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GOODMAN
Mundos y versiones
Si la pregunta acerca del mundo es la pregunta es acerca de lo que hay, Goodman dice que “lo que hay consiste en lo que hacemos”. Hacemos versiones. Goodman sintetiza a Cassirer así: “Innumerables mundos, creados de la nada mediante el uso de símbolos”.
El problema será entonces especificar como entender mundo y como se crean los mundos. Para comprender esto, Goodman utiliza estas nociones y subraya que “mundo” y “versión” son dos ideas íntimamente relacionadas que posiblemente choquen con nuestras intuiciones prerreflexivas originales.
Desde la perspectiva goodmaniana, es posible hablar de muchos mundos reales, ya que para este autor no hay ninguna cosa que sea el mundo real.
Goodman se ubica en una posición irrealista y afirma que “el mundo se disuelve en versiones”.
¿Qué son las versiones? Ellas son nuestro “hacer con palabras, la actividad de hacer mundos no es un hacer con las manos, sino un hacer con las mentes, o mejor dicho con los lenguajes y otros sistemas de símbolos”.
En consecuencia, para nuestro autor es contradictorio hablar de “lo dado no conceptualizado o de un sustrato que carece de propiedades, pues esa misma manera de hablar impone ya estructuras, conceptualiza y adscribe propiedades”.
Las versiones no se aplican a un mismo mundo y por lo tanto no se trata de que tengamos que elegir una entre ellas contra un fondo fijo.
Procesos de construcción de mundos
Goodman identifica una lista de procesos mediante los cuales se puede crear mundos, y estos son la composición y descomposición, la ponderación, la ordenación, la supresión y la complementación, y finalmente la deformación.
Los procesos de composición y descomposición refieren tanto al hecho de separar como al de conjuntar, tanto simultanea como sucesivamente.
Entre diversos mundos habrá algunas diferencias que no se refieren tanto a las entidades que incluyen como a los acentos que cada uno de ellos pone, lo que se denomina ponderación.
Hay otro proceso que permite identificar mundos distintos, aunque sean iguales respecto de las entidades que los componen. Se trata de la ordenación, en la que Goodman destaca que, en los mundos diferentes, su diferencia puede residir en el orden de la derivación.
Un proceso distinto está constituido por la supresión y la complementación, en la que el científico se esfuerza en construir un mundo que obedezca sus leyes universales y que este en conformidad con los conceptos por el elegidos.
Versiones correctas
Goodman afirma que hay muchas versiones, que son muy variados los sistemas simbólicos con los que se construyen versiones y que no solo abarcan teorías y descripciones sino que van más allá de los enunciados, del lenguaje tanto literal como metafórico. Por esto, Goodman sintetiza: “la verdad no puede definirse o comprobarse por un acuerdo con ‘el mundo’, pues no solo difieren de las verdades en mundos distintos, sino que también es notorio que está en nebulosa la naturaleza de ese acuerdo entre una versión y un mundo diferente de ella”.
Goodman reconoce que es posible reconciliar verdades en conflicto, pero que no siempre es tan fácil. Además, concluye:
“En aquellas casos en los que entran en conflicto sistemas o versiones amplios y comprehensivos, nos es más difícil considerar que sus ámbitos formas parte de un mismo mundo que pensarlos, por el contrario, como si pertenecieran a dos mundos distintos y que, dado que se resisten a conjuntarse de forma pacífica, son incluso mundos en conflicto”
Para intentar manejar de alguna manera este conflicto, Goodman ensaya la estrategia de eliminar aquellos rasgos que induzcan el desacuerdo, pero el resultado es desalentador. Además, es evidente para el que la verdad no es una condición necesaria a la hora de elegir un enunciado en mayor medida en que es una condición suficiente.
Procedimientos de justificación y procesos de categorización
Se apresura a añadir que hay discrepancia entre verdad y utilidad, ya que la utilidad depende de distintos propósitos. ¿Cuál de ellos es idéntico a la verdad? Si se acepta que el más básico es la adquisición de conocimiento, la postura pragmatista se vuelve trivial.
También resulta fracasado el intento de concebir la verdad como creencia firme, ya que los enunciados más creíbles o verosímiles con frecuencia se descubren falsos y los menos verosímiles suelen descubrirse verdaderos.
De la coherencia afirma que, si bien puede interpretarse de diversas maneras, siempre posee un requisito de consistencia. Pero, pareciera que la coherencia, más que un criterio suficiente de la verdad, es un “factor que coopera junto con los juicios de verosimilitud inicial en nuestros esfuerzos para determinar que es verdad”.
Los criterios de validez en una argumentación deductiva son, para él, los mas explícitos y netos.
La validez inductiva y la validez de las formas de categorización
Un lugar sumamente destacado le corresponde a sus consideraciones sobre la validez inductiva, porque permitió tender el puente entre el problema de la validez en el caso de los enunciados al problema de la validez en el caso de los predicados y categorías donde ya no cabe hablar de verdad.
Es preciso, además, no solo la consideración de todos los casos que han sido objeto de análisis sino que “los enunciados en los que se formulan las pruebas y las hipótesis operen con géneros ‘reales’ o ‘naturales’. Sin una restricción tal, siempre podemos obtener conclusiones contradictorias, a partir de argumentaciones correctas”.
El tema de la validez inductiva y el de los dos conceptos que fueron acuñados en esa ocasión (proyección y atrincheramiento) fueron presentados por Goodman por primera vez en 1953.
La idea expuesta es brevemente la siguiente: la confirmación de una hipótesis por una instancia depende fuertemente de rasgos de la hipótesis distintos de su forma sintáctica.
En los lenguajes discursivos, cuando escribimos un objeto, le aplicamos un predicado o etiqueta. Sin embargo, ningún objeto o conjuntos de objetos se ajustan a un solo predicado.
Aquí hallamos un problema epistémico de central importancia en la obra de Goodman, el de la validez de las formas de categorización. Para dar respuesta a este problema, introduce las nociones de proyectado y de proyectable. Aprender y emplear una lengua, afirma Goodman, es resolver problemas de proyección.
Los predicados estableces órdenes distintos en los campos de objetos. Si proyectamos distintos predicados desde lo conocido a los casos que aún no conocemos, diremos que hay un predicado pertinente y otro irrelevante. ¿Cuál es el criterio para considerar pertinente a uno y no a otro? Para resolver esta interrogante debemos consultar el historial de proyecciones reales pasadas de los predicados. Así, podemos afirmar que, hay un predicado que posee una “biografía más impresionante”, o que está más atrincherado. El atrincheramiento, deriva del uso del lenguaje. Los aspectos recurrentes de la experiencia no son más que aspectos a los que convenimos aplicar predicados proyectados habitualmente.
Sin embargo, la proyección repetida de un predicado no produce atrincheramiento, solo lo hace si dicho predicado posee en cada proyección la misma extensión: “La clase se convierte en atrincherada solo mediante la proyección de predicados que la seleccionan”.
Puede ocurrir que un predicado nuevo no compita con un predicado atrincherado debido a que es postulado justamente porque el predicado atrincherado es insatisfactorio en un determinado contexto.
La defensa de una categoría no podrá ser a favor de su verdad sino “a favor de su eficacia a la hora de construir y entender mundos”. Además, Goodman afirma: “La verdad de los enunciados y la validez de las descripciones, es básicamente una cuestión de ajuste: ajuste a aquello a lo que de una manera u otra se refiere, o a otras formas de interpretación, o a modos y maneras de organización. Y, así, el saber o conocer pueden concebirse como algo más que la adición de creencias verdaderas y pueden ampliarse al descubrimiento y a la invención de todo tipo de nuevos ajustes”. La corrección de las versiones se reduce al ajuste, y este último no es pasivo ni en una sola dirección, sino un proceso activo de ajuste conjunto: tiene que ser “hecho”, a través de la remoción de anomalías, de la realización de discriminaciones y conexiones significativas para obtener nuevas comprensiones. De este modo, “interpretación” es un término versátil. Finalmente “la comprensión es lo que logra el proceso cognitivo”.
¿Y las leyes?
