticas | Resumen del módulo sobre ESTADO para 1º Parcial | Cátedra: Aznar | 1º Cuat. de 2008 | Altillo.com |
ESTADO, GOBIERNO Y SOCIEDAD
Por Norberto Bobbio
7. Las Formas de Estado
Formas históricas
Se pueden distinguir las diferentes formas de Estado en dos criterios, el
histórico y el referente a la expansión frente a la sociedad (basado en
ideologías).
Con base en el criterio histórico la topología es la siguiente: Estado feudal,
Estado estamental (Otto von Gierke y Max Weber), Estado Absoluto y Estado
representativo. El Estado feudal, de un lado, caracterizado por el ejercicio
acumulativo de las funciones directivas y por la disgregación del poder central
en pequeños núcleos sociales, y de otro, el Estado burocrático caracterizado por
una progresiva concentración y especialización de las funciones de gobierno. El
“Estado estamental” es una organización política donde se han venido formando
órganos colegiados, estados, individuos que tienen la misma posición social,
estamentos, detentadores de derechos y privilegios que hacen valer mediante
asambleas deliberantes como los parlamentos. Otto Hintze hace la distinción
entre estados con dos asambleas como Inglaterra con la Cámara de los Lores (el
clero y la nobleza), y la Cámara de los Comunes (la burguesía), y con tres como
Francia con, respectivamente el clero, la nobleza y la burguesía. Mas la
formación de instituciones de intereses de grupo que hacen contrapeso al
príncipe.
Ninguna monarquía se vuelve tan absoluta que haya suspendido todo poder
intermedio (el Estado absoluto no es un Estado total). Montesquieu enuncia que
la monarquía se distingue del despotismo porque el poder esta balanceado por los
cuerpos intermedios. También para Hegel, mientras el déspota ejerza su poder sin
intermediarios, “el monarca puede confiar una parte del ejercicio de los poderes
particulares a colegios y también a clases del reino”. El Estado estamental se
distingue del feudal por una gradual institucionalización de los contrapoderes y
por la transformación de las relaciones personales a institucionales; de un lado
la asamblea, de otro el rey con sus funcionarios que terminan por tener éxito
dando origen al Estado burocrático característico de la monarquía absoluta; la
diferencia con el Estado absoluto radica en la contraposición de poderes en
conflicto que el advenimiento de la monarquía absoluta tiende a suprimir.
La formación del Estado absoluto es una concentración y centralización del poder
sobre un territorio. Por concentración se entiende poderes que ejercen
soberanía, dictan leyes para toda la colectividad (las costumbre son
consideradas derecho valido solo en cuanto se presumen aceptadas y toleradas por
el rey), el poder jurisdiccional, usar la fuerza al interior y al exterior, el
poder de imponer tributos, atribuidos por los jurista y ejercidos por el rey y
los funcionarios que dependen de él. Por centralización se entiende la
eliminación de ordenamientos jurídicos inferiores, de los cuales sobrevivieron
los autorizados y tolerados por el poder central. En Leviatán de Hobbes, se lee
que de los sistemas regulares los únicos absolutos e independientes son los
estados: todos los demás, ciudades, sociedades comerciales, son subordinados del
poder soberano y legítimos solo en cuanto son reconocidos por él.
El estado representativo
El Estado representativo; primero monarquía constitucional y luego
parlamentaria, en Europa y bajo la forma de republica presidencialista en
Estados Unidos; se afirma como el resultado de un compromiso entre el poder del
príncipe cuya legitimidad es la tradición y el poder de los representantes del
pueblo (la burguesía), cuya legitimidad es el consenso. La diferencia con el
Estado estamental radica en el hecho que la representación corporativa es
sustituida por la representación de los individuos a lo que se les reconocen
derechos políticos. El Estado representativo cuyos sujetos soberanos ya no son
ni el príncipe investido por Dios, ni el pueblo como sujeto colectivo
indiferenciado, está el descubrimiento y la afirmación de los derechos naturales
del individuo, de derechos que todo individuo tiene por naturaleza y por ley,
estos son originarios y no adquiridos. El reconocimiento de los derechos del
hombre y del ciudadano, el Estado ya no considerado ex parte principis sino ex
parte populi. El individuo es primero que el Estado, de manera que este es para
el individuo. Las partes son primero que el todo.
El reconocimiento de la igualdad de los hombres que es el postulado ético de la
democracia, no quiere decir que los estados representativos la hayan reconocido
desde el principio. El desarrollo del Estado representativo coincide con las
fases sucesivas de la ampliación de los derechos políticos hasta el sufragio
universal masculino y femenino, haciendo necesaria la construcción de partidos
organizados, a tal punto que provoco un cambio sensible en el propio sistema de
representación que está permeada por asociaciones que organizan las elecciones y
reciben una delegación en blanco de los electores. Mientras en un sistema
político representativo con sufragio restringido los individuos son los que
eligen un individuo y los partidos se forman dentro del parlamento, en cambio en
uno con sufragio universal los partidos se forman fuera del parlamento y los
electores seleccionan un partido mas que una persona. Esta alteración ha llevado
a la transformación del Estado representativo en Estado de partidos, grupos
organizados con base en los intereses de clase o presuntamente generales. Max
Weber dice que el procedimiento normal para alcanzar las decisiones colectivas
es el compromiso entre las partes y no la regla de la mayoría. Él hizo esta
observación a propósito del Estado estamental. Ahora que esta valga para los
actuales sistemas de partido, en los que las decisiones colectivas son el fruto
de negaciones y acuerdos entre los grupos que representan fuerzas sociales (los
sindicatos) y fuerzas políticas (los partidos). La regla de la mayoría se
efectúa para cumplir con el principio constitucional, los órganos capaces de
tomar decisiones para toda la colectividad son las asambleas utilizan el
procedimiento de la contratación, que con base en la teoría de los juegos, una
deliberación tomada por mayoría es el efecto de un juego cuyo éxito es suma
cero; una deliberación tomada mediante un acuerdo entre las partes es el efecto
de un juego cuyo éxito es a suma positiva.
Los estados socialistas
El Estado representativo como se formo en Europa en los últimos tres siglos es
todavía hoy el modelo ideal de las constituciones escritas, incluso allí donde
de echo están suspendidas o son aplicadas mal.
Los estados que no entran en esta clasificación en son los estados socialistas.
No es fácil decir cual es la forma de Estado que ellos representan al ser
demasiado grande la diferencia entre los principios constitucionales
oficialmente proclamados y la realidad de hecho, entre la constitución formal y
material.
A falta de una definición oficial, las caracterizaciones comunes son con
frecuencia interpretaciones parciales y polémicas, intentos de ubicar el
elemento o los elementos predominantes. Se pueden señalar algunos: a diferencia
del Estado moderno que tiene como consecuencia de la racionalización formal la
ampliación del aparato burocrático despersonalizante y la transformación del
Estado tradicional en Estado legal-racional, y de la previsión del advenimiento
de un Estado burocrático en un universo complemente colectivizado, una de las
interpretaciones mas comunes del Estado soviético, es la que lo considera un
Estado burocrático dominado por una oligarquía que se renueva por coptación.
Pero una burocracia administrativa no gobierna. La diferencia esencial entre las
democracias representativas y los estados socialistas esta en el contraste entre
sistemas multipartidistas y sistemas monopartidistas. El dominio de un partido
quizás constituye el verdadero elemento característico de los estados
socialistas de inspiración leninista. El motor inmóvil del sistema es el partido
que detenta el poder político y el ideológico, un soberano cuya legitimidad
deriva del considerarse el único interprete autentico de la doctrina.
El análisis de los estados con partido único omniinvadente y omnipotente ha dado
origen a la figura del Estado total o totalitario, en donde el Estado extiende
su control sobre todo comportamiento humano ya que la sociedad civil entendida
en términos marxistas es la esfera de relaciones económicas.
