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Pens. Cient�fico |
Resumen sobre La Historia de la Ciencia |
C�tedra: Flax |
Prof.: Pinacchio |
2� Cuat. de 2011 | Altillo.com |
LA HISTORIA DE LA CIENCIA: SUS MOTORES, SUS FRENOS, SUS CAMBIOS,SU DIRECCI�N
(Javier Flax)
La filosof�a de la ciencia, metaciencia o epistemolog�a no puede prescindir de
la historia de la ciencia. Cuando hablemos de historia no nos referiremos a la
mera cr�nica de los descubrimientos cient�ficos, sino m�s bien a las claves de
su desarrollo y a los diferentes obst�culos que detuvieron su marcha.
La historia de la ciencia ser�a incompleta si se limitara a estudiar la historia
de las diferentes disciplinas cient�ficas y la l�gica de sus descubrimientos
�historia interna- separ�ndolas de las condiciones culturales en las que
emergieron y en las que se desarrollaron. Un ejercicio de la ciencia que no
tenga en cuenta las condiciones sociales y econ�micas y los condicionamientos
ideol�gicos de su desarrollo �historia externa- no s�lo seguir� tropezando con
obst�culos innecesarios, sino que �lo que es m�s grave- no dispondr� de las m�s
m�nima autoconciencia de la propia pr�ctica cient�fica y de sus efectos y
consecuencias, debido a lo cual seguir� incurriendo en un cientificismo que �por
emisi�n- ser� responsable de muchos de los efectos indeseables, aunque
previsibles de las implementaciones cient�ficas en la era tecnol�gica.
LOS OBST�CULOS EPISTEMOL�GICOS
Immanuel Kant: nuestra experiencia no se nutre pasivamente de los datos
sensibles, sino que estos datos son asimilados y ordenados por los conceptos y
categor�as que pone el sujeto. Si ampliamos a Kant, sabremos que la percepci�n
depender� en gran medida de la cosmovisi�n y los prejuicios que se tengan y que
no es posible dejar de tener. Ellos forman el campo significativo en el cual
caen los objetos para asumir su sentido. �ste campo significativo por un lado
nos permite reconocer los objetos de nuestra cultura, y por el otro constituye
en un velo que impide o dificulta enormemente la percepci�n de todo aquello que
le resulte extra�o.
Bachelard halla en este mecanismo de asimilaci�n uno de los obst�culos m�s
serios para el conocimiento cient�fico. Mientras la opini�n tiende a manejarse
con los que �l denomina objetos designados, el conocimiento quiere eludir ese
mecanismo cotidiano de reconocer ese algo que tengo enfrente para poder
conocerlo sin prejuicios. A esta otra instancia de objetivaci�n la denomina
objeto instructor. Mientras el objeto designado es meramente reconocido y se le
da la forma de lo ya sabido, el objeto en tanto instructor ya no se nos aparece
con la obviedad de lo que nos resulta familiar, sino como algo con problemas, lo
cual posibilita modificar o ampliar nuestro conocimiento.
Conocer no es meramente reconocer, �se conoce contra un conocimiento anterior,
destruyendo conocimientos mal hechos. No se puede basar nada sobre la opini�n:
antes hay que destruirla�. Es por ello que el conocimiento es en gran medida
cr�tica.
Para el pensamiento griego dominante lo natural era el reposo y el movimiento
una mera apariencia. Lo aut�nticamente real permanece inm�vil porque es
perfecto. S�lo lo imperfecto y aparente tiene movimiento. La apor�a de la flecha
dice algo as�: todo lo que est� en reposo ocupa un lugar igual a s� mismo.
Entonces, cuando lanzamos una flecha, en cada momento de su trayecto la flecha
ocupa un lugar igual a s� misma. Por lo tanto, durante todo su trayecto la
flecha est� en reposo. Y de una suma de reposos no deriva el movimiento.
Obviamente, lo que podemos observar en este ejemplo es precisamente la
dificultad de la racionalidad griega para concebir el movimiento.
Para los chinos de la misma �poca lo natural era el movimiento. Estas
cosmovisiones opuestas los condujeron a desarrollar f�sicas diferentes, al punto
de que lo que era absurdo para los griegos era evidente para los chinos, y
viceversa. La primera explicaci�n relevante del movimiento la brinda
Arist�teles, quien explica el movimiento cualitativamente en t�rminos de pasaje
de lo que est� en potencia a lo que est� en acto, es decir, entre lo que
no-es-todav�a a lo que es plenamente.