Goodman afirma:
“Las formas y las leyes de nuestro mundo no se encuentran ahí, ante nosotros, listas para ser descubiertas, sino que vienen impuestas por las versiones del mundo que nosotros inventamos”.
HACKING
Hacking no renuncia a la representación. Si bien es cierto que cuestiona su centralidad y la obsesión de la filosofía de la ciencia del siglo XX en torno a ella, su objetivo no es eliminar la representación sino invertir la relación que esa filosofía ha propuesto entre teoría y experimento.
El problema de la representación
Los seres humanos son representadores, las personas producen representaciones y las representaciones son públicas y externas. Las teorías, no las oraciones individuales, son representaciones.
La realidad es una creación antropocéntrica, una creación humana, la segunda de las creaciones humanas, la primera es la representación. Le sigue un concepto de segundo orden, el de la realidad, un concepto que tiene contenido solo cuando hay representaciones de primer orden.
Primero hay representación y luego está lo real. Primero hay una representación y mucha mas tarde hay una creación de conceptos en términos de los cuales podemos describir este u otro aspecto en que hay similitud.
El experimento es para verificar, corroborar o articular teorías; en definitiva, para mostrar que ellas son empíricamente aceptables.
Propuesta para las ciencias naturales
Hacking utiliza la controversia acerca del realismo científico como gancho para llamar la atención sobre un tema, la experimentación. Es así como pretende mostrar la importancia de la experimentación, en contraposición del papel auxiliar de la representación.
En la primera parte, a partir de la defensa del realismo de las entidades y en contraposición a un realismo teórico basado en la representación y que él considera incapaz de ganarle la batalla al antirrealismo, se dedica a criticar el exagerado énfasis puesto en la teoría y la representación en desmedro de la experimentación.
En la segunda parte, a partir de proveer argumentos para la defensa de este realismo de las entidades: la intervención y la coincidencia, Hacking trabaja el rol de la experimentación de la ciencia.
El debate realismo/antirrealismo
Hacking compara el debate realismo/antirrealismo con un castillo de naipes basado en la idea del conocimiento como representación de la realidad. Sospecha que no puede haber ningún argumento decisivo a favor o en contra del realismo en el nivel de la representación, ya que “el realismo en un asunto de intervenir al mundo, más que de representarlo en palabras y pensamiento”.
Cuando se pasa de la representación a la intervención, el antirrealismo tiene menos fuerza. Los debates en el plano de las teorías son necesariamente inconclusos. Solamente en el nivel de la practica experimental el realismo científico seria irresistible.
La inconmensurabilidad, el nominalismo trascendental, los sustitutos de la verdad y los estilos de razonamiento, todos llevan, dice Hacking a un callejón idealista sin salida, pero ninguno sugiere un santo sentido de la realidad. Hacking cree que no hay nada que demande la existencia de una teoría única y más rica acerca de cómo es el mundo. El universo es demasiado complejo para ser descripto en una sola teoría. Puede, en cambio, imaginarse una formación infinita de descripciones independientes unas de otras y, al mismo tiempo, verdaderas acerca de él.
El realismo acerca de las teorías que sostiene que ellas son verdaderas o falsas, o candidatas a verdaderas o que aspiran a la verdad y a veces se acercan a ella.
Otra versión del realismo científico es el que defiende las entidades teóricas postuladas por teorías correctas realmente existen, lo cual significa que hay un nivel ontológico real al cual ellas pertenecen, aunque pueda haber muchas teorías en competencia y hasta a veces contradictorias acerca de ellas. Se denomina realismo de las entidades.
Afirma también que deben considerarse verdaderas las afirmaciones existenciales de una teoría y, además, que tales entidades existirían aunque no hubiera una teoría que refiriera a ellas y por tanto no hubiera conocimiento acerca de las mismas.
No hay acuerdo acerca de las definiciones precisas de estos dos tipos de realismo. Pueden ser complementarios entre sí, pero son distinguibles. Hacking es realista acerca de las entidades pero no de las teorías.
Es decir, hay un contraste experimental importante entre el realismo de las entidades y el de las teorías. Tratar de argumentar a favor del ultimo, es encerrarse en el mundo de las representaciones. Es por esto que Hacking insiste en que el problema del realismo ha estado mal planteado; que si, se presenta únicamente en términos de teorías y de su capacidad o de su funciones de representación, a lo sumo se puede llegar a establecer una posición realista respecto de las teorías.
Sin embargo, la ciencia experimental efectivamente conduciría a un realismo acerca de las entidades postuladas por las teorías. De esto resulta un realismo firme, aunque se sea escéptico o antirrealista respecto de la verdad exacta de las teorías concernientes a las entidades que se están manipulando.
Realismo de entidades
Hacking se declara realista acerca de las entidades inobservables. Sostiene que ciertas entidades pueden ser caracterizadas usando generalizaciones de bajo nivel acerca de sus propiedades causales y de los sentidos en que ellas interactúan con otras partes de la naturaleza. Esas verdades domesticas o “home truths” pueden expresarse en diferentes teorías y modelos incompatibles, y no hay ninguna razón para pensar que su intersección constituya nada semejante a una teoría.
No es la noción de referencia la que constituye el argumento central del realismo de Hacking, sino la manipulación de las entidades en la práctica científica. Dado que los científicos toleran las existencias de múltiples modelos del mismo fenómeno, es verdaderamente difícil argumentar que dichos modelos sean interpretados en forma realista.
Que los experimentadores sean realistas acerca de las entidades no significa que estén en lo correcto. Los instrumentos que se apoyan en las propiedades del electrón para producir efectos de precisión pueden hacerse de muchas maneras diferentes.
Habrá una serie de explicaciones incompatibles, todas las cuales, sin embargo, van a coincidir en la descripción de los poderes causales que se pueden utilizar al intervenir con esa entidad en la naturaleza.
Creación de fenómenos
Experimentar es crear, producir, refinar y estabilizar fenómenos. Es producir fenómenos que no existen naturalmente en estado puro o que no existen hasta que son construidos.
Lo que cuenta no es la anotación y la información de la lectura de instrumentos, no es describir o informar, sino la habilidad para distinguir lo que es incorrecto. Es necesario hacer, y no solo mirar, para aprender a ver.
El papel de la teoría que se utiliza para construir los instrumentos que permiten ver el fenómeno es relativamente pequeño. Los filósofos tienden a pensar que nada que no pueda ser tocado o visto puede ser una entidad teórica o inferida. Los físicos hablan de observar las verdaderas entidades que los filósofos dicen que no son observables.
Si se pueden ver los mismos rasgos fundamentales de la estructura utilizando diferentes sistemas físicos, entonces se tienen muy buenas razones para decir “esto es real”, en lugar de “esto es un artefacto”. Este [el microscopio] es un elemento visual convincente, que se combina con otros modos intelectuales y con otros tipos de trabajo experimental como:
Que se tenga éxito en remover sistemáticamente aberraciones y artefactos
Que se pueda interferir con la estructura que parece verse, en sentidos puramente físicos
Que se tenga clara comprensión de la mayor parte de la física que se utiliza para construir los instrumentos que permiten ver
La propuesta para las ciencias humanas
Nominalismo dinámico
Entiende por nominalismo la doctrina que asegura que no hay clasificación en la naturaleza que no sea mental, es decir, que exista independientemente de nuestro propio sistema humano de nombrar.
Hacking propone una nueva forma de nominalismo que denomina dinámico, un nominalismo en acción, al que le interesa la interacción entre los nombres y lo nombrado. Se ocupa de las diversas formas en que las clasificaciones interactúan con los individuos a los que se aplican. Es el único que puede ilustrar como la categoría y lo categorizado se ajustan mutuamente, y el único que tiene implicancias para la historia y la filosofía de las ciencias humanas. No se forma primero el concepto y luego se descubren las regularidades o las leyes de los objetos que caen dentro de la clase, es interactivo. Es en estos términos que las categorías de las ciencias humanas describen a las personas. Los objetos de estas ciencias están constituidas por un proceso histórico; mientras que en las ciencias naturales eso no ocurre. En estas últimas, la invención de las categorías no cambia realmente el sentido en que el mundo trabaja.