Estado y no-Estado
En el Estado totalitario toda la sociedad esta resuelta en el Estado, en la
organización del poder político que reúne en si al poder ideológico y al poder
económico. No hay espacio para el no-Estado. El Estado se ha debido siempre
enfrentar al no-Estado en su doble dimensión de la esfera religiosa y de la
esfera económica. El estado hobbsiano, que si bien subordina la Iglesia al
Estado y prohíbe las teorías sediciosas asume el monopolio del poder ideológico,
pero deja la mas amplia libertad económica a sus súbditos. En sentido inverso
del Estado ético de Hegel, que también a sido llamado Estado-todo. La presencia
del no-Estado siempre ha constituido un límite de hecho y de principio a la
expansión del Estado. No debe confundirse al límite que el Estado recibe de la
presencia más o menos fuerte del no-Estado con los límites jurídicos del poder
político.
Mientras en el mundo clásico el no-Estado bajo la forma de la republica
universal es un ideal de vida, no una institución, con la difusión del
cristianismo el no-Estado se vuelve una institución con la que el Estado tiene
que vérselas.
En una doctrina sobre la primacía del no-Estado, el Estado se resuelve en la
determinación y ejercicio legitimo del poder coactivo, de un poder meramente
instrumental en cuanto presta sus servicios, indispensable pero por su misma
naturaleza inferior. Esta misma representación instrumental del Estado se
presenta cuando el no-Estado que muestra sus propias pretensiones de
superioridad frente al Estado es la sociedad civil-burguesa.
La principal consecuencia de la primacía del no-Estado sobre el Estado es una
vez mas una concepción instrumental del Estado, su reducción al elemento que lo
caracteriza, el poder coactivo, cuyo ejercicio al servicio de los detentadores
del poder económico debería ser el de garantizar el desarrollo autónomo de la
sociedad civil, transformándolo en un “brazo secular” de la clase económicamente
dominante.
Estado máximo y estado mínimo
Desde el punto de viste del Estado las relaciones con el no-Estado varían de
acuerdo con la mayor o menor expansión del primero hacia el segundo. Se pueden
distinguir dos tipos ideales: el Estado que asume tareas del no-Estado y el
Estado indiferente o neutral.
El referencia a la esfera religiosa, Estado confecional y Estado laico; en
referencia a la esfera económica, Estado interventista y Estado abstencionista.
En el caso del Estado confecional, este se preocupa del comportamiento
religioso, impidiendo toda manifestación de disenso y persiguiendo a los
disidentes, así el Estado que no considera para si extraña las relaciones
económicas asume como propia una determinada doctrina económica. Así el Estado
confecional como el Estado intervencionista pueden coincidir en la figura del
Estado eudemonológico. El Estado liberal se contrapone a la anterior por ser
laico y abstencionista. También es definido como Estado de derecho por
garantizar jurídicamente el crecimiento de la libertad religiosa y económica.
El Estado-policía (o gendarme), desmonopolizador del poder ideológico, se
contrapone al Estado-providencia, desmonopolizador del poder económico. Al
Estado le queda el monopolio de la fuerza mediante la cual debe ser asegurada la
circulación libre de las ideas y de bienes. El Estado confecional reapareció
bajo la forma de Estado doctrinal, el Estado que asume la tarea de dirigir la
economía reapareció bajo la forma de Estado socialista y en referencia solamente
al sistema distributivo y no al productivo, en el llamado Estado social o de
justicia, promovido por los partidos socialdemócratas.
Se presentan dos interpretaciones opuestas acontecidas en referencia al Estado
liberal, aquello que los interpretes benévolos llaman Estado de justicia social,
es para los críticos de izquierda el “Estado del capital”, un sistema de poder
del cual el sistema capitalista se sirve para sobrevivir y continuar
prosperando.
8. El fin del Estado
La concepción positiva del Estado
La tesis de Engels, según la cual el Estado, así como ha tenido un origen tendrá
un final, y terminara cuando vengan a menos las causas que lo han producido. Es
preciso distinguir en final del Estado de la crisis del Estado, en referencia al
tema de la creciente complejidad y a la consecuente ingobernabilidad de las
sociedades o bien al fenómeno del poder difuso. Por crisis del Estado se
entiende, de parte de los escritores conservadores, crisis del Estado
democrático, que ya no logra hacer frente a las demandas, de parte de los
escritores socialistas, crisis del Estado capitalista que ya no logra dominar el
poder de los grandes grupos de interés en competencia entre si. Estas crisis de
Estado deberían dar vida a una nueva forma de Estado, supuestamente mejor que la
anterior.
El tema del fin del Estado esta íntimamente vinculado con la contraposición
entre la concepción positiva y la negativa. Quien da un juicio positivo no
deseara nunca del fin del Estado sino el desarrollo de sus instituciones hasta
la formación del Estado Universal.
“EL ESTADO”, NI CON MARX NI CONTRA MARX
Por Norberto Bobbio
VII. MARX Y EL ESTADO
Marx y el problema del Estado
Por “marxismo” se entiende “doctrina”.
Marx no escribió ninguna obra de teoría de Estado. Él había llegado a la
conclusión de “que ni las relaciones jurídicas como las formas de Estado pueden
comprenderse ni por si mismas ni por las así llamada evolución general del
espíritu humano, sino que tienen sus raíces, mas bien, en las relaciones
materiales de la existencia”.
Aunque no hay obras de teoría concretas sobre el Estado, se pueden subrayar la
presencia de dos (o quizás tres o cuatro) teorías paralelas.
A partir de la crítica a la filosofía del derecho y del Estado de Hegel, que lo
lleva a un trastocamiento de la relación tradicional entre sociedad y Estado,
Marx propone una teoría del estado estrechamente ligada con la teoría general de
la sociedad y de la historia que él recaba del estudio de la economía política.
Esta teoría general le permite dar una interpretación y hacer una critica del
Estado burgués, y dar una interpretación y formular algunas propuestas relativas
al Estado que deberá seguir a aquel burgués; por ultimo, deducir el final o la
extinción del Estado.
La critica de la filosofía política hegeliana
Lo que Marx critica es el método especulativo de Hegel del método según el cual
lo que debería ser predicado, la idea abstracta, se vuelve sujeto, y lo que
debería ser el sujeto, lo concreto, se vuelve predicado. Hegel partiendo de la
idea abstracta de soberanía, formula, “la soberanía del Estado es el monarca”,
mientras, partiendo de la observación de la realidad, “el monarca tiene el poder
soberano”. Para el filósofo no especulativo la pera es un fruto, mientras que
para el especulativo el fruto se pone como pera.
También critica y rechaza ese mismo planteamiento del sistema de la filosofía de
Hegel, fundado sobre la prioridad del Estado sobre la familia y sobre la
sociedad civil (es decir sobre las esferas que precede al mismo). No tiene caso
detenerse sobre todas la criticas basta decir las mas importantes que son, la
concepción del Estado como organismo, la exaltación de la monarquía
constitucional, la interpretación de la burocracia como clase universal, la
teoría de las representación por sectores contrapuesta al sistema representativo
nacido de la Revolución francesa, el rechazo del método especulativo. Esta
última lleva a Marx a detener la propia atención sobre la sociedad civil que
sobre el Estado y a entrever la solución del problema político no va en la
subordinación de la sociedad civil al Estado sino, en la absorción del Estado
por parte de la sociedad civil.
El Estado como superestructura
La filosofía política moderna tiende a ver en la sociedad anterior al Estado una
subestructura destinada a ser resuelta en la estructura del estado. Marx
considera al Estado, entendido como el conjunto de las instituciones políticas,
en que se concentra la máxima fuerza imponible y disponible en una determinada
sociedad como una superestructura respecto a la sociedad prestatal, que es el
lugar donde se forman y se desarrollan las relaciones materiales de existencia
y, en cuanto superestructura, destinado a desaparecer a su vez en la futura
sociedad sin clases. Es evidente que la filosofía de la historia de los
escritores anteriores avanza hacia un perfeccionamiento siempre mayor del
Estado, al contrario la de Marx avanza a la inversa.
