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Resumen del texto “El psicoanálisis: el descubrimiento del inconciente”  |  Psicología (Cátedra: Sulle - Zerba - 2018)  |  CBC  |  UBA

El psicoanálisis: el descubrimiento del inconciente. Lubián

Freud presenta al psicoanálisis como un tratamiento especial del padecimiento neurótico que guarda diferencias esenciales con el modo de abordaje propuesto por la medicina y la psiquiatría. El término neurosis designaba una serie de afecciones funcionales en las que no había inflamación ni lesión estructural del órgano lesionado; se las consideraba enfermedades del sistema nervioso. La singularidad de Freud consiste en considerar que en el caso de las llamadas “psiconeurosis” (histeria, histeria de angustia, neurosis obsesiva) el factor determinante es un conflicto psíquico que se expresa simbólicamente.
Este tratamiento “especial” adquiere su particularidad a partir de una teorización acerca de los procesos psíquicos radicalmente diferente a la que existía hasta ese momento. La singularidad del descubrimiento freudiano produce una nueva concepción acerca de la subjetividad.
Las formulaciones freudianas abren una nueva vía al considerar que el sufrimiento, el padecimiento presente en los “síntomas neuróticos” responde a un proceso esencialmente “psicogénico”, es decir, a procesos anímicos independientes de la dimensión orgánica-anatómica.
Freud señala que el fracaso de las terapéuticas tradicionales en el tratamiento de las perturbaciones neuróticas se enlaza de modo directo con el desconocimiento de la influencia del factor psíquico.
La vida psíquica se constituirá en el objeto de investigación del psicoanálisis; para su estudio se mantendrá “libre de toda hipótesis de orden anatómico, químico o fisiológico extraño a su peculiar esencia” y trabajará con conceptos auxiliares puramente psicológicos.
Freud no cuestiona, en principio, los postulados materialistas y positivistas sobre los que se asienta la ciencia de su época, sino el enfoque fragmentario que la lleva a desestimar tanto el factor psíquico como la posibilidad de que éste pueda ser interrogado desde una perspectiva científica.
Los procesos psíquicos, desde la perspectiva freudiana, se prestan a una “observación” que no se asienta en lo visible, en lo aprehensible por la mirada, sino en aquello que se hace oír a través de los síntomas.
El tratamiento psicoanalítico aparece como un intercambio de palabras entre el paciente y el analista.
Del campo del psicoanálisis quedan excluidas la predictibilidad y la constitución de un saber universal que funcione en términos de absoluto. Ya que los procesos psíquicos se producen en “un” sujeto atañen a la dimensión de lo “singular”, no se puede universalizar. (Lo único universal que destacó Freud es que todos pasamos por el complejo de Edipo).
El psicoanálisis sostiene la existencia del inconsciente, es decir de pensamientos que se piensan sin un pensador que se reconozca como tal, pensamientos que tienen una incidencia decisiva en la vida del sujeto. Estos pensamientos no sabidos no sólo destituyen la ilusión del hombre como amo de sus actos sino que además son testimonio del papel fundamental que la sexualidad y la muerte juegan en relación al campo de la subjetividad. Ambos ordenes, sexualidad y muerte, adquieren este papel en consonancia con la marca que hace del ser humano el habitante de un universo determinado por la incidencia de lo simbólico.
La primera de las afirmaciones sostenida por el psicoanálisis se opone a la aceptación de la identidad entre lo psíquico y lo consciente. En un sentido estrictamente psicológico, la conciencia “es la percepción del yo por sí mismo”. Se la considera como la propiedad o facultad del espíritu humano de reconocerse en sus atributos esenciales y en las modificaciones que en sí mismo experimenta.
Freud define a los síntomas neuróticos como actos nocivos que llevan a experimentar sensaciones displacenteras y/o dolorosas: pensamientos, temores, dolencias corporales que escapan a la voluntad del sujeto aunque no respondan a una determinación orgánica. Producen daño al sujeto, derivado del esfuerzo psíquico que implica la lucha entre tendencias que llevan a esas conductas y otras que intentan impedirlo. Esta lucha suele concentrar toda la energía psíquica del paciente e incapacitarlo para dedicarse a toda actividad.