Nuevas categorías conducen a nuevos tipos de personas, a “construir personas”. El planteo del nominalismo dinámico no es que hay una clase de personas que comienza a ser crecientemente reconocida por los burócratas o los estudiosos de la naturaleza sino, más bien, que una clase de personas surgen al tiempo que se inventa la propia clase.
Según Hacking, las cosas dependen más de lo que son que de cómo se nombran.
Efecto bucle, construcción de personas y nicho ecológico
Según Hacking, hay una diferencia crucial entre las clases naturales y las humanas. Las primeras son clases indiferentes, porque en ellas no está presente el efecto feedback entre clasificación y clasificado, que si aparecen en las clases humanas.
Las personas son agentes, actúan según descripciones. Los cursos de acción que eligen, y sus formas de ser, no son independientes de las descripciones disponibles según las cuales pueden actuar. Hacking denomino a este efecto fenómeno el “efecto bucle” de las clases humanas, es decir “los modos en que una clasificación pueden interactuar con las personas clasificadas”.
En cierta medida, las personas clasificadas tienden a conformarse o a crecer en los sentidos en que ellas son descriptas, pero como también los individuos desarrollan sus propias formas de comportamiento, las clasificaciones y sus descripciones deben ser constantemente revisadas.
Analizando la diferencia entre personas y cosas, Hacking sostiene que qué son los camellos, las montañas y microbios no depende de las palabras. Las posibilidades de los microbios están delimitadas por su naturaleza, no por el discurso. Lo interesante de la acción humana es que lo que hace depende deliberadamente de las posibilidades de descripción.
Si bien no hay una historia general acerca de la construcción de personas, pueden mencionarse al menos dos elementos comunes:
El etiquetamiento, por parte de una comunidad de expertos, que crea una realidad que algunas personas hacen suya
La experiencia autónoma de la persona etiquetada, que presiona al crear una realidad que el experto debe encarar.
Para entender la construcción de personas, hay que tomar en cuenta además que la aparición, la mutación y desaparición de, por ejemplo, enfermedades mentales transitorias responde a la presencia o no de una espacio de posibilidades que hace que ello sea posible. Ese espacio de posibilidades es caracterizado por Hacking como nicho ecológico. Para analizar los detalles de ese entorno, Hacking habla de vectores de diferente tipo. Esos vectores son:
El vector medico: la enfermedad ajusta un esquema de diagnóstico, en una taxonomía de enfermedades. Cuando aparece una enfermedad nueva, a veces puede ser alojada en alguna taxonomía ya existente, otras veces hace falta una revolución kuhniana porque la enfermedad no se ajusta a la taxonomía actual.
El vector polaridad cultural: la polaridad bueno/malo. Qué cuenta como virtud o como crimen es también una característica de la sociedad, las virtudes no están fijas en el tiempo.
El vector observabilidad: es necesario que el fenómeno sea visto como desorden, como sufrimiento.
El vector liberación: la enfermedad, a pesar del dolor que produce, también provee alguna liberación que no está disponible en otra parte de la cultura en la cual prospera.
Ontología histórica:
La ontología histórica refiere a “los modos en que las posibilidades para elegir surgen en la historia”. Esta noción tiene relación con los tres ejes a que refiere Foucault: conocimiento, poder y ética. Conocimiento en cuanto a verdad a través de la cual puede constituirse a sí mismo como objeto de conocimiento. Poder que le permite constituirse en sujeto que actúa sobre los demás, fundamentalmente, el poder conceptual acerca del fenómeno. Finalmente, la ética que lo constituye en agente moral, en cuanto los eventos relacionados con el fenómeno social tienen que ver con valores que posibilitan elecciones, formas de ser y de comportarse.
La presencia de estos tres ejes restringe la posibilidad de que todo lo que surja en la historia pertenezca al dominio de la ontología histórica. Es lo que ocurre con la creación de fenómenos naturales, que si bien son creados en un momento histórico, luego se vuelven estables, indiferentes al cambio teórico y, en ese sentido, no están constituidos históricamente. Ocurre lo contrario con los fenómenos estudiados por las ciencias humanas, ya que el feedback hace que los fenómenos estudiados por las ciencias humanas no sean estables, como los naturales, sino objetivos móviles.
RORTY
Introducción
Rorty critica la posibilidad de un fundacionismo y, al mismo tiempo, nos invita a abandonar el vocabulario epistemológico moderno. Más aun, nos propone ir mas allá de la epistemología, adoptando nuevos temas y problemas más acordes con las problemáticas humanas actuales.
El problema de la representación
Según la analogía “la mente como espejo de la naturaleza”, el “ojo de la mente” actúa de manera similar al “ojo físico” pero, mientras que el ojo físico percibe el mundo contingente de las apariencias, el de la mente conoce la verdadera realidad de las cosas. Guiados por esta analogía, comprendemos dos tipos de conocimiento: el conocimiento contingente y el conocimiento necesario. El primero está vinculado con la percepción sensorial mientras que el segundo se relaciona con el campo de las verdades intemporales.
La metáfora moderna de la “mente como espejo de la naturaleza” alude a que la mente es de naturaleza pura, fina y delicada, y es por ello que también sería capaz de reflejar realidades. La teoría del conocimiento que se deriva como resultado inevitable de esta metáfora es una “teoría espectadora del conocimiento”.
Rorty menciona a tres filósofos modernos (Descartes, Locke y Kant). Primero, con Descartes, se produce el giro hacia la interioridad y la “invención de la mente” como ámbito interno privilegiado: “el sujeto que conoce y la realidad” se constituyeron como los dos polos contrapuestos de esta relación. Así, bajo la distinción cartesiana entre el campo de lo “mental y lo físico”, el representacionismo cobra sentido. El mundo externo es conocido únicamente a través de nuestras representaciones. Descartes encuentra la señal que es testimonio de la fidelidad de las idea en un rasgo particular, su “carácter indubitable”.
Locke comete una histórica confusión entre el proceso de “explicación causal” de las operaciones de la mente y el proceso de “justificación” del conocimiento, omite la diferencia entre el “conocimiento de” y “conocimiento de que” con el objeto y es por ello que piensa que el conocimiento está justificado cuando únicamente explica como lo obtuvo.
Kant afirma que, si bien todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia, no por eso originase todo el en la experiencia. Insiste en que el objeto de conocimiento no es solo aquello que recibimos de la experiencia, sino que es un “compuesto” de lo que recibimos de la experiencia y lo que aportan las facultades de conocimiento humano: sensibilidad y entendimiento. Kant realiza un avance significativo hacia la consideración del conocimiento como conocimiento de proposiciones. Además, consolida la idea de que una teoría del conocimiento debe ocuparse de los “fundamentos” del saber en general. Al establecer los límites del conocimiento, Kant da cuenta de un marco explicativo seguro para toda acción humana posible.
La reivindicación de la voz pragmatista
Rorty consiste en que debemos renunciar a las aspiraciones fundamentalistas de la tradición epistemológica. Sostiene que debemos encontrar otro vocabulario y empezar de nuevo.
En primer lugar, Rorty sostiene que la concepción del conocimiento entendido como agrupación de representaciones fieles a la realidad es una concepción “opcional”. Para Rorty, la noción de representación puede dejarse de lado, sin que de esta manera se deje de lado una explicación respecto de cómo conocemos y como justificamos nuestras creencias sobre el mundo.
En segundo lugar y en pocas palabras, la epistemología debe abandonarse porque genera más problemas que los que resuelve.
Rorty propone “ir mas allá de la epistemología” suponiendo principalmente mantener una actitud de “carácter terapéutico” en tanto nos ayuda a asumir nuevas ideas y un vocabulario diferente, abandonando las antiguas por anticuadas o pragmáticamente ineficaces. No hay, por tanto, argumentos lógicos por los cuales abandonar el punto de vista de la epistemología clásica. En última instancia, lo único que podemos ofrecer son razones pragmáticas.
El pragmatismo clásico será una fuente ineludible de referencia para comprender los lineamientos generales de su antirrepresentacionismo.