Dice Marx – en La ideología alemana –, La vida material de los individuos, que
no depende efectivamente de su pura “voluntad”, su modo de producción y la forma
de relaciones que se condicionan mutuamente, son la base real de Estado y
continúan siéndolo en todos los estados en que son todavía necesarias la
división del trabajo y al propiedad privada, completamente independiente de la
“voluntad” de los individuos. Estas relaciones reales no son creadas por el
poder del Estado; son más bien el poder que crea a aquel.
Continua – en el prefacio de Para una critica de la economía política – , El
conjunto de esas relaciones de producción constituyen la estructura económica de
la sociedad, o sea la base real sobre la cual se eleva una superestructura
jurídica y política y a la cual corresponde formas determinadas de la conciencia
social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso social,
político y espiritual de la vida.
Contra la “superstición política”, es decir contra la sobre valoración del
Estado, el ataque de Marx, esto le hace decir – en La cuestión judía – , que la
Revolución francesa no ha sido una revolución consumada, porque ha sido solo una
revolución política, y que la emancipación política no es todavía la
emancipación humana. En fin una revolución política, no es una verdadera
revolución.
El Estado burgués
como dominio de clase
El condicionamiento de la superestructura política por parte de la estructura
económica o la dependencia del Estado de la sociedad civil, se manifiesta en que
la sociedad civil es el lugar en donde se forman las clases sociales y expresan
su antagonismo, y el Estado es el aparato o el conjunto de los aparatos, de los
cuales el determinante es el aparato represivo (el conjunto de fuerza
monopolizada), cuya función principal es impedir que el antagonismo degenere en
lucha, no ya mediando intereses de clase contrapuestas sino reforzando el
dominio de una clase sobre otra, de este modo como dice Marx, el “poder
político” es “el poder organizado de una clase para la opresión de otra”.
El Estado burgués, es decir aquella fase del desarrollo de la sociedad civil en
que losa órdenes se transforman en clases y la propiedad en cuanto privada se
emancipo del Estado, este “no es otra cosa que la forma de organización que los
burgueses se dan por necesidad a fin de garantizar su propiedad e intereses”.
“El Estado es la forma en que los individuos de una clase dominante hacen valer
sus intereses comunes y en que sintetiza toda la sociedad civil en una época”.
Que en ciertos periodos de crisis, en que el conflicto de clases se vuelve mas
agudo, la clase dominante cede o sea constreñida a ceder su propio poder
directo, que ejercita a través de un parlamento (comité de asuntos de la
burguesía), a un personaje que aparece por encima de las partes, esto no
significa que el Estado cambie su naturaleza, es pura y simplemente el paso de
las prerrogativas soberanas dentro del mismo Estado burgués. Si la burguesía
renuncia a su propio poder directo, es decir al régimen parlamentario, para
confiarse al dictador, esto sucede porque considera, que en un momento difícil
este asegura su dominio en la sociedad civil, que es mas valioso que el dominio
del parlamento, es decir “que para mantener intacto su poder social debe ser
destrozado su poder político”, o mas burdamente “que para salvar su bolsa debe
perder su corona”.
El Estado de transición
Marx confirma ahí donde plantea el problema del paso del Estado en el cual la
clase dominante es la burguesía al Estado en que será el proletariado. Sobre
este problema será inducido a meditar por el episodio de la Comuna de París, del
cual dirá – el El 18 brumario de Luís Bonaparte – “todas las sublevaciones no
hicieron mas que perfeccionar esta maquina (el estado) en vez de destrozarla”,
“la próxima revolución no consistirá en el cambio de manos de la maquina militar
y burocrática, sino en destrozarla, y esta será condición preliminar de toda
revolución”. Marx dice que la unidad de la nación debía volverse una realidad,
refiriéndose al hecho de la Comuna. Ahora habla de esta como de una nueva forma
de Estado que “destroza” el moderno poder estatal, y que sustituye al viejo
gobierno centralizado con “el autogobierno de los productores”.
Para Marx la dependencia con respecto al poder estatal del poder de clase es tan
estrecha que el paso de la dictadura de la burguesía a la del proletariado exige
la destrucción de sus instituciones y la creación de otras diferentes. Si el
Estado fuese tan solo un aparato neutral por encima de las partes, la conquista
o hasta la sola penetración en el, serian suficientes para modificar la
situación existente. El Estado no es una maquina que cada uno puede manejar a su
antojo: cada clase dominante debe formar una según sus exigencias.
Marx aconseja, reflexionan a partir de lo ocurrido en la Comuna, lo siguiente:
supresión del ejercito permanente y de la policía asalariada, y su sustitución
por el pueblo armado; funcionarios de elección o bajo control popular,
responsables y revocables; jueces elegibles y revocables; sufragio universal
para la elección de los delegados con mandato imperativo y revocables; abolición
de la separación de poderes y descentralización para reducir a pocas y
esenciales las funciones del gobierno central. Marx llamo a esta nueva forma de
Estado “gobierno de la clase obrera”, mientras que Engels, de la forma más
conocida, “dictadura del proletariado”. Siempre el poder político era el poder
de una clase organizada para oprimir a otra, el proletariado no habría podido
ejercer su dominio sino convirtiéndose en clase dominante.
Marx, en una carta a Joseph Weydemeyer confiesa que la existencia de las clases
esta ligada a determinadas fases de desarrollo histórico de la producción, que
la lucha de clases necesariamente conduce a la dictadura del proletariado, y que
esta constituye el paso a la supresión de todas las clases y a una sociedad sin
clases.
“Entre la sociedad capitalista y la comunista existe un periodo de
transformación revolucionaria y uno político de transición, cuyo Estado no puede
ser otro que la dictadura revolucionaria del proletariado”.
La extinción del Estado
Todos los estados son dictadura de una clase, a diferencia de las otras, la del
proletariado será la dictadura de la mayoría oprimida sobre la minoría,
destinada a desaparecer, por tener como objetivo la eliminación de las clases
tiende a la extinción del instrumento de dominio clasista, el Estado.
Si el proletariado mediante la lucha se convierte en clase que mediante la
revolución pasa a ser dominante, y como tal, destruye las viejas relaciones de
producción y al hacer elimina las condiciones de existencia del antagonismo de
clase y a esta, y por consiguiente su propio dominio de clase.
El Estado proletario se diferencia por estar destinado a ser el ultimo, no se
apodera del viejo Estado sino que lo elimina y crea uno nuevo, elimina al Estado
burgués y no al Estado, y al crear este nuevo sienta las bases de la sociedad
sin Estado.
Estas cosas son lo que diferencia al marxismo de la socialdemocracia y del
anarquismo, ya que el primero conquista el Estado burgués, no lo destroza; y la
segunda considera que se puede destruir el Estado sin pasar por el Estado de
transición.
ECONOMIA Y SOCIEDAD. ESBOZO DE SOCIOLOGIA COMPRENSIVA
Por Max Weber
CONCEPTOS SOCIOLOGICOS FUNDAMENTALES
Poder y Dominación
Poder significa la probabilidad de imponer la propia voluntad, dentro de una
relación social, aun contra toda resistencia y cualquiera que sea el fundamento
de esa probabilidad.
Por dominación debe entenderse la probabilidad de encontrar obediencia a un
mandato de determinado contenido entre personas dadas; por disciplina debe
entenderse la probabilidad de encontrar obediencia simple y automática.
El concepto de poder es sociológicamente amorfo, ya que cualquiera esta en
condiciones de imponer su voluntad. El concepto de dominación es mas preciso,
significa la probabilidad de que ese mandato sea obedecido.
El concepto de disciplina encierra la “obediencia habitual” sin resistencia ni
critica.
La situación de dominación es alguien mandando eficazmente a otro. Una
asociación se llama asociación de dominación cuando sus miembros están sometidos
a relaciones de dominación en virtud del orden vigente.
