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Psicología | Resumen para 2º parcial: La vida sexual humana | Cátedra: Bancalari (ex- Robertazzi) | 2° Cuat. de 2007 | Altillo.com |
LA VIDA SEXUAL HUMANA
Todo el mundo se halla de acuerdo sobre el sentido de lo sexual asimilándolo a
lo indecente. Resulta muy difícil delimitar con exactitud el contenido del
concepto de lo sexual. Lo mas acertado seria decir que entraña todo aquello
relacionado con las diferencias que separan los sexos. Tomando como punto
central el acto sexual en si mismo, podría calificarse de sexual todo lo
referente a la intención de procurarse un goce por medio del cuerpo y, en
particular, de los órganos genitales del sexo opuesto, o sea de todo aquello que
tiende a conseguir la unión de los genitales y la realización del acto sexual.
Pero esto no es tan así. Esta definición tiene también el defecto de
aproximarnos a aquellos que identifican lo sexual con lo indecente y hacernos
convenir con ellos en que el parto no tiene nada de sexual.
Tampoco seria justo decir que carecemos de toda orientación sobre lo que los
hombres denominan sexual. Hemos podido comprobar la existencia de grupos enteros
de individuos cuya vida sexual difiere notablemente de la considerada como
normal. Algunos de estos perversos han suprimido de su programa la diferencia
sexual, y solo individuos de su mismo sexo pueden llegar a constituirse en
objeto de sus deseos sexuales. El sexo opuesto no ejerce sobre ellos atracción
sexual ninguna. Estos individuos que han renunciado a toda actividad procreadora
reciben el nombre de homosexuales. Estos “perversos” se comportan
aproximadamente del mismo modo que los normales con respecto al objeto sexual:
pero existe una amplia serie de anormales cuya actividad sexual se aparta cada
vez mas de aquello que un hombre de sana razón estima deseable.
Los dividimos en dos grupos: Aquellos que, como los homosexuales, se distinguen
del hombre normal por el objeto de sus deseos sexuales, y aquellos otros que
tienden a un fin sexual distinto del normalmente aceptado. Al primer grupo
pertenecen aquellos que han renunciado a la copula de los órganos genitales
opuestos y reemplazan en su acto sexual los genitales de su pareja por otra
parte o región del cuerpo de la misma, sustituyendo la vagina por la boca o el
ano. Hallamos otros sujetos que encuentran la satisfacción de sus deseos en los
órganos genitales, mas no a causa de la función sexual de los mimos, sino por
otras funciones que por razones anatómicas o de proximidad les son inherentes.
Todo el interés sexual de estos individuos queda monopolizado por las funciones
de la excreción. Vienen después otros perversos que han renunciado ya por
completo a los órganos genitales como objetos de satisfacción sexual y han
elevado a esta categoría a otras partes del cuerpo totalmente diferentes, tales
como los senos, los pies, o el cabello. Otros se contentan con una parte del
vestido, un zapato, una prenda interior, etc. Por ultimo están aquellos que
desean al objeto sexual en su totalidad; pero exigen determinados requisitos.
El otro grupo de perversos se compone, en primer lugar, de individuos cuyo fin
sexual es algo considerado como un mero acto preparatorio del fin verdadero.
Vienen después los enigmáticos sadistas, que no conocen otro placer que el de
infligir a su objeto dolores y sufrimientos de toda clase y paralelamente a
estos, aparecen los masoquistas, cuyo único goce consiste en recibir del objeto
amado todas las humillaciones y sufrimientos en forma simbólica o real. Otros,
presentan una asociación o entrecruzamiento de varias de estas tendencias
anormales.
Mientras no hallamos comprendido estas formas patológicas de la sexualidad y
mientras no hayamos establecido sus relaciones con la vida sexual normal, nos
será igualmente imposible llegar a la inteligencia de esta ultima. Nos hallamos
ante una urgente labor teórica, que consistirá en justificar la posibilidad de
las perversiones de que hemos hablado y establecer sus relaciones con la
sexualidad llamada normal.
Los síntomas neuróticos son satisfacciones sustitutivas. Para poder dar a los
síntomas esta categoría tenemos que incluir en el concepto de satisfacción
sexual la de los deseos sexuales llamados perversos.