La reflexión filosófica pragmatista echa por tierra el fuerte dualismo metafísico entre un “yo” que piensa y una “materia” inerte. Los pragmatistas alteran la jerarquía categorial asignándole un estatuto derivado a la contraposición sujeto/objeto y poniendo en su lugar privilegiado la categoría de “acción”.
El pragmatismo, en lugar de hablar en términos de polaridad, prefiere pensar la relación entre ambas partes como un movimiento. En este sentido, no hay para el pragmatista un objeto definido y consistente frente a un sujeto estático y cognoscente, sino que lo que tenemos en un objeto y un sujeto que se conocen y se modifican mutuamente en una relación dinámica. Se adopta el “interaccionismo” y desde tal interaccionismo se sostiene que las creencias son básicamente hábitos de acción. Tal es la enseñanza básica de la denominada “máxima pragmatista”. Esta máxima consiste en analizar el significado de nuestros conceptos de términos de sus consecuencias prácticas concebibles. En este sentido, los conceptos no son significativos en tanto meras abstracciones, sino en tanto se derivan de ellos ciertas consecuencias prácticas, ya que el hombre siempre adoptara como sus propias creencias aquellos pensamientos que lo guíen fructíferamente por la experiencia.
Las creencias serán, instrumentos que entrañan predicciones. En la medida en que las predicciones se cumplan, la creencia será verdadera y, en caso contrario, falsa. La “verdad” de una creencia radicara, en realizar bien una función.
Rorty sostiene como su propia propuesta filosófica que es necesario abandonar los problemas filosóficos planteados en la modernidad debido simplemente a que son triviales y, entonces, la solución no se encuentra en intentar brindar o proponer alguna respuesta alternativa ante los mismos problemas, sino simplemente en ofrecer un lenguaje completamente nuevo: un nuevo conjunto de temas y, por consiguiente, un nuevo conjunto de problemas. Rorty afirma como un punto clave de su propia concepción filosófica la idea de que la finalidad última de cualquiera actividad humana no es el reposo sino, por el contrario, una actividad humana más rica. En este sentido, Rorty destaca de la herencia del pragmatismo que “sustituye las nociones de ‘realidad’, ‘razón’ y ‘naturaleza’ por la noción de un futuro mejor”. Lejos de estar relacionado con el optimismo, se vincula fuertemente con una posición “meliorista”, con una posición que sostiene que el mundo puede mejorar, pero todo depende de la elección comprometida de los hombres generadores de nuevas descripciones. Hablar de un futuro mejor “nombra un proyecto impreciso pero prometedor”.
El ironista rortyano es aquel que advierte que adoptar una actitud de “compasión ante los demás” es pragmáticamente correcto. El ironista será aquella persona que reemplaza la búsqueda tradicional de la objetividad por la “solidaridad”.
El mundo felizmente perdido
Rorty deja de lado también la clásica imagen del hombre como “descubridor de esencias” y recupera la idea romántica del hombre como “autocreador”. Desde esta nueva mirada, la meta del pensamiento ya no consiste en “conocer algo exterior” sino en enriquecer nuestras formas de vida. El lenguaje no es más considerado un mero instrumento para transmitir el pensamiento, sino simplemente para describirlo de una forma u otra. Rorty quiere dejar en claro que las palabras cobran significado únicamente cuando entran en relación con otras palabras, en el contexto de una conversación. Además, asegura que el mundo ya no es más aquello representado por nuestras creencias y, por lo tanto, tampoco funciona como una garantía de nuestras creencias. En efecto el mundo queda irremediablemente perdido.
Nuestra relación con el mundo no es representacional, sino meramente “causal”. Esto significa que el mundo ejerce una presión causal bruta sobre nosotros y, en esa presión, se imponen ciertas creencias. Las creencias no representan nada. ¿Cuándo son verdaderas nuestras creencias? Para Rorty, la verdad no está en el mundo ni tampoco en nuestra mente, sino en el lenguaje, en las conversaciones. Y en tanto estos dos últimos son creaciones humanas, la verdad es una creación humana. ¿Cómo se justifican las verdades? Rorty sostiene que las verdades son justificadas siempre y cuando sean beneficiosas para nuestras vidas. También señala que la justificación de nuestras verdades obedece un criterio “coherentista y público de la verdad”, y siguiendo un criterio coherentista de la verdad, diremos que las verdades se justifican con otras verdades. Rorty sostiene que no hay verdades privadas, sino que toda verdad posee un carácter comunitario. Todas las verdades son contingentes, históricas, relativas a un tiempo y comunidad determinada. No es posible sostener que alguna de ellas [las comunidades] se encuentre en lo correcto y que la otra este equivocada. Tampoco sería lícito concluir que una comunidad pueda justificar una creencia, aunque tal vez no sea verdadera. Lo único que podemos señalar es que nuestras creencias actuales podrían ser consideradas equivocadas en algún momento futuro.
Una de las consecuencias más relevante que se desprende del antirrepresentacionismo de Rorty es su “concepción conversacional del conocimiento”. Rorty concluye que debemos aceptar que vivimos en la “contingencia”: contingencia del lenguaje, contingencia del mundo, contingencia del yo. No existe una única forma de comunicación, de descripción o de edificación. La vocación de los hombres no es reflejar ningún orden absoluto y eterno, sino simplemente ir creando a su manera su propio porvenir. En esto reside el valor de nuestra capacidad simbólica: en nuestra condición de conversar y fomentar la conversación como máxima expresión de nuestra humanidad.
Rorty considera que solo necesitamos justificar nuestras creencias ante quienes son parecidos en su forma de actuar, pensar y decir. Esto último se relaciona con un uso precautorio de “verdadero” y con la tan conocida defensa de Rorty del “etnocentrismo”.
En general, suele confundirse tal etnocentrismo con un mero relativismo. Pero el relativista sostiene que, ante alguna cuestión determinada, no hay forma de dirimir racionalmente que posición es preferible porque no hay marco común para realizar la comparación. El etnocentrista establece una preferencia: las “propias” creencias en las que fuimos culturizados son superiores a las creencias de otros grupos comunitarios.
Ahora bien, Rorty no alimenta la idea de que hay comunidades que cuentan con un lenguaje privilegiado respecto de otras. En tal caso, estaríamos frente a un “etnocentrismo excluyente” e indeseable para él. El etnocentrismo que el promueve es un “etnocentrismo inclusivo”. Bajo este etnocentrismo, la contingencia y la falibilidad de las creencias son reconocidas como punto de partida para la adopción y revisión de cualquier punto de vista dentro de “nuestra” comunidad. “Nuestra” comunidad, esto es, la comunidad “liberal”, es una comunidad que se extiende.
FOUCAULT
El conocimiento como problema político
La perspectiva foucaultiana introduce una diferencia crucial en el modo que los estudios sociales fueron tematizados por la filosofía de la ciencia. La reflexión de Foucault parte de la idea de que el saber, en cualquiera de sus manifestaciones, es un hecho histórico; es decir, es el resultado de un proceso material de construcción en el que intervienen elementos sociales, políticos y culturales en general. El trabajo de Foucault no se propone el estudio de la ciencia, ni las ciencias en si mismas, sino que se interesa en analizar las ciencias como unas configuraciones de nuestra cultura, dado que ellas existen y se desarrollan en paralelo con ciertas conductas, ciertas instituciones, ciertas formas de relación y ciertas prácticas sociales. Para Foucault, lo que produce el conocimiento, sus objetos y sus modalidades, son las relaciones de saber-poder que configuran la vida social.
Siempre que algo se constituye en objeto de conocimiento, se constituye también como la presa o el blanco de un poder que le es correlativo. El problema del conocimiento es para Foucault una cuestión política. Por un lado, apunta a esclarecer las condiciones de posibilidad del conocimiento. Por otro lado, apunta a identificar los efectos que ese mismo conocimiento produce en la realidad cultural y social a la que pertenece. La propuesta de Foucault consiste en mostrar como “ciertas prácticas sociales pueden llegar a engendrar dominios de saber que no solo hacen que aparezcan nuevos objetos, conceptos y técnicas, sino que pueden nacer formas totalmente nuevas de sujetos”.
