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Resumen para el Segundo Parcial  |  Semiología (Cátedra: Di Stefano - 2020)  |  CBC  |  UBA

BENVENISTE.

Para Benveniste el fundamento de la subjetividad del lenguaje se haya en el ejercicio de la lengua. Esto se puede ver en los pronombres yo y tú, dos formas lingüísticas que indican personas y no un concepto particular o un individuo concreto. Estos solo pueden ser identificados en el discurso y la única referencia que tendrán será la actual. El lenguaje propone formas “vacías” que cada locutor en el ejercicio del discurso se apropia y refiere a su persona. A partir de ahora, según Benveniste, el habla comienza a tomar importancia porque en el habla la lengua toma sentido.

El lenguaje construye la subjetividad de los sujetos. Es por y en él que el humano se constituye como tal y se coloca en el discurso como ego. Y tiene consciencia de sí, además, por contraste, por la polaridad de las personas: hay un locutor (un yo del discurso) que se contrapone a una persona externa, un tú, un alocutario. estos dos son complementarios. No pueden existir por separado.

Por eso, el autor no está de acuerdo que el lenguaje sea tomado como un instrumento porque de esa manera, sería pensar que usamos el lenguaje porque no se dio con mejor medio para comunicarse. Es pensar que el lenguaje transmite y provoca en el alocutario un comportamiento adecuado, en sentido conductista, de estímulo y respuesta. Además, el papel de transmisión que se le da al lenguaje, puede ser cumplido por gestos o mímica. Esta función, en verdad, la cumplen las palabras, siendo un vehículo, una actualización del lenguaje.

En conclusión, el lenguaje es constructor de subjetividad. Nunca fue posible llegar al estudio del hombre sin el lenguaje. Pensarlo en sentido de instrumento le quita que realmente es parte de la naturaleza humana. Pensarlo por afuera del ser humano, es imposible.

La enunciación, según Benveniste, es poner a funcionar la lengua por un acto individual de utilización. Y esta, se manifiesta a partir del discurso, cada vez que se habla. Por eso, el empleo de la lengua es explicado como el mecanismo de apropiación individual del aparato formal de la lengua (que, implícitamente, implica emitir sonidos y hablar de algo). El empleo de la lengua está en los hablantes porque son ellos quienes usan las formas para enunciar.

Por último, queda diferenciar al empleo de la lengua del empleo de las formas. Este último, es el conjunto de reglas que fijan condiciones sintácticas en las que las formas deben o pueden aparecer normalmente. Y estas formas son realizadas previamente. El empleo de la lengua, como ya se dijo es el mecanismo de apropiación individual del aparato formal de la lengua. Y la enunciación es poner a funcionar la lengua por un acto individual de utilización. Los mismos sujetos pueden producir los mismos sonidos, pero no reproducirlos exactamente igual. Un mismo enunciado con las mismas palabras, crea distintas enunciaciones porque están atadas a distintos contextos: a un aquí y ahora, convirtiéndose así en únicas e irrepetibles. Al ser efímeras se la estudia a partir de huellas que permiten reconstruirlas de una manera más o menos fiel. Enlazado con esto la enunciación está constituida por un paradigma de formas temporales relacionadas al ego: la temporalidad es producida por y en la enunciación. Ésta, produce la categoría de presente: el tiempo en el que se habla, en el que se está. Y a su vez esta categoría produce la categoría de tiempo. Es pasado lo que ocurre antes de la enunciación y futuro lo que ocurrirá luego. El tiempo y la temporalidad se engendran en el presente de la enunciación.

En su marco de realización, la enunciación introduce a un locutor necesariamente para que pueda ser producida. Antes de esta, la lengua se haya en pura posibilidad y luego se transforma en un discurso que espera una enunciación a cambio. Asi el discurso se convierte en el centro de referencia interna del locutor, por ser el lenguaje, constructor de la subjetividad. Este locutor (yo) denota necesariamente un alocutor (tú). la alocución puede estar explícita o implícita en la enunciación del locutor. A esto, Benveniste, agrega que el enunciador se sirve de la enunciación para influir sobre el comportamiento del alocutor. En la enunciación, no importan los sujetos reales, es decir, la situación de comunicación, sino la situación de enunciación y sus sujetos enunciativos: dos figuras, una fuente y la otra meta de enunciación. Hasta en el monologo ocurre esto, el ego se divide en dos: un yo locutor y un yo alocutario.