Una asociación es siempre en algún grado asociación de dominación por la simple
existencia de su cuadro administrativo, en cuanto tal, es normalmente asociación
administrativa. Esta está determinada por la forma en que se administra, por el
carácter del círculo de personas que lo hace, por los objetos administrados y
por el alcance de la dominación.
Una asociación de dominación debe llamarse asociación política cuando dentro un
ámbito geográfico determinado, estén garantizados de un modo continuo por la
amenaza y la aplicación de la fuerza física por parte de un cuadro
administrativo.
Por estado debe entenderse un instituto político de actividad continuada cuando
y en la medida es que su cuadro administrativo mantenga con éxito la pretensión
al monopolio legítimo de la coacción física para el mantenimiento del orden
vigente.
No es la coacción física el único medio administrativo, ni tampoco el normal.
Sus dirigentes utilizan todos los medios posibles para la realización de sus
fines. Pero su amenaza y eventual empleo es ciertamente su medio específico y la
última ratio cuando los demás medios fracasan.
Caracteriza hoy formalmente al estado el ser un orden jurídico y administrativo
– cuyos preceptos pueden variarse – por el que se orienta la actividad – “acción
de la asociación” – del cuadro administrativo (a su vez regulada por preceptos
estatuidos) y el cual pretende calidez no solo frente a los miembros de la
asociación sino también respeto a toda acción ejecutada en el territorio a que
se extiende la dominación. Hoy solo existe coacción “legitima” en tanto que el
orden estatal la permita. Este carácter monopólico del poder estatal es una
característica tas esencial de la situación actual como lo es el de institución
y de empresa continuada.
SOCIOLOGIA DE LA DOMINACION
Sociología del estado
El estado racional como asociación de dominio institucional
con el monopolio del poder legitimo
Una asociación “política” y en particular un “Estado” no se pueden definir por
el contenido de lo que hacen. El Estado moderno solo puede definirse en última
instancia a partir de un medio específico que, lo mismo que toda asociación
política, le es propio, a saber: el de la coacción física. “Todo Estado se basa
en la fuerza” (Trotsky). Por supuesto, la coacción física no es en modo alguno
el medio normal o único del Estado pero si su medio especifico. El Estado es
aquella comunidad humana que en el interior de un determinado territorio reclama
para sí el monopolio de la coacción física legítima. Porque lo especifico de la
actualidad es que a las demás asociaciones o personas individuales solo se les
concede el derecho de la coacción física en la medida en que el Estado lo
permite.
El que hace política aspira a poder: poder, ya sea como medio al servicio de
otros fines – ideales o egoístas –, o poder “por el poder mismo”, o sea para
gozar del sentimiento de prestigio que confiere.
El Estado es una relación de dominio de hombres sobre hombres basada en el medio
de la coacción legítima. Para que subsista es menester que los hombres dominados
se sometan a la autoridad de los que los dominan en cada caso. Cuando y por que
lo hagan, puede comprenderse cuando se conocen los motivos internos de
justificación y los medios externos en los que la dominación se apoya.
Motivos de legitimidad de una dominación hay tres en principio. Primero, la
autoridad del “pasado”, de la costumbre consagrada por una validez inmemorial y
la actitud habitual de su observancia: es esta la dominación “tradicional”.
Luego, la autoridad del don de gracia personal extraordinario (carisma), o sea
la devoción totalmente personal y la confianza personal en relevaciones,
heroísmo y otras cualidades en caudillaje del individuo: dominación
“carismática”. Y, finalmente, la dominación en virtud de “legalidad”, o sea en
virtud de la creencia en la validez de un estatuto legal y de la “competencia”
objetiva fundada en reglas racionalmente creadas, es decir: disposición de
obediencia en el cumplimiento de deberes conforme a estatuto. Si se pregunta por
lo motivos de “legitimidad” de dicho sometimiento, entonces nos encontramos con
esos tres tipos “puros”.
La dominación en virtud de devoción de los dominados al “carisma” puramente
personal del “caudillo”. Tiene aquí sus raíces la idea de la vocación en su
expresión suprema. El caudillaje ha aparecido en todos los terrenos y en todas
las épocas históricas. Pero es peculiar del Occidente: el caudillaje político
primero en la figura del “demagogo” libre, que solo se desarrollo en el terreno
de la ciudad-estado, propio y exclusivamente de la civilización occidental y
ante todo mediterránea, y luego del “jefe de partido” parlamentario, que también
solo creció en el ámbito del Estado constitucional occidental.
Toda empresa de dominio que requiere una administración continua necesita por
una parte la actitud de obediencia en la actuación humana con respecto a
aquellos que se dan por portadores del poder legitimo y, por otra parte, por
medio de dicha obediencia, la disposición de aquellos elementos materiales
eventualmente necesarios para el empleo físico de la coacción, es decir: el
cuerpo administrativo personal y los medios materiales de administración.
El cuerpo administrativo no se halla ligado a la obediencia frente al detentador
del poder por sola legitimidad, sino además por otros dos medios que apelan
directamente al interés personal: retribución material y honor social. En los
feudos las prebendas y el sueldo constituyen la paga, y el temor de perderla
constituye el fundamento último y decisivo de la solidaridad del cuerpo de la
administración con el soberano.
Para el mantenimiento de todo dominio por la fuerza se necesitan además
determinados elementos materiales externos, clasificados en dos grupos, según
que se funden en el principio de que las personas que constituyen el cuerpo con
cuya obediencia el soberano ha de contar poseen en propiedad lo medios de
administración, ya se trate de dinero, edificios, material bélico, lotes de
automóviles, o que, por el contrario, el cuerpo administrativo este “separado”
de los medios de administración. O sea, pues, según que el soberano tenga
organizada la administración por cuenta propia y la haga funcionar por medio de
servidores, empleados, favoritos o personas de confianza que no son
propietarios, esto es, poseedores por derecho propio de los medios materiales de
la empresa, sino que es el señor el que en el ejercicio de los mismos los
dirige, o que ocurra lo contrario.
La asociación política en que los medios materiales de la administración se
encuentran total o parcialmente en el poder propio del cuerpo administrativo
dependiente la designaremos como articulada “en clases”.
Sin embargo, encontramos también, la administración por cuenta propia del señor.
En tanto que en la asociación “en clases” el señor gobierne con al ayuda de una
“aristocracia” autónoma, o sea que comparte el poder con ella, aquí, en cambio,
se apoya en siervos domésticos o en plebeyos, o sea en capas desposeídas,
carentes de honor social propio, que le estén materialmente ligadas por completo
y no disponen de poder propio concurrente alguno. El ordenamiento estatal
burocrático caracteriza al Estado moderno.
El Estado moderno es una asociación de dominio de tipo institucional, que en
interior de un territorio ha tratado con éxito de monopolizar la coacción física
legitima como instrumento de dominio, y reúne a dicho objeto los medios
materiales de explotación en manos de sus directores pero habiendo expropiado
para ello a todos los funcionarios de clase autónomos, que anteriormente
disponían de aquellos por derecho propio, y colocándose a si mismo, en el lugar
de ellos, en la cima suprema.
La empresa estatal de dominio como administración.
Dirección política y burocracia
En el Estado moderno, el verdadero dominio, consiste en el manejo diario de la
administración, se encuentra necesariamente en manos de la burocracia. Los mismo
que el llamado progreso hacia el capitalismo constituye la escala unívoca de la
modernización de la economía, así constituye también el progreso hacia el
funcionamiento burocrático, basado en el empleo, en sueldo, pensión y ascenso,
en la preparación profesional y la división del trabajo, en competencias fijas,
e el formalismo documental y en la subordinación del Estado. Funcionarios a
sueldo deciden acerca de las necesidades y las quejas de cada día. Y, en la
administración municipal, el avance del burocratismo se produce en condiciones
sólo ligeramente modificadas. Y en cuanto mayor es el municipio o cuanto más
inevitablemente se va despojando, en virtud de la formación de asociaciones de
fines específicos condicionadas técnica o económicamente, de sus rasgos
autóctonos orgánicos locales, tanto más rápido es aquel avance.