Freud estudia el olvido temporal de nombres propios, los síntomas, los sueños, los lapsus o actos fallidos, y los chistes. Estos fenómenos comparten ciertas características: no pueden ser atribuidos a la intención consiente del sujeto, implican un decir o un hacer que indica un punto de fracaso respecto de la voluntad. Al no poder ser explicados por aquel en quién se presentan introducen la dimensión del enigma. Freud sostendrá que estos fenómenos tienen un sentido, que responden a una legalidad que los vuelve abordables no sólo a través de la teoría sino también por la práctica psicoanalítica ya que lo que en ellos se deja oír corresponde al sujeto.
Dos afirmaciones que sustenta el psicoanálisis: la primera afirmación dice que los procesos psíquicos son en sí mismos inconscientes, y que los procesos conscientes no son sino actos aislados o fracciones de la vida anímica total. Freud sostiene la existencia de un pensamiento que se piensa sin un pensador que se reconozca como tal, es decir, la existencia de un saber no sabido por el sujeto de la conciencia que ejerce consecuencias en la vida de la persona, un saber que el sujeto “no sabiendo que lo sabe, cree ignorarlo” Esto es lo que Freud describió y decidió llamar inconsciente.
La segunda afirmación enuncia que determinadas mociones pulsionales que no pueden designarse sino como sexuales desempeñan un papel muy importante en la acusación de la enfermedades nerviosas y mentales.
La sexualidad presentada por Freud se la describe portando el poder de generar sufrimiento, de ser la causa de perturbaciones anímicas pero también de intervenir en las creaciones artísticas y culturales.
Freud presenta al tratamiento psicoanalítico como “un intercambio de palabra entre el paciente y el analista”. Son las palabras del paciente las que adquieren un lugar preponderante en la cura, se le pide al paciente que se deje llevar por los pensamientos que interrumpen la trama deliberada del discurso y lo comunique sin restricciones, sin buscar la coherencia.
Freud señala que el sujeto humano nace en un estado de prematuración (el sistema nervioso termina de madurar posteriormente a su nacimiento) e indefensión que lo obligan a llamar la atención de una persona experimentada que lo asista y mediante acciones específicas logre satisfacer sus requerimientos y permitir su subsistencia. El modo habitual de llamar al otro es a través del llanto.
Que el hombre este atravesado por los efectos del lenguaje, que su existencia dependa en los inicios de los cuidados maternales, tiene efectos, entre ellos que su realidad no es ya una realidad meramente biológica, y es esta característica de los seres hablantes la que sostiene la existencia misma del inconsciente.
Freud define al psicoanálisis como cura por la palabra ya que sostiene que a través de ellas se puede aliviar el sufrimiento psíquico.
La histeria se trata de una neurosis caracterizada por cuadros clínicos diversos. Se destacan las manifestaciones corporales: crisis paroxísticas (ataques de llanto, risa, convulsiones, desmayos, alucinaciones) y/o síntomas duraderos (anestesias, parálisis, contracturas, ceguera). Para los antiguos la histeria era una enfermedad orgánica de origen uterino específicamente femenina. En la edad media la sintomatología histérica fue atribuida a la intervención del diablo. Hacia fines del renacimiento muchos médicos comenzaron a sostener que la enfermedad provenía del cerebro.
En 1896 Freud comienza a utilizar la hipnosis como un recurso terapéutico para influir beneficiosamente sobre el plano anímico del enfermo. El hecho principal del hipnotismo consiste en que se puede poner a un ser humano en un estado semejante al dormir en el que guarda una especial conducta respecto del hipnotizador. Solo oye, responde, comprende y obedece las órdenes que provienen de este. A través de la orden sugestiva, en estado hipnótico, se pueden producir o suprimir síntomas en el paciente no asociados a causa anatómicas. También lo consideraba útil para averiguar a cerca de la historia genética (la génesis, el origen) del síntoma del enfermo en la medida en que los pacientes no podían comunicar demasiado acerca de ello. Breuer denomino al estado de hipnosis profunda, seguido de la charla “método catártico” el cual Freud comienza a aplicar en los casos de histeria proponiendo la siguiente hipótesis: la causa de la histeria debe buscarse en un trauma específico.
