Es sumamente interesante cómo Delboy describe claramente la problemática que presenta la “teleterapia”. Durante la actual emergencia sanitaria, el dispositivo psicoanalítico se ha visto obligado a readaptarse (como tantas otras tareas de lo cotidiano). En la entrevista al titular de la cátedra Delgado, éste explica la importancia que tiene para el psicoanálisis “estar a la altura de la cultura de la época”. Si bien se refería a otras cuestiones, podemos interpretar que algo del orden de lo cultural, se ha visto modificado abruptamente, durante estos últimos tiempos.

En el relato del analista se pueden observar algunas cuestiones:

· El terapeuta atravesado por las mismas angustias y miedos que los pacientes.

· Los conflictos que conlleva un cambio en el modo de trabajo, tanto para el paciente como para el terapeuta.

· Adaptar o resignificar un espacio (virtual) poco conocido, explorado y/o experimentado, para el paciente y/o el terapeuta.

· Dudas en relación a la virtualidad, ya que se pierden elementos importantes (lo no verbal, lo gestual, lo corporal, etc.)

· El conflicto de “romper las barrearas” de lo privado. Ya que en la “teleterapia” puede intervenir lo íntimo: ver la casa del otro, una persona podría interrumpir, ente otros ejemplos.

· Duelo por el espacio analítico construido y que se ha perdido.

De aquí, que surgen dos preguntas en relación a lo recién mencionado:

En este contexto particular, ¿se ‘rompió’ o ‘debilitó’ el vínculo de transferencia? ¿Y la contratransferencia, obstaculizó o no, el rol del psicoanalista?

Estos interrogantes responden a:

En la transferencia, se vuelca en el psicoanalista, lo que no se le puede atribuir o ‘dar’ a la persona que genera esos sentimientos. El vínculo entre el paciente y el analista podría verse modificado si el primero, a raíz del confinamiento y/o la pandemia, dirige hacia su psicólogo sentimientos de resentimiento o enojo, que antes no estaban allí.

Asimismo, también ocurre algo llamativo en el rol del profesional. Mediante el texto, podemos correrlo de ese rol y contemplarlo como un sujeto atravesado por algunas de las mismas problemáticas que los/as pacientes. Porque su YO se ve debilitado gracias al conflicto (contexto) que desajusta internamente la personalidad. Por lo que debemos suponer que la contratransferencia se ve, por lo menos, afectada. Quizá podría generar sentimientos de una mayor empatía, u otros menos productivos para el vínculo terapeuta-paciente.

Otras cuestiones que se puede entrever es que se dificulta -entre muchas otras cosas- la posibilidad de identificar claramente las resistencias. Entendiendo que éstas, tienen por finalidad “mantener expulsado” aquello que se encuentra reprimido. Esto cobra importancia, porque es un elemento muy importante a tener en cuenta para identificar y poder cancelarlas. Podríamos creer que, en la teleterapia, las resistencias, pueden ser más difíciles de observar, ya que podrían confundirse con las complicaciones propias de la virtualidad.

A modo de cierre, debemos destacar que la virtualidad no podría “ocultar” todas las representaciones de resistencia del sujeto. Ya que en el método psicoanalítico de la “libre asociación” el paciente deja fluir sus palabras y siempre hay espacio para visualizar las acciones fallidas.