MAINGUENEAU

Enlazado en el autor anterior, Maingueneau, explicita que no importa el sujeto empírico (emisor/receptor real) con su situación de comunicación. Sino la situación de enunciación. Pondremos en ejemplo: yo leo un anuncio de una revista que dice:

Tintura

Garnier

Mujer: déjame linda para el casamiento de esta noche.

Peluquero: no te preocupes que vas a quedar divina.

*¿Quién lo hizo? La empresa (vendedora)

*¿Quién es el receptor de eso? Yo (consumidor)

Pero estas son las personas reales de la comunicación y no es lo que se está buscando.

La situación de comunicación tiene tres escenas: la primera es la englobante, aquella que corresponde a el tipo de discurso (religioso, político, publicitario) y es necesaria para interpretar. En esta se introduce a los sujetos prototípicos y sus roles. Enlazado en el ejemplo, cualquier publicidad va a tener un anunciante que querrá persuadir al lector: son roles fijos. La segunda es la escena genérica, la cual “da” el género discursivo, con su tema, estructura y estilo. En el ejemplo el género discursivo es una publicidad. Y ambas escenas forman el marco escénico de la enunciación. Pero ¿Qué es lo que realmente pasa? El bucle paradójico del que habla el autor es que el lector no entra realmente por el marco escénico (la realidad) sino que ingresa a la situación de enunciación por la “escenografía” (la ficción), la puesta en escena y la cual tiene como objeto que el marco escénico pase a segundo plano. Y allí está la trampa, el lector recibe primero la escenografía, en nuestro ejemplo, la conversación de una clienta con su peluquero y no como una publicidad de un género determinado. Y esto sucede porque todo discurso pretende convencer instituyendo la escena de enunciación que lo legitima, y así, según el ejemplo, vender.

Los discursos, son explicados por maingueneau, remitiendo a la etiqueta pragmática que, de cierta manera, capta la comunicación verbal. Con esto podría decirse que el discurso remite a una identificación de un acto de comunicación verbal.

Cualquier discurso tiene una organización que va más allá de una frase, esto no quiere decir que un discurso no puede estar constituido por una frase sino que moviliza estructuras de otro orden, sometidos a reglas de organización en un grupo determinado de hablantes. Todos tiene un fin, es decir que van a alguna parte. Se desarrollan en un tiempo de manera lineal y el habla es “guiada” por el locutor. Esta guía puede ser de dos maneras: una en la que el enunciador controla todo el discurso, como en el monólogo. O en una interacción en la cual el enunciador es interrumpido por un interlocutor (dialogo).

El discurso, hablar, es un accionar sobre otro. El enunciado constituye un acto de prometer, sugerir, afirmar, (entre otras), que apunta a modificar alguna situación o provocar una modificación sobre un destinatario, tal es el caso de los folletos o en una consulta médica. Por eso os discursos son interactivos, implican la interactividad de dos personas, marcadas por el “yo-tu”. Toda enunciación tiene una interactividad constituida, es decir, un intercambio explícito o implícito con otros enunciadores, reales o virtuales. Se supone la presencia de otra instancia de enunciación: se dirige el enunciado, y a partir de ello se constituye un discurso propio. Ahora el destinatario será llamado por el autor como co-enunciador y coenunciadores, son guion, a el locutor y alocutor.

El discurso está contextualizado, solo existe así ya que de otra manera carecería de sentido. El mismo discurso contribuye a construir su contexto que puede ser modificado en el curso de la enunciación. Por último, es asumido por un sujeto y remitido a otro. Es asumido por un yo que se plantea como tal, con sus localizaciones temporales, personales y espaciales. E indica que actitudes se adopta respecto de lo que dice y de su co-enunciador. A su vez, que sea asumido por un sujeto, implica quien se hace cargo de lo que dice.