La paranoia es siempre consecuencia de una defensa contra impulsos homosexuales
de extrema intensidad.
Sabido es que la neurosis histérica puede provocar la aparición de síntomas en
todos los sistemas orgánicos, perturbando así todas las funciones. El análisis
nos revela que tales síntomas no son sino manifestaciones de aquellas tendencias
llamadas perversas, que intentan sustituir los órganos genitales por otros de
distinta función, comportándose entonces estos últimos como genitales
sustitutivos.
Innumerables sensaciones que a titulo de síntomas histéricos se localizan en
órganos aparentemente ajenos a la sexualidad, nos revelan que de este modo su
verdadera naturaleza de satisfacciones de deseos sexuales perversos,
satisfacciones en las que los órganos distintos de los genitales han asumido la
función sexual. En la histeria debemos comenzar por la interpretación de los
síntomas y relegar después las tendencias sexuales perversas a lo inconsciente,
en lugar de atribuirlas a la conciencia del individuo.
De los numerosos cuadros sintomáticos que la neurosis obsesiva puede presentar
los mas importantes son los provocados por la presión de las tendencias sexuales
intensamente perversas con respecto a su fin. De conformidad con la estructura
de la neurosis obsesiva, sirven estos síntomas de medios de defensa contra tales
deseos y expresan así la lucha entre la voluntad de satisfacción y la voluntad
de defensa. Otras formas de esta neurosis corresponden a una sexualización
excesiva de actos que en los casos normales no son sino preparatorios de la
satisfacción sexual, tales como los de ver, tocar y registrar. Una insospechada
cantidad de actos obsesivos resulta no ser sino modificación o repetición
disfrazada del onanismo, el cual acompaña como acto único y uniforme, a las
formas mas variadas del fantasear sexual.
La privación de una normal satisfacción sexual puede engendrar una neurosis,.
Pero en estos casos sucede que la necesidad sexual se desvía hacia los caminos
de satisfacción perversa.
Una análoga influencia actúa también sobre las perversiones manifiestas, las
cuales son provocadas o favorecidas en ciertos casos por aquellas invencibles
dificultades con que a consecuencia de circunstancias pasajeras o de condiciones
sociales permanentes se dificulta la satisfacción sexual normal. Tales
tendencias perversas son independientes de dichas circunstancias susceptibles de
favorecerlas y constituyen, para los individuos en que se manifiestan, la forma
normal de su vida sexual.
La investigación psicoanalítica se ha visto obligada a dirigir también su
atención sobre la vida sexual infantil pues los recuerdos y asociaciones que
surgen en la imaginación de los enfermos durante el análisis de sus síntomas
alcanzan siempre hasta sus primeros años infantiles. Hemos llegado a comprobar
que todas las tendencias perversas tienen sus raíces en la infancia. La
sexualidad perversa no es otra cosa sino la sexualidad infantil ampliada y
descompuesta en sus tendencias constitutivas.
Pretender que los niños no tienen vida sexual y que esta vida despierta en ellos
a la edad de doce a catorce años es disparatado. Lo que en los niños despierta a
esa edad es la función reproductora, la cual se sirve para realizar sus fines,
del material somático y psíquico ya existente. Siempre se cae en el error de
confundir sexualidad y reproducción. La sociedad pretende refrenar la necesidad
sexual.
El niño es considerado como la mas completa representación de la pureza y la
inocencia, y todo aquel que se atreve a juzgarlo diferentemente es acusado de
sacrilegio y de atentado contra los mas tiernos y respetables sentimientos de la
Humanidad.
Libido: Con esta palabra designamos aquella fuerza en que se manifiesta el
instinto sexual análogamente a como en el hombre se exterioriza el instinto de
absorción de alimentos. Otras nociones tales como las de excitación y
satisfacción sexual, no precisan de esclarecimiento ninguno. Las primeras
manifestaciones de la sexualidad aparecen en el niño de pecho enlazadas a otras
funciones vitales. El principal interés infantil recae sobre la absorción de
alimentos. Decimos entonces que chupetea, y el hecho de que ejecutando este acto
se duerma sobre el pecho de su madre significa que la acción de chupetear le ha
procurado por si misma una satisfacción.