La primera significación que le otorga a la noción de trauma: si un ser humano experimenta una impresión psíquica en su sistema nervioso se acrecienta algo que llamará “suma de excitación”. Conjetura que para conservar la salud, en todo individuo, existe la tendencia a empequeñecer esa suma de excitación.
La palabra, marca del universo humano, resulta un sustituto posible de la acción. El procesamiento asociativo, es decir el pensar, constituye otro modo de tramitar los afectos.  
Llamamos mortificación al padecer tolerado calladamente.
Toda vez que la reacción frente a una impresión psíquica resulte obstaculizada fracasará también la posibilidad de la tramitación del afecto. Freud concluye que toda impresión que el sistema nervioso se vea imposibilitado de resolver, se convertirá en un trauma psíquico. Los estados psíquicos suelen expresarse mediante uno corporal.
Freud sostiene que en la base de los síntomas histéricos existe una historia de padecimiento que esconde vivencias teñidas de afecto, estas valen como trauma. Las representaciones, los pensamientos despertados por el trauma, han sido arrojados fuera de la conciencia del enfermo, en la medida en que, por diversos motivos, no le resultan aceptables, impidiendo la tramitación del afecto.
Freud utiliza el método catártico, el objetivo de la cura apuntaba a lograr la desaparición del síntoma propiciando la tramitación del afecto producto de la situación traumática. Para ellos era necesario recuperar, mediante la hipnosis, el recuerdo vivido de la escena que había quedado fuera de la memoria consciente del paciente, esto posibilitaba expresar y tramitar, a través de las palabras, el afecto, anulándose así el poder patógeno de la situación traumática.
En la histeria: el modo de volver inofensiva la representación inconciliable es trasponer a lo corporal la suma de excitación (producto del afecto), a este mecanismo lo denomina conversión. El trauma se convierte en síntoma en el cuerpo.
En la neurosis obsesiva: la representación debilitada queda aislada de toda asociación dentro de la conciencia, pero su afecto liberado, se adhiere a otras representaciones, en si no inconciliables con el yo, que en virtud de este enlace falso, resultan representaciones obsesivas.
Freud sostendrá que la sintomatología histérica es el resultado de una defensa frente a representaciones de índole sexual, es decir, la histeria desde la visión freudiana, es producto de la defensa frente a representaciones de carácter sexual que resultan intolerables para el aparato psíquico.
Ya que no todos los pacientes eran pasibles de ser hipnotizados, sustituye la hipnosis por la orden sugestiva. Le asegura a los pacientes que bajo la presión de su mano, aplicada sobre la frente, aparecerán recuerdos ligados a la producción del síntoma.
Freud tropezó con obstáculos que dificultaban la recuperación de los recuerdos. Postula, entonces, la noción de resistencia, es decir la existencia de una fuerza que se opone e impide el surgimiento de recuerdos. Establece una relación entre la resistencia a recordar y el proceso defensivo que desencadenó el síntoma. La defensa se ejerce ante representaciones de índole sexual que resultan inconciliables con el circulo de representaciones que constituyen el yo. Como modo de evitar un conflicto, se genera entonces un grupo psíquico separado de la conciencia, esta división es efecto de la defensa.
Una representación de carácter sexual que resulta inconciliable con el yo se torna patógena a consecuencia de haber sido expulsada de la conciencia al servicio de un proceso defensivo.
Abandona la teoría traumática y le otorgará un papel relevante en relación a la constitución del psiquismo, a las fantasías. Éstas, ligadas a deseos inconscientes, participan en la producción de los síntomas neuróticos así como también de los modos a través de los cuales el sujeto aborda la realidad. Esto permitirá situar y designar “otra realidad” que es determinante para la existencia humana: la realidad psíquica.
La represión es definida como el proceso que expulsa de la conciencia a determinadas representaciones que conllevan “una moción de deseo que se encuentra en aguda oposición a los demás deseos del individuo” y por ello resulta ser inconciliable con las exigencias éticas y estéticas de la personalidad.
Vía que permite sustituir la utilización de la hipnosis y de la sugestión: las ocurrencias de los pacientes, es decir pensamientos involuntarios que perturban el relato intencional y que son silenciados por el paciente. Estas ocurrencias surgen de los productos psíquicos reprimidos. Esta modificación en la técnica dará lugar al método psicoanalítico, caracterizado por la utilización de la asociación libre, como vía de acceso a los pensamientos inconscientes. El procedimiento que permite avanzar desde las ocurrencias hasta lo reprimido, volviendo asequible lo inconsciente es denominado interpretación.