Los discursos tienen normas y está tomado en un interdicurso, es decir, que adquiere sentido dentro de un grupo de otros discursos. Para interpretar hay que ponerlo en relación con otros enunciados a los que comenta, parodia o cita.

Volviendo a la escenografía, hay dos tipos: una difusa que remite a un conjunto de escenografías posibles y no a un género discursivo específico. Y una especificada que remite a un discurso en especial.

La escena validada de la que habla el autor, son escenas que están instaladas en la memoria colectiva a manera de contraste y modelo valorizado. No habla de escenografía validada porque la escena no es un discurso sino un estereotipo autonomizado o descontextualizado disponible para reinvestiduras en otros textos.

Por último, enunciar no es solo expresar ideas sino también tratar de instalar o legitimar un marco de enunciación.

VERÓN. LA PALABRA ADVERSATIVA.

Este autor se dedicó al análisis del discurso político y explica que éste, tiene una dimensión polémica y que la enunciación política parece inseparable de la construcción de un adversario. El discurso tiene tres destinatarios con los cuales el enunciador entra en relación: el contradestinatario, aquel que está excluido de colectivo de identificación y el lazo con el enunciador reposa en una inversión de la creencia; lo que es verdadero para e enunciador es faso para el contradestinatario; lo que es sinceridad para el enunciador es mala fe para el contradestinatario. El político en sus discursos no se dirige a este tipo de destinatarios porque se encuentra fuera de sus posibilidades el persuadirlo. Utiliza términos como, “la oposición”, “la reacción”, “la derecha”. En la otra punta de la mesa, nos encontramos al prodestinatario. El lazo con el enunciador descansa en la creencia propuesta. Este destinatario, es un receptor que participa de las mismas ideas, adhiere a los mismos valores y persigue los mismos objetivos que el enunciador. La relación entre ambos es el colectivo de identificación, el cual se expresa con un nosotros inclusivo. En el “medio”, encontramos al paradestinatario, el sector de la ciudadanía que están “fuera del juego”. El autor los denomina como “los indecisos” y tienen un carácter de hipótesis de suspensión de la creencia. A este destinatario es al cual va dirigido todo o que en el discurso político es del orden de la persuasión: “os argentinos”, “los ciudadanos”.

El discurso político es, entonces, un refuerzo para el prodestinatario; una polémica para el contradestinatario; una persuasión para el paradestinatario.

Verón explica una nueva clasificación para poder encasillar al discurso político de toda índole. Este discurso no es un género discursivo sino es un campo discursivo, un lugar, por así decirlo, donde hay sujetos que discuten y donde se intercambian los discursos.

Los campos, dice Verón, dan los tipos discursivos y su caracterización supone trabajar en distintos niveles al mismo tiempo: intenta crear tipos de juego de discurso y no simplemente tipos de discurso; supone una serie de variantes del mismo tipo, es decir, distintas estrategias dentro el mismo juego. Esto supone un núcleo invariable y un sistema de variaciones. Implica que se trabajan en diacronía los intercambios que ocurren en el tiempo. Y, por último, los diferentes modos de manifestación de un discurso no pueden ser dejados de lado.

En la descripción de un tipo es preciso diferenciar los elementos que constituyen el núcleo del juego discursivo político de aquellos elementos que pueden manifestarse en dicho juego, pero que aparecen en otros juegos de discurso que no son e político.