La disposición de medios está en manos de aquel poder al que el aparato de la
burocracia (jueces, funcionarios, oficiales, capataces, empleados, suboficiales,
etc.) obedece o cuya llamada atiende; aquel aparato igualmente característico de
todas aquellas formaciones y cuya existencia y función están ligadas
indisolublemente a aquella “concentración de los medios materiales de
explotación”.
Pero también históricamente, el “progreso” hacia lo burocrático, hacia el Estado
que juzga y administra, está en la conexión más intima con el desarrollo
capitalista moderno.
Hay dos maneras de hacer de la política una profesión. Se vive “para” la
política, o “de” la política. Por lo regular, ambas cosas van juntas. El que
vive “para” la política “hace de ella su vida”. En ese sentido interior, toda
persona que vive para una causa vive también al propio tiempo de dicha causa. La
distinción se refiere a un aspecto económico. Desde este punto de vista, vide
“de” la política como profesión el que aspira a hacerse de ella una fuente
permanente de ingreso, y vive “para” la política aquel en quien no suceda tal
cosa. Para que alguien pueda vivir “para” la política han de darse determinados
supuestos: ha de ser independiente de los ingresos que la política le pueda
reportar. Y en condiciones normales esto significa que ha de poseer bienes de
fortuna o ha de tener una posición privada que le rinda ingresos suficientes.
La dirección de un Estado o de un partido por personas que viven exclusivamente
para la política y no de ella implica necesariamente un reclutamiento
“plutocrático” de las capas políticamente dominantes. No se afirma al propio
tiempo que la capa políticamente dominante no trate también de vivir “de” la
política, o sea que no trate de aprovechar su dominio político en beneficio de
sus intereses económicos privados. Los políticos profesionales no se ven
directamente obligados a buscar para su actividad política una retribución, como
ha de hacerlo obviamente el que carece de bienes de fortuna propios. Y esto
tampoco significa que los políticos carentes de tales bienes tengan sólo o
preponderantemente en vista sus intereses privados en la política, o que no
piensen, o no piensen principalmente, “en la causa”. Para el hombre acaudalado,
la preocupación por su “seguridad” económica constituye consciente o
inconscientemente un punto cardinal de su orientación vital. En cambio, el
idealismo totalmente desinteresado y sin prevenciones se encuentra, si no
exclusiva sí por lo menos precisamente, en las capas que, debido a la falta de
bienes de fortuna, están por completo al margen de los círculos interesados en
el mantenimiento del orden económico de una sociedad determinada, siendo esto
así, en particular, en las épocas excepcionales, es decir: revolucionarias. La
política puede ser honorífica, y practicarse en este caso por personas de las
que suelen designarse como “independientes” económicamente. El político
profesional que vive “de” la política puede ser o un punto “prebendario” o un
“funcionario” a sueldo.
El desarrollo de la política en “empresa”, que requería una preparación en la
lucha por el poder y en los métodos de la misma, tales como el sistema moderno
de los partidos los ha ido desarrollando, imponía ahora la separación de los
funcionarios públicos en dos categorías, no sin duda totalmente, pero sí
claramente distintas: la de los funcionarios profesionales por una parte y la de
los funcionarios “políticos” por la otra.
El verdadero funcionario de acuerdo con su propia profesión, no ha de hacer
política, sino que ha “administrar” y de modo imparcial; y esto es así también
por los que se refiere a los llamados funcionarios administrativos “políticos”,
en la medida en que no se plantee la “razón de Estado”, es decir: en la medida
en que no estén afectados los intereses vitales del orden dominante. El
funcionario ha de ejercer su cargo “sin cólera ni prejuicio”. No ha de hacer
precisamente aquello que el político ha de hacer siempre y necesariamente, esto
es, luchar. Porque el partidarismo, la lucha y la pasión constituyen el elemento
del político. La actuación de éste se mueve por efecto bajo un principio de
responsabilidad muy distinto, y aun directamente opuesto, de aquel del
funcionario. El honor del funcionario está en su capacidad para, cuando pese a
sus representaciones el superior jerárquico persiste en una orden que a aquél le
parece errónea, ejecutarla bajo la responsabilidad del mandante con la misma
escrupulosidad que si correspondiera a su propia convicción. Sin esta
disciplina, moral en el sentido más alto del vocablo, y sin esta abnegación,
todo el aparato se vendría abajo.
Y el honor del jefe político está precisamente en asumir con carácter exclusivo
suyo la responsabilidad de todo lo que hace, responsabilidad que no puede ni
debe declinar o descargar en otros. Los funcionarios de moral elevada suelen ser
malos políticos, sobre todo en el concepto político de la palabra
“irresponsable”, en posiciones directivas. Esto es lo que designamos como
“burocracia”.
La burocracia moderna se distingue por una cualidad que refuerza su carácter de
inevitable de modo considerablemente más definitivo, a saber: por la
especialización y la preparación profesionales racionales. Pero allí donde el
funcionario profesional preparado llega a dominar, su poder es sencillamente
inquebrantable, porque entonces toda la organización del abastecimiento vital
más elemental se halla cortada por el patrón de sus servicios. Las burocracias
privada y pública, que ahora trabajan una al lado de la otra y, por los menos
posiblemente, una contra otra, manteniéndose hasta cierto punto mutuamente en
jaque.
Un funcionario que recibe una orden en su opinión equivocada, puede formular
reparos. Pero si el superior jerárquico la mantiene a pesar de ello, entonces el
deber del funcionario, y no sólo su deber sino también su honradez, están en
ejecutarla como si correspondiera a su convicción, mostrando con ello que su
sentido del deber inherente al cargo está por encima de su amor propio. Pero si
no tiene el valor de decirle a su señor: o se me da ahora tal o cual instrucción
o renuncio, entonces no es más que un “pegote”, como ha calificado Bismarck a
ese tipo de funcionarios, y no un jefe. El funcionario ha de estar “por encima
de los partidos”, lo que en realidad significa fuera de la lucha por el poder en
relación con su causa, constituye el elemento vital tanto del político como del
empresario.
EL MANIFIESTO DEL PARTIDO COMUNISTA
Por Kart Marx y Friedrich Engels
I
Burgueses y proletarios.
Toda la historia de la sociedad humana es una historia de luchas de clases.
Esta lucha conduce a la transformación revolucionaria de todo el régimen social,
o al exterminio de ambas clases beligerantes.
En los tiempos históricos nos encontramos a la sociedad dividida en una serie de
estamentos (clases colocadas en una situación jurídica especial).
La moderna sociedad burguesa que se alza sobre las ruinas de la sociedad feudal,
no ha abolido los antagonismos de clase. Lo que ha hecho ha sido crear nuevas
clases, nuevas condiciones de opresión.
La época de la burguesía ha simplificado estos antagonismos en dos grades
clases: la burguesía y el proletariado.
De los siervos de la gleba de la Edad Media surgieron los “villanos” de donde
brotaron los primeros elementos de la burguesía.
La circunnavegación de África, el mercado de China y de las Indias orientales,
la colonización de América, el intercambio con las colonias, el incremento de
los medios de cambio y de las mercaderías en general, dieron al comercio, a la
navegación, a la industria, un empuje jamás conocido, atizando con ello el
elemento revolucionario que se escondía en el seno de la sociedad feudal en
descomposición.
El feudalismo no bastaba ya para cubrir las necesidades que abrían los nuevos
mercados. Los maestros de los gremios desplazados por la clase media industrial
y la división del trabajo entre las diversas corporaciones, fue suplantada por
la división del trabajo dentro de cada taller.
Ya no bastaba la manufactura. El invento del vapor y la maquinaria vinieron a
revolucionar el régimen industrial. La manufactura cedió el puesto a la gran
industria moderna, y la clase media industrial hubo de dejar paso a los magnates
de la industria, jefes de grandes ejércitos industriales, a los burgueses
modernos.
El mercado mundial imprimió un gigante impulso al comercio, a la navegación, a
las comunicaciones por tierra. Estos progresos redundaron en provecho de la
industria y desarrollábase la burguesía y esfumando a toda las clases herederas
de la Edad Media.