No es posible comprender la concepción foucaultiana sin tener en cuenta la filosofía de Nietzsche. En la primera de las cinco conferencias de “La verdad y las formas jurídicas”, el autor formula la idea de que el conocimiento no pertenece a la naturaleza humana, sino que el conocimiento es inventado. Foucault entiende que, de ese modo, todo hecho que resulte de un proceso de fabricación, expresa siempre una intención particular.
En Foucault, el término “político” refiere al ámbito de esas relaciones de fuerza de las que hablo Nietzsche. Buena parte de la obra de Foucault está atravesada por el esfuerzo de conceptualizar esta idea de lo político y de pensar al funcionamiento del poder en términos nietzscheanos de “relaciones de poder”.
En principio, pensar el poder en términos de “relaciones de poder” supone dejar de pensarlo como si fuera una cosa o una posesión que alguien podría tener como se tiene una cualidad o un objeto; al contrario, el poder es una “relación” que se establece entre elementos diversos y con objetos específicos. Se trata de pensar el poder como una instancia positiva. Por eso es necesario distinguir las formas de poder de las formas de dominación.
Podemos resumir que la pregunta foucaultiana, no es ¿Qué es el poder? Sino ¿Cómo funciona? De ese funcionamiento surge el conocimiento.
Una vez aceptado el principio nietzscheano de que la verdad no es más que “un conjunto de relación humanas” que luego de un tiempo se naturaliza al punto de olvidar su procedencia histórica, el ámbito del conocimiento es redefinido como ese sistema de relaciones políticas que invisten toda trama de nuestra existencia.
Arqueología y genealogía:
Dos perspectivas sobre las ciencias humanas
Podemos caracterizar la arqueología y la genealogía como dos disciplinas históricas que llevan adelante una aproximación política al conocimiento, ya que ambas se oponen a la antropologizacion de la historia convencional que hace de la razón humana su principio rector.
La perspectiva genealógica
El concepto de “dispositivo” es el que articula la investigación genealógica. “Dispositivo” es el termino con el que Foucault se propone analizar el poder en su “funcionamiento”, como lo indicamos antes, analizarlo no como una cosa sino como una “relación”. Sintéticamente, podemos definir un dispositivo como el conjunto de relaciones que se establecen entre elementos heterogéneos.
En sus trabajos genealógicos de los primeros años, desarrolla la tesis según la cual en la sociedad moderna predomina una forma general de dominación, un tipo particular de dispositivo de poder, al que denomina “dispositivo disciplinario”, y cuya característica fundamental es la capacidad individualizante ejercida a través de una sujeción corporal de los sujetos.
Lo que define los dispositivos disciplinarios, en términos generales, es el objetivo de construir cuerpos “dóciles, útiles y a la vez obedientes”.
Foucault analiza tres “estilos penales” que se sucedieron entre la época clásica y la modernidad: el suplicio; la penalidad “legal” y las disciplinas.
La sociedad disciplinaria
La formación de la sociedad disciplinaria obedece son procesos históricos que se desarrollaron en paralelo y en aparente contradicción. Por un lado, un proceso que podríamos llamar “teórico”, que es la reforma de los sistemas penales, por lo que se eliminaban los suplicios y se establecía una nueva concepción de la ley y del juicio penal. Y, por otro lado, un proceso desarrollado al nivel de la práctica, que fue la progresiva conformación de los mecanismos disciplinarios y su expansión hacia todo el campo social. Efectivamente, la serie: “suplicio, reforma, disciplinas” permite entender el paso de la edad del castigo a la edad del “control disciplinario”.
Es posible resumir en tres puntos fundamentales los fundamentos teóricos que introdujo la reforma: una concepción nueva del crimen, de la ley y del criminal. En el suplicio, la pena era una “venganza” contra quien había violado una ley considerada natural, religiosa o moral; el objeto “crimen” que se castigaba era entendido, en parte, como un “pecado” cometido contra la ley en tanto mandato divino y el criminal tenia las características del pecador sobre el que debía aplicarse la pena. En contraposición, la reforma elaboro el principio de que la ley no expresa contenido religioso sino que ella estipula lo que es bueno y “útil” para la sociedad. De este modo el crimen es redefinido y se piensa ahora como una ruptura con esa ley civil previamente establecida.
Con la desaparición del suplicio, dice Foucault, se borra “el espectáculo” del castigo para dar lugar a una lógica punitiva “incorporal” con fines más “elevados”; ella debía atenuar el dolor físico y garantizar recomposición del pacto social.
Sin embargo, en la sociedad moderna prevaleció un tipo de penalidad no prevista por los teóricos de la reforma, que sustituyo casi todas las anteriores: la “prisión”. Esta expresa la mutación de “hecho” en la dinámica clásica del poder hacia la modalidad disciplinaria. Según Foucault, se impuso un sistema penal mucho más sutil y sofisticado y, por ende, más eficaz que el previsto por los reformadores. En el fondo, no se trató de “castigar menos” sino de “castigar mejor”
Ahora bien, sino es en el cuerpo, ¿sobre qué elemento recae el peso de la pena? La repuesta e Foucault es que esta se aplicó sobre el “alma” del individuo.
Foucault se refiere a que la nueva penalidad no apunta a sancionar un acto efectivamente realizado o la infracción a una ley escrita, sino que pretende un acceso integral al individuo atendiendo a su “virtualidad” delictiva. Desde el punto de vista conceptual, se trata de la aparición de “peligrosidad”: se castiga la “agresividad, la perversión y las pulsiones criminales”.
La intención de Foucault no es estudiar las prácticas penales. El objetivo es ver en ellas el funcionamiento real del poder en la sociedad; verlas como “tecnológicas del poder” que dan cuenta de cómo se establecen las relaciones y las experiencias sociales en general. La estructura social en su conjunto adquirió la forma disciplinaria porque, más allá de las particularidades de los juicios penales, las prácticas penales invadieron toda la red de instituciones en las que se desarrolla la vida social.
Pero el proceso por el cual las prácticas disciplinarias penetraron el régimen punitivo y provocaron su mutación en un régimen técnico-científico no fue único y repentino sino múltiple.
Foucault señala dos momentos centrales de esa evolución: el primero corresponde a la organización disciplinaria presente en las comunidades religiosas y pedagógicas desde la Edad Media, que funcionaron ancladas en los dispositivos de soberanía; el segundo, a la “disciplinarizacion secular”, a la generalización de los dispositivos disciplinarios en instituciones no religiosas.
Los dispositivos disciplinarios
Las disciplinas, según Foucault, son “dispositivos, mecanismos” de ejercicio del poder a partir de los cuales se establece un tipo particular de relación humana. Su característica definitoria es la de ser un poder que se ejerce sobre el cuerpo individual para volverlo “manipulable” a través de una coacción calculada de sus elementos y de una vigilancia ininterrumpida de sus comportamientos.
Dos de las diferentes técnicas y modalidades disciplinarias que expone Foucault son:
La disciplina lleva adelante una distribución de los individuos en el espacio. Es por ello que las instituciones disciplinarias funcionaron a partir de la clausura, son instituciones de encierro y reclusión en las que se especifica un espacio interno que se divide en tantas parcelas como cuerpos debe distribuir
La disciplina opera un control sobre la dimensión temporal de la vida de los individuos. Similar a la organización espacial, la disciplina fracciona en tiempos de trabajo y tiempos de descanso. Foucault señala que el control disciplinario del tiempo sirvió especialmente al desarrollo del capitalismo y la sociedad industrial.
Ahora bien, la formación de la sociedad disciplinaria consistió en la multiplicación de las prácticas de disciplina por todo el tejido social. Por obra de un movimiento doble, los mecanismos disciplinarios penetraron las organizaciones institucionales y esas instituciones fueron ejerciendo una función disciplinaria extensiva a toda la vida de los individuos, que supera la función para la cual fueron originalmente creadas. Dentro de ese proceso, Foucault distingue dos momentos, proponiendo el concepto de “panoptismo” y analiza la técnica del “examen”. La consideración de esos elementos permite mostrar que el poder disciplinario es también un “poder epistemológico”, pues contribuye a la formación de un saber específico: el de las ciencias humanas.