La represión será planteada según Freud como un mecanismo estructural del aparato psíquico que se lleva a cabo de un modo inconsciente para el sujeto. Los síntomas serán considerados como la expresión simbólica de un conflicto psíquico. La tarea del método psicoanalítico apuntará a esclarecer los efectos enigmáticos de la vida psíquica al deshacer todas las represiones a fin de imposibilitar la prosecución de la enfermedad y su nueva formación.
Freud se aboca a producir un ordenamiento que permita dar cuenta del modo de funcionamiento del aparato psíquico. Propondrá pensarlo como un instrumento compuesto por sistemas o instancias que responden a una determinada serie temporal más que espacial y que no se corresponden con un correlato anatómico. Postulará un primer esquema del aparato que diferencia el polo perceptivo del polo motor y dos sistemas: el inconsciente, ubicado detrás de otro sistema: el preconciente-conciente, que regula el acceso a la motilidad.
Formaliza distintos significados del término inconsciente: descriptivo, dinámico y sistemático.
El término inconsciente en sentido descriptivo alude al estado de una representación ausente de la conciencia pero susceptible de ella, es una representación latente que pertenece a la instancia “preconsciente”.
El sentido dinámico del término inconsciente designa a representaciones intensas y eficaces que no logran devenir conscientes efecto de un proceso represivo llevado a cabo anteriormente, estas representaciones no resultan conscientes porque una fuerza, efecto de la represión, se opone a ellos. Esta fuerza actuará a modo de barrera, denominada por Freud “censura”, que impide el pasaje de la representación reprimida a la conciencia. Estas representaciones tienen poder patógeno, inciden desde lo inconsciente en la vida del sujeto y son las que se hallan en la base de los síntomas y de la restantes formaciones del inconsciente. Lo reprimido pasará a ser modelo de lo inconsciente.
Freud señala que es necesario plantear la existencia de un sistema inconsciente, es decir una instancia estructural de lo anímico, que se rige por una legalidad propia, diferente a la de la consciencia, esa legalidad se sustenta a través de dos mecanismos -desplazamiento y condensación- y opera en la producción de las diferentes formaciones del inconsciente: los síntomas, los olvidos, los sueños, los actos fallidos, los chistes.
El desplazamiento es un mecanismo por el cual el acento, el sentido, de una representación que resulta inconciliable con el yo, se separa de la misma y se desliza sobre otra representación próxima a la primera pero originalmente indiferente para la vida anímica.
La condensación, cuya condición es un desplazamiento previo, permite que en una única representación confluya el sentido derivado de distintas representaciones.
Freud habla de la inestabilidad de la unión entre una palabra y su significado. La materialidad fónica de las palabras, se presta al deslizamiento del sentido (desplazamiento) y en íntima relación con la existencia del deseo inconsciente, posibilita la producción de distintas significaciones sostenidas a partir de una misma sucesión fónica (condensación).
Al portar distintos sentidos las palabras se prestan para expresar simbólicamente los conflictos psíquicos.
Las formaciones del inconsciente son formaciones sustitutivas que ocultan e indican la existencia de representaciones reprimidas. El fracaso de la representación se manifiesta a través de ellas ya que han conseguido burlar la censura.
Un sueño, un chiste, un síntoma, un lapsus, un olvido suelen generar sorpresa en el sujeto ya que no es posible enlazarlos con la trama intencional propia de los pensamientos conscientes. Conllevan una ruptura del sentido establecido a la vez que hacen resonar otros sentidos que indican la marca de lo reprimido; por ello se constituyen en puntos privilegiados para la práctica analítica.
Freud diferenciara la sexualidad de la genitalidad y sostendrá la existencia de la sexualidad infantil. Se detendrá a describir y a examinar el campo de las llamadas perversiones sexuales. Estas conductas sexuales nos enseñan que la relación al objeto y al fin de la pulsión sexual en el ser humano no se caracteriza por la fijeza propia del instinto. El termino perversión circunscribe la característica distintiva de prácticas sexuales en las que se ha renunciado a la meta de la reproducción, constituyéndose en su lugar la ganancia de placer como meta autónoma.