A cada etapa de avance recorrida por la burguesía corresponde una nueva etapa de
progreso político. Implantada la gran industria y abiertos los cauces del
mercado mundial, se conquista la hegemonía política y crea el moderno Estado
representativo, que rige los intereses de la clase burguesa.
La burguesía ha desempeñado un papel revolucionario.
Dondequiera que se instauró, echó por tierra todas las instituciones feudales.
Sustituyó a un régimen de explotación velado por los cendales de las ilusiones
políticas y religiosas, por un régimen franco, descarado, directo, escueto de
explotación.
La burguesía despojó de su halo de santidad a todo lo que antes se tenía por
venerable y digno de piadoso acatamiento. Convirtió en sus servidores
asalariados al médico, al jurista, al poeta, al sacerdote, al hombre de ciencia.
Desgarró los velos emotivos y sentimentales que envolvían a la familia y puso al
desnudo la realidad económica de las relaciones familiares.
Hasta que ella no lo reveló, no supimos cuando podía dar de si el trabajo del
hombre.
La burguesía no puede existir si no es revolucionando incesantemente los
instrumentos de la producción, el sistema todo de la producción y con él todo
régimen social. Todo lo que se creía permanente y perenne se esfuma, lo santo es
profanado y el hombre se ve constreñido, por la fuerza de las cosas, a
contemplar con mirada fría su vida y sus relaciones con los demás.
La burguesía, al explotar el mercado mundial, da a la producción y al consumo un
sello cosmopolita. Destruye los cimientos nacionales de la industria. Industrias
que ya no transforman como antes las materias primas del país, sino las traídas
de los climas más lejanos. Brotan necesidades nuevas que reclaman para su
satisfacción los productos de tierras remotas. Ahora, la red de comercio es
universal y en ello entran, unidos por vínculos de interdependencia, todas las
naciones. Los productos espirituales de las diferentes naciones vienen a formar
un acervo común.
La burguesía, con el rápido perfeccionamiento de todos los medios de producción,
con las facilidades increíbles de su red de comunicaciones, lleva la
civilización hasta las naciones más salvajes. Las obliga a abrazan su régimen o
perecer. Crea un mundo a su imagen y semejanza.
Somete al campo al imperio de la ciudad, intensificando la población urbana.
Somete los pueblos bárbaros y semibárbaros a las naciones civilizadas, los
pueblos campesinos a los burgueses, el Oriente al Occidente.
La burguesía va aglutinando cada vez más los medios de producción, la propiedad
y los habitantes del país. Y concentra e manos de unos cuantos la propiedad.
Este proceso tenia que conducir a un régimen de centralización política.
Creó energías productivas mucho más grandiosas y colosales que todas las pasadas
generaciones juntas.
Los medios de producción y de transporte sobre los cuales se desarrollo la
burguesía brotaron en el seno de la sociedad feudal. El régimen feudal de la
propiedad, no correspondía ya al estado progresivo de las fuerzas productivas.
Obstruía la producción en vez de fomentarla. Habíanse convertido en otras tantas
trabas para su desenvolvimiento. Era menester hacerlas saltar, y saltaron.
Vino a ocupar su puesto la libre concurrencia, con la constitución política y
social a ella adecuada, en la que se revelaba ya la hegemonía económica de la
clase burguesa.
Desde hace varias décadas, la historia de la industria y del comercio no es más
que la historia de las modernas fuerzas productivas que se rebelan contra el
régimen vigente de producción, contra el régimen de la propiedad, donde residen
las condiciones de vida y de predominio político de la burguesía. Basta
mencionar las crisis comerciales, pero la más absurda es la epidemia de la
superproducción. La sociedad posee demasiada civilización, demasiados recursos,
demasiada industria, demasiado comercio. Las fuerzas productivas de que dispone
no sirven ya para fomentar el régimen burgués de la propiedad, son ya demasiado
poderosas para servir a este régimen. Las condiciones sociales burguesas
resultan ya demasiado angostas para abarcar la riqueza por ellas engendrada. La
burguesía se sobrepone a esto destruyendo violentamente una gran masa de fuerzas
productivas, y conquistándose nuevos mercados a la par que procurando explotar
más concienzudamente los mercados antiguos. Es decir, que remedia una crisis
preparando otras más extensas e imponentes y mutilando los medios de que dispone
para precaverlas.
Las armas con que la burguesía derribo al feudalismo se vuelven ahora contra
ella.
Y la burguesía no solo forja armas que han de darle la muerte, sino que, además,
pone en pie a los hombres llamados a manejarlas: los obreros, los proletarios.
Desarrollase la burguesía, desarrollase el proletariado, que sólo puede vivir
encontrando trabajo, y que sólo lo encuentra en la medida en que éste alimenta e
incrementa el capital. El obrero es una mercancía como otra cualquiera, sujeta a
todos los cambios y modalidades de la concurrencia, a todas las fluctuaciones
del mercado.
La extensión de la maquinaria y la división del trabajo quitan a este, en el
régimen proletario actual, todo carácter autónomo, toda libre iniciativa y todo
encanto para el obrero. El trabajador se convierte es un simple resorte de la
maquina, del que sólo se exige una operación mecánica, monótona, de fácil
aprendizaje. Por eso los gastos que supone un obrero se reducen, sobre poco más
o menos, al mínimo de lo que necesita para vivir y perpetuar su raza.
La industria moderna ha convertido el pequeño taller del maestro patriarcal en
la gran fábrica del magnate capitalista. Las masas obreras en la fábrica son
sometidas a una organización y disciplina militares.
Cuantos menores son la habilidad y la fuerza que reclama el trabajo manual, es
decir, cuanto mayor es el desarrollo adquirido por la moderna industria, mayor
también la proporción en que el trabajo de la mujer y el niño desplaza al del
hombre.
Y cuando ya la explotación del obrero por el fabricante ha dado su fruto y aquél
recibe el salario, caen sobre él los otros representantes de la burguesía: el
casero, el tendero, el prestamista, etc.
Todas las clases sociales, mayormente la clase media, contribuyen a nutrir las
filas del proletariado.
El proletariado recorre diversas etapas antes de fortificarse y consolidarse.
Pero su lucha contra la burguesía data del instante mismo de su existencia.
Al principio, son obreros aislados, luego los de una fabrica, luego los de toda
una rama de trabajo. Sus ataques no van sólo contra el régimen burgués de
producción, van también contra los propios instrumentos de la producción.
En esta primera etapa, los obreros forman una masa diseminada por todo el país y
desunida por la concurrencia. Las concentraciones de masas no son todavía fruto
de su propia unión, sino de la unión de la burguesía, que para alcanzar sus
fines políticos propios tiene que poner en movimiento a todo el proletariado. En
esta etapa, los proletarios no combaten contra sus enemigos, sino contra los
vestigios de la monarquía absoluta (enemigos de la burguesía).
Sin embargo, el desarrollo de la industria no sólo nutre las filas del
proletariado, sino que las aprieta y concentra, sus fuerzas crecen, y crece
también la conciencia de ellas. Y al paso que la maquinaria va borrando las
diferencias y categorías en el trabajo, van nivelándose también los intereses y
las condiciones de vida dentro del proletariado.
Las colisiones entre obreros y burgueses aislados van tomando el carácter, cada
vez más señalado, de colisiones entre dos clases. Los obreros empiezan a
coaligarse contra los burgueses, se asocian y unen para la defensa de sus
salarios. Crean organizaciones permanentes, para pertrecharse en previsión de
posibles batallas. De ven en cuando, estallan revueltas y sublevaciones.
Cooperan a ello los medios cada vez más fáciles de comunicación, creadas por la
gran industria y que sirven para poner en contacto a los obreros de las diversas
regiones y localidades. Se convierten en un movimiento nacional en una lucha de
clases. Y toda lucha de clases es una acción política.