El panoptismo como forma social
El panóptico permite una mirada constante sobre lo que ocurre en cada celda y, a la vez, hace que quienes son observados no sepan cuando se los vigila. En la disposición panóptica, el poder funciona como una extraña mirada, “un ver sin ser visto”.
En tanto sociedades disciplinarias, las sociedades modernas son sociedades panópticas porque en ellas el panoptismo se encuentra en el nivel más simple y cotidiano de la existencia individual. Se ejerce como una mirada constante y una observación permanente sobre los individuos que, de ese modo, están siempre expuestos y son ellos mismos instrumentos del poder que los sujeta. La “perfección” del modelo panóptico esta en hacer posible que el poder funcione como una máquina, es decir, como una fuerza anónima en la que los elementos son intercambiables.
Por consiguiente, en el panoptismo, el poder se automatiza y se desinvidualiza, ya que lo que lo garantiza que efectivamente se ejerce no es una persona en particular, sino la propia estructura en la que están distribuidos los elementos. Y todo esto sin recurrir a una coacción violenta ni costosa dado que la sumisión se logra a través de la disposición que cada parte tiene en la ordenancia global y de las relaciones que esa disposición produce entre ellas. En un dominio panóptico, aquellos que están siendo dominados son, al mismo tiempo, operadores del poder que los somete, ellos reproducen en sí mismos y espontáneamente la coacción.
Por su estructura panóptica, entonces, la sociedad moderna tiene la forma de un inmenso observatorio al que estamos expuestos en todos los órdenes de la vida social y por el cual somos objetos de información siempre disponibles. Ahí se encuentra, según Foucault, lo que hizo posible la formación de ciencias humanas. Ellas son “saberes de la observación”, hacer del hombre algo “cognoscible”, accesible a una mirada científica.
El examen
El examen es definido como una técnica fundamental del poder disciplinario. En él, se combinan los efectos de otros dos instrumentos, la “vigilancia jerárquica” y la “sanción normalizadora”. En este sentido, en el examen se superponen las relaciones de poder y las relaciones de saber en el interior del dispositivo disciplinario, ya que la acción examinadora hace dos cosas simultáneamente.
En el mundo moderno, las instituciones disciplinarias se transformaron en instituciones “examinadoras”: lugares donde el examen se fue ritualizando y haciendo posible el “desbloqueo epistemológico” de las ciencias humanas.
También, la característica más importante del poder disciplinario es la de ser una fuerza individualista. La disciplina “fabrica” individuos. El examen hace entrar la individualidad en un “campo documental” y coloca en una “red de escritura”.
De este modo, el examen hace de cada individuo un “caso”, convirtiéndolo tanto en el objeto de un conocimiento como en el objetivo de un poder. El rotulo “caso” alude al individuo como a una realidad de algún modo deficiente y por eso es el vehículo a través del cual se instauran las opciones binarias.
Finalmente, el examen muestra otra característica del poder disciplinario directamente vinculada a la emergencia de las ciencias humanas, la “inversión del eje político de la individualización”.
Foucault marca una diferencia sustancial entre la historia de las ciencias humanas y la historia de las ciencias naturales. Mientras que las naturales parecen haberse independizado de los procedimientos judiciales de los que surgieron, las ciencias humanas continúan ligadas a las disciplinas y las técnicas de examen en las que se originaron.
Contra el humanismo
Foucault había advertido sobre la necesidad de abandonar los presupuestos humanistas para pensar la historia y el conocimiento. “Las palabras y las cosas” mostro que el “hombre” no existió siempre.
La crítica al humanismo consiste en evidenciar su complicidad con el poder. La intención explicita es advertir sobre el error que supondría interpretar la historia en clave “humanista”. Ello supone pensar en el “hombre” como si se tratara de una realidad o de un “dato” universal y preexistente al lenguaje en el que se nombra. Foucault propone mostrar como el hombre no refiere a ninguna instancia originaria, sino que es elaborado por el poder y el saber en la realidad.
LONGINO
Incursiones feministas en filosofía de la ciencia
Para empezar, se podría afirmar que uno de los aportes fundamentales de la teoría feminista ha sido la introducción del concepto de “genero” como categoría analítica. A diferencia de nociones más biológicas como “macho y hembra”, la de género sirve para analizar toda una serie de discursos, atributos, características y comportamientos que las sociedades asignan, de modo no equitativo, a hombres y mujeres.
En lo que respecta a la filosofía de la ciencia, la introducción del concepto de género permitió repensar la naturaleza misma de la investigación científica. Como señala Longino, la máxima feminista en filosofía de la ciencia es no hacer desaparecer el género. Haciéndose eco de la noción de “conocimiento situado”, muchas autoras feministas buscaran mostrar que la ciencia, lejos de ser una práctica independiente de valores sociales, se encuentra fuertemente influenciada por una serie de ideales y creencias propios tanto de la comunidad epistémica como del contexto social.
La filosofía feminista de la ciencia, asimismo, ha implicado dimensiones no solo descriptivas sino también prescriptivas. Esto es, no solo ha intentado revelar los prejuicios sexistas que subyacen en la práctica científica sino también proponer modos de transcender esas limitaciones y pensar en programas de investigación feministas.
Objetividad y tiranía ontológica
Como sostiene la filósofa de la biología Elisabeth Lloyd, el significado de “objetividad” no es transparente, simple, estable ni claro y distingue cuatro usos recurrentes del término “objetivo”: conocimientos, conocedores, resultados, métodos, etc.
En primer lugar, “objetivo” significa independiente, desinteresado, impersonal. En segundo lugar, “objetivo” denota público o públicamente accesible u observable. En tercer lugar, “objetivo” significa que existe independientemente de nosotros. En cuarto lugar, “objetivo” quiere decir que existe “realmente” y denota el estatus de las cosas tal como son.
Estas cuatro definiciones entrelazadas conforman una imagen filosófica que ella acuñara como “tiranía ontológica” y que es una de las representaciones de la objetividad de las que busca distanciarse la filosofía feminista de la ciencia. La emergencia de esta visión filosófica está relacionada a la distinción entre cualidades primarias y cualidades secundarias de las cosas, siendo las primarias verdaderamente objetivas, mientras que las secundarias son aquellas que dependen de nuestra percepción subjetiva de las cualidades primarias.
Según Lloyd, la tiranía ontológica sigue presente en aquellas perspectivas realistas que consideran que la objetividad solo es alcanzable por medio de una descripción única y verdadera de los entes y las relaciones que existen, independientemente de nuestra percepción, en la realidad.
La filosofía de la ciencia de Helen Longino
Longino se hace eco de la “tesis de la subdeterminación de las teorías” para rechazar el argumento a priori de que los valores sociales socavan la validez de la investigación científica. La teoría de la subdeterminación señala que habría una distancia entre lo que podemos observar y medir y los procesos que creemos que producen el mundo tal y como lo experimentamos.
La conexión entre los datos observacionales y las teorías no está completamente determinada por los primeros. Los datos son mudos al respecto de las hipótesis y pueden, de hecho, ser consistentes con hipótesis diversas e, incluso, conflictivas.
Para continuar con el argumento inicial hacen falta elementos suplementarios para que estos datos se constituyan como evidencia relevante para la teoría. Longino identifica “presupuestos de fondo” que suelen no ser explicitados sino que son asumidos tácitamente. Entre esos supuestos, encontramos valores propios del modo de funcionamiento de las comunidades científicas y valores propios de las sociedades en las que los científicos habitan. A las primeras las denomina “valores constitutivos” e incluye ideales internos de la ciencia como verdad. Los “valores contextuales”, son los ideales y los intereses personales, sociales y culturales de los científicos y expresan preferencias acerca de cómo deben ser las cosas. Longino busca eliminar la dicotomía entre los valores contextuales y constitutivos. Una vez que aceptamos que los datos no son suficientes para determinar la relevancia evidencial, tenemos que admitir que hay supuestos en los que se apoyan los científicos para establecer la conexión de datos e hipótesis. Es importante tener en cuenta que esto no significa que todos los razonamientos científicos incluyan valores contextuales
Ella muestra que hay varios modos en que los valores contextuales pueden afectar el trabajo científico. Por un lado, pueden determinar que es prioritario investigar, que preguntas son realizadas y cuales son ignoradas. Por otro lado, pueden involucrarse en el funcionamiento interno de la investigación científica.
