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Sociología | 1° Parcial | Cátedra: Sameck - Vazquez | Prof.: Daniel Suárez | Sede: Ramos Mejía (Ex Bulnes) | 1° Cuat. de 2011 | Altillo.com |
1) En base al siguiente articulo aplicar los conceptos de SOCIALIZACIÓN,
LEGITIMACIÓN, REIFICACIÓN E INSTITUCIONALIZACIÓN, según Berger y Luckmann; y
NATURAL y SOCIAL de Marques.
2) Comparar los conceptos de Reificación (Berger y Luckmann) y Natural
(Marques).
Un Nobel sin escrúpulos
Por Atilio A. Boron
Un signo más de los muchos que ilustran la profunda crisis moral de la
“civilización occidental y cristiana” que Estados Unidos dice representar lo
ofrece la noticia del asesinato de Osama bin Laden. Más allá del rechazo que nos
provocaban el personaje y sus métodos de lucha, la naturaleza de la operación
que terminó con su muerte es un acto de incalificable barbarie perpetrado bajo
las órdenes directas de un personaje que con sus conductas cotidianas deshonra
al Nobel de la Paz.
En la truculenta operación escenificada en las afueras de Islamabad hay
múltiples interrogantes; la tendencia del gobierno de los Estados Unidos a
desinformar a la opinión pública torna aún más sospechoso este operativo. Una
Casa Blanca víctima de una enfermiza compulsión a mentir nos obliga a tomar con
pinzas cada una de sus afirmaciones. ¿Era Bin Laden o no? ¿Por qué no pensar que
la víctima podría haber sido cualquier otro? ¿Dónde están las fotos, las pruebas
de que el occiso era el buscado? Si se le practicó un ADN, ¿cómo se obtuvo,
dónde están los resultados y quiénes fueron los testigos? ¿Por qué no se lo
presentó ante la consideración pública, como se hiciera, sin ir más lejos, con
los restos del Comandante Ernesto “Che” Guevara? Si, como se asegura, Osama se
ocultaba en una mansión convertida en una verdadera fortaleza, ¿cómo es posible
que en un combate que se extendió por espacio de cuarenta minutos los
integrantes del comando norteamericano regresaran a su base sin recibir siquiera
un rasguño? ¿Tan poca puntería tenían los defensores del fugitivo más buscado
del mundo, de quien se decía que poseía un arsenal de mortíferas armas de última
generación? ¿Quiénes estaban con él? Según la Casa Blanca, el comando dio muerte
a Bin Laden, a su hijo, a otros dos hombres de su custodia y a una mujer que,
aseguran, fue ultimada al ser utilizada como un escudo humano por uno de los
terroristas. También se dijo que otras dos personas más habían sido heridas en
el combate. ¿Dónde están, qué se va a hacer con ellas? ¿Serán llevados a juicio,
se les tomará declaración para arrojar luz sobre lo ocurrido, hablarán en una
conferencia de prensa para narrar lo acontecido?
No deja también de llamar la atención lo oportuna que ha sido la muerte de Bin
Laden. Cuando el incendio de la reseca pradera del mundo árabe desestabiliza un
área de crucial importancia para la estrategia de dominación imperial, la
noticia del asesinato de Bin Laden reinstala a Al Qaida en el centro del
escenario. Si hay algo que a estas alturas es una verdad incontrovertible es que
esas revueltas no responden a ninguna motivación religiosa. Sus causas, sus
sujetos y sus formas de lucha son eminentemente seculares y en ninguna de ellas
–desde Túnez hasta Egipto, pasando por Libia, Bahrein, Yemen, Siria y Jordania–
el protagonismo recayó sobre la Hermandad Musulmana o en Al Qaida. El problema
es el capitalismo y los devastadores efectos de las políticas neoliberales y los
regímenes despóticos que aquél instaló en esos países y no las herejías de los
“infieles” de Occidente. El fundamentalismo islámico, ausente como protagonista
de las grandes movilizaciones del mundo árabe, aparece ahora en la primera plana
de todos los diarios del mundo y su líder como un mártir del Islam asesinado a
sangre fría por la soldadesca del líder de Occidente.
Hay un detalle para nada anecdótico que torna aún más inmoral la bravata
norteamericana: pocas horas después de ser abatido, el cadáver del presunto Bin
Laden fue arrojado al mar. La mentirosa declaración de la Casa Blanca dice que
sus restos recibieron sepultura respetando las tradiciones y los ritos
islámicos, pero no es así. Los ritos fúnebres del Islam establecen que se debe
lavar el cadáver, vestirlo con una mortaja, proceder a una ceremonia religiosa
que incluye oraciones y honras fúnebres para luego recién proceder al entierro
del difunto. Además se especifica que el cadáver debe ser depositado
directamente en la tierra, recostado sobre su lado derecho y con la cara
dirigida hacia La Meca. En realidad, lo que se hizo fue abatir y “desaparecer” a
una persona, presuntamente Bin Laden, siguiendo una práctica siniestra utilizada
sobre todo por la dictadura genocida que asoló a la Argentina entre 1976 y 1983.
Acto inmoral que no sólo ofende las creencias musulmanas sino a una milenaria
tradición cultural de Occidente, anterior inclusive al cristianismo. Como lo
atestigua magistralmente Sófocles en Antígona, privar a un difunto de su
sepultura enciende las más enconadas pasiones. Esas que hoy deben estar
incendiando a las células del fundamentalismo islámico, deseosas de escarmentar
a los infieles que ultrajaron el cuerpo y la memoria de su líder. Barack Obama
acaba de decir que después de la muerte de Osama Bin Laden el mundo es un lugar
más seguro para vivir. Se equivoca de medio a medio.