Esta organización de los proletarios como clase, como partido político, se ve
minada a cada momento por la concurrencia desatada entre los propios obreros.
Pero avanza y triunfa siempre, a pesar de todo, cada vez más fuerte, más firme,
más pujante. Y, aprovechándose de las discordias que surgen en el seno de la
burguesía, impone la sanción legal de sus intereses propios.
La burguesía lucha contra la aristocracia, luego contra aquellos sectores de la
propia burguesía cuyos intereses chocan con los progreso de la industria, y
siempre contra la burguesía de los demás países. Para librar estos combates, no
tiene más remedio que apelar al proletario. Y de este modo, le suministra
elementos de fuerza; es decir, armas contra si misma.
En aquellos periodos en que la lucha de clases esta a punto de decidirse es tan
violento y tan claro el proceso de desintegración de la clase gobernante latente
en el seno de la sociedad antigua, que una pequeña parte de esa clase se
desprende de ella y abraza la causa revolucionaria. Una parte de la burguesía
pasa al campo del proletariado, los intelectuales.
Los elementos de las clases medias no son revolucionarios, sino conservadores.
El proletariado andrajoso, esa putrefacción pasiva de las capas más bajas de la
vieja sociedad, se vera arrastrando en parte al movimiento por una revolución
proletaria, si bien las condiciones todas de su vida lo hacen mas propicio a
dejarse comprar como instrumento de manejos reaccionarios.
Las condiciones de vida de la vieja sociedad aparecen ya destruidas en las
condiciones de vida del proletariado. Éstos sólo pueden conquistar para si las
fuerzas sociales de la producción aboliendo el régimen adquisitivo a que se
hallan sujetos, y con él todo el régimen de apropiación de la sociedad. Los
proletarios no tienen nada propio que asegurar, sino destruir todos los
aseguramientos y seguridades privadas de los demás.
El movimiento proletario es el movimiento autónomo de una inmensa mayoría en
interés de la misma. No puede levantarse, sin hacer saltar, todo ese edificio
que forma la sociedad oficial.
La campaña del proletariado contra la burguesía empieza siendo nacional. Es
lógico que el proletariado de cada país ajuste ante todo las cuentas con su
propia burguesía.
Toda sociedad descansó en el antagonismo entre las clases oprimida y los
opresores. Mas, para poder oprimir a una clase, es menester asegurarle, por lo
menos, las condiciones indispensables de vida. La situación del obrero moderno
lejos de mejorar conforme progresa la industria, decae y empeora por debajo del
nivel de su propia clase. La burguesía es incapaz de gobernar, porque es incapaz
de garantizar a sus esclavos la existencia ni aun dentro de su esclavitud,
porque se ve forzada a dejarlos llegar hasta una situación de desamparo es que
no tiene más remedio que mantenerles, cuando son ellos quienes deberían
mantenerla a ella. La vida de la burguesía se ha hecho incompatible con la
sociedad.
La existencia y el predominio de la clase burguesa tiene por condición esencial
la concentración de la riqueza en manos de unos cuantos individuos y esta no
puede existir sin el trabajo asalariado, que presupone la concurrencia de los
obreros entre si. Los progresos de la industria imponen su unión revolucionaria
por la organización. Y así, al desarrollarse la gran industria, la burguesía ve
tambalearse bajo sus pies las bases sobre las que produce y se apropia lo
producido. Y a la par que avanza, se cava su fosa y cría a sus propios
enterradores. Su muerte y el triunfo del proletariado son igualmente
inevitables.
BISMARCK O KEYNES:
¿Quién es el Culpable?
Notas sobre la Crisis de Acumulación
Ernesto A. Isuani
Introducción
Es legítimo hablar del Estado de Bienestar (EB) keynesiano y entender por ello
la forma que adquiere el EB en la etapa keynesiana: forma caracterizada por una
notable cobertura. Más discutible es sostener que el EB sólo adquiere existencia
en la etapa keynesiana.
En primer lugar, el Estado keynesiano (EK) significo una ruptura con la etapa
liberal de 1930 y una respuesta a las crisis. El EB ya había desarrollado sus
instituciones antes de la Gran Depresión. Segundo, las causas que los
originaron: el EB respondió a motivaciones político-social, mientras que el EK
lo hizo a determinantes económicos. En tercer lugar, mientras los instrumentos
del EK son flexibles para ser utilizados anticíclicamente, las instituciones del
EB están caracterizadas por su rigidez, ya que crean derechos garantizados
jurídicamente e incorporados en la conciencia de la población. Cuarto, el EK
opera en el campo de la inversión y la producción, el EB lo hace en el terreno
de una redistribución que pretende permitir el acceso de amplios sectores de la
población al consumo de bienes y servicios. Por último, la crisis que adquiere
visibilidad a mediados de la década del setenta es la crisis del EK y los
intentos de raíz conservadora que apuntan a superarla se basan en un ataque a
instituciones centrales del keynesianismo, que en el desmantelamiento del EB.
I. Aspectos conceptuales e históricos
El estado benefactor
La distribución primaria del ingreso refiere a los ingresos generados en el
proceso de producción y apropiados por los diferentes sectores sociales. La
distribución secundaria o redistribución es aquella que resulta luego de la
reducción o aumento que experimentan los ingresos obtenidos en la distribución
primaria en virtud de los tributos aplicados y de las diversas modalidades de
transferencia efectuadas.
El EB consiste es un conjunto de instituciones públicas destinadas a elevar la
calidad de vida de la población y a reducir las diferencias sociales ocasionadas
por el mercado. Ellas operan en el terreno de la distribución secundaria del
ingreso mediante transferencias monetarias directas (pensiones, prestaciones por
desempleo o asignaciones familiares) o indirectas (subsidio a productos y
servicios de consumo básico), provisión de bienes y prestación de servicios. El
establecimiento de regulación protectora de las condiciones de trabajo, del
medio ambiente o de la calidad de bienes y servicios.
Las acciones estatales ya existían pero se limitaban a dar respuestas a
desastres naturales, así como la asistencia social estaba a cargo de la Iglesia.
Las clases altas, producto del avance del capitalismo, rechazan ahora la idea de
protección e impulsan la noción de responsabilidad personal.
La maduración de los procesos de industrialización y urbanización, y el
surgimiento de los asalariados como fuerza social crearon las condiciones para
que se iniciara una etapa de extraordinaria importancia en la política social,
fenómeno asociado al origen del EB, significando una ruptura con las
instituciones de la beneficencia. Las leyes de pobres eran discrecionales y
estigmantizantes. El seguro social se basaba en reglas no discriminatorias
relativamente automáticas en su aplicación ante el daño ocasionado. Además,
estaba dirigido al asalariado antes que al pobre o al miserable y obligaba a los
beneficiarios potenciales a contribuir a su financiamiento, con lo que
fortalecía el derecho a reclamar el beneficio.
La institución central del EB, el seguro social, estaba ya desarrollado con
bastante anterioridad a la segunda posguerra.
La lógica de desarrollo del EB obedeció fundamentalmente a dos determinantes.
Por un lado, al mantenimiento del orden social y por otro lado, las
instituciones del EB también obedecieron a las necesidades de legitimación y
apoyo político introducidas desde fines del siglo pasado en virtud de la
extensión del sufragio y de la competencia política. La tarea de edificar el EB
no estuvo asociada a fuerzas políticas de una orientación ideológica específica.
Conflicto social y competencia política, creciente democratización determinaron
el origen y desarrollo del EB. Las razones de naturaleza económica no jugaron un
papel relevante en su desarrollo, salvo en el caso de las pensiones. En
definitiva sólo marginalmente puede atribuirse a objetos económicos el
desarrollo del EB.
En sus comienzos, el EB estuvo más centrado en la idea de seguridad que en la
igualdad. El desarrollo de prácticas de solidaridad nacional, regulación publica
del consumo, control de mercados y una distribución mas equitativa d la cargas
que impuso la etapa bélica permitió el florecimiento de ideas más universalistas
y esquemas de prestación de servicios más igualitarios: o sea, un EB amplio y
solidario. Éste comenzó a derrumbarse con la expansión económica de la
posguerra.