Valores contextuales en la investigación endocrinóloga
Dentro de la endocrinología, se ha examinado de qué modo las hormonas sexuales influyen en el desarrollo de características sexuales y de género en hombres y mujeres. Estos estudios suelen realizarse en tres dimensiones en las que se cree que las hormonas tienen efecto:
Lo anatómico y fisiológico
El comportamiento
La cognición
Con respecto a la primera dimensión, ellas sostienen que la hipótesis general que se maneja es que las hormonas sexuales cumplen un papel central en el desarrollo de rasgos sexuales anatómicos y fisiológicos.
Para las autoras, lo interesante es que los razonamientos científicos no serían posibles sin el presupuesto del “dimorfismo sexual y de género”.
Como demuestran Longino y Doell, el presupuesto del dimorfismo también aparece en los estudios endocrinólogos que encaran la segunda dimensión, a saber, los efectos de las hormonas sexuales en el comportamiento de los individuos. A diferencia de los estudios sobre los efectos de las hormonas en el desarrollo de órganos sexuales, los modelos teóricos que buscan establecer vínculos causales entre las hormonas sexuales y la personalidad tienen que saldar una distancia mucho más considerable entre la evidencia y las hipótesis en juego.
Con respecto a la inferencia de la observación de las hipótesis, lo que permite acortar la distancia entre una y otra es el presupuesto de la uniformidad entre las especies lo cual, para las filosofas, es problemático y dudoso. Ellas sostienen que los prejuicios sexistas, no los observaron en la inferencia de la evidencia a hipótesis. Lo que si medio en esta inferencia es la adopción de lo que denominan modelo “lineal”.
Longino y Doell, en cambio, están a favor de otro tipo de modelo para dar cuenta del comportamiento humano que no sea lineal ni que tome a un único factor como causa de la conducta. Ellas sostienen que la elección entre un modelo y otro también puede estar influenciada.
Repensando la objetividad científica
La filosofía feminista de la ciencia que apoya la noción de conocimiento situado rechaza la idea de objetividad científica propia de la tiranía ontológica. Para que eso sea posible, se propone un método científico que busca purificar las distorsiones propias de la subjetividad para alcanzar la objetividad anhelada. Longino señala que, a los largo del siglo XX, han surgido dos grandes desafíos a esta versión tradicional de la objetividad. Por un lado han argumentado a favor de la carga teórica de toda observación. Por otro lado han defendido la tesis de la subdeterminación de las teorías a partir de los datos.
Sin embargo, esto no significa que el conocimiento científico sea inalcanzable ni que la ciencia este librada a un relativismo incapaz de distinguir entre el conocimiento y la mera opinión.
Es aquí donde comienza a vislumbrarse una forma de concebir la objetividad científica como un proceso de interacción social y dialogo crítico entre los miembros de las comunidades científicas. Longino afirma no solo que los científicos no suelen trabajar solos, sino el hecho de que, para que sus producciones sean consideradas “conocimiento científico”, tienen que ser aprobadas por sus pares. Esta aprobación depende de tres posibles críticas. En primer lugar, la crítica evidencial, que involucra la evaluación de la calidad de los datos obtenidos. En segundo lugar, la crítica conceptual, que incluye la valoración de la solidez interna de las teorías y de su consistencia con las teorías existentes ya aceptadas. Por último, también se pueden criticar los presupuestos de fondo que aparecen. Es importante para Longino que esta última no pierda relevancia. Los presupuestos de fondo tienden a pasar desapercibidos por las comunidades científicas, por lo cual es necesaria la presencia y la expresión de puntos de vista alternativos para que haya una crítica efectiva de estos presupuestos. La existencia de perspectivas que no hagan desaparecer el género puede contribuir a revelar los modos difusos o invisibilizados en los que los presupuestos sexistas afectan la practica científica.
Para la filósofa, “el conocimiento científico, desde esta perspectiva, es el resultado de un dialogo critico que entablan los individuos y los grupos que sostienen diferentes puntos de vista”. Pero para que este dialogo crítico pueda darse, Longino identifica cuatro condiciones que deben cumplirse:
Tiene que haber foros públicamente reconocibles por la crítica de evidencia, métodos, presupuestos y razonamiento.
La comunidad epistémica no debe meramente tolerar la crítica disidente sino que sus creencias y teorías deben cambiar a lo largo del tiempo en respuesta al discurso crítico.
Tiene que haber estándares públicamente reconocibles para evaluar las teorías, las hipótesis y las practicas observacionales.
Las comunidades epistémicas tiene que estar caracterizadas por la equidad de la autoridad intelectual, debe ser el producto de un dialogo critico en el que todas las partes relevantes puedan estar representadas.
Palabras finales: ¿hacia una ciencia feminista?
Se ha intentado mostrar que los cuestionamientos feministas a la noción tradicional de objetividad científica no conducen necesariamente a un abandono de este ideal ni a un relativismo incapaz de distinguir entre conocimiento científico y mera opinión.
La elección de un modelo que sea más atento a la agencia, a la capacidad de los individuos de autodeterminar su comportamiento, a las intenciones y deliberaciones de los sujetos y factores sociales esta profundamente enraizada en su adscripción al feminismo. Según Longino, el feminismo es un movimiento cuyo fin es expandir las potencialidades humanas. Cuando el feminismo cuestiona los roles fijos de género y plantea trascenderlos, se basa en una noción de agencia que sostiene que los seres humanos son capaces de actuar a partir de la autopercepción que tienen de sí mismos y de su mundo, y transformarse y transformar la sociedad de acuerdo con esta autopercepción.
Cuando Longino habla de “valores feministas”, suele identificar seis de ellos que aparecen en diversas obras de teoría feminista:
Adecuación empírica: se trata de que haya acuerdo entre las hipótesis y los datos observacionales.
Novedad: se valoran modelos o teorías que difieran significativamente de las anteriores.
Heterogeneidad ontológica: reconoce la paridad de diferentes tipos de entidades en lugar de desechar las diferencias o tratarlas como versiones de un miembro paradigmático del dominio.
Complejidad de las relaciones: este criterio valora teorías que tratan las relaciones entre las entidades y los procesos como recíprocos e interaccionales en lugar de entenderlas como monocausales o unidireccionales.
Aplicabilidad a las necesidades humanas: es un criterio pragmático que favorece aquellos programas de investigación que puedan generar conocimiento aplicable con el objetivo de mejorar las condiciones materiales de la vida humana.
Difusión o descentralización del poder: es otro criterio pragmático que privilegia programas de investigación que no limiten su acceso al resto de científicos.
LATOUR
Introducción
Según la interpretación del filósofo y antropólogo de la ciencia Bruno Latour, al establecer particiones ontológicas entre esferas diversas, habrían permitido la proliferación de híbridos. Los problemas más significativos que los modernos se vieron impelidos a resolver se asociaron precisamente con el intento de cerrar el hiato entre ámbitos que se habían postulado originariamente antagónicos.
Según Latour, los ESC permitieron desarticular la matriz moderna sobre la cual se hallaba montada buena parte de la epistemología tradicional.
El modelo bipolar moderno
En el plano epistémico un problema de incuestionable raíz moderna es el de la representación. El sujeto no puedo trabar un contacto directo con la realidad externa, solo puede tener representaciones de ella. El saber o el “conocer” se consideraran asociados con la posibilidad de “representar adecuadamente” lo que se encuentra fuera de la mente.
Durante la mayor parte del siglo XX, la filosofía de la ciencia, elaboro una concepción de la ciencia y el conocimiento científico en sintonía con estos dualismos generales que aquí se consideran “modernos”. Lo hizo, por un lado, reduciendo el estudio de la ciencia al análisis de sus productos conceptuales, y por otro lado, estipulando la existencia de hechos, susceptibles también de una descripción enunciativa y capaz de fundamentar la solidez de las teorías, y, por último, restringiendo su propia labor al estudio del vínculo entre ambos. Estaba claro que los hechos debían ser lo suficientemente autónomos para certificar la calidad de las teorías, pero al mismo tiempo se requería que fueran capaces de ser vehiculizados, o representados, por medio de palabras. Y nuevamente surgía la brecha: ahora las cosas por un lado, el discurso por el otro.