Retomando el discurso político hay dos niveles de funcionamiento: las entidades del imaginario político y los componentes. Según las primeras, el autor explica cinco tipos de colectivos. Uno marcado por el nosotros, que constituye una relación entre enunciador y prodestinatario, apareciendo en el plano del enunciador de manera explícita: “nosotros, los peronistas”

El segundo colectivo está asociado al paradetinatario, no funcionan como operadores de identificación de los actores de presencia y el político lo coloca en una posición de recepción. El tercer colectivo no admite cuantificación y difícilmente fragmentación: son más abarcadores que los colectivos políticos que fundan la identidad de los enunciadores: “la república”, “el país”, “el estado”, etc. El cuarto, son entidades que funcionan como formulas relativamente aisladas. Tienen como función poseer un valor metafórico respecto de una doctrina del enunciador y una posición política con un valor bueno o malo. Este es usado en os slogans de las campañas electorales. Los quintos y últimos, poseen un poder explicativo que supone un efecto inmediato de inteligibilidad por lo menos del prodestinatario: la crisis, el imperialismo, llevan a pensar en el último hecho relacionado con estos sustantivos.

El segundo nivel de funcionamiento, los componentes son cuatro. El descriptivo, donde el enunciador político se preocupa por describir y ejercita la constatación, un balance de una situación. En este componente predominan los verbos en presente indicativo y ocurre al mismo tiempo una lectura del pasado y del presente o situación actual. Tal es el caso, cuando en el discurso político se hace cargo de la economía. Componente didáctico, corresponde a la modalidad de saber. E enunciado político enuncia un principio general y formula una verdad universal, no evalúa una sola situación. En este componente, las marcas de subjetividad, son menos frecuentes. En el tercer componente está el descriptivo, el del orden del deber. Aparece como un imperativo universal o universable. El enunciador político puede expresarse explícitamente como una fuerte expresiva de una necesidad deontológica pero también tomar distancia de ella: “es necesario que...”, “estamos en la obligación de…”. Está orientado al pro y paradestinatario. Por último, el componente programático, es del orden del poder hacer: manifiesta el peso de los fantasmas del futuro. El enunciador político promete, anuncia y se compromete. Y este componente se caracteriza por las formas verbales del infinitivo y del futuro.

La mediatización hoy, afecta al discurso político en particular. En la imagen televisiva el político no está solo, la tv es un espacio público, pero no exclusivamente político. El espacio televisivo se vuelve político en determinadas ocasiones (durante debates de candidatos, en discursos de un presidente, etc). Y en este espacio, la figura del periodista se torna muy importante: es el enunciador que toma a su cargo el relato de la actualidad del mundo.

La tv generalizo la construcción de un cuerpo significante. Como resultado, la enunciación política pasa ahora por la elaboración de un cuerpo político. El cuerpo político no es el cuerpo significante de un ciudadano cualquiera; interpela la imagen corporal del televidente, activa en este los modos de lectura de la gestualidad cotidiana, pero se encuentra en ligero desfasaje con respecto a dicha gestualidad. Hoy en día, no solo deben construir una voz sincera sino también un cuerpo sincero.

ARGUMENTACION.

En la argumentación de Aristóteles todo texto argumentativo posee cinco etapas, de las cuales se explicarán solo dos. La inuentio y la dispositio. Pero para empezar cualquier argumentación Aristóteles describe a los tópicos como lugares simbólicos, podría decirse como “reservorio de temas que funcionan socialmente” para argumentar y donde busco esos temas sobre los cuales quiero argumentar. Estos son irracionales y por sentido común. La tópica en el inuento es la encargada de llenar de contenidos a los razonamientos. En la inuentio está la planificación u organización de la ubicación de los argumentos que serán utilizados. En esta se orientan dos líneas: la lógica y la psicológica. La lógica destinada a convencer. Ofreciendo pruebas que refuerzan la argumentación. El entimema es como si fuera un razonamiento deductivo, pero inconcluso, tiene como función la persuasión del auditorio y es de suma importancia hacer creer al recepto que es quien completa la significación de las premisas. Aquí tenemos una de las pruebas técnicas, aquellas que se encuentran dentro del discurso y dependen de la capacidad del manejo técnico de la argumentación. La otra es como si fuera un razonamiento inductivo: exampla o figura ejemplar. Su función también es la de persuadir, pero de una manera “menos violenta” que el entimema. El ejemplo o figura ejemplar se basa en crear una equivalencia entre dos cosas sin una prueba consistente de ello, pero sí que la similitud sea creíble. Los prejuicios, testimonios, contratos, acuerdos, rumores, citas, leyes, juramentos, son parte de las pruebas extratécnicas de la argumentación, aquellas que se encuentran fuera del discurso y no depende de la capacidad argumentativa, pero sí del lugar en donde se las ubique en la argumentación. Estos dos tipos de pruebas, se basan en convencer al interlocutor por la vía lógica.