El estado keynesiano
El EK desarrollo sus formas a partir de la Gran Depresión pero adquirió
contornos definidos en la segunda posguerra.
El desarrollo de esa clase fue significativamente menor y le cupo al poder
estatal el impulso al proceso de industrialización. Frete a la debilidad de la
burguesía, el capitalismo industrial aparece como surgido a “fomento” por la
intervención estatal. En definitiva, el Estado creó las condiciones para el
paulatino fortalecimiento de las diferentes burguesías nacionales y sólo cuando
este proceso se consolidó, puedo instaurarse una etapa de “alejamiento” estatal
del terreno económico.
Las consecuencias de un sistema socioeconómico que funcione sobre los
automatismos del mercado: la fluctuación abrupta de los ciclos y sus efectos
sobre la producción y el empleo y, además, el crecimiento del conflicto social,
culminaron en la Gran Depresión y dieron origen a la respuesta keynesiana.
La necesidad de regularizar el ciclo económico y evitar así fluctuaciones en el
proceso de acumulación fue la causa del nacimiento del EK. Esto constituye la
principal diferencia con las instituciones del EB. Su preocupación es la
acumulación del capital y la distribución primaria del ingreso. La política
fiscal, monetaria son instrumentos que manejados anticíclicamente intentan
regularizar, tanto en fases de alta como de baja, el ciclo económico.
Una institución central del EK es el pleno empleo, y aun cuando acarrea
beneficios para el trabajado (menos competencia, mayor capacidad de
negociación), responde fundamentalmente a una lógica de producción y
rentabilidad y en consecuencia es incorrecto considerarlo como parte del EB.
Un EB determinado por el proceso general de democratización social y un EK
originado por la necesidad de suavizar el ciclo corresponden a lógicas
diferentes. El crecimiento del EB fue potenciado por una etapa del desarrollo
económico (la keynesiana) que brindó las bases materiales pata ello. EB y EK
produjeron la etapa más exitosa del capitalismo.
II. Acerca de la crisis
A partir de mediados de los 70 los indicadores económicos comenzaron a mostrar
una cierta reversión en materia de producción, productividad, empleo y
estabilidad de precios.
Algunos autores presentan la crisis que se inicia a mediados de los setenta como
de acumulación. A diferencia de la de los veinte, caracterizada por
sobreacumulación o subconsumo, la actual crisis obedecería a una suerte de
debilidad del proceso de inversión o acumulación.
Otras hipótesis poseen un carácter sociológico. Una de ellas afirma que la
crisis de acumulación se debió a un proceso de redistribución del capital al
trabajo operado en la posguerra. Se produjo una reducción del excedente
disponible en manos de los capitalistas que se tradujo en menores recursos para
la inversión.
Si bien la distribución personal del ingreso no es un indicador adecuado para
medir procesos redistributivos entre capital y trabajo, permite apreciar la
estructura de la desigualdad social y su evolución en el tiempo. Este tipo de
distribución del ingreso también expresa una cierta estabilidad.
Sin embargo está fuera de discusión que los asalariados se beneficiaron del
aumento del gasto social. Entre fines del siglo pasado y el fin de la segunda
guerra el gasto público había triplicado y el gasto social era al mimo tiempo el
que más había crecido al interior del gasto público.
Las características del Estado democrático hicieron que los trabajadores
encontraran más fácil promover sus demandas en el terreno político que en la
negociación privada. El denominado salario social fue ocupando una cuota mayor
del consumo, esto podría apoyar la hipótesis de la redistribución hacia el
trabajo. Sin embargo, podría sostenerse que el gasto social salio de los
bolsillos de los asalariados, y la distribución del ingreso no se habría
alterado significativamente, invalidando las críticas efectuadas al EB como
mecanismos de reducción del excedente para inversión.
Otra hipótesis de naturaleza sociológica sugiere que el EK introdujo un elemento
que perturbó seriamente al proceso de acumulación al debilitar los mecanismos
tradicionales de disciplinamiento de la fuerza de trabajo: la recesión y el
desempleo. La vigencia del pleno empleo y de las instituciones democráticas
contribuyo a elevar la fuerza social y política de los asalariados para
confrontar las amenazas de recesión y desempleo.
Es poco probable que haya existido un proceso redistributivo progresivo
sostenido. Si bien los intentos de los asalariados de traspasar el umbral (en la
distribución del ingreso) considerado aceptable por el capital, no podían se
conjurados mediante recesión y desempleo, la inflación fue el instrumento
utilizado para imponer limites o revertir procesos coyunturales de
redistribución progresiva, ya sea encarados por los trabajadores o por el propio
Estado.
Como los costos de oportunidad económicos y sociales de implementar políticas
recesivas fueron evaluados como muy altos durante la posguerra, la inflación
reemplazo a la recesión como reaseguro del capital frete a las presiones
distributivas.
Al EK le cabría la responsabilidad de haber “subvertido” el poder disciplinador
que el desempleo ejerce sobre comportamientos y expectativas de la fuerza de
trabajo. Aunque menor, el EB también tuvo su cuota de responsabilidad en la
crisis. Por una parte “coopero” con la legislación laboral. Además, el gasto
social posee una resistencia a la baja y por ende no puede ser utilizado
anticíclicamente. Pero es discutible que el tamaño del EB o del gasto público
total este relacionado a la inflación, principal síntoma de la crisis.
En definitiva, la regularización del ciclo económico y el pleno empleo generaron
un creciente poder de la fuerza de trabajo para disputar la distribución del
ingreso. En ausencia de recesión, la inflación fue la respuesta al poder de los
trabajadores.
III. La estrategia conservadora frente a la crisis
La estrategia conservadora debe atacar ka institución del pleno empleo, y solo
es necesario tocar aquellos elementos del EB que refuerzan la posición de los
trabajadores en el mercado.
De este modo, la resolución de la crisis para en primer lugar por el ataque
frontal al estado keynesiano y sus instrumentos.
El EB ha sido también cuestionado por el conservadurismo. Se lo ha acusado de
introducir rigideces al proceso de inversión y de desestimular la productividad
del trabajador y de hecho se ataco a través de las políticas de flexibilización
de las relaciones de trabajo. Pero la crítica que apunta a los efectos
económicos negativos de la función redistributiva del EB no parece tener
pretexto. Es que en la practica, la función redistribuidora del EB está puesta
den tela de juicio. Una de las principales críticas de sectores progresistas es
que el EB no produjo un proceso de redistribución entre capital y trabajo, sino
al interior de los propios asalariados.
No parece ser necesario entonces realizar una tarea de demolición del EB: el
ajuste puede realizarse vía sobre el salario directo de los trabajadores, vía
inflación o recesión.
Podría argumentarse que la forma de proceder al ajuste no es a través de la
supresión de instituciones del EB sino mediante la desvalorización de sus
productos. En otras palabras no sólo no existe un ataque centrado en el gasto
social en cuanto tal, sino que por el contrario, gasto público “no social”
parece haber sido el más perjudicado
Cuestionar los beneficios del EB, que son de un alto coso en términos de
legitimación, inclusive para regimenes no dedocráticos.
Todo parecería indicar que mientras el EK fue un período en la lógica de
acumulación de capital, el EB lo antecedió, creció enormemente a su amparo y
está en condiciones de sobrevivir sin él.
La propuesta conservadora no es más que una búsqueda en el pasado de la
respuesta a la crisis presente. No es posible que la problemática que plantea la
complejidad y diversidad de la sociedad moderna pueda ser resuelta por la
instauración de mecanismos de mercado, especialmente cuando la sociedad moderna
no se caracteriza precisamente por la difusión del poder económico. El nivel de
desarticulación y conflicto social de un intento de este tipo podría llegar a
ser extremadamente alto y en consecuencia es improbable que una eventual
demolición del EK se realice sin la preservación, aun con modificaciones del EB.