Según Latour, resulto necesario un cambio de orientación en el estudio de la ciencia para comprender el origen de estos dualismos y, eventualmente, la posibilidad de superarlos.
En la práctica científica es donde este esquema bipolar, al que se denomina “acuerdo moderno”, empieza a mostrar serias limitaciones. Los denominados “estudios sociales de la ciencia” comparten la insistencia en la necesidad de estudiar las ciencias en “contexto”, en el mismo momento en que estas se elaboran. Según Latour, la idea de un mundo puramente exterior, al cual accederíamos mediante nuestras representación o trataríamos de descubrir mediante enunciados capaces de corresponderse con él, solo puede ser parte de una visión epistemológica que estudia el producto olvidando, o directamente ocultando, su proceso de producción.
Ciencia hecha versus laboratorio
Según lo establece Latour, el acuerdo moderno habría tomado como una cuestión de hecho la existencia de un vacío, un hiato insuperable, entre las palabras y el mundo.
Por un lado estaría la “ciencia hecha” y, por el otro, la realidad externa. La función de la ciencia resulta ser precisamente dar cuenta de tal realidad. El desafío intelectual, bajo ese supuesto, consiste precisamente en ofrecer una explicación del modo en que se conectan ambos ámbitos o, más específicamente, de poder precisar cómo es posible que el lenguaje trabe conexiones con el mundo.
De acuerdo con Latour, los ESC nos permiten mostrar la inadecuación de formular el problema en esos términos. Al concentrar el interés en la práctica científica, para estudiar las ciencias en contexto, o en “acción”, se logra un cambio de perspectiva para el estudio de la relación entre el discurso y el mundo.
Ahora bien, para eso resulta necesario pasar del estudio de la ciencia hecha al estudio de la ciencia en acción. La segunda mitad de la década de 1970 constituye un hito en este aspecto. Por esos años diferentes grupos de investigadores descubren simultáneamente el laboratorio como espacio de producción científica y este se convierte en el lugar de observación privilegiado para capturar esa práctica. Latour dirá que los laboratorios son excelente lugares para comprender como se produce la certeza científica. De acuerdo a lo expresado por el autor, una inscripción es cualquier tipo de “transformación a través de la cual una entidad se materializa en un signo, en un archivo, en un documento, en un trozo de papel”.
La referencia circulante
La síntesis ajustada de las actividades desarrolladas por el grupo de científicos en la selva amazónica es suficiente para entender las cuestiones claves planteadas por Latour. Se supone que el diagrama elaborado por este grupo de científicos puede llegar a las manos de otras personas que no participaron de la expedición. También podría preguntarse si corresponde este último enunciado con lo que ocurre en la selva. De acuerdo con Latour, estos interrogantes ilustran la manera de plantear los problemas dentro de la matriz moderna.
Se supone que las respuestas deberían mostrar cómo se cierra el hiato entre la representación y lo representado. Pero las preguntas mismas parecen borrar u ocultar todo vestigio de mediación.
Las preguntas parecen suprimir la mayoría de las actividades. El articulo y el diagrama, por un lado; la selva por el otro, y la pregunta que apunta a explicar cómo se cierra el hiato que parece insondable. En la práctica, dentro del laboratorio, no vamos a encontrar nunca esa ruptura radical entre los signos y las cosas. Lo que se constata ahí es una serie ininterrumpida de elementos encajados. Hay que imaginar una multiplicación de intermediarios, que esa cadena posee múltiples eslabones.
Los intermediarios, sin anular la brecha, permiten acortar gradualmente las distancias. Este fenómeno nos sitúa, de acuerdo con Latour, ante una concepción de la referencia científica marcadamente diferente de la sostenida tradicionalmente.
La clave estaría en explicar el elemento de la continuidad de la serie. Las palabras pueden sustituir a las cosas, pero deben conservar alguna característica que las defina. Para captar la referencia, no debemos ambos extremos de la serie e intentar demostrar una correspondencia entre ambos. Lo que debemos hacer es estudiar de qué manera se alinean cada uno de los eslabones de la serie, de modo que esta pueda recorrerse en ambas direcciones.
Lo que muestra el laboratorio, en cambio, es que las cosas y las palabras conforman una cadena, cuyos eslabones pertenecen a la materia en uno de sus extremos y la forma en el otro.
Una de las características más importantes de las referencias es que pueden considerarse reversible. Lo que si resulta preciso señalar es que cada una de las transformaciones produce una “reducción y una amplificación”.
El objetivo de la ciencia no es realizar una copia exacta del mundo. En cambio, las ciencias nos relacionan con un “mundo” alineado y construido.
Actores y redes
Latour sostiene que es posible reconfigurar a través de los ESC muchas de las grandes dicotomías planteadas por la modernidad, todas de alguna manera subsidiarias de la dicotomía general entre el sujeto y el objeto. Y es posible hacerlo evitando caer en el escepticismo posmoderno. En alusión a esas posturas posmodernas, tanto como a los denominados “giros lingüísticos”, Latour cuestiona que conviertan el lenguaje en una esfera autónoma, ubicada a igual distancia de los referentes y el contexto humano, reduciendo el problema a una discusión de mera retórica científica.
Según su propuesta, la verdad científica no debe rastrearse en el interior del lenguaje, en la sociedad o en una naturaleza siempre alejada y accesible solo a representaciones, sino en la estabilidad de las referencias circulantes, para las cuales no existen distinciones absolutas entre palabras, signos, materiales, pasiones, etc.
Resulta preciso entender con mayor precisión esa idea. Lo que le interesa de tal concepto es que permite atrapar ciertas características importantes de las series: pueden materializarse, se componen de un grupo de elementos heterogéneos, establecen una obligación de continuidad tan fuerte que cualquier interrupción alianza para hacerla inoperante y, por último, es que la red se distingue de ella.
La heterogeneidad de los elementos de la red no permite que esta pueda considerarse natural, social o discursiva. En efecto, ellas están conformadas por elementos que atraviesan esas barreras impuestas por lo que Latour denomina “el potencial de la crítica de los modernos”. Latour se inclina por la distinción humano-no humano conforma un “colectivo”. Entonces, las redes son precisamente las que mantienen unido el colectivo.
De acuerdo con esto, el alcance de un concepto científico, la relevancia de un contenido técnico, no debe ser evaluado en función de su capacidad para describir o entablar algún tipo de relación más cercana con una supuesta realidad externa, sino con el tamaño al que pertenece. Desde un punto de vista funcional, los elementos que componen las redes pueden ser considerados “actores” o “actantes”.
La nueva visión de la referencia en el debate realismo vs constructivismo
Una de las notas distintivas del nuevo enfoque de la ciencia centrado en las prácticas se asocia con el uso de los términos “construcción” o “fabricación” para dar cuenta de la transformación que la ciencia efectúa sobre el mundo.
Esta postura puede traer toda suerte de malentendidos que Latour, se ocupa de aclarar. De ningún modo, sostiene, la idea de “construcción” debe asociarse con la simple recombinación de elementos existentes.
A la luz del moderno bipolar moderno, daría la impresión de que el constructivismo conforma el extremo de una nueva dicotomía, comprometido con la idea de que nuestro conocimiento se encuentra determinado principalmente por nuestras perspectivas, llámense “teorías, sesgos, mitos o paradigmas”. En el otro extremo, se encontraría la posición realista, comprometida con la idea de que nuestro conocimiento se halla determinado principalmente por la realidad externa. La dicotomía supone que el protagonismo no puede estar distribuido: o son los humanos lo que hacen el trabajo; o son los no humanos.
Por ese motivo, lograr una noción de la referencia diferente resulta de vital importancia para la propuesta de Latour.
Si las referencias se estabilizan, es decir, logran sostenerse en el tiempo, si las redes pueden ampliarse comprometiendo una mayor cantidad de humanos y no humanos, de manera que el colectivo crezca en extensión, podrá hablarse de la aparición de un hecho incuestionable.
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