Para un chino del siglo V a.C.: �La cesaci�n del movimiento se debe a una fuerza
opuesta. Si no hay fuerza opuesta, el movimiento nunca se detendr�. Al respecto
dice el texto de Piaget y Garc�a: �La diferencia entre un sistema explicativo y
otro no era metodol�gica ni de concepci�n de la ciencia. Era una diferencia
ideol�gica, que se traduce por un marco epist�mico diferente. Lo �absurdo� y lo
�evidente� es siempre relativo a un cierto marco epist�mico y est� en buena
parte determinado por la ideolog�a dominante.�
LA INSUFICIENCIA DE UNA HISTORIA INTERNA DE LA CIENCIA
La historia interna puede ser concebida como un avance gradual y acumulativo
hacia la soluci�n de los problemas te�ricos internos a cada disciplina, como a�n
sostienen algunas posturas positivistas. Puede tambi�n concebirse como una
historia en la que acontecen giros o revoluciones que producen rupturas con la
ciencia anterior. Al producirse estas rupturas nos hallamos en otro mundo. Para
descubrir algo, para captar un fen�meno nuevo, las categor�as conceptuales deben
estar preparadas de antemano, de lo contrario se lo asimilar� a lo ya conocido o
se lo desconocer�.
En ciertas ocasiones, el descubrimiento de nuevos fen�menos produce un sacud�n
te�rico de la ciencia, de manera tal que las nuevas categor�as y conceptos no
s�lo producen una innovaci�n que se acumula a los conocimientos previos, sino
una revoluci�n cient�fica que requiere reacomodar toda la estanter�a. Esto es lo
que Kuhn denomina un cambio de paradigma. Si se produce este giro, se debe a la
acumulaci�n de anormalidades en la ciencia normal. La ciencia normal es aquella
que tiene poder explicativo y no se halla cuestionada. Esta ciencia suele
contener algunas anomal�as, pero en la medida en que no obstaculizan el
desarrollo cient�fico son tolerables y se las asimila. El inconveniente surge
cuando son tantas las anomal�as que las explicaciones se vuelven cada vez m�s
complejas y se multiplican las hip�tesis.
Los miembros de una comunidad cient�fica constituyen una suerte de escuela que
comparte una misma matriz disciplinaria (creencias, concepciones, m�todos) y los
mismos ejemplares o soluciones t�picas de los problemas que el grupo cient�fico
acepta como propios de la teor�a. Esa matriz y esos modelos ejemplares
posibilitan y facilitan enormemente el trabajo colectivo en tiempos de ciencia
normal, que son la mayor�a. Pero se convierten en obst�culos pr�cticamente
insuperables para los miembros de esa comunidad en tiempos de ruptura. Por eso,
los que producen los cambios suelen ser sujetos que provienen de otras
formaciones.
DEL CONOCIMIENTO PR�CTICO A LA CIENCIA: UNA CONTINUIDAD
Toda concepci�n de la historia de la ciencia que no vea m�s que la historia
interna de las disciplinas cient�ficas es incompleta e insatisfactoria, no s�lo
porque los investigadores no arribar�n a una autoconciencia sobre la propia
praxis cient�fica, en tanto carecer�n de la amplitud de perspectiva que brinda
la historia social, sino porque adem�s existen obst�culos �externos� que
dificultan el desarrollo �interno� de una ciencia.
Cada disciplina cient�fica debe recurrir a su propia historia interna, es decir,
a aquella historia que se recorta del resto de la historia cuando una disciplina
cobra autonom�a al definir su objeto de estudio, sus m�todos y sus reglas.
Si nuestra posici�n es correcta debemos convenir en que el conocimiento
cient�fico no es una categor�a nueva, fundamentalmente diferente y heterog�nea
con respecto a las normas del pensamiento pre cient�fico y a los mecanismos
inherentes a las conductas instrumentales propias de la inteligencia pr�ctica.
Las normas cient�ficas se sit�an en la prolongaci�n de las normas de pensamiento
y de pr�cticas anteriores, pero incorporando dos exigencias nuevas: la
coherencia interna (del sistema total) y la verificaci�n experimental (para las
ciencias no deductivas).
EXTERNA E INTERNA, LA HISTORIA ES UNA SOLA
Lakatos incurre tambi�n en la negaci�n de la historia externa de la ciencia al
desestimar la influencia que factores psicol�gicos e ideol�gicos puedan tener en
las revoluciones cient�ficas. Su objetivo es mantener con buen criterio la
posibilidad de establecer la progresividad o la regresividad de la ciencia en el
marco de los programas de investigaci�n, lo cual a su juicio se ver�a
imposibilitado si se deja el cambio hist�rico de la ciencia librado a factores
tan aparentemente fortuitos. Se queda entonces con una historia interna
prescriptiva que realimenta la l�gica de la investigaci�n cient�fica, y una
historia externa, social, psicol�gica, que a su juicio resulta irracional y no
aporta nada relevante a la metodolog�a de la investigaci�n.