Nada garantiza ni establece que es lo que suscitara la atracción sexual en el sujeto humano. A diferencia de lo que sucede con la conducta animal determinada por el instinto. Las condiciones eróticas que rigen la relación al objeto sexual y que a su vez participan en el registro del amor son absolutamente singulares.
Noción de zona erógena: diversas zonas del cuerpo participan en la producción y obtención del placer, independientemente de la realización del acto sexual, y constituyen una sede de la excitación sexual. El termino libido nombra la fuerza en la cual se exterioriza la pulsión sexual.
Freud sostiene que la experiencia del placer sexual está presente desde los comienzos de la vida humana planteando de esta manera la sexualidad infantil.  La principal fuente del placer sexual infantil es la excitación de ciertos lugares del cuerpo particularmente estimulables, los genitales, las aberturas de la boca, el ano, la uretra y la piel. Freud caracterizara a esa etapa de la vida sexual infantil en términos de autoerotismo ya que el niño encuentra sus objetos en el propio cuerpo.
Freud distingue tres fases: oral, anal, fálica de acuerdo a la preponderancia de la zona erógena en juego y a las pulsiones correspondientes a cada una de ellos. En el transcurso de la etapa fálica adquieren relevancia los genitales, pero Freud advierte que el niño carece de la representación que permite abordar la diferencia de los sexos. En esa etapa también cobra significación el complejo de Edipo. Luego de la etapa fálica Freud ubica una etapa de latencia caracterizada por la declinación de la actividad y el interés sexual propios de la infancia, hasta el momento del surgimiento de la pubertad. Con la pubertad se alcanza una cuarta fase que Freud denomina genital en la que se producirá la subordinación de las distintas pulsiones parciales bajo el primado de los genitales posibilitando la unión sexual y con ella la reproducción.
Freud no deja de advertir que los modos de satisfacción privilegiados en la infancia, ligados a la historia individual, dejan sus marcas e inciden de manera decisiva en la sexualidad del adulto.  La sexualidad tiene un papel decisivo en la constitución del psiquismo y en la causación de las perturbaciones anímicas.
Freud establece el significado del término pulsión como un representante psíquico de los estímulos procedentes del interior del cuerpo, que se manifiesta como una fuerza constante, es decir que no responde a los ciclos y ritmos que regulan la conducta instintiva, su meta es la satisfacción y su objeto es aquello por lo cual puede alcanzar su meta. Entre los síntomas y las impresiones infantiles se intercalan las fantasías (invenciones de recuerdos) casi siempre producidas en los años de la pubertad. Lo determinante respecto de la causación de la neurosis es la reacción del individuo frente a las excitaciones sexuales en su infancia y las fantasías a ellas encadenadas: es decir si responde o no con la represión a esas impresiones.
Transferencia: designa la especial relación que se establece entre el analista y el paciente. El lugar que el analista ocupa en la cura propicia que se reediten en la escena analística, en torno a la persona del analista los modos y las demandas de amor a través de los cuales el sujeto se ha dirigido a los otros de su historia. En este marco transcurre la cura. Freud señala que la toda energía psíquica del neurótico, es decir su libido, está en principio empeñada en sus síntomas. La batalla en torno a las resistencias que contribuyeron a la causación de la neurosis y que dificultan y obstaculizan la curación, se libra en el marco de la transferencia.
Para poder hablar de la finalización de un  análisis la libido tiene que quedar libremente disponible para el sujeto, una vez solucionados los síntomas resta aun la disolución de la transferencia, que implica la caída del lugar del analista en la economía psíquica del paciente durante el transcurso del tratamiento.
El psicoanálisis sostiene que la cura no consiste en una mera desaparición de los síntomas sino que implica una modificación en la posición subjetiva del analizante, una modificación en la disposición a desencadenar una neurosis. Esto lo permite el cambio operado en el sujeto vía el trabajo y el atravesamiento del análisis.
Freud también se aboca a investigar la repetición de sucesos por parte del sujeto que nunca fueron placenteros para ninguna de la instancias psíquicas y lo llevaran a plantear la existencia de un más allá del principio del placer en el psiquismo humano.


 

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