Hay otra vida, pero está destinada a conmover: la psicológica y utiliza recursos morales y subjetivos. Se puede conmover desde los atributos del orador, es decir de la imagen que da de sí, información sobre su carácter. Busca mostrar que posee (si destacamos) sabiduría objetiva, es decir, que prudente y fundamenta bien. La franqueza, que sus enunciados son directos. La simpatía, una complicidad con el auditorio. Si el orador intenta conmover por esta vía psicológica, está haciendo uso del ethos. En el caso de que quiera conmover a través de los sentimientos del auditorio, lo hace por la vía del pathos. El orador en esta vía, está al tanto de las opiniones del auditorio, y busca despertar las pasiones y emociones del destinatario.

La segunda etapa de a argumentación es la dispositio. En esta ya existe una puesta en palabras y organizo como dispongo mi texto. A su vez, esta se subdivide en cuatro etapas. La primera, el exordio, es la primera parte del discurso, es su comienzo y su anuncio. Esta parte apunta a conmover a conseguir algo del auditorio. Y para eso te presento a cuestión, e asunto a debatir, clasificada en dos tipos: la tesis, una teoría aplicable a lo general, que responde a la pregunta general que se trata y no necesita una localización espacio temporal. Y la hipótesis, que es una teoría sobre un caso particular que provoca la creación de una tesis cuando ocurre una acumulación de casos muy similares. Lo que quiero conseguir del otro y captar es la captatio benevolentiae, captar la atención y complicidad de auditorio a través de la seducción. Lo que sigue (aunque no siempre está) es a partitio, el momento en el que se enumeran las divisiones que se harán, se le presenta al auditorio lo que puede esperar.

La segunda subetapa es la narratio. Esta parte ya busca convencer. Es un relato de los hechos que conforman a causa; cómo y por qué se llegó a ese tema. Y es la etapa que prepara para el despliegue argumentativo. Tiene dos componentes los hechos (verosímiles) que pueden estar en el orden natural (que se cuenten en la misma sucesión en el que ocurrieron) o en orden artificial (que se altere e orden natural). Y las descripciones remiten al eje aspectual, descripciones de temporalidad y lugares, por ejemplo.

La tercera etapa de a dispositio, es la confirmatio. Aquí ya empieza la exposición de los argumentos. Esta al igual que la anterior busca convencer enunciado las pruebas elaboradas en a inuentio. Los tres momentos son la propositio, (el núcleo de la discusión, que puede ser simple o múltiple), a argumentatio (exposición de las razones probatorias: en el caso de ser débiles, se “amontonan” para que se socorran unas las otras; en el caso de ser pruebas grandes, pueden ser expuestas por separado) y en algunos casos encontramos la altercatio, cuando el discurso es cortado por un dialogo con una opinión dispar.

La última etapa de la dispositio, es la parte final del discurso: el epilogo. Y está destinada a conmover. Da un impulso final para que el auditorio se vuelque en contra de los contraargumentos y a favor de los argumentos que se presentó.