Enrique Mar� pone de manifiesto los l�mites que la posici�n de Lakatos tiene al
respecto: para Lakatos, la historia externa resulta irrelevante para la
comprensi�n de la ciencia, y su cr�tica se orienta contra una vulgarizaci�n de
la concepci�n marxista seg�n la cual los descubrimientos surgen como reflejos de
necesidades sociales vagamente definidas. A lo cual Mar� responde que la
vulgarizaci�n simplificada de una tesis no invalida la tesis ni la hace
irrelevante. En todo caso, lo criticable es la vaguedad en la referencia a las
necesidades sociales, las cuales no son claramente definidas en una reducci�n
mec�nica de la teor�a del reflejo.
Kuhn, que en sus trabajos tuvo en cuenta fundamentalmente la historia interna de
la ciencia, no deja de referirse y de afirmar la enorme importancia de la
historia externa. Lakatos, en cambio, incorpora a la historia interna todo
aquello que puede convertirse prescriptivamente en metodolog�a, y deja afuera
todo aquello que no se amolde a esa racionalidad.
Creemos interpretar correctamente a Enrique Mar� si afirmamos que la membrana
que separa lo interno de lo externo no es otra que la que establece un criterio
prescriptivo previo dado por el propio Lakatos, debido al cual lo que queda
afuera aparece como irracional en tanto no se amolda al criterio de Lakatos. A
pesar de lo cual, el propio Lakatos sostiene la necesidad de complementar la
metodolog�a de sus programas de investigaci�n con una historia emp�rica externa.
Si traduj�ramos esta cuesti�n a los t�rminos que le adjudican Piaget y Garc�a,
deber�amos decir que la ciencia se produce en el contexto de un marco
epist�mico, que incluye tanto al paradigma epist�mico cuanto al paradigma
social:
Una vez constituido un cierto marco epist�mico, resulta indiscernible la
Contribuci�n que proviene del componente social o del componente intr�nseco al
sistema cognitivo.
EL MOTOR DE LA HISTORIA CONTEMPOR�NEA
Como afirma Kuhn, entre los elementos que constituyen la matriz disciplinaria de
una comunidad cient�fica se hallan los valores compartidos, uno de los cuales
supone definirse sobre �si la ciencia deber ser (o no tiene que serlo) algo �til
para la sociedad�. Esto supone asomar la cabeza y mirar el �mundo exterior�, es
decir, la interacci�n con otros grupos sociales, las limitaciones ideol�gicas y
psicol�gicas, las condiciones sociales y econ�micas en las que se desenvuelve el
ejercicio de la ciencia, lo cual posibilita alcanzar la autoconciencia de la
propia pr�ctica cient�fica, y de muchos de los efectos y consecuencias de su
producci�n cient�fica.
Existen cient�ficos y epistem�logos que sostienen la autonom�a absoluta de las
ciencias en relaci�n con su entorno social Para ellos s�lo existe la historia
interna de la ciencia, cuyo motor es la curiosidad cient�fica de los
investigadores en funci�n de los problemas que la teor�a les provee
La investigaci�n siempre se halla orientada. Su direcci�n no puede apartarse del
marco epist�mico, y dentro de �ste existen factores de poder institucional que
afinan la orientaci�n.
Las afirmaciones anteriores apuntan a se�alar ya no la importancia de la
historia de la ciencia para su mejor desenvolvimiento, sino que pretenden
exceder el marco metodol�gico de los aportes de una historia interna de la
ciencia para una l�gica del descubrimiento cient�fico. Nuestro objetivo, adem�s,
es se�alar la necesidad de integrar a la denominada historia externa de la
ciencia para alcanzar ese mismo objetivo, y, prioritariamente, para alcanzar un
objetivo complementario y seguramente m�s valioso: el de un ejercicio
responsable de la investigaci�n cient�fica.
Lorenz Kr�ger sostiene que la investigaci�n cient�fica reviste inter�s econ�mico
y estrat�gico y requiere de una pol�tica cient�fica expl�cita o impl�cita en un
doble sentido. Es un medio para solucionar problemas econ�micos y militares y es
necesaria su planificaci�n por las inversiones que supone y porque de ella
depende la supervivencia de la humanidad.
Mar�: �Se trata de un claro problema pol�tico que pone en nexo la sociedad
global con la historia de la ciencia. Cuando la investigaci�n cient�fica tiene
por objeto pr�ctico la planificaci�n o la pol�tica de la ciencia, entonces
deber� fundamentarse y proyectar representaciones �te�ricas� del mecanismo del
desarrollo cient�fico�. Es por ello que hoy por hoy es m�s necesario que nunca
hallar los v�nculos entre la investigaci�n cient�fica y sus �externalidades�,
por cuanto el motor de la historia contempor�nea de la ciencia no se halla
meramente en las motivaciones te�ricas de los sujetos que hacen ciencia, sino
que estas motivaciones genuinas s�lo pueden realizarse en el marco de las
pol�ticas cient�ficas que no queden libradas al mercado.