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Sociología Resumen: Michel Foucault, "Del poder de soberanía al poder sobre la vida" Cátedra: Raffin 2° Cuat. de 2007 Altillo.com

Michel Foucault – Del poder de soberanía al poder sobre la vida.-

17 de marzo de 1976

Es una toma del poder sobre el hombre en tanto ser viviente, es una suerte de estabilización de lo biológico.

Tener derecho de vida y de muerte, es decir que puede hacer morir o dejar vivir. En todo caso significa que la vida y la muerte no forman parte de esos fenómenos naturales, inmediatos. En las confrontaciones del poder, el sujeto no es sujeto de derecho ni vivo ni muerto. Desde el punto de vista de la vida y de la muerte, el sujeto es simplemente neutro y solo gracias al soberano tiene derecho de estar vivo o estar muerto. La vida y la muerte de los sujetos se vuelven derechos solo por efecto de la voluntad soberana. El derecho de vida y muerte solo se ejerce en forma desequilibrada.

Si el viejo derecho de soberanía consistía en hacer morir o dejar vivir, el nuevo derecho será el de hacer vivir o dejar morir.

En los S XVII y XVIII se ven aparecer técnicas de poder centradas especialmente en el cuerpo, en el cuerpo individual. Se trata de aquellos procedimientos mediante los cuales se aseguraba la distribución espacial de los cuerpos individuales y la organización de todo un cuerpo de visibilidad de técnicas de racionalización y de economía de un poder.

La nueva técnica no suprime a la técnica disciplinaria, porque se ubica en otro nivel, se coloca en otra escala, tiene otra área de acción y recurre a instrumentos diferentes.

Objetos de saber y objetos de control de la biopolítica eran pues, los problemas de la natalidad, de la mortalidad, de la longevidad.

Los problemas fundamentales que esta medicina deberá afrontar son los de la reproducción, la natalidad y la morbilidad.

Otro campo de intervención de la biopolitica esta formado por todo un conjunto de fenómenos, algunos universales y otros accidentales. Desde comienzos del S XIX, en la época de la industrialización, devienen fundamentales los problemas de los incidentes, de los infortunios, de las enfermedades; los de las diversas anomalías. En relación con todos estos fenómenos, la biopolítica se encaminara a preparar no tanto institutos de asistencia, sino mecanismos mas ingeniosos, mas racionales que la gran asistencia, masiva y al mismo tiempo fragmentaria, esencialmente ligada a la Iglesia: seguros, ahorro individual y colectivo, seguridad social. El último ámbito de intervención toma en consideración las relaciones entre los seres humanos como especie, como seres vivientes, y su ambiente de existencia. Se trata del problema de la ciudad. En esta nueva tecnología del poder, no se trataba exactamente ni con la sociedad ni con el individuo-cuerpo. Lo que aparece es un nuevo cuerpo, un nuevo cuerpo múltiple, con una cantidad innumerable, si no infinita, de cabezas. Se trata de la noción de población. La biopolítica trabaja con la población como problema biológico y como problema de poder.

La biopolitica se dirige a esos hechos aleatorios que se producen en una determinada población considerada en su duración. La tecnología del poder biopolítico conseguirá instaurar mecanismos que tendrán funciones muy diversas de las que eran propias de los mecanismos disciplinarios.

Se tratara de optimizar un estilo de vida. No se toma al individuo en detalle, se actúa, por medio de mecanismos globales. El problema es tomar en gestión la vida, los procesos biológicos del hombre-especie, y asegurar no tanto su disciplina como su regulación.

Aparece un poder de regulación, consistente en hacer vivir y dejar morir. La gran ritualización pública de la muerte desapareció desde fines del S XVIII. A tal punto se canceló que hoy la muerte ha llegado a ser algo que se esconde. Se podría creer que hoy la muerte es más objeto de tabú que el sexo.

La muerte se ubica en una relación de exterioridad respecto del poder; es aquello sobre lo cual no puede actuar sino globalmente o estadísticamente.

El poder no dominara a la muerte, sino a la mortalidad. El poder no reconoce más la muerte y por eso debe abandonarla.

A partir del S XVIII, tenemos dos tecnologías de poder que se establecen con cierto desfase cronológico y que se superponen. Por un lado una técnica disciplinaria, centrada en el cuerpo que produce efectos individualizantes y manipula al cuerpo como foco de fuerzas que deben hacerse útiles y dóciles. Por el otro, una tecnología centrada sobre la vida, que recoge efectos masivos propios de una población especifica y trata de controlar la serie de acontecimientos aleatorios que se producen en una masa viviente. Es una tecnología que busca controlar y modificar las probabilidades y de compensar sus efectos.

Tenemos dos series: la serie cuerpo-organismo-disciplina-instituciones; y la serie población-procesos biológicos-mecanismos reguladores-Estado. Estos dos conjuntos de mecanismos, uno disciplinario y el otro regulador, no se ubican en el mismo nivel. Esto permite que no se excluyan y que se articulen uno con el otro. Casi siempre, los mecanismos disciplinarios y los reguladores están articulados unos sobre otros.