PERELMAN

Así como Aristóteles, Perelman plantea una argumentación, por ejemplo, ilustración y agrega por modelo y antimodelo. En el caso del ejemplo la argumentación busca pasar de un caso particular a una generalización presuponiendo la existencia de regularidades entre los casos, es decir, cosas equivalentes, sin que haya una prueba explicita de ello y que sea creíble tal generalización. Ilustración ocurre cuando el pasaje del caso particular a la generalización es una regla ya admitida y sirve para ilustrar, darle presencia dentro de la consciencia. La ilustración debe ser llamativa para la imaginación. En el último caso, el modelo es un caso particular al cual se admira y tiene prestigio social o cierta autoridad, debido a su capacidad, función o rango social. El modelo juzga por sí mismo aquello que vale más, aunque pueda inspirarse en un modelo divino. Como el caso de Madre Teresa de Calcuta que tenía por modelo al mismo Jesús. El antimodelo es alguien inferior que imita al superior, pero que se lo considera ejemplo de mala vida y mal gusto. Buscamos distinguirnos de este y de todo lo que le pertenece.

Perelman agrega la analogía y la metáfora en la argumentación. A analogía en la argumentación implica una relación cualquiera que se asimila a otra; se aclara un tema cambiando una relación desconocida por una más familiar. La metáfora, es una analogía condensada, aunque de esto el interlocutor no tiene pista alguna. Un ejemplo lo dejará más claro. Cuando se escribe o habla sobre un guerrero valiente, se dice “este león se lanzó”. Lo que se sobreentiende en este caso es que el guerrero es considera un león por la analogía de “este guerrero es al resto de los hombres, como el león en relación al resto de los animales”.

Ahora bien, en a nueva retórica de la argumentación, se supone un encuentro de espíritus en la argumentación o mismo de pensamientos. Estos son los del orador, que tiene e deseo de persuadir, y del auditorio, que está a disposición de escuchar. Por ello, es indispensable que el libro sea leído y el discurso sea escuchado. Este encuentro de pensamientos o espíritus modifica un estado de cosas. Esta modificación saca a la luz la función principal de la argumentación de ahora en más: la de regular los conflictos que son generados por sistemas de valores incompatibles entre los agentes de los diferentes dominios de acción, en otras palabras, se da en un marco de conflicto y malentendido que es resuelto según lo justo. Esto puede ser por la justicia (desde lo jurídico, las leyes, hasta lo cotidiano, conforme a la equidad) o por lo “justificado”, aquello que está relacionado con lo razonable o lo fundamentado. La argumentación busca producir o acrecentar la adhesión de un auditorio a las tesis presentadas. Se piensa a la argumentación sin recurrir a la noción de verdad, sino que esta se define en términos de una mayor o menos influencia sobre un auditorio. Este último, es el conjunto de aquellos sobre quienes el orador quiere influir con su argumento y debe tenerlo en cuenta (al auditorio) y adaptarse a él. el auditorio no está necesariamente formado por aquellos a quienes interpela expresamente el orador. Por ejemplo, los participantes del parlamento, en sus discursos se dirigen directamente al presidente de la cámara, pero su discurso está orientado a, por ejemplo, miembros del sector político, las personas que miran la sesión que es transmitida por televisión.

Hay tres tipos de auditorios: el universal, el que está destinado a convencer. Implica a toda la humanidad, pero los humanos con la misma capacidad e información que sacaran las mismas conclusiones. El particular, que está destinado a persuadir. Está compuesto por uno o más interlocutores. El orador tiene un púbico determinado. Y el integrado por el sujeto mismo en una deliberación interna.

Para que haya una argumentación tiene que haber como mínimo, una base de acuerdo, es decir, un punto de partida para argumentar. Se organiza en dos grupos: el primero está constituido por hechos (alude a objetos de acuerpo, precisos y limitados. Se pueden corroborar y su elección no es inocente. Los hechos no “suenan” extraños), las verdades (una afirmación a partir de hechos; sistemas complejos que enlazan los hechos, teorías científicas, conceptos filosóficos, religiosos. Es una conclusión por inducción) y las presunciones (una suposición asociada con lo que se produce normalmente. Es un punto de partida para determinar que es normal lo que se produce). El segundo grupo está formado por: los valores (normas que permiten evaluar conductas dando razones para preferir unas sobre otras), estos funcionan en jerarquías (se acomodan por importancia, no están aislados. Y tampoco esas jerarquías están congeladas en el tiempo, sufren las mismas modificaciones que la sociedad) y os elijo por lugares de preferencia (posiciones sociales o lugares discursivos que compartimos socialmente. No por lógica sino por sentido común o una opinión compartida).