El niño de pecho realiza actos que no sirven sino para procurarle un placer y
creemos que ha comenzado a experimentar este placer con ocasión de la absorción
de alimentos, pero que después ha aprendido a separarlo de dicha condición. Esta
sensación de placer la localizamos con la zona bucolabial, y designamos esta
zona con el nombre de zona erógena, considerando el placer procurado por el acto
de chupar como un placer sexual. El pecho materno es el primer objeto del
instinto sexual y posee una enorme importancia que actúa sobre toda posterior
elección de objetos. Pero no tarda el niño en abandonar el seno materno y
reemplazarle por una parte de su propio cuerpo, dedicándose por Ej. A chupar el
dedo pulgar.
Dando el chupeteo toda su importancia y significación, descubrimos dos
esenciales caracteres de sexualidad infantil. Se relaciona con la satisfacción
de las grandes necesidades orgánicas y se comporta, además, de un moto
autoerógeno: halla sus objetos en el propio cuerpo del sujeto. Así el niño
experimenta una sensación de placer al realizar la eliminación de la orina y de
los excrementos y que tratara de organizar estos actos de manera que la
excitación de las zonas erógenas a ellos correspondientes le procure el mayor
placer posible. El niño no experimenta al principio repugnancia alguna por sus
excrementos, a los que considera como una parte de su propio cuerpo, se separa
de ellos contra su voluntad y los utiliza como primer regalo, con el que
distingue a aquellas personas a las que aprecia. Transporta sobre los conceptos
regalo y dinero el valor que antes concedió a los excrementos.
Existe una afinidad entre la actividad sexual infantil y las perversiones, mas
tenemos q tener en cuenta que tal afinidad es muy natural. Si el niño posee una
vida sexual, ha de ser sinceramente de naturaleza perversa ya que carece de todo
aquello que hace de la sexualidad una función procreadora, siendo precisamente
este desconocimiento del fin esencial de la sexualidad lo que caracteriza a las
perversiones. Calificamos de perversa toda actividad sexual que busca el placer
como un fin independiente de la misma.
La parte mas delicada y peligrosa del desarrollo de la vida sexual es la
referente a su subordinación a los fines de la procreación. Todo aquello que se
produce antes de este momento, se sustrae a dicho fin o sirve únicamente para
procurar placer, recibe la denominación de perverso.
La vida sexual de un niño comporta una serie de tendencias parciales que actúan
independientemente unas de otras y utilizan para conseguir placer tanto el
cuerpo mismo del sujeto como objetos exteriores. Entre los órganos sobre los
cuales se ejerce la actividad sexual no tardan en ocupar el primer lugar los
genitales y existen hombres que desde la masturbación infantil hasta la
inevitable masturbación de la pubertad no han conocido jamás otra fuente de goce
que sus propios órganos genitales.
La curiosidad sexual infantil comienza en hora muy temprana, a veces antes de
los 3 años. El interés sexual infantil se dirige mas bien sobre el problema de
saber de donde vienen los niños: esto es, sobre el problema que constituye el
fondo de la interrogación planteada por la esfinge tebana, y este interés es
despertado la mayoría de las veces por el temor egoísta que suscita el posible
nacimiento de un hermanito. Su constitución sexual opone limites a la facultad
de conocer. Admite al principio que los niños nacen a consecuencia de la
absorción de determinadas sustancias e ignora todavía que únicamente las mujeres
pueden tener niños. En años posteriores el niño se da ya cuenta de que el padre
desempeña un determinado papel en la aparición de los hermanos pero no le es
posible todavía definir en que consiste esta intervención. Mas tarde comienza a
sospechar que el órgano genital del hombre desempeña un papel esencial en la
cuestión que tanto le preocupa, pero sigue sin poder asignar a este órgano otra
función que la de evacuar orina.
Para mantener sus afirmaciones sobre la causalidad sexual de las neurosis y
sobre la importancia sexual de los síntomas da el psicoanálisis a la noción de
lo sexual una extensión exagerada. Aquello que fuera del psicoanálisis se
entiende por sexualidad es una sexualidad restringida y puesta al servicio de la
procreación; esto es, tan solo aquello que se conoce con el nombre de vida
sexual normal.