La sexualidad cuando es indisciplinada e irregular, tiene dos ordenes de efectos. El primero sobre el cuerpo, que es atacado por enfermedades individuales que el disoluto atrae sobre si. Pero al mismo tiempo una sexualidad disoluta, perversa tiene efectos a nivel de la población. Se supone que el desviado tendrá una descendencia perturbada, por generaciones y generaciones, hasta la séptima y la séptima de la séptima generación. Nace así la teoría de la degeneración. Y en la medida en que la sexualidad se encuentra en el origen de las enfermedades individuales y constituye el núcleo de la degeneración, representara el punto de articulación de lo disciplinario y lo regulador, del cuerpo y de la población.

El elemento que circulara de lo disciplinario a lo regulador será la norma. La norma es lo que puede aplicarse tanto al cuerpo que se quiere disciplinar, como a la población que se quiere regularizar.

Lo que permitió la inscripción del racismo en los mecanismos del Estado fue la emergencia del biopoder. Es éste el momento en que el racismo se inserta como mecanismo fundamental del poder y según las modalidades que se ejercen en los estados modernos. Esto hace que el modo moderno de funcionamiento de los estados pase a través de las razas.

En primer lugar, es el modo en que se introduce una separación, la que se da entre los que se debe vivir y lo que se debe morir.

El racismo es un modo de establecer una censura en un ámbito que se presenta como un ámbito biológico. Son estas las primeras funciones del racismo: fragmentar, introducir censuras en ese continuum biológico que el biopoder inviste.

El racismo permitirá establecer una relación entre mi vida y la muerte del otro que no es de tipo guerrero, sino de tipo biológico.

El imperativo de muerte, en el sistema del biopoder, es admisible solo si se tiende a la victoria no sobre adversarios políticos, sino la eliminación del poder biológico y al reforzamiento, directamente ligado a esta eliminación, de la especie misma o de la raza.

La raza, el racismo, son la condición de la aceptación del homicidio. El racismo resulta indispensable para poder condenar a alguien a muerte, para hacer morir a alguien.

Si el poder de normalización quiere ejercer el viejo derecho soberano de matar, debe pasar por el racismo. Pero también un poder soberano, si quiere funcionar con los instrumentos, los mecanismos y la tecnología de la normalización debe pasar por el racismo.

Cada vez que hubo enfrentamiento, homicidio, lucha, riesgo de muerte, se tuvo que pensar todo esto en el marco del evolucionismo.

A fines del S XIX, la guerra aparecerá sobre todo, no solo como un medio de reforzar la propia raza eliminando la raza adversa, sino también como un modo de regenerar la propia raza, cuantos más mueran de los nuestros, más pura será nuestra raza.

El racismo asegura entonces la función de la muerte de la economía del biopoder, sobre el principio de que la muerte del otro equivale al reforzamiento biológico de si mismo como miembro de una raza o una población, como elemento en una pluralidad coherente y viviente.

El nazismo no es otra cosa que el desarrollo paroxístico de los nuevos mecanismos de poder instaurados a partir del siglo XVIII. Ningún estado fue más disciplinario que el régimen nazi; en ningún otro estado las regulaciones biológicas fueron reactivadas y administradas de manera más cerrada y más insistente.

Ninguna sociedad fue más disciplinaria y al mismo tiempo más aseguradora que la instaurada, o proyectada, por los nazis. El control de los riesgos específicos de los procesos biológicos era de hecho uno de los objetivos esenciales del régimen.

Este poder de vida y muerte atraviesa todo el cuerpo social de la sociedad nazi. En el Estado nazi todos tenían derecho de vida y muerte sobre su propio vecino, aunque no más fuera a través de la práctica de la denuncia, que permite suprimir, o hacer suprimir, al que esta al lado.

En el régimen nazi se asiste pues al desencadenamiento del poder homicida y del poder soberano a través de todo el cuerpo social.

El Estado nazi hizo absolutamente coextensivos el campo de una vida que el organiza, protege, garantiza, cultiva biológicamente y el derecho soberano de matar a cualquiera.

Frente al racismo de estado, se constituyó un social-racismo que para aparecer no espero la formación de los estados socialistas. El socialismo del S XIX fue directamente un racismo.

El socialismo no critico el tema del biopoder desarrollado a fines del S XIII y en el XIX e incluso lo retomo y desarrolló.

Cada vez que un socialista insistió sobre la transformación de las condiciones económicas como principio de transformación y de pasaje del Estado capitalista al socialista, el socialismo no necesito, del racismo. Todas las veces que tuvo que insistir en el problema de la lucha contra el enemigo, sobre la eliminación del adversario dentro del mismo de la sociedad capitalista, lo biológico volvió a emerger, el racismo reapareció.

Cada vez que hay socialismos, formas de socialismo, momentos del socialismo que acentúan el problema de la lucha, nos encontramos con el racismo. El racismo socialista fue liquidado en Europa solo a fines del S XIX por la dominación de la socialdemocracia.