PLANTIN

La argumentación por autoridad es una argumentación de confirmación: el proponente de apoya o refugia en el hecho enunciado por la autoridad. Hay tres tipos: la mostrada, es decir, una autoridad manifestada directamente por el locutor, quien está informado o es fuente de afirmaciones. En otras palabras, o que dice el locutor se toma como verdadero. La autoridad citada, aquella argumentación que cita a una autoridad superior al locutor con el fin de apoyarse en sus afirmaciones. Y por último la refutación de las argumentaciones de autoridad.

En la refutación de la argumentación de autoridad encontramos el ataque contra la autoridad. La refutación estándar consiste en eso, es decir, una argumentación contra otra persona, que puede ser pertinente o no. Y es donde el oponente argumenta a partir de la autoridad. A modo de ejemplo, el proponente opina que el universo, según la ciencia, tiene miles de millones de años y el oponente contraargumenta que el dogma nos dice que el universo tiene 12.345 años. Otro caso de refutación es la autoridad restringida a su ámbito, por ejemplo, el caso de la autoridad dogmática que solo es considerada como tal en su ámbito y no en el de la ciencia, por ejemplo.

En la autoridad mostrada las fuentes creíbles (los locutores) son creíbles en apariencia. La credibilidad es por psicología social, es un hecho en relación a la reputación. E postulado de un interlocutor veraz tiene origen en la interacción cotidiana. Por ejemplo, si una le pregunta a una persona en la calle a hora, no pedimos ver su reloj, sino que creemos lo que nos dice. En este caso, la autoridad esta relacionada (en el tema conflictivo) con dar valor a o que se dice y la modestia con la dificultad de contradecir lo que expuso el otro.

Por último, en la autoridad citada, encontramos locutores a veces infalibles, en los que citar de manera exacta a os locutores es decir la verdad. Dentro hay autoridades que por ejemplo al prometer, realizan un enunciado realizativo, pero que todos tenemos este tipo de autoridad (lingüística). Otra autoridad en la que sus palabras crean un estado de cosas, como es el caso de que un juez enuncia que la sesión se abre. Es un enunciado realizativo pero que la autoridad depende y está limitada a una institución social. Otra autoridad en la que el locutor goza de un crédito que los demás no por realizar enunciados que expresen estados internos, por ejemplo, que alguien diga que le suele la cabeza. Nadie está en una mejor posición que el locutor para saberlo. Por último, el testimonio, un testigo que pide que se le crea por su posición al haber estado presente en el hecho que relata.

Encontramos también, las fuentes autorizadas: as autoridades humanas, que se le da esa autoridad por su papel social y su carisma personal; a autoridad de los expertos y profesionales; la autoridad difusa, como la de grandes actores anónimos, a sabiduría de los mayores o de los chinos.

Todas estas mencionadas descansan en una cita de algo que se ha afirmado.

En la autoridad citada se puede encontrar e problema de pasaje del estilo directo al indirecto del discurso citado. El problema radica en que, por ejemplo, el enunciado dos puede pretender citar al enunciado uno en su significación exacta, por ejemplo, cambiando palabras que significan los mismo. O si se considera que, por ejemplo, el enunciado M tiene como consecuencia P, aunque no lo haya dicho el argumentador, se puede enunciar en otro enunciado que mi interlocutor dijo P.

Al nombrar palabras como “aparato ideológico del estado” dejo entender conocimientos relacionados con el pensamiento de Marx. Este tipo de palabras funcionan como indicio para ver desde donde habla mi interlocutor y si ese lugar me impresiona existe una manifestación de autoridad. De manera contraria no existe. En este caso el discurso del locutor autorizado está escondido en el discurso argumentativo. la autoridad externa queda invisible, convirtiéndose así, según el autor, más bien en una autoridad mostrada.


 

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